Bailando opiniones {Private}

por **Nadine** Miér Ago 15, 2012 7:11 pm

-Un día la sonrisa más bella del universo...te la puedes encontrar, topar, la puedes descubrir de repente y sin saber de su existencia te contagias de su luz. Como afrodita, o como una de las musas griegas, diosas de las artes y proclamadores de héroes, pero no, la gente no cogió sus zapatos y vinieron aquí para entorpecerse con una decepción... A los niños y a los más ancianos os digo que se encuentra con nosotros una mujer que parece llegar desde el Renacimiento, una diosa que con sus delicadas manos de porcelana....

-Entonces...se romperá ¿No señor?-La voz dulcificada de un infante que se encontraba entre el público, no pudo evitar preguntar sobre la fragilidad de la mujer que parecía esconderse tras el telón. Las suaves risas del público se unieron junto con la del hombre que andaba sobre el escenario, mostrando una leve sonrisa al pequeño.

-Solo se romperá su frágil corazón, pequeño...- dijo mientras sonreía suavemente y miraba con ternura al niño, al mismo tiempo que se acercaba al público para empatizar con el público-...si en estos momentos no le damos un suave aplauso, dando la bienvenida a una maestra de los instrumentos de cuerda, que bien como otros la conocen......- Entonces, un hombre rechoncho de voz grave y con bigotes rizados dio la entrada acompañado de una fuerte ovación del publico a la gran artista que en aquella velada les deleitaría con una dulce pieza musical. - ¡Damas y caballeros! Tengo el orgullo de presentarles a... - Entonces, por unos instantes, el silencio se apodero del lugar, dejando al público en vilo, mientras el suspense recorría la sala- ¡La dama de los vientos! -En el escenario apareció una hermosa mujer de cabello castaño, con un aire de elegancia y grandeza que dejo boquiabiertos al público. Erguida y henchida de orgullo, la joven damisela logro causar una gran impresión ante el público.

La música para ella comenzó a serlo todo. Otra vez ese silencio sepulcral que inundaba la zona y poco después de un tercio de segundos, la música en esas finas hebras comenzó a resonar con fluidez. En cierto modo, cada aniversario, era un cumpleaños. El Hospital de París, había cambiado demasiado para ella. Recordaba que ella iba acompañada de la cerril de su hermana, pero ella misma se acercaba a los niños para hacerle compañía, no dominaba el arte del esbozo, pero se manejaba en ello y aquello eran recuerdos para los niños que ya no vivirían entre su nueva actualidad. La inmortalidad. Las dotes musicales en ella, son siempre admirables, pues ya que no tiene que preocuparse por morir, comenzó a estudiar, a practicar todo tipo de instrumentos musicales, entre ellos, el violín, el piano y el arpa.

Salón Principal. . .
11:45,
Nuit maladive ... grande ouverte avec mon coeur. . .

En el salón principal se escuchaban las risas y juegos de los niños, al tiempo que los invitados conversaban de distintos temas de alto grado, bien enterados de que entre los invitados se encontraban distintos miembros de la realeza, lo que alentaba a los invitados a mostrarse lo más culto e inteligentes posible.

-¡Menuda velada!- Las personas de entre el público comenzaban a dialogar entre ellas en el salón principal que se había habilitado en el Hospital para tal celebración. Enseguida, los deliciosos canapés que habían observado fueron servidos entre los invitados, que entre frase y frase cataban los distintos manjares al tiempo que sostenían una copa del mejor vino.

Entre tanto, mientras los invitados seguían absortos en sus conversaciones, la joven damisela que les había deleitado con el recital de arpa, entró discretamente en el salón, evitando llamar la atención del gran público, ocultando bajo la máscara de la timidez para no ser reconocida, pero su suerte no era buena en esos momentos, pues una mujer de mediana edad la sujeto con delicadeza de la extremidad del brazo, haciéndola retroceder para comenzar a platicar con una sonrisa en el rostro, fue halagada por el recital exquisito que escucharon con anterioridad, Alexindice sonreía sin apenas mostrar disgusto en su rostro, su postura erguida y elegante, parecía ser el modelo perfecto a seguir entre las demás damiselas que habían en la amplia sala habilitada del Hospital.

