Enredados... [Privado]

por **Viola de Lesseps** Dom Nov 25, 2012 9:01 pm

Del diario de Antoine de Lesseps {Padre de Viola}

Mañana Viola cumple 16 años y he estado fabricando un perfume especial para ella, ya sé que siempre le regalo perfumes y le dedico cada conjugación pero este es especial ya que es una mezcla que hace muchos años intentamos con su madre hacerlo, mas cuando ella falleció nunca mas volví a seguir con la fórmula de “Passione” porque Viola es eso mi pasión y fue nuestra pasión, mi pequeña pelirroja, mi risitas de fuego. Hoy por la tarde encontré el papel donde habíamos escrito la receta.

Passione:
1 onza de violetas – un poco de amor como le llamaba mi esposa.
¼ de aceite de nuez – un cuarto de calidez.
Media cuchara de esencia de rosas blancas – Un poco de pureza.
Agusto esencia de frambuesas dulces – mucho de alegría.

Estaba incompleta, hoy he recreado aquel perfume pero le falta algo, le falta la consistencia de la cual a Viola siempre le digo, si tan solo estuviera mi amada me diría que es lo mejor, las horas pasan y esta por amanecer dormí un par de horas y en sueños apareció mi bella esposa con su sonrisa perfecta con su calidez y me dijo que le faltaba vitalidad. ¿Qué es la vitalidad? Entre tantas esencias que conozco no podía decidirme por cual hasta que escondida detrás del amareto encontré un frasco casi vacío con aroma a orquídeas, aquello era la vitalidad para ella y para mí. Luego de hacer todo el proceso conseguí el aroma a Passione del cual una vez habíamos soñado con tener.

En mi libreta había anotado los materiales, todos los tenía con excepción al de orquídeas, ya que era el más difícil de conseguir, pero de seguro en el mercado lo conseguiría. Aquel perfume Passione lo había dejado guardado por años, hasta que un día me lo rocié por mi cuerpo y para mi sorpresa varias compradoras le había gustado aquel perfume, como no acostumbro a decir que no, tuve que acceder a recrear nuevamente un perfume que me habían regalado hacia ya muchos años atrás. Temprano por la mañana salí de la mansión con un cesto para las comprar, normalmente me acompañaba Darla pero hoy era una noche especial, y tenía que ocuparse de la cena de cumpleaños de Arlett, y yo tenía trabajo por hacer. El carruaje me llevó hasta el mercado ambulante, me baje y emprendí mi camino entre aquellas calles repletas de gente de varios estratos sociales, sabía que tenía que andar con cuidado así que algo nerviosa comencé a ver un puesto lleno de flores, entre ellas vi que tenían capullos de rosales de varios colores, entre tantos compre a la anciana blancas y rojas. La puse en mi cesto y seguí con mi caminar, varios niños corrían de aquí para allá riéndose, gritando sonreí ya que se escurrían entre las personas.

Puestos mas allá había un caballero de origen egipcio que traia tinajas, fuentes y frascos de diversos colores y formas. Fue como encontrar el paraíso en ese momento, mis ojos brillaron y se abrieron estire mi mano hacia un frasco color rojo tenia forma de hija se vería perfecto en una de mis estanterías pensé – Disculpe, señor… cuantos frasco de este modelo tiene – pregunte de manera suave a lo que moviendo la cabeza me dijo que solo traía uno de cada uno, fruncí el ceño y comencé a escoger varios frascos, con diferentes formas, algo podría hacer quizás para los perfumes personalizados, o tal vez de muestra y buscar alguien que trabaje en vidrio o cristal para que me recreara los mismos. Pague por los frascos y seguí caminando con cuidado de no quebrar ninguno de aquellos cristales. Los aromas del mercado eran tan variados como únicos y extraños al cabo de algunos segundos me encontré envuelta entre un tumulto al parecer habían personajes de la realeza rondando por el lugar, curioso habían escoltas y revuelcos por todos lados hasta que comencé a sentirme sofocada, y en eso unos niños pasan a llevar mi vestido y uno de aquellos guardias por casualidad me empuja y el cesto con los cristales cae al suelo, rompiéndome cada uno en mil pedazos el silencio embargo por unos instantes el lugar y sentí como si me hubieran arrebatado mi alma al escuchar como se rompían…

por **Jean Baptiste Fontaine** Miér Nov 28, 2012 12:08 am

Jean suspiro, Is exageraba en algunas ocasiones, había caminado por las calles de parís cuando su padre aun estaba en el trono sin que nadie pudiese siquiera reconocerlo. En cambio ahora que la monarquía había caído Is no permitía su salida sin una escolta. El hombre le había pedido que fuese con el al sacro imperio, al principio se había negado, no había razón por la que Is debiera cargar con el. Ahora que había recordado su vida, su nombre y lo que había sido se daba cuenta de que mientras su familia había sido asesinada sin piedad el había permanecido a salvo, oculto en la capa del anonimato. Nadie sabia quien era ni siquiera el, había sido maldito para que nadie pudiese dar con el, quien lo había hecho? Aun no lo sabia y el por que tampoco le era claro.

