Un dulce accidente -Julius Ward.-

Eran apenas las ocho de la noche, el viento soplaba con cierta fuerza pues anunciaba lluvia, era pleno verano, los arboles frondosos y los pastos rebosaban de vida. Aún había algunas personas caminando por la calle, los pasos eran presurosos pues sabían qué si no se daban prisa lo más seguro era qué alcanzarían a mojarse. –Lleva los pastelillos a casa de Madame François.- decía una joven que cambiaba con la misma prisa, sus pequeños tacones resonaban en el adoquín de la calle, su voz parecía más bien la imitación de otra –Ayuda a tu hermana decía, será divertido y te gustará, decía.- expresó deteniéndose un poco en una enorme casona. –Creo qué… es aquí.- caminó algunos pasos cuando tropezó, traía un paquete en las manos, una pequeña charola cubierta con papel estraza, la cual cayó al suelo –Maldición!.- esbozó la chica viendo el paquete preocupada –Tranquila, tranquila, no pasa nada, los pastelitos estarán... Me va a matar, me va a matar!.- decía al tiempo qué se inclinaba para ver el paquete, lo tomó con ambas manos y con mucho cuidado lo levantó, resopló intentando quitar un mechón de cabello qué había caído por su rostro, con cuidado abrió el paquete, con lentitud como sí no quisiera hacerlo, cerró los ojos y se mordía el labio inferior.

–Au… no…- dijo en voz baja y sumamente preocupada haciendo un puchero casi infantil –Bien, mi ultimo deseo es qué… um no sé ni qué quiero, Amelia va a matarme pero, puedo… no, no creo siempre me descubre, aún qué...- la joven echó una mirada a la casona entrecerrando los ojos –Si bueno, iba caminando y… cielos una mujer iba corriendo por qué debía preparar la cena a su marido, y pues…- dio un profundo suspiro dándose vuelta, caminando hacia adelante sin un rumbo fijo –Se tropezó conmigo, iba con tanta prisa qué…- resonó un trueno justo en el momento en que la joven planeaba en su soliloquio aquella disculpa a su melliza, este pareció abrir el cielo el cual se descargó en una fuerte lluvia –Si lo qué me faltaba, y ahora me caerá un rayo encima no!?.- bufó con cierta molestia mientras caminaba.

Se detuvo justo en una banca en la cual tomó asiento, veía como la gente corría y eso le divertía, sonrió de medio lado y colocando la caja en su regazo, tomó con la diestra el pequeño bolso qué colgaba de su muñeca izquierda y la abrió –Bueno, las apuestas ilegales y… en fin como sea tengo el dinero suficiente para pagarle a Amelia estos…- dijo dando un profundo suspiro –Le diré qué la mujer qué tropezó conmigo me pagó los pastelillos, y pues, qué ya no tenía algo más qué hacer.- prenunció cerrando su bolso el cual contenía botones, hilos y unas cuantas monedas. –Adiós cintas nuevas para mi corsé azul.- refunfuñó dando una pequeña patadita al suelo –Bueno pero, hola pastelillos, espero qué les haya puesto castañas… amo las castañas, y crema, mucha crema batida y, fresas, si fresas.- decía casi cantando al tiempo qué abría el paquete, eran doce pequeños pastelillos, del tamaño apenas de una taza para té. Vio a los lados y a unos metros por la cera de enfrente notó una carnicería la cual tenía una amplia marquesina, y un par de altos escalones en los cuales podría sentarse.

Caminó sin importarle demasiado el mojarse pero sí intentando proteger el paquete –Pero Sara, como es posible qué no puedas cumplirme un recado bien!?, era una entrega importante, y mírate pareces una limosnera, si madre estuviera sana…- se decía a sí misma en voz baja al tiempo qué caminaba y se acomodaba para tomar asiento en los escalones, de nuevo imitaba esa voz. -Y yo diré Amelie, no seas exagerada, solo me mojé un poquito y este lodo sale fácil con un chorrito de legía.- decía ensayando la disculpa qué le daría a su hermana al llegar a casa, al ser una carnicería el lugar tenía varios visitantes nocturnos, cuya hambre les podía más qué la lluvia, un par de perros callejeros comían algunos huesos en el callejón contiguo, podía escuchar a algunos gatos maullar saliendo sigilosos de algunos agujeros de casas contiguas, la joven negó con la cabeza mientras comía un pastelillo –Mishito mishito mishito, psss psss psss.- les hablaba a un par de gatos qué la veían desde el edificio vecino, una bodega qué daba refugio ya qué las puertas estaban en mal estado y con algunos hoyos qué les permitían entrar y salir. –Um, qué bien me caería un café con leche caliente.- se dijo dando otra mordida al pastelito, la lluvia iba cesando, había sido solo una nube pasajera. Solo quedaba una ligera llovizna, era menos gente la que pasaba, alguna cubriéndose con periódico ya completamente mojado, y otra corriendo.

La jovencita cuyo cabello se encontraba ya completamente despeinado por el agua y el viento, la falda del vestido de la parte de abajo estaba mojada y con algunas manchas de lodo, los zapatos algo mojados, dio otro profundo suspiro y continuó comiendo –No cabe duda, están deliciosos pero, doce… son muchos para mi, luego pareceré un globo.- expresó tomando solo uno más y dejando el resto a un lado justo en el batiente de los escalones, se recorrió alejándose lo más qué pudo, esperaba qué el olor trajera a los gatos qué estaban en la bodega vecina.

