AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
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Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Las puertas se abrieron a las ocho de la mañana, hora local.
Habían pasado exactamente dos meses desde que el Teatro Lumière se despidiese temporalmente de sus asiduos, de sus actores, y de sus empleados. La decisión fue únicamente mía. Necesitaba un descanso. Fiestas, orgías, y más fiestas. Y sobre todo, sangre.
Habían sido, sin duda, los mejores días de mi vida. Carecía de preocupaciones, de trabajo y de tareas. Tenía que hacerlo más a menudo.
Sin embargo, aquel día había decidido volver a empezar. No es que no tuviese recursos o necesitase dinero; simplemente me había aburrido de estar encerrado en la mansión, esperando a las cortesanas. Todas venían, pero ninguna se iba. Algún día iba a dejar París sin mujeres de mala vida. Sonreí.
El teatro había pasado todo el día abierto, como ya he dicho, desde bien temprano. El encargado había tomado las riendas y había vuelto a convocar a todo el personal, y habían limpiado y mejorado el teatro. Llegaba la noche, y mi turno me correspondía. Al despertar, ya eran más de las 10. Había pedido al encargado que colocase carteles cerca del teatro buscando orquestas, compañías de teatro o de ópera para estrenar el teatro. Esta noche, me tocaba a mí entrevistar a los que quisieran venir. Tendría que decidir si eran buenos, si no, o si no los dejaba vivos. Me relamí pensando en que alguna señorita viniera a pedirme una oportunidad.
Y allí estaba, sentado en una de las butacas de terciopelo rojo esperando a que alguien quisiera un hueco para actuar alguna noche del mes que se aproximaba.
Habían pasado exactamente dos meses desde que el Teatro Lumière se despidiese temporalmente de sus asiduos, de sus actores, y de sus empleados. La decisión fue únicamente mía. Necesitaba un descanso. Fiestas, orgías, y más fiestas. Y sobre todo, sangre.
Habían sido, sin duda, los mejores días de mi vida. Carecía de preocupaciones, de trabajo y de tareas. Tenía que hacerlo más a menudo.
Sin embargo, aquel día había decidido volver a empezar. No es que no tuviese recursos o necesitase dinero; simplemente me había aburrido de estar encerrado en la mansión, esperando a las cortesanas. Todas venían, pero ninguna se iba. Algún día iba a dejar París sin mujeres de mala vida. Sonreí.
El teatro había pasado todo el día abierto, como ya he dicho, desde bien temprano. El encargado había tomado las riendas y había vuelto a convocar a todo el personal, y habían limpiado y mejorado el teatro. Llegaba la noche, y mi turno me correspondía. Al despertar, ya eran más de las 10. Había pedido al encargado que colocase carteles cerca del teatro buscando orquestas, compañías de teatro o de ópera para estrenar el teatro. Esta noche, me tocaba a mí entrevistar a los que quisieran venir. Tendría que decidir si eran buenos, si no, o si no los dejaba vivos. Me relamí pensando en que alguna señorita viniera a pedirme una oportunidad.
Y allí estaba, sentado en una de las butacas de terciopelo rojo esperando a que alguien quisiera un hueco para actuar alguna noche del mes que se aproximaba.
Última edición por Dimitri Lumière el Miér Sep 01, 2010 2:32 am, editado 1 vez
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Gracias al convenio que había establecido con el señor Rimbaud y la señorita Ascarlani, el trabajo no me hacía demasiada falta. Podía subsistir perfectamente componiendo mis pequeñas obrillas para las fiestas privadas de los nobles y de la realeza. Entonces, ¿por qué había acudido a aquel lugar que acababa de reabrirse hacía a penas un día? Necesitaba más trabajo. Necesitaba mantener mi mente ocupaba con bemoles, escalas y acordes. Necesitaba la música para dejar de pensar en él.
¡Maldita fuese su estampa! No podía mantenerlo lejos de mis recuerdos por más de un día. Hacía ya un siglo de su muerte y aun seguía yo aquí compadeciéndome de mí misma y de la suerte de mi Maestro.
Porque sin él me sentía completamente perdida. Ya no sabía si enfadarme o sufrirlo en silencio. Por eso necesitaba la música; para olvidar o al menos recordarlo sin dolor.
Las puertas del gran teatro estaban abiertas. No había nadie ni en los palcos ni en el escenario. Me pregunté donde podía estar el despacho del director, cuando de improviso un hombre gordo que rondaba los 50 años salió a mi paso. Le pregunté donde podía encontrar al señor Lumière y éste me indicó la dirección hacia el despacho.
Antes incluso de entrar en la habitación, había captado su olor. Se trataba de uno de los mío; un vampyr. Efectivamente, cuando entré en la estancia y miré fíjamente a aquel hombre pude ver en sus ojos el característico color mortecino de los inmortales.
-Bonne nuit, monsieur.-Dije, educadamente haciendo una pequeña reverencia, tal como me habían enseñado desde niña que se debía hacer. Aunque yo, personalmente, odiaba estos formalismos de la época.-Leí en el periódico local que buscaba personal para su recién estrenado teatro.-Dije, en mi perfeccto francés, aunque, a pesar de estar instalada en París durante 8 años, seguía manteniendo un leve acento alemán.
¡Maldita fuese su estampa! No podía mantenerlo lejos de mis recuerdos por más de un día. Hacía ya un siglo de su muerte y aun seguía yo aquí compadeciéndome de mí misma y de la suerte de mi Maestro.
Porque sin él me sentía completamente perdida. Ya no sabía si enfadarme o sufrirlo en silencio. Por eso necesitaba la música; para olvidar o al menos recordarlo sin dolor.
Las puertas del gran teatro estaban abiertas. No había nadie ni en los palcos ni en el escenario. Me pregunté donde podía estar el despacho del director, cuando de improviso un hombre gordo que rondaba los 50 años salió a mi paso. Le pregunté donde podía encontrar al señor Lumière y éste me indicó la dirección hacia el despacho.
Antes incluso de entrar en la habitación, había captado su olor. Se trataba de uno de los mío; un vampyr. Efectivamente, cuando entré en la estancia y miré fíjamente a aquel hombre pude ver en sus ojos el característico color mortecino de los inmortales.
-Bonne nuit, monsieur.-Dije, educadamente haciendo una pequeña reverencia, tal como me habían enseñado desde niña que se debía hacer. Aunque yo, personalmente, odiaba estos formalismos de la época.-Leí en el periódico local que buscaba personal para su recién estrenado teatro.-Dije, en mi perfeccto francés, aunque, a pesar de estar instalada en París durante 8 años, seguía manteniendo un leve acento alemán.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/01/2010
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Fruncí el ceño al mirar el reloj de péndulo que había en uno de los lados del teatro. Eran más de las once de la noche, y nadie había venido a visitar el teatro. ¿Se había quedado París sin artistas? Era realmente extraño. En otro tiempo, cualquier persona habría matado por tocar, actuar, o bailar allí, en el teatro Lumière. Así había sido cuando mi padre había estado allí, y así fue hasta que tomé la decisión de cerrarlo temporalmente.
Me aburría. Dejé atrás la gran sala y me adentré a mi despacho. Aún no había tomado asiento cuando me empezó a llegar un olor familiar. Mis pupilas se dilataron. Oh, bienvenida.
Me senté en el sillón de cuero negro, a la espera de que ella llegase. Crucé las manos sobre el regazo mientras la escuchaba preguntar por mí.
Era vampiro, sin duda. Y desde luego, era hembra.
Cuando entró, supe por qué había tardado tanto en llegar alguien aquella noche. Lo bueno se hace esperar.
Preguntó por los carteles que habían colocado buscando músicos. Me levanté, y me acerqué a ella.
-Buenas noches, señorita. Soy Dimitri Lumière, el dueño del teatro.
Ella hizo una reverencia, y yo le tomé la mano y acerqué mis labios a ésta. Me encantaba ese saludo. Podía sentir la piel de la vampiresa, suave, aunque fría y rígida como la mía.
-Tomad asiento, por favor.
Aparté ligeramente la silla que había al otro lado del bureau para que ella pudiera sentarse, para luego colocarme en mi sillón.
-Y bien, véndase, señorita. ¿A qué se dedica?
Me aburría. Dejé atrás la gran sala y me adentré a mi despacho. Aún no había tomado asiento cuando me empezó a llegar un olor familiar. Mis pupilas se dilataron. Oh, bienvenida.
Me senté en el sillón de cuero negro, a la espera de que ella llegase. Crucé las manos sobre el regazo mientras la escuchaba preguntar por mí.
Era vampiro, sin duda. Y desde luego, era hembra.
Cuando entró, supe por qué había tardado tanto en llegar alguien aquella noche. Lo bueno se hace esperar.
Preguntó por los carteles que habían colocado buscando músicos. Me levanté, y me acerqué a ella.
-Buenas noches, señorita. Soy Dimitri Lumière, el dueño del teatro.
Ella hizo una reverencia, y yo le tomé la mano y acerqué mis labios a ésta. Me encantaba ese saludo. Podía sentir la piel de la vampiresa, suave, aunque fría y rígida como la mía.
-Tomad asiento, por favor.
