AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La curiosidad mató al gato [Privado]
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La curiosidad mató al gato [Privado]
Tras una larga mañana donde había estado practicando mi puntería con el arco hasta bien entrada la tarde decidí, antes de que oscureciese y la luna llena hiciese acto de presencia, buscar un lugar elevado desde donde tener una mejor perspectiva de cualquier licántropo que pudiese encontrarme aquella noche en la cual había decidido salir a cazar sola. En la última ocasión me había llevado varios zarpazos de estas bestias y algún que otro susto, así que en esta ocasión deseaba una velada tranquila lejos de sus garras.
Llevaba varias semanas entrenando con Altair y esperaba que su enfermiza obsesión por convertirme en una cazadora humilde y concienzuda comenzase a dar sus frutos. Desde que se había consagrado como mi maestro, había vuelto a retomar el arco en lugar de servirme solo del lanzamiento de dagas para sorprender a mis presas, y tenía que reconocer que a pesar del tiempo que había estado sin tocarlo desde la muerte de mi padre, no había perdido ni un ápice de precisión. Aún así, no me separaba de la espada bastarda de mi progenitor, que en más de una ocasión había usado para sesgar la muerte de monstruos como los que esa noche esperaba encontrarme.
Caminé durante varias horas por los serpenteantes caminos del bosque, buscando desde éstos el lugar idóneo donde podría asentarme durante la noche y tener una buena visión de la mayor superficie de explanada posible. Finalmente, y habiendo tenido que dejar a un lado el sendero trazado para caminar entre matorrales y raíces salientes, di con el lugar perfecto frente a la entrada una cueva. Un saliente de roca maciza que me ofrecería la suficiente altura para no poder ser alcanzada con tanta facilidad como si los encarase de frente y sin embargo mi puntería no se vería mermada por la lejanía de los lobos.
Apenas tuve que esperar unas horas más con el trasero sentado en esa roca hasta que se hizo de noche y la luna llena hizo acto de presencia. Me recosté sobre la fría losa, tratando pasar lo más desapercibida posible. Ya solo me quedaba esperar que algún lican decidiese pasear por aquel paraje donde en más de una ocasión me había topado con ellos y entonces empezaría la diversión.
Minutos después escuché varios sonidos que me sacaron del letargo en el que me había sumido por la espera. Gruñidos de un lobo y de otra bestia que no conseguí identificar. Lo mismo daba, tendría flechas para todos.
Preparé el arco y varias flechas con las puntas de plata sobre el suelo, tensando la primera de ellas y apuntando hacia la dirección de donde provenía el sonido. Levanté la ceja sorprendida cuando tras la primera aparición de un gran lobo gris que entró en estampida en mi campo de tiro, lo siguió una enorme pantera negra que parecía querer al lican convertido en su cena. ¿Desde cuándo había panteras en Paris? Me encogí de hombros, tampoco es que yo fuese una experta en zoología, así que me daba igual lo que hiciese allí ese otro bicho con colmillos y garras letales.
Aguanté unos segundos más con la cuerda tensada, asegurándome de la fuerza del viento apenas imperceptible y adelantándome a los movimientos que el licántropo realizaría a continuación. Y entonces, cuando creí tener todas las variables controladas, solté la cuerda con decisión, acertando de lleno en el corazón del lobo, que cayó de espaldas con un fuerte aullido. Aun así, repetí la operación para asegurarme que no me causaría problemas después.
Tomé otra flecha y la coloqué en el arco, dispuesta a continuar la caza de esa noche contra lo que fuese. Algo me decía que a la pantera no le habría hecho mucha gracia que le fastidiase la diversión.
Llevaba varias semanas entrenando con Altair y esperaba que su enfermiza obsesión por convertirme en una cazadora humilde y concienzuda comenzase a dar sus frutos. Desde que se había consagrado como mi maestro, había vuelto a retomar el arco en lugar de servirme solo del lanzamiento de dagas para sorprender a mis presas, y tenía que reconocer que a pesar del tiempo que había estado sin tocarlo desde la muerte de mi padre, no había perdido ni un ápice de precisión. Aún así, no me separaba de la espada bastarda de mi progenitor, que en más de una ocasión había usado para sesgar la muerte de monstruos como los que esa noche esperaba encontrarme.
Caminé durante varias horas por los serpenteantes caminos del bosque, buscando desde éstos el lugar idóneo donde podría asentarme durante la noche y tener una buena visión de la mayor superficie de explanada posible. Finalmente, y habiendo tenido que dejar a un lado el sendero trazado para caminar entre matorrales y raíces salientes, di con el lugar perfecto frente a la entrada una cueva. Un saliente de roca maciza que me ofrecería la suficiente altura para no poder ser alcanzada con tanta facilidad como si los encarase de frente y sin embargo mi puntería no se vería mermada por la lejanía de los lobos.
Apenas tuve que esperar unas horas más con el trasero sentado en esa roca hasta que se hizo de noche y la luna llena hizo acto de presencia. Me recosté sobre la fría losa, tratando pasar lo más desapercibida posible. Ya solo me quedaba esperar que algún lican decidiese pasear por aquel paraje donde en más de una ocasión me había topado con ellos y entonces empezaría la diversión.
Minutos después escuché varios sonidos que me sacaron del letargo en el que me había sumido por la espera. Gruñidos de un lobo y de otra bestia que no conseguí identificar. Lo mismo daba, tendría flechas para todos.
Preparé el arco y varias flechas con las puntas de plata sobre el suelo, tensando la primera de ellas y apuntando hacia la dirección de donde provenía el sonido. Levanté la ceja sorprendida cuando tras la primera aparición de un gran lobo gris que entró en estampida en mi campo de tiro, lo siguió una enorme pantera negra que parecía querer al lican convertido en su cena. ¿Desde cuándo había panteras en Paris? Me encogí de hombros, tampoco es que yo fuese una experta en zoología, así que me daba igual lo que hiciese allí ese otro bicho con colmillos y garras letales.
Aguanté unos segundos más con la cuerda tensada, asegurándome de la fuerza del viento apenas imperceptible y adelantándome a los movimientos que el licántropo realizaría a continuación. Y entonces, cuando creí tener todas las variables controladas, solté la cuerda con decisión, acertando de lleno en el corazón del lobo, que cayó de espaldas con un fuerte aullido. Aun así, repetí la operación para asegurarme que no me causaría problemas después.
Tomé otra flecha y la coloqué en el arco, dispuesta a continuar la caza de esa noche contra lo que fuese. Algo me decía que a la pantera no le habría hecho mucha gracia que le fastidiase la diversión.
Última edición por Maggie Craig el Miér Feb 15, 2017 2:19 pm, editado 1 vez
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
‘’El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización.’’
– Bertrant Rousell.
Mi llegada a París hacia más o menos cuatro semanas había sido un cambio radical a mi vida. No estaba acostumbrado al horario, al aire, al ambiente, mucho menos a la gente, aquí, anochecía más temprano y amanecía más tarde. Las personas parecían siempre andar enloquecidas por las calles, caminaban de aquí y allá siempre buscando algo, verdaderamente eran un dolor de cabeza por eso me había encargado de vivir en unos apartamentos algo retirados del centro de la ciudad y el bullicio citadino, prefería la privacidad del silencio en las afueras y la cercanía con el bosque. Al menos en aquellas cuatro paredes las cuales había rentado y que no estaban mal para empezar en un sitio al cual jamás había visitado, me resultada el lugar preferido de confort después de que me pasaba por el día paseando con Gella por toda la ciudad tratando de encontrar las otras dos piezas perdidas del rompecabezas familiar que supuestamente tenía y claro, no había obtenido ningún resultado.
Cerrando los ojos me dejé consolar por la soledad de aquella habitación que contaba únicamente con una cama, una mesa que usaba raramente para desayunar, dos sillas y un lavabo. No había escuchado las voces en mi cabeza últimamente así que consideraba aquello como una bendición del divino, comenzaba a creer que podría acostumbrarme a un nuevo inicio y que con esto, la maldición a la cual estaba destinado no sería más que una mala broma del destino para verme donde mejor le gustaba – en el suelo – era cuestión de tiempo, no era malo adaptándome a cosas nuevas, después de todo había nacido para eso, cambiante. Me tendí sobre la cama mientras escuchaba como un suave canto penetraba mi piel, podía jurar que era la voz de una mujer un tanto joven gemía a la distancia. No tardé más de dos segundos en entender quién era que me despertaba de lo que sería un plácido sueño y cuando menos lo pensé estaba ella ahí, el demonio que siempre me atormentaba en forma de mujer.
