AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Kill Or Be Killed (Baltic)
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Kill Or Be Killed (Baltic)
Como cada noche, los empedrados caminos parisinos parecían convertirse infinitos. El sol de la tarde caía sobre el horizonte lentamente. Levanté los ojos. Vi la muerte. Cada noche, cada caída del sol era una nueva bandera de guerra para quienes como yo, vivían bajo el código y el peso de la perdida. Con el odio y el rencor cosidos bajo la fibra de la piel. Lentamente, y al notar la caída del sol, la multitud se dispersaba; no todos eran unos idiotas sin sentido natural de supervivencia. ¿Pero que quedaba para mi?; ¿Soy una idiota sin sentido natural de supervivencia?. Reí, sin tener ánimos realmente de hacerlo, una risa cínica, probablemente hasta irónica.
Paso a paso el tiempo caminó también; mas veloz de lo que mis ganas me llevaban hasta mi trabajo. Finalmente el sol se ocultó, cubrí mi ondulada cabellera con capuz de la capa; ensombreciendo mi rostro. Sólo por costumbre. En el día podía ser alguien normal; meramente normal... Pero la noche desataba el infierno. Perturba la paz, mi paz, trae consigo recuerdos diurnos. Los gritos y el terror. La muerte.
Pasé mi mano por debajo de la capa que cubría mi cuerpo, tomando la cruz diabólica que había tomado por accidente del cuello de aquel vampiro hace ya muchos años atrás. Se dice, que incluso el hijo de Dios; el Dios de los católicos, cargó con una cruz. Pero desde mi cultura. Desde mi vista, no todas las cruces son motivo de peso o carga... Algunas motivan.
Pocas personas caminaban ya por las calles, y todas ellas sospechosas a mis ojos. Cualquiera de ellos, podría ser un vampiro, un hombre lobo. Y en la duda, nada los delata, hasta el instante que logras fijar la mirada en sus ojos. Baje la vista, buscando únicamente cumplir con mi noche de trabajo. Frente a la puerta trasera de la taberna pude oír las voces decadente de borrachos. Algunos cantos y el inconfundible pianista. Una noche mas entre algunos malolientes y comentarios obscenos, nada fuera de lo común, es justo lo que necesita un cazador... Humanos.
Escondí bajo la tela de mi blusa el colgante con la cruz de endiablados detalles, y me abrí paso al interior empujando la puerta. Nada mas entrar el rostro de quien se pensaba el "manda mas" se volteó a verme.
- Llegas tarde. Alístate rápido, hoy hay mucho trabajo. - Asentí a aquella voz gruesa y áspera. Curtida por el alcohol. Su rostro era de esos que nadie olvida; facciones duras, barba y cejas prominentes y azabaches. Labios gruesos y quebrajados, secos como si no bebiese una gota de agua desde hace tiempo.
Dentro del pequeño cuarto de servicio, me despojé en primer lugar del rustico morral de cuero que colgaba de mi hombro, luego de la capa, que utilizaba para ocultar el arco y las flechas. Quité del bolso una humilde estaca de madera y por debajo de mis ropas a la altura del abdomen le guardé. El trabajo de cantinera, no desplaza el hecho que bestias nocturnas acechen bajo la piel de cualquier rostro. Salí, atrayendo las miradas por mi peculiar forma de vestir; mientras sus privilegiadas damas vestían con las mejores telas, mis piernas lucían pantalones marrón oscuro, tendiendo a ser negros estaban perfectamente adaptados para la figura femenina, pero sin ser ceñidos al cuerpo. Mi blusa, escarlata se destacaba por ser holgada y ajustarse a la cintura con una faja negra, resultaba perfecta para esconder casi cualquier tipo de arma.
Ignorando comentarios, fisgoneos y algún que otro indigno halago, tomé mi puesto tras la barra, para comenzar a cumplir mi turno de aquella noche.
Paso a paso el tiempo caminó también; mas veloz de lo que mis ganas me llevaban hasta mi trabajo. Finalmente el sol se ocultó, cubrí mi ondulada cabellera con capuz de la capa; ensombreciendo mi rostro. Sólo por costumbre. En el día podía ser alguien normal; meramente normal... Pero la noche desataba el infierno. Perturba la paz, mi paz, trae consigo recuerdos diurnos. Los gritos y el terror. La muerte.
