AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Diferencias. [Privado]
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Diferencias. [Privado]
La vida que tenía simplemente podía llamarla cómo un infierno atroz, que no se iría en ningún momento. Al ser una negra, si eso era, porqué así uno de sus amos le llamaba, y porqué su color de piel lo demostraba con simple observar, no era la gran ciencia, las cosas eran claras. Ella era una esclava que tenía que conformarse con la vida que le había tocado, complacer a quienes la habían comprado, y no pedir más, pues demasiado ya tenía con que se le permitiera tener un cuarto propio, un baño, y alguno que otro vestido para sus días libres, aunque no saliera a ningún lado. Ella era completamente infeliz, una mujer sin derechos, ni siquiera el de poder tener una vida digna, quien su destino marcaba morir en esa realidad, sin aspirar a más. Aparte de eso, existía el dolor, la duda sobre la muerte de sus padres, y claro, sobre ese mal presentimiento que siempre tenía dentro de su pecho al acercarse a uno de sus amos, quizás algún día lo descubriría, pero por lo pronto, la duda siempre la acompañaría.
Sólo una vez había tenido el valor de salir de aquella mansión. ¿La razón? La gran necesidad de abastecer los almacenes de nuevos alimentos, pues aquellos sirvientes que se hacían cargo de esos deberes habían cogido una trágica enfermedad, y al no tener más remedio, tuvo que aventurarse, o más bien dicho, arriesgar su vida por completo para traer un poco de alimento a la familia para los que trabajaba. Aquella tarde Do'ingn había salido de casa con el pensamiento de que quizás, no volvería a ella, pues cualquiera que la viera deambular en las mismas calles que los blancos, podría ser capaz de arrancar su vida, y nadie le diría nada, pues estaban en su total derecho al decretar a los negros cómo seres inferiores, incluso más insignificantes que un bicho. para su buena suerte, aquella tarde fue una prueba buena, pues se dio cuenta que no todos los seres que habitaban la tierra la miraban cómo a un trozo de mierda, sino que existían corazones buenos, que creían en la igualdad, y que le permitían su mismo andar. La joven esclava había convivido con una hermosa mujer de piel blanca, de largos y ondulados cabellos negros, quien la ayudó a poder terminar sus compras sin que nadie le hiciera daño alguno, la recordaba, y siempre la recordaría, pues aquel gesto no se le borraría de la mente ó del corazón jamás en la vida.
Habían pasado ya varias semanas desde aquel acontecimiento, Do'ingn no tenía que salir más de casa para hacer encargos de sus amos, pues todo había vuelto a la normalidad, y los demás sirvientes estaban en perfecto estado de salud. Ella misma se había encargado de cuidarlos, medicarlos, y alimentarlos, pues ellos al ser sirvientes al igual que ella, la aceptaban cómo tal, incluso cómo un miembro más de la familia. Ella había aprendido que en realidad no estaba tan sola, y que la vida comenzaba a sonreírle, o al menos eso creía, pues el menor de sus amos, la seguía tratando demasiado mal, incluso la pequeña de la casa mantenía un corazón podrido, y para su buena suerte, Damien, el dueño de todo en realidad, la protegía, de una manera extraña, pero lo hacía; sonrió al recordar a ese último, pues desde que lo había conocido, él se había dedicado a hacerla sentir al menos un ser humano, quizás por eso no se escapaba aún, porqué le tenía respeto, y mucha gratitud.
- Tendré que hacer algo diferente - Se dijo, mientras salía de su pequeño cuarto trasero. Aquel momento se trataba de su día libre, y podía hacer lo que quisiera en el, aunque claro, sin olvidar los limites que podían arrancarle la vida. La mujer se había puesto un vestido sencillo color arena, dejó que su cabello cayera suelto por sus hombros, y se colocó sus únicos zapatos que tenía. Salió dejando una pequeña nota a los otros sirvientes, y en realidad no fue a recorrer las grandes calles, está vez decidió caminar por el bosque, conocer la hermosa naturaleza parisina, apreciar los colores que despedía, y poder hacerse cómplice al menos de la madre naturaleza. Lo que ella creía sería una tarde tranquila, quizás podría volverse en un abrir y cerrar de ojos, en tarde peor que las pesadillas que constantemente tenía.
Sólo una vez había tenido el valor de salir de aquella mansión. ¿La razón? La gran necesidad de abastecer los almacenes de nuevos alimentos, pues aquellos sirvientes que se hacían cargo de esos deberes habían cogido una trágica enfermedad, y al no tener más remedio, tuvo que aventurarse, o más bien dicho, arriesgar su vida por completo para traer un poco de alimento a la familia para los que trabajaba. Aquella tarde Do'ingn había salido de casa con el pensamiento de que quizás, no volvería a ella, pues cualquiera que la viera deambular en las mismas calles que los blancos, podría ser capaz de arrancar su vida, y nadie le diría nada, pues estaban en su total derecho al decretar a los negros cómo seres inferiores, incluso más insignificantes que un bicho. para su buena suerte, aquella tarde fue una prueba buena, pues se dio cuenta que no todos los seres que habitaban la tierra la miraban cómo a un trozo de mierda, sino que existían corazones buenos, que creían en la igualdad, y que le permitían su mismo andar. La joven esclava había convivido con una hermosa mujer de piel blanca, de largos y ondulados cabellos negros, quien la ayudó a poder terminar sus compras sin que nadie le hiciera daño alguno, la recordaba, y siempre la recordaría, pues aquel gesto no se le borraría de la mente ó del corazón jamás en la vida.
Habían pasado ya varias semanas desde aquel acontecimiento, Do'ingn no tenía que salir más de casa para hacer encargos de sus amos, pues todo había vuelto a la normalidad, y los demás sirvientes estaban en perfecto estado de salud. Ella misma se había encargado de cuidarlos, medicarlos, y alimentarlos, pues ellos al ser sirvientes al igual que ella, la aceptaban cómo tal, incluso cómo un miembro más de la familia. Ella había aprendido que en realidad no estaba tan sola, y que la vida comenzaba a sonreírle, o al menos eso creía, pues el menor de sus amos, la seguía tratando demasiado mal, incluso la pequeña de la casa mantenía un corazón podrido, y para su buena suerte, Damien, el dueño de todo en realidad, la protegía, de una manera extraña, pero lo hacía; sonrió al recordar a ese último, pues desde que lo había conocido, él se había dedicado a hacerla sentir al menos un ser humano, quizás por eso no se escapaba aún, porqué le tenía respeto, y mucha gratitud.
- Tendré que hacer algo diferente - Se dijo, mientras salía de su pequeño cuarto trasero. Aquel momento se trataba de su día libre, y podía hacer lo que quisiera en el, aunque claro, sin olvidar los limites que podían arrancarle la vida. La mujer se había puesto un vestido sencillo color arena, dejó que su cabello cayera suelto por sus hombros, y se colocó sus únicos zapatos que tenía. Salió dejando una pequeña nota a los otros sirvientes, y en realidad no fue a recorrer las grandes calles, está vez decidió caminar por el bosque, conocer la hermosa naturaleza parisina, apreciar los colores que despedía, y poder hacerse cómplice al menos de la madre naturaleza. Lo que ella creía sería una tarde tranquila, quizás podría volverse en un abrir y cerrar de ojos, en tarde peor que las pesadillas que constantemente tenía.
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Fecha de inscripción : 30/08/2012
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Re: Diferencias. [Privado]
Jamás hay sombra sin luz, la vida se conformaba por dos elementos, diferentes entre sí, pero al mismo tiempo tan necesarios del uno del otro, que si no existiría uno de ellos el otro no existiera. Si no hay luz, No hay oscuridad, sencillo, pero al mismo tiempo complicado. Muchas personas prefieren olvidarlo de sus mentes, dejar que la vida tenga sentido sencillo, porque le gusta lo sencillo, prefieren vivir sin pensar lo que puede ocurrir.
¿Cuándo una persona muere encontrara todas las respuestas? Eso era lo que estaba pensando Soun al mismo tiempo que arrastraba una carreta entre las malezas del bosque, dejaba salir un leve silbido mientras caminaba sintiendo la humedad en sus pies calzados con zapatos de gran calidad. Ayer había sido una noche muy divertida, luego de ocultar aquello que estaba en la carreta que podría moverse por la fuerza de un hombre, estaba pesado, debía admitirlo, sus músculos comenzaban a cansarse, pero debía seguir andando, en su mente no estaba en ningún momentos dejar aquellos cuerpos descuartizados en un lugar tan visto como era ese, estaban muy cerca de la carretera, no se perdonaría si aquello no saldría de la forma como siempre sale: perfecto. Siempre había algún que otro inconveniente, pero al fin y al cabo la sabía cómo solucionar cualquier desperfecto o situación que surgiera mientras estuviera en estas situaciones que para él ya eran algo común y cotidiano.
Comenzaba a poder controlarse, anteriormente dos veces por semana debía estar buscando a una mujer descuidada que pudiera caer en sus fauces como si él fuera un león del salvaje África y ella una cebra distraída que se alimentaba de las planicies de ese continente. Había cambiado de táctica, prefería ser más discreto, ahora elegía a una mujer en particular y la estudiaba, analizaba su vida, sus pecados y luego de que todos los rasgos de ella le aburrieran, buscaba el encuentro perfecto para llevarla hasta las puertas del infierno. Esta noche había sido un poco diferente, habían salido un improvisto, pero al mismo tiempo, nada se salió de control, todo pareció ir a tal perfección que hasta el mismo se sorprendió.
El matar a dos mujeres al mismo tiempo le había llenado de un éxtasis, que lo llevaba a un tipo de trance que duraba algunos minutos en su cuerpo, era como si se tomara alguno de aquellas drogas que los chamanes, curanderos o espiritistas –como deseara llamarlos- utilizaban para quedar en trance y poder hablar con los espíritus de su antepasados o algún protector, pero como la droga duraba lamentablemente poco y la ansiedad que le provocaba aquella ausencia de trance lo volvia por unos segundos desorientado, lleno de rencor al ver los cuerpos muertos y mucha tristeza que poco a poco se iba desvaneciendo como el polvo cuando un viento sopla de forma recia.
En sus ojos volvieron lágrimas, estaba lamentándose, no de haber matado, al contrario, eso era lo que le había provocado felicidad a su vida errante, pero sentía ausencia de lo divino en su alma, lleno de huecos y fallas ¿acaso mataba para poder encontrar una comunión con dios? ¡Joder! Dejar de pensar eso, se dijo a su mismo mientras en un pequeño riachuelo con agua cristalina detuvo la carreta, miro hacia los lados, pero lo único que encontró fue aquel hermoso lugar, que parecía simplemente un edén salvaje, que nunca los humanos habían pisado, pero el sabia que eso era mentira, podía leer bien las características del lugar, parecía que nunca había sido profanado ni infectado por la presencia del hombre hasta ahora, pero algunas ramas partidas o movidas de forma que no un oso –el animal más grande que pueda pasar por aquella altura- lo haya hecho frunció el ceño, se movería, no le gustaba ese lugar, agacho la mirada encontrando algunas pisadas en el firmamento del agua, algunos aldeanos debían ir por agua en ese lugar. Dejo salir una risilla ¿Cómo sería la reacción de aquellos que encontraran el cuerpo de aquellas dos mujeres descuartizadas? ¡Qué ansioso le ponía aquellos pensamientos y a la vez le hacían querer volver a llorar! Dejo que algunos sollozos salieran de sus labios mientras se refrescaba el rostro y las manos para volver a encontrar camino hasta que llego –luego de media hora- a un pequeño valle escondido entre los árboles, ese era el lugar perfecto para depositar a aquellas mujeres.
