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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Malena Schreiber Mar Oct 16, 2012 11:09 pm

"El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son."
Tito Livio

Franjas claras, otras sombrías. La piel uniforme donde todavía perduraba una elasticidad de juventud parecía camuflada a causa de las ramas incipientes que interrumpían el paso del sol. Una respiración agitada, precipitada que arremetía en quitar su pecho de lugar a causa de unos pulmones demasiado excitados. Exigidos a trabajar al máximo pero ¿Con qué fin? Malena estaba detenida en el linde de los árboles, de pie junto al tronco de un cerezo añejo. Solo sabía que estaba escapando, observando testaruda a su propio orgullo. Estaba segura de que él la seguía, clavándole sus puñales si amagaba con caer al piso. El orgullo es hiriente, no por el resto, sino por lo que uno mismo hace.

La joven no precipitó un solo movimiento, no podía. Sus músculos estaban tensados, su mandíbula presionada y las alas de su naríz recta absorbían cada aroma que la rodeaba. “El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente” ¿Valiente? No puedes vencer una derrota. Su respiración cambió de intermitente a profusa en un intento por contener la rabia, tratando de centrarse en algo más que en la conciencia que amenazaba su extraño estado de calma. Un olor tenue, sudoroso y húmedo. No era desagradable como el estiércol, ni refrescante como las lluvias de primavera. Su mirada pesada cayó hacia sus pies apenas cubiertos por unas tiras de viejo cuero marrón amarrados a una suela gastada, ya sin recuerdos de tantas tierras haber pisado. El barro salpicaba su carcasa, su pelo enmarañado y sostenido por unas manos cuyas uñas habían resguardado cierto grado de polvillo y tierra debajo de ellas. Pronto comprendío porque rehuía a su destino. Si, era su derrota. No importaba la sangre perdida, al final de cuentas solo quedaba en el recuerdo el campeón de la batalla.

-NO!

Una voz renegada, clara en su propio horror, cortó el silencio asustando a las aves cercanas que no dudaron en hechar a volar en busca de una rama más segura. Plumas viejas de color gris cayeron sobre la cabellera y hombros de la muchacha. Nada importaba. Sus entrañas se cerraron como si la razón actuara como un cerrojo, dejando salir su pánico para que obnubile a cualquier otra lógica de acción. Sus pupilas dilatas por la simplicidad de la realidad que la estaba acosando y llevado a caminar y correr, escapando de esa idea. Debes bañarte, querida Malena.

Automáticamente sus fosas nasales se cerraron tratando de ignorar cualquier testigo que la acercara a su temor más profundo. No, no iba siquiera a visualizarla. Iba a ser ignorante de esa realidad demasiado terrenal para su gusto. Su cabello rubio gastado, ya demasiado graso se enredaba con frenesí en las puntas de sus dedos nerviosos, cortando la circulación al punto de tornarlos de un color más morado que las mismas uvas que comenzaban a cosecharse en el Sur. En su ocio solía jugar con su circulación, pero ahora sus nervios la estaban cortando. Su pecho volvía a perder la cordura de su eje, pero su cuerpo seguía estancado, negándose a dar los pasos que restaban hacia la laguna. Ahora comprendió.

Desenmascaró a la razón. Eres una pobre Ilusa. Tu no me engañaste. No lo hice. Si lo hiciste, LO HICISTE. Malena luchaba contra los músculos de sus piernas que lentamente, tomaban la dirección hacia donde más fuerte se escuchaba el ruido del agua cayendo a la lejanía. No podía siquiera visualizarlo, enceguecida por su propio pavor, pronto su mundo se reducía a ella, el agua, y un factor que no podía comprender y rehusaba de hacerlo.

Debía bañarse.


Sucia de pecados, deber bañarse en humanidad. Pero ¿Si te agrada vivir en la mugre? ¿Quién eres tú para decirle cerda inmunda?


Última edición por Malena Schreiber el Sáb Abr 20, 2013 6:11 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ashanti Pattakie Lun Oct 29, 2012 11:38 pm


Las gotas de sangre caían una por una desde la mesa hasta el suelo. Una cabeza y los restos de un cazador, descansaban sobre la fina madera del mueble. Un desperdicio de hermosa caoba tallada a mano. El arte era del mismo hombre que ahora miraba fijamente la silueta desnuda de una mujer en medio de aquella sombría habitación. Su nombre Eisheth. Había estado rastreándola desde tiempo atrás, ella se divertía observando sus laberintos sin salida, insidiosas trampas a las que era conducido sólo por los designios de la lamia. Todos tienen un límite y, aunque no lo parezca, llegados a un punto sin retorno, ella también posee uno. Se aburrió de la misma cantata, no había en el destello de sus ojos un reto que simulara una expresión extinta en su rostro. El juego había terminado. El resto del cuerpo era devorado por las llamas amarillentas del fuego en la chimenea. El olor de la carne atrajo a los animales del bosque quienes buscaban la razón de aquel embriagante aroma a comida. La mujer no probaría bocado alguno, pues no era un caníbal y la sangre de los cazadores nunca le gustó. Preparaba los cortes de la carne con cuidado para extenderlos sobre los troncos de madera y asarlos al carbón. Con un cuchillo oxidado, preparó la brocheta perfecta para el hambriento oso que se aproximaba a la cabaña. Dicen que los animales presienten el peligro, pero Eisheth no resultaba ser una amenaza para ellos, lo era para los impertinentes humanos que corrían a meter la cabeza bajo la tierra con tal de desconocer lo que se vive en su mundo, la realidad y el terror de las bestias como ella.

