AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
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No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
Si tose una vez más el esfuerzo le desgarrará la garganta. Siente el hilo de sangre que corre por la comisura de sus labios y el labor metálico le hace sonreír, es distinto al de los animales muertos que ha probado durante ciertas noches, esto se siente de algún modo más… - ¡Te dije que no diré nada más! – se ríe, de si misma, acaba de incumplir lo que se prometió momentos antes, quizás el golpe también interrumpió la línea de pensamientos que llevaba. La cabeza le duele más que antes, sigue sintiéndose fuerte pero ahora su peor enemigo está cerca. Es ella misma la que no le permite defenderse o intentar escapar.
Lleva en ese lugar oscuro quizás más de un día, mide el tiempo por la luz del sol que se cuela por una pequeña ventana ubicada en la misma pared de la que ella cuelga, es necesario para ambos que lleve la cuenta, de otro modo no sabe si será capaz de seguir controlándose como lo ha hecho hasta ahora. Niega con la cabeza ante más de las preguntas, ni siquiera sabe de que está hablando quien la tiene ahí, sólo se resiste a responder para hacerlo enfadar más, ¿es realmente un castigo cuando ella se ha ofrecido –sin que él lo sepa claro- para esa tortura que de cierto modo disfruta?
Le muestra los dientes, como si fuera un animal y ese su método de mantenerlo alejado. Piensa en la opción de ponerle un nombre, de apodarlo de algún modo sólo para hacer todo tan llevadero. Pero mientras más lo mira menos ideas se le ocurren y sólo sirve ese silencio para que los recuerdos aparezcan. Esa es la verdadera tortura, incluso la cicatriz de su cara se ha curado del todo y aunque pudiera llevar su mano hasta ahí no sentiría más que una línea rosa que indica donde ella misma pasó el cristal de esa botella. Un nuevo golpe logra que la cabeza rebote contra la piedra fría de la pared, los bordes de su visión comienzan a oscurecerse, - no… otra vez no…-
No sabe cuanto tiempo ha pasado, la última vez que tuvo los ojos abiertos todo esta apenas iluminado, con un tono rosáceo que le hacía recordar a un atardecer -o quizás un amanecer – y ahora todo vuelve a estar del mismo color. Resopla sin notar la presencia justo frente a ella, protegiendo su rostro en la oscuridad. Si no ha querido mostrar su identidad es porque teme que ella pueda escapar en cualquier momento, eso quiere decir que sigue viéndola como una amenaza. Rianne en silencio disfruta de esa pequeña victoria, no sabe por cuanto tiempo más pero si que el poder está en su terreno, ahora el punto será utilizarlo para su beneficio. – Hablaré… te diré todo lo que quieres saber… - espera que él no note que miente, aunque en este caso es sólo verdad lo que dice, - pero tienes que desatarme y confiar en mí… -
Lleva en ese lugar oscuro quizás más de un día, mide el tiempo por la luz del sol que se cuela por una pequeña ventana ubicada en la misma pared de la que ella cuelga, es necesario para ambos que lleve la cuenta, de otro modo no sabe si será capaz de seguir controlándose como lo ha hecho hasta ahora. Niega con la cabeza ante más de las preguntas, ni siquiera sabe de que está hablando quien la tiene ahí, sólo se resiste a responder para hacerlo enfadar más, ¿es realmente un castigo cuando ella se ha ofrecido –sin que él lo sepa claro- para esa tortura que de cierto modo disfruta?
Le muestra los dientes, como si fuera un animal y ese su método de mantenerlo alejado. Piensa en la opción de ponerle un nombre, de apodarlo de algún modo sólo para hacer todo tan llevadero. Pero mientras más lo mira menos ideas se le ocurren y sólo sirve ese silencio para que los recuerdos aparezcan. Esa es la verdadera tortura, incluso la cicatriz de su cara se ha curado del todo y aunque pudiera llevar su mano hasta ahí no sentiría más que una línea rosa que indica donde ella misma pasó el cristal de esa botella. Un nuevo golpe logra que la cabeza rebote contra la piedra fría de la pared, los bordes de su visión comienzan a oscurecerse, - no… otra vez no…-
No sabe cuanto tiempo ha pasado, la última vez que tuvo los ojos abiertos todo esta apenas iluminado, con un tono rosáceo que le hacía recordar a un atardecer -o quizás un amanecer – y ahora todo vuelve a estar del mismo color. Resopla sin notar la presencia justo frente a ella, protegiendo su rostro en la oscuridad. Si no ha querido mostrar su identidad es porque teme que ella pueda escapar en cualquier momento, eso quiere decir que sigue viéndola como una amenaza. Rianne en silencio disfruta de esa pequeña victoria, no sabe por cuanto tiempo más pero si que el poder está en su terreno, ahora el punto será utilizarlo para su beneficio. – Hablaré… te diré todo lo que quieres saber… - espera que él no note que miente, aunque en este caso es sólo verdad lo que dice, - pero tienes que desatarme y confiar en mí… -
Última edición por Rianne Coleridge el Mar Oct 16, 2012 9:57 pm, editado 1 vez
Rianne Coleridge- Licántropo Clase Media
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Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
No recordaba como habían terminado en esas circunstancias, ella en el calabozo, el siendo el torturador, pero algo que evito a toda costa es que ya sabiendo su rostro lo volviera a ver, no lo olvidaría eso era claro, puesto que ya le conocía y mejor evitar ese tipo de formalismos entre ambos, la oscuridad reinaba aquel lugar, no se esperaba luna llena en unos días, asi que no tendría que preocuparse, pero por las dudas, por eso no permitió que mirara su rostro de nuevo.