Primero deposito a la rubia de ojos azules que le había dejado muy impresionado por su estupidez al momento de coquetearle, era una puta de la realeza, una alimaña que buscaba subir de posiciones, todo aquellas cosas hacían que la odiara, su imagen en ese momentos la hizo odiar aun mas, la destetaba, por eso no tuvo ninguna inconveniencia de tirar sus partes como si fuera un muñeco de trapo por aquel valle. Dejo salir una leve risa, ¡que encantado estaba al oír el crujir de las ramas secas cuando el cuerpo cayó en aquel lugar! Ups.. Eso era un hueso quebrándose, ah pero bueno no le importo. Aquellos pequeños sonidos parecían como si los mismísimos ángeles de la muerte estuvieran alzando canticos hacia él, canticos que le contaban lo que estaba haciendo, lo que hizo con aquellas mujeres que se quedaría en una oscura memoria que poco a poco se marchitaba. El segundo cuerpo ¡oh que mujer! Pensó mientras la sacaba de la carreta, solamente la parte del troco, la había cortado en dos, por la parte del estomago, podía sentir como la gravedad amenazaba por hacer que todos los órganos salieran de aquel contenedor putrefacto. Se dedico a contemplar la belleza de aquella pálido rostro –Espero que tu fantasma me atormente muchas noches bella virgen…- le susurro al mismo tiempo que como si estuviera dejando ir a una paloma blanca la tiro junto con su amiga. A aquella mujer la había amado, todas sus expresiones inocentes, su miedo, sus sentimientos en tal y su cuerpo también, algo extraño ya que aunque las violaba, no tenía ningún placer sexual, pero lo que sucedió con ella fue algo tan complejo que su mente asustada por aquella revelación comenzaba a borrar todo lo sucedido de forma voraz.
Ya había terminado, miro sus ropas llenas de sangre, aprovecho para quitárselas, dejándose solamente la parte inferior, aunque estaba manchada y enjugada de tantos fluidos corporales que no recordaba muy bien cuales era, se los dejo para luego llegar al riachuelo anterior y poder darse un baño de forma merecida, dejo la carreta a un lado mientras, buscaba laya para prender una gran fogata en donde incinero la “evidencia” que era su ropa dejándola en cenizas y proporcionándole una potente fogata mientras el disfrutaba el agua en su cuerpo completo.
¿Cuándo una persona muere encontrara todas las respuestas? Eso era lo que estaba pensando Soun al mismo tiempo que arrastraba una carreta entre las malezas del bosque, dejaba salir un leve silbido mientras caminaba sintiendo la humedad en sus pies calzados con zapatos de gran calidad. Ayer había sido una noche muy divertida, luego de ocultar aquello que estaba en la carreta que podría moverse por la fuerza de un hombre, estaba pesado, debía admitirlo, sus músculos comenzaban a cansarse, pero debía seguir andando, en su mente no estaba en ningún momentos dejar aquellos cuerpos descuartizados en un lugar tan visto como era ese, estaban muy cerca de la carretera, no se perdonaría si aquello no saldría de la forma como siempre sale: perfecto. Siempre había algún que otro inconveniente, pero al fin y al cabo la sabía cómo solucionar cualquier desperfecto o situación que surgiera mientras estuviera en estas situaciones que para él ya eran algo común y cotidiano.
Comenzaba a poder controlarse, anteriormente dos veces por semana debía estar buscando a una mujer descuidada que pudiera caer en sus fauces como si él fuera un león del salvaje África y ella una cebra distraída que se alimentaba de las planicies de ese continente. Había cambiado de táctica, prefería ser más discreto, ahora elegía a una mujer en particular y la estudiaba, analizaba su vida, sus pecados y luego de que todos los rasgos de ella le aburrieran, buscaba el encuentro perfecto para llevarla hasta las puertas del infierno. Esta noche había sido un poco diferente, habían salido un improvisto, pero al mismo tiempo, nada se salió de control, todo pareció ir a tal perfección que hasta el mismo se sorprendió.
El matar a dos mujeres al mismo tiempo le había llenado de un éxtasis, que lo llevaba a un tipo de trance que duraba algunos minutos en su cuerpo, era como si se tomara alguno de aquellas drogas que los chamanes, curanderos o espiritistas –como deseara llamarlos- utilizaban para quedar en trance y poder hablar con los espíritus de su antepasados o algún protector, pero como la droga duraba lamentablemente poco y la ansiedad que le provocaba aquella ausencia de trance lo volvia por unos segundos desorientado, lleno de rencor al ver los cuerpos muertos y mucha tristeza que poco a poco se iba desvaneciendo como el polvo cuando un viento sopla de forma recia.
En sus ojos volvieron lágrimas, estaba lamentándose, no de haber matado, al contrario, eso era lo que le había provocado felicidad a su vida errante, pero sentía ausencia de lo divino en su alma, lleno de huecos y fallas ¿acaso mataba para poder encontrar una comunión con dios? ¡Joder! Dejar de pensar eso, se dijo a su mismo mientras en un pequeño riachuelo con agua cristalina detuvo la carreta, miro hacia los lados, pero lo único que encontró fue aquel hermoso lugar, que parecía simplemente un edén salvaje, que nunca los humanos habían pisado, pero el sabia que eso era mentira, podía leer bien las características del lugar, parecía que nunca había sido profanado ni infectado por la presencia del hombre hasta ahora, pero algunas ramas partidas o movidas de forma que no un oso –el animal más grande que pueda pasar por aquella altura- lo haya hecho frunció el ceño, se movería, no le gustaba ese lugar, agacho la mirada encontrando algunas pisadas en el firmamento del agua, algunos aldeanos debían ir por agua en ese lugar. Dejo salir una risilla ¿Cómo sería la reacción de aquellos que encontraran el cuerpo de aquellas dos mujeres descuartizadas? ¡Qué ansioso le ponía aquellos pensamientos y a la vez le hacían querer volver a llorar! Dejo que algunos sollozos salieran de sus labios mientras se refrescaba el rostro y las manos para volver a encontrar camino hasta que llego –luego de media hora- a un pequeño valle escondido entre los árboles, ese era el lugar perfecto para depositar a aquellas mujeres.
Primero deposito a la rubia de ojos azules que le había dejado muy impresionado por su estupidez al momento de coquetearle, era una puta de la realeza, una alimaña que buscaba subir de posiciones, todo aquellas cosas hacían que la odiara, su imagen en ese momentos la hizo odiar aun mas, la destetaba, por eso no tuvo ninguna inconveniencia de tirar sus partes como si fuera un muñeco de trapo por aquel valle. Dejo salir una leve risa, ¡que encantado estaba al oír el crujir de las ramas secas cuando el cuerpo cayó en aquel lugar! Ups.. Eso era un hueso quebrándose, ah pero bueno no le importo. Aquellos pequeños sonidos parecían como si los mismísimos ángeles de la muerte estuvieran alzando canticos hacia él, canticos que le contaban lo que estaba haciendo, lo que hizo con aquellas mujeres que se quedaría en una oscura memoria que poco a poco se marchitaba. El segundo cuerpo ¡oh que mujer! Pensó mientras la sacaba de la carreta, solamente la parte del troco, la había cortado en dos, por la parte del estomago, podía sentir como la gravedad amenazaba por hacer que todos los órganos salieran de aquel contenedor putrefacto. Se dedico a contemplar la belleza de aquella pálido rostro –Espero que tu fantasma me atormente muchas noches bella virgen…- le susurro al mismo tiempo que como si estuviera dejando ir a una paloma blanca la tiro junto con su amiga. A aquella mujer la había amado, todas sus expresiones inocentes, su miedo, sus sentimientos en tal y su cuerpo también, algo extraño ya que aunque las violaba, no tenía ningún placer sexual, pero lo que sucedió con ella fue algo tan complejo que su mente asustada por aquella revelación comenzaba a borrar todo lo sucedido de forma voraz.
Ya había terminado, miro sus ropas llenas de sangre, aprovecho para quitárselas, dejándose solamente la parte inferior, aunque estaba manchada y enjugada de tantos fluidos corporales que no recordaba muy bien cuales era, se los dejo para luego llegar al riachuelo anterior y poder darse un baño de forma merecida, dejo la carreta a un lado mientras, buscaba laya para prender una gran fogata en donde incinero la “evidencia” que era su ropa dejándola en cenizas y proporcionándole una potente fogata mientras el disfrutaba el agua en su cuerpo completo.
Soun- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/08/2012
Localización : Entre los bosques oscuros~
Re: Diferencias. [Privado]
Do'ingn no tenía la oportunidad de disfrutar de la vida, o no de la forma en que los demás podían. Para empezar no tenía el mismo color de piel, y con eso tenía para vivir en la infelicidad, en la desdicha, y en la desventaja ante la sociedad. Ese detalle era suficiente para explicar porque tanta baja autoestima, porqué la mujer vivir presa de los juicios sociales. No había mucho más que decir, de ser blanca con una posición económica baja, incluso le darían de comer en la calle, pero al ser una negra lo que se esperaba era su muerte, no una vida plena. Quizás por esa razón durante su poco lapso de vida, nunca había tenido el valor de salir de aquella imponente casa de sus dueños. Ella no podía decir patrón o jefe, pues su historia de vida era muy distinta, a ella la habían comprado incluso a un precio más bajo de una cabeza de res, de cierta manera se sentía agradecida con el más grande de aquellos hermanos, pues tenía un techo decente, y un lugar caliente dónde dormir, en cambio el menor de esos hermanos la trataba de una manera tan desagradable, que en ocasiones le costaba demasiado trabajo agradecer las pocas muestras de bondad que se le otorgaban. Pensar en lo desagradable que le pasaba ya le era cotidiano, aunque fuera por un breve momento lo tenía que pensar, le era inevitable, así vivía.
Aquella tarde no podía pensar simplemente en lo malo. Tenía la ventaja de ser una mujer con dotes para poder defenderse del mundo. Sabia barrer, trapear, cocinar, coser, bordar, y un sin fin más de cosas por las cuales no tenía los problemas de ser maltratada, pues al dar trabajos tan perfectos en el hogar sus amos siempre se mantenían contentos, a raya. Contaba con una excelente salud, se podía alimentar bien, gracias a las sobras que los dueños de la casa siempre dejaban, por eso había conocido y probado incluso los mejores platillos que existieran en el mundo, en la época. Tenía una tarde para reconocer la flora y fauna de aquella ciudad, dado que sabía incluso de remedios haría alguna colecta de hierbas, todo lo que fuera necesario para que tuviera. Disfrutaría de algún riachuelo, disfrutaría del clima, y cuando el sol comenzará a caer el sol, y la luna se volviera imponente en el cielo, volvería a su hogar.
Caminó, reconociendo el camino en el que estaba transitando. incluso notó algunos detalles en la naturaleza para poder volver sin problemas. Y ella no tendría problema en volver, era hábil, muy lista. Fue tomando varias rutas, primero se guiaba en la forma que estaban crecidos los arboles, después por el pasto casi marchitos a causa de la estación del año, y luego caminó por la orilla del lago. Así estuvo un tiempo, notó que los rayos del sol comenzaron a ocultarse, pero en vez de querer volver, permaneció, le sacaría completo jugo a las veinticuatro horas del día. Estuvo sentada, incluso se durmió en las faldas de un árbol, pero cuando el sonido de pequeña animales se hizo presente, se levantó, avanzando de nueva cuenta, disfrutando de la relajación extrema de aquel su día libre. Así avanzó hasta poder visualizar una nube de humo a una distancia no tan lejana. Se preocupó, quizás alguien podría estar en peligro, así que caminó hasta poder llegar al lugar.
La mujer se llevó las manos a la boca impidiendo soltar un grito sonoro y delatante. No podía dar información de su ubicación a cualquiera que hubiese hecho aquella atrocidad. Pudo notar claramente el brazo de una persona, y también largos cabellos rubios. Aquella imagen la impacto por completo, ¿cómo era posible que el mundo fuera tan cruel y despiadado? Se preguntó con un gran nudo en la garganta. El olor era insoportable, jaló la tela de su pecho para cubrir sus fosas nasales, también con la ayuda de sus manos. Avanzó a paso torpe, alejándose por completo de aquella escena, pero cuando quiso salir corriendo un sonido en el agua la hizo volver a quedar paralizada. ¿Sería el causante de semejante bajeza? Dentro de su pecho la esperanza grande de un no, se aferraba en ese momento a ella.