Aparté ligeramente la silla que había al otro lado del bureau para que ella pudiera sentarse, para luego colocarme en mi sillón.
-Y bien, véndase, señorita. ¿A qué se dedica?
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Extendí mi mano enguantada en encaje negro en señal de saludo. El señor Lumière me invitó a sentarme y yo así lo hice.
Me acomodé en el asiento y me quité mis guantes suavemente. Normalmente los llevaba para evitar incómodas preguntas de los mortales acerca de mi piel tan fría y pálida. Pero dado que tanto el señor Dimitri como yo éramos ambos vampiros, no tenía motivos por los cuales ocultarme.
Así que me desenvolví más cómodamente que si hubiera estado en presencia de un mortal.
-Vengo a ofrecerme como su compositora fetiche. Si es que a usted le interesa.
No tenía muy claro qué clase de persona necesitaba para este puesto y por eso mismo me permití la libertad de traerle unas muestras de algunas de mis pequeñas obras para que les echase un vistazo.
Abrí mi maletín de piel en donde siempre llevaba bien ordenadas y limpias mis partituras.
-Me he permitido traerme algunos de mis trabajos.-Dije, mostrando las partiruas al señor.-Algunas son simples "esbozos", otras necesitan unos cuantos arreglos.
Esperé a ver su veredicto. Pensé que quizá monsieur Lumière no fuera un músico entendido, si no, tan sólo un empresario que esperaba ganar dinero. Pero las estaba estudiando atentamente, lo cual deseché esa opción.
-Me dedico a componer pequeñas sonatas y sinfonías para las fiestas privadas de los nobles y aristócratas. Pero me gustaría ascender un poco más en el mundo de la música.-No mencioné el convenio que tenía en el conservario con Sara Ascarlani ni con el señor Rimbaud, dado que aun no había firmado ningún contrato. Por lo que aun no era seguro si me contratarían o no.
Aunque había hablado de forma automática e inexpresiva, lo cierto es que esperaba conseguir ese puesto. Necesitaba ese puesto. Y por ello estaba tan emocionada como expentante por saber la opinión del señor Dimitri.
Me acomodé en el asiento y me quité mis guantes suavemente. Normalmente los llevaba para evitar incómodas preguntas de los mortales acerca de mi piel tan fría y pálida. Pero dado que tanto el señor Dimitri como yo éramos ambos vampiros, no tenía motivos por los cuales ocultarme.
Así que me desenvolví más cómodamente que si hubiera estado en presencia de un mortal.
-Vengo a ofrecerme como su compositora fetiche. Si es que a usted le interesa.
No tenía muy claro qué clase de persona necesitaba para este puesto y por eso mismo me permití la libertad de traerle unas muestras de algunas de mis pequeñas obras para que les echase un vistazo.
Abrí mi maletín de piel en donde siempre llevaba bien ordenadas y limpias mis partituras.
-Me he permitido traerme algunos de mis trabajos.-Dije, mostrando las partiruas al señor.-Algunas son simples "esbozos", otras necesitan unos cuantos arreglos.
Esperé a ver su veredicto. Pensé que quizá monsieur Lumière no fuera un músico entendido, si no, tan sólo un empresario que esperaba ganar dinero. Pero las estaba estudiando atentamente, lo cual deseché esa opción.
-Me dedico a componer pequeñas sonatas y sinfonías para las fiestas privadas de los nobles y aristócratas. Pero me gustaría ascender un poco más en el mundo de la música.-No mencioné el convenio que tenía en el conservario con Sara Ascarlani ni con el señor Rimbaud, dado que aun no había firmado ningún contrato. Por lo que aun no era seguro si me contratarían o no.
Aunque había hablado de forma automática e inexpresiva, lo cierto es que esperaba conseguir ese puesto. Necesitaba ese puesto. Y por ello estaba tan emocionada como expentante por saber la opinión del señor Dimitri.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
La vapmiresa de aspecto frágil y cristalino me mostró algunos de sus trabajos. Tomé las partituras que me ofrecía sintiendo el tacto de su fría piel. Tan sólo aparté la mirada de sus ojos claros cuando tuve las partituras ya frente a mí. Las coloqué en la mesa de roble macizo, y les eché un vistazo. Me mantuve en silencio mientras las observaba, notando la impaciencia de la vampiresa. Sin levantar la mirada, le contesté.
-Parecen buenas. Por lo que veo tenéis un buen manejo de las claves, no sólo escribís en Sol y Fa. Parecen cuidadosamente escritas, aunque apuesto a que han conllevado horas de estudio y revisión.
Dejé de hablar un momento. Durante unos segundos, la escuché mover las manos con nerviosismo, probablemente mientras jugaba con el vestido, con los guantes, o quién sabe.
-Veo también que la música que escribís es para un sólo músico. Tan sólo puede haber un pianista o un violinista. Nada de orquestas.
De nuevo, me mantuve en silencio. Dejé las partituras en orden sobre la mesa, y las miré una vez más. La mademoiselle tenía una caligrafía impoluta, parecía ducha después de años y años viviendo. Me pregunté cuánto tiempo haría de su conversión.
-¿Dónde habéis recibido la formación musical?
Esperé su respuesta mientras la observaba, sentada sobre el sillón de terciopelo rojo, al otro lado de mi bureau. Su piel blanca, mortecina, y su cabello claro enroscado en un recogido, hacían contraste con la oscuridad de mi despacho. Por supuesto, carecía de ventanas, y las paredes de piedra gris jugaban con el suelo de mármol tintado de negro.
-Parecen buenas. Por lo que veo tenéis un buen manejo de las claves, no sólo escribís en Sol y Fa. Parecen cuidadosamente escritas, aunque apuesto a que han conllevado horas de estudio y revisión.
Dejé de hablar un momento. Durante unos segundos, la escuché mover las manos con nerviosismo, probablemente mientras jugaba con el vestido, con los guantes, o quién sabe.
-Veo también que la música que escribís es para un sólo músico. Tan sólo puede haber un pianista o un violinista. Nada de orquestas.
De nuevo, me mantuve en silencio. Dejé las partituras en orden sobre la mesa, y las miré una vez más. La mademoiselle tenía una caligrafía impoluta, parecía ducha después de años y años viviendo. Me pregunté cuánto tiempo haría de su conversión.
-¿Dónde habéis recibido la formación musical?
Esperé su respuesta mientras la observaba, sentada sobre el sillón de terciopelo rojo, al otro lado de mi bureau. Su piel blanca, mortecina, y su cabello claro enroscado en un recogido, hacían contraste con la oscuridad de mi despacho. Por supuesto, carecía de ventanas, y las paredes de piedra gris jugaban con el suelo de mármol tintado de negro.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Permanecí todo el tiempo callada, tratando de parecer lo más serena posible. Rara vez exteriorizo lo que siento para evitar ponerme en evidencia. Tras años y años llevando a cabo esta técnica, casi parecía que todo me resultaba indiferente. Sólo mi Maestro había sido capaz de saber cuando estaba triste, enfadada o plenamente feliz.
Pero eso cambiaba cuando se trataba de la música. Mi trabajo era demasiado importante como para fingir que no me importaba lo que los expertos opinaran de mí y de mis obras.
Repasé en mi mente todas las partituras que le había mostrado y que prácticamente me sabía de memoria. Posiblemente no le impresionarían demasiado, puesto que sólo eran pequeños croquis que escribía cuando varias notas se fundían en mi mente y tenía la necesidad de apuntarlas en un pentagrama para evitar que se me olvidasen.
Casi todos eran sonidos tristes y melancólicos y no sabía si eso le gustaría al director. Pero eso era lo único que salía de mi alma últimamente.
-Empecé hace años como mero pasatiempo.-Mis padres me obligaron a tocar el piano y el violín, como toda señorita debía hacer, para amenizar sus fiestas privadas. Al principio no era algo que realmente me gustase, pero luego eso cambió, en especial cuando lo conocí a él-Después siguió instruyéndome mi Maestro.-Hablé de forma mecánica, casi inexpresiva, para procurar que no me se me quebrase la voz, algo que siempre me ocurría cuando hablaba de mi Maestro, en especial con extraños.
Recordé las intensas clases que me impartía Friedrich. Él, en su anterior vida había sido un compositor reconocido en Alemania. La música nos había unido más que nuestra simple condición de inmortales.
Pero eso cambiaba cuando se trataba de la música. Mi trabajo era demasiado importante como para fingir que no me importaba lo que los expertos opinaran de mí y de mis obras.
Repasé en mi mente todas las partituras que le había mostrado y que prácticamente me sabía de memoria. Posiblemente no le impresionarían demasiado, puesto que sólo eran pequeños croquis que escribía cuando varias notas se fundían en mi mente y tenía la necesidad de apuntarlas en un pentagrama para evitar que se me olvidasen.
Casi todos eran sonidos tristes y melancólicos y no sabía si eso le gustaría al director. Pero eso era lo único que salía de mi alma últimamente.
-Empecé hace años como mero pasatiempo.-Mis padres me obligaron a tocar el piano y el violín, como toda señorita debía hacer, para amenizar sus fiestas privadas. Al principio no era algo que realmente me gustase, pero luego eso cambió, en especial cuando lo conocí a él-Después siguió instruyéndome mi Maestro.-Hablé de forma mecánica, casi inexpresiva, para procurar que no me se me quebrase la voz, algo que siempre me ocurría cuando hablaba de mi Maestro, en especial con extraños.