Pasé mi mano por debajo de la capa que cubría mi cuerpo, tomando la cruz diabólica que había tomado por accidente del cuello de aquel vampiro hace ya muchos años atrás. Se dice, que incluso el hijo de Dios; el Dios de los católicos, cargó con una cruz. Pero desde mi cultura. Desde mi vista, no todas las cruces son motivo de peso o carga... Algunas motivan.
Pocas personas caminaban ya por las calles, y todas ellas sospechosas a mis ojos. Cualquiera de ellos, podría ser un vampiro, un hombre lobo. Y en la duda, nada los delata, hasta el instante que logras fijar la mirada en sus ojos. Baje la vista, buscando únicamente cumplir con mi noche de trabajo. Frente a la puerta trasera de la taberna pude oír las voces decadente de borrachos. Algunos cantos y el inconfundible pianista. Una noche mas entre algunos malolientes y comentarios obscenos, nada fuera de lo común, es justo lo que necesita un cazador... Humanos.
Escondí bajo la tela de mi blusa el colgante con la cruz de endiablados detalles, y me abrí paso al interior empujando la puerta. Nada mas entrar el rostro de quien se pensaba el "manda mas" se volteó a verme.
- Llegas tarde. Alístate rápido, hoy hay mucho trabajo. - Asentí a aquella voz gruesa y áspera. Curtida por el alcohol. Su rostro era de esos que nadie olvida; facciones duras, barba y cejas prominentes y azabaches. Labios gruesos y quebrajados, secos como si no bebiese una gota de agua desde hace tiempo.
Dentro del pequeño cuarto de servicio, me despojé en primer lugar del rustico morral de cuero que colgaba de mi hombro, luego de la capa, que utilizaba para ocultar el arco y las flechas. Quité del bolso una humilde estaca de madera y por debajo de mis ropas a la altura del abdomen le guardé. El trabajo de cantinera, no desplaza el hecho que bestias nocturnas acechen bajo la piel de cualquier rostro. Salí, atrayendo las miradas por mi peculiar forma de vestir; mientras sus privilegiadas damas vestían con las mejores telas, mis piernas lucían pantalones marrón oscuro, tendiendo a ser negros estaban perfectamente adaptados para la figura femenina, pero sin ser ceñidos al cuerpo. Mi blusa, escarlata se destacaba por ser holgada y ajustarse a la cintura con una faja negra, resultaba perfecta para esconder casi cualquier tipo de arma.
Ignorando comentarios, fisgoneos y algún que otro indigno halago, tomé mi puesto tras la barra, para comenzar a cumplir mi turno de aquella noche.
Valkyria1- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 28/07/2012
Localización : Forastera
Re: Kill Or Be Killed (Baltic)
Solo un vaso se encontraba frente a él. No lo había tocado desde que la mesera lo había dejado sobre la mesa. Las yemas de sus dedos se deslizaban ausentemente sobre el borde del cristal. Las voces se arremolinaban a su alrededor como frías ráfagas, burlándose de su siempre arraigada determinación y extrema concentración. No había ido a la taberna porque buscase ahogarse en el alcohol y olvidar que su hermana estaba muerta. No. Shirn nunca le hubiese perdonado que descuidara su espalda porque la culpa y el dolor mantenían su cordura sobre una cuerda floja. Hacía menos de un mes que la había perdido. Hacía menos de un mes que les había fallado. A su padre, a su hermana, a su sobrino. Sus manos se cerraron con la fuerza suficiente para que sus nudillos se volviesen blancos. La necesidad de venganza era tan primitiva que podía sentir a la oscuridad cavando en su pecho, ennegreciendo, pudriendo su alma. Ya no se reconocía cuando la noche caía. Había pasado la mayoría de las noches adentrándose en los bosques, huyendo de la mirada – alarmantemente idéntica a los orbes de su melliza – de Dima. No podía continuar por ese camino pero, ¿cómo demonios iba a lograr salir de ese callejón sin salida? No podía solo sentarse y ser el padre que su sobrino merecía. Quería intentarlo. Por él, por ella, pero estaba perdiendo la batalla contra esa sombra que le perseguía. No podía solo dejar la cacería y fingir que las bestias no existían. No podía solo seguir cazando y fingir que los daños colaterales no le alcanzarían.