Dejó que la carne tomara ese color dorado. La sangre en medio de los músculos caía sobre los troncos al rojo vivo y rápidamente era consumida por el calor. Las burbujas gorgoteaban en un baile casi hipnótico de la misma forma en la que el sonido de esas gotas cayendo al suelo, apaciguaban la ira de la vampiresa. No había más nada que aguardar tras esas paredes, no existía hombre alguno al cual esperar porque nadie sabía de la existencia de ese hombre. Lo recordaba. Su nombre, Alphonse. Su razón de vivir, su esposa y su hija. Lástima, la doncella era demasiado hermosa como para que Eisheth la dejase viva y la mujer, demasiado experimentada como para que la lamia no le prestara la atención debida. Las asesinó a ambas. Desde entonces él la perseguía para darle muerte, al principio fue divertido pero después se convirtió en una molestia. Así se deshizo de él. Apagó el fuego y dejó la brocheta al lado de la cabeza. Los huesos decoraron la pared al lado de los trofeos de todos esos animales que él mismo había asesinado para mantenerse con vida o tal vez por mero deporte. Al salir por la puerta se aseguró que cada animal salvaje de ese bosque olfateara el olor de la sangre y aquella sutil cena que les había preparado, obviamente el más ganoso sería el oso al ser el primero en llegar hasta ahí.

Su obra le costó la belleza a la que está acostumbrada. El vestido y parte de su piel se volvieron una maraña de suciedad, sin contar el aspecto de su cabello. Rugió por debajo al notarlo. Necesitaba limpiarse antes de acudir a cualquier llamado o invitación que tuviese por la noche. ¿Los planes? Aún no discernía si ir a la taberna a coger un buen hombre que le satisfaga o volver a enredarse en las manos de una mujer. Sin duda alguna la segunda opción resultaba mucho más tentadora que la primera. Le gustan los hombres, siempre y cuando puedan ser capaces de seguir su libidinoso ritmo, en cambio las damas… ellas lo tenían todo. Cruzó el bosque, esquivando las ramas altivas de los árboles. Cada una de ellas era como una espina vigilante, lista para clavarse en su torso si intentaba destrozar los troncos de cada uno de esas imponentes maravillas de la naturaleza. Debía tener cuidado de no tropezar y golpearse. ¡Como si en verdad pudiese perder el equilibrio! En las lejanías, se perdió el olor de la sangre, el rastro de la cabaña y por supuesto el sendero que conducía hasta ella. Sólo quedó ese peculiar aroma a humedad en la tierra, el frío que se filtra por los poros de la ropa y la sensación de no estar solos. A punto de llegar a la orilla de la laguna, la escuchó.

Una maldita voz que parecía provenir de una ninfa, pero sabía perfectamente que esas criaturas eran un mito de la misma forma en la que los dragones poblaron la tierra. Rugió. ¿Quién demonios era? Sólo un loco se atrevería a adentrarse en el bosque a mitad de la noche. Sonrió ante la idea. –¿Un loco?- Susurró. Aproximándose al lugar, recibió como bofetada al rostro el dulce olor de su sangre, pero no era cualquier hedor humano. En ella había ese algo que le caracterizaba como única en su especie. La observó durante minutos, escondida entre las copas de los árboles y prestando atención a cada mínimo detalle. La luz de la luna se filtró entre las ramas hasta llegar inconscientemente a tocar la blanca piel de la bruja. Los colmillos de Eisheth se desenfundaron, no había nada más erótico que observar a una mujer a mitad de la nada a punto de sumergirse en el agua mientras el plateado color de la luna le baña la piel. ¡Maldición! La visión comenzaba a excitarla y no tuvo más remedio que dejarse caer detrás de esa criatura. Su rostro, detrás de aquella sonrisa ladina, ojos asustadizos y juventud de niña, escondían las intenciones del demonio. ¡Quería poseerla! Se preparó para atacar. Su boca se abrió con los colmillos ataviando su amenaza.
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Mensaje por Malena Schreiber Mar Nov 13, 2012 9:22 pm

¿Es el hombre sólo un fallo de Dios, o Dios sólo un fallo del hombre? Friedrich Nietzsche


Malena era un fallo de la vida. Pero su vida ¿Era un fallo de la razón? Cualquier lógica la daría por muerta, pero la muerte se rehusaba a ella una y otra vez, atormentándola en el mundo de los vivos. Un universo ajeno que la obligaba a comer, dormir y. Y¿Y? Y bañarse.

Sus músculos tensaban el ambiente embriagado por una brisa atérmica que la embargó, queriendo endulzar a la sal. Algunos mechones se entrometieron entre su visión y no se molestó siquiera en arreglarlos. Demasiada enviciada, observaba atónita el agua sin poder creer que estuviera allí, en ese momento y en ese lugar. Sus pulmones volvían a entrometerse en una guerra contra el costal de costillas, queriendo huir desesperados, pero encontrándose presa dentro del sublime cuerpo de la bruja. Pupilas dilatadas, mitad miedo, la otra mitad era una mera respuesta al instinto animal, ampliados para poder observar cada milímetro de luz que atravesara la densidad de la masa oscura que la rodeaba.

El negro no era negro. El negro era un color y también podía ser luz. Él no estaba, y ella tampoco. Tener fe significa no querer saber la verdad. Sus párpados cayeron para levantarse. Sus piernas querían ahogarla porque no había nada que despertara su ira más que insultarla ¿Quién era ella para decirle que no quería saber la verdad? ¿Justamente ella? Su cuerpo se hizo peso, pudiendo sentir como las plantas de sus pies comenzaban a hacer una presión negativa, sus pies descalzos comenzaban a dejar su huella sobre un lodo algo húmedo, aumentando su textura blanda y arenosa a medida que la cercanía al agua era más amenazante. Iba a correr, la iba a ahogar ¿Pero cómo iba a disfrutarlo? Era absurda la línea efímera entre el goce y la razón. Todos eran un fallo, y todo fallo eran una ironía. Pero a partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar.

