No hay igualdad, ellos son blancos y yo soy

Sintiendo como el sol comenzaba a picarme la piel, extendí mi brazo para bajarme un poco el sombrero y evitar que se quemara mi piel. En ese mismo momento, escuchaba unos susurros a mi derecha.

Mirando a las mujeres que estaban mirando a otra, cerca de un puesto de frutas, pude distinguir los sentimientos que pululaban a su alrededor. Envidia, Odio, Indignación,Ira.- ¿ Qué les habría pasado?- pensé- ¡ah!, ¿tal vez les habían robado algo?.

Con curiosidad empecé a acercarme escuchando cada vez con mayor claridad su murmullo.

- ¡Qué vergüenza!, una negra en plena calle.- su cara rechoncha estaba roja por la ira- ¡pienso decirle a ese verdulero que no volveré a comprarle nada!.

A su vez, la mujer que acompañaba a la mujer rechoncha asentía- Sí, querida. imagínate, una negra tocando y comprando la fruta que tomaremos después los blancos- Su asco era evidente en su voz.

¿Cómo podían ser tan crueles?, pensé, si siquiera son de clase media. Movida por el impulso de mi enfado creciente a esas mujeres, iba a decirles que era de mala educación criticar a los demás, pero comprendí que lo mejor sería ignorarlas. Esas personan no merecían ni un segundo de su tiempo.

Caminando con seguridad hacia la mujer víctima de sus críticas. Observé como sus sentimientos iban desde el miedo, hasta la ira. Ella lo estaba pasando mal, y era evidente por su postura rígida. Suspiré, ¿será posible que no haya visto lo hermosa que era?. Había belleza no sólo en su rostro sino también en su interior.

Colocándose a su lado, vio como se encogía, por su presencia.

-¡Ah, madame!, ¿no es un día espléndido?. Joven, dese prisa en atender a la señora, estoy segura de que desea disfrutar de este día de sol.- Sonriéndole me acerqué a ella mientras cogía su mano y depositaba en ella una de mis pulseras favoritas.- No haga caso a lo que digan de usted. Hay veces en que el miedo, la envidia y la falta de educación, provoca lo peor del ser humano. Quédese lo que le entrego, y cuando se sienta mal, mírelo, y piense en la mujer que se lo entrega. No todos somos malos, chèrie. Tenga esperanza- guiñándole un ojo, apreté un segundo más su mano antes de darme la vuelta, para seguir mi camino.

El grito de aquella pobre mujer la detuvo. El sonido angustiado y temeroso de su voz hizo que un estremecimiento le recorriese el cuerpo. ¿Qué le había sucedido para temer tanto a los demás?. ¿Habría sido maltratada, quizás?.

Girandome con un movimiento lento, que provocó que el bajo de mi vestido creara una onda bajo mis pies, la enfrenté. Sus ojos llorosos, casi a punto de estallar en un mar de lágrimas, el puchero de sus exhuberantes labios, junto con la tensión y palidez en su rostro, cosa casi imposible por su color de piel, hicieron que sus sentimientos comenzasen a fluir en un mar de rabia e impotencia.

Rabia de todos aquellos que la vejaban sólo para encajar en una estructura social decadente, hipócrita, manchada por la corrupción. Y entre todos los sentimientos horribles que, sabía, sentían los demás, ella se erguía como una mártir cuya vida poco valía más que los frutos que había comprado.

Impotencia de saberse inútil para ayudarla. Mucho tiempo tendría que pasar para que la sociedad pudiera aceptar un cambio en ella. El que una sociedad tan cerrada como la suya propia, pudiese aceptar si quiera un trato cordial con una mujer u hombre de color, era algo altamente improbable. Pocos aceptaban los tratos con negros, y de los que trataban con ellos, un número ínfimo establecían un lazo sentimental con ellos. Aunque sólo fuera un lazo de amistad.

