Entre libros y estantes [Maryeva]

por **Abel Schwartz** Sáb Oct 13, 2012 7:33 pm

Como todas las veces, ahora estaba ahí, revisando entre los estantes hasta que tomó uno de aquellos libros. Su hermano le proporcionaba todo y él lo adoraba, pero al no poder verle durante el día, eso era lo más reconfortante que podía hacer y le ponía tranquilo el estar en la biblioteca. Iba casi todos los días. Podía comprar libros, pero le gustaba aquel ambiente, no era lo mismo que leerlos en casa.

Se sentó, solía perderse entre las páginas, casi hasta que la noche llegaba, regresando a casa esperando ver a Caín llegar. Él siempre llegaba cuando la noche ya caía sobre la ciudad. No sabía cuál era su trabajo, le había dicho que confiara en él y eso hacía. Tan ciegamente, porque era el único familiar que tenía y de algún modo, no le importaba mientras pudiese estar con el. Desde que había recobrado la salud sin que entendiera como había sucedido, pero sabiendo que era gracias a su hermano. Así que entre la gratitud, el carino, él era lo más importante para el muchacho. Antes no podía salir así, por eso prefería hacerlo, ahora que podía, no sabía si un día aquello cambiaría, si volvería a caer enfermo o algo así.

Un sonido cerca suyo, llamó su atención, rodando la vista buscando la fuente de este. Tuvo que cerrar el libro, al girar un poco su cuerpo. Una persona que estaba cerca era la causante. Le miró con curiosidad en ese instante. Ahora que lo pensaba, jamás había hablado con nadie ahí, se limitaba a ir, escoger un libro, leer durante horas y regresar a casa. A veces se ponía a copiar algún fragmento que le gustaba para mostrárselo a Caín cuando estuviese con él. -Buenas tardes- Dijo como dudando casi en pronunciar ese par de palabras.

por **Eva** Dom Oct 14, 2012 9:40 am

Maryeva entró a la biblioteca como todos los días, con esas ansias de encontrarse con viejos y nuevos amigos – los libros, ellos siempre están para mi – pensó, mientras saludaba con un movimiento de cabeza al encargado, que ya en tantas semanas de diarias visitas la reconocía en cuanto ponía un pie en el edificio.

- Disculpe, me puede decir donde está la sección de… - dejó su pregunta en el aire, como le explicaría que buscaba libros sobre ¿anatomía? -¡Una mujer! - pensó, que creería – trató de buscar una buena escusa – ¡a! si… ya me arcode, lo mismo muchas gracias. Dio media vuelta, sin esperar que el dependiente le contestara y caminó entre las enormes estanterías que acumulaban tantos saberes diferentes. Hizo una mueca de disgusto – cuando estará lista mi biblioteca, pareciera que nunca podré terminar de mudarme – refunfuño mientras tocaba con la punta de sus dedos los lomos del estante mas cercano a ella. – Podrían limpiarlos un poco – dijo en vos alta, mientras se limpiaba con un pañuelito bordado el polvillo que le había quedado en su mano - su carácter se estaba volviendo enojoso, no le gustaba esperar y odiaba la inoperancia de algunos humanos.

Miró para todos lados y al verse sola se desperezó, como hacen los gatos cuando están muy aburridos. Tenía unas ganas incontrolables de convertirse un pequeño minino y dormir en uno de esos cómodos sillones que estaban diseminados para que los visitantes se pudieran sentar a disfrutar de una buena lectura. Cerró los ojos y sin darse cuenta, al estirarse, hizo que uno de los libros callera al piso, haciendo un ruido seco. Se sorprendió y tras hacer un salto instintivo hacia atrás volvió a chocar esta vez con uno de los estantes – auuu – exclamó mientras se refregaba su brazo para aliviar el golpe.

La dulce voz que le dijo – Buenas tardes – la sacó de su refunfuño y levantó lentamente la cabeza, era un muchacho que se encontraba leyendo. Se sintió en extremo incomoda, porque su torpeza lo había molestado. Se sonrojó, mientras lo seguía observando concienzudamente. Ese era uno de sus mas grandes defectos, mirar a la gente a los ojos y estudiarla, era algo que no se daba cuenta, tal vez convertida en felino eso pasara mas inadvertido. - pero como mujer me podrían con fundir con otro tipo de… - volvió a ruborizarse de solo pensar que la confundieran con una cortesana.

