La curiosidad mató al gato {Filiberto Lishman}

por **Eléa Pelletier** Vie Mayo 25, 2012 10:47 am

El sofá que tenía junto a la ventana había tomado la forma del cuerpo de Eléa. No se había levantado de allí durante todo el día esperando la llegada de la noche, y con ella la luna. La nota que había encontrado en la cómoda de su habitación aquella mañana la mantuvo inquieta el resto del día.

"A medianoche en el claro de la luna"

¿Qué significaba? No sabía quién le había dejado esa nota, ni cómo demonios había llegado hasta su habitación. Los únicos que tenían acceso, a parte de ella, eran todos los sirvientes que trabajaban en aquella mansión, y todos ellos sin excepción procuraban evitarla lo máximo posible. Nunca se había llevado bien con ellos, pero después de la muerte de sus padres la miraban como juzgándola. Sobre todo las mujeres mayores, que parecía que le leían la mente. En ocasiones se le pasó por la cabeza dejar todo aquello y vivir en alguna casita en las afueras, algo más pequeño que le permitiera vivir sola y alejada de la sociedad. Pero se había quedado en eso, en un simple pensamiento goloso que nunca llegaba a cumplirse.

Desdobló el papel escrito una vez más y volvió a leer las palabras. Era una caligrafía perfecta, de las mejores que había visto Eléa en años. Estaba claro que el que escribió aquella nota había tenido una educación. Para la cambiaformas era imposible saber quién podía ser. Su círculo de amistades se limitaba a algunos felinos del bosque con los que de vez en cuando jugaba en su forma animal. Respecto a los humanos, aun no contaba con verdaderos amigos en los que confiar. Otra pregunta que le rondaba la mente era, ¿por qué en el bosque? ¿Qué querían de ella? No estaba segura de si debía ir, pero la curiosidad era más fuerte que cualquier precaución que pudiera tomar.

En cuanto el sol se puso en el horizonte se puso su abrigo y salió hacia el bosque. No era una noche demasiado fría por lo que el abrigo bailaba con cada paso que Eléa daba. No tardó mucho en llegar al bosque pero para cuando cruzó la linde el cielo estaba azul oscuro casi negro y las estrellas comenzaban a tintinear tímidamente . No era noche de luna llena, pero brillaba como si hubiera una luz encendida. Comenzó a caminar con los sentidos al límite. Cada sonido que le llegaba era una alarma sobre lo que la deparaba en el claro. De pronto escuchó pasos, eran débiles pero suficientemente sonoros. Los siguió y apareció en el claro. En el centro había una persona, un hombre. Se acercó y se dejó ver. ¿Sería aquel el que escribió la nota?