Cínica ya sabía que debía hacer. Una amedrentada comisura dejó espacio a una sonrisa rosa pálida, esclava de su demencia y determinada a guiarse por los hilos de un titiritero omnipresente. No, no lo era. Ella lo era. Su decisión era casi exquisita en el momento en que su talón fue el plano que la ayudó a impulsarse para dar ese paso que la movilizó de donde estaba estancada. Pero pronto, todo desapareció. Los hilos de cortaron. Su pecho volvía a luchar contra sí mismo cuando finalmente algo comenzó a recorrer su cuerpo, solo el lado izquierdo. Un leve cosquilleo, un frío que activó su propia alarma obligándola a observar por sobre su hombro nuevamente a la realidad. Sabía lo que era, siempre lo supo. Su garganta seca por la ansiedad se adelanto a cualquier tipo de razonamiento mientras su inconsciencia la llevaba a buscar con unas uñas algo comidas las yemas de sus dedos marcadas y remarcadas por cientos de cicatrices que hacían las veces de libreta de anotaciones. Su sangre hervía pero todo lo que pudo sentir era aquella bella sensación del frío.

Sus ojos como cazadores buscaron los del maldito engendro como un vicio, como su propia droga que solo aquel que sufría de abstinencia podía saber la sensación de saciedad cuando por fin se reencontraba con su obsesión.

-MIRAME!

Eran azules, felinos y remarcados. Delirantes y profundos, escurridizos y sádicos. Eran todo lo opuesto a lo que estaba buscando. La decepción era acostumbrada, pero el frío, necesitaba sentirlo y sin que ninguno se le acercara dio un paso en reversa para que su espalda impactara contra el antebrazo de la vampiresa. Bruta, torpe y eléctrica, sus fibras nerviosas se conectaron, haciéndola gritar de placer, de odio y de culpa. Debía bañarse pero no quería hacerlo en agua sino en sensaciones. Aléjate y báñate de una maldita vez.

-No quiero.

Debía dibujarla. Quizá si lo era, o simplemente estaba perdiendo el tiempo en pecados. No sabía que hacer primero. Sus dedos se enmarañaron entre su pelo alborotado, jalándolo despacio, dejándolo y volviendo a tomarlo por sus raíces mientras su respiración se alternaba entre agitada y un leve lapso de calma. Él, ella, o ella misma. Él estaba cerrado, todavía con hojas por dibujar a la espera de que el trazo definiera el destino. Ella quería que finalizara lo que tanto la consumía por su pavor al agua. La sola idea del claro espejado frente a ella la llenaba de una leve capa de sudor sembrado por el pánico. Y finalmente Malena ¿Qué quería ella? ¿Ser un fallo, o una verdad?
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Mensaje por Ashanti Pattakie Miér Nov 21, 2012 1:02 am


Instinto. ¿Qué es realmente el instinto? ¿Una señal del cuerpo que advierte la amenaza, ayuda a la supervivencia y rige las acciones cuando la razón no puede hacerlo? ¿Será que es simplemente una forma de llamar a esa vocecilla dentro de la cabeza sobre alguna vida pasada? Los animales no piensan, no usan su sentido común para realizar determinada tarea, ellos sólo se rigen bajo el impulso de sus cuerpos y lo que su naturaleza les dice ¿Es eso el instinto? El hombre no debería tenerlo por el hecho de ser hombre, una especie avanzada más allá de las posibilidades sobre las bestias subdesarrolladas, sin embargo, lo poseen y lo dejan de lado sólo porque su razonamiento parece ser más coherente que las amenazas que percibe con los poros de su piel. La palabra evolución era otra cosa que se había quedado a la mitad en la mentalidad del cuerpo humano, estancada por sus pensamientos absurdos y teorías abstractas sobre las cosas que los rodean. No era necesario vivir milenios, siglos o décadas para darse cuenta que la humanidad jamás lograría avanzar más allá de la evolución que dice tener. Eisheth lo sabía, porque la perfección no estaba en los genes mortales, si no en los de ella. Cruel, sarcástica y cínica chiquilla de diecisiete años en apariencia.

Observó los ademanes en silencio. La extrañeza surcó sus pensamientos cuando le escuchó hablar. ¿Con quién y por qué? No interesa. Los ojos de la bruja eran perfectos, gélidos, perdidos y bastante profundos. Idénticos a los que ella poseía en su juventud humana, ahora sólo quedó el despojo irónico del frío y la maldad. La sonrisa de la vampiresa curveó sus labios y sus ojos alternaron se deslizaron sobre el cuerpecillo de la bruja. Demasiada piel empapada por el agua, demasiada piel que clamaba por ser sometida en las fauces de un extraño. Los colmillos aullaron en desesperación, sólo deseaban poder clavarse en la superficie de su dermis y succionar la joya escarlata de sus venas. Había pasado tiempo desde que tomaba un bocado excitándose como un maldito enfermo ante la belleza de una mujer como ella. Ahí estaba. Frente a quien podría llegar a satisfacer sus fantasías de una forma u otra. Incluso, aunque se resistiera, Eisheth conseguiría su cometido. La tortura, el sadismo y el masoquismo eran una peligrosa combinación para una mujer que no es capaz de controlar sus esquizofrénicos impulsos lascivos. Pero no tenía tiempo para convencerla, tampoco para someterse a toda su parafernalia acusativa sobre lo que es y lo que hará, sobre las amenazas viles y también sobre si está bien o está mal.