Amaba a su sobrino como si fuese su hijo. Lo había cuidado desde que había nacido. Shirn nunca le había dicho quién era su padre y aunque le había cuestionado al principio, pronto dejó de insistir, de buscar esa información. Dimitri merecía una vida mejor. El cazador nunca había estado de acuerdo en que éste fuese arrastrado de campamento en campamento. Por millonésima vez se maldijo. Si no hubiese sido tan condescendiente, si hubiese actuado como el líder de su familia, le habría obligado a marcharse, a cuidar de su hijo. Una sonrisa amarga asomó en su boca. No podía mentirse. No a sí mismo. Había amado a su hermana más allá del lazo de sangre que les ataba. Si bien nunca lo demostró, esa fue la razón por la que no había dejado que se marcharan, ¡su maldito egoísmo les había arrastrado hacia la destrucción! Así que ahí estaba. Sentado en una solitaria mesa, desesperado por morder un anzuelo. Desde que había sido traicionado por sus compañeros, les había abandonado. Sin embargo, viajar bajo la mira de tus enemigos cuando cargabas con un pequeño de ocho años no era sensato. La noche cayó por completo. La taberna comenzó a llenarse. Podía hundirse en sus pensamientos y dejar que el dolor le aletargara o buscar entre los presentes a ellos. Fue entonces cuando la vio. Valkyria había sido parte del grupo en que viajaban cuando perdió a su hermana. Su mirada se clavó en ella. Evaluándola. Culpándola. A diferencia de su hermana, había sobrevivido al ataque. ¿La odiaba? El odio era un sentimiento demoledor pero Baltic comenzaba a encontrarlo condenadamente interesante. Por primera vez desde que se había sentado, llevó el vaso hasta su boca y bebió un largo trago.
Amaba a su sobrino como si fuese su hijo. Lo había cuidado desde que había nacido. Shirn nunca le había dicho quién era su padre y aunque le había cuestionado al principio, pronto dejó de insistir, de buscar esa información. Dimitri merecía una vida mejor. El cazador nunca había estado de acuerdo en que éste fuese arrastrado de campamento en campamento. Por millonésima vez se maldijo. Si no hubiese sido tan condescendiente, si hubiese actuado como el líder de su familia, le habría obligado a marcharse, a cuidar de su hijo. Una sonrisa amarga asomó en su boca. No podía mentirse. No a sí mismo. Había amado a su hermana más allá del lazo de sangre que les ataba. Si bien nunca lo demostró, esa fue la razón por la que no había dejado que se marcharan, ¡su maldito egoísmo les había arrastrado hacia la destrucción! Así que ahí estaba. Sentado en una solitaria mesa, desesperado por morder un anzuelo. Desde que había sido traicionado por sus compañeros, les había abandonado. Sin embargo, viajar bajo la mira de tus enemigos cuando cargabas con un pequeño de ocho años no era sensato. La noche cayó por completo. La taberna comenzó a llenarse. Podía hundirse en sus pensamientos y dejar que el dolor le aletargara o buscar entre los presentes a ellos. Fue entonces cuando la vio. Valkyria había sido parte del grupo en que viajaban cuando perdió a su hermana. Su mirada se clavó en ella. Evaluándola. Culpándola. A diferencia de su hermana, había sobrevivido al ataque. ¿La odiaba? El odio era un sentimiento demoledor pero Baltic comenzaba a encontrarlo condenadamente interesante. Por primera vez desde que se había sentado, llevó el vaso hasta su boca y bebió un largo trago.
Baltic Tauhou- Cazador Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 09/07/2012
Re: Kill Or Be Killed (Baltic)
La noche corría como normalmente lo había sido siempre, una taberna, repleta de alcohol, y apestada por un manojo de ebrios sin oficio. Gente, si así se le pude llamar, con una lingüista dudosa, una educación pésima y una inspiración poética para los halagos hacía una mujer, con la delicadeza de un tiburón. El medio podría hacer echar a correr a cualquier dama del lugar; pero no a mí. Que al entrar a este infierno, lo dama lo dejaba para quienes usaban falda, incluyendo a los escoceses.