Más bien, ella no era así, no podía soportar las injusticias o las impertinencias de los de su clase social hacia otros de un rango inferior. Pero esta atrocidad, cometida contra personas inocentes, era algo que la sobrepasaba. ¿Por qué iban a ser malos o inferiores, si Dios le había atribuido un color diferente al nuestro?. ¿Es acaso inferior un caballo blanco a uno negro?. La tonalidad, sospechaba ella, tenía algo más que ver con la naturaleza. Ella había visto caballos grises y no por ellos eran feos, de escasa inteligencia o fortaleza. ¿Por qué habría de ser diferente con los humanos?.

Acercándose con suavidad a ella, como si e un potrillo salvaje se tratara, dió dos pasos, para después de una pausa, acercarse otros dos pasos más, quedando justamente frente a ella. Frunciendo el ceño ligeramente ante el susurro angustiado, que como el arrullo de un mirlo, vibraba con sus sentimientos.

Con un movimiento lento, y una advertencia dirigida hacia ella con mi mirada, tomé su mano suavemente. Como si ella fuera del cristal más exquisito, y por ende, frágil que hubiera existido.

- Cierra los ojos chèrie- le susurré persuasivamente. Como si mi voz fuese miel, pareció que su cuerpo se relajaba ante el sonido melodioso de mi tono. Viendo cómo sus ojos batallaban con sus miedos internos, cerró sus ojos, dejando que su cuerpo se soltase adoptando una posición relajada.- Y ahora, pide un deseo, uno que salga del fondo de tu corazón.

Con un movimiento rápido analicé los sentimientos de los demás, modificándolos como si de una mera pintora me tratase. Dando pinceladas de comprensión y cariño por un lado, y borrando el odio por el otro. Poco a poco, cada miembro del mercado cercano a nosotros volvió a centrarse en sus quehaceres, algunos comenzaron a caminar hacia la dirección que iban a tomar cuando se detuvieron por la presencia de aquella joven asustadiza.

Feliz de saberme hacedora de su pequeño milagro, le volvió a susurrar tiernamente:

- Ahora chèrie, abra los ojos.- Sintiendo cómo mis palabras seguían creando el mismo efecto persuasivo en ella, aproveché la oportunidad, y cuando la joven abrió un ojo, y después el otro, sonreí con una gran sonrisa.

El asombro de sus ojos era un regalo para mí. Su mirada recorría incrédula a los caminantes pasear sin percatarse de su presencia, a algún que otro aballero tocándose el sombrero a modo de saludo cordial, o a una o dos mujeres comentando entre sí lo bonita que era esta o aquella cosa. Todo lo que la asustaba había desaparecido.

- Digame madame, ¿se ha cumplido vuestro deseo?.-

Acelerando sus pasos para acomodarse al ritmo de la joven, pensó en lo que había dicho. Es cierto que habían numerosos prejuicios acerca de su tonalidad de piel, pero jamás había visto nada tan descarado como hoy. Normalmente, los ciudadanos tendían a ignorar a la gente de color, aunque era extraño ver sirvientes de su raza, no era descabellada la idea de cruzarse con alguno.

Sonrió ante la ingenuidad de ella. No creía que hubiese nadie capaz de levantar sus manos, con violencia, sobre su cuerpo. Era conocida entre el escueto grupo de la alta clase, cualquiera podría rastrear sus orígenes, al menos, en la parte que concernía a su madre. La rama de su padre era desconocida, lo que sin duda, debía ocasionar numerosas habladurías acerca del origen de su padre, pero ninguno, hasta la fecha, había tenido la osadía de enfrentarse a ella. Muchos recordaban el carácter volátil de su abuelo. Los Del Mar eran conocidos por su carácter fuerte y dominante, si bien ese no era su caso. Ella sólo sacaba la vena agresiva cuando era atacada o observaba una agresión hacia un ser querido.