Recordé las intensas clases que me impartía Friedrich. Él, en su anterior vida había sido un compositor reconocido en Alemania. La música nos había unido más que nuestra simple condición de inmortales.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/01/2010
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
La mademoiselle dijo que había comenzado siendo un pasatiempo. ¿Habría aprendido sola? No, lo dudaba. Las partituras eran muy buenas, aunque todas ellas tenían tiempos lentos, parecían melodías tristes y plagadas de historia. Gracias a mi más de siglo y medio de experiencia musical, sólo con leerlas podía hacerme una clara idea de cómo iba a sonar, aunque siempre era mejor escucharlas cuando alguien las tocaba. Me imaginé a la mademoiselle tocando un piano de cola para mí, sobre el escenario, moviendo sus dedos y acariciando las suaves teclas conmigo como único espectador. Sin embargo, todo se desmontó cuando se apresuró a aclararme que más tarde había estudiado con un maestro. Su voz suave, débil y tímida rompió mi silencio con una palabra que me traía más de un buen momento. Maître Zouis, recordé. ¿Qué habría sido de él? Seguramente seguiría en su mansión componiendo melodías y celebrando orgías a diario. Oh, igual que yo. Cuánto había aprendido de aquel hombre.
-Supongo que ese maestro del que me habla le habrá enseñado mucho. -sus ojos se apartaron de los míos. Me pareció que había dolor detrás de aquel personaje. Su forma de haberlo nombrado anteriormente y el semblante demasiado sereno, tanto que parecía artificial, me desvelaban un pasado con miga-. Lo digo por propia experiencia. Mi maître lo fue todo para mí cuando vivía en la más tierna soledad. Seguramente él le habrá enseñado todo cuanto ahora sabe, mademoiselle.
Volví la vista a las partituras un instante, antes de añadir:
-Aunque espero que él no escribiera tan triste como vos, mademoiselle. ¿Puedo preguntarle quién era? Si era conocido seguro que habré oído hablar de él.
Esperé atentamente su respuesta. Sabía que estaba tocando un tema que no le gustaba, y deseé ver sus facciones compungidas.
-Supongo que ese maestro del que me habla le habrá enseñado mucho. -sus ojos se apartaron de los míos. Me pareció que había dolor detrás de aquel personaje. Su forma de haberlo nombrado anteriormente y el semblante demasiado sereno, tanto que parecía artificial, me desvelaban un pasado con miga-. Lo digo por propia experiencia. Mi maître lo fue todo para mí cuando vivía en la más tierna soledad. Seguramente él le habrá enseñado todo cuanto ahora sabe, mademoiselle.
Volví la vista a las partituras un instante, antes de añadir:
-Aunque espero que él no escribiera tan triste como vos, mademoiselle. ¿Puedo preguntarle quién era? Si era conocido seguro que habré oído hablar de él.
Esperé atentamente su respuesta. Sabía que estaba tocando un tema que no le gustaba, y deseé ver sus facciones compungidas.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Mantuve su mirada fija, sin pestañear, sin hacer ningún movimiento...Tal parecía un desafío. Agradecí en ese momento haber gastado todas las lágrimas que me quedaban. No añadí nada más a su conversación, ni le aporté datos sobre mi relación con Friedrich. Había sido suficiente el haberlo nombrardo para que me llegasen a la cabeza imágenes, escenas y sentimientos que luchaba por mantener bien sepultados. Mientras trataba de borrarlos de mi mente, el señor Lumière me atacó con otra pregunta inesperada, que parecía estar cargada con un tinte de crueldad en la voz, o eso me pareció a mí. No pude evitar dar un respingo.
Luego volví a retomar mi compostura habitual, como si pareciese una estatua de mármol.
-No veo que relevancia puede tener su nombre.-Dije, con voz fría y cortante. En seguida me arrepentí de haber empleado ese tono. Posiblemente me estaba jugando el puesto con ello. Había sido una reacción estúpida e infantil. Así que traté de enmendarlo lo mejor que pude.-Pero si tanto le interesa era...-Hice una pausa, mentalizándome.-Se llamaba Friedrich Dvorak.
Noté como mis brazos y mis piernas temblaron casi inperceptiblemente al escuchar ese nombre pronunciado en voz alta. Como si lo tuviera delante. Hacía mucho, muchísimo tiempo que de mi boca no salía ese nombre. Y me pareció extraño e irreal. Hasta ficticio.
Rogaba porque no siguiera insistiendo más en ese tema que tanto me dolía y nos volvieramos a concentrar en la música, el tema que nos atañía.
-Bueno, ¿qué le ha parecido mis obras?-Pregunté, tratando terminar con la anterior conversación.
Luego volví a retomar mi compostura habitual, como si pareciese una estatua de mármol.
-No veo que relevancia puede tener su nombre.-Dije, con voz fría y cortante. En seguida me arrepentí de haber empleado ese tono. Posiblemente me estaba jugando el puesto con ello. Había sido una reacción estúpida e infantil. Así que traté de enmendarlo lo mejor que pude.-Pero si tanto le interesa era...-Hice una pausa, mentalizándome.-Se llamaba Friedrich Dvorak.
Noté como mis brazos y mis piernas temblaron casi inperceptiblemente al escuchar ese nombre pronunciado en voz alta. Como si lo tuviera delante. Hacía mucho, muchísimo tiempo que de mi boca no salía ese nombre. Y me pareció extraño e irreal. Hasta ficticio.
Rogaba porque no siguiera insistiendo más en ese tema que tanto me dolía y nos volvieramos a concentrar en la música, el tema que nos atañía.
-Bueno, ¿qué le ha parecido mis obras?-Pregunté, tratando terminar con la anterior conversación.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Desde luego, aquel hombre formaba un capítulo entreabierto y doloroso en su vida, y eso me gustaba. Una vampiresa con frustraciones, con sentmientos que aún mantenía a flor de piel. Su reacción ante mi pregunta, y el tono que empleó me volvieron a dar la razón en el tema. Algo pasaba con aquel Friedrich Dvorak.
-Lo lamento, no me dice nada, es cierto. Lo único que puedo sacar en limpio de eso es la conclusión de que era alemán. -levanté una ceja- Y ahora que lo digo, vos también tenéis un bello acento, al parecer del norte de Alemania.
Ella cambió de tema bruscamente, sin ningún miramiento, esperando a que yo también dejase de hablar de aquel maître que tanto dolor le provocaba. Sentí la necesidad de seguir hablando de él, de exprimir al máximo el dolor de aquella belleza que tenía ante mí, pero preferí hacerlo poco a poco. Si la contrataba, entonces la tendría allí durante horas. Pasaríamos horas juntos, y podría descubrir qué sucedió con él. Lenta y dolorosamente.
-La música, sí. Las partituras son perfectas, mademoiselle. -Me levanté y paseé lentamente por la habitación.- Son demasiado tristes, pero no estará mal. Es perfecto para mi público. Si los hombres poderosos quisieran diversión, se marcharían a un burdel o a ver una burda comedia. Sin embargo, acuden aquí. Prefieren este lugar, más reservado y al que sólo acceden pagando una buena suma de dinero. Se sienten más poderosos. Y además, mademoiselle -le dije dirigiéndome hacia ella, con voz suave-, he de confesarle que la mayoría de parisinos adinerados tienen un pasado del que se averguenzan o que les duele en lo más profundo de su alma, así que les gustará escuchar este piano triste o el violín melancólico.
Hice una pausa, que aproveché para mirar el reloj. Su suave movimiento regular y acompasado era un bálsamo en las noches de silencio y soledad en ese teatro vacío y sin vida.
-Lo único que os voy a pedir, es que toquéis para mí un poco, antes de llegar a algo más serio profesionalmente hablando. Pero, me temo, mademoiselle, que no os puedo contratar sin siquiera haber oído su nombre. Juego en desventaja, pues vos si sabéis el mío.
-Lo lamento, no me dice nada, es cierto. Lo único que puedo sacar en limpio de eso es la conclusión de que era alemán. -levanté una ceja- Y ahora que lo digo, vos también tenéis un bello acento, al parecer del norte de Alemania.
Ella cambió de tema bruscamente, sin ningún miramiento, esperando a que yo también dejase de hablar de aquel maître que tanto dolor le provocaba. Sentí la necesidad de seguir hablando de él, de exprimir al máximo el dolor de aquella belleza que tenía ante mí, pero preferí hacerlo poco a poco. Si la contrataba, entonces la tendría allí durante horas. Pasaríamos horas juntos, y podría descubrir qué sucedió con él. Lenta y dolorosamente.
-La música, sí. Las partituras son perfectas, mademoiselle. -Me levanté y paseé lentamente por la habitación.- Son demasiado tristes, pero no estará mal. Es perfecto para mi público. Si los hombres poderosos quisieran diversión, se marcharían a un burdel o a ver una burda comedia. Sin embargo, acuden aquí. Prefieren este lugar, más reservado y al que sólo acceden pagando una buena suma de dinero. Se sienten más poderosos. Y además, mademoiselle -le dije dirigiéndome hacia ella, con voz suave-, he de confesarle que la mayoría de parisinos adinerados tienen un pasado del que se averguenzan o que les duele en lo más profundo de su alma, así que les gustará escuchar este piano triste o el violín melancólico.