Gella no solía mostrarse muy a menudo en una forma corpórea y cuando lo hacía significaban dos cosas, problemas o… muchos problemas traducido esto sería una aberrante diversión para ella. Estaba seguro que quería que capturase algún humano para vendérselo a Belsebú en cambio cuando levanté mi cuerpo de forma automatizada de la cama como un buen gato que es llamado por su amo me señaló la ventana a la cual al asomarme observé a un hombre de mediana estatura arrancarse los cabellos y gritar muy adolorido. Observaba el cielo y se retorcía en su mismo plano mientras los leves quiebres en inicio a su transformación comenzaban a delatarlo. Una mirada sombría se dibujó en mi rostro e inteligentemente supe lo que tenía que hacer, era noche de cacería.
Sin tanto preámbulo me dejé seducir por el momento. En mis adentros mientras iba desnudando el cuerpo, despojándolo de las ropas me iba preguntando con emoción a qué sabría la carne parisina, ¿tendría mejor sabor? ¿Sabría a pan y queso? Sonreí mientras le echaba un último vistazo a Gella que estaba en la habitación observándome desde la ventana y una vez mi cuerpo desnudo se dejó platear por la luz de la luna fui encogiendo el cuerpo, mis piernas fueron reemplazadas por cuatro patas que se aferraban fuertemente a la tierra, mi boca por un hocico corto y alargado con un par de colmillos filosos para desgarrar y mi cabello se transformó en una melena negra y esparcida por todo mi cuerpo de felino una vez que mi apariencia era total a la de una pantera negra.
No sé cuántos minutos me tomó haber llegado al bosque y toparme con el otro animal. Cuántos segundos tardé en comenzar la persecución y sentir cómo mis fauces salivaban de sólo sentir la voraz mordida que daría en la yugular de ese hombre lobo. El juego duró poco tiempo, usaba la agilidad que la naturaleza me permitía para acortar los pasos entre el lobo y yo. El suelo estaba húmedo por alguna resiente lluvia de horas anteriores y lo helado del invierno se expelía a través de los poros, el humo blanco que salía de mi hocico era clara prueba de ello, un giro más y quizás un brinco ayudado por uno de los raquíticos pinos que comenzaba a secarse por las heladas temperaturas y serían suficiente para alcanzar al perro que huía de un simple y amistoso gato cuando y pesado abrazo me apretó los costados y confundido no supe más que refunfuñar sintiendo el peso de Gella que era obviamente imposible, su cuerpo etéreo no era más que eso, una condensación de su podrida alma.
–¿Qué no ves lo que tienes al frente? Te están esperando – susurró a uno de mis oídos mientras seguía la persecución – Piensa que le perteneces y va a matarte– jadeó mientras soltaba una risa siniestra, tanto así que hizo que las garras de mis patas saltaran y fue cuando justo disminuí el paso ¿De qué estaba hablando? No había nadie más que yo y ese sucio lobo… Cuando mi atención fue perturbada por el aullido de mi presa. Mi mirada confundida se dirigió rápidamente al desplomado e inerte hombre lobo que rápidamente regresaba a su forma original. Irritado busqué entre la maleza y los árboles, el porqué de la muerte de mi cena cuando vi una pequeña granuja apuntándome con una flecha dispuesta a repetir lo que había hecho a mi amigo.
– Estúpida humana, ¿intentas morir?– gruñí a la insulsa demostrándole lo equivocado del punto de su flecha. Ella no había disparado a la bestia que estaba muerta en el suelo, había firmado su sentencia de entierro. Siseando la cabeza le miré amenazante. Mis ojos amarillos destilaban odio, quizás si ella fuese lo suficientemente inteligente podría escucharme maldecirla cuando comencé a correr en dirección a ella, en modo de ataque. Sabía por los años de experiencia que si le iba de frente a algún objetivo que tuviese arma sería mi perdición así que si ella se animaba a lanzar habría consecuencias. Abriendo las fauces antes de que pudiese disparar de nuevo retraje las patas para desviar el cuerpo en otra dirección y así usar lo que mejor me vendría para atacarla; las alturas.
Desde la cima de uno de los frondosos abetos comencé a usar las ventajas de ser un felino. El sigilo y la precaución eran como una biblia y desde la cima de las ramas de aquél árbol la estudie sin dejar de moverme, cambiando de posición para evitar ser interceptado después de todo no estaba exento. La gentileza con la que mis patas pisaban las ramas adormecía a cualquiera dándome la ventaja de poderme cambiar de sitio y cuando lo vi prudente usé el peso y la gravedad para caerle encima a ella en una clara mordida hacia su hombro que alcancé con la mitad del hocico mientras que el resto del cuerpo tumbaba el arma de sus manos y aun sabiendo que había rasgado sus ropas y mordido su carne no sentía suficiente sangre en mi boca como para detenerme hasta sentirme saciado y eso lo supe desde que mi lengua pasó por mis bigotes y me imponía nuevamente contra ella con ánimo de atacar.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Localización : Francia
Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
Su amarillenta mirada podía apreciarse incluso en la oscuridad, reflejo sin duda de la luz proyectada de la luna llena sobre sus salvajes ojos. Era consciente de que con mi segunda flecha para asegurarme de que el licántropo no despertaría, le había revelado gratuitamente mi posición. Podía interpretarse como una insensatez por mi parte, pero lo cierto es que tampoco me preocupaba. Si esa pantera tenía el mínimo instinto de supervivencia, debería salir huyendo después de comprobar lo que había hecho con su cena. Yo no erraba mis tiros, y ella no se llevaría mejor parte que el lobo que yacía inerte en el suelo.
Con una sonrisa ladina mantuve la posición mientras apuntaba con la flecha tensada en el arco hacia la bestia, que al parecer no tenía ganas de seguir viviendo, pues se encaró hacia mí con un trote veloz. -¿Quieres jugar, gatito? Está bien, juguemos.- cerré despacio el ojo derecho tras una última ojeada, apuntando con el que permanecía abierto. Disminuí el ritmo de mi respiración, reconsiderando de nuevo la dirección y fuerza del viento, anteponiéndome a los movimientos del animal que acortaba distancias, hasta que de pronto desapareció de mi campo visión.
Destensé el arco y bajé la flecha apuntando ahora al suelo, poniéndome en pie para tener una perspectiva más amplia. ¿Cómo era posible que de pronto fuese incapaz de ver hacia donde se marchaba? Aunque me hubiese gustado escoger la opción en la que su repentino gesto era fruto de una huída más que admirable, sabía que por la rabia que podía denotarse en cada centímetro de su peludo cuerpo, ese animal no olvidaría que le había fastidiado y retado a acercarse al continuar apuntándolo con la flecha. Así que su desaparición no podía deberse a otra cosa que no fuese parte de su plan de ataque. Aunque, ¿desde cuándo los animales eran capaces de racionalizar un plan de ataque de esa forma? Coloqué el arco en mi hombro pasándolo a través de la cabeza y el brazo, y en esta ocasión decidí escoger como armas dos dagas de plata que me había regalado Altair.
Caminé con sigilo por la roca donde minutos antes había estado tumbada, buscando cualquier leve sonido o movimiento de un arbusto que me indicase donde estaba agazapado el felino. Pero reinaba un silencio tan sepulcral que me resultaba hasta extraño; eso no auguraba nada bueno. Me detuve al creer escuchar un crujir de ramas, cerrando los ojos para localizar la localización exacta del sonido. Fue entonces cuando me di cuenta del error que había cometido al no imaginar que el animal estaría buscando atacarme desde otra posición que no fuese encararme de frente. Y que mejor forma de hacerlo que sorprendiéndome desde las alturas.