En su interior, sonreía igualmente. Estaba calmada y relajada, sin hacer muchos movimientos bruscos mas, eran como si fuera, tal y como había dicho el presentador, movimientos con manos de porcelana, pero al parecer, la tranquilidad que tenía en su interior, fue sustituida por la sorpresa de que uno de los niños que jugaban con otros niños, se había topado con parte de aquel elegante vestido que vestía con elegancia-¡Mon dieu...!-Exclamo no tan alarmada, pero si sorprendida por el traspiés que hizo que el niño se diera de bruces contra el suelo-Oh...-Sin más dilatación, fue a socorrer al niño, no se agacho del todo bajó muy pocos grados inclinando el tronco alargando la mano hacia el pequeño-...No llores si te puedes levantar, pequeño...-Dijo acentuando su francés con dulzura, sonriendo al niño que tardo varios segundos en tomar su mano para así poder levantarse y continuar con el niño con el que andaba jugando.

La mujer de antes, la miraba encantada-¿Le gustan los niños?-Dijo con una voz igual de tranquila-Creo que los niños son como el amanecer de cada nuevo día, lleno de esperanzas y alegrías del cual se han olvidado los adultos...-Sonriendo ella estaba segura de sí misma y si era con una buena pieza clásica, la velada podría continuar tranquilamente.

por Invitado Vie Ago 31, 2012 6:54 pm

Una carta de invitación se había asomado por la puerta principal de la gran mansión, Stephen se preguntaba el por qué los sirvientes no habían sido capaz de tomarla para dejara en algún lugar más “seguro”, después de todo, en el suelo podría perderse rápidamente. La tomó entre sus manos sin mayores preámbulos y se asombró al notar que iba dirigida hacia él, subió hasta su habitación para poder leerla con tranquilidad, imaginaba que era alguna invitación “importante” o algo por el estilo ya que siempre era lo mismo. Se sentó en un cómodo sofá que había en su recámara y suspiró antes de animarse a abrirla, una vez que lo hizo sonrió para sus adentros, después de todo estaba en lo correcto, eran de aquellas invitaciones que a él no le gustaban demasiado, si bien solía sentirse culpable por tener que alimentarse de los humanos, de todas formas no le gustaba el cinismo que había a nivel de realeza, era algo que siempre lo había puesto incómodo.

Se levantó del sofá con un movimiento ágil y abrió la puerta para salir al pasillo, bajó las escaleras con un rostro serio, no habló con nadie, simplemente se apresuró para llegar a una de las habitaciones de su mayordomo, tocó la puerta y sin perder más tiempo abrió las puertas en par en par – Phillipe, lamento la intromisión pero necesito de tu ayuda…- El mayordomo se giró con una gran sonrisa y negó con la cabeza – Su alteza Windsor, usted sabe mejor que na…- Stephen había fruncido el ceño y luego lo interrumpió - ¿Cuántas veces te he dicho que no es necesario que me hables así? Tal vez otros miembros de mi familia te lo pidan por “formalidad” pero me conoces bien, de hecho hace años, sabes a la perfección que si hay algo que me molesta es que me trates así – El vampiro se estaba arreglando los puños de su traje, luego suspiró y sonrió levemente, razón por la cual el mayordomo se relajó – Lo lamento, joven Windsor, sé perfectamente que a usted le molesta, pero he estado toda mi vida con ustedes y se me ha regañado y mal visto cuando lo trato de otra manera, por lo que manera distinta a esta, no podía tratarlo – El hombre ya de aspecto mayor, con unas cuantas canas vistosas por la edad, se dirigió a un gran armario donde solía guardar los trajes más “costosos” del Príncipe.