Hice una pausa, que aproveché para mirar el reloj. Su suave movimiento regular y acompasado era un bálsamo en las noches de silencio y soledad en ese teatro vacío y sin vida.
-Lo único que os voy a pedir, es que toquéis para mí un poco, antes de llegar a algo más serio profesionalmente hablando. Pero, me temo, mademoiselle, que no os puedo contratar sin siquiera haber oído su nombre. Juego en desventaja, pues vos si sabéis el mío.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Para mí alivio, Dimitri dejó a un lado el tema de mi Maestro, por lo que me relajé. Había sido extraño hablar de él con aquel extraño y esperaba que esa fuera la última vez. Solía guardarme mis recuerdos, sentimientos e ideas para mí misma, especialmente si se trataba de él. Era demasiado reservada, ya incluso antes de convertirme en lo que soy ahora. Sólo con mi Maestro había sido capaz de mostrarme tal como era. Lo único que me interesaba compartir con el resto del mundo era mi música. Quizá esa fuera mi manera de expresar la pena que sentía tras su muerte, ya que era muy difícil manifestarlo con palabras. La música siempre había sido mi lenguaje. Incluso cuando únicamente era un pasatiempo para mí. Por eso la música era tan importante.
-Efectivamente, monsieur. Soy natal de Austria.-Dije asintiendo. Había vivido durante muchos años en Viena, la ciudad que me vio nacer...Y morir. LLevaba en París unos 8 años ya, pero aun así se me hacía difícil disimular mi leve acento alemán.
Mi corazón ahora latiría regularmente-si no estuviera muerto-y mis músculos se relajaron ante el veredicto que monsieur Lumière dio a mis obras. No tenía nada claro si era eso lo que iba buscando para su teatro. Los burgueses acudían a los teatros mayormente a divertirse y olvidar sus penurias, por ello preferían obras insustanciales y banales. Pero, afortunadamente, estábamos en París y aquí también había numerosos intelectuales que sí buscaban el verdadero arte. Y si mi intuición no me mentía, monsieur Lumière también pensaba lo mismo.
-Perdón, ha sido una falta de decoro.-Dije, avergonzada. Desde niña me habían criado para comportarme como una verdadera aristócrata y mis nanas siempre procuraban enseñarme todos los entresijos del protocolo. Por eso yo misma no me pude perdonar esa falta.-Me llamo Carolina Van de Valley. Estaré encantada de tocar para usted, si me dice donde guarda el piano.
Eché un vistazo por su despacho. Era tan elegante que un hermoso piano de cola no desentonaría allí, pero no encontré ninguno de estos bellos instrumentos en la estancia. Por lo que supuse que lo tendría en otro lugar. Quizá uno más reservado.
-Efectivamente, monsieur. Soy natal de Austria.-Dije asintiendo. Había vivido durante muchos años en Viena, la ciudad que me vio nacer...Y morir. LLevaba en París unos 8 años ya, pero aun así se me hacía difícil disimular mi leve acento alemán.
Mi corazón ahora latiría regularmente-si no estuviera muerto-y mis músculos se relajaron ante el veredicto que monsieur Lumière dio a mis obras. No tenía nada claro si era eso lo que iba buscando para su teatro. Los burgueses acudían a los teatros mayormente a divertirse y olvidar sus penurias, por ello preferían obras insustanciales y banales. Pero, afortunadamente, estábamos en París y aquí también había numerosos intelectuales que sí buscaban el verdadero arte. Y si mi intuición no me mentía, monsieur Lumière también pensaba lo mismo.
-Perdón, ha sido una falta de decoro.-Dije, avergonzada. Desde niña me habían criado para comportarme como una verdadera aristócrata y mis nanas siempre procuraban enseñarme todos los entresijos del protocolo. Por eso yo misma no me pude perdonar esa falta.-Me llamo Carolina Van de Valley. Estaré encantada de tocar para usted, si me dice donde guarda el piano.
Eché un vistazo por su despacho. Era tan elegante que un hermoso piano de cola no desentonaría allí, pero no encontré ninguno de estos bellos instrumentos en la estancia. Por lo que supuse que lo tendría en otro lugar. Quizá uno más reservado.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
La mademoiselle se presentó enseguida, consciente de que era una falta de educación no haberlo hecho antes. Sin embargo, yo sabía que un nombre no era más que una etiqueta, una palabra que carecía de significado alguno hasta que uno mismo se lo daba. Carolina... Très belle.
Acto seguido, me dijo que tocaría para mí si le daba un piano en el que tocar. Touché. Cambié mi semblante completamente, dejé de sonreír y mis músculos faciales ya no estaban relajados. Maldita sea, el piano. Crují los dientes y me levanté iracundo intentando calmarme. Ella no tenía la culpa. No sabía nada de aquel instrumento, no tenía ni idea del quebradero de cabeza que tenía en mente por un dichoso piano. Miré hacia la pared, de espaldas a ella, y me mantuve en silencio durante unos cinco o seis segundos.
-No hay piano -dije con la voz lo más cálida posible, aunque aún rígida.
Supe que la había asustado, y que ella no comprendía lo que estaba pasando. Pero no podía evitarlo. Ya eran años buscándolo, yendo detrás de aquel insulso instrumento. No me quedaba un solo rincón del teatro por destapar, y no había ni rastro de él. Había acudido a brujos, adivinadores, tarotistas e incluso magos, pero nadie me había podido decir dónde estaba. Maldije mil veces a mi padre, enterrado ya más de un siglo.
-Pardon, mademoiselle -dije dándome la vuelta, volviendo a mi semblante relajado, aunque serio.- De verdad, lo lamento muchísimo. No he podido evitarlo, tan sólo... me he encontrado mal.
Yo había indagado en su pasado, en sus heridas más abiertas y recientes, en su quebradero de cabeza... Y ahora ella me había devuelto la pelota.
Intenté sonreír, pero apenas pude hacerlo un fugaz segundo. Le ofrecí mi mano a la señorita, esperando no haberla asustado demasiado.
-No tengo piano aún, mademoiselle. Está... en reparación. ¿Os servirá un violín centenario procedente de Génova?
Mantuve mi mano extendida ante ella, esperando que aceptara para llevarla hasta las bambalinas del escenario, donde guardábamos todos los instrumentos y el atrezzo. Todos... menos uno.
Acto seguido, me dijo que tocaría para mí si le daba un piano en el que tocar. Touché. Cambié mi semblante completamente, dejé de sonreír y mis músculos faciales ya no estaban relajados. Maldita sea, el piano. Crují los dientes y me levanté iracundo intentando calmarme. Ella no tenía la culpa. No sabía nada de aquel instrumento, no tenía ni idea del quebradero de cabeza que tenía en mente por un dichoso piano. Miré hacia la pared, de espaldas a ella, y me mantuve en silencio durante unos cinco o seis segundos.
-No hay piano -dije con la voz lo más cálida posible, aunque aún rígida.
Supe que la había asustado, y que ella no comprendía lo que estaba pasando. Pero no podía evitarlo. Ya eran años buscándolo, yendo detrás de aquel insulso instrumento. No me quedaba un solo rincón del teatro por destapar, y no había ni rastro de él. Había acudido a brujos, adivinadores, tarotistas e incluso magos, pero nadie me había podido decir dónde estaba. Maldije mil veces a mi padre, enterrado ya más de un siglo.
-Pardon, mademoiselle -dije dándome la vuelta, volviendo a mi semblante relajado, aunque serio.- De verdad, lo lamento muchísimo. No he podido evitarlo, tan sólo... me he encontrado mal.
Yo había indagado en su pasado, en sus heridas más abiertas y recientes, en su quebradero de cabeza... Y ahora ella me había devuelto la pelota.
Intenté sonreír, pero apenas pude hacerlo un fugaz segundo. Le ofrecí mi mano a la señorita, esperando no haberla asustado demasiado.
-No tengo piano aún, mademoiselle. Está... en reparación. ¿Os servirá un violín centenario procedente de Génova?
Mantuve mi mano extendida ante ella, esperando que aceptara para llevarla hasta las bambalinas del escenario, donde guardábamos todos los instrumentos y el atrezzo. Todos... menos uno.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
De pronto, la marmórea faz de monsieur Lumière se transformó al escuchar la palabra "Piano"
Dimitri se levantó del asiento visiblemenete enojado. Mis cejas se fruncieron casi inperceptiblemente. ¿Qué diablos había pasado? ¿Por qué aquella reacción ante un simple instrumento? Aunque mi curiosidad era creciente, decidí no hacer preguntas que pudiera incomodarle. Mi educación no me permitía ser tan entrometida.
Esperé hasta que el señor Lumière se hubo dado la vuelta. Ahora sus facciones volvía a ser las de siempre; encantadoras y perfectas, aunque su voz denotaba un tinte aún molesto.