Me desplomé de espaldas sobre la dura y fría roca cuando el peso del felino cayó sobre mí. Fui incapaz de mantenerme en pie por el fuerte golpe que me derribó y me dejó totalmente en desventaja frente a un animal que me triplicaba en peso y fuerza. Una de las dagas cayó al suelo tintineando en éste, cuando sus dientes desgarraron mi hombro y de mis labios salió un grito ahogado de dolor. Pero no podía rendirme en ese momento, todavía llevaba la otra daga en la mano con la que pensaba terminar con la existencia de esa bestia que descargaba su frustración frente a mí.
-¿Te crees que por un simple mordisco ya me has vencido? Estás muy equivocado, esto no ha hecho más que empezar.- siseé tratando de ponerme en pie mientras empuñaba la daga de forma amenazante. El dolor punzante del hombro me turbaba la visión, pero no era momento de mostrar debilidades.- Cuando todo esto termine, te usaré de alfombra para mi salón.
Clavé mi mirada en la suya, dispuesta a luchar con uñas y dientes si eso era lo que esperaba. Podía ser una pantera enorme, pero yo era una cazadora de sobrenaturales, un simple gato no podría derrotarme con tanta facilidad.
Con una sonrisa ladina mantuve la posición mientras apuntaba con la flecha tensada en el arco hacia la bestia, que al parecer no tenía ganas de seguir viviendo, pues se encaró hacia mí con un trote veloz. -¿Quieres jugar, gatito? Está bien, juguemos.- cerré despacio el ojo derecho tras una última ojeada, apuntando con el que permanecía abierto. Disminuí el ritmo de mi respiración, reconsiderando de nuevo la dirección y fuerza del viento, anteponiéndome a los movimientos del animal que acortaba distancias, hasta que de pronto desapareció de mi campo visión.
Destensé el arco y bajé la flecha apuntando ahora al suelo, poniéndome en pie para tener una perspectiva más amplia. ¿Cómo era posible que de pronto fuese incapaz de ver hacia donde se marchaba? Aunque me hubiese gustado escoger la opción en la que su repentino gesto era fruto de una huída más que admirable, sabía que por la rabia que podía denotarse en cada centímetro de su peludo cuerpo, ese animal no olvidaría que le había fastidiado y retado a acercarse al continuar apuntándolo con la flecha. Así que su desaparición no podía deberse a otra cosa que no fuese parte de su plan de ataque. Aunque, ¿desde cuándo los animales eran capaces de racionalizar un plan de ataque de esa forma? Coloqué el arco en mi hombro pasándolo a través de la cabeza y el brazo, y en esta ocasión decidí escoger como armas dos dagas de plata que me había regalado Altair.
Caminé con sigilo por la roca donde minutos antes había estado tumbada, buscando cualquier leve sonido o movimiento de un arbusto que me indicase donde estaba agazapado el felino. Pero reinaba un silencio tan sepulcral que me resultaba hasta extraño; eso no auguraba nada bueno. Me detuve al creer escuchar un crujir de ramas, cerrando los ojos para localizar la localización exacta del sonido. Fue entonces cuando me di cuenta del error que había cometido al no imaginar que el animal estaría buscando atacarme desde otra posición que no fuese encararme de frente. Y que mejor forma de hacerlo que sorprendiéndome desde las alturas.
Me desplomé de espaldas sobre la dura y fría roca cuando el peso del felino cayó sobre mí. Fui incapaz de mantenerme en pie por el fuerte golpe que me derribó y me dejó totalmente en desventaja frente a un animal que me triplicaba en peso y fuerza. Una de las dagas cayó al suelo tintineando en éste, cuando sus dientes desgarraron mi hombro y de mis labios salió un grito ahogado de dolor. Pero no podía rendirme en ese momento, todavía llevaba la otra daga en la mano con la que pensaba terminar con la existencia de esa bestia que descargaba su frustración frente a mí.
-¿Te crees que por un simple mordisco ya me has vencido? Estás muy equivocado, esto no ha hecho más que empezar.- siseé tratando de ponerme en pie mientras empuñaba la daga de forma amenazante. El dolor punzante del hombro me turbaba la visión, pero no era momento de mostrar debilidades.- Cuando todo esto termine, te usaré de alfombra para mi salón.
Clavé mi mirada en la suya, dispuesta a luchar con uñas y dientes si eso era lo que esperaba. Podía ser una pantera enorme, pero yo era una cazadora de sobrenaturales, un simple gato no podría derrotarme con tanta facilidad.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
El zumbido en mis oídos era demasiado molesto, podía sentir como una especie de lagunas inundaban mi visión mientras mi encolerizado yo se contenía por no cometer ninguna estupidez. Sí, era un animal pero también tenía la capacidad de pensar y eso era lo que me diferenciaba de cualquier bestia común y corriente. Iba a ser un festín con la carne de la humana que una vez que de su boca salieran las palabras no hizo más que golpear mi ego haciéndolo insoportable de contener, el deseo por hacerle callar, ni siquiera toleraba la forma que con pesadez respiraba o lo rápido que latía su corazón, estaba tan lleno de insatisfacción, que creo que la boca que ella se oiría mejor gimiendo de dolor mientras le arrancase hebra por hebra las líneas de los músculos.
El olor de la sangre humana aromatizaba el ambiente que se mostraba prometedor. El primer error de ella había sido cazar la presa de un predador, su segundo; ser torpe con las armas, era una cazadora que podía haberme herido, tenía clara ventaja sobre mí aun así la había desperdiciado ¿qué era? ¿Una novata? Y su tercer y más grande error; no haber descubierto que era un cambiante, que no sólo era un simple y común felino con capacidades extraordinarias para las mordidas. Jadeando solté un gruñido haciendo que de la nariz saliera aire blanco, quería pensar que eso era algún cigarrillo que había conseguido por ahí. Sonriendo internamente hubiese deseado que ella realmente pudiese verme bufándome de su discurso. Yo no ocupaba palabras, quería verle abrirme la piel para así disipar la molestia que había provocado al convertirse en una ladrona.
Analizándola observé su complexión, el hombro no dejaba de sangrar, el olor era cegador aunque ya aquella lucha era un tanto personal, no se trataba si tenía hambre o no. Volviendo a avanzar frente a ella, comencé a pisar el frío suelo que se hundía ante mis patas, esta vez no iba a usar trucos. No alturas o maleza que cubriera mi delito, iba a atacarle de frente.
Agachando el lomo y parte de la cabeza mientras mis ojos parecían dos pares de clavos que crucificaban el cuerpo de la cazadora. Realmente quería que usara ese cuchillo con sabiduría un poco de dolor sólo disminuirían mis preocupaciones. En ese momento no tenía más en la cabeza que no fuese ella. Jamás me había idiotizado tanto por una presa. Comenzando a agarrar velocidad corrí tras de ella como si fuese el final de una línea de carrera y fuese su carne el premio estiré las patas de atrás para alcanzarle y cuando estuve lo suficientemente cerca salté encima de ella nuevamente, estaba vez utilizando mi peso como apoyo para brincar en el aire dejando en la cazadora la perfecta libertad para que sus brazos se moviesen, si era sabia iba a utilizar esa ventaja a su favor y por supuesto debió hacerlo porque antes de que mis patas delanteras cayeran sobre sus hombros sentí como un escozor caliente bañaba mi costado, era una especie de frenesí auspiciado por la adrenalina que me no me hizo detenerme, ¿estaba herido?
