AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ficha de Etháin
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Ficha de Etháin
-Nombre del Personaje: Etháin.
-Edad: Nacida el año 88 dC.
-Especie: Vampira.
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase social media.
-Orientación Sexual: Homosexual.
-Lugar de Origen: Strathpeffer, Escocia.
-Habilidad/Poder:
• Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
• Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
• Telepatia: Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demas. Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demas.
• Clarividencia: Es la habilidad de encontrar a cualquier persona, aún sin haberla visto, teniendo como referencia algo de la persona o una foto.
• Ilusión: Capacidad para alterar la relativamente la realidad por medio de alguna ilusión, algo no real para confundir a las personas.
-Descripción Física:
-Descripción Psicológica: Rencorosa y vengativa, esa es la conclusión a cómo soy. Si en mi juventud y niñez mi corazón no cabía en mi pecho, a raíz del tenso clima que toda guerra deja huella en un infante, todo sentimiento afectivo más allá del odio que profesaba hacia todo romano, murió aquél atardecer en el que me arrebataron todo cuanto fui, plantando en mí la semilla del mal, del odio hacia el hombre, el rencor hacia los romanos, y una profunda sed de venganza que jamás se vería saciada.
No hay luz en mi interior. Ni una pizca de ilusión, esperanza, alegría. Jamás sonrío ni río. La amargura es la que visto de noche y de día, siendo la soledad mi mejor compañera.
No hay flaquezas en mí. No hay miedos, terrores, desconciertos, dudas. La firmeza es mi mayor virtud, así como la perseverancia y la obsesión que me caracterizan, pues ni me tiembla el pulso jamás, ni la vacilación planea en mi fiera mirada, ni nunca doy nada por perdido ni por sentado. Soy una excelente rastreadora y los que me conocen, dicen de mí que “Si quiere darte caza, puedes considerarte hombre muerto.” Aunque mi lema se resume en: “Lucha o muere”.
Mi carácter agrio, mordaz, punzante, cruel y desquiciado completa una personalidad solitaria, amarga en silencio, maquiavélica y retorcida sin un atisbo de felicidad, pues nada me llena, ni siquiera la misma venganza de la que bebo.
-Historia: Nueve años. Esa era mi edad cuando el Infierno se adueñó de la pequeña aldea en la que convivía con mis padres. Aun recuerdo como si fuera ayer, cómo pasaba una tranquila tarde junto al riachuelo que hacía de frontera con los bosques, hundiendo mis manos en aquellas puras y cristalinas aguas frescas para atrapar uno de aquellos escurridizos peces que mamá me había pedido pescar para la cena. Capturé a uno pero no llegué a alzarlo triunfante con aquél botín, pues aun agachada y mis manos sosteniendo al animal que inquiero removía su cola entre mis dedos, el brillante color carmesí de la sangre ensució mis manos y con un grito, solté el paz y alcé la vista hacia el agua, ahora teñida de rubí.
Con los ojos llorosos y sosteniendo un llanto ahogado entrelacé mis dedos nerviosamente e intenté pensar con claridad, pero pronto, los gritos de la gente del poblado me alertó del peligro y aunque el don de la supervivencia me gritaba que cruzara el río y desapareciera ahora que podía de allí, fueron mis padres la motivación que me llevó a volver a la aldea, entrando así, a la boca del lobo. Un lobo que sin vacilar, me devoró.
Las calles se encontraban atestadas de alboroto, gentío, sangre y romanos. Las casas ardían, las mujeres gritaba, los hombres morían y las risas de los victoriosos resonaban en mi cabeza hasta hacerme enloquecer. Y corrí, corrí tanto como mis piernas me lo permitieron hasta llegar frente a mi hogar. En nuestra modesta morada, unos romanos torturaban a mi progenitor frente a la desesperada mirada de mi madre, quién ahora que me había visto entrar, gritaba que me marchara, que corriera por mi vida. Pero fue demasiado tarde. Algunos de ellos me tomaron de los brazos y me ataron en un poste sin que yo rechistara, ahora sumida en un profundo estado de shock por todo lo ocurrido. Fue entonces que, entre carcajadas, varios romanos empezaron a tocar a mi madre, golpeándola mientras ella gritaba y lloraba. La violaron todos y cada uno de los presentes. Luego, con un hierro candente, le sacaron los ojos a mi padre quién cayó fulminado a mis pies, inmóvil y sangrando. Mi madre murió ahogada con su propia sangre cuando, tras suplicar su muerte, uno de ellos rasgó la garganta a la mujer.