-Claro, claro. Será un placer tocar el violín para usted.-Dije, aceptando su invitación. Decidí omitir la información de que no era tan buena tocando el violín como lo era al piano, pero temía volver a pronunciar el nombre de aquel instrumento en presencia del caballero.
Dimitri me sacó de su elegante despacho y me llevó por los pasillos del teatro; las paredes estaban tapizadas con un papel muy fino y refinado. Me pregunté si el propio Lumière se habría encargado de la decoración del local, porque de ser así, denotaba un buen gusto.
Los muebles eran del estilo Imperio, todo acorde con la moda de la época. Y en el ambiente se mezclaba el olor a nuevo y viejo.
LLegamos al escenario y si hubiera tenido respiración, ésta se me hubiera cortado de sopetón al ver la magnífica puesta en escena, aun cuando estaba vacío. Quizá fuera únicamente yo, que me emocionaba al pisar cualquier teatro parisino. Pero tenía un tinte especial, un aroma inigualable. Y supe que quería quedarme en aquel teatro. Esperé impaciente a que el señor Lumière sacara el violín de Génova. Nunca había tenido uno de aquéllos en mi poder. Quería examinarlo, olerlo y sobretodo, escuchar cómo las notas se iban deslizando através de sus cuerdas.
Dimitri se levantó del asiento visiblemenete enojado. Mis cejas se fruncieron casi inperceptiblemente. ¿Qué diablos había pasado? ¿Por qué aquella reacción ante un simple instrumento? Aunque mi curiosidad era creciente, decidí no hacer preguntas que pudiera incomodarle. Mi educación no me permitía ser tan entrometida.
Esperé hasta que el señor Lumière se hubo dado la vuelta. Ahora sus facciones volvía a ser las de siempre; encantadoras y perfectas, aunque su voz denotaba un tinte aún molesto.
-Claro, claro. Será un placer tocar el violín para usted.-Dije, aceptando su invitación. Decidí omitir la información de que no era tan buena tocando el violín como lo era al piano, pero temía volver a pronunciar el nombre de aquel instrumento en presencia del caballero.
Dimitri me sacó de su elegante despacho y me llevó por los pasillos del teatro; las paredes estaban tapizadas con un papel muy fino y refinado. Me pregunté si el propio Lumière se habría encargado de la decoración del local, porque de ser así, denotaba un buen gusto.
Los muebles eran del estilo Imperio, todo acorde con la moda de la época. Y en el ambiente se mezclaba el olor a nuevo y viejo.
LLegamos al escenario y si hubiera tenido respiración, ésta se me hubiera cortado de sopetón al ver la magnífica puesta en escena, aun cuando estaba vacío. Quizá fuera únicamente yo, que me emocionaba al pisar cualquier teatro parisino. Pero tenía un tinte especial, un aroma inigualable. Y supe que quería quedarme en aquel teatro. Esperé impaciente a que el señor Lumière sacara el violín de Génova. Nunca había tenido uno de aquéllos en mi poder. Quería examinarlo, olerlo y sobretodo, escuchar cómo las notas se iban deslizando através de sus cuerdas.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
La hermosa mademoiselle aceptó mi oferta, así que caminamos juntos por los pasillos del teatro. Cada vez que lo miraba, sentía una torrente impulsivo de emociones que confluían en la perfecta armonía. Qué preciosidad. Cada uno de sus pasillos guardaba tantos secretos... Incluso las propias paredes parecían susurrar eventos que durante años y años habían visto escondidas tras un bonito papel pintado. Y desde luego, el mobiliario no dejaba nada que desear, al menos no cuando se observaba atentamente. Eran los detalles que tanto me caracterizaban lo que decía en voz alta y contundente que aquel teatro era mío, y yo era su único dueño y señor. Estaba, por tanto, construido, vestido, y decorado a mi completa apariencia, hasta el punto de que no sólo se parecía a mí, sino que era un reflejo de mi propio yo.
Los pequeños escalones móviles que permitían la subida al escenario por la parte delantera nos sirvieron para subir hasta allí. Yo subí primero, y después ayudé a mademoiselle Van de Valley a llegar hasta mí. La vista desde ahí arriba era casi espeluznante. Tres pisos de absoluto silencio se podían observar desde allí. Tres pisos, ahora vacíos, que albergaban a cientos de refinados y selectos invitados, siempre deseosos de arte y belleza.
-Aquí se tocarán vuestras obras, mademosielle -a pesar de que apenas se lo susurré, el eco fue inevitable.- La acústica es perfecta. Desde aquí no se aprecia bien, pero desde cualquier asiento se puede disfrutar de la totalidad de la música que aquí se proyecta. No hay ningún truco. La música se muestra tal ly como se produce, sin hacerla mejor ni peor. Por eso necesito que mis músicos sean buenos.
Mientras le hablaba, ambos mirábamos a las gradas desde los escenarios. Estaba situado detrás de ella, y mis manos bailaban ante su rostro señalando cada elemento del que le hablaba.
-Allí es donde se sienta la aristocracia, la parte más alta que puede venir aquí. -le dije señalando el lateral derecho del segundo piso.- Oficialmente, me refiero. Alguna vez hemos tenido a parte de la realeza francesa, pero nunca lo hacen como visita oficial, siempre se camuflan bajo un cargo de nobleza. No les gusta llamar demasiado la atención.
Dejé de hablar, esperando a que volviera su mriada hacia mí, de nuevo.
-Sígame, mademoiselle, aún tengo que mostraros las bambalinas.
Volví a ofrecerle mi brazo y recorrimos juntos todo el escenario, de una esquina a otra, en diagonal. Tras las telas oscuras y rectas que separaban el escenario de otra habitación, se encontraba la zona trasera de la escena, cargada de espejos, armarios y tocadores.
-Ahora mismo está prácticamente vacío, pero no tardará en llenarse.
Subimos unas escaleras de madera que rodeaban la estancia, y subimos a un rellano que tenía tres puertas. Una al fondo, otra quedaba a la derecha, y otra a la izquierda.
-La del fondo es una habitación vacía, y antes la solíamos utilizar como camerino de la estrella principal. La de la derecha es sólo un almacén de recursos para las horas entre actos, y la de la izquierda... -dije sacando una llave del bolsillo interno de mi chaqueta- Adelante.
Abrí la puerta y una pequeña habitación carente por completo de luz salió a nuestro encuentro. Había tres candelabros en una cómoda justo al lado de la puerta, con fósforos quemados y nuevos mezclados por la superficie. Tomé uno de los nuevos y encendí los candelabros, para después tomar uno de ellos. Lo levanté y le mostré una gran estantería.
-Aquí hay miles de obras que yo mismo compuse. Y por supuesto, también mi maître -dije casi en silencio, consciente de que la última palabra iba a dañar a la mademoiselle. La miré de refilón comprobando su pequeño dolor, disfrutando y bebiendo de él.
-Y aquí están los instrumentos menores.
Bajé el candelabro, y con él mi mano, a la altura de mi cadera. Ante nosotros aperecieron dos violonchelos, una tuba, una guitarra hindú y dos estuches cerrados de violín. Le ofrecí el candelabro a la dama y tomé uno de los estuches de violín. Ella hizo un ademán de cogerlo, pero yo me negué con una sonrisa.
-Aquí no, mademoiselle. Quiero una actuación en el escenario. Si voy a tener que contrataros, por lo menos quiero comprobar que la música suena bien en las manos de quien la crea.
Los pequeños escalones móviles que permitían la subida al escenario por la parte delantera nos sirvieron para subir hasta allí. Yo subí primero, y después ayudé a mademoiselle Van de Valley a llegar hasta mí. La vista desde ahí arriba era casi espeluznante. Tres pisos de absoluto silencio se podían observar desde allí. Tres pisos, ahora vacíos, que albergaban a cientos de refinados y selectos invitados, siempre deseosos de arte y belleza.
-Aquí se tocarán vuestras obras, mademosielle -a pesar de que apenas se lo susurré, el eco fue inevitable.- La acústica es perfecta. Desde aquí no se aprecia bien, pero desde cualquier asiento se puede disfrutar de la totalidad de la música que aquí se proyecta. No hay ningún truco. La música se muestra tal ly como se produce, sin hacerla mejor ni peor. Por eso necesito que mis músicos sean buenos.
Mientras le hablaba, ambos mirábamos a las gradas desde los escenarios. Estaba situado detrás de ella, y mis manos bailaban ante su rostro señalando cada elemento del que le hablaba.
-Allí es donde se sienta la aristocracia, la parte más alta que puede venir aquí. -le dije señalando el lateral derecho del segundo piso.- Oficialmente, me refiero. Alguna vez hemos tenido a parte de la realeza francesa, pero nunca lo hacen como visita oficial, siempre se camuflan bajo un cargo de nobleza. No les gusta llamar demasiado la atención.
Dejé de hablar, esperando a que volviera su mriada hacia mí, de nuevo.
-Sígame, mademoiselle, aún tengo que mostraros las bambalinas.
Volví a ofrecerle mi brazo y recorrimos juntos todo el escenario, de una esquina a otra, en diagonal. Tras las telas oscuras y rectas que separaban el escenario de otra habitación, se encontraba la zona trasera de la escena, cargada de espejos, armarios y tocadores.