Tumbando en el suelo el cuerpo de ella sin clara evidencia del arma blanca que hacía un momento empuñaba con orgullo solté un gruñido en su cara con las fauces bien abiertas, mis patas mantenían el huesudo tórax clavado en la tierra mi rostro bajó desde el rostro ajeno hasta la herida de su hombro y por instinto lamí esa sangre sólo un poco a lo que sin pensar dos veces iba a desgarrar cuando el infame dolor de algo clavado en mi costado rompió tan preciado momento por lo que arañé sus ropas en un gruñido y buscando el origen de tan ponzoñoso dolor observé mi costado con la daga clavada en toda la extensión de esa piel y haciendo un ademán con la cabeza para alcanzarla parecía inútil llegar a ella de esa forma, necesitaba mis manos así que sin pensarlo dos veces me retraje encima de ella y sin dejar aquella posición comencé a tomar forma humana nuevamente frente a sus ojos mientras mis patas se transformaban en manos y pies y unos buenos y trabajados brazos y piernas y estirando una de éstas logré sacar de mi costado el puñal amenazador que aventé sin pensarlo dos veces y devolviendo la mirada al rostro ajeno fruncí el ceño y apresando ambas muñecas en el suelo para negar, frustrado.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Localización : Francia
Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
Podía sentir como mi desacompasada respiración provocaba que mi pecho subiese y bajase a un ritmo frenético, como mi corazón amenazaba con salirse de éste para huir lejos de la pantera, y como mi pulso me traicionaba y la daga que mantenía bien sujeta con la mano, temblaba acompañada con cada gruñido de la bestia que tenía frente a mí.
La velada que había augurado como una tranquila y entretenida noche de caza se había transformado en pocos minutos en una situación cuanto menos comprometida. Si bien estaba más que acostumbrada a cazar licántropos en su forma lupina, jamás había cazado a ningún otro animal de tan grandes dimensiones.
Cazar lobos era fácil, para empezar porque su rabia e impetuosidad les hacía cometer muchos errores y su falta de raciocinio les impedía tramar elaborados planes. Sin embargo, con este animal todo había sido distinto desde un principio. Había sido capaz de buscar una ruta alternativa hasta mi posición para asaltarme por la espalda, y eso le había dado cierta ventaja sobre mí. Al hacerme esa herida en el hombro había marcado una clara ventaja a su favor, ya no solo por la pérdida de sangre, sino por el dolor que se apoderaba de todo mi ser.
Pero ahora volvíamos a estar cara a cara. Cualquier movimiento que realizase la bestia sería contrarrestado por uno mío. Mis ojos pardos se clavaron en los suyos, amenazantes, salvajes; apostando sin riesgo a equivocarme que con la siguiente postura que estaba tomando el felino me atacaría para rematar lo que había dejado a medias. Miré la herida de mi hombro de reojo, conocedora de que me traería problemas a la hora de enfrentarme a él.
Tras un profundo gruñido que me heló la sangre, el animal se lanzó corriendo hacia mi posición, mientras yo atrasaba levemente mi pierna derecha para tratar de parar el impacto de la mejor forma posible. Cuando vi como éste con un gran salto se abalanzó sobre mí, no dudé en usar contra él la daga que llevaba en la mano, clavándosela en el costado derecho con todas mis fuerzas. Sentí como su cálida sangre resbalaba por mi mano justo antes de soltar la daga dejándosela clavada sin compasión. Mientras el arma se mantuviese en su carne, la herida continuaría sangrando, y el animal debilitándose.
Ambos caímos al suelo en un duro golpe; yo de espaldas sobre éste y la pantera sobre mí. Siseé por el punzante dolor que me atravesaba todo el cuerpo, siendo consciente de que probablemente me hubiese roto alguna costilla con la caída. Su cálido aliento golpeaba mi cara por la proximidad de nuestros rostros, y podía sentir el peso de su voluminoso cuerpo sobre mi pecho. Ese animal estaba decidido a matarme, si no era a mordiscos sería de asfixia. Me quedé desconcertada cuando pasó su lengua por mi herida, mordiéndome la lengua para no quejarme por si por su gesto me provocaba una infección. ¿Acaso me estaba probando para saber si mi sabor le agradaba antes de comerme?
Pero esto no fue lo más extraño de todo, sino lo que sucedió a continuación. La daga estaba incrustada en un lugar de difícil acceso, y no se encontraba allí por pura casualidad. Sabía que con una ligera sacudida la pantera no atinaría a quitarse el arma, que continuaría cumpliendo con el objetivo de debilitarlo por la pérdida de sangre. Sonreí ladina sabiendo que ahora más o menos estábamos en igualdad de condiciones, si no teníamos en cuenta que él tenía garras, colmillos y me tenía apresada bajo su cuerpo. Cierto, mi igualdad de condiciones era una basura, pero al menos le había herido. Estaba satisfecha por mi certero golpe cuando de pronto todo su cuerpo comenzó a cambiar ante mis ojos; las garras se transformaron en manos y pies, el pelaje desapareció por completo y frente a mi mirada catatónica apareció un hombre joven que me duplicaba el tamaño. Negué con la cabeza presa de la incredulidad, ¿Qué demonios era eso? ¿Algún tipo de hechizo? El golpe en la cabeza, me he dado más fuerte de lo que creía, pensé.
Pero por si no era ya bastante sub realista la situación, tras quitarse la daga que tenía clavada en su cintura, el joven volvió a colocarse sobre mí, sujetándome las muñecas y evitando mi herida. ¿Es que acaso me veía pinta de que fuese capaz de ponerme en pie? Levanté la cabeza para comprobar que no era producto de mi imaginación; la calidez de su piel contra mis muñecas era real, el peso de su cuerpo desnudo sobre el mío era real. Espera, ¿había dicho desnudo? Mis mejillas se tornaron de todos los colores posibles de rojo y suspiré contrariada.
-¿Qué demonios eres tú? ¿Eres producto de mi imaginación? ¿La pantera me ha matado y tu eres un ángel que ha venido para llevarme al cielo?- ladeé la cabeza para comprobar de nuevo que estaba ahí, nerviosa por el desenlace de esa pelea. Las palabras apenas eran un susurro, y tuve que tragar saliva varias veces confusa por estar hablando ahora con un hombre que antes era una pantera ¿eso era posible? Me dieron ganas de atizarme de nuevo en la cabeza; como si los licántropos, brujos y vampis que yo cazaba fuesen algo normal y cotidiano.- Y principalmente, ¿por qué diantres estás desnudo? Me resulta un poco incómodo que vayas sin ropa, ¿sabes?
La velada que había augurado como una tranquila y entretenida noche de caza se había transformado en pocos minutos en una situación cuanto menos comprometida. Si bien estaba más que acostumbrada a cazar licántropos en su forma lupina, jamás había cazado a ningún otro animal de tan grandes dimensiones.
Cazar lobos era fácil, para empezar porque su rabia e impetuosidad les hacía cometer muchos errores y su falta de raciocinio les impedía tramar elaborados planes. Sin embargo, con este animal todo había sido distinto desde un principio. Había sido capaz de buscar una ruta alternativa hasta mi posición para asaltarme por la espalda, y eso le había dado cierta ventaja sobre mí. Al hacerme esa herida en el hombro había marcado una clara ventaja a su favor, ya no solo por la pérdida de sangre, sino por el dolor que se apoderaba de todo mi ser.
Pero ahora volvíamos a estar cara a cara. Cualquier movimiento que realizase la bestia sería contrarrestado por uno mío. Mis ojos pardos se clavaron en los suyos, amenazantes, salvajes; apostando sin riesgo a equivocarme que con la siguiente postura que estaba tomando el felino me atacaría para rematar lo que había dejado a medias. Miré la herida de mi hombro de reojo, conocedora de que me traería problemas a la hora de enfrentarme a él.
Tras un profundo gruñido que me heló la sangre, el animal se lanzó corriendo hacia mi posición, mientras yo atrasaba levemente mi pierna derecha para tratar de parar el impacto de la mejor forma posible. Cuando vi como éste con un gran salto se abalanzó sobre mí, no dudé en usar contra él la daga que llevaba en la mano, clavándosela en el costado derecho con todas mis fuerzas. Sentí como su cálida sangre resbalaba por mi mano justo antes de soltar la daga dejándosela clavada sin compasión. Mientras el arma se mantuviese en su carne, la herida continuaría sangrando, y el animal debilitándose.
Ambos caímos al suelo en un duro golpe; yo de espaldas sobre éste y la pantera sobre mí. Siseé por el punzante dolor que me atravesaba todo el cuerpo, siendo consciente de que probablemente me hubiese roto alguna costilla con la caída. Su cálido aliento golpeaba mi cara por la proximidad de nuestros rostros, y podía sentir el peso de su voluminoso cuerpo sobre mi pecho. Ese animal estaba decidido a matarme, si no era a mordiscos sería de asfixia. Me quedé desconcertada cuando pasó su lengua por mi herida, mordiéndome la lengua para no quejarme por si por su gesto me provocaba una infección. ¿Acaso me estaba probando para saber si mi sabor le agradaba antes de comerme?