Con gesto altivo, observó como la pequeña la estudiaba detenidamente. Era lógico que lo hiciera, al fin y al cabo era una desconocida. Manteniendo una expresión serena, y una sonrisa amable, dejó que continuase estudiándola. Tal vez eso le mostrase que no era peligrosa para ella, ni tenía segundas intenciones. Le dolía ver la desconfianza y el miedo girando a su alrededor. Aquella muchacha parecía haber pasado por numerosas pruebas, y no muy buenas si su mirada reflejaba tanto temor.

- Disculpad mis modales, me llamo Ruslana Del Mar. No sé si os agradará mi nombre, pero igualmente, agradezco vuestras palabras.- Mirando a su alrededor, fingió prestar atención a un viandante que ofrecía diversas telas. Los colores tenues y cálidos eran agradables, tal vez su textura acompañase la calidad de la tonalidad. Aunque observara las telas, su mente seguía dándole vueltas a lo que le había dicho la joven de color que la acompañaba.- No tienes nada que temer mientras estés junto a mi. Muy pocos serían capaces de confrontarme por acompañarte. Quizás esta tarde algunas damas hablan acerca de mis "pequeñas excentricidades", pero no tendrá ninguna consecuencia más grave. El dinero es capaz de influir en los principios de muchas personas, aunque sus prejuicios les dicten que no es adecuado que me acompañe o la trate con deferencia, mi posición y riqueza pesa más en sus mentes.- Se encogió de hombros mientras intentaba controlar una mueca de hastío. Odiaba la falsedad de los de su clase, eran capaces de venderse al mejor postor. Haciendo un gesto con la mano le dijo- Todo depende del punto desde que lo observes. Para vos, soy una dama hermosa y amable, pero para otros puedo ser una mimada excéntrica que se pasea con jóvenes negras. Para mi sois una joven hermosa, vuestro tono de piel sólo os hace más exótica, pero para otros sois inferior e inservible por vuestra tonalidad de piel.- Se apartó un rizo de su rostro, mientras sonreía abiertamente- La cuestión es; ¿Quién sois según vos?.

Sonrió a aquella dócil mujer. En su vida no había conocido a muchos esclavos, su tía era demasiado protectora como para enseñarle la fealdad del mundo, pero ella por sí misma, había descubierto su existencia. Era triste la realidad en la que vivían muchos de ellos. Desamparados, dependientes, temerosos... Algunos ni siquiera podían decir que sus hijos eran de ellos, sino que pertenecían a su patrón. El dueño y señor de las vidas de sus esclavos.

- Podría mentirte, madame Do'ing. Pero lo cierto es que si lo hiciera, sólo sería un joven blanca más, que has conocido.- Notando la intensidad de su mirada, y la curiosidad que había en ella, no pudo hacer otra cosa que decirle la verdad- Soy una niña, Do'ing. Sé muy poco sobre el mundo, pero a la vez lo conozco todo.- Suspiró desviando su mirada. Era una bruja que veía el futuro, habían muy pocas cosas que ella no hubiera visto.

No sabía cómo explicarle lo que era ella, porque ni si quiera ella lo sabía. Había muchas lagunas en su vida personal, pero aún así, decidió decirle lo que ella creía que era.Miró al cielo,y reuniendo el valor para revelar sus miedos, pensó lo inalcanzable y claro que parecía aquel mar de nubes. Tan único, e irremplazable.

- Soy una bastarda. Muy pocos saben esto, porque como sabrás no somos muy bien vistos en la sociedad. Soy alguien que ha vivido toda su juventud sola en distintos internados. Capaz de tocar el violín y el pianoforte, al igual que hablar cinco idiomas. - Paró sus pasos, deteníendose para coger el aire que le estaba comenzando a faltar. Cerró sus ojos, para evitar volver a sentir el dolor que había cargado toda su vida.

