AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perdido entre los libros [Libre]
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Perdido entre los libros [Libre]
Las arboles se movían al compás del viento, era una briza agradable, estaba recostado sobre el césped a un lado de mi carreta, hoy no tenia trabajo de nada, tenia poco dinero, me alcanzaba para una barra de pan y leche nada más, conseguir trabajos en este tiempo esta un poco difícil; suspire y de mi bolsillo saque un pequeño reloj, lo abrí mire que marcaba las once en punto, era temprano, todavía no pasaba del mediodía, tenia ganas de pasear un rato pero no se todavía, intento levantarme pero la poca pereza que estoy comenzando a tener no me deja.
-Me levanto o no me levanto-Un suspiro salió de mis labios, estaba tan indeciso, que me daba mas pereza, tenia ganas de ir a la biblioteca que esta a unas diez cuadras del campo de gitanos, pero….-Bueno, daré un pequeño paseo para ver si se me quita esta pereza que ha entrado a mi humilde cuerpo y de paso voy a la biblioteca-Con un poco de ganas me levante antes que me diera más pereza de lo que ya tengo. No le di importancia lo de mi carreta que si estaba cerrada o no, simplemente metí mis manos en mis bolsillos del pantalón y comencé a caminar como si no me importara lo que pasa en este preciso momento. Camine, saludando a las personas, algunas me conocía y otras no, pero de todos modos saludaba, en cuestión de minutos, llegue a lo que quiera, la casa de los libros, con una leve sonrisa ingrese al lugar, saludando a la encargada, ya me conocía porque algunas veces venia por estos rumbos, me senté en un pequeño sofá con un libro en la mano lo agarre al azar, y me dio cuenta que es un libro de cuentos para pequeños, con una sonrisa mas grande comienzo a leerlo como si nada pasara, como si fuera normal que un adulto de veinticuatro años lo leyera siempre para uno.
-Me levanto o no me levanto-Un suspiro salió de mis labios, estaba tan indeciso, que me daba mas pereza, tenia ganas de ir a la biblioteca que esta a unas diez cuadras del campo de gitanos, pero….-Bueno, daré un pequeño paseo para ver si se me quita esta pereza que ha entrado a mi humilde cuerpo y de paso voy a la biblioteca-Con un poco de ganas me levante antes que me diera más pereza de lo que ya tengo. No le di importancia lo de mi carreta que si estaba cerrada o no, simplemente metí mis manos en mis bolsillos del pantalón y comencé a caminar como si no me importara lo que pasa en este preciso momento. Camine, saludando a las personas, algunas me conocía y otras no, pero de todos modos saludaba, en cuestión de minutos, llegue a lo que quiera, la casa de los libros, con una leve sonrisa ingrese al lugar, saludando a la encargada, ya me conocía porque algunas veces venia por estos rumbos, me senté en un pequeño sofá con un libro en la mano lo agarre al azar, y me dio cuenta que es un libro de cuentos para pequeños, con una sonrisa mas grande comienzo a leerlo como si nada pasara, como si fuera normal que un adulto de veinticuatro años lo leyera siempre para uno.
Lizandro X. Denschath- Gitano
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Fecha de inscripción : 28/03/2011
Localización : París
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Re: Perdido entre los libros [Libre]
Estaba tirada sobre el césped del jardín mirando el cielo con un gesto bastante gracioso e infantil. Observaba las blanquecinas nubes y detallaba algunas formas peculiares en estas, el aburrimiento y la flojera no le permitían moverse del sitio. Sus cabellos estaban alborotados, y ni ganas de peinarlos, les gustaba que estuvieran así… tan rebeldes como ella. Su compañero de aventuras ni estaba cerca, quizás andaba haciendo algún deber que le había encargado su tía. La chica cerró sus ojos lentamente para tratar de indagar en su imaginario pero su mente estaba totalmente vacía, era como si las ideas se hubieran esfumado de su cabeza. El día había empezado muy apático a decir verdad, y al parecer era contagioso.
