Nuit céleste...{Privet avec Azrael}

por **Cathetel Mihrley** Jue Sep 13, 2012 6:12 pm

Era una fría tarde de noviembre. Acababa de dar fin a un almuerzo más copioso que de costumbre, en el cual la indigesta trufa constituía una parte apreciable, y me encontraba sola en el comedor, con los pies apoyados en el guardafuego, junto a una mesita que había arrimado al hogar. Me esforzaba por despabilarme con ayuda de un periódico cualquier Después de recorrer cuidadosamente la columna de casas de alquiler, la de perros perdidos y las dos de esposas y aprendices desaparecidos, ataqué resuelta el editorial, leyéndolo del principio al fin sin entender una sola sílaba; pensando entonces que quizá estuviera escrito en chino, volví a leerlo del fin al principio, pero los resultados no fueron más satisfactorios. Me disponía a arrojar disgustado este infolio de cuatro páginas, feliz obra que ni siquiera los poetas critican, cuando mi atención se despertó a la vista del siguiente párrafo:

Los caminos de la muerte son numerosos y extraños. Un periódico londinense se ocupa del singular fallecimiento de un individuo. Jugaba éste a soplar el dardo, juego que consiste en clavar en un blanco una larga aguja que sobresale de una pelota de lana, todo lo cual se arroja soplándolo con una cerbatana. La víctima colocó la aguja en el extremo del tubo que no correspondía y, al aspirar con violencia para juntar aire, la aguja se le metió por la garganta, llegando a los pulmones y ocasionándole la muerte en pocos días.

Al leer esto, me puse furiosa sin saber exactamente por qué....

-Este artículo –exclamé-¡es una despreciable mentira, un triste engaño, la hez de las invenciones de un escritorzuelo de a un penique la línea, de un pobre cronista de aventuras en el país de Cucaña. Individuos tales, sabedores de la extravagante credulidad de nuestra época, aplican su ingenio a fabricar imposibilidades probables…!-Exclamé con fuerza en un idioma extraño, no lo reconocía, intentaba recordar si lo conocía, pero la cabeza me dolía al hacerlo.

En el primer momento creí que me zumbaban los oídos. Por lo general, no soy muy nerviosa, paseé por la habitación en busca de tranquilidad, pero la monja de la iglesia me vino diciendo que de donde había venido mi latín. ¿Latín? Yo no...no lo sé. Sin mirar atrás eche a correr sin más dilación hasta toparme con un torreón en ruinas, justo donde me encontraron, dentro del cementerio, oscuro y lúgubre.

por **Azrael1** Sáb Sep 15, 2012 12:47 pm

El ladrillo del torreón era oscuro, que de no ser por el fuego de la chimenea, no se distinguiría en el cielo. Cubriendo todo el suelo se encontraba una alfombra de piel de oso pardo, suave y sedosa y para combatir aquella lúgubre y ambiente de mazmorra se erguía una cama ancha , de sábanas blancas y colchón mullido, cómodo revuelto de almohadas. Tan solo había un ventanal, por la que se filtraba el aire de la noche y el frío otoñal que acechaba el ambiente parisino. Aquel era el mejor lugar donde había estado, lo cierto es que el cura de la iglesia que presidia el cementerio lo recibió y trato con respeto pero tambien con aceptación. Ya que Azrael de noche se dedicaba en parte a ayudarlo con el labores de mantenimiento que el anciano se veía bloqueado.

La puerta al torreón era inaccesible, tan solo podría ser derribada para entrar por el lado de las escaleras, pero gracias a mi don, disponía de la habilidad de volar, cómo un ángel. Cosa que me facilitaba la tranquilidad y la intimidad de la morada.

Estaba apoyado en el ventanal, mirando al horizonte cuando entre la bruma del rocío, a escasos metros de la iglesa una mujer, de tez pálida y larga melena, se introducía en el montón de lápidas. Lo que llamó sorprendentemente la atención. De noche, los mortales eran reacios a introducirse en el angosto y tenebroso cementerio, las lápidas y mausoleos inundaban aquella ladera y no podia dejar de pensar en lo atrevida, que me resultaba esa mujer.

