[1940] El comienzo del fin [Ethain Sluagth]

Día nublado, pero que suerte, en primavera poco se ven estos tipos de días, ya extrañaba el invierno o el otoño, que son mis estaciones favoritas. Mire al cielo, estaba completamente gris, los rayos del sol estaba atrapados, no había forma de que pasaran y tocaran la tierra, deje escapar una leve sonrisa al pensar de esa forma.
Me encontraba en una de las ciudades que menos ataques y desordenes ha recibido por parte de la guerra. Estaba sentado, leyendo el diario en un parque.
Así es… la guerra, había comenzado la segunda guerra mundial.
Siendo una criatura poderosa y con grandes facilidades, me fue imposible regresar a mi tierra, Alemania, mi gran Alemania, cuanto la admiraba… No solo por tener un gran liderazgo, si no por sus ricas tierras, su cultura, su belleza.

Como era posible que a cada siglo que pase, mis restricciones como vampiro aumentaban, ya no podía hacer nada, no era como antes… pero gracias a eso me siento mucho más humano, cada vez aprendo diferentes cosas y dejo de lado los poderes que me hizo entrega el infierno a este cuerpo.

Estaba solo, no completamente, a metros sentía seres que hablaban, que caminaban… pero estaba solo, sentado en esa banca, leyendo el último periódico que saldría por estos dos días. Si, las noticias eran vagas, lo único que me ayudaría a mantenerme informado, era la radio, pero no soportaba estar tanto en casa, sobre todo si el día te da la maravillosa oportunidad de ver el cielo sin molestias algunas.

No me encontraba en el corazón del gran parque, si no que a sus límites. La calle estaba a mi lado, de vez en cuando se veían patrullas militares pasar, con lentitud, de forma sospechosa. Sentí como la sangre hervía por mis venas al ver tal color, tal maquina, tale hombres manejar en ella… No tenían corazón, no tenía la razón alguna para ser como son, maquiavélicos, horrendos y despiadados, ahora pienso que la ideología nazi puede ser una enfermedad que ataca directamente a la ética y moral de un ser humano.

Afortunadamente, no hubo alboroto. Recuerdo la última vez que vi algo en las calles, los militares sospechaban de un departamento a unos metros de aquí, sacaron todo, golpearon a los franceses y no fueron clementes, finalmente uno de ellos murió, los otros fueron encerrados hasta que algo, o alguien los delatara por completo.
Así eran las cosas, me pregunto cuándo ira a terminar todo esto, ¿será Alemania la gran vencedora de todo esto? Siendo un vampiro no podía hacer nada, no me sentía capaz, ya nada tenía sentido, no había nadie en este lugar con quien platicar una conversación tranquila… todo era odioso, me ahogaba.

- Quiero volver al pasado… - dije en voz baja cerrando mis ojos.

Suspire…

Alce la mirada y cerré el diario, mire a mi frente, tan solo quería pensar en otro cosa, dejar de lamentarme, si había salido de una guerra, ¿por que debía seguir amargándome por algo que será igual?
Gire mi rostro, y algo me pareció muy particular y no muy visto. Venia una joven, caminaba con cuidado, traía un bastón… la chica era ciega.
¿Qué será mejor, ser vampiro o ser ciego?... *apreté fuertemente mis ojos*. Debía de dejar de preguntarme tonteras, creí que ya había pasado por la etapa del vampiro melancólico. Abrí nuevamente el periódico y me puse a leer lo que me faltaba.
- – escuche por un lado. Me había llamado la atención, fue una voz fuerte e imperativa, era un militar, estaba tratando de llamar la atención de la joven rubia.

¿Qué Dotes mágicos, a que se referirá con eso, acaso saben que soy un…? Cerré con cama mi periódico, algo me había dejado perplejo… ¿acaso los soldados también eran del mundo mágico? ¿y esta joven era una bruja?
Me quede tranquilo, esperando a que nada malo sucediera. Mientras que a mi mente, llegaba una muy antigua riña con un mago y su poderosa varita mágica, como olvidarlo.

No quería ver el show que se armaría luego de esta riña con la joven, así que me levante del balcón para que los hombres hicieran sus deberes como correspondían.
Pero algo me incomodo. Me mantuve de pie, escuche la voz suave de la joven, delicada y dulce, baje mi mirara, lo único que quería, es que la dejaran en paz, no quería entrometerme, pero si llegara a lastimarla, lamentablemente tendría que pagar. Me mantuve allí, sereno, esperando a que los brabucones se fueran. Pero no fue así…

La mujer cayó al suelo, no… no podía dejar que la lastimaran. – ¡Hey! ¡Hey! ¡vasta! ¡detente! – ordene con fuerza y superioridad a los hombres. En cuanto me acerque, la joven escuche como la fuerte cachetada había sonado con gran fuerza, dejando boquiabierto al maldito hombre.

