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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rilian Korsákova Dom Sep 30, 2012 10:28 am

"Tiempo y figura fui, mientras la esquiva
curiosidad de ser distinto, en cada
minuto de la frívola jornada
arrojaba mi anhelo a la deriva."


Jaime Torres Bodet. Nocturno III


Había esperado en su hotel hasta que se hiciera de noche, impaciente, caminaba de una esquina a otra como gata encerrada. Estaba nerviosa, ansiosa y también un poco asustada «¿Y si no era lo que esperaba? O peor... ¿Si lo era?...» Resopló y se golpeó la cabeza con sus propias muñecas para intentar sacarse un poco esas ideas. Para esas alturas, ya daba lo mismo si vivía o moría, había cumplido sus sueños, había comprobado la existencia de las criaturas de fábula, y ya sea que tuviese enfrentar vida o muerte, lo haría feliz.

Se alistó con sus mejores ropas de señorita, esas que jamás usaba pero compraba a menudo, cada vez que se engañaba a sí misma diciendo: «Esta vez comenzaré a vestir como una dama». Desechó el corset, nuevamente optó por ese tipo de vestido ceñido al busto y que hacia abajo cae suelto y libre, como a ella le gustaba sentir. Escaso maquillaje, aroma natural y el cabello tomado en una especie de trenza sujeta con un par de horquillas; quería dejar los hombros y el cuello al descubierto, quería ser la carnada que tentase a su objetivo a reconocer la verdad de su existencia aunque eso le costara la vida. Loca suicida, le llamarían algunos, pero era sencilla y llanamente, el precio que estaba dispuesta a pagar por un poco de información.

El carruaje le esperaba en la puerta y partió apenas ella se hubo acomodado en su asiento. Miraba a través de la ventana, la vida nocturna que se veía en las calles parisinas era muy diferente a la de los suburbios, más ruda, más escandalosa, y de pronto... nada. La ciudad se había acabado, los arboles descansaban inmóviles bajo la luz de la luna y uno que otro ruido de algún animal nocturno le acompañaba en su pasar. De pronto, una mansión tan grande como lujosa apareció decorando el paisaje, supo entonces que esa noche estaba tan perdida como las otras de aquella semana. Rumores de hombres y mujeres que jamás se veían a la luz de día y que finalmente no eran más que excéntricos bohemios.

Suspiró con desilusión y bajó del carruaje, pidiendo al cochero que pasara a recogerla al cabo de una hora. El carruaje se marchó y ella comenzó a caminar por la senda de maicillo que atravesaba lo que restaba de jardín hasta las enormes puertas de la elegante y enorme construcción. Apenas había dado dos pasos cuando un aullido y el quebrar de unas ramas cercanas se encargó de robarle el aliento y erizarle la piel. Corrió tan presurosa como sus enclenques piernas le hicieron posible y se abalanzó sobre la puerta, golpeándola con urgencia, sintiendo como el corazón casi se le escapaba por la boca. Hasta ahora desconocía de la existencia real de un licántropo, pero habiendo ya conocido a un vampiro, definitivamente no dudaba de su existencia.

No supo como, ni quien abrió la puerta, cuando ella ya se colaba hacia el interior de la vivienda y la clausuraba con su propia espalda. Entonces alzó la mirada y de sus labios escapó un grito ahogado, el cual cortó tan rápido como cubrió la boca con su mano. Ahí estaba él, sin duda uno de los hombres más altos e imponentes que había visto en su corta y alocada vida. Dejó caer la mano con lentitud y respiró con alivio, antes de reírse de ella misma y entregar al hombre sus disculpas.

Lo siento tanto — dijo realmente sorprendida, con el aliento justo para hablar — Nunca me había encontrado con un hombre tan... alto de una manera tan... sorpresiva y... con lobos afuera y... — estaba siendo ridícula con ese tartamudeo infantil, lo sabía, pero ni por eso se quedó callada — ahora es cuando me siento como una tonta cucaracha — concluyó, con una risa incómoda, volviendo a mover su mano, esta vez, para acomodarse el cabello e intentar disimular su sonrojo.




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Mensaje por Rilian Korsákova Lun Oct 01, 2012 5:55 pm

"Como por el resorte de la sorpresa, saltas
Y aquí estás ya, en medio de la conversación,
En el centro del grito."