Cuando se dio cuenta de su error, aquella mujer se encontraba atada y sangrante, también con su ropaje algo roto, en las peores condiciones que se podían imaginar, pero esa escena era perfecta a los ojos de Evan, aun asi ella estaba empeñada a negarlo todo, como si supiera algo, entonces el lado más sádico del hombre se vio manifestado, una presa como esa que le guste el dolor que esta experimentando, no se tiene todos los días.
Desconoce el motivo y no le importa en lo absoluto, ni siquiera se lo
pregunta - Entonces ¿hablaras? – s e dirige a ella siguiendo su juego, el anochecer es un buen aliado y la poca luz que entra, entra directamente hasta ella, no se deja ver pero su mano derecha aprieta la mandíbula de la loba obligando que vea hacia su rostro que no tiene imagen escondido entre las sombras, ella sigue resistiéndose y él no esta para juegos.
Las noches siguen, los días avanzan, la mantiene inconsciente durante el día, la mantiene despierta y gritando a base de latigazos, y heridas causadas con plata, dolor, ardor, gritos, pero aquel dia era especial, iba a hablar.
– No soy tonto Rianne, dime lo que tienes que decir y veremos si esta noche puedes salir de aquí, o podríamos continuar, sabes lo mucho que me gusta tu cara cuando te retuerces del dolor Siempre en desventaja ella, lo intentaba todo para mantenerlos así, y siempre tenerlos asi, no puedes tener la fuerza que tiene un ser sobrenatural y esa ventaja aunque fuera por minima siempre era de gran ayuda.
Cuando se dio cuenta de su error, aquella mujer se encontraba atada y sangrante, también con su ropaje algo roto, en las peores condiciones que se podían imaginar, pero esa escena era perfecta a los ojos de Evan, aun asi ella estaba empeñada a negarlo todo, como si supiera algo, entonces el lado más sádico del hombre se vio manifestado, una presa como esa que le guste el dolor que esta experimentando, no se tiene todos los días.
Desconoce el motivo y no le importa en lo absoluto, ni siquiera se lo
pregunta - Entonces ¿hablaras? – s e dirige a ella siguiendo su juego, el anochecer es un buen aliado y la poca luz que entra, entra directamente hasta ella, no se deja ver pero su mano derecha aprieta la mandíbula de la loba obligando que vea hacia su rostro que no tiene imagen escondido entre las sombras, ella sigue resistiéndose y él no esta para juegos.
Las noches siguen, los días avanzan, la mantiene inconsciente durante el día, la mantiene despierta y gritando a base de latigazos, y heridas causadas con plata, dolor, ardor, gritos, pero aquel dia era especial, iba a hablar.
– No soy tonto Rianne, dime lo que tienes que decir y veremos si esta noche puedes salir de aquí, o podríamos continuar, sabes lo mucho que me gusta tu cara cuando te retuerces del dolor Siempre en desventaja ella, lo intentaba todo para mantenerlos así, y siempre tenerlos asi, no puedes tener la fuerza que tiene un ser sobrenatural y esa ventaja aunque fuera por minima siempre era de gran ayuda.
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Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
Se acumula, puede reventar en cualquier momento y no será algo lindo. Esto no es aire, es ira. Aún así Rianne se mantiene serena, sólo una sonrisa irónica cruza su rostro desfigurado por las torturas y la hace lucir tenebrosa en vez de divertida como intenta serlo. Mantiene el silencio, juega con él y lo da vuelta en su paladar como una fruta madura que quiere probar desde hace mucho. Podría inventar cualquier cosa, decir algunos nombres que tal vez son inventados o retazos de conversaciones que ha escuchado, podría indicarle lugares de reunión de los de su clase, podría hablar con seguridad aún cuando miente, podría… pero hacerlo sería terminar con toda esa entretención y aquello no está en discusión por ahora, el dolor físico que tiene que aguantar es nada comparado con lo que ha vivido su alma desde que adoptó esa nueva condición.