- Lo siento, no sabía que hubiera alguien aquí - Dijo entre las sombras, imposible que la notaran con facilidad por su color de piel. El hombre estaba semidesnudo, o desnudo, ella no lo alcanzaba a ver en su totalidad. Sus piernas en vez de responderle y hacer que siguiera su camino, se quedaron estáticas, analizando el rostro del hombre, guardándolo por completo en su memoria, quizás si él era el asesino, y por supuesto salía bien librada, podría decirle a su amo mayor lo que había visto - Que tenga buena noche, y lamento la interrupción - Está vez sus piernas si le hicieron caso, avanzaron, pero para incrementar su mala suerte volteó hacía aquella carreta chorreando sangre.
Aquella tarde no podía pensar simplemente en lo malo. Tenía la ventaja de ser una mujer con dotes para poder defenderse del mundo. Sabia barrer, trapear, cocinar, coser, bordar, y un sin fin más de cosas por las cuales no tenía los problemas de ser maltratada, pues al dar trabajos tan perfectos en el hogar sus amos siempre se mantenían contentos, a raya. Contaba con una excelente salud, se podía alimentar bien, gracias a las sobras que los dueños de la casa siempre dejaban, por eso había conocido y probado incluso los mejores platillos que existieran en el mundo, en la época. Tenía una tarde para reconocer la flora y fauna de aquella ciudad, dado que sabía incluso de remedios haría alguna colecta de hierbas, todo lo que fuera necesario para que tuviera. Disfrutaría de algún riachuelo, disfrutaría del clima, y cuando el sol comenzará a caer el sol, y la luna se volviera imponente en el cielo, volvería a su hogar.
Caminó, reconociendo el camino en el que estaba transitando. incluso notó algunos detalles en la naturaleza para poder volver sin problemas. Y ella no tendría problema en volver, era hábil, muy lista. Fue tomando varias rutas, primero se guiaba en la forma que estaban crecidos los arboles, después por el pasto casi marchitos a causa de la estación del año, y luego caminó por la orilla del lago. Así estuvo un tiempo, notó que los rayos del sol comenzaron a ocultarse, pero en vez de querer volver, permaneció, le sacaría completo jugo a las veinticuatro horas del día. Estuvo sentada, incluso se durmió en las faldas de un árbol, pero cuando el sonido de pequeña animales se hizo presente, se levantó, avanzando de nueva cuenta, disfrutando de la relajación extrema de aquel su día libre. Así avanzó hasta poder visualizar una nube de humo a una distancia no tan lejana. Se preocupó, quizás alguien podría estar en peligro, así que caminó hasta poder llegar al lugar.
La mujer se llevó las manos a la boca impidiendo soltar un grito sonoro y delatante. No podía dar información de su ubicación a cualquiera que hubiese hecho aquella atrocidad. Pudo notar claramente el brazo de una persona, y también largos cabellos rubios. Aquella imagen la impacto por completo, ¿cómo era posible que el mundo fuera tan cruel y despiadado? Se preguntó con un gran nudo en la garganta. El olor era insoportable, jaló la tela de su pecho para cubrir sus fosas nasales, también con la ayuda de sus manos. Avanzó a paso torpe, alejándose por completo de aquella escena, pero cuando quiso salir corriendo un sonido en el agua la hizo volver a quedar paralizada. ¿Sería el causante de semejante bajeza? Dentro de su pecho la esperanza grande de un no, se aferraba en ese momento a ella.
- Lo siento, no sabía que hubiera alguien aquí - Dijo entre las sombras, imposible que la notaran con facilidad por su color de piel. El hombre estaba semidesnudo, o desnudo, ella no lo alcanzaba a ver en su totalidad. Sus piernas en vez de responderle y hacer que siguiera su camino, se quedaron estáticas, analizando el rostro del hombre, guardándolo por completo en su memoria, quizás si él era el asesino, y por supuesto salía bien librada, podría decirle a su amo mayor lo que había visto - Que tenga buena noche, y lamento la interrupción - Está vez sus piernas si le hicieron caso, avanzaron, pero para incrementar su mala suerte volteó hacía aquella carreta chorreando sangre.
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Re: Diferencias. [Privado]
Nada podía ser perfecto, siempre habría algo que dañara una ecuación y tuviera que maquinar rápidamente antes de que algo antes de que su mundo se derrumbara por culpa de una estúpida mujer, quien al parecer no sabía en donde no meterse, frunció el ceño mientras rápidamente salía del agua, para suerte de ella el agua lo retenía lo suficiente como para darle cierta ventaja, sabía que alguien estaba en ese lugar, la voz fémina le había confirmado sus sospechas, pero aun no podría ver bien de quien se trataba y exactamente donde estaba por la oscuridad que rodeaba la maleza, pero aquellas ventajas eran mininas. A Soun lo habían entrenado como un guerrero, fácilmente podría cazar cualquier cosa que se moviera, sus conocimientos eran muy exactos y mortales. Apenas salió del agua pasó por un lado de la carreta sacando entre aun los restantes de aquellos dos cuerpos, una daga manchada de una sangre ya añeja y seca, la acomodo con su mano derecha mientras camino de forma apresurada, casi corriendo, hacia donde el sonido de algunas hojas y ramas podridas le indicaba que estaba aquella persona.
-¿A dónde vas?- le pregunto de forma suave cuando pudo visualizar la figura de un humano en la total oscuridad, las ropas le ayudaron mucho a distinguirla de tanta oscuridad, sin pensarlo dos veces la sujeto del cuello del vestido, obligándola a retroceder. Su cuerpo aun mojado por el baño de hace unos segundos se pego a la espalda de la mujer, su mano libre le rodeo la cadera mientras una amplia sonrisa se aproximaba en sus labios. –No puedo dejarte ir así de fácil- susurro a su oído. Giro su rostro a la carreta aun no lavada y chasqueo su lengua con notable disgusto por el indicio de saber que había visto aquella mujer.
Mas inoportuna no podría ser, era como tener una mosca en una sopa cuando tienes realmente hambre, entrecerró sus ojos sintiendo como el cuerpo de aquella señorita de color diferente temblaba entre sus brazos, aquella reacción era normal, común y corriente, normal de un humano. Eso eran todos, no importaba color de piel, apariencia o nacionalidad, todos eran seres humanos creados por una misma mano. Dejo que un suspiro saliera de su interior al mismo tiempo que soltaba a la joven pero no del todo, bruscamente la sujeto del brazo mientras su mano libre descansaba en la cadera de sí mismo. Estaba completamente desnudo y eso le fastidiaba, no era porque fuera tímido, en realidad le daba igual estar en ropa o sin ella, pero debía refrescar su mente y era un poco incomodo tener algunas miradas en el piso, en vez que en sus ojos. Frunció rápidamente el ceño, con un jalón índico la dirección que deseaba a donde se moviera. Llevo su cuerpo hasta tenerla cerca de sus ropas –Si mueves un musculo te mato- indico Soun mientras la soltaba lentamente dejando una sonrisa socarrona en sus labios –Dale gracias que la sociedad te considera lo más bajo de lo más bajo- indico para luego dar media vuelta y buscar con ayuda de aquella lúgubre luz que proporcionaba la fogata sus pertenencias.
-Aunque en realidad yo considero a todos iguales- prosiguió quitándole importancia a sus palabras –considero lo que tal vez has tenido que pasar por culpa de una simple diferencia. Aunque yo sea un asesino a sangre fría; como estarás pensando y puede que tengas razón. Tengo algunos principios- se había terminado de vestir, sus pantalones eran negros, de caza, la camisa, sencilla blanca, sin muchas cosas y además unas botas que resistían bien cualquier superficie –No Lastimes a ancianos, niños, gente invalida y personas que ya han sufrido suficiente; Son una pérdida de tiempo y no son divertidas.- ¿ella entendía sus principios? No lo sabía, era uno de los pocos que tenia y en realidad le hacía bien, lo mantenía un poco cuerdo. Ya había decidido cuales tipos de humanos daría muerte y estaba muy feliz con eso.
-¿A dónde vas?- le pregunto de forma suave cuando pudo visualizar la figura de un humano en la total oscuridad, las ropas le ayudaron mucho a distinguirla de tanta oscuridad, sin pensarlo dos veces la sujeto del cuello del vestido, obligándola a retroceder. Su cuerpo aun mojado por el baño de hace unos segundos se pego a la espalda de la mujer, su mano libre le rodeo la cadera mientras una amplia sonrisa se aproximaba en sus labios. –No puedo dejarte ir así de fácil- susurro a su oído. Giro su rostro a la carreta aun no lavada y chasqueo su lengua con notable disgusto por el indicio de saber que había visto aquella mujer.
Mas inoportuna no podría ser, era como tener una mosca en una sopa cuando tienes realmente hambre, entrecerró sus ojos sintiendo como el cuerpo de aquella señorita de color diferente temblaba entre sus brazos, aquella reacción era normal, común y corriente, normal de un humano. Eso eran todos, no importaba color de piel, apariencia o nacionalidad, todos eran seres humanos creados por una misma mano. Dejo que un suspiro saliera de su interior al mismo tiempo que soltaba a la joven pero no del todo, bruscamente la sujeto del brazo mientras su mano libre descansaba en la cadera de sí mismo. Estaba completamente desnudo y eso le fastidiaba, no era porque fuera tímido, en realidad le daba igual estar en ropa o sin ella, pero debía refrescar su mente y era un poco incomodo tener algunas miradas en el piso, en vez que en sus ojos. Frunció rápidamente el ceño, con un jalón índico la dirección que deseaba a donde se moviera. Llevo su cuerpo hasta tenerla cerca de sus ropas –Si mueves un musculo te mato- indico Soun mientras la soltaba lentamente dejando una sonrisa socarrona en sus labios –Dale gracias que la sociedad te considera lo más bajo de lo más bajo- indico para luego dar media vuelta y buscar con ayuda de aquella lúgubre luz que proporcionaba la fogata sus pertenencias.
-Aunque en realidad yo considero a todos iguales- prosiguió quitándole importancia a sus palabras –considero lo que tal vez has tenido que pasar por culpa de una simple diferencia. Aunque yo sea un asesino a sangre fría; como estarás pensando y puede que tengas razón. Tengo algunos principios- se había terminado de vestir, sus pantalones eran negros, de caza, la camisa, sencilla blanca, sin muchas cosas y además unas botas que resistían bien cualquier superficie –No Lastimes a ancianos, niños, gente invalida y personas que ya han sufrido suficiente; Son una pérdida de tiempo y no son divertidas.- ¿ella entendía sus principios? No lo sabía, era uno de los pocos que tenia y en realidad le hacía bien, lo mantenía un poco cuerdo. Ya había decidido cuales tipos de humanos daría muerte y estaba muy feliz con eso.
Soun- Humano Clase Alta
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Re: Diferencias. [Privado]
Caminó lo más rápido que pudo, al menos humanamente posible, intentando que sus gastados ropajes no se atoraran entre las ramas, o las raíces de los arboles o arbustos que estaban a su paso. Suspiró sintiendo una especie de presión en su pecho, sabía que se había metido en problemas, que aquello que acababa de ver no era para nada normal, que necesitaba escapar antes de terminar derramando la sangre encima de una carreta cómo la que observó minutos antes. Su casa, o al menos el lugar dónde trabajaba y le daba techo, no estaba muy lejos, así que si tomaba la ventaja necesaria, podría llegar y refugiarse entre los empleados, pero no todo puede brillar para aquellos que tienen una vida llena de tristezas y maldiciones, con el tiempo ella había aprendido que cada cosa buena, aunque fuera algo distinto, como una pequeña salida, se podía volver un tormento, ese era el mejor de los ejemplos. Se tensó, pero como pudo siguió el camino, no se iba detener por si sola.
El sonido del agua le confirmó que se estaba acercando, la mujer de piel oscura comenzó a correr, pero ella no estaba acostumbrada a esos trotes, y para terminar mal el recorrido, supo que lo tenía detrás de ella. Su espalda, la espalda baja y su trasero se mojaron gracias al cuerpo del hombre. Fue entonces cuando por fin se hizo a la idea de lo mal que estaba todo. Sus ojos se desviaron a las manos, observando el arma pintada de carmín. Se mordió con fuerza los labios acallando el terror que podría salir en forma de suplica, o de gritos desesperados de ayuda. Sólo sentía el agua, incluso una gota pequeña recorría su espina dorsal de forma torturas, haciéndole erizarse por cada pequeña parte de su piel, pero ¿Qué se hacía en esos casos? ¿Intentar escapar? ¿Mantenerse simplemente tranquila? ¿Obedecer?