Rosario Castellanos. La velada del sapo


No pasó un segundo cuando las carcajadas del hombre se hicieron presentes, haciendo que la canadiense sonrojara aún con mayor intensidad. Rió con él, casi de pura vergüenza, pero cuando se dio cuenta de que pasaban los segundos y él no dejaba de hacerlo, se puso seria y lo miró con enfado.

Ya está bien... suficiente — le dijo, sintiéndose entre molesta y abochornada, hasta que por fin las risas del hombre dejaron de atronar el ambiente.

Esperaba que ahora se diera lugar a las presentaciones, y el porqué de su visita, pero el balaquio se apresuró en asegurar las puertas y acercársele a una distancia demasiado personal. No pudo evitar el mirarle con desconcierto, más no tuvo tiempo a reclamar cuando el hombre ya la jalaba hacia otra habitación.

¡Vos oídme! Esperad un momento! — reclamó, Rilian, intentando oponer resistencia entre numerosos e infructuosos forcejeos, finalmente terminó de ceder ya que aún no quería quedarse sin uno de sus brazos — Parad, yo sé caminar por mi misma. Gracias — alegó, orgullosa y sin resultados.

Al llegar a una habitación, el hombre se detuvo para cerrar la puerta, pero le arrojó a ella a la cama reinante de ese salón. Quiso ponerse de pie, pero nuevamente, el desconocido le quitó la ventaja y le cortó la salida. Le miró, asustada, realmente no estaba preparada para una situación como esa. Jamás se lo hubiera imaginado. Desconocía totalmente las intenciones de aquel hombre, pero perfectamente podría asegurar que no eran nada de buenas. Tampoco podía negar que, de cierto modo, le resultaba un poco excitante, pero más fuerte era su sensación de peligro y el saberse en las garras de un completo desconocido. Ya incluso se había sacado de la cabeza la posibilidad de que realmente fuese un vampiro.

Intentó liberarse como pudo, pero fue sólo luego de que él echase al aire todas sus preguntas, que tuvo el espacio suficiente para darle un buen rodillazo en la entrepierna. Dolor, un terrible y agudo dolor, tanto como si hubiese estrellado la rodilla con una sólida muralla de concreto. Gritó y se quejó de el dolor que pronto se suavizó producto de la adrenalina.

¡Sois... sois real! — exclamó asustada entre sus gemidos de suplicio que afloraban desde su garganta en donde se mezclaban con la inesperada sorpresa.

Se revolvió como gata para salir de su agarre y correr hacia uno de los muebles de donde tomó uno de los candelabros, pero con la prisa de amenazarle con él, se traicionó así misma por la rapidez de su propio movimiento que le apagó las velas.

Joder — susurró con el espanto de ver que su única arma acababa de extinguirse sin siquiera haberle aprovechado.

Sin más imaginación, le arrojó por la cabeza el mismo candelabro que tenía en la mano, esperando provocarle al menos una mínima molestia que le mantuviese alejado por al menos un segundo que ocuparía para pensar en una salida. Fue entonces que le amenazó ya con la última protección que se le vino a la cabeza.

¡No os acerquéis!... Sé Kung Fu... ¡Y no se os ocurra reíros! Ya sé que voy a perder, pero dudo mucho que os guste la sangre coagulada... ¿Queréis filete? Pues acercaos y sólo tendréis carne molida — le regañó señalándole con un dedo y acompañada de mucha seriedad, aun cuando la mayor parte de sus palabras le sonaran muy ridículas y vergonzosas.

Yo... sólo quiero respuestas... sólo respuestas.




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Mensaje por Rilian Korsákova Dom Oct 07, 2012 9:47 am

"Asómate a mi alma
en momentos de calma,
y tu imagen verás, sueño divino,
temblar allí como en el fondo oscuro
de un lago cristalino."


Gustavo Adolfo Béquer. A la manera


«Tonta y estúpida Rilian» se dijo a sí misma, en la supuesta intimidad de su cabeza, cuando toda la habitación quedó a oscuras. En su imaginación todo había sido diferente, pues ese no sería el único candelabro encendido del cuarto y ella haría razonar a ese monstruo con sus gallardas amenazas, quizás y hasta llegarían a un acuerdo; cinco milímetros de sangre por pregunta respondida o alguna similar. Era tan ingenua.