Pero esto no fue lo más extraño de todo, sino lo que sucedió a continuación. La daga estaba incrustada en un lugar de difícil acceso, y no se encontraba allí por pura casualidad. Sabía que con una ligera sacudida la pantera no atinaría a quitarse el arma, que continuaría cumpliendo con el objetivo de debilitarlo por la pérdida de sangre. Sonreí ladina sabiendo que ahora más o menos estábamos en igualdad de condiciones, si no teníamos en cuenta que él tenía garras, colmillos y me tenía apresada bajo su cuerpo. Cierto, mi igualdad de condiciones era una basura, pero al menos le había herido. Estaba satisfecha por mi certero golpe cuando de pronto todo su cuerpo comenzó a cambiar ante mis ojos; las garras se transformaron en manos y pies, el pelaje desapareció por completo y frente a mi mirada catatónica apareció un hombre joven que me duplicaba el tamaño. Negué con la cabeza presa de la incredulidad, ¿Qué demonios era eso? ¿Algún tipo de hechizo? El golpe en la cabeza, me he dado más fuerte de lo que creía, pensé.
Pero por si no era ya bastante sub realista la situación, tras quitarse la daga que tenía clavada en su cintura, el joven volvió a colocarse sobre mí, sujetándome las muñecas y evitando mi herida. ¿Es que acaso me veía pinta de que fuese capaz de ponerme en pie? Levanté la cabeza para comprobar que no era producto de mi imaginación; la calidez de su piel contra mis muñecas era real, el peso de su cuerpo desnudo sobre el mío era real. Espera, ¿había dicho desnudo? Mis mejillas se tornaron de todos los colores posibles de rojo y suspiré contrariada.
-¿Qué demonios eres tú? ¿Eres producto de mi imaginación? ¿La pantera me ha matado y tu eres un ángel que ha venido para llevarme al cielo?- ladeé la cabeza para comprobar de nuevo que estaba ahí, nerviosa por el desenlace de esa pelea. Las palabras apenas eran un susurro, y tuve que tragar saliva varias veces confusa por estar hablando ahora con un hombre que antes era una pantera ¿eso era posible? Me dieron ganas de atizarme de nuevo en la cabeza; como si los licántropos, brujos y vampis que yo cazaba fuesen algo normal y cotidiano.- Y principalmente, ¿por qué diantres estás desnudo? Me resulta un poco incómodo que vayas sin ropa, ¿sabes?
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
Nunca antes había sido una transformación tan dolorosa, quizás era porque cuando mis huesos nuevamente se estaban alargando para coger su tamaño original se encontraron con el puñal daño igual estructuras y vasos sanguíneos. Mi cara mostraba una pesarosa seriedad ocultando la palpitante y dolorosa herida de mi costado. Era tan molesto, pero debía dejar la magia hacer, pronto estaría sanado, esa daga no estaba bendita por la iglesia o algún brujo ¿Quién caza sobrenaturales sin las debidas armas? Mofé internamente mientras mis ojos jamás se apartaron de los ajenos en una clara señal de advertencia. Si hacía algún movimiento en falso la estrangularía hasta ver su rostro azulado y muerto y después comería su carne como pago al precio de su osadía. El agarre a sus muñecas se volvió más apretado y grosero, no me importaba que fuera una mujer, ella no era cualquier damisela que accidentalmente se había metido en esto. La forma en la que me enfrentó unos minutos atrás sólo me ayudaron a descifrar su verdadero ser, a diferencia de ella, yo sí tuve la capacidad de asegurar que ella era una cazadora, una muy mala cazadora, joven y torpe que había sido capaz de dañarme.
Mi pecho que subía y bajaba con la misma fuerza que el de ella se fue relajando, independientemente de lo bizarro que se tornaba la situación al estar sin ningún pedazo de tela que cubriese mi cuerpo. Mis ojos se tornaron de un amarillo vivaz de cuando fui pantera a uno verde-azulado más pálido y frío, seguía sin musitar ni una sola palabra mientras observaba la cara de confusión de mi presa. Disfruté ese momento sin mostrarle ni un atisbo de éste a ella. Quería reírme en su cara más no fue así, simplemente me mantuve en un crudo silencio.
De repente todo aquel bosque quedó enmudecido, no se podía escuchar ni un tan solo sonido de gracia, era un maldito cementerio que se convertiría en el de ella. Finalmente me había convertido en juez de los tormentos sus tormentos, era aquí donde la ley de sobrevivencia se convertía en válida y la vida en una injusta perra que amenazaba con morder la mano de quien se interpusiera en su destino. Frunciendo el ceño observé su herida, no dejaba de sangrar, a este paso si no apresuraba las cosas iba a morir desangrada y el deseo de cenar carne fresca se reducía a un corazón sin combustible para latir haciendo esos músculos frígidos al roer. — Guarde silencio— susurré finalmente con una voz ronca y muy masculina mientras mi cara se inclinaba en dirección a la de ella — Aún está en la tierra y yo lejos de ser un ángel, soy su verdugo — puse sentir como mi nariz rozó la mejilla ajena mientras mis labios cogían dirección hasta el oído ajeno, como si fuese un secreto que quisiera que ella mantuviese entre ambos, un pecado culposo del que no podía expiar. —Abra los ojos aunque duela. Manténgase despierta porque de esta manera tan insolente no va a morir — sentencié separando el rostro del ajeno para poder volver a verle.
—Creo que le enseñaron mal las reglas del juego. Su mentor debe ser un fracaso o usted una pésima aprendiz — gruñí con un tono de burla que no iba acompañado de alguna sonrisa — ¿Uhm? — su últimas palabras me desconcertaron un poco, ella estaba a punto de morir desangrada o bajo algún tipo de tortura bajo mis manos ¿y le preocupaba mi falta de pudor? — ¿No cree que hay cosas más importantes a las cuales deba prestar atención más que a mi carencia de ropa?— y soltando el agarre de sus manos erguí la espalda quedando sobre ella pero sin que mi torso hiciera peso sobre los huesos fracturados de ella. Pasándome una mano por los cabellos aparté unos cabellos cuantos de mi cara y poniéndome de pie le di la espalda sin dejar de estar pendiente de las acciones de ella mientras le miraba de reojo. Llevando una de mis manos hasta el costado derecho donde estaba la herida que con el tiempo mermaba su sangrado me quejé — ¿Cómo debería hacerlo con usted? — hablé en voz alta sintiendo como el ritmo del corazón contrario iba en disminución, quizás se había agotado la dosis de adrenalina o su sangre cualquiera de las dos posibilidades era viable mientras yo me cuestionaba por qué seguía ella respirando.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
El profundo desgarro que me abrasaba el hombro, y que había sido hecho por la extraña criatura que podía permutar de animal a humano a su voluntad, continuaba sangrando profusamente y una especie de sabor metálico inundó mi paladar. Probablemente con el golpe me había mordido en alguna parte del interior de la boca, aunque en proporción con lo que me martirizaba el resto del cuerpo, apenas esto era imperceptible. Al entumecimiento sentido por todo el cuerpo tenía que sumarle además la situación tan precaria en la que me encontraba. Cierto que cuando era la pantera quien estaba apostada sobre mí, mis posibilidades de salir airosa de aquello era mínimas, pero es que ahora, teniendo a ese tan bien formado hombre encima, se me antojaba casi o más peligroso que cuando era la pantera quien ocupaba su lugar. Sus manos seguían aferrando con fuerzas mis muñecas, y el peso de su cuerpo me incapacitaba la posibilidad de defenderme o de sorprenderle de alguna forma.