La pesadilla no terminó ahí. Tras el ultraje sexual que padeció mi cuerpo entre sus sucias manos, el mismo asesino de mamá se acercó a mí lamiendo el filo del cuchillo con el que le había robado la vida a ella, acuclillándose ante mí, jugando por un momento, con un mechón de mis cabellos. Como un gesto infantil, le saqué la lengua y éste la atrapó entre sus dedos, riendo cuando, sin un ápice de duda, me cortó la lengua. De aquél modo, se aseguraba que no pudiera mal hablar del Imperio Romano, el mismo que planeaba conquistar las tierras pictas escocesas. Mi hogar.
Tras dos días de viaje por las montañosas tierras que flanqueaban nuestra ya destruida por los romanos, llegué hasta el pueblo gobernado por Gorlacon. Gorlacon había sido un simple herrero de aquella pequeña aldea vecina, pero el fallecimiento de su esposa a manos de los romanos, había despertado en él la ira dormida de un lobo hambriento. Juró venganza y proteger a los pictos de la invasión romana, proclamándose el líder de nuestro pueblo. Él fue quien me prestó su ayuda, quién sanó mis heridas físicas, quién me entrenó en el arte del combate y quién me prometió las cabezas de los responsables de semejante atrocidad.
Cuando alcancé la mayoría de edad, Gorlacon me envió con el enemigo, a servir a la novena legión romana, la última en pie en Escocia y que aun pretendía conquistar nuestras tierras. Allí, con el pasar de los años, gracias a mi servil trabajo, mi lealtad hacia ellos y el hecho de ser muda, pronto me trajo los resultados esperados. Cuando las bajas romanas ya superaban los miles, el comandante romano me hizo llamar para pedirme ayuda, pues, siendo picta, sabía que conocería todo acerca de mi gente. Me pidieron que les llevara hacia ellos, hacia el núcleo, el corazón del pueblo para así derrotarlo al fin y coronarse dueños de mi Escocia.
Durante semanas cabalgamos hacia aquél punto, todos ellos cegados por una confianza puesta en mí que, obviamente, traicioné en el momento oportuno, llevándolos a una emboscada en la que me uní con Gorlacon y los suyos. Vencimos. Más de tres mil romanos perecieron en aquella batalla. Tan sólo hubieron cinco supervivientes, entre ellos, el comandante, al que hicieron prisionero, torturaron y finalmente, asesinaron. Como venganza, algunos de aquellos supervivientes a la batalla se infiltraron en nuestra aldea y mataron al único hijo de Gorlacon, llevándole al abismo de la locura, ordenándonos dar muerte a todo romano que aun siguiera en nuestras tierras. Y así lo hicimos. Aunque el Imperio Romano se había retirado, aquellos supervivientes permanecían allí, intentando ahora escapar de nosotros. Uno a uno fueron cayendo, pero cuando el último de ellos, oculto cobardemente por un yelmo, me retó, la batalla duró horas y horas, sin que ninguno de los dos flaqueara… pero al fin, uno cayó. Yo. Caída a sus pies, aun con el rencor y la ira centelleando en mis ojos, el romano se acuclilló junto a mi magullado cuerpo, como si esperara contemplar mi apacible muerte. Pero no lo hizo. Por lo contrario, tomó mi muñeca y con una mano se apartó la visera, sin que aquél gesto me permitiera descubrir su identidad. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo cuando sentí sus afilados colmillos incrustados en mi piel y ahogué un gemido cuando al fin se apartó, fulminándole con la mirada, sin comprender lo que había pasado cuando entonces él se arañó la palma de su mano hasta abrirse una profunda herida de la que emanó sangre. El romano me la acercó a la boca y me sostuvo la cabeza para que no pudiera escapar de su hechizo, bebiendo de aquél elixir que en aquél momento, me había sentenciado a vivir esclava de las sombras por el resto de la eternidad…
Más de mil seiscientos años han transcurrido desde aquél crepúsculo, el primero y el último de mi vida. Tanto tiempo y nada ha cambiado en mi. Aun no he concedido el perdón y la calma aun no habita en mi alma, aun sedienta de sangre, de venganza, aun buscando a aquél que me convirtió en lo que ahora soy.