Miraba hacia todos lados con los ojos desorbitados y la respiración tortuosa, provocada por esa sensación de frío repentino que llega con el pánico desesperado de saberse presa irremediable. La única luz del cuarto era aquella, tenue y nocturna, que se filtraba por los ventanales que de cierto modo, le llamaba a arrojarse a ella cual polilla a la lampara encendida; tal vez se rompería un par de huesos y se enterraría unos cuantos vidrios, pero al menos su cabeza le decía sería el camino más seguro. Quiso hacerlo, quiso arrojarse por la ventana, pero justo en el preciso momento en el que apenas obligaba a moverse a esa rodilla adolorida, el vampiro le empujaba contra la muralla acorralándole con su propio cuerpo de mármol; así que eso era lo que sentían las flores prensadas de su libreta de notas.

Quiso zafarse y golpearlo con fuerza, quiso estrujarlo en sus manos y arrancarle la cabeza, quiso tantas cosas, pero todas imposibles. Él le reducía y hacía con ella como si su propio cuerpo de pronto fuese de arcilla moldeable, pero una arcilla de huesos y nervios que sin duda dolían. Su voz sonaba también a suplicio, amenaza y su irrevocable final. Sabía que moriría, ya lo sabía, pero como desde el inicio se lo había repetido; era un costo que estaba dispuesta a pagar, y aun cuando ya no estuviera tan segura de ello, le hacía sentir en paz.

No sois el único que sabéis insultar en otra lengua, stupid asshole — dijo con dificultad, ya que sus cuerdas vocales habían sido también afectadas por el miedo. Miedo tonto y estúpido, tal como ella, que aún en momentos como esos, no le impedía volver a abrir la boca.

Apretó los párpados y los labios, aguantándose la tensión de sentir la lengua ajena sobre su propio cuello, sólo deseaba que aquello acabase pronto, que la mordiera, bebiese cuanto quisiera y que le dejara viva; era la esperanza que tenía. Finalmente ocurrió, los colmillos se enterraron en su cuello de forma despiadada y nada delicada. Ahogó un grito de sorpresa y se mordió los labios, aguantándose las sensaciones que irremediablemente se le antojaban como una mezcla absurda de espanto y placer, y que tontamente le hacían querer liberarse de su agarre para voltear y aferrarse a ese monstruo aterrador que acababa con su vida y extinguía su conciencia.

Murmullos distantes, palabras indescifrables, susurros ajenos; algo de promesas, riveras del Nilo y paredes rotas, nada lógico para su cabeza nublada y nauseabunda. Ya no tenía fuerzas, ni ganas de seguir luchando. Probablemente ya su alma se desprendía de su cuerpo para entrar a una nueva espera para regresar a la vida y aprender nuevas cosas, según Platón.

No supo cuanto tiempo paso, simplemente le embarulló la sensación de sentirse postrada en medio de una cama ¿Qué acaso el flotar no debía sentirse diferente? Abrió los ojos y miró hacia el techo sin saber donde estaba, probablemente si lo hubiese mirado la vez anterior, sabría entonces que permanecía en el mismo cuarto en donde todo aquello había comenzado. Una sensación extraña, un punzo tenso como quién tiene algo fijado a su cuello, le hizo llevar la mano hasta el mismo para darse cuenta de la presencia de algo extraño cuya sensación también se vio replicada en su frente. La primera idea que tuvo, es que el vampiro la había dejado a su suerte y había sido recogida por otros humanos, cosa que no supo si agradecer o maldecir. Sólo entonces se atrevió a mover algo más que aquel brazo curioso y mirar alrededor para encontrarse con el mismo vampiro que la había mordido.

Oh sí — se dijo a sí misma, volviendo a cerrar los ojos con una expresión de alivio máximo que le llevaba de regreso a la almohada — Me gané vuestras respuestas — completó la razón de su alegría, exteriorizando gran parte de sus pensamientos.

Entonces se permitió relajar sobre la cama y disfrutar de la misma, cual ama y señora en sus propios aposentos después de un ajetreado día. Estaba tranquila, ingenuamente confiaba en la palabra del no vivo, y sabía que gozaría de vida al menos hasta haber obtenido sus respuestas y eso ya era mucho decir. Suspiró con una tenue sonrisa y le miró nuevamente.

