Te he conocido alguna vez? (Stephen Windsor)

Había salido muy temprano, apenas despuntó el alba. Es que desde hacía varias noches no podía conciliar el sueño y tenia tanto que hacer. El amigo de su padre la había citado
en su estudio de abogados a las 7 de la tarde y mientras esperaba la hora acordada, se entretuvo mirando vidrieras, comprando perfumes, sombreros, y un vestido para usar en el teatro había mandado todos sus paquetes con el cochero de la mansión. - Odio comprar ropa tan, tan… común pero no podré decir que no a esa invitación y mejores prendas no he encontrado – se dijo desganada – por que no puedo disfrutar de lo que antes me daba tanto placer – masculló entre dientes mientras daba unas monedas a un niño indigente que se acercaba a ella con sus manitas sucias y su rostro huesudo - Ni siquiera siento compasión, estoy tan vacía.
A la hora indicada se encontró con un hombresillo taciturno de piel cetrina y ojos hundidos, que luego de las presentaciones de rigor le informó que tenía listos los papeles, aunque debía darle una noticia, que todos los bienes y fideicomisos, habían pasado a nombre de su hermano Girolamo Di Moncalieri y que él se haria cargo de ella. Los colores se le subieron al rostro - Pero, si a Giro no lo volvimos a ver desde hace mas de diez años - penso en voz alta - ni siquiera sabía que estaba vivo - El abogado se retrepó en su aciento y luego de carraspear prosiguió dándole la dirección de la nueva recidencia en la que, desde el dia siguiente, debía vivir.
Subió a un coche de alquiler, ofuscada por todo lo descubierto, su cabeza daba vueltas - mi hermano vivo?, entonces no estoy sola?- una sensacion de alegria y angustia se mezclaban en su alma. - como será Giro despues de tantos años? -. El cochero en silencio esperaba que le informara a donde debía llevarla. Solo sabía que no deseaba llegar a casa u por esa razón le pidió la llevara a un restaurante tranquilo. Apenas lo dijo el coche se puso en movimiento y el vaivén acompasado la hundió en un sopor dulce y fresco ya que la noche semostraba en extremo agradable, aun estaba con los ojos cerrados cuando entre sueños escucho una voz sensual y masculina que provenía como de infinitos tiempos – Al final serás mía – se despertó sobresaltada, pues era como si le hubieran susurrado al oído, si hasta le parecía que el aliento de esa voz le erizaba el cuello. Se retrepó en el asiento y miró sin ver por la ventana. Las calles eran bastante concurridas y limpias, se notaba que se trataba de una zona comercial de la ciudad, y no lejos de donde se encontraba el bendito estudio del Sr. Rossetti.


El Coche se detuvo y ella descendió quedando justo en el frente del local. Se estremeció, al ver la construcción, hasta los colores con los que estaba pintado parecían haber sido sacados de una pintura sobre la toscana. Sonrió pensando en los veranos en la Villa Scotty y sus enamoramientos pasajeros y juveniles. Tomo aire y entró al salón. Volvió a sorprenderse – pero como, ¿no era un restaurante italiano? – caviló – Solo a estos parisinos se le ocurre hacer una mezcla así – sonrió por lo bajo, mientras se dirigía a una mesa donde se podia observar la vida de lnoche Paricina. De pronto decidió que no tenia el humor como para sentarse en ese lugar, miro por todo el salón y descubrió que éste se dividía en dos, en un sector mas apartado había mesas servidas iluminadas con luz de vela – mmm… si, mi animo se llevará mejor con este ambiente.


Caminó decidida a ocupar una de aquellas mesas, diligentemente un mozo se acercó para invitarla a sentarse en una mas expuesta a los grandes ventanales que daban a la calle iluminada por las farolas a gas. Chiara lo miró con aire reprobativo - No, gracias, prefiero este otro salón. El mozo agacho la cabeza y dijo algo entre dientes en … ruso??? , no podía ser su imaginación, seguramente el muchacho era un inmigrante, como… ella.


Miró el resto de las mesas, la mayoría estaban vacías, parecía que solo una, la mas apartada de todas estaba ocupada por un caballero que la miro de una forma que podría decirse no convencional, como si el plato del día pudiera ser ella. Trago saliva, tal vez era verdad que la sugerencia del camarero era la mejor opción, pero ya estaba aquí y había sido su decisión elegir esta mesa.