Hell is empty and all the devils are here { Dory <3}

Los tiempos de guerra habían terminado, aquel tormento, el dolor de saberse escondida de entre el mundo que pedía libertad se había esfumado, ella, quien desde el inicio había sido protegida a capa y espada por cada uno de los revolucionarios, ella quien era sobre protegida, ella que había sido uno de los tranquilizantes del Dragón azul por fin podía mirar las calles de París sin temor a ser capturada, torturada y llevada a la horca. Doreen por fin era libre, incluso respetada por toda esa gente que había dejado de lado los miedos de una opresión. El pueblo de Paris sonreía, estaba lleno de luz, pero sobre todo de esperanza, pero no todo podía ser felicidad, pues Doreen no sólo había perdido compañeros revolucionarios, también había visto como personas que amaba iban cayendo, como cada uno de ellos iban apagando la luz propia, y como una de las imágenes más importantes habían pasado a una mejor vida. Mia Sybelle Silveráux y Milo Van Dyck, quienes la habían tomado desde un principio como un miembro importante se habían ido, y ella, entre su pena, decidió buscar refugio dentro de su cuerpo, en su corazón marchito. Doreen había llorado noches e incluso días enteros por aquellas perdidas, pero sin duda su llanto no haría que ellos volvieran, y mientras el tiempo pasaba, aprendió a vivir con la pena, una que nunca se borraría, pero que al menos ya había entendido que de la resignación podría seguir.

El tiempo es el mejor amigo, así dicen, así le han dicho, y aquello en cierta parte era cierto. La gente había aprendido a vivir con los fallos de la revolución, pues la esperanza era más grande que cualquier error cometido. Cuando la miraban en la calle en ocasiones le aplaudían ¿Por qué? En realidad nunca lo entendía, pero de sus labios siempre se podía escuchar un gracias, y de sus mejillas un rubor característico de ella, ese que la delata de su baja autoestima, que deja en claro no se cree merecedora de tales atenciones.

Aquel día en particular Doreen había amanecido con un humor bastante positivo. Hace unas semanas atrás había conocido a alguien que le hice tener una visión del mundo completamente distinta, era su luz en medio de la oscuridad, y aunque todavía no se atreviera a aceptarlo -pues le daba miedo no ser correspondida- aquel hombre le da esperanzas para seguir adelante, y no es que no la tuviera, pero al menos tenía un motivo tangible. Siempre se ha sabido, que ella, la de manos delicadas, la de corazón dulce, cabellos rubios, e inocencia arraigada siempre había deseado poder ser amada ¿Y quién no? Aunque todo el mundo dijera lo contrario, pero ella no se avergonzaba de eso que verdaderamente deseaba, quizás por eso tanta gente la quería, por no tener miedo al que dirán y portarse siempre de forma autentica. Vivía aún entre las paredes de una iglesia, tentada a volver a la casa d ella señora que la adoptó al llegar a París, lo cierto es que no le molestaba el refugio, el quedarse en aquel lugar le hacía sentir aún a Sybelle y a Milo cerca, y en ocasiones iba a visitar a Darcy, irse de ahí sería un golpe más fuerte para ella, pero algo que tarde o temprano debía afrontar, quizás por esa razón decidió que ella misma atendería su galería de arte, pues ya había sido inaugurada hace una semana atrás, y su arte había sido bien recibido.

- ¿Usted se encuentra bien? - Doreen había llegado a la entrada de su galería, sus ojos se abrieron como plato al notar a aquella mujer casi caerse. Desde que había pasado la revolución Darcy le había asignado guardias, y custodios para la galería, incluso lugar a dónde iba debía ser vigilada, pues aunque todo hubiese pasado era mejor mantenerse alerta por cualquier ataque. Sin ni siquiera preguntar más, se acercó, y entre sus largos, delgados y delicados brazos tomó el cuerpo de aquella mujer de hermosos y brillantes cabellos negros. La rubia la condujo por el lugar, y cuando estuvieron fuera de la entrada, ya a unos pasos dentro de su galería la acomodó en uno de los sillones colocados especialmente para las visitas. - Señorita… ¿Qué le pasa? - Llevo una mano a su cabeza para intentar verla con claridad. Doreen sintió una especie de punzada, algo extraño al observar a aquella mujer ¿Qué estaba pasando? ¿A quién le recordaba? Negó repetidas veces, seguramente estaba tan triste y negada a la perdida de tantas amistades que ya veía dónde no debía. Se levantó de golpe, y buscó una jarra de agua,vistió el liquido cristalino en un vaso y lo acercó a ella - Tome, quizás le haga bien - Y sonrió, de forma tímida hacía la mujer, entregándole el vaso en las manos.