Una vez detrás de la barra, una mano se levantó para captar mi atención. Y una voz varonil exigió una nueva ronda de ron para él y sus amigos, poco mas allá una jarra ya casi vacía de vino se levantaba. Un mensaje claro, pero poco educado. Lo cual, ya no era novedoso en este lugar. Voltee tomando la botella de ron de la repisa a mis espaldas, para luego tomar una jarra de vino de las tantas ya listas de la barra. El olor trasminante del vino me quitaba todo deseo de beberlo, o de beber cualquier cosa en este lugar... Hasta el agua era de dudosa composición.
A un paso moderado me allegué a la primer mesa la cual requería de mi atención. El camino parecía volverse eterno, o el piso correr bajo mis pies engañándome cruelmente, la sensación de estar siendo observada por una horda de... Monos, no era motivo de mi excitación. -...Y esta caballeros... - Comenzó a narrar mi ebrio "favorito" de todo el condenado local, - Es la mujer que me llama a beber todas las noches. - Sonreí sin ningún motivo real para hacerlo, y tras llenar los vasos de sus invitados fijé la vista en él.
- Pensé eran sus problemas conyugales, monsiur. - Sonreí entonces un poco sobrante. El hombre también lo hizo, pero por su estado de ebriedad largó una carcajada a la cual se unieron el resto de las morsas que lo acompañaban.
- Dime cuanto és, cariño… - Su tono de voz no era completamente agradable a mis oídos y menos aún su empecinamiento en que me agradaban sus comentarios aventureros. Intentaba ser un hombre, o uno muy osado al menos, frente a sus compañeros, cuando en realidad, le faltaban agallas para ser el hombre que debía ser, para su mujer, sus hijos, para él… e incluso para la sociedad que lo rodeaba.
- Lo mismo que la noche anterior. – Contesté, dejando la lástima de lado. El problema de este lugar era nada comparados con los que acechaban afuera, cada noche. Desembolsó el dinero, y tras entregármelo en la mano me retiré sin hacer ningún comentario. En la siguiente mesa, todo parecía mucho más tranquilo, a ninguno conocía mas que de su concurrencia al lugar. Asenté sobre la mesa la jarra colmada en vino y el dinero que ya estaba sobre esta.
Voltee, y al hacerlo encontré un rostro familiar. Mucho mas familiar de lo que hubiese preferido… Baltic. Me quedé inmóvil por un momento, sin saber si ya me había visto o no, pero no restaría de mucho tiempo para que lo hiciera. Miré hacia un lado y otro. No sabía lo que traía su presencia hasta aquí, pero duda que fuese meramente la casualidad. De todos los lugares que habría podido elegir, entre todos los países que existían, vino a dar con París, a una taberna de mala muerte. Sencillamente no podía ser cuestión de casualidad.
En mi indecisión, terminé por respetar las distancias… Regresé a mi lugar en la barra, evadiendo su sitio en aquel rincón de la taberna. Solo restaba tiempo para conocer los motivos de su presencia en el lugar. Sólo me restaba esperar.
Una vez detrás de la barra, una mano se levantó para captar mi atención. Y una voz varonil exigió una nueva ronda de ron para él y sus amigos, poco mas allá una jarra ya casi vacía de vino se levantaba. Un mensaje claro, pero poco educado. Lo cual, ya no era novedoso en este lugar. Voltee tomando la botella de ron de la repisa a mis espaldas, para luego tomar una jarra de vino de las tantas ya listas de la barra. El olor trasminante del vino me quitaba todo deseo de beberlo, o de beber cualquier cosa en este lugar... Hasta el agua era de dudosa composición.
A un paso moderado me allegué a la primer mesa la cual requería de mi atención. El camino parecía volverse eterno, o el piso correr bajo mis pies engañándome cruelmente, la sensación de estar siendo observada por una horda de... Monos, no era motivo de mi excitación. -...Y esta caballeros... - Comenzó a narrar mi ebrio "favorito" de todo el condenado local, - Es la mujer que me llama a beber todas las noches. - Sonreí sin ningún motivo real para hacerlo, y tras llenar los vasos de sus invitados fijé la vista en él.
- Pensé eran sus problemas conyugales, monsiur. - Sonreí entonces un poco sobrante. El hombre también lo hizo, pero por su estado de ebriedad largó una carcajada a la cual se unieron el resto de las morsas que lo acompañaban.