-Ahora mismo está prácticamente vacío, pero no tardará en llenarse.
Subimos unas escaleras de madera que rodeaban la estancia, y subimos a un rellano que tenía tres puertas. Una al fondo, otra quedaba a la derecha, y otra a la izquierda.
-La del fondo es una habitación vacía, y antes la solíamos utilizar como camerino de la estrella principal. La de la derecha es sólo un almacén de recursos para las horas entre actos, y la de la izquierda... -dije sacando una llave del bolsillo interno de mi chaqueta- Adelante.
Abrí la puerta y una pequeña habitación carente por completo de luz salió a nuestro encuentro. Había tres candelabros en una cómoda justo al lado de la puerta, con fósforos quemados y nuevos mezclados por la superficie. Tomé uno de los nuevos y encendí los candelabros, para después tomar uno de ellos. Lo levanté y le mostré una gran estantería.
-Aquí hay miles de obras que yo mismo compuse. Y por supuesto, también mi maître -dije casi en silencio, consciente de que la última palabra iba a dañar a la mademoiselle. La miré de refilón comprobando su pequeño dolor, disfrutando y bebiendo de él.
-Y aquí están los instrumentos menores.
Bajé el candelabro, y con él mi mano, a la altura de mi cadera. Ante nosotros aperecieron dos violonchelos, una tuba, una guitarra hindú y dos estuches cerrados de violín. Le ofrecí el candelabro a la dama y tomé uno de los estuches de violín. Ella hizo un ademán de cogerlo, pero yo me negué con una sonrisa.
-Aquí no, mademoiselle. Quiero una actuación en el escenario. Si voy a tener que contrataros, por lo menos quiero comprobar que la música suena bien en las manos de quien la crea.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Mis facciones seguían impasibles mientras Dimitri me enseñaba todos los entresijos del escenario y los decorados, aunque por dentro estaba emocionada y exultante por conocer todos los secretos de aquel teatro que, aunque estaba recién reformado, aún destilaba un halo de misterio por donde quiera que pisábamos.
Seguí las manos de Dimitri que señalaban las gradas más elevadas y asentí. Ya conocía las disposiciones de las gradas de los teatros. Los palcos siempre pertenecían a la nobleza y la aristocracia, las clases pudientes que podían permitirse pagar una buena suma de dinero por poder contemplar la obra desde un lugar casi privilegiado. Allí gozaban de intimidad. Mientras, el pueblo llano-que pudiese costearse la entreda.-debía de conformarse con los asientos de abajo.
Seguí al señor Lumière, que me conducía hacia la parte trasera del escenario. Allí donde los artistas se preparaban para salir a escena. Allí donde las bailarinas y las soprano vanidosas se hacían los últimos retoques de maquillaje. Como pude comprobar al ver los espejos y tocadores algo deslucidos ya.
También había algunas muestras de vestuario. Trajes elegantes y exquisitos que trataban de imitar el estilo y la moda de otras épocas y edades. Incluso creí distinguir entre todos ellos un brillante traje egipcio, seguramente utilizado para representar la famosa ópera Aída de Verdi.
Subí por las escaleras de madera de roble, siguiendo al señor Dimitri hasta llegar frente a tres puertas. Dimitri abrió la puerta situada más a la izquierda y me indicó que pasase. Yo lo hice, un poco recatada.
No pude evitar pasar mi mano suavemente por las cubiertas de todos los libros que había en la estantería. Libros que contenían miles de partituras compuestas por el propio Dimitri. Dejé que el tacto y el olor a papel antiguo me embriagase. No podía negar que deseaba poder estudiar aquellas obras.
-Me gustaría mucho poder leerlas, si usted está de acuerdo.-Dije, estando apunto de coger uno de los libros, abrirlo y olerlo. Pero dejé caer mi mano al escuchar de nuevo aquella palabra "Maître", desganada por la aflicción.
Me giré de soslayo, procurando ocultar el pesar que había surgido de nuevo en mí pocos minutos antes. Mi mirada recorrió rápidamente los instrumentos cuidadosamente predispuestos en el suelo y unas lejas hasta que me topé con dos estuches de violín. Dimitri cogió uno y yo traté de tomar el otro. Pero él me lo impidió con una de sus sonrisas encantadoras y por un momento quedé hipnotizada con ella.
-Bien, si usted lo prefiere así...-Respondí, saliendo de mi sugestión.
Deshicimos nuestro camino y llegamos de nuevo al escenario. Alcé la vista para divisar los palcos vacíos. Pero aun así no pude evitar sentirme un tanto nerviosa. Aunque no sabía si eso era debido también a la presencia de monsieur Lumière, que me escrutaba con su mirada, expectante por verme tocar. ¿Y si lo defraudaba? ¿Y si no le gustaba? ¿Y si no yo no era lo que en realidad estaba buscando?
Estaba demasiado insegura...Todo sería más fácil con su presencia aquí. Me daba seguridad. Pero eso ahora no era posible. Debía enfrentar mis miedos yo sola.
Tomé el violín y me lo coloqué en el hombro, a continuación, deposité la mandíbula donde correspondía y el arco empezó a deslizarse por las cuerdas. Poco a poco, mi miedo fue disipándose. Empecé a sentirme cómoda con el instrumento, aun apesar de que era la primera vez que lo tocaba y no estaba acostumbrada a ese violín en concreto. Mi muñeca se movía lentamente, pues la melodía así lo pedía.
Conforme iba tocando, me iba sumergiendo más en la melodía y me olvidé del teatro, de Dimitri Lumière e incluso de mí misma. Ya no tenía que pensar qué nota era la siguiente, pues me dejaba guiar por la música. Ante mis ojos sólo había negro y no podía escuchar otra cosa que no fuese la canción que estaba tocando. Como si se me metiese en le cerebro. En mi alma, si es que los vampiros podíamos tener de eso.
Conforme la melodía iba acabando, fui abriendo los ojos lentamente. Éstos empezaron a acomodarse a la luz tibia de las velas que alumbraban el teatro. Deposité cuidadosamente de nuevo el violín en su estuche. Aun mareada y aturdida por la música. Miré fíjamente a los ojos al señor Lumière, sin decir nada, esperando su veredicto.
Seguí las manos de Dimitri que señalaban las gradas más elevadas y asentí. Ya conocía las disposiciones de las gradas de los teatros. Los palcos siempre pertenecían a la nobleza y la aristocracia, las clases pudientes que podían permitirse pagar una buena suma de dinero por poder contemplar la obra desde un lugar casi privilegiado. Allí gozaban de intimidad. Mientras, el pueblo llano-que pudiese costearse la entreda.-debía de conformarse con los asientos de abajo.
Seguí al señor Lumière, que me conducía hacia la parte trasera del escenario. Allí donde los artistas se preparaban para salir a escena. Allí donde las bailarinas y las soprano vanidosas se hacían los últimos retoques de maquillaje. Como pude comprobar al ver los espejos y tocadores algo deslucidos ya.
También había algunas muestras de vestuario. Trajes elegantes y exquisitos que trataban de imitar el estilo y la moda de otras épocas y edades. Incluso creí distinguir entre todos ellos un brillante traje egipcio, seguramente utilizado para representar la famosa ópera Aída de Verdi.
Subí por las escaleras de madera de roble, siguiendo al señor Dimitri hasta llegar frente a tres puertas. Dimitri abrió la puerta situada más a la izquierda y me indicó que pasase. Yo lo hice, un poco recatada.
No pude evitar pasar mi mano suavemente por las cubiertas de todos los libros que había en la estantería. Libros que contenían miles de partituras compuestas por el propio Dimitri. Dejé que el tacto y el olor a papel antiguo me embriagase. No podía negar que deseaba poder estudiar aquellas obras.
-Me gustaría mucho poder leerlas, si usted está de acuerdo.-Dije, estando apunto de coger uno de los libros, abrirlo y olerlo. Pero dejé caer mi mano al escuchar de nuevo aquella palabra "Maître", desganada por la aflicción.
Me giré de soslayo, procurando ocultar el pesar que había surgido de nuevo en mí pocos minutos antes. Mi mirada recorrió rápidamente los instrumentos cuidadosamente predispuestos en el suelo y unas lejas hasta que me topé con dos estuches de violín. Dimitri cogió uno y yo traté de tomar el otro. Pero él me lo impidió con una de sus sonrisas encantadoras y por un momento quedé hipnotizada con ella.
-Bien, si usted lo prefiere así...-Respondí, saliendo de mi sugestión.
Deshicimos nuestro camino y llegamos de nuevo al escenario. Alcé la vista para divisar los palcos vacíos. Pero aun así no pude evitar sentirme un tanto nerviosa. Aunque no sabía si eso era debido también a la presencia de monsieur Lumière, que me escrutaba con su mirada, expectante por verme tocar. ¿Y si lo defraudaba? ¿Y si no le gustaba? ¿Y si no yo no era lo que en realidad estaba buscando?
Estaba demasiado insegura...Todo sería más fácil con su presencia aquí. Me daba seguridad. Pero eso ahora no era posible. Debía enfrentar mis miedos yo sola.