Ambos se dirigieron hasta la habitación del vampiro para que Phillipe le ayudara a arreglarse, no sabía muy bien la razón pero Stephen se sentía un poco emocionado para acudir al aniversario del hospital y de eso se daba cuenta el mismo hombre, quién sonreía y no comprendía el por qué el príncipe se sentía así. Una vez listo fue el mismo mayordomo quién se encargó de llevarlo hasta el lugar, la gente comenzaba recién a entrar y muchos miembros de la misma realeza y unos cuantos invitados más se le habían acercado para saludarlo y meterle un poco de conversa, él siempre había sido muy caballero para sus cosas, simplemente era parte de él, pero aún así no duraba demasiado conversando con la misma gente ya que podía intuir las verdaderas intenciones.

Una vez que había comenzado la presentación, la voz grave de un hombre se escuchaba en todo el lugar, el vampiro no sabía muy bien de qué trataría ese día puesto que, esta vez, no le había tocado organizarlo él. Sonrió ante la pregunta del infante, era evidente la metáfora que se había utilizado pero el niño no lo había captado, eso le gustaba a Stephen, la ingenuidad de los niños, la dulzura, su todo. Él estaba casi al final del recinto por decisión propia, muchos de los que se sentaban adelante conversaban demasiado e interferían con la emoción y los sentimientos que un músico podía traspasar con un “simple” instrumento. El príncipe observaba atento todo, con una copa de whisky que le habían hecho llegar – Con suerte y había notado quién se lo entregó – saboreaba cada sorbo gustoso, pero algo le llamó la atención. Cuando observó a la mujer que habían presentado hace unos pocos segundos se quedó asombrado, la conocía, de eso estaba seguro, por unos segundos se perdió en la memoria del pasado que le hizo recordar la situación por la cual la damisela y él se habían conocido. Sonrió para sus adentros y cerró sus ojos, esperando que ella terminara la melodiosa canción, que por cierto logró relajarlo bastante.

El espectáculo había terminado y los presentes ahora se preocupaban en buscar grupillos para poder conversar – y de seguro contar chismes “jugosos” de otros – mientras que los niños corrían de un lado a otro jugando entre ellos. La vista de Stephen se fijó en la mujer que entraba de forma casi silenciosa al salón principal, la había reconocido de inmediato pero notó como alguien se le adelantaba para felicitarla por su gran trabajo. Su copa se había terminado así que decidió ir en busca de más, una vez que llegó a la barra terminó por arrepentirse y solo dejó el vaso vació en el lugar. Se giró y se acercó hasta donde estaba aquella mujer una vez más, alcanzando a escuchar lo que ella decía sobre los niños, una sonrisa se dibujó en el rostro del vampiro y se acercó aún más - ¿Qué haríamos nosotros sin la ingenuidad de los niños? – Comentó mientras quedaba justo al lado de las dos mujeres, notó como la acompañante de Alexindice lo observaba con una mirada extraña, no supo diferenciar si era cierta emoción de su parte o qué cosa, pero él le sonrió e hizo una reverencia a ambas – Mi intención no ha sido molestarlas, claro está, simplemente quería felicitarla por su gran agilidad con el instrumento… Se enderezó con una sonrisa aún en su rostro – Además de que tengo la completa seguridad de que nos conocemos ¿O me equivoco? - Su vista se fijaba directamente a los ojos de Alexindice, esperando su respuesta.

por **Nadine** Vie Sep 28, 2012 11:39 am

Ella platicaba con la mujer que la acompañaba, pero su gesto ceñudo la alarmo de que algo había a su lado, esa voz que escucho a continuación hizo que se le congelara la poca sangre que podría recorrerle por el cuerpo, girando la mirada para cruzarse con la límpida mirada de aquel que una vez conoció hace mucho, mucho tiempo-¿Al..Alteza?-Simplemente habría sido la sorpresa de haberle encontrado en ese lugar, no se lo esperaba, miro disimuladamente a los lados por si se trataba de alguna broma, pero nada vio, una reverencia hizo con gracia y elegancia-...Creo...-le miro con su sonrisa dulce y apaciguadora que ella siempre ofrecía a los demás sin esfuerzo, lentamente se iba incorporando para estar cara a cara-...Mirándole ahora, me recuerda...-Se quedo mirándole con una sonrisa, pero negó entre una risa-...No puede ser...- murmuró para casi ambos-...-No dijo nada pese a la risa que la afligía, tapándose con un abanico que le colgaba de la muñeca.