Cubrió su rostro con ambas manos, estaba totalmente fastidiada e internamente se sintió algo mal, no tenía amigos, salvo a Vittorio, no confiaba en nadie, salvo en su abuelo ¿qué estaba haciendo con su vida? Nada. Lo que le mantenía de pie era aquella Orden a la que tanto deseaba pertenecer, de explorar mundos perdidos y de conocer nuevas cosas. Recordó los viejos libros en la biblioteca de su abuelo. Aquellos viejos libros que se habían convertido en su refugio durante años, sus confidentes y quienes le ayudaron a dibujar la realidad de la que tanto huye.
Imaginaba la genialidad de la biblioteca de Alejandría, tanto conocimiento resguardado en un mismo lugar, pero que siguió intacto en algunos monasterios de la cristiandad. Se imaginaba paseando por los rincones de aquel templo de sabiduría. Rozaba con su imaginación las pilas de papiros y manuscritos que se hallaban en casi toda la enorme biblioteca. Un pensamiento veloz la trajo de nuevo al presente, existía un sitio al que no había visitado hace mucho, la biblioteca de la ciudad ¿cómo olvidar aquel lugar tan preciado? La respuesta era simple, deberes. Su abuelo era exigente y ella debía mejorar su estatus de habilidades si quería entrar a la hermandad y así lo estaba haciendo, enfocándose tanto en ello que casi olvida a sus íntimos amigos… los libros.
Se puso de pie de inmediato y se dirigió al interior de la mansión, decidió visitar de nuevo aquel lugar que tan abandonando tenía. Esta vez no se vestiría como chico, eso era en casos especiales, cuando las travesuras llamaban a su puerta. Trató de no usar prendas tan llamativas, la verdad poco le gustaban esas cosas y sin dar muchas vueltas estaba lista para irse. Se despidió del ama de llaves y emprendió la marcha hasta el centro de París. Sus orbes brillaron al ver la fachada de aquella biblioteca, después de tanto tiempo finalmente estaría de nuevo en aquel peculiar edificio. De un momento a otro, la irlandesa estaba en el interior del lugar, cruzó unas palabras con la bibliotecaria que estaba encantada de verla de nuevo por ahí. Loreena se sintió en casa, indagó entre las estanterías cercanas sin prestar mucha atención a las personas a su alrededor, aunque eran realmente muy pocas las que estaban.
Gruñó con molestia por su baja estatura. Tenía algunos cuántos libros resguardados en su antebrazo izquierdo mientras, se colocaba de puntitas intentando alcanzar un libro en uno de los estantes con su otro brazo. No se daba por vencida, observaba a los lados buscando alguna cosa en donde subirse para poder alcanzar tan preciado objeto. Su terquedad no la haría cambiar de opinión. Echó su vista al suelo y notó un pequeño banco cercano, era bastante bajo pero quizás podría ayudarle al menos para poder llegar hasta donde se hallaba aquella obra literaria. Subió con algo de torpeza al pequeño mueble tratando de que ambos pies encajaran sobre la superficie de éste, cosa que casi le hizo perder el equilibrio, pero logró evitar caer sobre la estantería de libros. Se sentía como idiota, al menos nadie la observaba, o eso era lo que creía la chica que observaba con desespero aquel enorme librero.
Cubrió su rostro con ambas manos, estaba totalmente fastidiada e internamente se sintió algo mal, no tenía amigos, salvo a Vittorio, no confiaba en nadie, salvo en su abuelo ¿qué estaba haciendo con su vida? Nada. Lo que le mantenía de pie era aquella Orden a la que tanto deseaba pertenecer, de explorar mundos perdidos y de conocer nuevas cosas. Recordó los viejos libros en la biblioteca de su abuelo. Aquellos viejos libros que se habían convertido en su refugio durante años, sus confidentes y quienes le ayudaron a dibujar la realidad de la que tanto huye.
Imaginaba la genialidad de la biblioteca de Alejandría, tanto conocimiento resguardado en un mismo lugar, pero que siguió intacto en algunos monasterios de la cristiandad. Se imaginaba paseando por los rincones de aquel templo de sabiduría. Rozaba con su imaginación las pilas de papiros y manuscritos que se hallaban en casi toda la enorme biblioteca. Un pensamiento veloz la trajo de nuevo al presente, existía un sitio al que no había visitado hace mucho, la biblioteca de la ciudad ¿cómo olvidar aquel lugar tan preciado? La respuesta era simple, deberes. Su abuelo era exigente y ella debía mejorar su estatus de habilidades si quería entrar a la hermandad y así lo estaba haciendo, enfocándose tanto en ello que casi olvida a sus íntimos amigos… los libros.