Tomé el violín y me lo coloqué en el hombro, a continuación, deposité la mandíbula donde correspondía y el arco empezó a deslizarse por las cuerdas. Poco a poco, mi miedo fue disipándose. Empecé a sentirme cómoda con el instrumento, aun apesar de que era la primera vez que lo tocaba y no estaba acostumbrada a ese violín en concreto. Mi muñeca se movía lentamente, pues la melodía así lo pedía.
Conforme iba tocando, me iba sumergiendo más en la melodía y me olvidé del teatro, de Dimitri Lumière e incluso de mí misma. Ya no tenía que pensar qué nota era la siguiente, pues me dejaba guiar por la música. Ante mis ojos sólo había negro y no podía escuchar otra cosa que no fuese la canción que estaba tocando. Como si se me metiese en le cerebro. En mi alma, si es que los vampiros podíamos tener de eso.
Conforme la melodía iba acabando, fui abriendo los ojos lentamente. Éstos empezaron a acomodarse a la luz tibia de las velas que alumbraban el teatro. Deposité cuidadosamente de nuevo el violín en su estuche. Aun mareada y aturdida por la música. Miré fíjamente a los ojos al señor Lumière, sin decir nada, esperando su veredicto.
- Spoiler:
- https://www.youtube.com/watch?v=hNwvwW98mzY&feature=related
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Su inseguridad era palpable en el ambiente. Había vigiliantes que pululaban de un lado para otro y a los que se podía observar desde la altura del escenario. Quizá eso ponía más nerviosa a la mademoiselle. Bueno, al fin y al cabo eso no me importaba. Ella estaría sentada conmigo en el primer palco disfrutando de cómo los músicos tocaban sus melodías; no sería ella quien diera vida a las notas.
Me senté en el sitio estratégicamente más perfecto de la planta baja, frente al escenario. La visión no era muy buena, pero la acústica sí. Estaba en la esquina derecha, prácticamente. Temí que ella pensara que me había alejado tanto por cualquier otro motivo.
No pude evitar sonreír al ver a Carolina apoyar su pulida barbilla en el violín. Colocó sus manos en la posición correcta, rozando apenas con los dedos la vara de crines de caballo. Aún desde aquella distancia pude dislumbrar la forma del violín, los preciosos grabados en oro y plata que llevaba sobre la madera, y los bajorelieves en los que se podía leer las iniciales D.L. Fue un regalo de una bella dama. La mujer más bella de toda génova, quizás. Recordé sus preciosos rizos rojizos revoloteando sobre su ropa cuando ella se movía. Era una mujer elegante, una música intachable y una belleza innegable. La adoraba, había recorrido su cuerpo en numerosas oscasiones, y había escuchado su música aún más veces. Amaba esperarla tumbado en la cama, de sábanas de seda gris, mientras ella permanecía aún con ropa terminando de guardar su violín. Cuando la transformé, oh, pobre, me regaló el violín e hizo grabar mi nombre en él en agradecimiento por haberle otorgado la inmortalidad. Sin embargo, después, incapaz de creer lo que le había hecho, amenazó con suicidarse. Recuerdo que la última frase que le dije fue "ojalá lo consigas, querida". Cuando abandoné su mansión escuché los gritos más fuertes que jamás había entendido. Pero en fin, ¿qué podía yo hacer? Volví a sonreir, recodando aquel tiempo. Un violín con historia.
Volví en sí, dándome cuenta de que la música de Carolina estaba comenzando. El arco se deslizaba con suavidad y timidez sobre las cuerdas tensadas del hermoso instrumento. Su música sonaba con una tristeza cada vez más obvia. Su vida debió ser difícil, y en mi fuero interno cada vez tenía más ganas de descubrir aquel pasado que le hacía daño, que no podía nombrar. Mis ansias de verla sufrir, de que llorase y gritase recordando aquella época que tanto mal le estaba provocando aún, eran palpables.
Había decidido contratarla desde que leí sus primeras partituras, pero ahora que me estaba demostrando que además de una gran compositora era una gran música. Las notas de la melodía parecían hechas a su medida. Y así era. Casi relataban su historia, su pasado del que no quería hablar, y sobre todo, su personalidad ensombrecida por una tragedia que no podía olvidar, que no la dejaba vivir en paz. Sonreí. Me gustaba.
Cuando la pequeña función terminó, me levanté y me acerqué hacia ella, subiendo de nuevo las escalinatas con una gracia y rapidez sólo vampíricas, mientras mis rizos se movían casi al compás.
-Bravo, mademoiselle. Ha sido fantástico. -dije mientras aplaudía sonriendo.
Ella se apresuró a dejar el violín en su estuche, de nuevo con timidez.
-Creo que si tenía alguna duda respecto a vos, acaba de disiparse. Deberíais pensar en ser vos la que reproduzca la música, además de componerla.
Miré el reloj de péndulo que había junto a la puerta de salida al hall. Eran más de las dos. La mademoiselle y yo habíamos pasado demasiado tiempo charlando, quizás.
-Mademoiselle, me encantará tenerla aquí. Quizá deberíamos buscar músicos y formar una orquesta que será propia del Teatre Lumière. Una orquesta bajo mi mando -dije, sopesándolo- Quizás no estaría mal. El éxito, sin duda, estaría asegurado. No deseo retenerla más aquí, mademoiselle. Debéis visitarme mañana a la misma hora que lo habéis hecho hoy, quizá a ser posible un poco antes. La estaré esperando en mi despacho para hablar de las condiciones de su empleo aquí, y podremos charlar más a fondo sobre lo que le he comunicado.
Observé su rostro. La alegría era casi imperceptible en sus facciones, aunque un vampiro como yo podría adivinarlo sin muchas dudas. Quizás esa herida que aún permanecía abierta le estaba causando demasiado daño. Mi fuero interno sonrió; también trataría más a fondo ese tema.
-La acompañaré hasta la salida, mademoiselle. -dije ofreciéndole mi brazo.
Me senté en el sitio estratégicamente más perfecto de la planta baja, frente al escenario. La visión no era muy buena, pero la acústica sí. Estaba en la esquina derecha, prácticamente. Temí que ella pensara que me había alejado tanto por cualquier otro motivo.
No pude evitar sonreír al ver a Carolina apoyar su pulida barbilla en el violín. Colocó sus manos en la posición correcta, rozando apenas con los dedos la vara de crines de caballo. Aún desde aquella distancia pude dislumbrar la forma del violín, los preciosos grabados en oro y plata que llevaba sobre la madera, y los bajorelieves en los que se podía leer las iniciales D.L. Fue un regalo de una bella dama. La mujer más bella de toda génova, quizás. Recordé sus preciosos rizos rojizos revoloteando sobre su ropa cuando ella se movía. Era una mujer elegante, una música intachable y una belleza innegable. La adoraba, había recorrido su cuerpo en numerosas oscasiones, y había escuchado su música aún más veces. Amaba esperarla tumbado en la cama, de sábanas de seda gris, mientras ella permanecía aún con ropa terminando de guardar su violín. Cuando la transformé, oh, pobre, me regaló el violín e hizo grabar mi nombre en él en agradecimiento por haberle otorgado la inmortalidad. Sin embargo, después, incapaz de creer lo que le había hecho, amenazó con suicidarse. Recuerdo que la última frase que le dije fue "ojalá lo consigas, querida". Cuando abandoné su mansión escuché los gritos más fuertes que jamás había entendido. Pero en fin, ¿qué podía yo hacer? Volví a sonreir, recodando aquel tiempo. Un violín con historia.
Volví en sí, dándome cuenta de que la música de Carolina estaba comenzando. El arco se deslizaba con suavidad y timidez sobre las cuerdas tensadas del hermoso instrumento. Su música sonaba con una tristeza cada vez más obvia. Su vida debió ser difícil, y en mi fuero interno cada vez tenía más ganas de descubrir aquel pasado que le hacía daño, que no podía nombrar. Mis ansias de verla sufrir, de que llorase y gritase recordando aquella época que tanto mal le estaba provocando aún, eran palpables.
Había decidido contratarla desde que leí sus primeras partituras, pero ahora que me estaba demostrando que además de una gran compositora era una gran música. Las notas de la melodía parecían hechas a su medida. Y así era. Casi relataban su historia, su pasado del que no quería hablar, y sobre todo, su personalidad ensombrecida por una tragedia que no podía olvidar, que no la dejaba vivir en paz. Sonreí. Me gustaba.
Cuando la pequeña función terminó, me levanté y me acerqué hacia ella, subiendo de nuevo las escalinatas con una gracia y rapidez sólo vampíricas, mientras mis rizos se movían casi al compás.
-Bravo, mademoiselle. Ha sido fantástico. -dije mientras aplaudía sonriendo.
Ella se apresuró a dejar el violín en su estuche, de nuevo con timidez.
-Creo que si tenía alguna duda respecto a vos, acaba de disiparse. Deberíais pensar en ser vos la que reproduzca la música, además de componerla.
Miré el reloj de péndulo que había junto a la puerta de salida al hall. Eran más de las dos. La mademoiselle y yo habíamos pasado demasiado tiempo charlando, quizás.