Se movía como una muñeca de trapo, simplemente asentía a todo aquello que él le decía, ver a un hombre desnudo la hizo sentirse vulnerable, en todo el tiempo que su madre le enseñó sobre los deberes de los hogares, nunca le habló sobre salir bien librada de ataques, o como reaccionar cuando observara a un hombre desnudo. Aquello no estaba en sus manos, mucho menos en su poder ¿qué podía hacer? Nada, simplemente rogarle a Dios, a ese Dios que siempre la había abandonado, pero que se negaba a hacer a un lado, porque de algo se tenía que aferrar para creer en esa vida ¿No así era todo? El ser humano, simplemente por necesidad infinita busca aferrarse a una creencia. Simple, sin más. Ella era de esos.
- ¿Le gusta lastimar entonces? ¿Por qué razón? ¿Y por qué marca la diferencia? - Preguntó con la voz demasiado temblorosa, pero la realidad es que Do'ingn siempre había sido una mujer curiosa, encantada por conocer que más hubiera en el mundo de afuera, aunque estaba consiente tenía demasiado para perder, como su vida, también estaba ansiosa por conocer una mente sumamente distinta, tan perturbada como la suya, pero aquel hombre la había canalizado de forma extraña, ejerciendo una muerte tortuosa en los demás. - ¿Si he sufrido mucho entonces, no me matará? - Preguntó de forma inocente, le volteó a ver, de forma breve, y después bajo su mirada.
La noche estaba comenzando, parecía prometedora, pero no en esas circunstancias.
El sonido del agua le confirmó que se estaba acercando, la mujer de piel oscura comenzó a correr, pero ella no estaba acostumbrada a esos trotes, y para terminar mal el recorrido, supo que lo tenía detrás de ella. Su espalda, la espalda baja y su trasero se mojaron gracias al cuerpo del hombre. Fue entonces cuando por fin se hizo a la idea de lo mal que estaba todo. Sus ojos se desviaron a las manos, observando el arma pintada de carmín. Se mordió con fuerza los labios acallando el terror que podría salir en forma de suplica, o de gritos desesperados de ayuda. Sólo sentía el agua, incluso una gota pequeña recorría su espina dorsal de forma torturas, haciéndole erizarse por cada pequeña parte de su piel, pero ¿Qué se hacía en esos casos? ¿Intentar escapar? ¿Mantenerse simplemente tranquila? ¿Obedecer?
Se movía como una muñeca de trapo, simplemente asentía a todo aquello que él le decía, ver a un hombre desnudo la hizo sentirse vulnerable, en todo el tiempo que su madre le enseñó sobre los deberes de los hogares, nunca le habló sobre salir bien librada de ataques, o como reaccionar cuando observara a un hombre desnudo. Aquello no estaba en sus manos, mucho menos en su poder ¿qué podía hacer? Nada, simplemente rogarle a Dios, a ese Dios que siempre la había abandonado, pero que se negaba a hacer a un lado, porque de algo se tenía que aferrar para creer en esa vida ¿No así era todo? El ser humano, simplemente por necesidad infinita busca aferrarse a una creencia. Simple, sin más. Ella era de esos.
- ¿Le gusta lastimar entonces? ¿Por qué razón? ¿Y por qué marca la diferencia? - Preguntó con la voz demasiado temblorosa, pero la realidad es que Do'ingn siempre había sido una mujer curiosa, encantada por conocer que más hubiera en el mundo de afuera, aunque estaba consiente tenía demasiado para perder, como su vida, también estaba ansiosa por conocer una mente sumamente distinta, tan perturbada como la suya, pero aquel hombre la había canalizado de forma extraña, ejerciendo una muerte tortuosa en los demás. - ¿Si he sufrido mucho entonces, no me matará? - Preguntó de forma inocente, le volteó a ver, de forma breve, y después bajo su mirada.
La noche estaba comenzando, parecía prometedora, pero no en esas circunstancias.
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Re: Diferencias. [Privado]
Aquella mujer de piel oscura, parecía tener miedo en todo su cuerpo, el no la culpaba por tenerlo, era algo normal y hasta sano que el cuerpo reaccionara de esa forma. Era un instinto primitivo, algo animal, que hacía que las personas buscaran escapar del peligro que había cerca. ¿El era peligroso? Seguro que sí, lo estaba demostrando en ese momento, la mujer ya lo sabía, pues ya había visto lo que había hecho con aquellas mujeres que ahora solamente eran carne para los animales, el entrecerró sus ojos mientras escuchaba su vocecita temblar mientras trataba de formular aquellas preguntas que se le venía a la mente, debía decir que era una mujer o muy valiente o muy estúpida para estar preguntando cosas que no le interesaba y mucho mas, buscando irritar a Soun, si fuera como las otras, hubiera dado gracias y estaría besándole los pies mientras lloraba, pero pensándolo bien, aquello le hubiera molestado aun mas.
Le gustaba lo diferente, eso le atraía, tal vez porque el mismo era diferente. Era una esclava por solamente su color de piel, aquello era algo cruel, que solamente el ser humano podía hacer. Fue paciente, demasiado paciente, tal vez mucho más de lo que había sido en muchos años –Te explicare- dijo en un suave susurro. El estaba tranquilo, no le importaba mucho que ella hubiera visto los dos cadáveres descuartizados que estaban en la carreta, no era algo que posiblemente le quitaría el sueño. –Para ellos, eres una simple esclava, te apuesto que tratan mejor a los animales de carga- inquirió de forma tranquila. Le debido una mirada esperando alguna propuesta de parte de ella, sabía que iba a decir algo sobre que la alimentaban y la vestían, pero el trato y los prejuicios destruían todo aquello. Solamente por el color de piel, las personas eran patéticas, pero no se le podía hacer mas nada.
-Creo que esta demás decir que no le puedes decir a nadie lo que has visto- inquirió mientras se cruzaba de brazos y dejaba salir una risilla –aunque creo que nunca te crearán y te apuesto 50 francos que te dirán “Deja de hablar de cosas inventadas negra estúpida”- se alzo de hombros. No estaba interesado en una mujer que no la veía como mujer, para aquellas personas, ella era otro objeto, que en ocasiones podría servir como sustituto del coño de las cortesanas o mujeres de clase alta. Los hombres preferían meterse con putas que con ellas. Sus mujeres preferían verlas con mujeres coquetas antes que con negras, para la sociedad era como acostarse con un asno.
-ve a darle gracias a dios, que no te veo como aquellas mujerzuelas- dijo mirando la carreta y luego volver la mirada a aquella mujer que parecía aun no dejar de temblar. Odiaba ser amable, pero tampoco quería ver a una mujer chillar –Eres diferente, eso te hace especial, nunca llores porque te digan o como te llamen, es mejor ser como eres y no como ellos- quiso animarla o por al menos explicarle como le veía él.
Off: >.< se me borro como dos veces por culpa de la luz ;O; no es el original.. asi que creo que es un desastre... perdon para la proxima lo hare mejor
Le gustaba lo diferente, eso le atraía, tal vez porque el mismo era diferente. Era una esclava por solamente su color de piel, aquello era algo cruel, que solamente el ser humano podía hacer. Fue paciente, demasiado paciente, tal vez mucho más de lo que había sido en muchos años –Te explicare- dijo en un suave susurro. El estaba tranquilo, no le importaba mucho que ella hubiera visto los dos cadáveres descuartizados que estaban en la carreta, no era algo que posiblemente le quitaría el sueño. –Para ellos, eres una simple esclava, te apuesto que tratan mejor a los animales de carga- inquirió de forma tranquila. Le debido una mirada esperando alguna propuesta de parte de ella, sabía que iba a decir algo sobre que la alimentaban y la vestían, pero el trato y los prejuicios destruían todo aquello. Solamente por el color de piel, las personas eran patéticas, pero no se le podía hacer mas nada.
-Creo que esta demás decir que no le puedes decir a nadie lo que has visto- inquirió mientras se cruzaba de brazos y dejaba salir una risilla –aunque creo que nunca te crearán y te apuesto 50 francos que te dirán “Deja de hablar de cosas inventadas negra estúpida”- se alzo de hombros. No estaba interesado en una mujer que no la veía como mujer, para aquellas personas, ella era otro objeto, que en ocasiones podría servir como sustituto del coño de las cortesanas o mujeres de clase alta. Los hombres preferían meterse con putas que con ellas. Sus mujeres preferían verlas con mujeres coquetas antes que con negras, para la sociedad era como acostarse con un asno.
-ve a darle gracias a dios, que no te veo como aquellas mujerzuelas- dijo mirando la carreta y luego volver la mirada a aquella mujer que parecía aun no dejar de temblar. Odiaba ser amable, pero tampoco quería ver a una mujer chillar –Eres diferente, eso te hace especial, nunca llores porque te digan o como te llamen, es mejor ser como eres y no como ellos- quiso animarla o por al menos explicarle como le veía él.
Off: >.< se me borro como dos veces por culpa de la luz ;O; no es el original.. asi que creo que es un desastre... perdon para la proxima lo hare mejor
Soun- Humano Clase Alta
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Re: Diferencias. [Privado]
La negra tenía miedo, mucho en realidad, pero de haberla querido matar aquel hombre, seguramente lo hubiera hecho en el primer momento. Había escuchado dentro de casa, con los demás sirvientes una gran cantidad de actividades atroces, asesinatos, violaciones, pero todos esos relatos dejaban en claro que a los criminales no les gustaba andarse con rodeos con sus víctimas, había una posibilidad de que aquel hombre en realidad fuera la excepción, que se asimilara a los gatos que gozaban torturando a los ratones para después comérselos. Que fuera de una forma o de otra sólo le dejaba una forma de actuar, y es el estar a la defensiva todo el tiempo, no confiarse de la accesibilidad que él tenía, estar alerta incluso a los susurros que traía el viento de otros lados. No quedaba de otra, y no es que le importara demasiado estar al pendiente, al contrario.
- Es cierto, no ha dicho más que la verdad - Para la esclava, le era aún muy costoso poder hablar ese idioma, incluso al haber llegado con tan corta edad a París, ella deseaba apegarse demasiado a sus costumbres, a sus tradiciones y también a su lengua. No quería olvidar nada de eso, porque al hacerlo estaría traicionando la memoria de sus padres, y eso nunca jamás lo haría, ni siquiera porque le quisieran lavar el cerebro para que olvidara todo su pasado. - Dónde trabajo, la comida es mejor para los animales que para mi, pero he aprendido a comer de sus sobras, no es tan malo, porque siempre dejan mucho - Terminó por sonreír, algo muy extraño en ella, aunque su gesto de alegría era demasiado tenue. Nada le quitaría el dolor interno, porque era demasiado.
- ¿Qué es eso de apostar? Nunca he escuchado la palabra, y respecto a los francos, sólo he tocado los que se me dan para comprar alimento, y algunas otras cosas de la casa, a mi no me pagan como a los otros empleados, yo tengo dueños, soy una esclava - Comentó sin mucho ánimo, después se cruzó de brazos, los frotó un poco, porque él frío estaba perturbándola por completo. - Me han dicho peores cosas que eso, señor, incluso me han escupido a mitad de calle, pero no puedo decir nada, son cosas a las que debo simplemente ignorar. - Quiso decirle que en verdad sentía muchas cosas negativas cuando la gente la trataba de tal manera, pero no serviría de nada, quizás estaba bien siempre guardar secretos, esos no dañan a nadie.
- ¿Alguien lo ha odiado? ¿Alguien le ha hecho daño? ¿Por qué empezado a dañar a la gente? ¿A quién daña? - Volvió a preguntar curiosa, era cierto, pocas veces tenía la oportunidad de conocer un poco sobre la vida de los demás, quizás en ese momento no tenía el derecho, pero de igual forma lo estaba haciendo, quizás se atrevía porque en cualquier momento podría morir, la muerte estaba siempre cerca, pocas veces se podía tener tan a la vista como en ese momento. Morir o no morir, el podía jugar a ser Dios con ella en ese momento, aunque con sinceridad la negra no pensaba en ese ser supremo, porque de existir, quizás nunca la habría dejado sola.