Se puso de pie de inmediato y se dirigió al interior de la mansión, decidió visitar de nuevo aquel lugar que tan abandonando tenía. Esta vez no se vestiría como chico, eso era en casos especiales, cuando las travesuras llamaban a su puerta. Trató de no usar prendas tan llamativas, la verdad poco le gustaban esas cosas y sin dar muchas vueltas estaba lista para irse. Se despidió del ama de llaves y emprendió la marcha hasta el centro de París. Sus orbes brillaron al ver la fachada de aquella biblioteca, después de tanto tiempo finalmente estaría de nuevo en aquel peculiar edificio. De un momento a otro, la irlandesa estaba en el interior del lugar, cruzó unas palabras con la bibliotecaria que estaba encantada de verla de nuevo por ahí. Loreena se sintió en casa, indagó entre las estanterías cercanas sin prestar mucha atención a las personas a su alrededor, aunque eran realmente muy pocas las que estaban.
Gruñó con molestia por su baja estatura. Tenía algunos cuántos libros resguardados en su antebrazo izquierdo mientras, se colocaba de puntitas intentando alcanzar un libro en uno de los estantes con su otro brazo. No se daba por vencida, observaba a los lados buscando alguna cosa en donde subirse para poder alcanzar tan preciado objeto. Su terquedad no la haría cambiar de opinión. Echó su vista al suelo y notó un pequeño banco cercano, era bastante bajo pero quizás podría ayudarle al menos para poder llegar hasta donde se hallaba aquella obra literaria. Subió con algo de torpeza al pequeño mueble tratando de que ambos pies encajaran sobre la superficie de éste, cosa que casi le hizo perder el equilibrio, pero logró evitar caer sobre la estantería de libros. Se sentía como idiota, al menos nadie la observaba, o eso era lo que creía la chica que observaba con desespero aquel enorme librero.
Loreena Mckennitt- Hechicero Clase Alta
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Localización : Por aquí, por allá... Por ajullá.
Re: Perdido entre los libros [Libre]
¿Qué pensaran las personas si me vieran leyendo esto? La verdad es que nunca me ha importado el que dirán, soy una persona que simplemente vive la vida, porque es corta, puede ser que mañana no abra los ojos, o puede ser que en este momento se incendie la biblioteca y no pueda salir, se que es algo ilógico lo que pienso pero en realidad es lógico, puede pasar son cosas de madre naturaleza que no se piensa, que no se realiza simplemente pasa por obras del destino; me estoy volviendo paranoico como algunos compañeros gitanos me dicen pero seré así, no cambiaré, soy un niño atrapado en el cuerpo de un hombre de veinticuatro años ¿A poco no? En realidad siempre me lo dicen, me dicen que crezca de mentalidad, que sea un verdadero hombre que me case, tenga familia y viva por siempre feliz como dicen en los cuento que leo ya sea para una persona como yo o los cuentos de niños, como el que estoy leyendo ahora mismo, es sumamente curioso que me llame la atención más este libro que los otros para “adulto” yo no soy igual que las demás personas y nadie es igual ¿Verdad? La verdad no sé.
He recargado mi espalda en el respaldo del sofá donde me encuentro sentado, es cómodo a decir verdad, dejo reposar el libro sobre mi regazo; cerrando mis ojos por unos momentos. Aunque pienso ¿Qué haré de mi vida? Y cuando pienso de más parece que me dará un dolor de cabeza intenso y dejo de hacerlo nunca me he puesto a pensar correctamente lo será mi vida de aquí a diez años, aunque me veo siendo gitano para toda la vida como mis padres hasta sus últimos alientos de vida fueron gitanos y quiero seguir el mismo ejemplo que ellos, me siento orgullos de ellos. Eran mis padres, eran mis ejemplos aunque estén muertos lo serán siempre.
