Las Cosas no son como aparentan[Ocupado]

Algo que había aprendido era que el dolor era pasajero, pero el placer de ver a aquellos rostros contraídos por tantos sentimientos era algo que siempre reviviría sin importar cuantas veces lo viera. Había pensado que terminado de llegar a parís se terminaría todo, su sed de sangre acabaría opacada por la curiosidad de un nuevo país… que equivocado estaba, no había cambiado nada, ante sus ojos las mujeres eran seres despreciables que no podían mantener su orgullo.

Había perfeccionado su forma de trabajar, disfrutaba juzgando a sus presas, duraba días, semanas acosando sigilosamente a su objetivo, para a fin de cuentas terminara en sus brazos llorando por una compasión que nunca tendría. Ante los ojos de la sociedad él se veía como una persona totalmente tranquila, elegante y sensual; no se podía evitar sentir cierta atracción hacia él. Su francés era delicado, perfecto y cautivador, debía darle gracias a las horas de estudio de aquel idioma y de otros más.

La noche parecía perfecta, de cierta forma lo era, pero si no fuera por aquella mancha de su ultima victima dejo en su camisa, creía que todo sería mejor, estaba notablemente irritado, la mujer había sido una terca, bueno el forcejeo también era una parte gratificante de su “trabajo” el ver aquel rostro lleno de ira, buscando algún modo de poder luchar, mientras sus manos se aferraban o atacaban, buscando alejar a lo que para ellas sería un enemigo para su integridad… ¿enemigo él? ¡Ellas eran las perras que iban coqueteando sin pudor! Mujeres sucias y traicioneras… no había duda de que ellas tenían la culpa. Cubrió aquella mancha de sangre que se situaba en la parte derecha de su camisa con un abrigo negro, grueso y de alta calidad. Sus zapatos negros de cuero dejaban salir un suave sonido sordo cuando tocaban la superficie de la calle.

Ya era suficiente de estar fuera de casa, era mejor apresurarse, no quería tener ningún problema, ningún encuentro no deseado o peor aún, algún curioso que descubriera aquella mancha de sangre, deseaba apresurarse, llegar a casa, y quemar aquella camisa, no era de aquellos que se ponía a lavar, si había algún error el fuego era un único que podría corregirlo –Debería intentar alguna vez jugar con algo de fuego con mis victima- susurro para el mismo mientras una sonrisa malévola aparecía en sus labios. ¿Qué expresiones saldrían de sus rostros.?

Demasiada sangre ha sido derramada esta noche, han llegado tantas víctimas que he quedado perpleja, han sido tantos que he salido muy tarde del hospital hoy. Mi labor como médico en París era por completo gratificante, aunque me aterraba el hecho de ver que los peligros cada vez acechaban más y lo veía en la mirada de cada víctima, lo peor de todo es que muchos terminaban en psiquiátricos por historias extrañas sobre sus ataques, sobre otros seres, pero ese es otro tema.

Mi resistencia me permitió estar varias noches seguidas haciendo guardias pero mi reemplazo había llegado y puedo decir que prácticamente me vi obligada a retirarme. Tomé un baño rápido, me cambie y salí en medio de la noche camino a casa, por suerte no decidí vivir lejos y recorría a pie y sin problema la distancia que conducía del hospital a mi casa.

En esta noche en particular, las calles que yo transitaba estaban vacías y eso me daba mucha desconfianza, sobre todo porque nunca las recorrí a esa hora y casi las desconocía. Me asaltó entonces un pensamiento poco optimista: si llegaba a pasar algo nadie lo vería, nadie acudiría en la ayuda de nadie, si habían gritos, estos sólo se propagarían y respondería el eco, sólo eso. Sujeté mis cosas y mientras caminaba pensaba en ello, aunque obvio, no debía hacerlo. sacudí la cabeza como si eso bastara para eliminar esos pensamientos negativos y aceleré el paso sin hacer demasiado ruido en medio de la calle solitaria. No entiendo porque debía temer, o por lo menos no del todo, finalmente, yo no era un ser humano corriente, pero la cuestión estaba en que yo no cambiaba de forma muy seguido y era consciente que habían seres más diestros que yo en la lucha que yo tanto aborrecía. Tenía algo a mi favor, sí, pero nunca usado para salvar mi vida, fue una condición que yo no elegí sino que nació conmigo y temía la falta de práctica para una situación difícil. Nunca me transforme en medio de situaciones de pánico porque sencillamente no las tuve y ese era el motivo de mi desconfianza.

Pero basta, no puedo permitirme esto, casi que imagino a alguien saliendo de la nada para atacarme y tal vez ni una rata se me cruce en el camino, además, mientras pienso todo esto, ya estoy a tan sólo dos cuadras y media de mi casa. Mi temor infundado habrá terminado en unos minutos, o no?