- Es cierto, no ha dicho más que la verdad - Para la esclava, le era aún muy costoso poder hablar ese idioma, incluso al haber llegado con tan corta edad a París, ella deseaba apegarse demasiado a sus costumbres, a sus tradiciones y también a su lengua. No quería olvidar nada de eso, porque al hacerlo estaría traicionando la memoria de sus padres, y eso nunca jamás lo haría, ni siquiera porque le quisieran lavar el cerebro para que olvidara todo su pasado. - Dónde trabajo, la comida es mejor para los animales que para mi, pero he aprendido a comer de sus sobras, no es tan malo, porque siempre dejan mucho - Terminó por sonreír, algo muy extraño en ella, aunque su gesto de alegría era demasiado tenue. Nada le quitaría el dolor interno, porque era demasiado.
- ¿Qué es eso de apostar? Nunca he escuchado la palabra, y respecto a los francos, sólo he tocado los que se me dan para comprar alimento, y algunas otras cosas de la casa, a mi no me pagan como a los otros empleados, yo tengo dueños, soy una esclava - Comentó sin mucho ánimo, después se cruzó de brazos, los frotó un poco, porque él frío estaba perturbándola por completo. - Me han dicho peores cosas que eso, señor, incluso me han escupido a mitad de calle, pero no puedo decir nada, son cosas a las que debo simplemente ignorar. - Quiso decirle que en verdad sentía muchas cosas negativas cuando la gente la trataba de tal manera, pero no serviría de nada, quizás estaba bien siempre guardar secretos, esos no dañan a nadie.
- ¿Alguien lo ha odiado? ¿Alguien le ha hecho daño? ¿Por qué empezado a dañar a la gente? ¿A quién daña? - Volvió a preguntar curiosa, era cierto, pocas veces tenía la oportunidad de conocer un poco sobre la vida de los demás, quizás en ese momento no tenía el derecho, pero de igual forma lo estaba haciendo, quizás se atrevía porque en cualquier momento podría morir, la muerte estaba siempre cerca, pocas veces se podía tener tan a la vista como en ese momento. Morir o no morir, el podía jugar a ser Dios con ella en ese momento, aunque con sinceridad la negra no pensaba en ese ser supremo, porque de existir, quizás nunca la habría dejado sola.
- Spoiler:
- No te preocupes, siempre es perfecta la mente bizarra de Soun xD
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Re: Diferencias. [Privado]
El ser humano era el único que podía sonreír aunque su alma estuviera destrozada, por unos segundos admiro a aquella mujer, se sorprendió de estar pensando en aquella persona como alguien sorprendente por el simple hecho de estar en aquel lugar, al frente de él y que en sus labios se figurara, de una forma algo difícil, pero allí estaba, una sonrisa, una pequeña mueca que buscaba aliviar y dejar pasar todo los malos recuerdos, todo lo malo que en la vida le había tocado pasar. Su alma era única, fuerte y hermosa, no importaba que estuviera manchada por ese color de piel, dentro había algo que era muy poco probarle que le encontrara palabras. Probablemente su escusa seria mas denigrante de lo que era, la pisotearía, le diría que no vale nada, como todos los de su entorno le decían todos los días, a cada hora le recordaban su trágica realidad, porque lamentablemente, el carecía de sentimientos buenos, sentimientos que llegaran a inundarlo y llenarlo de aquel deseo de proteger a aquella jovencita que gracias a su piel, tiene mala suerte.
-Eres muy curiosa para ser una persona que prefiere callar antes de hablar sobre sus derechos- dijo el sin pensarlo. Rio suavemente luego de analizar sus palabras, la había tratado como una persona normal, como un hijo de Abel, en vez de un hijo de Caín, pues supuestamente aquella rama, los hijos del bastardo que mato al primogénito era el antepasado de aquellos hombres de piel oscura. –es cierto! No tienes derechos, disculpa, se me olvida con quien estoy hablando- movió su mano en un ademan para que no le prestara mucha atención a sus comentarios. Soun era muy cuidadoso, no estaría revelando cosas importantes así como así, pero le daba gracia como aquella mujer buscaba las respuestas de forma insistente, pero a la vez el miedo la cohibía hasta el pudo de hacerla dudar de seguir hablando, pero ese mismo miedo se trasformaba en tenacidad y la animaba a seguir en ese juego llamado vida.
-Te diré a la persona que más he odiado en mi vida- dijo él con ardor en sus palabras. Desvió su mirada hacia otro lado, se encontró con un paisaje vacio de color, oculto entre sombras de una noche fría y tenebrosa, dio unos pasos hacia atrás, no temía que la otra se fuera, camino para acomodarse en un lugar cómodo mientras se ponía encima una especie de piel que había estado tirado cerca de aquella carreta llena de sangre, ya se encargaría de ella, era mejor quemar todo de una vez, pensó. Miro a la joven y le tiro la piel para luego acercarse a la carreta mientras revisaba que todas las extremidades del cuerpo estuvieran allí.
-A la que más odio es a mi ex prometida- había sujetado un tarro con aceite para lámpara, aquel aceite que se utilizaba de combustión para la flama que quedaba en las lámparas por cierto tiempo. Sujeto algunas ramas secas y las puso encima de los cuerpos, por debajo de la carreta y aun lado de los cuerpos. Se detuvo para suspirar levemente –Ella debía ser mi esposa, eso era lo que nuestros padres habían dicho desde años muy tempranos- rego el aceite por las ramas secas y luego dejo el pote en un lugar seguro con suficiente aceite para otro acto. Alzo la mirada para encontrarse con los de las negra mirándole atentamente, él le sonrió levemente – vivía en un convento, en donde supuestamente la mantenían a salvo hasta que tuviera que casarse conmigo, pero me engaño… se acostó son un miserable cazador que la enamoro con simples palabras-
Escupió aquellas palabras con rabia, volteo a ver la llama y sujeto con cuidado un pedazo de madera ardiendo, con tranquilidad, como si siempre lo hubiera hecho, llevo el fuego a las ramas secas y las hizo encender, todo comenzó a brillar, una fogata mayor habían creado y el olor de carne cocinándose comenzaba a invadir el lugar -¿Sabes que fue lo peor?- dejo su encendedor a un lado para girarse para ver a la negra –la perdone, la iba a dejar estar conmigo de ese modo, impura, con un hijo ilegitimo, pero eligió a aquel hombre de clase más baja que yo y por eso murió- concluyo rápidamente. Se cruzo de brazos negando con su cabeza –No la mate, murió en el parto- indico él con tristeza. Aquella mujer hermosa, había tenido una muerte horrible y lo peor de todo es que aun sentía que en su interior había un gran amor por ella, pero ese amor se había convertido en la máxima expresión de odio.
-Eres muy curiosa para ser una persona que prefiere callar antes de hablar sobre sus derechos- dijo el sin pensarlo. Rio suavemente luego de analizar sus palabras, la había tratado como una persona normal, como un hijo de Abel, en vez de un hijo de Caín, pues supuestamente aquella rama, los hijos del bastardo que mato al primogénito era el antepasado de aquellos hombres de piel oscura. –es cierto! No tienes derechos, disculpa, se me olvida con quien estoy hablando- movió su mano en un ademan para que no le prestara mucha atención a sus comentarios. Soun era muy cuidadoso, no estaría revelando cosas importantes así como así, pero le daba gracia como aquella mujer buscaba las respuestas de forma insistente, pero a la vez el miedo la cohibía hasta el pudo de hacerla dudar de seguir hablando, pero ese mismo miedo se trasformaba en tenacidad y la animaba a seguir en ese juego llamado vida.
-Te diré a la persona que más he odiado en mi vida- dijo él con ardor en sus palabras. Desvió su mirada hacia otro lado, se encontró con un paisaje vacio de color, oculto entre sombras de una noche fría y tenebrosa, dio unos pasos hacia atrás, no temía que la otra se fuera, camino para acomodarse en un lugar cómodo mientras se ponía encima una especie de piel que había estado tirado cerca de aquella carreta llena de sangre, ya se encargaría de ella, era mejor quemar todo de una vez, pensó. Miro a la joven y le tiro la piel para luego acercarse a la carreta mientras revisaba que todas las extremidades del cuerpo estuvieran allí.
-A la que más odio es a mi ex prometida- había sujetado un tarro con aceite para lámpara, aquel aceite que se utilizaba de combustión para la flama que quedaba en las lámparas por cierto tiempo. Sujeto algunas ramas secas y las puso encima de los cuerpos, por debajo de la carreta y aun lado de los cuerpos. Se detuvo para suspirar levemente –Ella debía ser mi esposa, eso era lo que nuestros padres habían dicho desde años muy tempranos- rego el aceite por las ramas secas y luego dejo el pote en un lugar seguro con suficiente aceite para otro acto. Alzo la mirada para encontrarse con los de las negra mirándole atentamente, él le sonrió levemente – vivía en un convento, en donde supuestamente la mantenían a salvo hasta que tuviera que casarse conmigo, pero me engaño… se acostó son un miserable cazador que la enamoro con simples palabras-
Escupió aquellas palabras con rabia, volteo a ver la llama y sujeto con cuidado un pedazo de madera ardiendo, con tranquilidad, como si siempre lo hubiera hecho, llevo el fuego a las ramas secas y las hizo encender, todo comenzó a brillar, una fogata mayor habían creado y el olor de carne cocinándose comenzaba a invadir el lugar -¿Sabes que fue lo peor?- dejo su encendedor a un lado para girarse para ver a la negra –la perdone, la iba a dejar estar conmigo de ese modo, impura, con un hijo ilegitimo, pero eligió a aquel hombre de clase más baja que yo y por eso murió- concluyo rápidamente. Se cruzo de brazos negando con su cabeza –No la mate, murió en el parto- indico él con tristeza. Aquella mujer hermosa, había tenido una muerte horrible y lo peor de todo es que aun sentía que en su interior había un gran amor por ella, pero ese amor se había convertido en la máxima expresión de odio.
Soun- Humano Clase Alta
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Re: Diferencias. [Privado]
Do'ing mantuvo su mirada al cielo por unos momentos. Como queriendo que el manto estrellado le contara la manera de salir con vida, pero por más que su mirada mantenía perdida hacía esa zona, nada de respuesta obtenía, pues Dios no aparecería como muchos católicos pensaban, él le había abandonado desde el momento del parto, pues le había dado una piel de color distinto. Quizás si hubiera nacido blanca, aunque pobre y sirvienta las cosas serían distintas, sin embargo no lo eran, y por eso en ocasiones, por más que creyera en un altísimo, también lo odiaba, y después se sentía verdaderamente culpable al hacerlo, eran contradicciones que constantemente llegaban a su mente, que no podía evitar, porque siempre estarían ahí, pero ni siquiera en su interior en ocasiones se sentía dueña de si misma. Era como ser un títere, ni más ni menos.
Sólo el sonido de los pasos, el de las hojas comenzando a ser estrujadas, sólo eso la hizo cambiar de dirección la mirada, observando con curiosidad, pero también con toques de horror aquel espectáculo, nunca había visto algo más crudo, frío y sin sentimiento, incluso el recordar a uno de sus dueños le pareció algo tan tranquilo, nada tan fuerte como lo que tenía a continuación, el olor a carne quedándose era completamente insoportable, por eso estiró la tela que cubría su pecho para cubrir sus fosas nasales. Si olía aquello de forma directa seguramente terminaría vomitando, o desmayada por lo asqueroso que era. No hizo comentario alguno porque no deseaba terminar en medio de las llamas. Daba gracias a no terminar de esa forma, sin duda.