Me encanta leer, me encanta divertirme por esa razón me comporto como un niño, nunca me he enamorado, tampoco tenido una pareja, ni mucho menos he estado con alguien íntimamente soy virgen en toda la extensión de la palabra; tampoco me da vergüenza eso, es algo….raro que un hombre como yo, a la edad que tengo sea aun virgen pero lo que he leído en esos libros de “amor” “romance” “Tu, yo juntos” siempre tienes que hacer con la persona que amas con la persona que te hace sentir en las nubes, que…en fin cosas nunca sentido y yo, esta muy lejos de que sienta eso en realidad. Sólo me rio cuando me dicen “Lizandro, ¿Por qué no vamos al burdel, me han dicho que hay unas mujeres muy sensuales, y que tienen un….” Y así siguen las platicas, cuyo en realidad no me interesan, soy como un niño como he dicho que simplemente le interesa jugar, y divertirse a lo grande.
Pero regresa al mundo real; abro mis ojos enfocando mi mirada en el techo desgastado de la biblioteca, a ver si me dan trabajo, puedo arreglar este lugar como ellos quieran, claro si me dan unos francos, yo seré feliz. Bajo mi cabeza y miró el libro abierto sobre mi regazo que en unos minutos lo acabo, para después leer otro, otro y otro hasta que la señora me saque a patadas de aquí, una risita tonta sale de mi boca al recordar varias veces que si lo ha hecho hasta lo la escoba me a sacado porque me aferro al sofá donde estoy sentando como si fuera una garrapata. -Lizandro, hijo…-Escuche decir alguien, despegue mi vista del libro y voltee hacia donde provenía la voz-Solo te recuerdo que no quiero sacarte a escobazos de aquí, por favor, se puntual y sal cuando se te indica-Me reí solamente siempre me lo decía y yo…no hacia caso, me reí como un niño travesó, rascándome la nuca-Intentaré recordarlo vieja….-No alcance a escuchar lo que murmuraba regrese a mi lectura.
Veinte minutos después finalmente termine de leer aquel cuento para niños llamado “El principito” Me gustaría ser un príncipe y jugar en un gran palacio pero lo soy y mi palacio es mi carreta, cerré el libro y me estire vulgarmente en mi asiento. -¡Bien, a buscar otro libro!-Exclame, emocionado, levantándome casi brincando, al caminar y dejar el libro donde lo tome, comencé a buscar un libro que me interesaba hasta que un ruido me hizo detenerme completamente. Al mirar hacia los lados no miré nada pero seguí buscando hasta que encontré alguien que de seguro fue la que ocasiono el ruido pero sin saber bien me acerque lentamente temiendo no se que cosas-Hola….-Dije con una sonrisa traviesa y tapándome la boca-Disculpe, usted fue la que provoco que en la biblioteca se escucha un ruido que hizo desconcéntrame de mi lectura-Una pequeña mentira blanca era lo que dije para ver que reacción tomaba la mujer enfrente mío.
He recargado mi espalda en el respaldo del sofá donde me encuentro sentado, es cómodo a decir verdad, dejo reposar el libro sobre mi regazo; cerrando mis ojos por unos momentos. Aunque pienso ¿Qué haré de mi vida? Y cuando pienso de más parece que me dará un dolor de cabeza intenso y dejo de hacerlo nunca me he puesto a pensar correctamente lo será mi vida de aquí a diez años, aunque me veo siendo gitano para toda la vida como mis padres hasta sus últimos alientos de vida fueron gitanos y quiero seguir el mismo ejemplo que ellos, me siento orgullos de ellos. Eran mis padres, eran mis ejemplos aunque estén muertos lo serán siempre.
Me encanta leer, me encanta divertirme por esa razón me comporto como un niño, nunca me he enamorado, tampoco tenido una pareja, ni mucho menos he estado con alguien íntimamente soy virgen en toda la extensión de la palabra; tampoco me da vergüenza eso, es algo….raro que un hombre como yo, a la edad que tengo sea aun virgen pero lo que he leído en esos libros de “amor” “romance” “Tu, yo juntos” siempre tienes que hacer con la persona que amas con la persona que te hace sentir en las nubes, que…en fin cosas nunca sentido y yo, esta muy lejos de que sienta eso en realidad. Sólo me rio cuando me dicen “Lizandro, ¿Por qué no vamos al burdel, me han dicho que hay unas mujeres muy sensuales, y que tienen un….” Y así siguen las platicas, cuyo en realidad no me interesan, soy como un niño como he dicho que simplemente le interesa jugar, y divertirse a lo grande.