Parecía que había sido ayer en cuanto se había desmayado en la calle, siendo ayudada por él, para que a la noche siguiente, ella había desaparecido sin decir nada-...Aquella joven era frágil y aún lo es...-Le sonreía sin parar, su mirada se le iluminaba cuando estaba a su lado, quizás fuera solamente ella solo, pero comenzó a sentir aquel sentimiento que dejo enterrado justo cuando sabía que no le volvería a ver, pero desde luego el destino bien era caprichoso, hacia lo que quería sin consultar a nadie-...Yo...-Quería haberle dicho algo más, pero el momento no la dio oportunidad.

De repente aplausos irrumpieron en aquella pequeña y acogedora sala, ella dejo la copa con lentitud, ya no sonreía y se dedico a unirse a los aplausos ¿Pero cuál era la novedad? Pudo notar como la brisa de la noche se colaba a través de los ventanales cubiertos por decoración sencilla pero elegante, con algún toque barroca, las cortinas blancas con algún adorno en verde, pero de repente, el aire cambio de dirección, las velas se apagaron de los farolillos que iluminaban la sala, la lámpara de araña que decoraba con cortesía la pequeña sala se apagó como si hubieran soplado una tarta de cumpleaños, esto le daba muy mala espina, pero decidió que era mejor mantener la calma. Y eso hizo, no quería alarmar a nadie, ella sabía que era a veces un poco exagerada, pero ciertamente aquellos defectos los había mantenido a raya durante muchos años.

Aplaudía y aplaudía con la gente, miro de reojo al hombre quien la había visto y le había halagado por lo de la pequeña pieza de arpa, le sonrió pero entre tanta oscuridad no sabía si le vería, paraba de aplaudir y en cuanto llevaba la mano hacia la copa de nuevo, alguien en la oscuridad había tirado de ella, la copa que había vuelto a sostener entre sus dedos, cayó al suelo haciendo el cristal añicos-Ah! Non! Non! Laissez-moi! Lâchez-moi! –Pedía ayuda en su idioma natal, pero de repente otras manos la atraparon del otro brazo, vio que se trataba de dos hombres de clase media, con sombreros de tela, chalecos usados y sudados y con miradas llenas de odio, tiraban de Alexindice, el segundo de los hombres le tapo la boca para que mantuviera silencio.

¿Adonde la llevaban ? Si usaba sus colmillos la descubrirían, e incluso aprovecharian para hacerla algo peor. Ella se resistia en que la llevaran lejos de nuevo de él, consiguio apartar la mano del hombre de sus labios para seguir pidiendo ayuda, pero quizas con los aplausos no fuera nada audible-¡Ayuda! –Pidio con todas sus fuerzas, retiraba la mano de sus labios una vez más, golpeo hacia atras con el codo que colisiono con el pecho de uno de los hombres, usaria las tecnicas que su hermana le enseño para este tipo de casos. Uno habia perdido el equilibrio y caia al suelo, pero enseguida el otro hombre la abrazo con fuerza por encima de los brazos-¡NON!-Llevandola en direccion contraria a donde se celebraba la dichosa fiesta-¡S'il vous plaît!-Se resistia aun mas, si le hubiera pasado esto cuando era mortal, ahora no podria hacer nada, decidió ahora que era otra persona, hacer lo mismo que con el otro hombre, le golpeo, quería darle en el pecho, pero esta vez le dio en el menton, haciendole levantar la mirada.

El hombre dolorido de su pobre dentadura, en el momento que dejó libre a Alexindice, esta echó a correr en dirección a la fiesta, pero con tan mala suerte que en ese momento, el que estaba en el suelo, la agarró de la falda y con ello, Alexindice cayó al suelo, haciendo un estrepitoso sonido- Au !...-Miró hacia delante, parecia que alguien miraba hacia ellos, ella le miro en la oscuridad del pasillo, tragando saliva, sacudiendo el pie para que el hombre soltase las faldas aun sin exito. Estaba sola frente a una sombra y detras a dos hombres que querran hacer con ella quien sabe que.

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