The Empty Crib of Peter Pan | Privado

por **Yuri Alekséyevich** Sáb Feb 17, 2018 4:18 pm

Tan solo ocho años sí. Empero día con día aprendía a diferenciar una muestra de amor sincera de una artificial. Ligeramente desganado dejó que la nana en turno le cambiara el atuendo para asistir por unos instantes a “divertirse” como lo hubiese hecho cualquier otro chiquillo. Se mantuvo callado sobre el taburete mientras le cepillaban el cabello y terminaban de acomodar una ligera capa en tono oscuro, la pequeña corona no era necesaria para no llamar la atención, no obstante, el resto del atuendo dejaba ver mucho de su origen noble. A unos pasos de su habitación susurros flotaban apenas audibles en la atmosfera. Finalmente un par de caballeros le condujeron hasta el carruaje, la sonrisa en sus labios era más que obvia y denotaba cierto impulso por arribar cuanto antes hasta aquellos lugares fantásticos, esta vez no se aburriría durante el viaje, porque a pesar de todo lo acontecido hasta hoy y la fastidiosa fachada de sus escoltas.

El carruaje dio rienda suelta y se internó en las calles de París, el pequeño observó en las callejuelas la multitud de personas que iban de un lado a otro, por su mente inocente cruzó la idea si ellos también se dirigían hacia el mismo sitio. Si todos esos niños serían premiados del mismo modo que sugería su situación. Al menos esta noche no habría un encierro como el resto de las otras veladas, se había vuelto un martirio pasar todo el tiempo haciendo preguntas que jamás eran respondidas. Agitó ligeramente su cabeza apartando esas iconografías para concentrase en el paseo, abrió apenas la cortinilla del carromato, lo que vio a través de ellas le dejó gratamente pasmado. Las luces multicolores que proyectaban siluetas dantescas sobre las carpas iban y desaparecían conforme los juegos mecánicos giraban, subían y bajaban caprichosamente, la brisa inquieta se colaba en ocasiones en la escena. La mayor parte del tiempo se limitaba a ver caras largas y los tonos secos de enormes palacios o instancias donde era escoltado por mero protocolo.

Un cielo ligeramente tachonado de estrellas se cernía sobre sus diminutos y cansados hombros ahora que había descendido del vehículo. Frente a él uno de los huestes le susurraba a su oído que no debía alejarse del perímetro acordado. No existían limites si deseaba alguna golosina o fruta y debía respetar el estricto horario para retornar a la mansión. Yuri asintió y colocó la bolsita aterciopelada con los francos dentro de sus bolsillos, como cualquier otro niño lo haría, miró por última vez a sus escoltas e inició su recorrido a solas. Con pasos lentos pero firmes sus orbes se posaron en cada forma y figura que se dibujaban a lo largo y ancho del parque de diversiones. Cerró momentáneamente los ojos imaginando que mamá y papá podrían ser quienes le observaban en secreto desde el interior del carruaje, aunque muy lejos estaba aquel pensamiento de volverse una realidad, pues Fyodor aún se encontraba desaparecido y su madre ya no estaba más con ellos.

por **Hypatia Chrysomallis** Lun Feb 19, 2018 4:58 am

Restaban apenas unas semanas desde su llegada a París y todavía no había logrado acostumbrarse ni a su clima ni a la excesiva vida social que envolvía a las familias de clase alta con las que habría de aprender a codearse. Como joven de la nobleza, extranjera y recién llegada era su deber asistir a cualquier evento que fuese celebrado con la única finalidad de darse a conocer, en Grecia la interacción con otras familias era más bien breve y distanciada en el tiempo, algo comprensible a juzgar por la situación inestable no solo civilmente sino económica que vivían. Los detractores de los turcos se alzaban frente al resto mientras los heraldos de su dominio decadente comenzaban a empobrecer y desvanecerse junto a los resquicios de la esperanza que creyesen tener al pensar en ser capaces de conservar la nación que habían tomado sin pedir permiso ni disculpas.