¿Sería muy desvergonzado de mi parte si os pidiera un vaso de leche? — le preguntó, por un momento olvidando lo pasado. Después de todo, si le había cuidado, es porque le interesaba mantenerle con vida, ya más tarde conocería sus objetivos... ¡Qué ingenua! — Cada vez que donaba sangre al hospital, mi madre me daba un vaso de leche para recuperar energías.




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Mensaje por Rilian Korsákova Lun Oct 15, 2012 12:33 am

"Después de haber con la paciencia larga
faltado la virtud, que el mal se alarga,
la rabia y el dolor hace impaciente."


Gutierre de Cetina. Como al que grave mal tiene doliente


Vaya estupidez que había sido el pedir un poco de amabilidad al dueño de casa, pues ni siquiera le había ordenado traerle aquel vaso de leche, simplemente lo había planteado de modo tal que él perfectamente podría negarse de manera civilizada, pero tal parecía que el buen comportamiento no iba con él, y apenas había alcanzado a sonreír cuando ya le entraban ganas de llorar. Sin explicación ni razón en absoluto, el vampiro le cogió de un brazo para arrojarle cama abajo. Inevitable fue el dolor de la caída y de los golpes que se dio en el suelo con sus rodillas, haciéndole recordar la dolencia del rodillazo que había dado horas antes a esa mole sin sentimientos. Mas no tuvo tiempo a quejarse porque aquel monstruo humanoide le empujaba a gritos en dirección a la supuesta cocina. Implacable, le torció uno de sus brazos contra la espalda e hizo presión contra él haciéndole gritar del dolor.

¡Por favor, parad! ¡Parad! — le gritó desesperada, llena de dolor y de miedo, hasta que el vampiro le soltó estrellándola contra la pared de donde se sujetó — ¡Os recuerdo que vos no pusisteis condiciones! — volvió a gritarle desde fuera para que él le escuchara.

A pesar de su desgracia, la rabia de sentirse timada superaba al miedo, provocando que le gritase de ese modo para hacer valer lo que ella consideraba su propio triunfo. Además, ya luego de aquella reacción por parte del hombre, inevitablemente se sentía pisando los límites de la morgue. Sabía que si salía de ésta sería por un gran golpe de suerte más que porque su anfitrión lo quisiera, así que si se iba a morir de todos modos, buscaría provocar su furia o al menos no callarse sus opiniones para que así esa tarasca le diese la muerte de forma rápida y menos dolorosa.

Rilian no temía realmente a la muerte, sino al sufrimiento y al miedo en sí. Había ido aquella casa a sabiendas que tal vez no podría regresar, aun cuando una buena parte de sus pensamientos, previos a encontrarse con aquella sanguijuela de dos patas, le decían que no encontraría más que un humano bohemio y amante de la vida nocturna; craso error que ahora le tocaba pagar. Pero por otro lado, ese mismo error tal vez le salvaría la vida o se la jodería a su asesino, pues el carruaje había regresado por ella al cabo de una hora en la cual ella no apareció, por tanto ahora ya debería de estar informada la policía y su cochero sabía exactamente cual había sido su destino. Sobreviviera o no, a ese tal Rashad se las harían pagar, no importa fuese sólo la molestia de hacerle huir como una asquerosa rata.

Satisfecha, y aún con el orgullo herido, le siguió hasta la cocina, aun afirmándose de las paredes y cojeando de su rodilla lastimada para hacerle frente una vez más. Se detuvo un momento, sujeta al umbral de la puerta desde donde le observó sacar un cuenco con leche y servirla en un par de tazones, al parecer por fin se estaba comportando, pero eso no le salvaba ahora de su mirada iracunda.

Dejad de hablarme como si me conocierais. Sé muy bien que no os he dicho mi nombre — le espetó mientras le temblaban las piernas, sin saber si acaso se debía a rabia, dolor, miedo o a todas ellas — No he visto a vuestro mayordomo, no tengo idea quien es Ioan y no sé que fecas significa Gzala, Gala o lo que sea, así que dejad de una vez de tratadme como una sabionda porque no lo soy.

Le mantuvo la mirada y se soltó al fin del marco de la puerta, para prácticamente a saltitos, ingresar a la cocina y apoyarse en uno de los muebles. Sin haberle quitado los ojos de encima en ningún momento, se detuvo ante él e ignoró por completo el tazón de leche que el no vivo le había tendido.