Una dama jamás muestra sus faltas, le había dicho una vez su tía. Y ella lo había hecho. Jamás había mostrado el dolor que le causaba saberse diferente, o la soledad que cargaba siempre con ella. Aunque el motivo de ocultar sus pesares no eran las palabras de su tía, sino la necesidad de demostrar lo fuerte e inalcanzable que era. Una Del Mar. Única, perfecta, orgullosa y tenaz. Así era ella.- Soy una joven orgullosa y terca. Odio las mentiras, porque sé cuando los demás mienten. Aprecio la bondad y la amistad, pero también el dolor y la soledad.- Se encogió de hombros, al mismo tiempo que volvía a mirarla.- Soy, en definitiva, una joven capaz de luchar por lo que quiere, sin importar cuantas trabas encuentre en el camino. Capaz de amar y atacar con la misma fuerza.

Riendo para suavizar mis palabras, continué caminando- Amo demasiado la vida como para desperdiciarla llorando por todo lo que no podré tener. Sonrío y doy felicidad a todo el que se encuentre conmigo, porque la vida, Do'ing, es tan hermosa como dura.

Cuando los brazos de Do'ingn se alzaron y la abrazaron, se sorprendió tanto, que dejó su boca abierta mientras la escuchaba incrédula. Notó cómo sus ojos la observaba con cariño y comprensión, casi, como si ella pudiese entender cómo se había sentido en su infancia. La soledad, tristeza y necesidad de cariño que había arrastado tras ella. Quizás ese fuera el motivo por el que siempre ayudaba a los demás, por el que su corazón comprendía mejor que nadie el sufrimiento ajeno. Sólo aquellos que han estado perdidos en la oscuridad de la soledad, son capaces de enseñarle la salida a los que, como ella, aún no habían logrado salir a la luz del mundo.

Los rayos del sol comenzaron a buscar un hueco por el que brillar entre las nubes. Levantó su rostro al cielo con una sonrisa, mientras abrazaba a Do'ingn con suavidad. Era increíble. La luz del sol era como esa mujer que estrechaba entre mis brazos. Tan brillante y calida, que era capaz de tocar su corazón con un gesto tan simple como su abrazo.

Saber que había afrontado sus miedos e inseguridades, sólo para mostrarle apoyo, le hacía aflorar lágrimas en sus ojos. Casi a punto de comenzar a llorar, se aclaró la garganta y se separó un poco de ella con una sonrisa brillante. Quería que sintiese todo el cariño que podía ofrecerle el mundo. No todo era negro en esta vida, habían tantas cosas malas, que podíamos perder la noción de lo realmente importante. El amor.

- Gracias, amable Do'ingn. Tienes toda la razón. Hay una historia que narra la conclusión que tú has sacado tan sabiamente.- Tomó su mano con una sonrisa y la colocó en su brazo, enlazándola con ella para volver a caminar.- Un sabio le dijo a su alumno que tomase una cucharilla con aceite en ella, y le pidió que diera una vuelta por el templo sin que se le cayese el contenido de la misma. Tras hacerlo, el maestro le preguntó: ¿ Qué has visto del templo mientras caminabas?. Y el alumno, avergonzado, le dijo que no había prestado atención a lo que le rodeaba, porque no quería que se le cayese el contenido de la cucharilla. - Haciendo una pausa en el camino. Me acerqué a un puesto y tomé un dulce para Do'ingn. Pagando un denario al tendero, le colocó el dulce en la mano a Do'ingn y continuó su camino e historia.- El maestro le ordenó volver a dar una vuelta por el templo con la cucharilla, pero esta vez prestando atención a lo que le rodeaba. El alumno así lo hizo, y cuando llegó al lugar en el que se encontraba su Maestro, le contó todo lo que había visto.- Sonriendo a Do'ing señaló el pastel con una inclinación de cabeza- Debes comértelo para saber el final, te prometo que está muy bueno- Mordiéndose el labio para no reírse, observó el movimiento veloz con el que Do'ing se llevaba el dulce a l boca y lo masticaba con una expresión sorprendida.- Lo sé, tiene un sabor sorprendente , sobretodo por la mezcla de la compota dulce, y la galleta salada.- Riéndome, tiré de su brazo para animarla a continuar.