Ensimismada en mis pensamientos apresuré el paso. Intentaba convencerme que ese temor repentino era un sinsentido cuando de pronto escuché una voz. Era la voz de un hombre que salió de una de las calles a pasos de mí. No podría explicar realmente lo que sentí al escucharlo, pero me alarmé por la sorpresa, o quizá me alarmé por los pensamientos que había tenido antes que él apareciera. Me detuve casi en seco intentando controlar mis emociones y levanté la mirada buscando al propietario de aquella voz segura. No pude identificar con claridad su rostro debido a la penumbra que le otorgaba la recién salida callejuela de altos edificios a los costados a pesar de la iluminación parisina, pero hubo algo en particular en él que me alarmó a pesar del tono tranquilo de su voz.

De los labios de aquél hombre surgió un susurro: -No se asuste Madame…- fue lo que me dijo. Tenía un acento algo distinto por lo que supe que no era de origen francés. De inmediato serené mis facciones y les dí firmeza acompañada de una recta postura, era evidente que algo en mis gestos le había dado a entender que me había sobresaltado y por eso había dicho aquello. Me esforcé un poco por identificar su rostro entrecerrando mis ojos como si eso mejorara mi visión, pero antes de poder ver nada surgió de él una pregunta que no esperaba tan pronto: -¿Cómo puede estar caminando sola tan de noche?-. Abrí los ojos bien de nuevo y pensé con rapidez mi respuesta.

Lo que me alarmaba de él era ese olor a sangre impregnado en sus ropas. Tal vez si fuera una humana común no lo sentiría, pero yo tenía los sentidos aumentados y conocía por mi trabajo diario el olor a sangre, tal vez como un chef reconocería un condimento específico con solo olerlo dentro de miles de cosas distintas. A pesar de su pregunta que parecía una fingida caballerosidad, decidí no mostrarme débil por nada del mundo. No correría, no atacaría sino se lo buscaba, pero tampoco me iba a ir dándole la espalda. Este hombre ocultaba algo. Pude pensar que la sangre provenía de él, pero era imposible. Él se escuchaba bien y se paraba lo suficientemente firme como para haber perdido tanta sangre. La sangre, toda ella era ajena. La pregunta era de quién y porqué. Tuve claro que no era un vampiro tampoco, lo cuál me dio cierta tranquilidad y sensación de ventaja, pero así mismo podría ser cualquier otra cosa, no lo sé. Preferí apresurarme a responder con lo que mejor se me ocurrió:

- Trabajo en el hospital que está a dos cuadras, Monsieur. Pero ya me estoy yendo, descuide. Hasta luego.- Tal vez fui demasiado sincera, pero no supe que iba a ser peor o mejor. Di dos pasos y recordé que no debía darle la espalda. Pero se me ocurrió algo más, preguntarle por aquél olor a sangre con la mayor sutileza o suspicacia que me permitiera la situación. Me detuve y me volví hacia él preguntando en voz baja. - Disculpe mi intromisión, pero, está usted bien?- Me contuve de sonreír como si fraguara cualquier plan. Me mantuve firme y con la mano en mi hombro sujetando una pequeña cartera como me era costumbre. Todo parecía tan normal que si este ser era un humano peligroso que no sabía de criaturas sobrenaturales, se terminaría llevando una sorpresa de gran tamaño si daba rienda suelta a la maldad dentro de sí. Sólo me restaba esperar su respuesta.

Los sonidos provenientes de él con respecto a mis palabras me permitieron saber que había peligro para mí en tanto humana. Hoy, al terminar mi jornada en el hospital, empecé a tener una desconfianza un poco irracional y me abordaron pensamientos extraños que luego fueron confirmados cuando me crucé con este hombre... Si lo medito bien, esta situación me hace recordar algo, y es que cada vez que ha habido peligro para mí, yo lo presentí con anticipación. Fuera poco o mucho el peligro, algo en mi naturaleza activaba una alarma y yo sólo tenía que ser cuidadosa a la hora de moverme.

Cuando hice mi última pregunta antes de partir, noté que había sido imprudente porque aquél hombre me dio a entender de alguna forma que iba a seguir su camino. Todo lo demás, de repente empezó a dar un giro que no me temía de esta forma. Sus labios se movieron de nuevo y de ellos surgió una advertencia que no alcancé a responder. Mi respuesta sería que sí, que volvería a casa, pero sus movimientos alteraron mis tiempos. En pocos segundos se ubicó frente a mí con una amenazante sonrisa y tras una frase que me quedaría resonando por mucho tiempo me atacó.

- Cualquier ser humano puede llevarte al cielo o tal vez al infierno…- y sus dagas fueron la confirmación de sus palabras. Se notaba que tenía práctica porque cuando me moví a la primera me sorprendió una segunda en el brazo. Sangró rápidamente y dejé caer mis cosas al suelo. Por un instante en que mi brazo lacerado sangraba y yo ponía la mano sobre él, me distrajo de la peor del destino de las 3 dagas. Cerré los ojos un segundo y el rostro me ardió. Sentí el líquido tibio de mi rostro deslizarse hasta mi cuello y entonces comprendí del todo la situación.

