Viendo antigüedades [Privado]

¿Qué es una antigüedad? Sólo un recuerdo de las personas que alguna vez la poseyeron. Desde su creación hasta su compra, la ubicación dentro de una casa, el motivo por el cual fue conservada y luego, vendida. Alguien deseó tenerla y por ello mismo es que tuvo un valor emocional por encima del monetario. Una persona complacida, quizá una madre, una pareja, una hija. Un alguien. Memorias, sentimientos intensos. Tamina pasó un dedo por un hermoso florero. José la consentía demasiado y mucho más desde que la declararan embarazada. Una redonda línea adornaba sus curvas y ella sonreía feliz porque era maravilloso estar así, sentir a su hijo moviéndose y de vez en cuando exigiendo atención. Sobre todo cuando su padre aparecía, entonces su vientre se movía de tal forma, alborotado por el simple sonido de la voz de su adorado José. Tras ella, estaban dos guardias que intentaban ser discretos, pero que de inmediato irían a protegerla en caso de que ella lo necesitara.

Quizá una exageración pero no dejaba de ser la futura madre del heredero del Rey. Así que tenía que soportarlo. De todas formas no es que la molestaran, siempre estaban a unos 20 ó 30 pasos tras ella, así que la dejaban tener al menos una intimidad o libertad decente y eran muy buenos cuando ella necesitaba algo, así fuera un vaso de agua o incluso como hacía dos días, sentarse y unos paños de agua para que se evaporaran las náuseas y el mareo propio del embarazo. Hizo una mueca mientras observó el delicioso florero dudando entre comprarlo o no. Se veía que el cuidado era suficiente para mantenerlo en perfectas condiciones. Sabía que un comentario vertido al Rey y ese objeto estaría en la mesa de su salita donde se ocupaba de zurcir los pañuelos de su amado. Hizo una mueca pensativa. ¿Debería? Quizá era un gasto sin provecho. Un florero y nada más, aunque las runas que tenía podían remontarla a un siglo atrás. Sí, toda una antigüedad.

Se lamió los labios y fue cuando sintió que la empujaban, volteó a ver quién había sido y sobre todo, a controlar a los guardias que de inmediato estaban listos para atacar a aquél que había movido a la futura esposa del Rey. Y lo que sus ojos azules se encontraron fue toda una sorpresa. La sonrisa inundó su rostro y rió divertida abriendo sus brazos para rodear a la mujer con ellos, de forma muy cálida, muy de Tamina que era toda una mujer muy agradable, muy simpática. A pesar de que siempre ponía sus límites con las personas que amaba no era capaz de aplicarles las mismas reglas. Y Lenneth no era más que una de sus mejores amigas. Le sonrió y la miró de pies a cabeza con mucha felicidad, se veía tan bien.

- Estás guapísima, amiga ¿Cómo es que estás en París? Tienes que contármelo, ¿Cuántos años tenemos sin vernos? Hay tantas cosas que decirnos ¿Te apetece un café, un té, algo que podamos compartir en lo que intercambiamos nuevas? - de verdad que a ella sí le hacía mucha ilusión, pero pudiera ser que su amiga estuviera ocupada o tuviera más cosas por hacer en el día - Si no, al menos dime cuándo nos vemos, mi agenda la acomodo conforme a la tuya, pero no dejes de verme - quien la escuchara de las institutrices que tenía en la mansión de José se escandalizaría, la esposa del Rey acoplándose a la agenda de una inferior. ¿Cómo podría ser? Aunque para Tamina, eso era intrascendente, por una amiga hacía todo. Además, no seriá nombrada reina nunca por los conflictos que tenía con el pueblo, así que de momento, todo era magnífico.