- bajó la mirada al suelo y aun acalorada le respondió – buenas tardes, disculpe si lo he molestado – volvió a buscar su mirada y le regaló una tímida sonrisa.

por **Abel Schwartz** Jue Oct 18, 2012 2:41 pm

Le observó sin comprender las expresiones que se dibujaban en su rostro. El sonrojo en sus mejillas y la forma en que decía las cosas y se movía, realmente no lo entendía. Le sonrió apenas -No me molesta, no debe preocuparte por eso- Si el supiese lo que había en los pensamientos de la chica la reacción habría sido la misma. De cortesanas solo sabía el nombre y lo que los libros le decían, jamás había visto una y no sabía cómo se comportaban o la diferencia entre la muchacha y una de ellas.

Demasiado tiempo en cama por su condición le hacía por demás ignorante o ingenuo ante ciertas cosas. Observó a su alrededor solo porque estaban una biblioteca. Se levantó acercándose a ella a paso ligero -¿Buscabas algo? Quizá puedo ayudarte - Podría ser que no sirviera de mucho su ayuda pero sentía una especie de emoción en el hecho de que estuviese hablando con ella. Abel solía solo hablar con su hermano y salvo las conversaciones con los mercaderes o el personal de la biblioteca, era extraño que tuviese más que un cruce de palabras, generalmente un saludo, con alguien más.

No era que no quisiera, solo que la falta de costumbre le hacía sentir nerviosismo cuando sucedía algo como eso y justo ahora trataba de controlar eso al ofrecerle su ayuda. Era como un niño pequeño en muchos aspectos de su comportamiento, en realidad, porque había vivido probablemente tan poco como uno. Ahora que su cuerpo parecía estar bien, aunque el no sabía las razones de que fuese la naturaleza vampírica de su hermano la que hubiese hecho que él pudiese levantarse -y aún sabiéndolo probablemente no vería la situación con los mismos ojos que el resto-, estaba feliz de poder salir y hacer cosas que en el pasado le fueron imposibles. Y entre todo eso, jamás había tenido amigos, así que era como un infante descubriendo y tentando terreno.

-Mi nombre es Abel Schwartz - Saludó y se presentó, su hermano le había dicho tiempo atrás que debía ser amable y que debía presentarse cuando acababa de conocer a alguien. Así que eso justamente hacá esbozando una sonrisa al inclinarse un poco hacia ella.

por **Eva** Sáb Oct 20, 2012 6:13 pm

Maryeva, se dio cuenta que aquel joven, tenía algo especial. Era como si fuera un ser puro y bondadoso, extraído de un lugar misterioso, donde lo hubieran tenido oculto, como un gran tesoro. Le sonrió, tímidamente mientras escuchaba lo que él le decía – ¿le diré que busco libros sobre anatomía? – Caviló – no mejor algo sobre…mmm… - de su cabeza no le provenía ninguna idea. Entonces sin darse cuenta que pensaba en voz alta dijo – sobre hierbas medicinales, remedios caseros, vendajes – se oyó decir esto ultimo y sobresaltada miro para todos lados y se agachó para ver entre una fila de libros si por el otro lado de la estantería no había un testigo ocasional que pudiera informar que ella buscaba casi se podría decir libros prohibido. Se puso muy nerviosa y algo pálida – bueno quiero decir… ejemm… - piensa Maryeva, piensa – se dijo algo asustada – es… es que… estoy por ayudar en un hospicio y quiero saber como hacerlo bien – bueno, no es del todo una mentira, pero algo así - se reprochó mentalmente.

Se arregló un mecho de sus cabellos que rebelde caía a su frente. – Disculpe, que mal educada que he sido – hizo una inclinación y se presentó – soy Maryeva Aude y es un placer conocerlo. Volvió a sonreírle. Le resultaba muy agradable la compañía del joven. Se dio vuelta y siguió examinando los libros que dispuestos en los diferentes estantes - mmm… aquí parece que hay uno – dijo risueña mientras los retiraba del estante y se lo mostraba a su nuevo amigo.

Se dirigió a un sillón cercano a donde él había estado sentado y tras acomodarse parsimoniosamente sacó de su bolsito una pequeña libreta y un lápiz y se dispuso a tomar apuntes. Levantó la vista hacia Abel y tras hacer un movimiento con su mano par que se volviera a sentar le dijo – sabe, aprendí mucho de plantas medicinales – sonrió pícaramente – pero solo se dan en el pueblo en donde nací. – sus ojos divagaron por la luz que filtraba por el alto y elegante ventanal, miles de partículas de polvo revoloteaban suavemente y ella se perdió por una fracción de segundo en los recuerdos de su amada tierra, tan lejana y perdida – perdida porque nunca podré volver – pensó mientras un suspiro hondo y lastimero nacía de su pecho, y una sombra de tristeza inundaba su hasta entonces alegre rostro.