Por supuesto, salté de mi morada y caí acuclillado en el suelo sin hacer el menor ruido, ya que pretendía acercarme son cautela, si se trataba de una bruja que experimentaba con la nicromancia, estaría en un apuro. Porque aquí, tan solo las almas moran en silencio y respeto custodiado por mi. Así pues, me acerqué hasta seguir el rastro de su perfume, que deseché rápidamente. El perfume, está compuesto por aceites y alcohol destilado que se emplea para absorver la esencia y el olor de diferentes flores, frutas o especias. Esta mujer tan solo refinaba el olor dulce de su sangr ey su cuerpo, aunque picante resultaba agradable. Olía como suele oler la primavera o si existiera, tan virginal tan...

Mi cabeza se iba al mismo paso que mi sentido del olfato y embriagado por la presencia no pude más que apoyarme tras una gran cruz de mármol, ajado y desgastado , para saber, con curiosidad que tramaba aquella mujer. Aun no la vi el rostro, entre la espesura de la niebla y su larga melena me parecía una tarea ardua y casi imposible.

por **Cathetel Mihrley** Mar Sep 18, 2012 9:36 am

Las vueltas que diera serían inútiles alrededor de tan siniestro paisaje.

El obispo que vivía en la ciudad de París, oyó hablar de aquellos accidentes, tan frecuentemente reiterados que parecían ser resultado de una nefasta influencia, y una joven acudió con sus ropas de luto, el obispo la convocó a comparecer ante él. Esos hombres, sin ofrecer resistencia, masacrados y asesinados.... Apenas el obispo cuando la vio, bajo el efecto del hechizo universal, con una entonación que delataba la piedad que sentía por la joven, pregunto por su naturaleza. Quedándose de piedra, yo limpiaba los bancos de madera en la iglesia, escuchaba, pero igualmente me sorprendí por la arrogancia del obispo.

-¿Es cierto, joven -le dijo- que es usted una maga?
-¡Ay! ¡ay! señor, -respondió la pobre chica- si fuera maga, habría tenido poderes para retener a mi enamorado, y mi enamorado no se habría marchado; y así, no pasaría yo los días y las noches esperándolo sobre una roca, cantando la balada que tanto le gustaba.

Y diciendo estas palabras, la bella joven se puso a cantar la balada delante del obispo, con lo cual el obispo comprendió que estaba loca. Entonces, en lugar de pensar en castigarla empezó a compadecerla y, temiendo al verla así sin razón que después de haber perdido su cuerpo no perdiera también su alma, ordenó que la joven fuera trasladada al monasterio de Marienberg, recomendándola mediante una bula a la superiora, que era pariente suya.

¿A Marienberg? Mis ojos estaban clavados en una estatua angelical que ofrecía su abrazo a un infante, debajo la lápida de uno que por la fecha no había durado ni dos primaveras en el mundo. Un hombre que vino a confesarse, cumplió la promesa que había hecho, y aunque la gente se burló bastante de él, al ver que construía una cuna para su primer hijo antes de que se hubiera realizado el matrimonio, no por eso puso menos ardor y atención en su trabajo hasta el punto que, antes de que hubieran transcurrido ocho días, ya había acabado una encantadora cuna. ¿Por qué iría a confesarse por algo así?

-Huh!-Me asuste al ver algo moverse cerca de mis pies. Una cruz, envuelta por algo que las sombras cubrían con recelo, me fije para no ver bien que había oculto-¿Qué...?-Iba a hacer una pregunta pero no me hizo falta porque corrí hacia por donde vine, vi el torreón y me escondí entre una de las esquinas del torreón que podría caerse, pero parecía resistir como la gran fortaleza de un fornido.

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