—No niño… — lo trata de ese modo porque aunque no pueda ver su rostro, su voz lo delata, está claro que es un humano joven, al menos más joven que ella y también la piel de sus manos le indica que no lleva muchos años trabajando en eso. Los hombres mayores suelen tener las manos llenas de recuerdos de las labores pesadas que han realizado, en cambio él, pese a tener unos dedos bien formados y sin duda mucha fuerza, aún no posee la experiencia que dan los años. —Te dije que hablaría sólo si me desatas y confías en mí… - suelta una carcajada vacía, de esas que rebotan en las paredes de piedra y que no se transforman en una caricia silenciosa, sino que todo lo contrario, parece clavarse más fuerte en su piel, — y por lo que veo no has hecho nada de eso… —
Vuelve a reír aunque nada le causa gracia, lo que en realidad intenta es hacerlo enojar y que vuelva a golpearla, quiere perder la consciencia y olvidar que está ahí por decisión propia, olvidar que es una idiota por ir corriendo hacia el peligro en vez de alejarse como todo en ella se lo ha indicado. — ¿Realmente crees que no puedo escapar? ¿Crees que me tienes retenida para siempre? — no todo de lo que ha dicho es mentira, quizás la primera noche si habría podido zafarse de las cadenas e intentar encontrar la salida de ese lugar, aún cuando claro primero descubriera donde está y cuál es la disposición de las puertas y habitaciones, pero una vez avanzados los días y con la tortura más la pérdida de sangre, su agilidad y fuerza ha mermado considerablemente y ahora le tomaría más de lo necesario el siquiera intentar liberarse.
Espera que su provocación tenga algún efecto, espera que este muchacho sea de esos humanos que primero actúa y luego piensan, espera también que sea él quien al fin consiga lo que ella ha buscado indirectamente. Rianne puede ser valiente o quizás cobarde, valiente al enfrentar lo que el destino la ha obligado a afrontar, cobarde al rogar en silencio que su vida termine pronto. No tiene motivaciones, no tiene familia, no tiene amigos, el hombre que amaba –y que terminó siendo también el primero y único que ha contagiado con la licantropía- no quiere verla bajo ningún motivo y todo lo que hace es sobrevivir un día tras otro, mantenerse en pie sin saber qué razón, hasta ahora. Ahora al fin una ventana se abre cuando todas las puertas se han cerrado. — No voy a hablar, no pienso decir ni una palabra sobre lo que quieres oír… vas a tener que sacarme las frases a golpes… —
—No niño… — lo trata de ese modo porque aunque no pueda ver su rostro, su voz lo delata, está claro que es un humano joven, al menos más joven que ella y también la piel de sus manos le indica que no lleva muchos años trabajando en eso. Los hombres mayores suelen tener las manos llenas de recuerdos de las labores pesadas que han realizado, en cambio él, pese a tener unos dedos bien formados y sin duda mucha fuerza, aún no posee la experiencia que dan los años. —Te dije que hablaría sólo si me desatas y confías en mí… - suelta una carcajada vacía, de esas que rebotan en las paredes de piedra y que no se transforman en una caricia silenciosa, sino que todo lo contrario, parece clavarse más fuerte en su piel, — y por lo que veo no has hecho nada de eso… —
Vuelve a reír aunque nada le causa gracia, lo que en realidad intenta es hacerlo enojar y que vuelva a golpearla, quiere perder la consciencia y olvidar que está ahí por decisión propia, olvidar que es una idiota por ir corriendo hacia el peligro en vez de alejarse como todo en ella se lo ha indicado. — ¿Realmente crees que no puedo escapar? ¿Crees que me tienes retenida para siempre? — no todo de lo que ha dicho es mentira, quizás la primera noche si habría podido zafarse de las cadenas e intentar encontrar la salida de ese lugar, aún cuando claro primero descubriera donde está y cuál es la disposición de las puertas y habitaciones, pero una vez avanzados los días y con la tortura más la pérdida de sangre, su agilidad y fuerza ha mermado considerablemente y ahora le tomaría más de lo necesario el siquiera intentar liberarse.