Extendió una sonrisa grotesca sobre la comisura de sus labios. En su mente se divagaban las posibilidades como una ruleta rusa, nunca en el mejor de los premios pero no habría porque apresurar las cosas. Cuando se viaja, lo importante o es el destino, si no el camino. Rodó sus ojos asegurándose de anteponer esa teoría a cualquier maldito arranque que supusiera el término de su juego. Metió las manos al agua y las levantó para mojar sus cabellos y empaparse con el líquido. La miró fijamente a los ojos. No le temía y, hasta cierto punto le causó un enorme gusto. Mancilló su propio labio inferior antes de correr y amordazarla con sus manos. Un hilo de sangre corrió por la comisura de los mismos y al final una gota se ahogo en la superficie del agua. Estaba lista para lo siguiente. Atacó. Con la punta de sus colmillos rasgó el cuello de la bruja succionando con delicadeza las gotas del fluido carmín. Gimió al encontrar su dulce sabor. Existe una delgada línea entre la sangre común de los mortales y aquella que está cubierta por la locura y la magia. Un sabor incomparable, insuperable y por supuesto lleno de idílicas sensaciones. No pudo controlarse y el acto seguido fue una mordida certera sobre uno de los pechos de la chica. La ropa no importó, porque sus colmillos la rasgaron junto con la piel. La sangre emergió de las laceraciones y ella se quedó ahí pegada a su pecho como un bebé al ser amamantado por su madre. La punta de su lengua se esforzaba por mantenerse al tanto de las cosas mientras frotaba insipientemente el pezón dela chica. Deseaba provocarla, enloquecerla. La reacción de la bruja la desconocía, pero cualquiera que fuese motivaría a Eisheth a proseguir con su fatídico juego de tentaciones al demonio bajo la carcajada de la obscuridad perpetua en la noche.
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Mensaje por Malena Schreiber Lun Dic 03, 2012 9:45 am

Let it be - Paul Mccartney

¿Cómo sabes que estás viva cuando tu cuerpo no siente el calor? ¿Cómo puedes disfrutar de un atardecer, o de una refrescante brisa abrasante de la sofocación cuando desconoces su sentir? ¿Cómo puedes celebrar el milagro de sobrevivir el día al día para llegar a la noche regocijándote de cómo burlaste a la muerte cuando en realidad, simplemente deseas dejar de existir? La bruja sentía que vivía tiempo arrendado de un ser omnipresente que solo quería torturarla con el vicio de la existencia.

Morir era simple, vivir era una agonía que no estaba dispuesta ni creía valerosa de experimentar ¿Para qué hacerlo cuando no puedes disfrutar de la simpleza de la vida, sentir tu piel hirviendo reacia a la sofocación emanada del sol, o sentir el crujir de los huesos presa de la agonía de los nervios frente al frío de un gélido invierno? Blasfemias, no son más que putas blasfemias. Malena era demasiado altanera como para poder reconocer que sentía ¿Envidia? ¿De los estúpidos mortales que sufren? Son mi goce y mi entretención. Por un momento su mente quedó en blanco, esclava de sus propias quejas y regocijos que le hacían recordar que pese a su des conformismo, seguía formando parte del mundo terrenal donde el sol calentaba, el frío enfriaba, el agua mojaba, la nieve pintaba paisajes agrestes convirtiéndolos en postales dignas de ser admiradas. Un mundo del cual formaba parte pero que la excluía al punto de evitarla, negándole sus sabores, sus sensaciones y su esencia.

Ella resentía para con el mundo, por lo que su universo se centró en sí desde hacía ya varios años. La ausencia se disipó en cuanto sobrevino nuevamente su egocentrismo, él y ella. Esa era ahora su vida. Ella la odiaba, él la ordenaba y Malena era su propia presa. Pudo sentir la humedad tras una larga picazón en sus pupilas resultado de no enfocar en sus alrededores. La humedad del ambiente se hizo presente en cuanto reconoció la situación que la había estado amedrentando desde hacía semanas. El lago frente a sí en una quietud impresionante digna de viejos mitos y leyendas, pero quien estaba frente a sí no distaba de aquello. Era pálida, era lujuria lo que emanaban sus ojos, deseo lo que desenmascaraban sus colmillos y excitación lo que su aroma instruía. DIBÚJALA! Su voz imponiéndose sobre ella hizo que su respiración se aletargara presionando su estómago, obligando a sus pulmones a descender en un ataque de rabia mientras el aire escapaba por entre sus dientes. Sus dedos comenzaban a quebrarse sobre sí negándose a la imposición, pero reacios a negarse a él al fin de cuentas.

Entonces ella la salvó. Pudo sentir agujas, como el flujo de su corazón cambiaba de dirección. Las neuronas adormecidas desde hacía meses descargaron al unísono una corriente que recorrió cada punta del cabello de la bruja, erizando hasta los más efímeros en su antebrazo. Una sensación la embriagaba, exquisita ahuyentando a sus voces, reduciéndola al solo hecho de sentirla. Sus pulmones estallaban de las bocanadas precipitadas en las que ahogaba presa de sí misma, para luego escapar formando un grito desgarrador que poco concordaba con la belleza sublime de la bruja.

Fue en ese momento cuando murió la razón y la bestia, vio la luz. Malena no iba a dejarla ir, necesitaba de ese frío, quería gozarlo, no era el acto en sí sino la sensación. No eran gemidos de excitación sino gritos de guerra. Sus manos se enmarañaron entre el sedoso pelo de la vampiresa obligándola a pegarse más contra su piel, casi ahogándola contra su propio cuerpo. Quería sentirla, quería estar en contacto con la mayor parte de la criatura posible. Quería el maldito frío de una vez por todas.