Miro al frete el país estaba cayéndose a pedazos, lleno de enfrentamientos. Que le doliera verlo no le daba el derecho de marcharse, si su destino era morir entonces debía quedarse y dejar que simplemente le enviaran junto a su familia. Rio un poco, era curioso decir aquello, su padre le habría dado una reprimenda fuerte por pensar tales bajas y cobardes cosas. Pero no era su tiempo aun, el destino jugaba siempre con sus propias reglas y mientras su familia había caído Is había terminando siendo sin desearlo el emperador de su propio país, el hombre estaba asustado como el infierno, como nunca lo había visto al enfrentar las cosas que había tenido que enfrentar como cazador. A el le asustaba mas que nada no saber que hacer, como noble se había sentido desubicado. Ahora teniendo que gobernar, teniendo tantas vidas en sus manos era algo que le asustaba aunque no lo admitiera, antes solo debía hacer su trabajo y si en el camino salvaba a alguien solo sucedía. Ahora la responsabilidad era latente y palpable, is le había pedido que fuese con el que le enseñase como actuar, que le enseñase lo que a el le habían enseñado desde el momento de su nacimiento. Caminaba tranquilamente cuando el sonido de algo rompiéndose llamo su atención, saliendo de su ensañamiento parpadeo varias veces buscando el origen del ruido, la imagen que encontró no fue la mas agradable.

-A un lado.

Hablo a uno de sus guardias acercándose a la escena, había una bolsa tirada en el suelo y varios fragmentos de vidrio regados. La dama que seguramente había sido la dueña miraba con perplejidad sus posesiones y por encima vez maldijo caminar con semejante escolta, tendría que considerar nuevamente el quedarse encerrado en casa

- Madame, ha sido mi culpa por favor hay algo que pueda hacer?

Pregunto sabiendo que con la situación actual las posibilidades de obtener una respuesta agradable no eran muchas, había aprendido a hablar con algo mas de soltura, sin la rigidez del titulo que ya no le correspondía. Se acercó a la hermosa mujer, y le sorprendió un poco notar de cerca su rostro, tenia unas facciones delicadas y armónicas, un hermoso rostro enmarcado por rojos y encendidos cabellos parecían fuego bajo la luz del sol.

por **Viola de Lesseps** Sáb Ene 05, 2013 8:54 pm

Solo son cristales rotos, pensé mientras mis ojos estaban en el suelo y los vidrios eran la decoración de aquel entorno, en ese momento, no sabía qué hacer si recoger los pedazos esparcidos por ahí o por allá, no entendía bien que había pasado, era como si uno de mis perfumes hubiera caído y el aroma comenzara a envolverme, pero no era así, no… no habían perfumes, no estaba en mi lugar de trabajo y prontamente se hizo un circulo a mi alrededor, escuche palabras, algunas de aliento otras risas y un sinfín de murmullos inundaron mi cabeza, seguí pensando “Solo son cristales rotos puedo comprar más” claro que podía comprar más, pero… algunos eran únicos y los había deseado del momento que los tuve entre mis manos, ya había creado en mi cabeza las fragancias que quedarían ocultas en esos frascos y ahora como el viento que comenzaba a soplar todo se desvanecía de manera lenta, gradual…

Tome el canasto entre mis manos mientras comenzaba a rescatar los pedazos más grandes, habían niños que se podían enterrar algún vidrio y no quería eso… suspire mientras tomaba el primer trozo de un color turquesa y sentí que ya nada podía pasar, al final solo era algo que a mí me importaba, tome aire la resignación embargo mi cuerpo y la voz de un hombre llego hasta mis oídos, tan solo gire mi cabeza para ver de quien se trataba. El pecho se me apretó, el corazón se acelero… creí verlo pero no era… nunca sería el menos a la luz del día. – Solo… - aguarde silencio y mire a las escoltas, apreté los ojos con fuerzas y me levante de donde estaba con la cabeza baja solo un pensamiento inundo mi cabeza “Realeza” recordé su rostro lo había visto en una de las tantas pinturas del palacio de Versalles, estaba segura que era el… Dominique me había comentado de su hermano era el… - Su majestad – mi voz sonó a preocupación, no volvería a mirarlo a la cara. Ahora el error seria solo mío, ellos nunca tenían la culpa… a final de cuentas la realeza es la realeza.