Cuando el hombre acercó su rostro al mío, con la calma de un felino a punto de atrapar a su presa, para después desviarse hacia la herida de mi hombro, tensé cada uno de los músculos de mi cuerpo, provocando no solo estremecerme con rabia por el dolor de las heridas causadas, sino que una considerable cantidad de sangre emanase del hombro. Podía sentir como mi energía iba menguando, y no precisamente por la cantidad de adrenalina que en esos momentos inundaba todo mi ser. Lo más extraños de todo es que no sentía miedo, no desde que se había vuelto humano. Mi corazón latía con fuerza, preso del nerviosismo y la agonía que sentía en esos momentos.
-Me mantendré con vida, eso no lo dude. Pero no para darle la satisfacción de matarme después, sino para mostrarle que no soy un fracaso y que las reglas me las conozco mejor que vos las normas cívicas de esta sociedad en la que tratáis de encajar. Aunque tengáis apariencia humana no dejáis de ser una bestia, y como tal debéis ser cazado. No permitiré que ninguna bestia siembre el terror entre los humanos. - murmuré sin poder elevar mucho la voz, pues cada palabra era un esfuerzo sobrehumano. Desvié la mirada cuando se refirió a mi mentor; ciertamente si estuviese viendo desde donde fuese que estuviese, lo más probable es que se avergonzase de mí.- Es posible que yo sea una cazadora pésima, pero es lo que sucede cuando tu padre, que casualmente es tu maestro, muere asesinado a manos de un inmortal antes de haber podido terminado con tu formación.
Sentí como el rubor subía a mis mejillas, delatándome por completo. ¿Cómo le explicas a un hombre al que acabas de conocer que su desnudez te pone nerviosa? ¿Qué no has tratado exactamente con seres del género masculino? Suspiré contrariada sin saber que responder, agradeciendo infinitivamente a todos los dioses cuando me liberó de su agarre, para posteriormente dejar de presionarme con su cuerpo. – Si quiere puedo intentar coserle la herida; tengo el material necesario en mi bolsa.- señalé con el dedo unos matorrales no muy lejanos donde había dejado mis pertenencias. Respiré profundamente, llenando mis pulmones en su totalidad para luego y expirando poco a poco, hasta que sin poder evitarlo mi mirada se fijó en ese hombre, que ahora en pie, era mucho más increíble de lo que me había parecido en un principio. Y además, seguía desnudo. ¿Es que no tenía ningún truco para taparse si quiera con un taparrabos?
De súbito, una oleada de calor envolvió todo mi cuerpo, dando repentinamente paso a un frío atroz. Suspiré despacio e hice lo que había jurado no hacer, cerré los ojos y me sumergí en una confusa oscuridad.
Cuando el hombre acercó su rostro al mío, con la calma de un felino a punto de atrapar a su presa, para después desviarse hacia la herida de mi hombro, tensé cada uno de los músculos de mi cuerpo, provocando no solo estremecerme con rabia por el dolor de las heridas causadas, sino que una considerable cantidad de sangre emanase del hombro. Podía sentir como mi energía iba menguando, y no precisamente por la cantidad de adrenalina que en esos momentos inundaba todo mi ser. Lo más extraños de todo es que no sentía miedo, no desde que se había vuelto humano. Mi corazón latía con fuerza, preso del nerviosismo y la agonía que sentía en esos momentos.
-Me mantendré con vida, eso no lo dude. Pero no para darle la satisfacción de matarme después, sino para mostrarle que no soy un fracaso y que las reglas me las conozco mejor que vos las normas cívicas de esta sociedad en la que tratáis de encajar. Aunque tengáis apariencia humana no dejáis de ser una bestia, y como tal debéis ser cazado. No permitiré que ninguna bestia siembre el terror entre los humanos. - murmuré sin poder elevar mucho la voz, pues cada palabra era un esfuerzo sobrehumano. Desvié la mirada cuando se refirió a mi mentor; ciertamente si estuviese viendo desde donde fuese que estuviese, lo más probable es que se avergonzase de mí.- Es posible que yo sea una cazadora pésima, pero es lo que sucede cuando tu padre, que casualmente es tu maestro, muere asesinado a manos de un inmortal antes de haber podido terminado con tu formación.
Sentí como el rubor subía a mis mejillas, delatándome por completo. ¿Cómo le explicas a un hombre al que acabas de conocer que su desnudez te pone nerviosa? ¿Qué no has tratado exactamente con seres del género masculino? Suspiré contrariada sin saber que responder, agradeciendo infinitivamente a todos los dioses cuando me liberó de su agarre, para posteriormente dejar de presionarme con su cuerpo. – Si quiere puedo intentar coserle la herida; tengo el material necesario en mi bolsa.- señalé con el dedo unos matorrales no muy lejanos donde había dejado mis pertenencias. Respiré profundamente, llenando mis pulmones en su totalidad para luego y expirando poco a poco, hasta que sin poder evitarlo mi mirada se fijó en ese hombre, que ahora en pie, era mucho más increíble de lo que me había parecido en un principio. Y además, seguía desnudo. ¿Es que no tenía ningún truco para taparse si quiera con un taparrabos?
De súbito, una oleada de calor envolvió todo mi cuerpo, dando repentinamente paso a un frío atroz. Suspiré despacio e hice lo que había jurado no hacer, cerré los ojos y me sumergí en una confusa oscuridad.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
‘’Las esperanzas son lo último que tienden a perderse’’ - No sé por qué en ese momento aquella frase estuvo zumbándome en la cabeza mientras oía a la humana hablar con dificultad. Podía apostar que minutos antes había fuego en sus palabras, ahora sólo luchaba con contra su voluntad y el desdén de entregarse al sueño profundo, aun así, admirablemente no perdía la fe que saldría bien librada de la situación en la que ella misma se había metido. Su esperanza volcó un tanto mis sentidos, sintiendo un manojo de emociones, entre risa y pesar al descubrir que ningún pensamiento en la cabeza de la chica iba a volverse realidad. Esa herida era una clara sentencia de muerte, si no dejaba de sangrar dentro de poco se volvería lo que siempre fue, cenizas, a lo que todos estamos destinados a ser una vez muertos. Apretando los dientes mis ojos juzgaron cada una de sus frases en aquellas largas oraciones, gastaba demasiadas energías tratando de explicarse. Yo no estaba interesado y ella a pesar de estar decayendo aún no caía en cuenta que la posición que tenía en ese momento no era de exigir sino de recibir sin rechistar, simplemente entregarse a lo que quisiese.
—Sabe usted que los dichos populares siempre son sabios, Señorita…. — susurré con voz algo melancólica. No quería que muriese aún. —Hay uno que aplica para este preciso momento y es el que dice: ‘’El pez muere por su propia boca’’ — girando levemente el cuerpo para señalarle con el dedo índice la boca sentencie —No vaya a ser que su parloteo le pase factura, justo para mostrarle que la vida no gira como nosotros pedimos, sino como ella se sienta más cómoda al mover sus piezas. En algún lugar alguien está divirtiéndose al vernos arrancarnos la carne, devorarnos el alma y desangrando nuestro corazón. No somos los que mueven las cuerdas, madeimoselle, somos los peones. — volví a darle la espalda mientras ella se excusaba tras explicaciones que no me importaban, nadie le estaba pidiendo su historia de vida. De cierta manera cada quien cargaba con su dolor como mejor le parecía y lo transformaba en monstruos capaces de destruir o sólo causar lástima. Ella al parecer estaba usando la segunda idea que por mi cabeza pasaba. — No culpe a los demás de sus desgracias. Está lo suficientemente grande como para andar buscando culpables a su condición. No me dé sus razones, salen sobrando. Mi objetivo jamás han sido los humanos, mucho menos finjo ser uno.— sonreí con altanería —Probablemente sea una aberración de la naturaleza, pero es lo que el destino escogió para mí y aprendo a vivir con ello. Nunca elegí ser un cambiante, alejado de usted que se metió con mi presa. — gruñí — Y esa es la razón por la que esta preciosa noche nos junta.—
El viento comenzó a soplar de manera malcriada haciendo que todo a nuestro alrededor se sacudiese. Los árboles comenzaron a mecerse y las ramas y chillar las unas con las otras mientras chocaban. Hacían un horrible escenario en conjunto con el ritmo decadente del corazón de la cazadora. Alzando la ceja cuando sugirió que iba a atenderme busqué con los ojos la dirección que me había señalado donde estaban sus cosas. No me había percatado de su equipo, yo no lo necesitaba, casi estaba sano, la magia de mi especie había hecho que la curación fuese acelerada. En cambio ella… parecía que pronto iba a morir.