A veces deseas algo tan simple, que el mundo no te comprende. Y tú no comprendes al mundo por sobrevalorar cosas sublimes. La subjetividad mata a las personas ¿Pero cuándo no eres una?
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Mensaje por Ashanti Pattakie Miér Dic 26, 2012 8:38 pm


Se dice que los vampiros beben sangre para saciar la sed que su maldición acarrea. Son los hijos de Caín, condenados a las sombras eternamente cumpliendo, pagando una deuda que su ancestro cumplió sólo por la envidia a su hermano. Se dice también, que sólo la sangre podría curar sus heridas y hacerlos sentir la vida misma. Sí, el calor de la sangre es una vorágine de sensaciones, emociones que naufragan en un mar olvidado tiempo atrás; la ausencia del líquido los hace sentir débiles, hambrientos, coléricos y a punto de enfrentar una muerte de la cual escaparon siglos atrás e incluso milenios. Es el color escarlata del fluido, el que enloquece sus pensamientos para obligarlos a matar por él, los convierte en asesinos crueles, despiadados, sin sentimiento alguno que pudiese retractar sus garras hacia algo más. La necesidad por obtenerlo, el deseo por tomarlo, cada diminuta develación de impulsos, los obliga a atacar, no se detienen, no se quedan pensando, simplemente hacen uso de sus atributos míticos para conseguir lo que más anhelan, la vida misma.

La impresión, la reacción de su cuerpo ante la mordida de la vampiresa, poder sentir el escozor en su piel y admirar el temblor en los vellos de su cuerpo, así como la cándida mirada que irradiaba en sus pupilas…. Volver a nacer. Así se ve reflejado en sus ojos cuando un monstruo los ataca, se alimentan de sus miedos sólo para recordarse a si mismos que alguna vez ellos fueron tan débiles como los mortales, saborear su vida desde la ilícita felicidad que la destrucción los embriaga, hasta el ignoto murmullo de una idílico encuentro con el dolor ¡Porque sí! ¡La humanidad, ahí donde se ve un mártir lleno de preocupaciones e historias dolosas, es masoquista ante su dios! La auto sensación de expiar las culpas por medio de la agonía, es la mejor excusa para ser merecedores de un paraíso que no existe.

Mientras se aferraba a su pecho desnudo, la adicción de su sangre se traspasó hasta la negrura de sus ojos. Era esa locura de la que hablaba, esa maldita y enfermiza laceración de la que hasta los demonios como ella pueden desconocer e inclinarse por una dosis extra. Se sintió viva, como cuando recorría las calles quejosa de su suerte y los cristales del suelo laceraban sus pies. Sí, era ella su propia perdición, la viva imagen de la desesperación. Se separó de la bruja, con el destello de la luna reflejado en sus orbes azulados. Se sintió excitada, embravecida, absorta. Una vorágine, un laberinto sin salida, uno que concede la adrenalina y el poder de más… ¡Quería jugar! La observó perpleja, entonces su hambre l dictó el siguiente acto. Rugió. Atacando sus labios, la besó como si la existencia se le fuese en aquel ósculo lleno de pasión. Su lengua mancilló a la ajena hasta que las gotas de sangre aparecieron entre sus labios. Las manos de la vampiresa rodearon la diminuta cintura de la mujer, atrayéndola a ella con fuerza, acariciando la delicada línea de su columna vertebral. Subió hasta colocar sus palmas al lado de sus oídos, acarició el borde de su lóbulo y después la haló hacia atrás para mirarla nuevamente.

Los fragmentos en su mente comenzaron a fusionar diferentes alucinaciones, era como si alguien se hubiese instalado dentro de su cabeza para susurrarle e intentar enloquecerla, pero la realidad es que un vampiro que lleva en la tierra más de tiempo del necesario, suele volverse un poco loco, sin embargo, los síntomas no resultan ser los típicos en los hombres, en ella por ejemplo, la colocaron en esta tierra como una adolescente insaciable, juguetona, con el deseo de interferir en la realización de las mujeres, un capricho con los varones pero un corazón vacío al igual que la bruja que tenía en sus garras. La arrojó hacia atrás, tirándola sobre la superficie del agua. Se inclinó hasta ella y rápidamente la poseyó en el fondo del agua. Eisheth no necesitaba respirar, la bruja sí, pero fundidas en el mismo ósculo, la vampiresa respiraba por las dos. Sus manos Descendieron sobre su abdomen, pellizcando, acariciando… hasta la separación de su entrepierna en donde fue un solo dedo el que probó su intimidad antes de ser sus labios los que buscaran su sabor.
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Mensaje por Malena Schreiber Miér Feb 13, 2013 12:05 pm

El pánico no implica ausencia de valentía ni coraje. Tampoco la falta de fortaleza sino la respuesta a un recuerdo borroso de la vida pasada que no terminaba por definirse. A toda causa le correspondía un efecto y fue en ese instante en que ella y Malena fueron presas de la irracionalidad, amenazadas por un miedo que electrificaba su cuerpo obligando a que espasmos de tensión flexionaran sus extremidades como si fuera un insecto al cual habían torturado al punto de su naufragio. Sus piernas reacias a colaborar se movían envenenadas por la adrenalina que pronto la hizo sucumbir bajo su propia psicosis. Sus pulmones pesaban debido a la cantidad de agua que habían tragado y ni ella pudo gritarle por su estupidez.