- Dime cuanto és, cariño… - Su tono de voz no era completamente agradable a mis oídos y menos aún su empecinamiento en que me agradaban sus comentarios aventureros. Intentaba ser un hombre, o uno muy osado al menos, frente a sus compañeros, cuando en realidad, le faltaban agallas para ser el hombre que debía ser, para su mujer, sus hijos, para él… e incluso para la sociedad que lo rodeaba.
- Lo mismo que la noche anterior. – Contesté, dejando la lástima de lado. El problema de este lugar era nada comparados con los que acechaban afuera, cada noche. Desembolsó el dinero, y tras entregármelo en la mano me retiré sin hacer ningún comentario. En la siguiente mesa, todo parecía mucho más tranquilo, a ninguno conocía mas que de su concurrencia al lugar. Asenté sobre la mesa la jarra colmada en vino y el dinero que ya estaba sobre esta.
Voltee, y al hacerlo encontré un rostro familiar. Mucho mas familiar de lo que hubiese preferido… Baltic. Me quedé inmóvil por un momento, sin saber si ya me había visto o no, pero no restaría de mucho tiempo para que lo hiciera. Miré hacia un lado y otro. No sabía lo que traía su presencia hasta aquí, pero duda que fuese meramente la casualidad. De todos los lugares que habría podido elegir, entre todos los países que existían, vino a dar con París, a una taberna de mala muerte. Sencillamente no podía ser cuestión de casualidad.
En mi indecisión, terminé por respetar las distancias… Regresé a mi lugar en la barra, evadiendo su sitio en aquel rincón de la taberna. Solo restaba tiempo para conocer los motivos de su presencia en el lugar. Sólo me restaba esperar.
Valkyria1- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/07/2012
Localización : Forastera
Re: Kill Or Be Killed (Baltic)
Su mirada – carente de vida – se clavó en los orbes de la cazadora mientras bebía aquél líquido que dejaba un pequeño rastro de fuego en su garganta. La última gota se deslizó impíamente por la pared de cristal, cayendo aletargadamente en su boca. Baltic disfrutaba descaradamente con la incomodidad que su sola presencia representaba para ella. El bullicio que se alzaba a su alrededor había pasado a un segundo plano. La amargura lo empujaba a encontrar el más vil de los placeres, sin importarle a qué o a quién debía sostenerse. Valkyria estaba en la línea de fuego y él le había elegido como su objetivo. El saber que ella y su melliza se habían considerado amigas no era una mejora para su fría actitud. Deslizó la silla hacia atrás, sin importarle que el sonido resultara molestoso para aquéllos que se encontraban en las mesas cercanas. Era un desconocido para todos ellos, después de todo, solo llevaba en Paris un par de días. No creía en los anonimatos, no si quería pasar como un ‘simple’ humano. Pronto se vería obligado a entablar conversaciones y crear lazos que ayudaran a mantener su fachada. Esa noche, sin embargo, no estaba en calidad de cazador. Quizás si se encontrara con algún monstruo cambiaría de parecer pero, por el momento, todo en lo que se centraba era en la mujer tras la barra. Se levantó con la gracia de un animal. Sí. Esa era la palabra que podía describirlo. Sus movimientos eran perezosos, tanto que, podías compararlo con un felino que espera el momento oportuno para atacar y devorar.
Valkyria debió sentir el peso de su mirada porque en algún punto de su acercamiento, sus orbes se encontraron. István no hizo nada por ocultar sus fríos sentimientos. Quería que ella viera en él lo que había dejado su pérdida. Culpa. Rencor. Odio. Ira. Desprecio. Nunca más sería el mismo. No era más aquél cazador que se había sentado frente a un fuego a compartir historias con sus camaradas. No era más aquél hombre que se había permitido crear vínculos para cuidar la espalda de su selecto grupo de compañeros. Shirn había actuado como un puente entre su soledad y la sociedad. Era ella quien le había obligado a interactuar con los demás, como si creyera que se perdería a sí mismo entre sus pensamientos. ‘Encuentra a alguien, Baltic.’ Ella nunca había entendido que su amor iba más allá de su lazo de sangre. Le había mencionado incontables veces que debía buscar a alguien que le ayudase a encontrarse en medio de esas terribles tinieblas. ¿Habría aceptado que ella era la respuesta? Lo dudaba. Después de todo, ella había concebido a Dimitri. Si de algo estaba seguro, era que su hermana había estado enamorada. Nunca habría llevado a un desconocido a la cama. – Ese no es el camino que te llevará hasta el corazón de la dama. La frialdad hacía eco en sus palabras. Un hombre completamente ebrio insistía en invitar una copa a la cazadora. Finalmente, había llegado hasta la barra. – Puedo deshacerme de él. Solo tienes que pedirlo. Si era sincero o no, ni siquiera él podía decirlo. Su mirada nunca vaciló del hombre, pero sus palabras estaba dirigidas hacia ella.