Pero esto, no es ni el principio ni el final de mi historia.
-Datos Extras:
• Soy nómada.
• Soy muda. Suelo comunicarme mediante la telepatía o la ilusión con mis semejantes, aunque soy una mujer de pocas palabras. Los actos, en cambio, hablan por sí solos.
• Debido al profundo odio y repelo que siento hacia los hombres, me considero completamente homosexual.
• Poseo tatuado en mi piel el símbolo de Aegishjalmur –augura invencibilidad y protección a su portador guerrero- al final de mi espalda, así como otros tatuajes, como las alusiones a los lobos. También suelo pintarme el rostro, siguiendo la tradición picta de demostrar hasta qué punto sería capaz de llegar -la muerte- para conseguir mi propósito.
• Practico el sucubismo, aunque sólo me alimento de sangre vampírica.
• Mis armas favoritas son las blancas, como la lanza, la espada o el sable, el arco y las flechas, el hacha…
• Suelo vestir tal y como lo hacía en mi época, con pieles animales. Por mi apariencia, no suelo mostrarme ante la sociedad.
-Edad: Nacida el año 88 dC.
-Especie: Vampira.
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase social media.
-Orientación Sexual: Homosexual.
-Lugar de Origen: Strathpeffer, Escocia.
-Habilidad/Poder:
• Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
• Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
• Telepatia: Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demas. Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demas.
• Clarividencia: Es la habilidad de encontrar a cualquier persona, aún sin haberla visto, teniendo como referencia algo de la persona o una foto.
• Ilusión: Capacidad para alterar la relativamente la realidad por medio de alguna ilusión, algo no real para confundir a las personas.
-Descripción Física:
- Etháin:
-Descripción Psicológica: Rencorosa y vengativa, esa es la conclusión a cómo soy. Si en mi juventud y niñez mi corazón no cabía en mi pecho, a raíz del tenso clima que toda guerra deja huella en un infante, todo sentimiento afectivo más allá del odio que profesaba hacia todo romano, murió aquél atardecer en el que me arrebataron todo cuanto fui, plantando en mí la semilla del mal, del odio hacia el hombre, el rencor hacia los romanos, y una profunda sed de venganza que jamás se vería saciada.
No hay luz en mi interior. Ni una pizca de ilusión, esperanza, alegría. Jamás sonrío ni río. La amargura es la que visto de noche y de día, siendo la soledad mi mejor compañera.
No hay flaquezas en mí. No hay miedos, terrores, desconciertos, dudas. La firmeza es mi mayor virtud, así como la perseverancia y la obsesión que me caracterizan, pues ni me tiembla el pulso jamás, ni la vacilación planea en mi fiera mirada, ni nunca doy nada por perdido ni por sentado. Soy una excelente rastreadora y los que me conocen, dicen de mí que “Si quiere darte caza, puedes considerarte hombre muerto.” Aunque mi lema se resume en: “Lucha o muere”.
Mi carácter agrio, mordaz, punzante, cruel y desquiciado completa una personalidad solitaria, amarga en silencio, maquiavélica y retorcida sin un atisbo de felicidad, pues nada me llena, ni siquiera la misma venganza de la que bebo.
