Maravillas -¿O rarezas?- del mundo. || Libre

por Invitado Dom Jul 18, 2010 4:14 pm

¡Maravilloso! Por fin Micaela había convencido a su hermana mayor de llevarla al circo gitano.
Era increíble cuanto le gustaba a la pequeña. Iban ambas en su carro mientras que Elora la observaba fijo con una sonrisa, puesto a que Micaela se encontraba viendo hacia afuera llena de alegría, con sus ojos verdes brillantes llenos de maravilla. Llevaba puesto un vestido común, ni tan pomposo ni tan sencillo, de un color aguamarina, como los ojos de Elora. ~ ¿Estás emocionada, Micaela? ~ Ante su voz, la pequeña giró su cabeza, esbozando una sonrisa tierna. ~ Sí, Elora. Muchas gracias. ~ Se lanzó a los brazos de Elora, y la abrazó con todas sus fuerzas. Normalmente eso sería mal visto, pero entre hermanas era muy cariñoso. ~ ¡Llegamos, llegamos! ~ Gritó la niña, llena de alegria, y bajó de un salto. Empezó a correr hacia el circo. ~ ¡Elora, elora, sígueme! ~ Siguió gritando entre risas, hasta que llegó. No estaba, la había perdido. La esperó por un momento, hasta que esta apareció preocupada. Micaela tomó de la mano a su hermana, y juntas empezaron a caminar hasta el circo.

Y nuevamente esa chispa se encendió en los ojos de Micaela. Y de la emoción,como solía hacer de muy pequeña, empezó a cantar. ~ Iré a ver el carro, no te muevas. ~ Elora dijo, y dejó un beso en la frente de Micaela. Esta al instante que Elora desapareció, también corrió hasta donde estaban los extraños. - Y ahora, nuestros mejores extraños. - Dijo el hombre regordete, que presentaba a los extraños. Micaela empezó a aplaudir al igual que todos en el lugar, y cuando se fué el extraño, esta también desapareció en busca de otra diversión.

Pero esta acabó pronto, porque chocó en toda la cara contra alguien y terminó en el suelo. No lloró, porque a ella le decían que 'las niñas grandes no lloran', pero le entraron ganas de llorar. Abrió los ojos, sentándose en el suelo. Sus ojos verdes exploraron al que había ocasionado eso, y se levantó sola. ~ Lo lamento. ~ Dijo tímidamente, bajando la mirada y colocando sus manos en su espalda, como arrepentimiento.