Espera que su provocación tenga algún efecto, espera que este muchacho sea de esos humanos que primero actúa y luego piensan, espera también que sea él quien al fin consiga lo que ella ha buscado indirectamente. Rianne puede ser valiente o quizás cobarde, valiente al enfrentar lo que el destino la ha obligado a afrontar, cobarde al rogar en silencio que su vida termine pronto. No tiene motivaciones, no tiene familia, no tiene amigos, el hombre que amaba –y que terminó siendo también el primero y único que ha contagiado con la licantropía- no quiere verla bajo ningún motivo y todo lo que hace es sobrevivir un día tras otro, mantenerse en pie sin saber qué razón, hasta ahora. Ahora al fin una ventana se abre cuando todas las puertas se han cerrado. — No voy a hablar, no pienso decir ni una palabra sobre lo que quieres oír… vas a tener que sacarme las frases a golpes… —
Rianne Coleridge- Licántropo Clase Media
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Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
Evan la mantiene ahí, por pura diversión, no le interesan más licántropos, ni siquiera ella, el único que le interesa es Bastian, ese vampiro que tanto odia y a la vez no puede destruir por que lleva parte de su alma con él, ese ser que es uno de sus antepasados, pero esa licántropa tiene algo que lo incita a seguir, no se resiste, grita del dolor, su mirada demuestra cansancio e ira, y eso alimenta al demonio que tiene por nombre Evan Mathias Loud.
Ella sigue pidiendo golpes como un hombre deshidratado pide el agua, y él ¿Quién es él para negárselo? , el látigo rompe el silencio de quien lo maneja ¿para que palabras si el látigo tiene una voz que quiere ser escuchada?, esta se estrella contra la costilla derecha de la licántropa, otro latigazo que da en todo su vientre, uno más que rompe en su mejilla, el cazador se deleita con la cara de dolor de ella, él no es tonto, él no es un típico muchacho de veintitrés años, él es un hombre nacido y procreado para matar y lo mejor de todo es que le encanta, le encanta las marcas rojas que aparecen en la piel, la sangre que corre de la herida de su mejilla, aunque le es incomodo mantenerse en las sombras, le gustaría que ella pudiera ver su rostro, esas muecas de satisfacción y gusto como un niño pequeño con nuevo juguete, como él puede ver y oír sus gritos, pero verlo, indicaría que es momento de darle muerte y no quiere hacerlo es muy pronto.
-¿No, yo no confió en ti y también se que no tienes la fuerza para mantenerte de pie, hace más de cuatro días que no comes, recibes golpes y haz perdido suficiente sangre como para que si te suelto no puedas ni gatear, pero me gusta como te ves ahí colgando, tu cuerpo, tus curvas se aprecian mejor desde este ángulo callo, no sin antes soltar una risa sádica tan típica suya.
Camina hacia el frente, la emoción no puede ser evitada, la luz de la luna ilumina su rostro, haciendo que sus ojos azules se vean tan luminosos como los zafiros que son, porta solo el pantalón y una camisa blanca de manga arremangada hasta la mitad de sus brazos, su rostro, no tiene expresión, nunca lo tiene realmente
. – Puedo mantenerte aquí el tiempo que yo quiera, también puedo matarte cuando yo quiera, pero se que tu tienes algo importante que decir escondido y que dirás tarde o temprano – el tema que develar, información falsa, nada de eso le interesa, pero parece que es parte del juego entre ambos y ambos saben que entre ambos todo es mentira, son un par de peones esperando el movimiento del otro para avanzar.
Ella sigue pidiendo golpes como un hombre deshidratado pide el agua, y él ¿Quién es él para negárselo? , el látigo rompe el silencio de quien lo maneja ¿para que palabras si el látigo tiene una voz que quiere ser escuchada?, esta se estrella contra la costilla derecha de la licántropa, otro latigazo que da en todo su vientre, uno más que rompe en su mejilla, el cazador se deleita con la cara de dolor de ella, él no es tonto, él no es un típico muchacho de veintitrés años, él es un hombre nacido y procreado para matar y lo mejor de todo es que le encanta, le encanta las marcas rojas que aparecen en la piel, la sangre que corre de la herida de su mejilla, aunque le es incomodo mantenerse en las sombras, le gustaría que ella pudiera ver su rostro, esas muecas de satisfacción y gusto como un niño pequeño con nuevo juguete, como él puede ver y oír sus gritos, pero verlo, indicaría que es momento de darle muerte y no quiere hacerlo es muy pronto.
-¿No, yo no confió en ti y también se que no tienes la fuerza para mantenerte de pie, hace más de cuatro días que no comes, recibes golpes y haz perdido suficiente sangre como para que si te suelto no puedas ni gatear, pero me gusta como te ves ahí colgando, tu cuerpo, tus curvas se aprecian mejor desde este ángulo callo, no sin antes soltar una risa sádica tan típica suya.