El tajo hizo que girara mi rostro a un costado. El viento arreciaba un poco y esto logró que el cabello cubriera mi cara mientras yo contenía mi ira. Puse la mano en la herida del rostro y lentamente giré la cabeza hasta tenerlo de nuevo de frente sin retirarle la vista ni un segundo. Con la mano libre despejé mi rostro y bajé ambas manos para que él viera las heridas. Luego que presenciara algo, tendría que correr, aunque eso no aseguraba nada.

Escuché luego su conteo y le sonreí, di un paso hacia él para quedar más iluminada por un faro cercano y levanté el rostro. Entonces, antes sus ojos, uno de mis dones de cambiaformas se hizo presente y mis heridas empezaron a cerrarse, a cicatrizar con veloz agilidad y la piel quedó tersa de nuevo. Aquél don en mí se llamaba "Sanación Acelerada" y me daba una ventaja increíble en caso de cualquier contienda al no quedar con secuela alguna luego de la misma.

Mi mirada se mantuvo firme en sus ojos y noté su asombro. Me pregunté que más se cruzaba por su cabeza y noté que intentaba sacar algún elemento más que podría usar de forma deliberada debido a la sorpresa.

- Yo de usted me lo pensaba mejor. Tal vez este sea su momento de ir al infierno Y reí, corto y bajo, pero al fin risa. Esta era una mala señal. Lo bueno, se deja bueno.

Hay quienes dicen que lo que encuentras bueno, debes dejarlo así, sin corromperlo. Esa era ahora la cuestión, porque pese a mi necesidad de hacer el bien, no podía evitar que dentro de mí existieran un par de felinos hambrientos y airosos que atacarían sin piedad. Unos felinos que si provocaban otorgarían la muerte sin detenerse. Sin embargo, el hombre ante mí era solamente humano, su provocación acrecentaría mi fuerza que era mayor que la de él debido a mi condición y yo haría todo lo posible por no transformarme a menos que fuera absolutamente necesario. No valía la pena el cambio, la ira que empezaba a manar de mí era suficiente para matarlo con mis manos o para cobrarme las heridas que me infringía. Independientemente que sanaran rápido o no.

Sus palabras cargadas de un molestísimo ego fueron acompañadas de nuevo por dagas lanzadas con mis fuerza a distintas partes de mi cuerpo. Pude detenerlas, claro, pero la verdad es que no quise. Cuando cada una penetró en mi cuerpo, me quedé viéndolo mientras mi corazón se insuflaba de rabia y empecé a avanzar hacía él al tiempo que las iba retirando con mis manos y mi cuerpo hacía lo suyo al sanar rápido. Pobre de él que se había atrevido a esto, pobre de él que no sanaría pronto sino que acumularía heridas que marcarían el rumbo de todo.

- Que no las utilizo? que sabe usted de nada?- Se atrevía a cuestionarme incluso, este hombre razonaba de una manera extraña y parecía no temer; pero eso era lo de menos, sino sabía, yo iba a dejarlo claro todo.

Cuando estuve cerca le propiné un golpe en principio simple. Mi mano se movió con rapidez y le asesté tal bofetada que su labio sangró al instante. La diferencia de la fuerza de la mano de una mujer común a la de un ser sobrenatural es como si la sobrenatural cargara de hierro el cuerpo y por ende que cada golpe se sintiera mucho más fatal. De todas maneras, esto era poco para él, mi primer golpe sólo buscó distraerlo y tal vez airarlo, pero tenia más cosas planeadas a futuro.

- Ya no me importa que seas humano porque hay vivos que merecen morir y muertos que merecen vivir. Tú aplicas en la primera y tal vez lo solucione- Dicho esto casi entre dientes por el malestar que empezaba a producirme su presencia, moví la mano derecha con firmeza y determinación y lo arrastré de frente hasta la pared más cercana empezando a hacer presión en su cuello, pero tocando dos puntos clave que yo conocía bien. Tal ubicación no sólo me permitía cortarle la respiración, sino también atrofiar la circulación. Yo sabía donde atacarle, sabía que iba a ser letal y que no, y eso, además de mi condición tenía a favor.

Si la balanza al principio, no parecía inclinarse a mi favor, yo me encargaría de poner el peso necesario para salir victoriosa de este inesperado encuentro. Tras la presión que hacía en él, notando como cambiaba todo, le sonreí como si no fuera yo sino un ente molesto y felino en mí y le hablé de nuevo.

- Algún último deseo antes de morir? tal vez tenga un poco de misericordia, sólo un poco aunque no la merece.- En realidad no le pregunté porque quisiera cumplirle su deseo, sino porque quería ver el esfuerzo que le requería hablar mientras lo asfixiaba.