Baltic Tauhou- Cazador Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 09/07/2012
Re: Kill Or Be Killed (Baltic)
Concentrarme en mi trabajo de pasatiempo. Pensé insistente, esforzándome por ignorar las peticiones de dudosa índole existencial que proclamaba una persona que seguramente no se ganaba la vida con la acción poética, y menos aún, quizás... un trabajo muy digno. La barba del hombre era boscosa, sucia al punto de encontrar mas que polvo entre los pelos; antes de bajar la vista podría haber jurado y perjurado que oscilaban restos de su última comida; que por juzgar su corona dental ha saber cuando habría sido. Pero no importaba; siempre y cuando pagaran lo que que tragaban y dejaran alguna mísera propina.
Tomé un trapo y repasé la barra con el fin de quitar los restos de las bebidas. Sumida en mi misma, intentando bloquear el recuerdo reciente de la mirada penetrante en odio e ira en los ojos del que alguna vez habría compartido el mismo aire conmigo en medio de la intemperie y la adrenalina de la caza a los seres malditos. Pero evitar el contacto visual era tan útil como intentar ignorar su presencia en el claro hecho de que estaba frente a frente, hablándome en un tono de voz firme, seco... Tajante. No hacían falta expertos para entender los motivos por los cuales se ocultaba bajo una gruesa capa de indiferencia, odio y frivolidad.
Tragué suavemente, levantando la vista mientras plegaba la piel entre mis cejas, frunciendo el gesto levemente. - No. - Contesté con simpleza y brevedad a su ofrecimiento, desviando la vista al hombre que miraba despechante la figura juvenil y mil veces mas atractiva del cazador. - El se deshará de si mismo, es cuestión de tiempo. - No puntualicé los motivos, pero era claro que su estilo de vida invitaba abiertamente a que la parca le hiciera una corta visita. Respiré profundamente. - ¿Que te ha traído a París, Baltic? - Pregunté dirigiendo mi vista hacia él. No era de demasiadas palabras, mas sabía que de no hacer preguntas no recibiría respuestas. - Mas puntualmente... a esta taberna de mala vida. - murmuré apoyando los brazos sobre la barra para que el encargado del lugar no oyera mis palabras, aún necesitaba ganar algunas monedas.
Guardé silencio para oír sus respuestas, esperando que sus palabras fueran "gratas", pero sin intenciones de dudar sobre su honestidad al emitirlas.
- ¡Oye!. - Refunfuñó a mis espaldas el gorila encargado. - No te pago para que coquetees con la clientela, primor. ¡Ve hacer tu trabajo!, hay vasos vacíos en las manos de la clientela. - Levanté los ojos al punto de dejarlos en blanco, para luego deslizarlos hacia un lado y observar los borrachos por ahí que facilmente les podría servir agua de los floreros y quedar contentos. - ¿Me has oído?, tal vez necesitas que te lo repita... - voltee a verle con una sonrisa indolente.
- Si, le he oído perfectamente la primera vez. Con su desagradable vocabulario y todo agregado. Pero si desea puede levantar un poco mas su voz; aún no llega al punto de ser molesto. - Lanzó este su mirada mas "aterradora" sobre mi, pobre ignorante... La sostuve con firmeza, sin emociones, tal como había sido el tono de mi voz. Pero en mi mente rodaba las imágenes de la forma en que podría asesinarlo al enterrar la estaca en la boca de su estómago, su rostro desfalleciente entre la sorpresa, el dolor y el miedo a la muerte.