- Una vez creí odiar, pero resultó que no se trataba de eso, sólo del dolor que se aferraba a estar en mi pecho, a ese que no me dejaba estar en paz, comprendí que el odio no era tan necesario, que sólo yo lo estaba formando para tener un poco de fuerza, o de razón para seguir despertando, claro, aparte de seguir fregando una casa que no es mía, y al mismo tiempo lo es, porque parezco un mueble más dentro de ella. - Comentó como si fuera el tema más normal del mundo, ni siquiera sabía si él llegaría a entenderla del todo, pero no estaba demás hablar - No comprendo que es el amor, es decir, a una persona como usted dijo amar a alguien, pues yo no tengo ese privilegio, ni siquiera en acuerdo de padres, pues el único acuerdo al que debo aspirar, es al de limpiar la casa de los blancos, hasta el final de mis días - La mujer estaba siendo sincera.
- ¿Por qué cree que lo cambió? ¿Acaso usted no le decía palabras bonitas? Los seres humanos somos egoístas, señor, al menos su mayoría, más incluso cuando se sabe ya se tiene seguro algo, pues al no temer perderlo, simplemente buscan más, es parte de la ambición cuando no se quiere, sólo se aprende a buscar pertenencia - Do'ing sabía muy bien sobre las propiedades, ella misma era propiedad de un par de hermanos, que estaba segura no la dejarían contraer nupcias o incluso tener una pareja. Pues si llegaba a quedar en cinta, nueve meses estaría torpe y casi inútil, para nada iban a perder cantidades de dinero por una sirvienta embarazada.
- Es por eso… - La sirvienta comenzó a atar cabos, uno por uno con cuidado, las palabras que él decía, lo poco que estaba viendo - ¿Las mata por qué le recuerdan a ella?
Sólo el sonido de los pasos, el de las hojas comenzando a ser estrujadas, sólo eso la hizo cambiar de dirección la mirada, observando con curiosidad, pero también con toques de horror aquel espectáculo, nunca había visto algo más crudo, frío y sin sentimiento, incluso el recordar a uno de sus dueños le pareció algo tan tranquilo, nada tan fuerte como lo que tenía a continuación, el olor a carne quedándose era completamente insoportable, por eso estiró la tela que cubría su pecho para cubrir sus fosas nasales. Si olía aquello de forma directa seguramente terminaría vomitando, o desmayada por lo asqueroso que era. No hizo comentario alguno porque no deseaba terminar en medio de las llamas. Daba gracias a no terminar de esa forma, sin duda.
- Una vez creí odiar, pero resultó que no se trataba de eso, sólo del dolor que se aferraba a estar en mi pecho, a ese que no me dejaba estar en paz, comprendí que el odio no era tan necesario, que sólo yo lo estaba formando para tener un poco de fuerza, o de razón para seguir despertando, claro, aparte de seguir fregando una casa que no es mía, y al mismo tiempo lo es, porque parezco un mueble más dentro de ella. - Comentó como si fuera el tema más normal del mundo, ni siquiera sabía si él llegaría a entenderla del todo, pero no estaba demás hablar - No comprendo que es el amor, es decir, a una persona como usted dijo amar a alguien, pues yo no tengo ese privilegio, ni siquiera en acuerdo de padres, pues el único acuerdo al que debo aspirar, es al de limpiar la casa de los blancos, hasta el final de mis días - La mujer estaba siendo sincera.
- ¿Por qué cree que lo cambió? ¿Acaso usted no le decía palabras bonitas? Los seres humanos somos egoístas, señor, al menos su mayoría, más incluso cuando se sabe ya se tiene seguro algo, pues al no temer perderlo, simplemente buscan más, es parte de la ambición cuando no se quiere, sólo se aprende a buscar pertenencia - Do'ing sabía muy bien sobre las propiedades, ella misma era propiedad de un par de hermanos, que estaba segura no la dejarían contraer nupcias o incluso tener una pareja. Pues si llegaba a quedar en cinta, nueve meses estaría torpe y casi inútil, para nada iban a perder cantidades de dinero por una sirvienta embarazada.
- Es por eso… - La sirvienta comenzó a atar cabos, uno por uno con cuidado, las palabras que él decía, lo poco que estaba viendo - ¿Las mata por qué le recuerdan a ella?
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Sigue bañándote de sueños y no permitas que tus pétalos se marchiten, pues roja rosa eres entre ramas secas y grises.
Se alzo de hombros, no sabía cómo responderle a es peguntas que salían de la negra con tanta facilidad, que de cierta manera sorprendían al asiático, tal vez porque era la primera vez que se encontraba en esa situación. ¿Por qué no la mataba? Cierto, no valía la pena mancharse las manos con una persona de ese extracto social, no era necesario, seria aburrido ver en sus ojos el deseo de ser una rosa muerta mas de el jardín salvaje en que vivimos. Era mejor quedarse quieto, en donde estaba, mirándola como si fuera un bicho raro entre todos los seres, pues en realidad eso era en ese momento, un extraño ser que se había aparecido ante los ojos de Soun y lo hipnotizaba de tal manera que no lo dejaba actuar como naturalmente pudiera hacerlo.
Rio suavemente, al escuchar su pregunta, negó con tranquilidad, sin mostrarse alterado, ni mucho menos molesto –Todos nos parecemos a ella- índico mientras se alejaba de la negra. Parecía estar buscando algo, el olor de la carne quemada parecía no molestarle para nada, pudo ver al contrario buscando ocultar su rostro de aquel olor extraño que tal vez nunca había presenciado, pero el ya estaba acostumbrado. Encontró una pequeña navaja que empuño al estar otra vez cerca de la negra, se inclino notando como su bello rostro cambiaba de forma al ver el afilado objeto tan cerca de ella. Expresiones de rostro, tan hermosas que podría quedarse en ese lugar, observando cada reacción corpórea, todo el tiempo que sus ojos se fijaran en ella y notaran un cambio, cada musculo contraído sin poder evitarlos, todos explicando y dejando a la luz muchas cosas que las personas pudieran desear esconder, pero los músculos tensos de todo su cuerpo los delataban rápidamente, solamente debía ser atento y mirar fijamente en donde debían mirar.
Sujeto su mano –No te hare daño- carraspeo un poco. No deseaba sentir su brazo tensado ni alguna lucha inútil, su mano pálida rodeo la muñeca fuliginosa, con cierto cuidado, pero aun así, demostró un poco de rudeza y firmeza, pues tenía miedo de que esta huyera de su agarre, bajo la mirada a regañadientes, debía concentrarse, tenía que dejar de ver el rostro tostado de la mujer por unos minutos y lo consiguió, apenas. La punta de la navaja quedo en su palma abierta en donde la piel comenzó a abrirse, lentamente, mientras el filo pasaba por su fina carne, dejando salir una línea escarlata. No fue mucho, la alejo de su piel a unos pocos centímetros de haber comenzado. Un suspiro salió de sus labios, la soltó rápidamente, dejo al ser suelto pero cerca de ella. Tenía la impresión que ella no se movería de ese lugar, si él no se lo ordenara, lamentándolo mucho, era como un perro entrenado para recibir órdenes…
El allí parado hizo el mismo procedimiento en su mano, mostrándole luego su palma en donde comenzaban, gracias a la gravedad a nacer varias gotas hacia abajo, mientras con su rostro tranquilo parecía gustoso de ver el rostro de la joven. ¿Cuáles sentimientos cruzaban su interior? En esos momentos, intriga, era uno de ellos –podría matar a cualquiera y su interior seria igual- dijo suavemente mientras empuñaba la mano herida y dejaba que la sangre manchara la palma de la mano completamente. –He matado tantas veces, te puedo asegurar que la sangre tiene el mismo color para todas las personas- se alzo los hombros, volvió a suspirar. Que pesado se sentía, su vida comenzaba a tener un extraño giro, se sentía perdido. Por culpa de esa negra ya comenzaba a desorientarse y sentirse fuera de este mundo. Se regañaba, debía volver, debía dejar de distraerse… -Tus amos deben estar ya pensando en un remplazo para ti- le susurro suavemente para girar su rostro y mirarle –has perdido tu tiempo, tu vida es una pérdida de tiempo… Te puedo hacer el favor… ¿quieres que te haga el favor?- añadió con tranquilidad en su voz.
¿Cuál favor?
Se preguntaría ella
Solamente debía mirarle a los ojos y leerlos
La liberaría,
Únicamente debía decir…
“Si”
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Sus ojos se ensombrecieron un poco. Ella siempre se había sentido la luna, esa que brillaba para los demás, donde pocos le hablaban, o le volteaban a ver, siempre oculta porque todos quieren hacerle caso al mundo menos a ella, escondida, alzada en el cielo de forma inalcanzable, sin que puedan apreciar su interior, incluso su contorno, porque no brilla de la misma manera que el sol, porque tampoco genera vida por su falta de calor. Ella la luna, los demás el sol. La vida era injusta para ella, solo por su color de piel negra, ¿Por qué? ¿Por qué la sociedad estaba aferrada a destruir a todo aquel que no conoce? Todo lo desconocido es rechazado, para ellos causa miedo, jamás se han puesto a analizar sus comportamientos, porque ellos eran la perfección cerrada de una mente que no aprecia nada.
No se movió, en realidad no es que no tuviera miedo, pero lo que albergaba su interior era terror, pero estaba consiente que no había nada que perder, ella no poseía grandes empresas, mucho menos riquezas o una familia para dejar a la derriba por su perdida. Si moría en ese momento entonces no habría marcha atrás, dolores se perderían, la vida se le iría pero ya no habría sufrimiento alguno, ya todo se quedaba en un recuerdo que con el tiempo se escondería. Ella, la mujer de las mil caras, y se dicen mil porque tiene que mostrar una distinta a cada situación. Se encerraré en el abismo, nadie la extrañaría. El silencio aparece en medio de la reflexión, pero no sólo eso, también el ardor de su piel al ser separada de su lugar original. Le mira achicando los ojos, luego suspira y observa la sangre caer, lentamente, poco a poco, y luego de forma escandalosa, como siempre.
- Las formas físicas son iguales - Comentó cerrando su palma para ejercer presión, para evitar también que la sangre cayera. - No sólo se trata de un interior físico, las similitudes pueden llegar incluso a ser pensamientos, pero nadie lo aceptara, porque sería inconcebible que un negro pueda pensar tanto como un blanco - Ladeó el rostro para poder cambiar la herida del asiático, en ocasiones no se necesitaban hacer demostraciones tan gráficas para poder comprender de que se trataban tales explicaciones, con palabras bastaban, claro cuando la criatura a la que se le otorgaban las palabras se trataba de seres pensantes. De igual forma debía respetar las manías y maneras de dirigirse de los otros, como siempre, callando.
- No, no quiero que me haga ninguna clase de favor, porque sé que incluso en la muerte querré recompensarle por su acto, y porque la muerte es un acto de cobardía, tampoco le considero Dios para ser quien tenga el derecho de arrebatarme la existencia, si el de arriba a decidido que yo deba sufrir una vida, entonces debo hacer, lecciones vendrán, quizás ejemplos futuros tomaran de mi historia o quizás simplemente los gusanos tengan el recuerdo de mi sabor - No dijo más, pues no iba a entrar en detalles, Do'ingn quería vivir porque aún le tenía esperanza a la humanidad, por más estúpido que pareciera.
- La muerte no lo es todo, y usted mata por no querer enfrentar, vive sumido en un pasado que no volverá para pedirle disculpas o remediar el daño que le ha causado, eso debe saberlo - Comentó, aun sabiendo que podría volver a sentir aquella afilada hoja, pero incluso podría llegar a estar en otra zona de su cuerpo, una donde no solo la sangre brotaría, sino su vida misma.
No se movió, en realidad no es que no tuviera miedo, pero lo que albergaba su interior era terror, pero estaba consiente que no había nada que perder, ella no poseía grandes empresas, mucho menos riquezas o una familia para dejar a la derriba por su perdida. Si moría en ese momento entonces no habría marcha atrás, dolores se perderían, la vida se le iría pero ya no habría sufrimiento alguno, ya todo se quedaba en un recuerdo que con el tiempo se escondería. Ella, la mujer de las mil caras, y se dicen mil porque tiene que mostrar una distinta a cada situación. Se encerraré en el abismo, nadie la extrañaría. El silencio aparece en medio de la reflexión, pero no sólo eso, también el ardor de su piel al ser separada de su lugar original. Le mira achicando los ojos, luego suspira y observa la sangre caer, lentamente, poco a poco, y luego de forma escandalosa, como siempre.