Pero regresa al mundo real; abro mis ojos enfocando mi mirada en el techo desgastado de la biblioteca, a ver si me dan trabajo, puedo arreglar este lugar como ellos quieran, claro si me dan unos francos, yo seré feliz. Bajo mi cabeza y miró el libro abierto sobre mi regazo que en unos minutos lo acabo, para después leer otro, otro y otro hasta que la señora me saque a patadas de aquí, una risita tonta sale de mi boca al recordar varias veces que si lo ha hecho hasta lo la escoba me a sacado porque me aferro al sofá donde estoy sentando como si fuera una garrapata. -Lizandro, hijo…-Escuche decir alguien, despegue mi vista del libro y voltee hacia donde provenía la voz-Solo te recuerdo que no quiero sacarte a escobazos de aquí, por favor, se puntual y sal cuando se te indica-Me reí solamente siempre me lo decía y yo…no hacia caso, me reí como un niño travesó, rascándome la nuca-Intentaré recordarlo vieja….-No alcance a escuchar lo que murmuraba regrese a mi lectura.
Veinte minutos después finalmente termine de leer aquel cuento para niños llamado “El principito” Me gustaría ser un príncipe y jugar en un gran palacio pero lo soy y mi palacio es mi carreta, cerré el libro y me estire vulgarmente en mi asiento. -¡Bien, a buscar otro libro!-Exclame, emocionado, levantándome casi brincando, al caminar y dejar el libro donde lo tome, comencé a buscar un libro que me interesaba hasta que un ruido me hizo detenerme completamente. Al mirar hacia los lados no miré nada pero seguí buscando hasta que encontré alguien que de seguro fue la que ocasiono el ruido pero sin saber bien me acerque lentamente temiendo no se que cosas-Hola….-Dije con una sonrisa traviesa y tapándome la boca-Disculpe, usted fue la que provoco que en la biblioteca se escucha un ruido que hizo desconcéntrame de mi lectura-Una pequeña mentira blanca era lo que dije para ver que reacción tomaba la mujer enfrente mío.
Lizandro X. Denschath- Gitano
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Re: Perdido entre los libros [Libre]
—Estúpido e inalcanzable libro… Estúpida y baja estatura —se reprochaba internamente la pelirroja al momento en que se empeñaba en tomar aquel tomo de la estantería. Estaba desesperada pero jamás desistiría de cumplir su objetivo, Loreena era bastante terca como para darse por vencida tan fácilmente, algo tenía que hacer por obtener ese tomo, pero su desespero no la dejaba pensar con claridad. La idea de interesarse en otro libro que estuviera a su altura surgió de repente en su mente, pero no, la muchacha quería era ese. Un resoplo de molestia surgió de la nada. Abrazó los libros que se hallaban entre sus brazos y bajó la mirada observando atentamente sus pies. Aquel banco era muy bajo, quizás una escalera podría ayudarle para poder alcanzar su deseado objetivo, pero tampoco quería molestar a la bibliotecaria ¿qué podía hacer en esa situación? ¿Esperar? ó ¿Buscar una escalera en aquel lugar? No sabía qué hacer. Meditaba en silencio las opciones, por suerte estaba sola y más nadie tenía que notar ese desanimo que surgió al ver que sus esfuerzos por tomar su amado libro, no daban resultados.
Un suspiro de cansancio escapó de sus labios. Realmente anhelaba poder leer aquel libro antiguo que le esperaba en lo alto de aquel estante. Lo estaba buscando desde hacía varios días y finalmente logró encontrarlo pero ahora, resultó que el destino le quiso jugar una tonta broma. Ser armó de valor, ella era Loreena Mckennitt, nieta de Hans Mckennitt y como un miembro de esa familia, jamás se daría por vencida, algún medio tenía que haber para alcanzar ese tomo. Era bruja, algo podía hacer aunque, no sabía qué.