Camina hacia el frente, la emoción no puede ser evitada, la luz de la luna ilumina su rostro, haciendo que sus ojos azules se vean tan luminosos como los zafiros que son, porta solo el pantalón y una camisa blanca de manga arremangada hasta la mitad de sus brazos, su rostro, no tiene expresión, nunca lo tiene realmente
. – Puedo mantenerte aquí el tiempo que yo quiera, también puedo matarte cuando yo quiera, pero se que tu tienes algo importante que decir escondido y que dirás tarde o temprano – el tema que develar, información falsa, nada de eso le interesa, pero parece que es parte del juego entre ambos y ambos saben que entre ambos todo es mentira, son un par de peones esperando el movimiento del otro para avanzar.
Invitado- Invitado
Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
Se muerde los labios para no gritar y ahora a la sangre de su mejilla se mezcla con la que ella misma ha producido. Apenas él suelta el látigo, ella sonríe y sabe que está un paso más cerca de lo que ha pedido. Quizás el joven cazador no tiene idea pero le está haciendo un favor, está tomando la decisión por ella y con eso le quita un peso de los hombros que ha llevado ya por demasiado tiempo. Su rostro se eleva al cielo, le deja el cuello expuesto por algunos minutos, luego vuelve a intentar adivinar donde están sus ojos pero es inútil mirar cuando hasta con su vista más desarrollada no puede encontrarlo. — No eres tonto, no eres como los otros… no se entonces por qué sigues jugando si ambos sabemos que esto no llevará a ningún lugar… —
Se encoge de hombros pero incluso ese gesto hace que todo su cuerpo duela. Elige entonces cerrar los ojos y mantenerse así intentando encontrar una solución para ese problema que tiene justo al frente, pero nada viene, no tiene ideas brillantes ni tampoco alguna estúpida que le ayude a hacerlo enojar al punto de que la mate o quizás lo correcto para intentar convencerlo de que la deje escapar y luego buscar a alguien más para que termine con aquel trabajo. — Creo que deberías matarme y buscar a alguien que si tenga algo que decirte… yo sólo estoy aquí porque… porque… — se detiene a último momento, prefiere no seguir y tal vez mantener la expectación un poco más. — Sólo mátame ¿sí? — su voz se oye tal como ella, cansada, rendida, derrotada.
Le cuesta respirar, el movimiento de llevar aire a sus pulmones logra que las costillas le griten en dolor. Esta vez Rianne está enojada consigo misma y por sobre todo con esa condición que tiene la culpa de todo. Si no fuera licántropa nunca habría perdido a su familia, si no fuera licántropa nunca perdería amigos por tener que cambiar de lugar para que no noten que no envejece, si no fuera licántropa no habría traspasado esa maldición a una persona que amaba, si no fuera licántropa todos sus problemas se reducirían a encontrar un trabajo, preocuparse de sus hermanos o quizás de la familia que podría haber formado. Ahora todo lo que tiene son más días de cautiverio junto a un hombre que no cesa de maltratarla y que es también la única indicación de que la vida sigue avanzando mientras ella parece estar en pausa. — Otro día más ¿no? — No sabe si bromea o está simplemente habituada a esa rutina que ambos han adoptado.
Él llega todos los días a la misma hora, que puede ser en mitad de la noche o de la tarde ya que para ella no hay distinción, luego la golpea un poco, habla con ella intentando que responda algunas preguntas, ella lo molesta y a veces dice mentiras y luego se arrepiente contándole que en verdad no conoce sobre los de su tipo pero él pierde la paciencia o simplemente se va, dejándola con una sensación de vacío que no logra entender. Esta vez quizás es distinto, han pasado ya un par de meses desde que está ahí y es por su debilidad que incluso ha podido contenerla durante la época de luna llena. — ¿Algún día me dirás por qué aún no me matas? Lo he estado pensando y sigo sin poder entenderlo… se supone que los cazadores se dedican a matar gente como yo… pero tú aún me mantienes acá, me alimentas incluso algunas veces y me das de beber cuando te lo pido… ¿por qué lo haces? ¿Por qué aún no me matas Evan? — es primera vez que usa su nombre en voz alta e incluso ella puede notar el cambio que eso significa.
Se encoge de hombros pero incluso ese gesto hace que todo su cuerpo duela. Elige entonces cerrar los ojos y mantenerse así intentando encontrar una solución para ese problema que tiene justo al frente, pero nada viene, no tiene ideas brillantes ni tampoco alguna estúpida que le ayude a hacerlo enojar al punto de que la mate o quizás lo correcto para intentar convencerlo de que la deje escapar y luego buscar a alguien más para que termine con aquel trabajo. — Creo que deberías matarme y buscar a alguien que si tenga algo que decirte… yo sólo estoy aquí porque… porque… — se detiene a último momento, prefiere no seguir y tal vez mantener la expectación un poco más. — Sólo mátame ¿sí? — su voz se oye tal como ella, cansada, rendida, derrotada.