¿Cómo puedo salir con vida y deshacerme de vos? — le preguntó directa, haciendo uso de su merecida pregunta.




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Mensaje por Rilian Korsákova Jue Nov 08, 2012 3:34 pm

"Dura prisión, sabrosa al pensamiento,
lazo de oro crúel, dulce tormento,
confusión de locuras y de antojos."


Gutierre de Cetina. Ponzoña que se bebe por los ojos


El hombre, si es que así podía llamársele, respondió a su pregunta con otra de ellas ¿qué acaso él no sabía de modales? ¿qué no sabía que las preguntas se respondían con respuestas? Iba a reclamarle, pero entonces la noticia de la muerte de su cochero hizo que se le escaparan las palabras de la boca, misma que se tapó con su propia mano en una expresión de horror, al preciso instante en que sus ojos se inundaban de lágrimas producto de la tragedia que significaba tanto para el hombre como su familia.

Sois... sois... — quiso decir cualquier palabra injuriosa, pero el vampiro nuevamente le cogió del brazo y la arrastró con la misma fuerza bruta con la que lo había hecho antes. El dolor, una vez más le arrancaban las palabras, reemplazándolas por pequeños gemidos producto del esfuerzo de su rodilla herida.

El supuesto importador de telas y perfumes, le guió hasta la parte baja de la casa, a una especie de pasillo subterráneo que desembocaba en una nueva habitación, tan elegante y refinada como el resto de la casa semi-destruida, quien sabe porque causa. Incluso flores había, también una biblioteca y un dormitorio perfectamente equipado para pasar ahí varios días ¿Sería esa su prisión? «No, por favor no» Rogó dentro de su mente, aún sin el deseo de exteriorizar su miedo. No quería demostrarle que por fin había logrado horrorizarla, pues Rilian no temía a la muerte pero sí a vivir encerrada, a marchitarse en medio de puertas selladas sin lograr recuperar su libertad, su amada libertad.

Respiró con dificultad y tuvo que sujetarse de su opresor para no caer cuando éste se detuvo para enseñarle con orgullo sus magníficos aposentos, que para ella, en ese preciso momento, resultaban realmente terroríficos e indeseables al igual que su cuerpo asesino y firme como una mole, todo en él le significaba muerte y dolor, no sólo el entorno, sino también su mirada y sus propias palabras. Pero el vampiro, era vampiro, y había en él cualidades que ella jamás comprendería; como su habilidad para, a pesar de todo, hacerla sentirse atraída como una estúpida mosca a la más ruin de las excretas.

Intentó soltarse y lograr huir, pero parte de ella tampoco lo quería, mas por el lado realista, había aceptado ya que eso era prácticamente imposible. Desvió la mirada, y observó la habitación alrededor mientras su pecho subía y bajaba a causa de su laboriosa respiración. Estaba temblando, y por primera vez supo que era de miedo.

No quiero morir — reconoció dejando atrás gran parte de su orgullo, antes de volver a mirarle a los ojos asesinos en donde repitió, casi como una suplica — No quiero morir... pero tampoco quiero envejecer en una prisión que me corte las alas — agregó rindiéndose a su lucha interna de no dejar que las lágrimas lubricasen sus ojos — Por favor... haced conmigo lo que vos deseéis, bebed de mi sangre hasta el límite de la muerte, tomadme como a vos se os antoje, pero por favor... por favor... dejadme morir con mi amada libertad.




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Mensaje por Rilian Korsákova Dom Nov 25, 2012 9:56 am

"Lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame..."


Efraín Huerta. Órdenes de amor


Cerró los ojos en cuanto le sintió moverse, como si en verdad anticipara el segundo exacto de su muerte, como si fuese lo inevitable, como si ya estuviese completamente lista y resignada para el final de sus días. No deseaba morir privada de su libertad y realmente si acaso era algo que tendría que ocurrir en manos de aquel monstruo, prefería que fuese en ese momento sin tener que soportar la amarga condena de vivir encerrada en una prisión que le añejara la vida hasta hacerla olvidarse de los rayos del sol.

Un escalofrío le recorrió la espalda cuando fue consiente de ese frío y asesino abrazo y, como si quisiera facilitarle la tarea para acabar de una vez, inclinó un poco la cabeza para despejarle aún más el acceso a su cuello. El aliento frío del vampiro le calaba hasta los huesos, haciéndole sentir una especie de preludio mortal, por lo que nunca supo y ni siquiera imaginó lo que el valaquio hacía en aquellos momentos, jamás pensó en que existieran criaturas capaces de indagar en su mente, en busca de recuerdos tan privados sin que ni siquiera ella pudiese darse cuenta.