Volvió a centrar su atención en el grueso volumen que sostenía en su regazo – en aquellas tierras, sus habitantes, me enseñaron curar muchos males con las bondades de la naturaleza – acarició una ilustración que representaba la planta de la manzanilla – pero aquí aquellos conocimientos puros y simples se los culpa de hechicería y maldad, pero si un Dios hizo todas las cosas que nos rodean, ¿Cómo podría ser posible que ello conlleve algún mal? – miró expectante el rostro de Abel y quedó en silencio contemplando la bondad en aquellos ojos dulces y expresivos como los de un pequeño niño al que se le está contando un historia sombrosa.

por **Abel Schwartz** Vie Nov 16, 2012 5:36 pm

Realmente no comprendió el nerviosismo una vez que le hubiese respondido la pregunta, de hecho, aquella palidez repentina le hizo acercarse -¿Estás bien? –El siempre había estado enfermo, tenía poco que podía decir que no estaba solo postrado en cama por culpa de alguna enfermedad. Por eso se preguntó si ella estaría bien. Negó con la cabeza hacia lo que decía de sus modales. Abel había pasado poco y no conocía casi a nadie ni se había dado cuenta de si era correcto o no, de hecho no le parecía extraño para nada que no le dijese su nombre –No te preocupes, no pasa nada – Sonrió ampliamente –Es un gusto conocerte Maryeva- El tono suave y condescendiente en su voz no era más que algo natural. Se sentía algo feliz de que las cosas estuvieran bien para él, incluso si no entendía cómo había pasado.

Puso cara de asombro ante lo que decía -En verdad? Eso parece muy útil, seguro que puedes ayudar a muchos con ello- Pero eso de la maldad y hechicería –Se considera tan malo hacer o saber esas cosas? – el no tenía nada especial pero tampoco sabía que acontecía o como eran tratadas las personas que si poseían alguna especie de cualidad o don. Desconocía todo, salvo lo que había leído siempre en los libros. Tenía poco que realmente se había recuperado y había podido salir y ver lo que había en la ciudad o fuera de las paredes de una casa. Sonrió al escucharle –Tampoco creo que sea algo malo, a menos que lo usases para hacer un mal a otros. Pero no pareces el tipo de persona que lo haría – No la conocía, pero se sentía de esa manera para el.

Creía que la mayoría de la gente, de hecho, eran buenas. Era difícil para él imaginarse que no era del todo de ese modo. Después de todo, estar confinado tanto tiempo no le había dejado muchas opciones. Creía en lo que le decían y era realmente bastante ingenuo para su edad por eso. Podrían seguramente engañarle fácilmente. Pero siempre trataba de recordar lo que Caín le decía que debía hacer. Él le había dado varios consejos y le había dicho que cosas no debería hacer para que no lo molestaran y que él no ocasionara que las personas se molestaran, porque no quería provocar algo como eso. Sonriente observó los libros que ella le mostraba, tomando uno y abriéndolo. Él no entendía mucho de herbolaria, porque no había trabajado nunca con plantas ni nada parecido –Veo que esto realmente te gusta- Le miró de buen modo y señaló la mesa –Vas a revisarlos? – Esperó ver qué le decía –En dónde vivías antes? –Preguntó con un dejo de curiosidad por lo que había dicho –Parece un buen lugar- musitó al pensar en sus palabras.

por **Eva** Mar Nov 27, 2012 10:22 pm

Abel, le había agradado desde el momento en que lo vio – tal vez porque en parte se parece mucho a mí, antes de haber sufrido tanto, cuando ni siquiera sabía que era una cambia formas – caviló – antes de la muerte y las ausencias y las venganzas sin sentidos – una sombra paso por su mente nublándole la vista por las lágrimas que se agolpaban en su garganta. – Tanto tiempo ha pasado y aun duele – se dijo mentalmente. Esbozó una amplia sonrisa e intento disimular hojeando los grande volúmenes y acomodando otros en una de los estantes cercano a su asiento.