- Las formas físicas son iguales - Comentó cerrando su palma para ejercer presión, para evitar también que la sangre cayera. - No sólo se trata de un interior físico, las similitudes pueden llegar incluso a ser pensamientos, pero nadie lo aceptara, porque sería inconcebible que un negro pueda pensar tanto como un blanco - Ladeó el rostro para poder cambiar la herida del asiático, en ocasiones no se necesitaban hacer demostraciones tan gráficas para poder comprender de que se trataban tales explicaciones, con palabras bastaban, claro cuando la criatura a la que se le otorgaban las palabras se trataba de seres pensantes. De igual forma debía respetar las manías y maneras de dirigirse de los otros, como siempre, callando.
- No, no quiero que me haga ninguna clase de favor, porque sé que incluso en la muerte querré recompensarle por su acto, y porque la muerte es un acto de cobardía, tampoco le considero Dios para ser quien tenga el derecho de arrebatarme la existencia, si el de arriba a decidido que yo deba sufrir una vida, entonces debo hacer, lecciones vendrán, quizás ejemplos futuros tomaran de mi historia o quizás simplemente los gusanos tengan el recuerdo de mi sabor - No dijo más, pues no iba a entrar en detalles, Do'ingn quería vivir porque aún le tenía esperanza a la humanidad, por más estúpido que pareciera.
- La muerte no lo es todo, y usted mata por no querer enfrentar, vive sumido en un pasado que no volverá para pedirle disculpas o remediar el daño que le ha causado, eso debe saberlo - Comentó, aun sabiendo que podría volver a sentir aquella afilada hoja, pero incluso podría llegar a estar en otra zona de su cuerpo, una donde no solo la sangre brotaría, sino su vida misma.
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Era una muñeca de porcelana que no había entendido aun su belleza, estaba destinada a fracasar en buscar la felicidad, porque, aunque la anhelara, no la buscaba con aquel fervor en su alma. Se había dado por vencida, pero no la culpaba. El mismo había perdido la capacidad de buscar la capacidad hace tanto tiempo, que intentaba realizar actos atroces, para compensarlo. Para él, solamente era una mezcla de hormonas, detonantes que se activaban, lo que le daba la satisfacción de poder sentirse con el poder necesario, como para no sentirse como un verdadero idiota, pero eso solamente provocaba que su sed aumentara y como un adicto, buscara nuevamente aquello que parecía hacerlo sentir tan bien, con tanto poder, pero que duraba tan poco que simplemente lo volvía loco.
-No puedo creer que aun tengas esperanza en ese cuerpo- bramo con cierta decepción en su voz, su cuerpo pareció agitarse, tal vez por el atrevimiento de ella de enfrentarle, de restregarle la pura verdad, que siempre estaría en el, siempre la reconocía, pero la echaba a un lado –estoy tan consciente de que estoy viviendo un pasado que ya paso, como se que usted está consciente de que la gente siempre la odiara por su color de piel – miro su herida, la sangre goteaba, de mismo color de la que tenia aquellas mujeres que habían manchado sus manos horas antes. Estafadoras, mujerzuelas, que no le harían nada bien a esta humanidad.
¿Por qué no había más mujeres como ella en este mundo? ¿Por qué…? Si un dios existía allá arriba y seleccionaba los rasgos de cada uno de ellos, Soun se preguntaba ¿Por qué la tiño de ese color? Pero las cosas estaban así por alguna razón. Sentía lastima y se podría decir que un extraño cariño hacia la negra, tal vez era por eso, por ser negra, por ser más humana que todos los humanos. -¿Acaso piensas que puedo cambiar?- le pregunto sintiendo algo derrotado. ¿Estaba pensando en dejar aquello? Muchas veces lo había pensado, pero como un maldito adicto caía en lo mismo, todas las veces que podría.
-No puedo…- dijo alzándose los hombros –aunque tal vez me enamore de una persona que cambie mi parecer, siento que nunca podre cambiar lo que ya soy: un magnicida- bajo la mirada, por unos momento hubo un extraño silencio, dejo salir una sonrisa para alzar la mirada, rio suavemente, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera por aquella suave carcajada, parecía que se refrescaba nuevamente, que retomaba fuerzas y las dudas volvían a donde debían estar, en la oscuridad de su mente –Lo peor de todos es que me gusta… ¿Cómo poder dejar algo que te hace feliz? Aunque sea una felicidad fantasma, que dura tan poco, es una buena sensación- concluyo sínicamente.
-No puedo creer que aun tengas esperanza en ese cuerpo- bramo con cierta decepción en su voz, su cuerpo pareció agitarse, tal vez por el atrevimiento de ella de enfrentarle, de restregarle la pura verdad, que siempre estaría en el, siempre la reconocía, pero la echaba a un lado –estoy tan consciente de que estoy viviendo un pasado que ya paso, como se que usted está consciente de que la gente siempre la odiara por su color de piel – miro su herida, la sangre goteaba, de mismo color de la que tenia aquellas mujeres que habían manchado sus manos horas antes. Estafadoras, mujerzuelas, que no le harían nada bien a esta humanidad.
¿Por qué no había más mujeres como ella en este mundo? ¿Por qué…? Si un dios existía allá arriba y seleccionaba los rasgos de cada uno de ellos, Soun se preguntaba ¿Por qué la tiño de ese color? Pero las cosas estaban así por alguna razón. Sentía lastima y se podría decir que un extraño cariño hacia la negra, tal vez era por eso, por ser negra, por ser más humana que todos los humanos. -¿Acaso piensas que puedo cambiar?- le pregunto sintiendo algo derrotado. ¿Estaba pensando en dejar aquello? Muchas veces lo había pensado, pero como un maldito adicto caía en lo mismo, todas las veces que podría.
-No puedo…- dijo alzándose los hombros –aunque tal vez me enamore de una persona que cambie mi parecer, siento que nunca podre cambiar lo que ya soy: un magnicida- bajo la mirada, por unos momento hubo un extraño silencio, dejo salir una sonrisa para alzar la mirada, rio suavemente, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera por aquella suave carcajada, parecía que se refrescaba nuevamente, que retomaba fuerzas y las dudas volvían a donde debían estar, en la oscuridad de su mente –Lo peor de todos es que me gusta… ¿Cómo poder dejar algo que te hace feliz? Aunque sea una felicidad fantasma, que dura tan poco, es una buena sensación- concluyo sínicamente.
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Do'ingn no tenía ganas de vivir otra vida, tampoco de lamentarse por la que le habían dado. La criada era fuerte, sonreía pese a todo. Internamente, claro, porque de hacerlo exteriorizado, de forma física, quizás muchos castigos recibiría. Esos gestos no los merece tener una persona relacionada con la esclavitud, o la otra raza, mucho menos proveniente de un país tan decadente. Ella no tiene esperanza, solo tiene motivos, necesita respirar, porque tampoco es un alma suicida. No se va a matar pese a las penurias que pase, pues el reino de los cielos la rechazara, el purgatorio ya se encontraba viviéndolo. ¿Buscar otro más? no es cobarde, es valiente, sigue adelante, no sufre, combate cada día contra la maldita marginación que las personas en Paris se han aferrado a tener.
La esclava lo observa, analiza su rostro por unos momentos, también su cuerpo. Lo hace porque es inteligente, se ha dado cuenta que el hombre le dio permiso para tratarlo, sino como un igual, al menos con más soltura, en el interior se encuentra agradecida, pero se reserva. Se da cuenta que no es tan malo como el mismo se cree ser. Cuando hay esperanza, cuando se detiene una persona a hablar es porque aun hay sueños ¿no es así? Ella desea el bien de los demás, pero tampoco puede hacer maravillas. Bien dicen por ahí, que él que no habla, ni Dios lo escucha. Si el dice, quizás haya esperanza. Siempre la debe haber.
- No tengo esperanza, no planeo tenerla, solo vivo lo que me toca, sin lamentarme, sin tener que hacer pagar a los demás, usted sólo usa un pretexto para descargarse, pero, lamento decirlo, es un pretexto cobarde, si la vida le ha tocado de esa forma, es porque así debía ser, no puede esperar a que todo le salga bien y sea perfecto - Musitó con tranquilidad, titubeando en ocasiones, con palabras entrecortadas también. Cerró los ojos unos momentos auto convenciendo a su mente, y a su corazón, que sus palabras habían sido las correctas.
- Todos podemos cambiar ¿lo sabe verdad? Usted tiene esperanza, una distinta a la mía, es hombre, ya con eso tiene ventajas que cualquier mujer soñadora aspira - Niega - ¿De verdad le hace feliz? Quizás solo usted se convenza de eso y no lo sea, piense un poco ¿qué puede darle de felicidad el asesinato cuando se alma se condena más y más? Todo lo malo que se hace, se paga, así de simple ¿ha anotado todos sus nombres? ¿Recuerda cuantas son? Multiplique el dolor por dos, y entonces, sabrá lo que le espera - no es que lo desee, tampoco le amenaza, solo quiere que sea consiente de lo que le puede llegar a pasar.
La esclava lo observa, analiza su rostro por unos momentos, también su cuerpo. Lo hace porque es inteligente, se ha dado cuenta que el hombre le dio permiso para tratarlo, sino como un igual, al menos con más soltura, en el interior se encuentra agradecida, pero se reserva. Se da cuenta que no es tan malo como el mismo se cree ser. Cuando hay esperanza, cuando se detiene una persona a hablar es porque aun hay sueños ¿no es así? Ella desea el bien de los demás, pero tampoco puede hacer maravillas. Bien dicen por ahí, que él que no habla, ni Dios lo escucha. Si el dice, quizás haya esperanza. Siempre la debe haber.
- No tengo esperanza, no planeo tenerla, solo vivo lo que me toca, sin lamentarme, sin tener que hacer pagar a los demás, usted sólo usa un pretexto para descargarse, pero, lamento decirlo, es un pretexto cobarde, si la vida le ha tocado de esa forma, es porque así debía ser, no puede esperar a que todo le salga bien y sea perfecto - Musitó con tranquilidad, titubeando en ocasiones, con palabras entrecortadas también. Cerró los ojos unos momentos auto convenciendo a su mente, y a su corazón, que sus palabras habían sido las correctas.
- Todos podemos cambiar ¿lo sabe verdad? Usted tiene esperanza, una distinta a la mía, es hombre, ya con eso tiene ventajas que cualquier mujer soñadora aspira - Niega - ¿De verdad le hace feliz? Quizás solo usted se convenza de eso y no lo sea, piense un poco ¿qué puede darle de felicidad el asesinato cuando se alma se condena más y más? Todo lo malo que se hace, se paga, así de simple ¿ha anotado todos sus nombres? ¿Recuerda cuantas son? Multiplique el dolor por dos, y entonces, sabrá lo que le espera - no es que lo desee, tampoco le amenaza, solo quiere que sea consiente de lo que le puede llegar a pasar.
Última edición por Do'ingn Mbah el Mar Oct 29, 2013 1:11 am, editado 1 vez
Do'ingn Mbah- Esclavo
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Los ojos de la sociedad, siempre observaban el comportamiento de una persona, había ciertas reglas estipuladas para cada uno de los seres, que deseaba habitar en él, por sus diversas razones. El convivía a su modo, con los que le rodeaban, creando un ambiente cómodo y simple, para que los chismoso no sintiera la necesidad de saber lo que estaba haciendo, los mantenía al margen, siendo una persona de aparente amabilidad y siempre demostrando que había gran generosidad en ella, claro, pero solamente era una careta, que le funciona en esos momentos muy bien.
Le encantaría ver el rostro de las personas, ver como estas quedarían impactadas al saber la verdad de él, sería algo muy bueno de ver, pero no estaba dispuesto a un a dejarse agarrar de forma tan fácil. Era cuidadoso, aunque en esos momentos comenzaba a dejar de serlo, teniendo a la negra a su lado. Con eso ya estaba poniendo en peligro toda su vida, pero tenía una cierta confianza que lo volvía arrogante. Lo malo de ser un asesino, era que el individuo se sentía como dios, alguien poderoso, que jamás tendría que ver el látigo de la justicia. Estaba seguro que él era diferente, que nadie lo podría agarrar, pues se creía más inteligente que los demás, pues si no lo era. ¿Cómo había llegado hasta ese punto? El debía tener algo especial.