Sólo respiraba tranquila y preparada, con los ojos cerrados, aguantando la ansiedad absurda por aquel final que aún no deseaba recibir, pero que ya sentía que le aguardaba inevitable. Creía estar en paz consigo misma, sabía que a pesar de haberle robado el dinero a su padre, ni de lejos estaba de haberle dejado en la ruina. Sabía que había obrado cuan bien había podido y que a nadie había dañado con el propósito de hacerlo. Esperaba haberse ganado las puertas del cielo y sólo lamentaba no haber podido cumplir con su tarea de cuentista.

No — dijo el hombre de pronto, haciéndola abrir los ojos para salir de su ensoñación y encontrada paz interior.

Buscó mirarle a la cara, para encontrar alguna explicación de aquel “No” tan escueto y poco específico. Le observó rodearle hasta detenerse frente a ella, mientras sus ojos intentaban deslumbrar sus intenciones que, difícilmente, se acercaban a lo que realmente se aproximaba.

¿Qué hacéis? — le preguntó desconcertada cuando el hombre soltó sus cabellos. ¿Acaso no iba a matarla? ¿Acaso los vampiros no preferían el cuello desnudo de sus presas?

¿Qué? — volvió a inquirir al escucharle hablar de su pertenencia ¿Cómo que ella había escogido ir a él? O sea sí, pero no de ese modo. Ella sólo iba a una noche aburrida, en busca de mitos, de historias, de experiencias ajenas para enriquecer sus propios cuentos, pero jamás para acabar con una rodilla rota y muerta por desangramiento.

Lo miró, ya nuevamente temerosa, cuando él le sujetó de la nuca para decirle cuan hermosa e irresistible era. La mirada del vampiro era tan fría como atrayente, ya lo sabía, estaba cayéndo en su trampa como una verdadera mosca que se pegotea en la miel, pero no podía evitarlo, no cuando era una simple humana, ya débil y herida. Hubo un momento en el que llegó a olvidarse de sus miedos para mirarle con un desconcierto que no alcanzó a desarrollarse por completo, pues él acalló sus preguntas con un beso. En un instante se imagino que le mordería por la boca y le desangraría por la garganta, pero aquello no sucedió. Él hombre le besó como jamás nunca había permitido que le besara nadie, con tanta confianza y posesión que llegaba a marearle, pero nuevamente ahí, esa mezcla excitante de miedo y atracción volvió a hacerse presente, y ella acabó sucumbiendo, entregada al baile devoto de sus besos.

Sus brazos reaccionaron instintivamente colgándose a su cuello, de manera tan posesiva y arrojada que hasta sintió vergüenza. Sus mejillas enrojecieron, sus labios le siguieron y su corazón latió con ímpetu y con deseo. Acarició sus cabellos, hundiendo sus dedos en ellos, entrelazándolos con la delicadeza de una verdadera princesa, pero la frialdad de su piel en torno a la calidez de la propia, le recordó con quien verdaderamente estaba lidiando; el asesino despiadado que le atraía con sus encantos. Sintió rabia, sintió deseo, sintió miedo, pasión y enojó que ya no pudo contener y acabó tirándole de los cabellos para besarle con aun más furia y desenfreno, a sabiendas de que tal vez apenas le provocaría un cosquilleo. Le besó con arrebato y falta de delicadeza, mordiendo sus labios en la búsqueda de despertarle aquel lado salvaje y asesino para que le acabase de una vez; incluso sus uñas rasgaban su piel por debajo de su mandíbula y ella misma se pegaba a su cuerpo evocando a sus instintos criminales para que de alguna manera despertasen y le llevasen a su final de una forma tan apasionada como rápida e indolora.




Última edición por Rilian Korsákova el Sáb Ene 12, 2013 2:12 pm, editado 2 veces
Rilian Korsákova
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Cuando la curiosidad mató al gato {Rashâd} Empty Re: Cuando la curiosidad mató al gato {Rashâd}

Mensaje por Rilian Korsákova Jue Ene 03, 2013 11:52 am

"Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
y sea lo que queráis."


