Ganando Barlovento (Napoleone Bonaparte)

por **Teniente Lecrerc** Mar Oct 30, 2012 10:55 am

Con el sombrero bajo el brazo izquierdo, las botas de caballería resonaban en los lujosos suelos del edificio. Había acordado presentarse, un día antes de llegar, ante la Cónsul de la República, Madame Bonaparte.

Se había vestido con el uniforme de gala, de pantalones blancos con ribetes dorados, y parte superior blanquiazul. Un fajín rojo, distintivo de su rango de oficial, y sus galones, que mostraban su pertenencia a la élite de la caballería Republicana. Su sable le colgaba de los correajes negros, y una fusta se vislumbraba, dentro de su bota derecha.

Abrió los pórticos que conducían a la habitación donde había sido acordada la cita con la Cónsul de la República.

Debía tomar parte en la situación de París, haciendo cualquier servicio útil a la República, había estado en un viaje como cuerpo de ataque en Egipto, un serio golpe contra los británicos. Acababa de llegar a París y ya había empezado a mover ficha.

-Madame, se presenta el Teniente Lecrerc, del 21º de Coraceros, al servicio de la República- dijo solemnemente, con una leve reverencia.

por **Napoléone Bonaparte** Jue Nov 01, 2012 1:17 pm

Le esperaba. No había ahondado demasiado en su vida, pero si reconocía su nombre. A fin de cuentas, los nombres de los oficiales prometedores siempre volaban de boca en boca. Del mismo modo de la noticia de su regreso. Sentada en su despacho, estudio o como quisiera que le llamaran la general aguardaba. Una estancia amplia, con cierta pompa y porque no también circunstancia que le seguía resultado de lo más extraña. Todo había cambiado muy rápido.

Levantó la mirada el escucharle entrar, apartando a un lado los documentos que hasta el momento tenía entre manos. A diferencia de él, no portaba el uniforme de gala. Estaba claro, que el teniente se había tomado aquello en serio. Y no era para menos. La situación aunque estable, claramente peliaguda. Seguía sin estar segura del agrado del resto de monarquías europeas. Les podría caer una gran encima en poco tiempo, y convenía estar atento.

Se puso en pie, como muestra de respeto. -Teniente Lecrec. ¿Qué tal su retorno a Paris?-respondió haciendo un rápido movimiento cejas, del mismo modo que sus labios se curvaron de forma apenas inadvertible. No le había hecho demasiadia gracia aquel Madame, pero había optado por omitirlo, al menos por el momento.

por **Teniente Lecrerc** Dom Nov 04, 2012 1:01 pm

-El viaje fue tranquilo, los mares en esta época del año están tranquilos y no hubo ningún problema... en fin, General Bonaparte, no he venido aquí para hablar sobre viajes y condiciones atmosféricas- Lecrerc derrochaba confianza por su forma de hablar, incluso se sirvió una copa de vino de una botella que había colocada sobre una bandeja plateada, en un mueble- He notado que el orden brilla por su ausencia en París, bien, General Bonaparte, usted anda escasa de tiempo y parece...disculpe si parece que dude de su liderazgo, la situación se las manos. Pues aquí he llegado, ¿qué he de hacer?

por **Napoléone Bonaparte** Lun Nov 05, 2012 2:53 pm

Tenía la mirada clavada en el hombre, ¿sentimientos encontrados? Podía. Siguió con determinación sus movimientos, sin mostrar la más mínima expresión en el rostro. Se había endurecido, chasqueó la lengua, mientras uss ojos recorrían con un rápido movimiento toda la estancia. -Puede que en su viaje, la mar se ha mostrado serena, pero claramente las aguas han borrado todo rastro de educación en usted, teniente, del mismo modo que su escasa visión de presente. Paris, desde que mi memoria alcanza a recordar, ha sido una ciudad caótica y nunca ha sido adoradora del orden. ¿Por qué iba a serlo ahora? Dude de mi liderazgo si le viene en gana, pues sus méritos hablan por usted. Un año escaso nos separan en edad, ¡he ahí la diferencia! ¿Quiere un consejo? Sea inteligente. El nuevo gobierno ya está formado, y por el momento, usted no es parte de él.