La nulidad en su mente fue algo que asustó más a la bruja que cualquier silencio oportuno. Lo imposible solo tarda un poco más, y fue así como el campo de batalla entró en una tregua frente al enemigo común tan vital para todos, pero la causante de sus mayores temores. La gravedad perdió sentido en cuanto su peso desapareció, al igual que su conexión con el mundo terrenal. No era el agua sino el no poder pisar la tierra bajo sus pies, aquello que parecía tan simple. Escuchó sus lamentos, podía escuchar como buscaba la racionalidad en su máxima expresión ignorando la existencia de Malena. Por primera vez vio la cara de ella, indefensa. Disfruta de las pequeñas cosas de la vida, un día puede que mires hacia atrás y te des cuenta de que eran grandes cosas. POR FAVOR. Malena estaba horrorizada con lo que acababa de escuchar y ella se enardeció. Pensó que la bruja no iba a escucharla y decidió castigarla, obligarla a que sus piernas dejaran de luchar, dejando que el peso de la joven, absurdo pero peso finalmente la impulsara hacia el fondo de la estructura natural.

No fue la temperatura del agua sino el frío de la tersura que las envolvía, trayendo silencio entre ambas, donde Malena la ignoraba y ella la trataba como una infanta. Sus pulmones pesaron más que su cuerpo cuando la presión contra sí misma por la falta de oxígeno se hizo notar como necesidad de recordarle que todavía era humana, pero había algo en ese tacto de la muerta que había dejado sus cuestiones humanas a un lado. Y todo volvió en sí. Sus ojos se abrieron cuando el aire tibio fluyó acariciando su garganta, pero un sabor amargo la embargaba, había algo que la estremeció. Sus manos estaban aferradas, y su boca entreabierta se aferró a esa porción de vida que ella le estaba regalando. No por la vida en sí sino porque quería ese aire, quería poseerlo en su completitud porque jamás lo había respirado. Malena y ella concordaron hasta que la bruja actuó por sí sola. DETENTE. No lo haré, déjame respirar por mí misma. No, yo quiero, no me dejarás nada, arruinarás todo. NO LO HARÉ! Su grito se ahogó contra los labios gélidos que se apostaban incuriosos pero lascivos contra los propios, despertando su deseo por explotarlos al máximo adentrándose a morderlos, perdiendo parte del oxígeno que le daba. Sus dientes presionaron el tejido blando venciéndolo, lo hizo con una fuerza abismal que no sabía que poseía y no había sido Malena, ella quería hacerla enojar y que Malena pagara la culpa. Se aferro como nueva necesidad a ella, sintiendo un líquido espeso que generó en su boca una sensación hirviente pero fría al mismo tiempo, empapando su lengua en ella para pintar las fauces ajenas ¿Era sangre de la vampiresa?

¿Por qué mierda lo hiciste? Nunca subestimes el poder de la intuición en una mujer, reconocen el juego incluso antes de jugarlo. Ella sabía lo que hacía reflejando su pedantería en una sonrisa cínica extendida entre sus comisuras, pero dejaba a Malena en el medio de un campo minado solo para gozar con su tortura. Repentinamente se acallaron cuando el frío descendió a través de ellas hasta que lo físico de desató de lo mental. Su privacidad violada con una ternura, el aire se acabó cuando burbujas escaparon de su nariz al sentir como ahora era presa de la lujuria, una presa que no huía ni se resistía al hurto de su dignidad. Sus manos y las de ella coincidieron en la cabellera que flotaba como algas de la vampiresa, rogándole por aire, suplicándole que la saque, pero a la vez, insistiendo en que la demencia le ganara a la razón y las desatara de su celda.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Miér Feb 27, 2013 1:34 am


Podía sentirlo dentro de ella. El deseo no sólo le pertenecía a la vampiresa, ardía en las entrañas, en el subconsciente de esa bruja. La quietud del agua las cubrió por completo, ensuciando la humedad y confundiendo su propio éxtasis con las olas de la laguna. Y ahí, con el silencio adorando cada una de las caricias que estuvo dispuesta a ofrecer esa noche, se sorprendió a si misma entregándose a una mortal cualesquiera. Fue su sonrisa la que apareció en sus pensamientos, tarareando una estúpida y canción sobre algún monstruo y algo sobre una hermosa mujer. ¿quién era quién? Sus ojos devoraron el contorno del cuerpo ajeno, sus labios rosaron su delicada piel con aquella pericia que lo hacía tántricamente delicioso. Cuanto más tardaba en frotarse contra ella, más excitada se sentía. Respiró su aroma y enloqueció por completo al sentir esa división, en su cabeza. Una de las mejores cosas que se pueden probar en la vida es eso, estar en presencia de la bipolaridad de un hombre. Disfrutó los latidos de su corazón galopando con alevosía contra su pecho, queriendo salir de su lugar y encontrar el escape perfecto a toda esa locura, pero no podía… porque aunque lo deseara con el alma, la obscura mitad y la voz imperfecta del subconsciente, querían que perdiese los estribos en los brazos de ella. ¡Una noche! Sólo una noche bajo las caricias mortuorias de la obscuridad celeste, una maldita noche acogidas por el frío impúdico del agua en la laguna, sólo sería un breve instante de toda su eternidad y tan sólo un suspiro ensoñador en la vida de la bruja.