Juan Ramón Jiménez. Dios de amor


«Ahí viene, ahí viene...» Apretó los párpados pensando en la llegada de la hora de su muerte. El vampiro le había echado ya hacia atrás, en aquella posición perfecta para saborear de su sangre y absorberle hasta desangrarle, bebiendo de ella hasta la última gota. Tembló del miedo repentino y se mordió los labios para contener su nerviosismo, que en parte era por su muerte y por otro lado, por la forma en que le tocaba.

Su pecho subía y bajaba, en una extraña mezcla de miedo y éxtasis, y ella esperaba que pronto le mordiera, pero aquello no ocurrió y Rilian se irritó por hacerla sufrir tanto. Nuevamente se armó de valor y fue ella quien esta vez le cogió de su rostro para atraerlo a su boca y volver a besarle con fiereza; mordió de sus labios sin ningún tipo de miramientos, mordió con fuerza, con rabia, con desesperación y deseo.

«Vamos, muérdeme, cobarde...» pensó en su estado más consciente, pero nuevamente el hombre se liberó de su agarre y descendió por su cuerpo, besándole y recorriéndole entera, haciéndole suspirar de placer, aún a pesar de todos sus miedos. No lo entendía, pero su mente tampoco parecía querer hacerlo, estaba atrapada, embrujada por sus encantos, por su deslumbramiento y, por mucho que ella escapar, le era imposible de hacerlo.

¡¿Qué mierda?!... — exclamó de pronto el vampiro, justo cuando ya le había levantado hasta el vestido.

Rilian se enderezó de inmediato para mirarse a si misma, pensando en una milésima de segundos en mil y otras tantas estupideces; que si había olvidado de depilarse —aún cuando no necesitara de hacerlo—, que le había llegado el período —aún cuando no estaba en sus fechas—, o que incluso le hubiese salido algo extra —aún cuando se sabía perfectamente normal y femenina—, y fue entonces cuando vio su propia rodilla.

¿Perdón? — le preguntó entre divertida y ofendida por su flamante descaro — ¿Qué acaso os venís a espantar ahora de mi rodilla, ahora... después de toda esta tortura? Ja! — se rió con ironía y volvió a acomodarse el vestido — Pues sabed que ha sido VUESTRA culpa — recalcó mirándole a él, ya sin miedo, a los ojos — Yo me defendía de un depravado violador… ¿Cómo esperabais que supiera que vuestro cuerpo era más duro que vuestra cabeza?

Aquella interrupción, y también susto, habían bastado para sacarle de su encanto, pues hasta él mismo se había distraído, y por tanto se dedicaba en ese momento a acomodar su cabello, que él mismo había despeinado momentos atrás. Ella ya se había relajado y por ello llegó a dar un salto del susto y la impresión cuando en menos de un segundo vio cruzar y hacerse añicos aquella figura de porcelana. Rilian le miró sin entender su molestia y le observó con cautela mientras el hombre se levantaba para comenzar a revolver entre sus cajones y estantes. En medio de la escasa iluminación, le vio sacar frascos con líquidos extraños, gasas de curación y un par de potes con otras sustancias desconocidas que a ella sorprendieron. ¿Acaso se iba a tomar la molestia de curarle? ¿Ahora, después de todo el daño ya hecho?

Frunció el ceño con desconfianza, y dejó de trenzar su cabello al tiempo que el vampiro encendía un nuevo par más de candelabros que sirvieron para iluminar mejor el cuarto. Era un lugar hermoso y extrañamente acogedor, algo demasiado poco común para tratarse de un vampiro, sobre todo cuando ella no esperaba más que calabozos y ataúdes.

Él se acercó y ella volvió a entregarle toda su atención, sin haber notado el pañuelo enjugado que traía en sus manos. Ladeó la cabeza, con aire extrañado, cuando él comenzó a hablarle de pedirle su confianza y no supo si hablaba o no en serio, pero tampoco fue capaz de pensarlo demasiado, pues el hombre le sujetó del rostro y le hizo hundir sus vías respiratorias en aquella seda con misteriosos brebajes. Irremediablemente, cayó dormida en sus brazos.