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Le cuesta respirar, el movimiento de llevar aire a sus pulmones logra que las costillas le griten en dolor. Esta vez Rianne está enojada consigo misma y por sobre todo con esa condición que tiene la culpa de todo. Si no fuera licántropa nunca habría perdido a su familia, si no fuera licántropa nunca perdería amigos por tener que cambiar de lugar para que no noten que no envejece, si no fuera licántropa no habría traspasado esa maldición a una persona que amaba, si no fuera licántropa todos sus problemas se reducirían a encontrar un trabajo, preocuparse de sus hermanos o quizás de la familia que podría haber formado. Ahora todo lo que tiene son más días de cautiverio junto a un hombre que no cesa de maltratarla y que es también la única indicación de que la vida sigue avanzando mientras ella parece estar en pausa. — Otro día más ¿no? — No sabe si bromea o está simplemente habituada a esa rutina que ambos han adoptado.
Él llega todos los días a la misma hora, que puede ser en mitad de la noche o de la tarde ya que para ella no hay distinción, luego la golpea un poco, habla con ella intentando que responda algunas preguntas, ella lo molesta y a veces dice mentiras y luego se arrepiente contándole que en verdad no conoce sobre los de su tipo pero él pierde la paciencia o simplemente se va, dejándola con una sensación de vacío que no logra entender. Esta vez quizás es distinto, han pasado ya un par de meses desde que está ahí y es por su debilidad que incluso ha podido contenerla durante la época de luna llena. — ¿Algún día me dirás por qué aún no me matas? Lo he estado pensando y sigo sin poder entenderlo… se supone que los cazadores se dedican a matar gente como yo… pero tú aún me mantienes acá, me alimentas incluso algunas veces y me das de beber cuando te lo pido… ¿por qué lo haces? ¿Por qué aún no me matas Evan? — es primera vez que usa su nombre en voz alta e incluso ella puede notar el cambio que eso significa.
Rianne Coleridge- Licántropo Clase Media
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Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
It's plain to see
That baby you're beautiful and it's nothing wrong with you
It's me, I'm a freak.
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Rutina, el cazador estaba acostumbrado tanto a la rutina que aquello no le afectaba, pero algo que si le quitaba el sueño era esa mujer… aquella mujer que permanecía en aquel lugar, oía sus gritos, recordaba su rostro sin ninguna cicatriz, la deformidad que ahora era, las miles de heridas que su cuerpo tenía sangrar… a los ojos de Evan eso era perfección, siempre lo había sido, entonces… por qué no terminaba su acto sangriento, saciaba su sed de sangre y la mataba de una vez… por que no podía, no tenia la fuerza suficiente, mental tal vez, pero no la tenía.
Permanecía sobre su cama mirando el techo, no eran más que las tres de la tarde, era humano, podría salir del lugar sin ningún problema, pero parte de su trabajo lo había vuelto amante de la oscuridad, salía solo lo justo, su vida era de noche, siempre, lo mejor de todo estaba en la noche… pero en aquella ocasión hubiera preferido salir a no seguir pensando… cuando se dio cuenta portaba su vieja capa dispuesto para salir.
No sabía como había llegado ahí, solo dejo que sus pasos lo condujeran hasta el calabozo, realmente despertó de su sueño en vida cuando la oyó, “ ¿Por qué aún no me matas Evan?” movió su cabeza un poco confuso, ese no era el Evan habitual, ¿Por qué no lo hacía?, no lo sabía.
No contestaba, no tenía nada que decir, su rostro inexpresivo mostraba confusión, dio un paso al frente hasta ella con las llaves y soltó las cadenas que la mantenían atada al lugar y con ello a él, era momento de dejarla ir, quiso convencerse de que tenia un respeto hacia la mujer que aun después de toda la tortura recibida, soportó mucho, la fuerza de su espíritu era grande, valiosa, si, era respeto lo que le tenía, “¿más mentiras Evan?”
El cuerpo casi inerte de la lastimada licantropa cayó al piso en un golpe seco, el cazador le dio la espalda, no sin antes hacer una reverencia, además de cazador era un caballero… más mentiras.
– Eres libre, ¿nunca pensaste probar la libertad de nuevo? Te dije que yo decidía si seguías con vida o morías entre estas paredes, eres libre… solo en parte, la mitad de tu alma, de tu esencia ya se queda conmigo, esa es la relación del torturado y su verdugo - en ningún momento volvió a verla de frente, la miraba de reojo, solo el fuego de las antorchas que alumbraban el lugar dejaron ver la sonrisa de medio lado que se dibujaba en el rostro del cazador haciendo que esta se viera más cruel de lo que realmente fue el gesto… la noche acompañaba sus pasos perdiéndose en la inmensidad…
Permanecía sobre su cama mirando el techo, no eran más que las tres de la tarde, era humano, podría salir del lugar sin ningún problema, pero parte de su trabajo lo había vuelto amante de la oscuridad, salía solo lo justo, su vida era de noche, siempre, lo mejor de todo estaba en la noche… pero en aquella ocasión hubiera preferido salir a no seguir pensando… cuando se dio cuenta portaba su vieja capa dispuesto para salir.