Empujó con fuerza sus dedos hacia el interior de la hembra, deslizándose sobre el borde de su cavidad y encontrando el calor perdido en la inmensidad, la diferencia de temperaturas era jodidamente notoria, eso era precisamente lo que hacía del momento, más placentero. Subió, deslizando su lengua por el vientre y el valle de sus pechos, no importaba la tela enredada entre sus cuerpos porque los colmillos la desgarraban a su paso. Experta en la cama y más en la adoración hacia el prójimo. La besó. Perdida una vez más en sus labios, ignoró el momento en que la sangre comenzó a fluir entre sus bocas, era propia, lo sentía pero sólo era necesaria una gota siendo absorbida por la bruja para estar unidas más que nunca. No se dice que el vampiro está maldito sólo porque se alimente de sangre, sino porque el propio líquido escarlata es sangrado en demasiadas culturas de antaño y en las actuales. El cuerpo de Eisheth se elevó por encima del agua junto al de Malena y pronto la llevó hasta la orilla colocando su cuerpo debajo del propio. La miró fijamente a los ojos, enardecida por su esencia y completamente famélica de su sexo. Desgarró las prendas que aún permanecían estorbosas entre ellas. Admiró la desnudez de la hembra. Se relamió los labios al poder apreciar cada detalle de su piel, el como escurre el agua por sus curvas, las de sus pechos, las de sus caderas, la pequeña gota en su ombligo y todas esas perladas y esparcidas por el resto de su cuerpo. Parecía sudor, un sudor descomunal y embriagador, el tipo de sudor que sólo se puede ofrecer entre jadeos y lamentos orgásmicos.

Sus manos quedaron a cada lado de Malena, se apoyó sobre los codos sin perder de vista su mirada. Había algo en ella que… ¡Exótica! Un ojo azul, el otro verde… las pecas de su rostro. ¡Maldición era hermosa! Se mordió el labio inferior con una marcada sonrisa en su rostro, los malévolos pensamientos que se le cruzaron en ese momento, sólo podían ser igualados por la perversión de Lucifer. Bajó su cuerpo con lentitud, lo pegó al de ella. Su pechos rosaron con los ajenos y en un santiamén ya se encontraban erectos, se frotó por encima de ella con ávida agilidad. Utilizó una de sus rodillas para separar sus piernas, la piel fría de Eisheth se restregó una vez más contra la de la bruja. Insidiosamente, su mano derecha bajó hasta la zona íntima de la mujer. Masajeó con pericia, cubriendo cada espacio de su sexo pero enfocándose en el pequeño botón donde recibiría el primer orgasmo. Deslizó la lengua por la barbilla, cuello y hombros para desgarrar un poco de piel sobre la clavícula; apareció la línea rojiza y delicada de su sangre por donde el colmillo pasó. Besó la herida como lo hace una madre con el pequeño para curar sus laceraciones, después recogió con sus labios toda señal de sangre. Hundió el rostro en el arco de su cuello sólo para olfatear su cabello, su perfume… su delicado ser. Lamió el lóbulo preparándolo para el siguiente ataque. A la par en la que mordía su oído, introdujo gozosa dos de sus dedos en el sexo de Malena.


FDR: Perdón si el post resulta un asco, prometo mejorar (?) *O*
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Mensaje por Malena Schreiber Sáb Abr 20, 2013 6:01 pm

"Lo que me gusta de tu boca es la lengua. Lo que me gusta de tu lengua es la palabra."

El mundo era un lugar hostil porque el ser humano no se adaptaba a él. El universo era el marco y la vida la pintura que debería acatar las medidas que le fueron impuestas, sobrepasarlas era simplemente un acto de fe demasiado estúpido, lo suficiente como para que un ente pudiera cometerlo. Dentro de cada ser humano convive una bestia, a veces gigante, otra insignificante. Muchas veces dormida, en algunos casos domada, pero cuando la fiera te obliga a librar una lucha constante dominando el juego, la fe o cualquier vestigio de ilusión humana no son más que una utopía donde los sueños e ideales mueren en el concepto de idea sin llegar a realizarse. La bestia de Malena la estaba devorando por dentro, cada gota del torrente respondía a una agresión omnipresente que regia lo poco que quedaba en pie de su ser. Pero algo que tanto el monstruo como la bruja compartían era que en ese momento, en ese preciso lugar y presas de las pericias de la muerta, ambas respondían exaltivas a sus impulsos, tensando cada uno de los músculos de su vientre acorraladas por el placer carnal en que la estaba enterrando, o mejor dicho, que estaba profanando en lo profundo de su ser.

¿Me estás diciendo querida Malena, que por fin andamos por la misma senda? El sosiego empecinado reclinaba en cada una de sus palabras escondido en una sonrisa donde podían entreverse sus caninos extremadamente grandes para ser de un humano omnívoro. Malena se sentía indefensa frente a ella pero ¿QUE QUIERES QUE HAGA, RESIGNARME A TI? A veces formulamos las respuestas como preguntas. Y nuevamente su sarna volvió a atacarla como una perra en celo sin siquiera elevar su voz, el desquicio ajeno era demasiada gracia como para ponerle fin pero cuando todo estaba en su mayor expresión, todas sus terminaciones nerviosas fueron presas de la realidad cuando un espasmo recorrió su entrepierna. Era frio, era calor, era electricidad que la tensaba tironeando por entre sus muslos y no se trataba de su ropa, sino de sus propios músculos recorridos por el colapso del propio cuerpo que la azotaba en oleadas que tentaban al animal.

Sus manos y las de ella se entramaron entre el pelo de la puta vampiresa, rogándole por mas, el animal finalmente coincidió deseo y necesidad y la materializo en aquella criatura que ahora irrumpía en su intimidad obligándola a pedir por ella una vez mas. Los labios que no terminaban de acallarse dejaron escapar un gemido casi angelical mientras el descontrol se apoderaba de ambos ojos haciéndolos brillar de ¿Vida? Soñar es enfermizo, ni se te ocurra. Su voz ya no era sarcástica sino que el placebo del desenfreno también la estaba tomando a ella. La irracionalidad era mas tentadora, pecaminosa y fácil de cometer que la cordura y cualquiera sea cual sea su juicio podría ser presa, ellas no eran la excepción a la regla.

-Mas, mas, MAS!