Tranquilidd, eso era algo de lo que estaba haciendo gala en aquel momento. Bonaparte era una persona compleja, donde se hacían presentes numerosos contrastes de carácter. La joven, normalmente quien se presentaba como un tanto impulsiva y de sangre caliente, en aquel momento, ninguna de esas descripciones serían válidas. Mente fría y nervios de acero. Podía estar descolocada, se quería mostrar prudente en el tablero de ajedrez en el que se había colocado, que no era nada más ni nada menos que el juego político europeo de las grandes monarquías absolutistas. Pero si había algo que no era, era ingénua. Conocía su cargo, su posición y sabía como ejecutar sus funciones, del mismo modo que había adquirido un amplio conocimiento de la situación nacional del momento, gracias, todo había que decirlo, a su buen amigo Darcy, que en paz descanse.

por **Teniente Lecrerc** Mar Nov 06, 2012 8:31 am

Bebió un poco de aquel brebaje, y se paseó otra vez por la estancia, llegó hasta el otro extremo, dándole la espalda a Bonaparte. Llevó la copa a sus labios y los volvió a mojar, degustándo el suave sabor afrutado.

-Un vino delicioso, General... París es como una viña, con uvas malas, y uvas buenas... solo que usted las está recogiendo todas con esa tontería de la libertad que promulga. Los facciosos se reúnen en complots, revoluciones, manifestaciones, problemas económicos, pobreza... ¿A usted le parece que haya Orden en esta ciudad? El Orden no llega solo, General. Si quiere hacer un buen vino, deshágase de las uvas malas- bebió otra vez.

Dio media vuelta y la miró a los ojos, durante un rato, la mirada de Lecrerc siempre había inspirado autoridad y cierto respeto, al menos, a los soldados que había bajo su mando. Lecrerc era un hombre especial, y Bonaparte se habría dado cuenta de ello.

por **Napoléone Bonaparte** Sáb Nov 10, 2012 8:47 am

AVISO: a partir de este post ya establezco lo que habíamos acordado por mp, porque hasta ahora, Napoléone estaba tratando a Lecrec como si fuera un desconocido, del mismo modo que creo que el Teniente también, por lo que nos hacemos los locos y ponemos en práctica lo dicho a partir de este post.

Le observó beber, no pudo evitar chasquear la lengua. Podría sacar muchas cualidades de él, pero algo que no conseguía conciliar era la afición del hombre por la bebida. La propia general disfrutaba de ella, y sí, no había nada como un buen vino, pero no le hacía demasiada gracia tener que lidiar con oficiales ebrios. Aquello, les había traído problemas no hace demasiado tiempo. Ninguno de los dos había olvidado lo acontecido en Egipto y lo que impulsó a la general a relevar del mando de la ofensiva al Teniente de los Coraceros. -Ni que fuera a ser malo, Guillé...-musitó más para sí que para su intelocutar.

Esbozó una rápida sonrisa, escuchando sus palabras. -Teniente, sabe bien que no me agradan alguno de sus métodos, como usted no está de acuerdo con otros tantos de los míos. Pero siempre he reconocido que es un buen oficial y por eso mismo, acepté, su petición de hablar conmigo. Además, nunca es tarde para rencontrarse con un viejo conocido. ¿No?-preguntó, imitando los gestos previos del Teniente y sirviéndose ella misma otra copa de aquel exquisito líquido. Bebió y con un gesto, le invitaba a hablar y a continuar, aunque le conocía lo suficiente que hubiera continuado con su monólogo de todos modos.

por **Teniente Lecrerc** Dom Nov 11, 2012 7:59 am

Tuvo que mencionar aquello de ''viejos conocidos'', Lecrerc no era un fanático de los reencuentros, sobretodo con alguien que no había querido que encabezase la mayor ofensiva que había hecho su Regimiento en Egipto, hubiera sido un acto glorioso que le habría valido para un ascenso.

-He estado muy ocupado últimamente, después de...lo de Egipto, estuve adiestrando al nuevo Ejército Continental Américano en un viaje diplomático, ya le había cogido el gusto a no verte la cara, con todo el respeto, mi general- lo dijo con un tono claramente sarcástico, no sentía odio hacia aquella mujer, pero siempre había tenido cierto recelo hacia ella. En las arenas de Egipto habían pasado demasiadas cosas.

Lecrerc se desabrochó los dos primeros botones de la guerrera, aquel calor lo mataba. Bebió un sorbo más y miró a los ojos a Napoleone.

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