- Cuando el alumno terminó de explicar las increíbles bellezas que había en el templo, el maestro le preguntó sobre el contenido de la cucharilla. Y el alumno sorprendido, se dio cuenta de que no quedaba nada del contenido en ella. ¿sabes cuál es la moraleja?. - La miró con intensidad, porque sabía que la conclusión daría respuesta a su problema- Debemos disfrutar de lo que nos rodea, sin olvidarnos de las obligaciones que debemos llevar a cabo. Eres una mujer increíble por ti misma Do'ingn, no dejes que nadie te impida ver la belleza del mundo.

Guiñándole un ojo para apartar la seriedad de mis palabras, reí y enlacé mis manos por detrás de mi espalda. Ya había pensando cómo podría hacer que Do'ingn fuera más feliz, y tal vez ella no lo supiera, pero aunque protestase y patalease, conseguiría lo que se proponía. Sólo tenía que ser más sutil de lo normal al hacerle la petición.

- Do'ingn, he estado pensando en algo que me gustaría aprender, y que me haría muy feliz.- La miró con suplica en sus ojos. Realmente esperaba que su ardid funcionase, porque siendo sincera consigo misma, podría conseguir ayuda en cualquier otro lugar, pero quería cumplir los deseos de Do'ingn. - ¿Podrías enseñarme a cocinar?. Me gustaría poder hacerle algo de comer al hombre que amo, pero lamentablemente, no sé cocinar. A cambio...- Giró su cabeza para no reírse, ya que sabía que lo que le iba a dar a cambio era lo que haría feliz a Do'ingn.- podría enseñarte a leer y escribir.- Se alzó de hombros como si no fuese gran cosa, y siguió manteniendo la vista en un puesto cercano del mercado, para no presionarla.

Comenzó a reírse al escuchar la felicidad que translucían las palabras de Do'ingh. Le gustaba verla sonreír, saber que aquella jovencita había dejado de mirar a todos aquellos que paseaban por su alrededor y comenzaba a florecer a pesar de todo lo malo que la rodeaba.- ¡Ay, señorita Do'ingh!. Me temo que ha hecho usted un mal trato. Soy terrible en el arte de la cocina. Mi cocinero dice, que soy la única mujer capaz de quemar un huevo dejando cruda la yema.- Se tapó la boca con la mano, intentando amortiguar la risa cada vez más ruidosa que estaba emitiendo. Era cierto todo lo que le había dicho. Su cocinero después de todos los horrores que había hecho, le había prohibido entrar a la cocina.

Le tomó la mano a Do'ingh en un movimiento impulsivo, y con una sonrisa la miró con cariño a los ojos.- Perdone mi atrevimiento, madame Do'inghn, pero no sabría cómo agradecerle lo que va a hacer por mí. Puede venir cuando guste a mi casa, pero para asegurarme de que no es dañada, dejaré que mi carruaje la vaya a buscar a la casa en la que sirve.- Le soltó la mano con suavidad, y continuó su camino.- Mi hogar es una Mansión alejada de París, suelo hacer viajes de dos horas para llegar al lugar en el que trabajo. Es una casa grande de tres plantas, con numerosos terrenos a su alrededor, y está colocada sobre un acantilado. - Sonrió con cariño al recordar su casa.- Tengo una playa privada, cuya entrada está oculta. Y para acceder a la Mansión, hay un bosque que la rodea, y dos leones de hierro forjado enormes, que la custodian.- Se encogió de hombros con rapidez.- De pequeña la odiaba porque siempre estaba sola en una casa tan grande, pero con el tiempo, y las largas ausencias en las que vivía en internados, llegué a extrañarla y amarla como a un ser vivo. Sería incapaz de vivir en otro sitio. - Miró a Do'ingh con una mueca avergonzada.- Lo siento, he vuelto a hablar demasiado de mí. Terminarás odiándome. ¿Cómo es tu hogar, Do'ignh?- Le preguntó con inocencia, mientras continuaba por la calle en la que había encontrado el mayor regalo que podía haber imaginado.