No sabía como había llegado ahí, solo dejo que sus pasos lo condujeran hasta el calabozo, realmente despertó de su sueño en vida cuando la oyó, “ ¿Por qué aún no me matas Evan?” movió su cabeza un poco confuso, ese no era el Evan habitual, ¿Por qué no lo hacía?, no lo sabía.
No contestaba, no tenía nada que decir, su rostro inexpresivo mostraba confusión, dio un paso al frente hasta ella con las llaves y soltó las cadenas que la mantenían atada al lugar y con ello a él, era momento de dejarla ir, quiso convencerse de que tenia un respeto hacia la mujer que aun después de toda la tortura recibida, soportó mucho, la fuerza de su espíritu era grande, valiosa, si, era respeto lo que le tenía, “¿más mentiras Evan?”
El cuerpo casi inerte de la lastimada licantropa cayó al piso en un golpe seco, el cazador le dio la espalda, no sin antes hacer una reverencia, además de cazador era un caballero… más mentiras.
– Eres libre, ¿nunca pensaste probar la libertad de nuevo? Te dije que yo decidía si seguías con vida o morías entre estas paredes, eres libre… solo en parte, la mitad de tu alma, de tu esencia ya se queda conmigo, esa es la relación del torturado y su verdugo - en ningún momento volvió a verla de frente, la miraba de reojo, solo el fuego de las antorchas que alumbraban el lugar dejaron ver la sonrisa de medio lado que se dibujaba en el rostro del cazador haciendo que esta se viera más cruel de lo que realmente fue el gesto… la noche acompañaba sus pasos perdiéndose en la inmensidad…
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Re: No hay nada peor que un demasiado tarde [Evan]
Una nueva herida se abre en su hombro destrozando capas de piel que deberían estar ocultas. El golpe es fuerte, sus palabras lo son más. Junto con liberar las cadenas logró también soltar sus miedos y expulsarla de su vida. La boca de Rianne ruega por agua pero sus ojos suplican aún más por verlo. Sus sentidos le indican que los pasos que da son para alejarse, que no hay vuelta atrás. Lo perdió, ¿se puede perder algo que jamás te perteneció? Pero él si era de ella y ella de a poco se convirtió en su propiedad. Incluso encogerse en esa posición le causa dolor, se asemeja a un bebé en el vientre de su madre, sólo la diferencian los años, las capas de suciedad y el vacío que siente. Está sola y en vez de intentar levantarse y salir de ahí, todo lo que consigue es seguir esperando a que él vuelva, puede incluso aguantar ser colgada de nuevo, torturada, herida, lo que sea con tal de no tener que enfrentar nuevamente a ese mundo que ahora le es desconocido. — Evan… — su nombre en un susurro, lágrimas que no tienen forma de salir, está seca. Seca de lágrimas, seca de dolor, seca de risas, seca de amor.
Cierra los ojos, junta las manos y comienza una plegaria a sus dioses, ni Kokumthena ni aquel en que los franceses creen pueden ahora ayudarle. Todo lo que le queda es tiempo. Minutos esperando la muerte, segundos que se transforman en horas intentando que su deseo ferviente se convierta en realidad. ¿Por qué no vuelve y le asesta un golpe final? ¿Por qué no vuelve y la toma entre sus brazos? ¿Por qué no vuelve y le muestra su rostro? ¿Por qué no vuelve? Pero Rianne conoce la respuesta a cada una de esas preguntas. Y entonces ahí, cuando una rata pasa cerca de sus pies y se escucha el ruido de animales lejanos como única compañía es que decide intentarlo, se arrastra lo que parece una eternidad hasta la pared que logra distinguir gracias a su tacto. Una vez ahí recién respira, inspiraciones profundan que logra limpiar los últimos resquicios intactos que quedan de su interior. Se gira y la espalda le choca contra la piedra dura, incluso esa posición semi sentada le parece más cómoda que la suspensión en la que estuvo y que absurdamente ahora extraña. Hacerse cargo de si misma no es algo que desee, pero si va a esperar a que la muerte la encuentre, prefiere mirarla de frente.