- Llena esos vasos, y vete de aquí... - murmuró retador acercando su rostro al mio, el cual desvié para evitar su aliento a sardina y me aparté de este tomando una jarra de vino. Pero no sin antes pasar mi mirada sobre los ojos de Baltic, quien habría podido apreciar la escena a mis espaldas. Estiré los labios en el intento de dibujar una sonrisa. Había interrumpido nuestra conversación el muy puerco, pero al menos quedaría libre después de rebalsar los vasos vacíos.
Tomé un trapo y repasé la barra con el fin de quitar los restos de las bebidas. Sumida en mi misma, intentando bloquear el recuerdo reciente de la mirada penetrante en odio e ira en los ojos del que alguna vez habría compartido el mismo aire conmigo en medio de la intemperie y la adrenalina de la caza a los seres malditos. Pero evitar el contacto visual era tan útil como intentar ignorar su presencia en el claro hecho de que estaba frente a frente, hablándome en un tono de voz firme, seco... Tajante. No hacían falta expertos para entender los motivos por los cuales se ocultaba bajo una gruesa capa de indiferencia, odio y frivolidad.
Tragué suavemente, levantando la vista mientras plegaba la piel entre mis cejas, frunciendo el gesto levemente. - No. - Contesté con simpleza y brevedad a su ofrecimiento, desviando la vista al hombre que miraba despechante la figura juvenil y mil veces mas atractiva del cazador. - El se deshará de si mismo, es cuestión de tiempo. - No puntualicé los motivos, pero era claro que su estilo de vida invitaba abiertamente a que la parca le hiciera una corta visita. Respiré profundamente. - ¿Que te ha traído a París, Baltic? - Pregunté dirigiendo mi vista hacia él. No era de demasiadas palabras, mas sabía que de no hacer preguntas no recibiría respuestas. - Mas puntualmente... a esta taberna de mala vida. - murmuré apoyando los brazos sobre la barra para que el encargado del lugar no oyera mis palabras, aún necesitaba ganar algunas monedas.
Guardé silencio para oír sus respuestas, esperando que sus palabras fueran "gratas", pero sin intenciones de dudar sobre su honestidad al emitirlas.
- ¡Oye!. - Refunfuñó a mis espaldas el gorila encargado. - No te pago para que coquetees con la clientela, primor. ¡Ve hacer tu trabajo!, hay vasos vacíos en las manos de la clientela. - Levanté los ojos al punto de dejarlos en blanco, para luego deslizarlos hacia un lado y observar los borrachos por ahí que facilmente les podría servir agua de los floreros y quedar contentos. - ¿Me has oído?, tal vez necesitas que te lo repita... - voltee a verle con una sonrisa indolente.
- Si, le he oído perfectamente la primera vez. Con su desagradable vocabulario y todo agregado. Pero si desea puede levantar un poco mas su voz; aún no llega al punto de ser molesto. - Lanzó este su mirada mas "aterradora" sobre mi, pobre ignorante... La sostuve con firmeza, sin emociones, tal como había sido el tono de mi voz. Pero en mi mente rodaba las imágenes de la forma en que podría asesinarlo al enterrar la estaca en la boca de su estómago, su rostro desfalleciente entre la sorpresa, el dolor y el miedo a la muerte.
- Llena esos vasos, y vete de aquí... - murmuró retador acercando su rostro al mio, el cual desvié para evitar su aliento a sardina y me aparté de este tomando una jarra de vino. Pero no sin antes pasar mi mirada sobre los ojos de Baltic, quien habría podido apreciar la escena a mis espaldas. Estiré los labios en el intento de dibujar una sonrisa. Había interrumpido nuestra conversación el muy puerco, pero al menos quedaría libre después de rebalsar los vasos vacíos.