-Mademoiselle, me encantará tenerla aquí. Quizá deberíamos buscar músicos y formar una orquesta que será propia del Teatre Lumière. Una orquesta bajo mi mando -dije, sopesándolo- Quizás no estaría mal. El éxito, sin duda, estaría asegurado. No deseo retenerla más aquí, mademoiselle. Debéis visitarme mañana a la misma hora que lo habéis hecho hoy, quizá a ser posible un poco antes. La estaré esperando en mi despacho para hablar de las condiciones de su empleo aquí, y podremos charlar más a fondo sobre lo que le he comunicado.
Observé su rostro. La alegría era casi imperceptible en sus facciones, aunque un vampiro como yo podría adivinarlo sin muchas dudas. Quizás esa herida que aún permanecía abierta le estaba causando demasiado daño. Mi fuero interno sonrió; también trataría más a fondo ese tema.
-La acompañaré hasta la salida, mademoiselle. -dije ofreciéndole mi brazo.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Mis músculos se relajaron cuando escuché el comentario de Dimitri. Había temido cometer algún error, dado que el violín no era mi especialidad.
Suspiré tranquila. El trabajo era mío. Desde el primer momento que puse un pie en el recién teatro renovado supe que quería trabajar ahí. Sin embargo, había algo que también pude detectar desde el instante en el que le tendí la mano a su director. Había un deje de crueldad en su voz, en sus acciones, en todo lo que decía. Burla, mofa, engaño. No pude evitar esbozar una liviana sonrisa ante aquel pensamiento. Extrañamente, Dimitri tenía muchos puntos en común con él
Asentí ante la gran idea que había propuesto monsieur Lumière. Una orquesta privada era justo lo que ese teatro necesitaba para darle vida. El toque final a un edificio que ya de por sí destilaba arte, música y misterio con sólo observar su elaborada y recién pintada fachada.
-Me parece una idea fabulosa, herr Lumière.-Dije, utilizando inconscientemente una palabra rescatada de mi lengua materna.-Y, por supuesto, de por hecho mi presencia aquí mañana.
Dimitri me acompañó a la salida. Desafortunadamente, estaba lloviendo. Algo no muy extraño si se tiene en cuenta que estábamos en pleno otoño. Abrí mi elegante paragüas de tela color burdeos y me cubrí para evitar que la lluvia calase en mis huesos.
-Antes de irme, ¿podría hacerle una pregunta, monsieur?-Dije, esperando el asentimiento de éste.-¿Cómo consiguió el violín?
No se me había pasado por alto el magnífico instrumento que había reposado en mis manos hacía unos minutos. Aunque tal y como estaba enfrascada en la música, a penas me di cuenta de la fabulosa madera que le daba forma, de los originales motivos en dorado que los decoraban, o de las iniciales grabadas a fuego que lo identificaban como propiedad de Dimitri Lumière, hasta que no lo hube inspeccionado mejor al depositarlo de nuevo en su estuche.-Sin duda es un violín nada común. Muy difícil de conseguir.
Off: El Violín Negro me está afectando 'U.U
Suspiré tranquila. El trabajo era mío. Desde el primer momento que puse un pie en el recién teatro renovado supe que quería trabajar ahí. Sin embargo, había algo que también pude detectar desde el instante en el que le tendí la mano a su director. Había un deje de crueldad en su voz, en sus acciones, en todo lo que decía. Burla, mofa, engaño. No pude evitar esbozar una liviana sonrisa ante aquel pensamiento. Extrañamente, Dimitri tenía muchos puntos en común con él
Asentí ante la gran idea que había propuesto monsieur Lumière. Una orquesta privada era justo lo que ese teatro necesitaba para darle vida. El toque final a un edificio que ya de por sí destilaba arte, música y misterio con sólo observar su elaborada y recién pintada fachada.
-Me parece una idea fabulosa, herr Lumière.-Dije, utilizando inconscientemente una palabra rescatada de mi lengua materna.-Y, por supuesto, de por hecho mi presencia aquí mañana.
Dimitri me acompañó a la salida. Desafortunadamente, estaba lloviendo. Algo no muy extraño si se tiene en cuenta que estábamos en pleno otoño. Abrí mi elegante paragüas de tela color burdeos y me cubrí para evitar que la lluvia calase en mis huesos.
-Antes de irme, ¿podría hacerle una pregunta, monsieur?-Dije, esperando el asentimiento de éste.-¿Cómo consiguió el violín?
No se me había pasado por alto el magnífico instrumento que había reposado en mis manos hacía unos minutos. Aunque tal y como estaba enfrascada en la música, a penas me di cuenta de la fabulosa madera que le daba forma, de los originales motivos en dorado que los decoraban, o de las iniciales grabadas a fuego que lo identificaban como propiedad de Dimitri Lumière, hasta que no lo hube inspeccionado mejor al depositarlo de nuevo en su estuche.-Sin duda es un violín nada común. Muy difícil de conseguir.
Off: El Violín Negro me está afectando 'U.U
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
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Re: Reapertura del Teatro (Carolina) [Terminado]
Acompañé a la señorita Van de Valley por los corredores de mi hermoso teatro. Cuanto más lo recorría más cuenta me daba que estaba hecho completamente a mi imagen y semejanza. Tenía tanto de mí guardado ahí dentro... En cualquier rincón se podía observar la esencia de mi preciado padre, Louis Lumière, y de mi familia paterna en general.
Al llegar a la puerta, la abrí con cuidado para que la mademoiselle saliese. Nos sorprendimos al ver que estaba lloviendo, aunque a ella no pareció pillarle de improvisto, puesto que tomó un paragüas que había dejado en un paragüero de la entrada, de color burdeos, y lo abrió antes de salir a la calle. En el porche, aún sin mojarse, me hizo una última pregunta antes de partir. Me preguntó por el violín genovés. Sonreí inevitablemente.
-Una pieza que no escapa a ojos de una artista, ¿verdad? -dije mientras decidía si contárselo ahora o no. Estaba en la calle, esperando para partir. Quizá esperaba algún comentario tipo "lo encargué a un importante luthier y le pedí que lo grabara en uno de mis frecuentes viajes a Génova". Por desgracia, era mucho más que eso.- En realidad, cualquier instrumento del teatro tiene su historia y nombre. No he adquiridio ninguno por mí mismo. Son todo regalos. Una vida de casi dos siglos da para mucho, sobre todo si eres un compositor a la que la gente admira en el extranjero -dije sonriendo.- En este caso, me lo regaló una buena amiga que tocaba el violín como los ángeles. Un regalo por otro regalo, en realidad. Yo le ofrecí un bien muy preciado que vos conocéis tan bien como yo, y ella me regaló el violín grabado como agradecimiento.
Esperé que hubiese captado el significado de mis palabras. Su hermosa piel blanquecina permaneció muy seria frente a mí.
-En fin, mademoiselle. No la entretengo más. La acompañaría con gusto hasta su hogar, puesto que pocas mujeres hay solas en medio de la noche. Pero ambos sabemos que no sois una dama indefensa -dije sonriendo por última vez.- Así que espero que disculpéis mi descortesía. Buenas noches, mademoiselle Van de Valley.
Y así, volví al interior del teatro una vez ella hubo comenzado a andar, y cerré la puerta para volver a buscar una vez más el objeto que era pasto de mis pensamientos.
Al llegar a la puerta, la abrí con cuidado para que la mademoiselle saliese. Nos sorprendimos al ver que estaba lloviendo, aunque a ella no pareció pillarle de improvisto, puesto que tomó un paragüas que había dejado en un paragüero de la entrada, de color burdeos, y lo abrió antes de salir a la calle. En el porche, aún sin mojarse, me hizo una última pregunta antes de partir. Me preguntó por el violín genovés. Sonreí inevitablemente.
-Una pieza que no escapa a ojos de una artista, ¿verdad? -dije mientras decidía si contárselo ahora o no. Estaba en la calle, esperando para partir. Quizá esperaba algún comentario tipo "lo encargué a un importante luthier y le pedí que lo grabara en uno de mis frecuentes viajes a Génova". Por desgracia, era mucho más que eso.- En realidad, cualquier instrumento del teatro tiene su historia y nombre. No he adquiridio ninguno por mí mismo. Son todo regalos. Una vida de casi dos siglos da para mucho, sobre todo si eres un compositor a la que la gente admira en el extranjero -dije sonriendo.- En este caso, me lo regaló una buena amiga que tocaba el violín como los ángeles. Un regalo por otro regalo, en realidad. Yo le ofrecí un bien muy preciado que vos conocéis tan bien como yo, y ella me regaló el violín grabado como agradecimiento.
Esperé que hubiese captado el significado de mis palabras. Su hermosa piel blanquecina permaneció muy seria frente a mí.
-En fin, mademoiselle. No la entretengo más. La acompañaría con gusto hasta su hogar, puesto que pocas mujeres hay solas en medio de la noche. Pero ambos sabemos que no sois una dama indefensa -dije sonriendo por última vez.- Así que espero que disculpéis mi descortesía. Buenas noches, mademoiselle Van de Valley.
Y así, volví al interior del teatro una vez ella hubo comenzado a andar, y cerré la puerta para volver a buscar una vez más el objeto que era pasto de mis pensamientos.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
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