- Pues… si, me interesan mucho, porque gracias a ellos pude ayudar a mi gente, a mis vecinos. Sabes no existen, tantos médicos como en Paris y si los hay, son demasiado costosos para que simples campesinos puedan pagar su tratamiento – se quedó mirándolo por un segundo y volvió a sonreírle. – Es verdad, no te he contado de donde provengo, mmm… bueno… a ver – se levantó y rebuscó entre unos papeles enrollados – mmm… no este no es… mmm… a ver este… a si!!! Este si – se acercó donde Abel estaba sentado y extendió el mapa en una mesa auxiliar – mira ¿ves? Aquí estamos nosotros – señaló en el mapa la ciudad de Paris – y mi hogar estaba aquí, en esta zona – volvió a señalar en el mapa – esto es el Virreinato del Rio de la Plata y las tierras donde nací están junto a un rio, allí existen muchos árboles y campo, tanto que solo vez eso hasta el horizonte – sus ojos se perdieron en el mapa, como si pudiera observar la inmensidad de las pampas. – Todas las tardes sabia cabalgar con Andrés. Sabes, siempre nos estábamos retándonos a quien de los dos sería capaz de galopar más rápido, o llegar antes que el otro – rio en una risa cristalina – me acuerdo cuando por intentar ganarme cayo en medio de un charco de agua, tierra y pastos , salió tan sucio que parecía un hombre de barro – volvió a reír y buscó la mirada de Abel – hubierais congeniado, él era tan divertido que nos estaría haciendo retorcer de risa – pero la alegría de Maryeva fue transformándose en una suave sonrisa, hasta ser casi imperceptible – pero él ya no está y no volverá a reír otra vez – sus ojos se desviaron del rostro del joven al mapa, acarició con la punta de sus dedos el lugar donde estaba su tierra natal y evocó el cementerio de sus ancestros y la tumba fría de mármol blanco donde descansaban los restos de su esposo, su antiguo amor. Suspiró mientras cerraba los ojos y enrollaba nuevamente el mapa. Caminó a su asiento y se dejó caer, la tristeza se había trepado a su espalda y le pesaba como si de una piedra gigante se tratase. – Sabes, no importa que civilizado o no sea el lugar, no importa cuán importante seas, la maldad llega a todas partes y daña a lo que más quieres – el humor se le estaba agriando y no quería que así fuera, por eso tomo todo el oxígeno que sus pulmones le permitieron y buscó llevar la conversación por otros derroteros.

_ ¿Cuéntame, que lugares conoces de Paris? Aunque hace unos meses que estoy en esta ciudad, todavía no he descubierto ni la mitad de esos lugares interesantes que todo el mundo afirma. – lo miró nuevamente a los ojos y continuó – bien ya te he contado de donde vine, ahora te toca a ti-. Se acomodó en su asiento y cruzó las manos sobre su regazo, esperando atenta que él le contara más sobre su vida.

por **Abel Schwartz** Miér Ene 02, 2013 2:28 am

Le observó moverse y extenderle aquel mapa, acostumbrado a ver el mundo más a través de las hojas de los libros o el papel en sus múltiples formas, como aquel mapa que en aquella mesa cobraba esa forma que él les había dado en su imaginación durante esos años.

Desconocía los lugares, pero su imaginación, vivaz como era, a través de las palabras de la muchacha podían evocar una imagen con ellas, tal vez no era lo que vería si pudiese estar ahí, la alegría de la joven era como si se contagiara, sintió un agradable sentimiento inundarle mientras le escuchaba, con esa emoción y esa expresión de dicha en su mirada; pero aunque la duda le asaltó después, o la curiosidad más bien, no pudo preguntar acerca de ello.

El semblante de la chica de cabellos rubios se ensombreció tras aquella explicación. Ese nombre, suponía que era alguien a quien había querido 'Un hermano? Tal vez, pero sabía que era alguien importante y que algo había sucedido pues la tristeza que vislumbró en ella se lo dijo. Él en su ingenuidad creía algo contrario a lo que ella, pero indudablemente su vida había sido muy diferente, solo con verla, algo en el podía decírselo -Dicen que nací en Nueva Orleans, pero no recuerdo mucho de aquel lugar, salvo la habitación en la que estaba, también, si he estado en otros lugares ha pasado lo mismo- Siempre enfermo hasta hacía poco tiempo. Era casi un milagro para él, aunque no sabía que su hermano había dado literalmente la vida para ello.

Sonrió notando el cambio de conversación, guiando las cosas hacia él. Siempre le habían dicho, que no hiciera llorar a una chica y que no ahondara en temas que entristecieran a alguna persona y el no quería verla así -Ah, sobre París, no demasiado, tal vez estamos en las mismas circunstancias. El teatro o las presentaciones, a veces voy solo cuando son durante el día o si es por las noches mi hermano puede acompañarme - Una sonrisa natural, espontánea y sincera se dibujo en su rostro.

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