Cierra los ojos, junta las manos y comienza una plegaria a sus dioses, ni Kokumthena ni aquel en que los franceses creen pueden ahora ayudarle. Todo lo que le queda es tiempo. Minutos esperando la muerte, segundos que se transforman en horas intentando que su deseo ferviente se convierta en realidad. ¿Por qué no vuelve y le asesta un golpe final? ¿Por qué no vuelve y la toma entre sus brazos? ¿Por qué no vuelve y le muestra su rostro? ¿Por qué no vuelve? Pero Rianne conoce la respuesta a cada una de esas preguntas. Y entonces ahí, cuando una rata pasa cerca de sus pies y se escucha el ruido de animales lejanos como única compañía es que decide intentarlo, se arrastra lo que parece una eternidad hasta la pared que logra distinguir gracias a su tacto. Una vez ahí recién respira, inspiraciones profundan que logra limpiar los últimos resquicios intactos que quedan de su interior. Se gira y la espalda le choca contra la piedra dura, incluso esa posición semi sentada le parece más cómoda que la suspensión en la que estuvo y que absurdamente ahora extraña. Hacerse cargo de si misma no es algo que desee, pero si va a esperar a que la muerte la encuentre, prefiere mirarla de frente.
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Su estómago sigue quejándose, tiene los labios partidos y las manos rojas de tanto arañar. La fuerza se le ha ido junto a él, ¿no podía llevarse otra cosa? No ha dormido en dos días y es por eso que ha podido contarlos, desde esta posición observa el cambio de colores que proviene de la pequeña rendija donde cree debe estar una ventana cerrada. La puerta también debe estar cerca pero nadie ha entrado, nadie vuelve y la muerte aún se resiste a llevársela. Es infame, injusto, es todo lo que pide sentada en el mismo calabozo que se niega a abandonar, y que ahora por algunos segundos, se ha convertido en la guarida que la protege. ¿De quién? ¿Cuánto más debe esperar? ¡Cómo odia eso! Lo odia a él, a su carcelero, al torturador que le marcó la piel, los huesos, el alma. Imagina el color de sus ojos, oscuros como la noche que fue siempre el escenario donde podían desenvolverse, en otros momentos él la mira, lo tiene al frente pero es imposible, nadie ha entrado ni mucho menos podría soportar tenerla al frente. Rianne se siente indigna, asquerosa, sabe que el olor de su cuerpo es peor que el de un animal en descomposición y aún así desea unir sus labios a los de su cazador.
La cabeza le cuelga hacia delante, sus ojos hundidos ya no pueden enfocar bien, siente al interior de la boca una textura pegajosa que no proviene de aquel inexistente alimento que no ha consumido. Llora sin lágrimas, se lamenta y su dolor crece. Hace tres días que no bebe algo, las últimas gotas cayeron por su garganta cuando Evan inclinó aquel cuenco de cerámica y le dio algo de agua. Se siente lejana, distante. ¿Es así como se siente la muerte? La puerta se abre pero no sabe si es su imaginación, la realidad o el enviado del cielo. Es de noche, él se acerca, en su silueta lo reconoce, intenta sonreír pero un gemido casi inaudible escapa. — El ángel de la muerte tiene el rostro del demonio por el que vivo… — si ha resistido es sólo gracias a la licántropa que habita en ella, si ahora puede hablar es porque quiere que la oiga. Él es quien viene a rescatarla, quien la llevará a un lugar mejor, a ese cielo que tantos prometieron. ¿Por qué entonces sigue sintiendo el mismo dolor de antes? Su ángel y también demonio. A quien odia tanto que ahora no puede dejar de amar. Por él ha sobrevivido, por este momento se mantiene despierta, por él.
La cabeza le cuelga hacia delante, sus ojos hundidos ya no pueden enfocar bien, siente al interior de la boca una textura pegajosa que no proviene de aquel inexistente alimento que no ha consumido. Llora sin lágrimas, se lamenta y su dolor crece. Hace tres días que no bebe algo, las últimas gotas cayeron por su garganta cuando Evan inclinó aquel cuenco de cerámica y le dio algo de agua. Se siente lejana, distante. ¿Es así como se siente la muerte? La puerta se abre pero no sabe si es su imaginación, la realidad o el enviado del cielo. Es de noche, él se acerca, en su silueta lo reconoce, intenta sonreír pero un gemido casi inaudible escapa. — El ángel de la muerte tiene el rostro del demonio por el que vivo… — si ha resistido es sólo gracias a la licántropa que habita en ella, si ahora puede hablar es porque quiere que la oiga. Él es quien viene a rescatarla, quien la llevará a un lugar mejor, a ese cielo que tantos prometieron. ¿Por qué entonces sigue sintiendo el mismo dolor de antes? Su ángel y también demonio. A quien odia tanto que ahora no puede dejar de amar. Por él ha sobrevivido, por este momento se mantiene despierta, por él.
“Te quiero con todo mi odio,
te perdono con todo el rencor de mi alma.”
– Jaime Sabines
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Rianne Coleridge- Licántropo Clase Media
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