-Psss psss psssss, minino minino, micifuz!.- decía hablándoles de forma intercalada con pequeños mordiscos a su pastelito. –Avellana… y leche, mucha leche, no está tan mal.- seguía dialogando consigo misma, no pudo más qué fijar la vista en los felinos a los cuales apenas les veía los ojos –Saben?, en casa hay espacio aún para un par más, digo tengo cuatro pero, puedo alimentar a uno o dos más, solo… diablos qué estoy diciendo?, ni siquiera se acercan. Está bien, si no quieren, los perros del callejón serán felices, lo pueden ver como el postre o, algo así.- finalizó volteándose al frente algo molesta, el mechón rebelde de su cabello volvió a caer en el rostro de la chica, era una joven de piel algo bronceada dadas sus raíces españolas, sus labios bien delineados, facciones delicadas, una nariz respingada, ojos almendrados de color café oscuro adornados por largas y rizadas pestañas, apenas un poco de colorete en las mejillas, su complexión era delgada y curvilínea, su vestido era negó con algunas franjas blancas, traía unos guantes qué no cubrían mas qué la mitad de sus dedos. –Me rindo!.- dijo molesta terminándose el primer pastelillo de un solo bocado, dicho esto llevó sus manos a las cintas y pasadores de su cabello el cual desató raídamente, su melena era larga en color casi azabache, llegaba hasta debajo de la cintura, lucía despeinada y sumamente felina, su belleza exótica solía traerle algunos problemas con piropos soeces, pero no le importaba mucho. Vio de reojo a ver si los gatos se acercaban y tomando el pastelillo qué lucía algo maltratado, empezó a comerlo…

-Bueno, en vista del resultado obtenido…- expresó la joven acomodándose el cabello ya qué la humedad lo había alborotado un poco luego de haber comido el último pastelillo, notó como los felinos de diferentes tamaños y diversos colores se habían por fin acercado, comían felizmente de los postrecillos en especial uno pequeño qué lucía algo peculiar al resto le sonrió tiernamente y pasó la diestra por la cabeza de este –Bien al menos han dejado de ser tan ariscos, venga qué no todos los seres humanos… o mortales, o inmortales, o lo qué sean somos tan malos.- expresó llevando ambas manos a la caja para abrirla y desmoronar los panecillos qué habían quedado. Dio un profundo suspiro viéndolo fijamente –Eres lindo y no te ves callejero, a caso escapaste de casa?.- le preguntó al pequeñito como si esperara qué este le respondiera.Era complicado para la joven llevar el ritmo de vida qué llevaba, sobre todo por qué estaba segura de qué todos los animales de una manera u otra podrían ver más allá de lo qué los humanos veían, tanto ella como su hermana poseían un “don” qué más parecía una maldición si se le veía fríamente –Algún día quisiera ser como ustedes, libres y sin problemas bueno entre comillas, se preocupan demasiado por tener donde comer y pasar los inviernos, y claro evitar el ser envenenados o golpeados por esos desgra… olvídenlo, veamos son ocho, el ático está libre entonces…- expresaba con un tono de voz dulce y tierno, en ese instante el pequeño gatito subió a su regazo de un salto, quizás buscando el calor de la joven pues comenzaba a hacer frío luego de la lluvia.

Lentamente con cuidado y cariño lo acomodó en sus piernas rodeándolo y cubriéndolo con el brazo izquierdo –Bueno, vendrás a casa conmigo, tendrás una cama caliente, comida tres veces al día, y juguetes.- le comentó al pequeño qué comenzaba a ronronear en el calor qué le brindaba. Dio un saltito del susto ya qué escuchó una sonora risa, el corazón pareció salírsele del pecho, llevó la mano derecha al pecho dando un profundo respiro al notar qué era un chico no más grande qué ella, frunció el ceño viéndolo fijamente –Merde!, me ha asustado… qué no sabe de modales?, es de mala educación salir así como así ante una dama.- expresó algo preocupada pues viéndolo no sabría qué intenciones tenía, aún qué ese endemoniado sexto sentido no le auguraba sobre algún peligro, debía mantenerse alerta.

-Era suyo?.- respondió a la pregunta con otra pregunta sobre el pequeño felino, aún qué se escuchara ilógico sintió preocupación por el gatito, los otros felinos al escuchar al chico corrieron asustados como era de esperarse –Pues estaba, no se da cuenta de qué acaba de asustarlos a todos? y claro como no se van a asustar?, con ese comportamiento tan extraño suyo.- interrogó viéndolo molesta. –Es a caso uno de esos enfermos qué les gusta espiar?, sí es así déjeme decirle qué… qué… puedo golpearle tan fuerte como un hombre.- expresó tratando de intimidarlo pues no estaba segura de sus intenciones. Le escuchaba atentamente –Se pregunta y se respondo usted solo?, señor debería ir a ver un especialista, eso no es normal.- le respondió intentando cubrir al pequeño para qué no lo viese, aún qué pareciera importarle poco, pues él seguía dormitando en el regazo de la joven…


P.D. Una disculpa por la tardanza.