<no tengo clase social, no tengo amigos, no tengo estudios,
no tengo tierra, no tengo fe,
no tengo Iglesia, no tengo Dios,
pero lo que si tengo, y nadie me va a quitar es,
tengo mi pelo, mi cabeza, mis venas,
tengo mi sonrisa, mis brazos, mi alma y mi espalda.>>

Escuchó la explicación de su hogar mientras, sin poder evitarlo, lo comparaba con la suya. Su mente advirtió que ella no había hablado de hogar ni casa, sino de habitación. Lo que ya constituía una comparación abismal con su vida. Todo en ella gritaba fortuna, mientras que Do'ingn era una muchacha joven, inocente y temerosa. No poseía nada en común con ella salvo el dolor. ¿Era posible que las personas pudiesen encontrarse en un mismo sentimiento, y desde éste comenzar a construir una relación?. La buena de Do'ingn le enseñaba lo que era la modestia, se sentía mal por haber hablado con tanto entusiasmo de su hogar, pues era evidente, que el de la otra joven sólo constituía lo que los amos deseaban que tuviese. - Tenéis suerte entonces, amable Do'ingn. Una habitación para vos, y la tranquilidad de un espacio libre donde ser tú misma.- Sonrió con dolor. Era una luchadora, siempre consciente de su lugar y circunstancias. Cada segundo que pasaba con ella, le enseñaba lo mucho que podía cambiar la vida de alguien por pertenecer a una clase diferente, o poseer un tono de piel equivocado.

- Por supuesto, Do'ingn. Jamás querría que tuviera problemas por mi culpa, es más, si lo desea, yo misma esperaré dentro del carruaje. Así si en algún momento nos descubren, les diré que me he perdido y buscaba su ayuda.- Le dedicó una sonrisa traviesa y miró las bolsas que cargaba.- Sería aconsejable que me dejara ayudarla, dentro de poco nos despediremos y tendrá que continuar su camino sola.- Si lo desease, la acompañaría a la casa de su amo, pero algo le decía que declinaría su oferta. Ella temía más, por dañar su imagen pública, que por el castigo que podría sufrir. La admiraba por eso, por ser fiel a sí misma, por tener un corazón más grande de lo que era racional, y por no juzgarla.

Escuché sus palabras con atención, dejando que el sol bañase mi rostro mientras la miraba expresarse tan abiertamente. Casi como un cometa fugaz, los labios de Do'ingn se abrieron para abrir paso a un sonido ligero, audaz y tímido. Suave como el vuelo de una mariposa, destinado más para ocultar su sonido, que para recrearse en el contoneo de cascabeles, en el que consistía su risa. ¿Quién lo hubiera adivinado?. La joven e inteligente Do'ingn podía reír. Mostrar ante los demás, su felicidad o diversión. Era algo tan mágico, en alguien tan asustadizo como ella, que sus pies se tambalearon, haciéndola perder el paso. 


Contuvo el aliento, mientras cerraba los ojos. Había tropezado, como una incauta adolescente, ante el maravilloso espectáculo que era Do'ingn. Estaba segura de que si tuviera menos miedo del mundo y más confianza en sí misma, sería una mujer tan hermosa, que incluso sus amos caerían ante sus pequeños y cansados pies. - Discúlpame, madame Do'ingn. Soy demasiado torpe para mi propio bien.- Reí para disimular mi disgusto, aunque sabía que me estaba sonrojando de vergüenza. Cuando me ensimismaba en mis pensamientos o en la contemplación de otra persona, siempre hacía lo mismo. Debía procurar mejorar ese defecto, o la pobre Do'ingn se daría cuenta, muy pronto, de que no era más que una tonta niña mimada. 