El sueño era tan profundo, que ni siquiera fue capaz de soñar, sólo la oscuridad y el silencio le acompañaban en ese universo alterno de donde parecía que nada ni nadie le lograría despertar. Así pasaron más de cuatro horas hasta que por fin despertó de aquel mundo de tinieblas, sintiendo el lejano sonido de las aves en el exterior y unas caricias frías al rededor de su cuello. Abrió entonces los ojos, y le vio aún a su lado, observándole dudoso lo que le dejó sin saber que pensar.

¿Qué...? — quiso preguntar, pero su garganta estaba demasiado seca como para poder hablar sin dificultad. Carraspeó y buscó sentarse sobre la cama para poder preguntar lo ocurrido, y fue ahí cuando se encontró que ya ni siquiera portaba su vestido.

Se tocó a ella misma, como si sus manos necesitaran comprobar lo que veían sus ojos, y se convenció instantáneamente de que lo que llevaba puesto en ese instante, era un lujoso camisón de la más fina y suave tela. No supo que pensar, dudaba haber sido ultrajada ya que no sentía que nada le doliera, nada, ni siquiera la rodilla. Se miró de inmediato y sus ojos se abrieron de par en par, al igual que su boca, estaba sorprendida, anonadada e incrédula ¿Cómo podía semejante fractura haber desaparecido así como así?

Espero que os sintáis mejor, ahora que vuestra rodilla está intacta de nuevo, Ghzala — le dijo él, sacándole de golpe de su tan grande estupor.

¡Ya deja de decirme “Zala”! — le cortó, girándose bruscamente para mirarle a lo ojos — No tengo idea de lo que significa y tampoco tengo idea de lo que me habéis hecho — agregó sintiéndose demasiado confundida pues ya no sabía si temerle o sentirse agradecida.

Se le quedó mirando, sus palabras le sonaban demasiado confusas e impredecibles, pero a la vez claras y precisas. Se sorprendió, y no supo si creerle, cuando le escuchó regresarle su libertad, aunque aquellas condiciones le sonaran como cánticos de información a sus propios oídos ¿Inquisición? ¿Realmente los vampiros perseguían a la Inquisición? ¿Sabía entonces la Iglesia de la existencia de aquellos seres? ¿De verdad les afectaba el sol?

Se mordió los labios, y se quedó pensativa en aquel mismo lugar, como si aún no se creyese sus palabras lo suficiente para atreverse a marchar y darle la espalda al que antes había sido su enemigo. Al menos ya sabía en donde volver a buscar información de manera más segura, pues la sagrada iglesia sería su destino. Asintió con la cabeza, aun dudosa de como tendría que moverse y se alejó de él, lentamente, deslizándose hacia el otro lado de la cama, sin sacarle a él los ojos de encima.

Gracias — le dijo cuando ya se hubo puesto de pie y hubo visto que su rodilla respondía sin mayor problema a su peso — Y espero yo, que esta solución tampoco sea temporal — mencionó señalando a la otrora rótula fracturada — Porque si me llega a fallar, ya sé a quien tengo que venir a reclamar — le sonrió de forma transparente, como aquel enemigo dispuesto a hacer la tregua con un recién ganado amigo.

Y sin pensarlo más veces, se echó a correr hacia la puerta y salió por ella, abriéndola solo lo suficiente para permitir el paso de su delicada figura y enseguida volver a cerrar. Sujetó entonces la manija por un momento más, como si temiera a alguien que intentase a abrirla del otro lado, para dejar escapar a aquel monstruo arrepentido, y entonces volvió a correr escaleras arriba. Descalza y sin preocuparse por recuperar su vestido, sólo deseaba alcanzar la luz de sol, la luz de su preciado sol y volver a sentir libre y a salvo de la muerte.

Finalmente salió de la enorme mansión y sus piernas siguieron corriendo, sin detenerse o quejarse por el dolor de sus pies delicados que jamás habían pisado piedras ni terrones endurecidos. Corrió, corrió y corrió hasta siempre por debajo de los rayos de sol, hasta finalmente sentirse a salvo, y entonces, sin saber porqué, se echó a llorar. Lloraba de alegría, lloraba de gratitud y de desconcierto, lloraba y lloraba, pero lloraba con un sonrisa demasiado imborrable para parecer verdad.

Gracias, gracias... — repitió varias veces, mirando hacia el cielo, tanto por haber salido de esa, como por la emoción de haber vivido esa experiencia que para ella, a pesar de todas las cosas, había sido realmente hermosa. Finalmente la cuentista había encontrado la magia de sus cuentos.


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