Todos tenían algo especial, también aquella joven negra, que parecía comenzar a sentirse en más confianza, pero como buen cervatillo, mantenía su distancia de un posible cazador. — Estas Equivocada — la contradijo — Todos tenemos esperanza, aunque sea tan pequeña, que pienses que no está en ese lugar, tenemos esperanza — entrecerró sus ojos por unos momentos, sintiendo que podrían hablar toda la noche en ese lugar, pero ya comenzaba a hacerse tarde, cada uno pronto debería irse cada uno por su camino, olvidándose del rostro del contrario — Aunque, en ocasiones pueda ser tan poca que no la podemos sentir, pero la tenemos. ¿Sabes por qué? Porque estamos vivos —
— ¿para qué pensar en el sufrimiento de ellas? — Miro sus cuerpos calcinados, ya irreconocibles — Hablas como una católica devota — se quejo algo molesto — te han enseñado la molesta religión que hace ver a los humanos con pobres ciervos que deben siempre estar temerosos — se alzo los hombros. Era una molestia pensar de esa forma, para él, la vida no te devolvía lo que hacías, no era justa con nadie, había un dios, que se había olvidado de sus hijos y ahora dejaba que el caos reinara en el mundo y todos hacían lo que quisiera. La iglesia vanamente trataba de tener un control en este caos, pero al final, el caos reinara en la tierra.
Le encantaría ver el rostro de las personas, ver como estas quedarían impactadas al saber la verdad de él, sería algo muy bueno de ver, pero no estaba dispuesto a un a dejarse agarrar de forma tan fácil. Era cuidadoso, aunque en esos momentos comenzaba a dejar de serlo, teniendo a la negra a su lado. Con eso ya estaba poniendo en peligro toda su vida, pero tenía una cierta confianza que lo volvía arrogante. Lo malo de ser un asesino, era que el individuo se sentía como dios, alguien poderoso, que jamás tendría que ver el látigo de la justicia. Estaba seguro que él era diferente, que nadie lo podría agarrar, pues se creía más inteligente que los demás, pues si no lo era. ¿Cómo había llegado hasta ese punto? El debía tener algo especial.
Todos tenían algo especial, también aquella joven negra, que parecía comenzar a sentirse en más confianza, pero como buen cervatillo, mantenía su distancia de un posible cazador. — Estas Equivocada — la contradijo — Todos tenemos esperanza, aunque sea tan pequeña, que pienses que no está en ese lugar, tenemos esperanza — entrecerró sus ojos por unos momentos, sintiendo que podrían hablar toda la noche en ese lugar, pero ya comenzaba a hacerse tarde, cada uno pronto debería irse cada uno por su camino, olvidándose del rostro del contrario — Aunque, en ocasiones pueda ser tan poca que no la podemos sentir, pero la tenemos. ¿Sabes por qué? Porque estamos vivos —
— ¿para qué pensar en el sufrimiento de ellas? — Miro sus cuerpos calcinados, ya irreconocibles — Hablas como una católica devota — se quejo algo molesto — te han enseñado la molesta religión que hace ver a los humanos con pobres ciervos que deben siempre estar temerosos — se alzo los hombros. Era una molestia pensar de esa forma, para él, la vida no te devolvía lo que hacías, no era justa con nadie, había un dios, que se había olvidado de sus hijos y ahora dejaba que el caos reinara en el mundo y todos hacían lo que quisiera. La iglesia vanamente trataba de tener un control en este caos, pero al final, el caos reinara en la tierra.
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La negra observó el lugar como si nunca hubiera estado en él, cosa que no era cierto, muchas veces había pasado porque no era frecuentada, de todo su tiempo perteneciente a Paris, en sus ratos libres cuando buscaba poder ser ella y que nadie le dijera nada, se había empeñado en buscar lugares que le hicieran el favor, ese era uno de ellos, por eso se sorprendía de ver al hombre, aunque claro, teniendo en cuenta el crimen que había hecho era normal que buscara un lugar lejano, una salida, así que no eran tan diferentes después de todo. Ella había empezado a reconocer que detestaba las concurrencias, pues las personas mismas se habían empeñado en rechazarlas, así que ella también lo hacía de vuelta.
Empezó a pensar en Dios, en lo injusto que era si es que existía, ¿por qué vivía en un lugar lejano y mucho mejor que él de sus hijos que sufría por él? Aquello no le cabía en su cabeza, si tanto decía amar a sus hijos porque los mandaba con tantos pensamientos distintos, con tantas diferencias, no había explicación lógica para eso, y era por esa razón que la iglesia se aprovechaba, sacaba tanta ventaja que se había vuelto un imperio sin importar que el prójimo estuviera pasando hambre ¿No era aquello irónico? Pues claro que lo era, pero si de por si las mujeres no estaban permitidas para dar sermones, mucho menos una negra que ni siquiera podía tener contentos a todos sus patrones; se sintió entonces más desdichada.
– Si dices que todos tenemos esperanza, ¿entonces tú la tienes? Si, si lo dices es porque crees que lo tienes, así que bienvenido a este mundo, considerando que crees en eso deberías también empezar a plantearte que hacer de tu vida, matar es fácil, pero sobrevivir es lo difícil, no creas que tienes el mundo bajo los pies, porque un movimiento en falso puede llevarte a la horca, como a mí, que con solo respirar me quieren lanzar piedras o lo primero que encuentren – Aclaró sin mucho ánimo, no deseaba ofenderlo, ni hacerle entender de buenas a primeras, pero al menos deseaba que comprendiera las cosas, que lo dejara pensando para que buscara parte de su redención terrenal.
– Debes buscar un escondite para esos cuerpos, así que si desea ayuda, mi señor, está negra puede manchar sus manos para ayudarle – ¿Y qué pasaba si ayudaba en ese crimen? Nada, nadie se enteraría, nadie sospecharía de ella, lo mejor sería esconder los cuerpos para que los que sufrieran las pérdidas no los encontraran en ese estado. Podían pensar de esa forma en que se fugaron, o que tuvieron una muerte distinta o que su vida había dado un giro, a veces las mentiras piadosas son las mejores para restar peso y dolor a una persona – ¿No te duele por sus familias? – Preguntó con inocencia, ella ya ni recordaba que era la familia, pues no es que sirviera a un buen ejemplo.
Empezó a pensar en Dios, en lo injusto que era si es que existía, ¿por qué vivía en un lugar lejano y mucho mejor que él de sus hijos que sufría por él? Aquello no le cabía en su cabeza, si tanto decía amar a sus hijos porque los mandaba con tantos pensamientos distintos, con tantas diferencias, no había explicación lógica para eso, y era por esa razón que la iglesia se aprovechaba, sacaba tanta ventaja que se había vuelto un imperio sin importar que el prójimo estuviera pasando hambre ¿No era aquello irónico? Pues claro que lo era, pero si de por si las mujeres no estaban permitidas para dar sermones, mucho menos una negra que ni siquiera podía tener contentos a todos sus patrones; se sintió entonces más desdichada.
– Si dices que todos tenemos esperanza, ¿entonces tú la tienes? Si, si lo dices es porque crees que lo tienes, así que bienvenido a este mundo, considerando que crees en eso deberías también empezar a plantearte que hacer de tu vida, matar es fácil, pero sobrevivir es lo difícil, no creas que tienes el mundo bajo los pies, porque un movimiento en falso puede llevarte a la horca, como a mí, que con solo respirar me quieren lanzar piedras o lo primero que encuentren – Aclaró sin mucho ánimo, no deseaba ofenderlo, ni hacerle entender de buenas a primeras, pero al menos deseaba que comprendiera las cosas, que lo dejara pensando para que buscara parte de su redención terrenal.
– Debes buscar un escondite para esos cuerpos, así que si desea ayuda, mi señor, está negra puede manchar sus manos para ayudarle – ¿Y qué pasaba si ayudaba en ese crimen? Nada, nadie se enteraría, nadie sospecharía de ella, lo mejor sería esconder los cuerpos para que los que sufrieran las pérdidas no los encontraran en ese estado. Podían pensar de esa forma en que se fugaron, o que tuvieron una muerte distinta o que su vida había dado un giro, a veces las mentiras piadosas son las mejores para restar peso y dolor a una persona – ¿No te duele por sus familias? – Preguntó con inocencia, ella ya ni recordaba que era la familia, pues no es que sirviera a un buen ejemplo.
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“¿Qué es lo que más quiero hacer? Esto es lo que no debo dejar de preguntarme ante las dificultades.”
Katherine Mansfield
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¿Con que se sana un corazón herido? Era difícil de saber exactamente cuál era el remedio para tal enfermedad, el malestar de sentir el alma y el corazón destrozados no había semejante, el ser humano era tan frágil, que al final todos salían lastimados, de alguna forma u otra, todos eran miserables y en algún momento de su vida, serian lastimados por alguna palabra, algún gesto o acción de un semejante, que destrozaba con el pensamiento de igualdad entre los humanos. Era un pensamiento muy avanzado para la época, el pensar que dos seres humanos podrían ser iguales, por solamente el hecho de ser humanos, nadie lo creía, era más importante, mas fácil, dividir todo, crear estereotipos, clasificar y dividir.
¿Por qué no se callaba? Comenzaba a sentirse irritado por su voz, parecía ser la conciencia que hace mucho había matado. ¿Acaso había revivido, reencarnado en aquella mujer negra? Era una mala jugada del destino, no estaba dispuesto a soportarla por muchos más tiempo, sus palabras eran como agujas que se enterraban en su piel, en su cerebro, ya no podía verla, le hacía mal sentir aquellos ojos que buscaban humanidad en los suyos, desviaba la mirada, con los ojos entrecerrados, sus rasgos asiáticos, hacían parecer que los estaba cerrando, pero no era así, solamente los mantenía entrecerrados, mientras amargamente desviaba la mirada de la negra, sin responder.
— No, ya no vales la pena, no entenderás, aunque te lo explique detalladamente — suspiro. — No, no es necesario que muevas ni un dedo para ayudarme, lo he hecho por años, los cuerpos quemados no podrán ser fácilmente reconocidos, los animales y la naturaleza ayudaran a descomponer los cuerpos, cuando los encuentren serán solamente un recuerdo de lo que fueron en vida — miro a la mujer — ¿No te duele como discriminan a tus semejantes? — respondió la pregunta, con otra más. Negó suavemente, no, no le importaba sus familias, porque como en todas había pecados, prejuicios, que debían ser pagados, por una fuerza divina y en este caso, el detono había querido que el pasara factura. No, no los conocía, tal vez nunca conocería a las familias, sería una coincidencia si las encontrara, aunque no creía, parís, Francia y Europa en general era muy grande.
— Es mejor que ya se vaya, señorita, nuestros caminos ha de separarse y tal vez nunca volverse a unir — le dedico cierta sonrisa — pero como yo, usted estará en mi memoria, ha sido una velada estupenda, extraña, pero estupenda… ¿No cree? La noche ha estado muy hermosa — ahora parecía querer finalizar todo aquella faena, la realidad volvía a ser envuelta en una extraña burbuja, Soun se convertía en un hombre recatado de la sociedad, mientras, recogía sus cosas y comenzaba su retirada, era mejor que ella también comenzara a moverse, el podría defenderse de algún chismoso, pero ¿ella? seria acusada y llevada más rápido a la ahorca que él, así que era más conveniente para ella que se alejara, lo más pronto de ese lugar.
Y así como había comenzado todo aquel encuentro extraño, entre el asesino y la negra, en donde las diferencias, pero al mismo tiempo, las igualdades salían a la luz, se daba por finalizada… ¿Cómo se denominaba este final? ¿Cómo feliz? ¿Qué había aprendido de este encuentro? Al menos sabia, estaba seguro, que ella nunca lo olvidaría y su secreto estaba seguro con ella.
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