— ¡Qué brillante idea! —murmuró la muchacha al momento en que después de unos largos minutos por fin algo se le había ocurrido. Pero para su desgracia una voz la desvió de su objetivo haciéndole perder en un mar de pensamientos aquella idea que le haría alcanzar su libro. Una mueca de horror y decepción apareció en su rostro ¿cómo podía pasar algo así justo en ese momento? La voz masculina estaba bastante cerca, y las frases preferidas por la misma hacían darse cuenta a la irlandesa de que no estaba sola y que posiblemente otras personas pudieron darse cuenta de lo que había ocurrido minutos atrás mientras intentaba tomar el libro que tanto quería leer.
Se dio media vuelta y observó al joven que se hallaba a un costado y que la observaba con una mueca de diversión. A Loreena para nada le agradaba que la molestaran así por así. Miró al chico con cierta indiferencia, la había interrumpido en su pequeña –y frustrada– búsqueda. El deseo de quererlo golpear con uno de los tomos que tenía en brazos apareció como una idea repentinamente en su mente pero no, no lo haría, sólo el lobo se ganaba esas cosas cuando la hacía enojar –una muestra de afecto, quizás–.
Se bajó del pequeño banco, sin apartar la mirada del muchacho —disculpe usted… Pero no debería interrumpir a las personas mientras buscan cosas —musitó Loreena notando que aquella respuesta no había sido la más genial y lógica de todas, pero aún estaba tan frustrada que no pensaba claramente en lo que tenía que decir —y no exagere, no hice tanto ruido como para que venga a reclamar. Ofrezco unas disculpas de todas maneras, ahora, si me disculpa… Un libro espera por ser alcanzado —mencionó la chica al momento de que le daba la espalda y pateaba el pequeño banquito haciéndolo a un lado. Tomó una silla de algunas de las mesas ubicándola frente al estante. El chico seguía ahí y ella simplemente se limitó a ignorarlo sólo le importaba aquel viejo libro, nada más.
Un suspiro de cansancio escapó de sus labios. Realmente anhelaba poder leer aquel libro antiguo que le esperaba en lo alto de aquel estante. Lo estaba buscando desde hacía varios días y finalmente logró encontrarlo pero ahora, resultó que el destino le quiso jugar una tonta broma. Ser armó de valor, ella era Loreena Mckennitt, nieta de Hans Mckennitt y como un miembro de esa familia, jamás se daría por vencida, algún medio tenía que haber para alcanzar ese tomo. Era bruja, algo podía hacer aunque, no sabía qué.
— ¡Qué brillante idea! —murmuró la muchacha al momento en que después de unos largos minutos por fin algo se le había ocurrido. Pero para su desgracia una voz la desvió de su objetivo haciéndole perder en un mar de pensamientos aquella idea que le haría alcanzar su libro. Una mueca de horror y decepción apareció en su rostro ¿cómo podía pasar algo así justo en ese momento? La voz masculina estaba bastante cerca, y las frases preferidas por la misma hacían darse cuenta a la irlandesa de que no estaba sola y que posiblemente otras personas pudieron darse cuenta de lo que había ocurrido minutos atrás mientras intentaba tomar el libro que tanto quería leer.
Se dio media vuelta y observó al joven que se hallaba a un costado y que la observaba con una mueca de diversión. A Loreena para nada le agradaba que la molestaran así por así. Miró al chico con cierta indiferencia, la había interrumpido en su pequeña –y frustrada– búsqueda. El deseo de quererlo golpear con uno de los tomos que tenía en brazos apareció como una idea repentinamente en su mente pero no, no lo haría, sólo el lobo se ganaba esas cosas cuando la hacía enojar –una muestra de afecto, quizás–.
Se bajó del pequeño banco, sin apartar la mirada del muchacho —disculpe usted… Pero no debería interrumpir a las personas mientras buscan cosas —musitó Loreena notando que aquella respuesta no había sido la más genial y lógica de todas, pero aún estaba tan frustrada que no pensaba claramente en lo que tenía que decir —y no exagere, no hice tanto ruido como para que venga a reclamar. Ofrezco unas disculpas de todas maneras, ahora, si me disculpa… Un libro espera por ser alcanzado —mencionó la chica al momento de que le daba la espalda y pateaba el pequeño banquito haciéndolo a un lado. Tomó una silla de algunas de las mesas ubicándola frente al estante. El chico seguía ahí y ella simplemente se limitó a ignorarlo sólo le importaba aquel viejo libro, nada más.
Loreena Mckennitt- Hechicero Clase Alta
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