Yo no conocí jamás la culpa a la hora de asesinar aun así no supe cómo es que mis pies comenzaron a arrastrarse en dirección al bolso de ella, definitivamente no era esa la razón por la que me había movilizado. Buscando algo con lo que pudiera detener lo inevitable, ese punto de no retorno al cual ella se dirigía en grandes zancadas me incliné para coger con una mano sus cosas. Oyendo como sus pulmones con delicado tiempo se insuflaban tratando de rescatarle comencé a sacar algunas de sus pertenencias buscando el equipo de sutura que ella había mencionado antes de dormirse. Metiendo la mano en el bolso extendí un pedazo de tela negra que saltó a mi encuentro siendo ésta, una especie de capucha la cual usé para cubrir la desnudez y entre comida y limas para afilar armas encontré finalmente una caja con equipo de costura de piel que contaba con lo necesario para detenerle el sangrando.
Llegando hasta ella le observé plácidamente mientras perdía el color en los labios. Tomándola en brazos con un ligero esfuerzo logré acomodarla a modo de darle la mejor visión para aquella tarea. Rasgando la parte superior de la vestimenta ajena expuse la herida a flor de piel notando la sangre comenzaba a secarse, sacando uno de los frascos de vidrio el cual contenía alcohol puro en su interior bañé esa zona antes de coger las pinzas y el hilo para comenzar con la laboriosa tarea de cerrarle. Sin anestesia aquello parecía carnicería, aun así tan débil se encontraba ella que apenas y podía quejarse. Hilvanando su piel cerré cada espacio, cada vaso, logrando contener la hemorragia tras unos quince puntos había terminado y volviendo a cubrir su desnudez con lo que quedaba de la tela limpia no me detuve a pensar por qué lo había hecho y finalmente negué con satisfacción pues esta cazadora me había enseñado que su esperanza la había salvado la vida por lo que me permití permanecer ahí hasta que despertara.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
A pesar del estado de semi inconsciencia en el que me encontraba debido a la pérdida de sangre, podía sentir la presencia del cambiante a mi alrededor, no muy lejos de esa alfombra de hierba y hojas secas que se habían convertido en mi lecho de muerte. A cada minuto que pasaba me sentía más débil, apenas podía percibir el latido de mi corazón.
Poco después de que mis ojos se cerrasen y entrase en ese profundo sueño que sin embargo mantenía todos mis sentidos alerta, sus pasos se
alejaron unos metros, volviendo segundos después de nuevo hasta mi posición. Durante unos instantes juro que pensé que aquel hombre transformado en bestia, o tal vez al contrario, la bestia convertida en hombre, había regresado para cerciorarse de que no salía con vida aquella noche; que mi sentencia de muerte estaba escrita y firmada por la profunda herida que él mismo se había encargado de hacerme.
Mi sorpresa fue notoria cuando sentí la calidez de su cuerpo pegado al mío de nuevo cuando me levantó en brazos para cambiarme de lugar. Creo recordar que traté de hablarle, de preguntarle donde me llevaba, pero apenas un murmullo salió de mis labios en el momento en que me acomodó otra vez en el suelo y durante unos minutos perdí el conocimiento por completo. Extrañas visiones vagaban por mi mente sobre lo que había sido mi existencia cuando una punzada atravesó mi hombro y me hizo reaccionar.
No era la primera vez que me cosían sin anestesia, de hecho normalmente yo lo hacía de ese modo, pero me sentía tan débil que parecía que mil agujas estuviesen clavándose en el mismo lugar. He de reconocer que el que hasta ahora había sido mi rival estaba siendo especialmente cuidadoso y que se tomó su tiempo para cerrarme la herida, lo que me llevó a preguntarme ¿por qué? Minutos antes quería vengarse por haber matado a su presa antes que él, y ahora ¿me salvaba? Cada vez entendía menos a aquellos seres que ya de por sí me parecían extraños. Cuando ya había dado varios puntos y la zona parecía acostumbrarse al dolor, caí de nuevo en un estado comatoso, dejando de sentir incluso mi respiración.
Sueños relacionados con mi padre, con mi madre y mis hermanas fueron todo aquello que recuerdo de ese tiempo impreciso en el que estuve en trance. Podían haber sido esos recuerdos que dicen que todos tenemos antes de morir, pero apostaba a que yo seguía con vida. Y si estaba tan segura era por el inmenso dolor que sentía en todo mi cuerpo.- ¿Qué ha pasado?- susurré con apenas un hilo de voz mientras abría los ojos para buscar su mirada. Tiritaba por la temperatura ambiente, y probablemente por la cantidad de sangre pérdida.- Tengo frío.- cerré los ojos durante unos instantes, incapaz de tenerlos más tiempo abierto sin descansar.
Poco después de que mis ojos se cerrasen y entrase en ese profundo sueño que sin embargo mantenía todos mis sentidos alerta, sus pasos se
alejaron unos metros, volviendo segundos después de nuevo hasta mi posición. Durante unos instantes juro que pensé que aquel hombre transformado en bestia, o tal vez al contrario, la bestia convertida en hombre, había regresado para cerciorarse de que no salía con vida aquella noche; que mi sentencia de muerte estaba escrita y firmada por la profunda herida que él mismo se había encargado de hacerme.
Mi sorpresa fue notoria cuando sentí la calidez de su cuerpo pegado al mío de nuevo cuando me levantó en brazos para cambiarme de lugar. Creo recordar que traté de hablarle, de preguntarle donde me llevaba, pero apenas un murmullo salió de mis labios en el momento en que me acomodó otra vez en el suelo y durante unos minutos perdí el conocimiento por completo. Extrañas visiones vagaban por mi mente sobre lo que había sido mi existencia cuando una punzada atravesó mi hombro y me hizo reaccionar.
No era la primera vez que me cosían sin anestesia, de hecho normalmente yo lo hacía de ese modo, pero me sentía tan débil que parecía que mil agujas estuviesen clavándose en el mismo lugar. He de reconocer que el que hasta ahora había sido mi rival estaba siendo especialmente cuidadoso y que se tomó su tiempo para cerrarme la herida, lo que me llevó a preguntarme ¿por qué? Minutos antes quería vengarse por haber matado a su presa antes que él, y ahora ¿me salvaba? Cada vez entendía menos a aquellos seres que ya de por sí me parecían extraños. Cuando ya había dado varios puntos y la zona parecía acostumbrarse al dolor, caí de nuevo en un estado comatoso, dejando de sentir incluso mi respiración.
Sueños relacionados con mi padre, con mi madre y mis hermanas fueron todo aquello que recuerdo de ese tiempo impreciso en el que estuve en trance. Podían haber sido esos recuerdos que dicen que todos tenemos antes de morir, pero apostaba a que yo seguía con vida. Y si estaba tan segura era por el inmenso dolor que sentía en todo mi cuerpo.- ¿Qué ha pasado?- susurré con apenas un hilo de voz mientras abría los ojos para buscar su mirada. Tiritaba por la temperatura ambiente, y probablemente por la cantidad de sangre pérdida.- Tengo frío.- cerré los ojos durante unos instantes, incapaz de tenerlos más tiempo abierto sin descansar.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
Con el pasar de los segundos, el tiempo se hizo horas. La noche transcurrió en un abrupto sueño. Apenas y podía mantener los ojos abiertos, si había decido quedarme al lado de la cazadora había sido con el único fin de que no muriese a manos de algún otro animal que no fuese yo. La había casi asesinado, antes salvado y ahora tenía una especie de concepción de que su vida me pertenecía, al menos por esos minutos, antes de que su voz otra vez volviese a encender las lumbreras. Jadeando mientras poco a poco mi ser se iba a entregando al sueño, sacudí la cabeza para no dormir. Una de mis manos lavó mi cara mientras un bostezo hizo que mis ojos se humedecieran, hubiera sido más fácil si la hubiese llevado a mi casa y ahí esperar su recuperación pero tampoco era un idiota, después de todo esta mujer era mi enemiga y no iba a darle así de simple mi ubicación. Si le había permitido seguir con vida había sido con una sola razón, me iba a encargar de tomar su vida en una condición más propicia para ambos, quizás con más coherencia y meditación, aún estaba desnudo y ella había corrido con la mala suerte de enfrentarme en mi forma animal.