Como Señora de Chrysomallis —posición que ostentaba debido a la enfermedad de su madre que impedía a la mujer presentarse más que en contados actos y durante un tiempo más que sucinto— debía cumplir con una misión diplomática, hacer ver que su país estaba en vistas a la prosperidad y modernización. No era realmente aquel el motivo de su presencia en París pero poco o nada importaba al resto lo que hiciese o no allí.

«Padre enloquecería si se enterase de que añoro la tranquila vida de la que siempre me quejaba en Atenas.» Pensaba la joven mientras paseaba apaciblemente por aquel parque de diversiones al que no había podido evitar acercarse nada más conocer de su existencia, ¡un parque de diversiones! Jamás había visto algo similar, su escolta prácticamente corría tras ella a medida que se acercaba a unas y otras atracciones con los ojos brillantes y los rosados labios formando una "o" casi perfecta con los descubrimientos que iba haciendo. Sus días habían sido planificados de forma casi geométrica por lo que disponer de un tiempo libre aunque fuese reducido la llenaba de alegría, casi tanto como aquellos algodonosos dulces que había estado catando hasta hacía apenas dos minutos. Sin embargo su atención fue requerida por otro objeto, un niño elegantemente vestido y de cabello rubio que permanecía paralizado, con los ojos cerrados como si estuviese pidiendo un deseo y sin compañía alguna.

De inmediato se acercó a él inclinándose para poder observarlo con atención—. Disculpad mi intromisión, ¿estáis bien? ¿Os habéis perdido? —Preguntó en un suave hilo de voz haciendo gala de sus esmerados modales y la delicadeza que la caracterizaban.

por **Yuri Alekséyevich** Miér Mar 21, 2018 7:46 pm

Dos descripciones que siempre iban de la mano de Yuri: ameno y amable aún con los desconocidos. Era demasiado ingenuo para dudar de la autenticidad de las palabras en los extraños, no era extraño que fuese así tomando en cuenta que su madre siempre le inculcó ser bondadoso con la servidumbre. Ahí de pie frente a ese escenario de Luna Park, sonrió nostálgico porque una noche más caía sobre sus hombros sin que nadie estuviese a su lado, pero confiaba en que pronto Fyodor regresaría y que desde lo alto Ana le cuidaba, es por eso que no temía iniciar ese recorrido a solas. Esa inocencia característica de los infantes que nada podía igualar, Luna Park era sumamente visitado por toda clase de personas, adultos, ricos, pobres, niños y también sobrenaturales. A pesar de su apariencia frágil y despistada los sentidos siempre le marcaban la delgada línea roja que no debía ser cruzada, no a menos que algún superior indicara lo contrario.

Entonces su rostro dulce giró apenas para hallar el origen de esa voz cristalina. No estaba seguro de haberla visto anteriormente, a pesar de ser un niño recordaba con claridad muchas cosas, personas y lugares, existía además ese sexto sentido que hasta el día de hoy no sabía cómo explicar.

Negó con la cabeza.

—No madmoiselle, no estoy perdido, aunque es la primera vez que veo algo como esto, en Rusia no existen parques como este, es solo que, no estoy seguro por donde iniciar el recorrido —

Suspiró y de inmediato coló su mano pequeña hacia las bolsas del abrigo que le protegían de las inclemencias del clima, en su país natal era común ver ese tipo de escenarios nevados. Los protocolos le impedían salir a menudo y con la situación que imperaba actualmente era más difícil que se le permitieran ese tipo de lujos, pero también era cierto que en ciertos momentos se dejaba llevar por las diversiones que le correspondía vivir a cualquier infante de su edad, era por eso que aún no sabía cómo reaccionar ante dicha oportunidad que se le presentaba frente a sus ojos.

—Mi nombre es Yuri Alekséyevich— dijo estirando de inmediato su diestra. — ¿Cuál es su nombre? ¿Viene con alguien más esta noche?—

El pequeño centró su atención hacia la mujer, con los orbes azules posados en cada detalle de su ahora oyente, era muy bella sin lugar a dudas y por unos segundos la claridad en los ojos ajenos, el color de cabello y piel le llevaron de regreso la efigie de su madre. No pudo evitar suspirar con cierto desgano, ya había experimentado sensaciones similares con anterioridad, pues en cada encuentro con personas de la capital llegaba a pensar que podía ser Fyodor o Ana.

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