Se sacudió la falda con un gesto ausente, mientras pensaba en su pregunta. - Creo que la gente adinerada necesita creer en la debilidad de los pobres. En la fealdad y maldad que anida en los barrios pobres. Porque, si no fuera así, ¿cómo podrían castigar, golpear y difamar a sus siervos?.- Levantó su cabeza y miró a Do'ingn con solemnidad.- Nadie ve, lo que no quiere ver.- Sabía que sus palabras eran más un mensaje críptico, que una respuesta. Pero era lo único que podía responder. En su familia nunca ha habido problemas con los sirvientes, al fin y al cabo, descendían de piratas. Su abuelo tenía como mejores amigos a un estafador y un contrabandista. Y yo..... tengo a un asesino y una gitana como amistades. ¿Cómo no podrían identificarse con la clase baja, cuando de ella procedía el mayor tesoro que tenían?. 


- Pero no temas, Do'ingn. Siempre podrás contar con una torpe y despistada mujer como yo, como amiga. Siempre y cuando me prometas que no habrá más norma entre nosotras, que las que decidamos ambas. Dejemos de lado las leyes de este mundo, y construyamos el nuestro.- Le dio una sonrisa pícara mientras se acercaba a ella para susurrarle- Una niña pirata y una esclava... ¿no promete éso, el inicio de una aventura?.- Rió como una niña traviesa, y se olvidó de todos los demás mientras que continuaba caminando. 


Cuando sus ojos divisaron el sombrero de Rembrant, su lacayo personal, supo que faltaba muy poco para encontrarse frente a su carruaje, así que comenzó a aminorar sus pasos. Intentando, casi en vano, en retrasar el momento de la despedida.- Creo, Do'ingn, que el instinto es algo más fiable que la propia razón. Haz caso de tu intuición, ten cuidado con la pequeña. Quizás no sea nada preocupante, pero....- Pensó un momento en sus propias habilidades. Todas ellas peligrosas en malas manos.- Hay cosas inexplicables en el mundo, que pueden dañarnos. 

Miré a Do'ingn durante unos segundos, completamente paralizada. ¿Cómo te despedías de alguien que había tocado tu corazón de la forma más tierna?. Podría asustarla con mi "comportamiento inadecuado", quizás ella huyera horrorizada, y eso la hacía enmudecer. No quería que ella la odiara, o que sufriera las consecuencias de sus actos atrevidos. Así que se limitó a mirarla en silencio, con una sonrisa ladeada. - Ten cuidado de los piratas, mi joven y querida Do'ingn.- Le dije mientras me acercaba a ella un paso, manteniendo mi mirada en sus ojos oscuros. Memorizaba todos los elementos de su rostro. Tenía una fe creciente en ella, en que sabría encontrar su lugar en este mundo extraño. Quizás la próxima vez que la viese, su cuerpo no temblaría con miedo, quizás su espalda estuviera recta con orgullo interno.- Dicen de nosotros, que sabemos cómo robar aquello que más aprecian los demás.- Alcé mi mano, tocando con un dedo la mano más oscura. Rocé su piel hasta encontrar el hueso de su muñeca. Aunque no me limitaba a crear un contacto entre nosotras, sino a buscar el núcleo de sus sentimientos. Buceé en sus ojos mientras me aferraba al sentimiento de miedo y lo reducía con dureza. Sabía que no duraría mucho, sólo un día. El miedo era el único sentimiento familiar para Do'ingn. Se aferraba a él como una manta. Pero todos necesitábamos un choque contra la realidad. Destrucción para crear algo nuevo.

Le guiñé un ojo y separé mi dedo de su mano, llevándome el sentimiento de miedo y tristeza de ella. Cuando durmiese, ella recordaría lo que era estar sin miedo, y quizás, al día siguiente, cuando volviese a él para refugiarse de la realidad, se preguntase qué haría si no tuviera miedo. Pobre Do'ingn. Una parte de ella sufría por lo que le estaba haciendo, pero sabía que era por su bien. - Hasta pronto, Do'ingn. - Le sonreí de nuevo mientras me daba la vuelta y caminaba hacia el carruaje. Cuando me subí en él, me asomé por la ventana y la saludé con la mano, despidiéndome de ella. ¿Se daría cuenta de que le había robado el miedo y la tristeza?.