-Historia: Nueve años. Esa era mi edad cuando el Infierno se adueñó de la pequeña aldea en la que convivía con mis padres. Aun recuerdo como si fuera ayer, cómo pasaba una tranquila tarde junto al riachuelo que hacía de frontera con los bosques, hundiendo mis manos en aquellas puras y cristalinas aguas frescas para atrapar uno de aquellos escurridizos peces que mamá me había pedido pescar para la cena. Capturé a uno pero no llegué a alzarlo triunfante con aquél botín, pues aun agachada y mis manos sosteniendo al animal que inquiero removía su cola entre mis dedos, el brillante color carmesí de la sangre ensució mis manos y con un grito, solté el paz y alcé la vista hacia el agua, ahora teñida de rubí.
Con los ojos llorosos y sosteniendo un llanto ahogado entrelacé mis dedos nerviosamente e intenté pensar con claridad, pero pronto, los gritos de la gente del poblado me alertó del peligro y aunque el don de la supervivencia me gritaba que cruzara el río y desapareciera ahora que podía de allí, fueron mis padres la motivación que me llevó a volver a la aldea, entrando así, a la boca del lobo. Un lobo que sin vacilar, me devoró.
Las calles se encontraban atestadas de alboroto, gentío, sangre y romanos. Las casas ardían, las mujeres gritaba, los hombres morían y las risas de los victoriosos resonaban en mi cabeza hasta hacerme enloquecer. Y corrí, corrí tanto como mis piernas me lo permitieron hasta llegar frente a mi hogar. En nuestra modesta morada, unos romanos torturaban a mi progenitor frente a la desesperada mirada de mi madre, quién ahora que me había visto entrar, gritaba que me marchara, que corriera por mi vida. Pero fue demasiado tarde. Algunos de ellos me tomaron de los brazos y me ataron en un poste sin que yo rechistara, ahora sumida en un profundo estado de shock por todo lo ocurrido. Fue entonces que, entre carcajadas, varios romanos empezaron a tocar a mi madre, golpeándola mientras ella gritaba y lloraba. La violaron todos y cada uno de los presentes. Luego, con un hierro candente, le sacaron los ojos a mi padre quién cayó fulminado a mis pies, inmóvil y sangrando. Mi madre murió ahogada con su propia sangre cuando, tras suplicar su muerte, uno de ellos rasgó la garganta a la mujer.
La pesadilla no terminó ahí. Tras el ultraje sexual que padeció mi cuerpo entre sus sucias manos, el mismo asesino de mamá se acercó a mí lamiendo el filo del cuchillo con el que le había robado la vida a ella, acuclillándose ante mí, jugando por un momento, con un mechón de mis cabellos. Como un gesto infantil, le saqué la lengua y éste la atrapó entre sus dedos, riendo cuando, sin un ápice de duda, me cortó la lengua. De aquél modo, se aseguraba que no pudiera mal hablar del Imperio Romano, el mismo que planeaba conquistar las tierras pictas escocesas. Mi hogar.
Tras dos días de viaje por las montañosas tierras que flanqueaban nuestra ya destruida por los romanos, llegué hasta el pueblo gobernado por Gorlacon. Gorlacon había sido un simple herrero de aquella pequeña aldea vecina, pero el fallecimiento de su esposa a manos de los romanos, había despertado en él la ira dormida de un lobo hambriento. Juró venganza y proteger a los pictos de la invasión romana, proclamándose el líder de nuestro pueblo. Él fue quien me prestó su ayuda, quién sanó mis heridas físicas, quién me entrenó en el arte del combate y quién me prometió las cabezas de los responsables de semejante atrocidad.