Pase saliva – Solo son cristales rotos – dije muy a mi pesar, el no tenia por que ayudarme… claro que no, ellos a su reino y que todos los demás parisinos viviéramos como pudiéramos, aun cuando no era de Francia la quería tanto como mi Inglaterra querida. – No se preocupe… puedo comprar más frascos – levante la cabeza con una sonrisa suave en mis labios, resignación, los ojos de los transeúntes parecían ver detenidamente lo que ocurría, mas murmullos inundaron el lugar. – Discúlpame a mi por no ver por donde caminaba – no quería problemas… no más de los que ya tenía. Hice una pequeña reverencia me corrí hacia un lado, volví a sonreír y retrocedí en busca del vendedor de frascos, de seguro tendría algunos que me servirían para mis perfumes.

Cerré los ojos mientras las personas volvían a caminar en el orden que nadie había impuesto solo quería perderme entre la multitud, pasar desapercibida y si podía irme lo antes posible a mi hogar sería mejor. Mientras avanzaba podía aun oír el sonido de los cristales rotos, de seguro todo el mundo paso sobre ellos y ni siquiera se dieron cuenta de los fantástico que era… claro ya estaban hecho trizas… Me detuve cuando vi al señor que me había vendido los frascos, sus ojos oscuros se pasaron sobre mí, parecía ya saber lo que había ocurrido – Lo siento – dije como si hubiera matado a alguien pero era su trabajo y aunque le había pagado por ellos ahora volvería a pagar por mas… observe aún le quedaban algunos frascos de colores y uno que otro con alguna forma diferente – Necesito… - deje la palabra en el aire mientras miraba lo que ya no había… deseando retroceder el tiempo para poder adquirir todo de nuevo… pero era imposible…

por **Jean Baptiste Fontaine** Dom Ene 20, 2013 1:39 am

Extendió la mano, como queriendo ayudarla pero nada más verla la mujer se apartó de el con rapidez, como si solo tocarle pudiese hacerle daño, ella ni siquiera le miro al rostro, apenas pudo verla unos segundos, tenía una preciosos y profundos ojos azules, ojos que no querían mirarlo y tomo aire, soltando un suspiro apenas visible al escucharla, ella se alejó hacia el artesano en vidrio y el volvió la mirada al suelo, la escolta le daba un amplio espacio sin gente y puso observar atentamente los vidrios en el suelo, se agacho a recoger alguno y la expresión de perdida y dolor en la pelirroja le volvió a la mente. Levantando la mirada pudo verla frente al puesto, ahí de pie, con los maravillosos cabellos rojos y el asome de su rostro resaltaba de entre los demás, como lo hace una joya entre piedras. Sin embargo podía asegurar que debía haber una expresión de desaliento en aquella bonita faz. Tenía los hombros ligeramente tensos, como si la pena se posara sobre ellos y camino por primera vez agradeciendo la facilidad que la escolta le daba para caminar entre la gente, pronto estuvo tras ella y como sospechaba algunos de los colores que estaban en los vidrios del suelo no se encontraban en aquellos estantes, seguramente habían sido los últimos.

Los ojos del antiguo príncipe se posaron en la perfecta silueta de la mujer y se acercaron parándose a su lado, el vidrio aún estaba en sus manos, parecía que ella ni siquiera se había dado cuenta de que lo sostenía como si de un tesoro se tratase, con el anhelo de lo perdido. Acerco sus dedos con sutileza hasta los ajenos y aparto con cuidado el vidrio de los largos y delicados dedos femeninos.

-En verdad desearía disculparme y antes de que lo haga no tiene que llamarme “majestad” ya no son príncipe de nada. Sin la escolta seguramente algún revolucionario intentaría tomar mi cabeza, derecho tiene usted de reprenderme por mi error.

Ladeo el rostro con una sonrisa triste y busco sus ojos esperando que ello le diese un poco más de soltura y confianza, después volvió la mirada a los frascos y la culpa le ataco de nuevo. Él no era tan imbécil como para no notar que el valor que la pelirroja le había dado a lo que el había provocado perdiera era mucho más alto del que podría haber pagado al artesano.

-¿Le ha vendido usted los frascos anteriores a esta dama? Sería posible que pudiese recrearlos nuevamente?

No sabía si el recordaría como era lo que había vendido ni si querría volver a hacerlos pero al menos podía intentarlo, además ¿qué artesano puede olvidar la forma de su obra? Podía ser insensible de su parte preguntar algo así pero el hombre se limitó a asentir algo extrañado, la gente no le reconocía cuando caminaba en la calle la mayoría del tiempo, suponía que se negaban a creer que pudiese ir por ahí sin miramientos, pero la escolta y las palabras dichas parecían haber dejado bastante clara su identidad, aun así era una suerte hablar con un artesano que encontraba halagador el interés por sus piezas referidas a su trabajo más que a la pieza en sí. Un artesano apreciaba el interés en su habilidad mientras aquellos llamados artistas se centraban en su obra, de haberle pedido algo como eso a un artista seguramente habría obtenido a pesar de su estatus una mala cara. O mejor dicho, a pesar de su antiguo estatus pues a pesar de que el titulo se mantuviese como nobiliario e Is recuperase sus posesiones y sus propiedades no tenía más el poder como gobernante.

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