La mayor parte del tiempo, Doreen era una ingenua, siempre creía en la bondad incluso de quien no conocía, creía en el arrepentimiento, y confiaba de manera ciega sin que los demás le demostraran que debía darles el beneficio de la duda. Pero que fuera ingenua no quería decir que fuese una chica tonta, no, para nada, pues no lo era, y la mayor ventaja que podía poseer era aquel sexto sentido bien desarrollado que poseía. Extraño que una mujer con la bondad cómo ella pudiera percibir tales cosas, pero así pasaba, y por esa razón comenzó a sentir un mal presentimiento al tocar a la mujer. Los cuentos de hadas no existen, de existir seguramente ella sería aquella princesa escondida esperando a que su príncipe azul llegara a rescatarla, pero no, no pasaba eso, sólo se trataba de vivir una realidad cruda, que la ponía muchas veces de mal humor, triste, sensible e incluso impotente, pero no podía quejarse del todo, habían destellos de luz en medio de su obscuridad, y el amor que profesaba a los demás le daba la fuerza necesaria para salir adelante, gracias a ese amor se volvía valiente, incluso una guerrera, dentro de sus capacidades físicas, pues su alma podía ser más fuerte que la del cualquier ser sobrenatural. Ese contacto había sido decisivo para ese encuentro.

La fría voz le atravesó el pecho. Sintió punzadas grandes, incluso pudo sentir una especie de represión en el pecho. Doreen que siempre sonreía incluso en medio de dolores, está vez no lo hizo. Se quedó en silencio, observando los orbes ajenos con suma atención. había algo en ellos que le parecían familiares, pero también algo que le hacía repelar de mirarlos. Una especie de imán que al mismo tiempo busca rechazo. Soltó aquel agarre pero siguió notándose preocupada. No supo que decir, porque en realidad cuando las situaciones se volvían tan confusas para ella prefería guardar silencio, aquello le parecía más conveniente que parecer una completa ignorante, pero la ignorancia en aquellos tiempos no era mala, a fin de cuentas es más feliz quien ignora que existen las criaturas de la noche, es más feliz quien no sabe que su familia se cae en mis pedazos, es más feliz quien cree que los cuentos de hada si existen, ella misma había comprobado todo aquello, eso y más, pero no se pondría a discutir si la relación de ese momento llegaría a ser buena o mala por un simple presentimiento, sería como juzgar a un ser humano sólo por la primera impresión, sin ni siquiera detenerse a conocer que hay en el interior.

- ¿Ayudar? - La humana pronunció aquella pregunta de la nada, la voz de la mujer se había distorsionado, tenía una melodía conocida. ¿Pero a quién le recordaba? Hizo un pequeño examen en su cabeza, varios rostros femeninos se le vinieron a la mente. Sybelle, Lyuba, Charlotte, Naella, incluso la vampiresa Lily, pero no, estaba insegura, todas ellas habían formado parte muy importante e su vida, las primeras dos estaban en su corazón. Sybelle seguramente estaría en el cielo, y Lyuba… De su amiga gitana no recordaba nada desde el nacimiento de su ahijado. Se dio cuenta que era una mala persona por no haber buscado a su amiga. Suspiró, de ninguna manera aquella mala mujer tendría relación con sus amigas, no. Suspiró de forma profunda, y tragó saliva - ¿Cómo sabe usted mi nombre? - Preguntó de manera dulce, suave, y curiosa, esperando que aquello no fuera una mala broma, pues le estaba dando demasiado miedo. Era miedosa si, pero tenía que averiguar que estaba pasando, Doreen sabía que todo lo que pasaba en su vida no podía ser una casualidad, solo una causalidad. Sin duda no dejaría que esa mujer se escapara, incluso aunque eso le costara la vida propia.

- ¿Cómo sabe mi nombre? - Repitió, pero esta vez no lo hizo de forma moderada, en su tono de voz iba explícita la exigencia de una respuesta. Nadie la conocía, incluso después de la revolución se dedico a pasarse bajo la sombra de mujeres, hombres y niños, con al afán de no causar problemas, Doreen odiaba ser vista, señalada, y notada, prefería ser sencilla y transparente. Se cruzó de brazos, para nada que le creía aquel pretexto barato. - Me alegra que éste bien, pero ahora respóndame - Repitió, no se quedaría con esa duda. De nuevo los rostros llegaron a su memoria, pero no hilaba nada, la rubia estaba sumamente confundida.