Cuando alcancé la mayoría de edad, Gorlacon me envió con el enemigo, a servir a la novena legión romana, la última en pie en Escocia y que aun pretendía conquistar nuestras tierras. Allí, con el pasar de los años, gracias a mi servil trabajo, mi lealtad hacia ellos y el hecho de ser muda, pronto me trajo los resultados esperados. Cuando las bajas romanas ya superaban los miles, el comandante romano me hizo llamar para pedirme ayuda, pues, siendo picta, sabía que conocería todo acerca de mi gente. Me pidieron que les llevara hacia ellos, hacia el núcleo, el corazón del pueblo para así derrotarlo al fin y coronarse dueños de mi Escocia.
Durante semanas cabalgamos hacia aquél punto, todos ellos cegados por una confianza puesta en mí que, obviamente, traicioné en el momento oportuno, llevándolos a una emboscada en la que me uní con Gorlacon y los suyos. Vencimos. Más de tres mil romanos perecieron en aquella batalla. Tan sólo hubieron cinco supervivientes, entre ellos, el comandante, al que hicieron prisionero, torturaron y finalmente, asesinaron. Como venganza, algunos de aquellos supervivientes a la batalla se infiltraron en nuestra aldea y mataron al único hijo de Gorlacon, llevándole al abismo de la locura, ordenándonos dar muerte a todo romano que aun siguiera en nuestras tierras. Y así lo hicimos. Aunque el Imperio Romano se había retirado, aquellos supervivientes permanecían allí, intentando ahora escapar de nosotros. Uno a uno fueron cayendo, pero cuando el último de ellos, oculto cobardemente por un yelmo, me retó, la batalla duró horas y horas, sin que ninguno de los dos flaqueara… pero al fin, uno cayó. Yo. Caída a sus pies, aun con el rencor y la ira centelleando en mis ojos, el romano se acuclilló junto a mi magullado cuerpo, como si esperara contemplar mi apacible muerte. Pero no lo hizo. Por lo contrario, tomó mi muñeca y con una mano se apartó la visera, sin que aquél gesto me permitiera descubrir su identidad. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo cuando sentí sus afilados colmillos incrustados en mi piel y ahogué un gemido cuando al fin se apartó, fulminándole con la mirada, sin comprender lo que había pasado cuando entonces él se arañó la palma de su mano hasta abrirse una profunda herida de la que emanó sangre. El romano me la acercó a la boca y me sostuvo la cabeza para que no pudiera escapar de su hechizo, bebiendo de aquél elixir que en aquél momento, me había sentenciado a vivir esclava de las sombras por el resto de la eternidad…
Más de mil seiscientos años han transcurrido desde aquél crepúsculo, el primero y el último de mi vida. Tanto tiempo y nada ha cambiado en mi. Aun no he concedido el perdón y la calma aun no habita en mi alma, aun sedienta de sangre, de venganza, aun buscando a aquél que me convirtió en lo que ahora soy.
Pero esto, no es ni el principio ni el final de mi historia.
-Datos Extras:
• Soy nómada.
• Soy muda. Suelo comunicarme mediante la telepatía o la ilusión con mis semejantes, aunque soy una mujer de pocas palabras. Los actos, en cambio, hablan por sí solos.
• Debido al profundo odio y repelo que siento hacia los hombres, me considero completamente homosexual.
• Poseo tatuado en mi piel el símbolo de Aegishjalmur –augura invencibilidad y protección a su portador guerrero- al final de mi espalda, así como otros tatuajes, como las alusiones a los lobos. También suelo pintarme el rostro, siguiendo la tradición picta de demostrar hasta qué punto sería capaz de llegar -la muerte- para conseguir mi propósito.
• Practico el sucubismo, aunque sólo me alimento de sangre vampírica.
• Mis armas favoritas son las blancas, como la lanza, la espada o el sable, el arco y las flechas, el hacha…
• Suelo vestir tal y como lo hacía en mi época, con pieles animales. Por mi apariencia, no suelo mostrarme ante la sociedad.
Última edición por Etháin el Jue Dic 27, 2012 7:22 pm, editado 2 veces
Etháin- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 211
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 41
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Re: Ficha de Etháin
FICHA APROBADA
Bienvenida a Victorian Vampires
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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