Ella, Malena, Ambas. Sus dedos arañaron la capa de piel escondida debajo de la caoba de la maldita, necesitaban sentirla en todo su potencial. Victimas de la lascivia y el estupor querían sentir el fervor que los muertos experimentaban con la sangre y el sexo. Esta vez, cuando la vampiresa volvió a romper contra su puerta la bruja arremetió contra su cuello de muñeca cuyas proporciones canónicas atentaban contra la belleza terrenal y con una fuerza descomunal para su insignificante peso representado en su mayoría por sobresalientes huesos la mordió. Sus dientes cortaron la piel y no fue solamente la tensión entre sus piernas que coloreaban sus pómulos, sino el frío que la aturdió cuando el líquido de la vampiresa entro en contacto con sus fauces. No succiono sino que presionó todavía más su boca contra su yugular, tiñendo sus labios y su propia piel del escarlata gélido negándose a separarse de ella, arremetiendo cada vez que ella lo hacia dentro de sí. Quería vomitar porque era demasiado espesa, quería continuar, necesitaba sentirla y un carajo les importaba comprender que estaba pasando. Darle significado podría arruinarlo por completo.


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Mensaje por Ashanti Pattakie Sáb Mayo 11, 2013 2:23 am


La intensidad del deseo, crece con forme se mantiene alejado de la realidad. Cada fantasía en donde los dedos pueden obtener el anhelo palpable, incrementa la expectativa de lo que se espera satisfacer. Esto es lo que provoca que, en determinadas ocasiones, la decepción toque a la puerta del individuo y lo deje con un mal sabor de boca, jamás esperar más de lo debido, pues a la larga el detonante será la muerte. Sin embargo, por lejanas que puedan parecer las probabilidades, el estar en contacto con el deseo, la fantasía y el anhelo, llega a ser el ritual más placentero nunca experimentado. Así se sentía en ese momento. Las olas del agua chocaban contra sus cuerpos, empapando sus pies desnudos, dejando al descubierto el hormigueo en la piel de la mortal. La sumisión, le es estrictamente deleitable a la morena, una muestra del control que ejerce sobre ella. Y se mueve dentro, como una serpiente en la madriguera del conejo, buscando obtener su cena esta noche. Su lengua se desenvuelve, viperina y ávida, sobre el tendón de su cuello. Esgrime el contorno con el colmillo y suaviza su caricia con el néctar de su saliva. Con los dedos embistiendo la cavidad ajena, su cuerpo responde, a los espasmos de sus caderas en reacción a la excitación que le produce ver y sentir el placer de su amante.

De repente, como el estallido de un cañón, siente la punzada en su cuello. La sangre corre de su herida deslizándose hasta el mentón de la bruja. El sopor, aunque desgarrador, es jodidamente incitante. Un eco de lo que ella misma había hecho en la mujer segundos atrás. Sacude su cabeza encolerizada por la traición, enardecida por su deseo ahora más amargo y banal que antes. Quisiera poder jadear, conducir sus berridos a través de la garganta y emitir el libidinoso sonido, pero aún no está lista. Ruge. Gruñe y se somete. Pocas, realmente muy pocas son las criaturas que pueden dar testimonio de probar la sangre de Eisheth, no porque no se deje morder, si no porque es a escasos sujetos, a quienes elige para hacerlo y todavía más reducido el numero, el que decida dejarlos con vida. Se estremece y, aunque quiere seguir frotando sus dedos contra el cáliz desnudo de Malena, prefiere que sean sus propios labios íntimos, los que redescubran ese ardiente placer.

Contrayendo el cuerpo, se aleja de ella por un instante, momento en el cual, una oleada de viento sacude su frente sólo para embalsamar su carne al rojo vivo. Arquea la espalda arrojando su cabello hacia atrás y levantando el torso lo suficiente como para apoyarse de sus rodillas y cambiar de posición. Se sienta sobre ella con una pierna por debajo de sus glúteos y la otra doblada por encima de sus caderas. La intimidad de Malena converge en la pelvis de Eisheth. Esta última, se sostiene del suelo enterrando las uñas en la tierra observando como su propia sangre se desliza ponzoñosa, por el costado y en medio del valle en sus pechos. Sonríe descarada, cínica, demente.

Eleva su pelvis hasta rosar impúdicamente la entrepierna de la bruja. Baja con suma lentitud, un movimiento tortuoso que anticipa la siguiente embestida. Sube. El golpe seco, resuena en medio de la quietud que las rodea. La sensación dispara oleadas salvajes de éxtasis e inicia la reacción cosquillosa de su sexo. Se frota contra Malena levantando una mano y cerrarla con furia en uno de los pechos ajenos. Lo apretuja y devora con la palma de su mano, siente la rugosidad del pezón y quisiera poder arrancarlo de su lugar. Una vez más, baja. El ritmo de la música en el respirar de la mortal, se incrementa al unísono de las embestidas de Eisheth. Con ávida lentitud, sigue subiendo y bajando hasta que el ritmo se sale de su propio control y aumenta la velocidad… sus fluidos comienzan a confundirse con los de ella. El olor es sencillamente majestuoso y apetecible. Quiere probarla. Mete su mano en medio de ambas para recoger un poco de la mezcla. Mueve su mano hasta los labios de la bruja donde delinea la comisura con la viscosidad que reunió en su mano. Muerde su labio inferior y deja caer un par de gotas sobre la capa traslucida de la mezcla y alcanza sus labios en un beso apasionadamente famélico. La muerde. Ahora no sólo es su sangre la que naufraga en sus bocas, sino también, la rojiza y viva sangre de Malena se pierde en el sabor dulce, salado y amargo del conjunto. Las caderas de Eisheth, arremeten contra el sexo ajeno, con salvaje vehemencia.
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