Valkyria1- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/07/2012
Localización : Forastera
Re: Kill Or Be Killed (Baltic)
Los cazadores que preferían no pertenecer a la Santa Inquisición, estaban en completa desventaja. No solo no obtenían beneficios como información u acceso a nuevas armas, tampoco tenían un sitio en donde quedarse cuando se movían de ciudad y, ya que estaban, no recibían ningún ingreso por enviar a sanguijuelas y otras bestias al infierno. Aunque sus padres le habían dejado una suma considerable de riquezas, Baltic era consciente de que ésta no sería eterna. Su viaje a Paris había implicado un gasto cuantioso. Había tenido que adquirir una pequeña casa apartada de la civilización para mantener a buen resguardo la identidad de Dimitri. Era cuestión de tiempo para que sus enemigos empezaran a sumarse a su lista y él haría cualquier cosa que fuese necesaria para protegerlo. Incluso había sobornado a Kriska para que abandonara sus raíces. La mujer – en la treintena – había actuado como una segunda madre para su sobrino cada vez que Shirn y él debían ausentarse. Si no fuese porque le tenía un cariño profundo a Dima, no habría aceptado dejar Hungría. Kriska no tenía hijos y se lamentaba por ello. Su esposo había muerto por el ataque de un vampiro, así que comprendía porqué sentía esa sed de venganza. No es que ella estuviese de acuerdo por ello. La mujer había intentado razonar con él para que dejara la caza, así como había hecho durante años con su melliza. ‘Muerto no le serviréis’. Por supuesto que lo sabía, ¿pero qué se suponía que haría? ¿Fingir que no le habían arrebatado a su familia? Se ceja se enarcó, desafiante, pero antes de que pudiese formular una respuesta, otro hombre reclamó la atención de Valkyria. Pensó en abandonar la taberna y esperar a que su turno terminara, pero pronto, se encontró pidiendo otro trago.
Cuando la cazadora terminó de servir, él ya había tenido su tercer vaso. Se había sentado al lado del ‘caballero’ que mantenía un ojo sobre ella. - No irá a ningún lado. Hablaba ausentemente, pero con la plena intención de molestar. Valkyria no le había permitido deshacerse de él, así que pensó en ‘empujarlo’ solo un poco más. ¿Buscaba pelea? Quizás. Esa era una buena forma de hacerse conocer. – No se lo permitiré. Para señalar su punto, giró su cabeza para recorrer con la mirada la parte trasera de la camarera. La atracción estaba lejos de ser la razón por la que se había dejado caer por esa taberna. El hombre farfulló palabras que a Baltic le resultaron inentendibles. En realidad, no le estaba poniendo la atención suficiente. Sabía, por experiencia, que nada molestaba más a las personas que saberse ignoradas. Cada vez que se concentraba en algo, el mundo dejaba de moverse para centrarse solo en lo que tenía en mente. Finalmente, Valkyria regresó. Como si nunca hubiesen sido interrumpidos, contestó. – Habéis desaparecido tan rápido que pensé en hacerte una visita. Ya sabes, por los viejos tiempos. Aunque sus palabras pecaban de amabilidad, solo alguien que supiera la historia de trasfondo, sabría que no eran más que falsas. A ojos de Baltic, ella era tan culpable como él. Mientras ellos respiraban, los gusanos se alimentaban del cuerpo de su hermana. - ¿O los habéis olvidado? Ambos sabían que había más tras esa cuestión.
Cuando la cazadora terminó de servir, él ya había tenido su tercer vaso. Se había sentado al lado del ‘caballero’ que mantenía un ojo sobre ella. - No irá a ningún lado. Hablaba ausentemente, pero con la plena intención de molestar. Valkyria no le había permitido deshacerse de él, así que pensó en ‘empujarlo’ solo un poco más. ¿Buscaba pelea? Quizás. Esa era una buena forma de hacerse conocer. – No se lo permitiré. Para señalar su punto, giró su cabeza para recorrer con la mirada la parte trasera de la camarera. La atracción estaba lejos de ser la razón por la que se había dejado caer por esa taberna. El hombre farfulló palabras que a Baltic le resultaron inentendibles. En realidad, no le estaba poniendo la atención suficiente. Sabía, por experiencia, que nada molestaba más a las personas que saberse ignoradas. Cada vez que se concentraba en algo, el mundo dejaba de moverse para centrarse solo en lo que tenía en mente. Finalmente, Valkyria regresó. Como si nunca hubiesen sido interrumpidos, contestó. – Habéis desaparecido tan rápido que pensé en hacerte una visita. Ya sabes, por los viejos tiempos. Aunque sus palabras pecaban de amabilidad, solo alguien que supiera la historia de trasfondo, sabría que no eran más que falsas. A ojos de Baltic, ella era tan culpable como él. Mientras ellos respiraban, los gusanos se alimentaban del cuerpo de su hermana. - ¿O los habéis olvidado? Ambos sabían que había más tras esa cuestión.
Baltic Tauhou- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/07/2012
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