Ladeando la cabeza de un lado a otro hice que mis cervicales hicieran un sonido especial al tronar y estirando el pecho logré relajar los músculos, después de todo, el daño que ambos nos habíamos hecho estaba sanado, yo estaba nuevo como si nunca antes mi ser hubiera tenido memoria de haber conocido la suerte de la cazadora. La que no corría con el mismo destino era ella, que, aunque no estaba herida de muerte gracias a mi intervención volver de nuevo a sus andabas le tomaría unos cuantos días, sobre todo por los huesos rotos de sus costillas que le iban a impedir siquiera reírse. Mirándola nuevamente alcé una ceja observando sus facciones, su rostro parecía el de una mujer muy dolida, quizás había sufrido con anterioridad, todos lo hacemos en determinado momento y bajo esa máscara de rabia y de oficio sangriento ésta era la verdadera cara de la vida, un rostro hermoso de dureza y miedos.
Observando cómo recuperaba la consciencia fruncí el ceño. Todo vestigio de calma se esfumó, otra vez volvía a ser de piedra. Su voz salió escasamente audible pero pude dilucidar con perfección lo que preguntó. Alzando la ceja un esbozo de sonrisa ladina se dejó ver y acercándome a su rostro una de mis manos tocó donde había cocido para recordarle el dolor de su torpeza, incluso la mordida. Mis dedos viajaron hasta su rostro posándose ahí para hacer que dejara de temblar. Joder, si no moría por la hipovolemia moriría congelada. — No me diga que no recuerda nada — volví a presionar los dedos en su cara mientras mi otra mano buscaba acercar el cuerpo de ella al mío, para transmitirle parte de mi calor corporal, después de todo era una de mis facultades por ser un tipo de sobrenatural de esta especie. — ¿Ahora es más fácil? — pregunté cuestionando sobre su falta de memoria sintiendo como mis dedos se hundían en una de sus fracturas costales haciendo un peculiar sonido y volviéndola presa en mis brazos abracé su delgadez mientras mi ceja se alzaba en forma de una interrogante.
— No malinterprete esto, no estoy queriendo ser pretencioso, romántico o mucho menos, solo estoy cuidando a mi presa de cualquier predador que quiera adueñarse de lo que me pertenece — susurré con voz grave mientras mis ojos recorrían todo aquel moribundo rostro — A amanecido, pronto calentará el sol ¿ha mejorado su escalofrío?— pregunté de forma tranquila — Le cubriría con su abrigo pero — observé aquel pedazo de tela con el que cubría las partes vitales que a ella antes le incomodaban — Puedo entregárselo si desea — susurré — Aunque soy más cálido que cualquier ropa — gruñí esas palabras sacudiéndola un poco para evitar que volviese a quedarse dormida.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Re: La curiosidad mató al gato [Privado]
Una pícara sonrisa se dibujó en mis labios cuando acercó su cuerpo al mío de nuevo, totalmente desconcertado ante mi pregunta. Sopesé si divertirme unos minutos a su costa fingiendo no recordar nada de lo ocurrido, pero mi lamentable estado en esos momentos era demasiado precario como para andar con juegos. Todavía no estaba segura de si la ayuda del cambiante me sería indispensable para salir con vida esa noche, más lo que sí tenía claro es que si no se hubiese quedado conmigo lo más probable es que hubiese muerto desangrada o devorada por algún animal.
- Recuerdo a grandes trazos lo que sucedió antes de que perdiese el conocimiento, lo que todavía no tengo muy claro es porque os quedasteis aquí para ayudarme.- susurré en voz baja, incapaz de continuar hablando. Cada centímetro de mi cuerpo era asolado por un sinfin de agudos pinchazos que me recordaban lo dolorosa que era la vida en comparación con la apacible muerte, pinchazos que se acrecentaban con cada castañeo de dientes ocasionado por el frío que padecía en esos instantes.
Mi desconcierto era absoluto ante la predisposición del cambiante a preocuparse por mi lamentable estado después de un enfrentamiento entre ambos de lo más extraño. Sus cálidos y fuertes brazos rodeaban mi cuerpo en un intento por ayudarme a mantener mi temperatura en un estado óptimo, gesto que aunque agradecía sobremanera sabía que sería insuficiente.
No era solo el frío y la humedad de la noche lo que estaba pasándome factura en esos momentos, sino la pérdida de sangre de horas antes y el cansancio acumulado.- ¿Está insinuando que le pertenezco?-pregunté divertida realizando un esfuerzo sobrehumano por abrir los párpados para mirarlo directamente a los ojos, gesto que podía ser comparado con uno de los siete trabajos de Hércules. Sonreí debilmente mientras me acurrucaba entre sus brazos, buscando por mí misma ese calor que tanto necesitaba.
-No podía haber un lugar mejor para mi abrigo que donde ahora mismo se encuentra, no sé preocupe.- bromeé cerrando de nuevo los ojos, totalmente extenuada.-Tengo que llegar a la habitación del hostal donde me alojo. Si me ayuda a llegar hasta mi montura, podré llegar sola hasta allí.- apunté en un intento porque comprendiese que mi vida dependía de su clemencia. Guardé silencio unos segundos, tratando de recuperar el poco aliento que me quedaba.
- Si hubiese sabido lo que érais, jamás habría disparado contra vos. En la orden a la que pertenecía en Escocia, nunca consideramos a los de su especie como enemigos. Espero que acepte mis disculpas.- concluí en apenas un hilo de voz, mientras sentía como mi mente divagaba de nuevo entre el sueño y la vigilia, rozando ese estado comatoso del inconsciente.
- Recuerdo a grandes trazos lo que sucedió antes de que perdiese el conocimiento, lo que todavía no tengo muy claro es porque os quedasteis aquí para ayudarme.- susurré en voz baja, incapaz de continuar hablando. Cada centímetro de mi cuerpo era asolado por un sinfin de agudos pinchazos que me recordaban lo dolorosa que era la vida en comparación con la apacible muerte, pinchazos que se acrecentaban con cada castañeo de dientes ocasionado por el frío que padecía en esos instantes.
Mi desconcierto era absoluto ante la predisposición del cambiante a preocuparse por mi lamentable estado después de un enfrentamiento entre ambos de lo más extraño. Sus cálidos y fuertes brazos rodeaban mi cuerpo en un intento por ayudarme a mantener mi temperatura en un estado óptimo, gesto que aunque agradecía sobremanera sabía que sería insuficiente.
No era solo el frío y la humedad de la noche lo que estaba pasándome factura en esos momentos, sino la pérdida de sangre de horas antes y el cansancio acumulado.- ¿Está insinuando que le pertenezco?-pregunté divertida realizando un esfuerzo sobrehumano por abrir los párpados para mirarlo directamente a los ojos, gesto que podía ser comparado con uno de los siete trabajos de Hércules. Sonreí debilmente mientras me acurrucaba entre sus brazos, buscando por mí misma ese calor que tanto necesitaba.
-No podía haber un lugar mejor para mi abrigo que donde ahora mismo se encuentra, no sé preocupe.- bromeé cerrando de nuevo los ojos, totalmente extenuada.-Tengo que llegar a la habitación del hostal donde me alojo. Si me ayuda a llegar hasta mi montura, podré llegar sola hasta allí.- apunté en un intento porque comprendiese que mi vida dependía de su clemencia. Guardé silencio unos segundos, tratando de recuperar el poco aliento que me quedaba.
- Si hubiese sabido lo que érais, jamás habría disparado contra vos. En la orden a la que pertenecía en Escocia, nunca consideramos a los de su especie como enemigos. Espero que acepte mis disculpas.- concluí en apenas un hilo de voz, mientras sentía como mi mente divagaba de nuevo entre el sueño y la vigilia, rozando ese estado comatoso del inconsciente.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
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