Antes de que comenzaran con golpizas más duras me acerque a uno de ellos y te tome la muñeca – dije… vasta… - comencé a apretarla con gran fuerza, pero nunca para herirlo. Finalmente lo empuje con una fuerza sorprendente hasta el otro solado, dejando que ambos cayeran al suelo.
Me acerque a la joven – calma… quiero ayudarte – dije antes de que comenzara a golpearme a mi – deja levantarte. Y así fue. La senté a la banca nuevamente y en ese momento se escuchan los pasos del hombre que viene corriendo a buscar venganza junto con una patada.
Me gire, sostuve esa patada inmutada y lo gire para que callera al suelo. Mientras que el otro tomo su arma, pero siendo vampiro fui más ágil y la sostuve antes de que apretara del gatillo. Le di unos cuantos golpes para que dejarlo adolorido e inconsciente. En cuanto a otro lo mire a los ojos con furia, mi mano se acerco a su cuello y lo mantuvo apretado para que la circulación dejara de irrigar su cerebro y así desmayarlo.

- Aquí tienes… - le hice entrega de su bastón y sus gafas oscuras – necesitamos salir de aquí, ven…

Ambos caminamos hasta llegar al otro lado de la plaza, donde nadie sería capaz de distinguir nuestras figuras.
- Ven, toma asiento aquí… - pero que bella mujer, su cabello fue lo que más me llamo la atención, estaba bien cuidado, caían con todo esplendor por su espalda, se formaban delicado risos. Su piel, se observaba suave y era nívea… lástima que no puedo admirar de lo más bello del ser humano, sus ojos…
- ¿no te has hecho daño verdad? – me sete a su lado, solo quería preocuparme de que estuviese tranquila y a salvo.
- ¿siempre andas sola? Creo que no deberías.

Me senté a su lado, y mire a la joven dama…
- Pero lo más probable es que vuelva a suceder… dime, ¿siempre estás sola? Lo mejor es que comience a dejar hábito, ya que si a esos cadetes los dan de alta, vendrán a buscarnos, y no será lindo.
Miraba a mi alrededor, buscando si había alguien mirándonos con cara sospechosa, pero… sorpresivamente, estábamos solo los dos, junto con los arboles y el sonido de la pequeña y ligera brisa primaveral.
Me gire y mis ojos quería contemplar junto con mantener en mi memoria, el rostro de la mujer que acababa de salvar de una mal tarde.
Un rostro hermoso, ahora era la oportunidad de poder admirarla con calma, me mantuve en silencio un momento, mire su perfil, su piel se veía delicada, su cabello muy bien cuidado, y su perfume… me había impregnado de él, era delicioso, algo que nunca había olido antes.
- ¿favor?... no, no se preocupe, yo solo hice lo que cualquier persona haría…
En ese momento, al saber que estaba estableciendo una conversación ella, me preguntaba muchas cosas… ya que era la primera vez que conocía a alguien ciego.

- Yo… me gustaría saber su nombre, señorita.

Siendo una persona que era imposible establecer una comunicación visual… me preguntaba, si junto a ella, me sentiría normal. Siendo un vampiro, tengo muchas cualidades, pero para que se lleven a cabo, debía existir una visibilidad, debía cautivar e intimidar con mi mirada.
Y que era eso de “dotes mágicos”, me estaba incomodando…

- Sería tan amable… de explicarme, ¿Qué era eso de “dotes mágicos”?

- Mi nombre es Gregori… - pensé un momento – Gregori Smith…
MI apellido sonaba muy origen Germano, no quería asustarla, o preocuparla, lo mejor, es dejar las cosas como están, de seguro esta será la última vez que nos veamos… no creo que viva tan cerca de aquí, bueno no lo sé.

Observé cada movimiento, me parecía increíble, algo muy curioso, me sentía intrigado. Me pregunto si será correcto invitarla a una taza de café.
Me incorpore un poco más al ver que se alejaba, la entendía, la respetaba.
Lo que me decía era importante y delicado, le encontré la razón, aquí nos podría ver alguien conocido o con malas intenciones, así que pensé en algo mucho más agradable.
- Creo que ya sé lo que puede hacer por mí… - dije con voz suave y tranquila – aceptar una taza de café junto con una galletas, en la cafetería que está a unos pasos de aquí… ¿le parece si seguimos nuestra conversación?
Me levante y tome con confianza la mano de la joven – por favor… - coloqué su brazo alrededor del mío, para que ambos camináramos juntos hasta el lugar que había indicado.


Llegamos por fin, ofrecí el asiento a Ethain y luego me senté a su frente.
En la tienda había más gente, Ethain y yo nos sentamos al fondo de este, para no estar expuestos a la gran ventana que hacia publicidad a la cafetería.
- ¿vive por este sector Ethain? – decidí seguir con esta conversación tuteándola.

- ¿Acaso es del lago que está cerca de un bosque, a unos cuantos kilómetros? Siempre lo he visto, de muy lejos claro… cada vez que salgo de este pueblito.
Era un terreno sumamente hermoso, se veía tranquilo, nunca he tenido la oportunidad de acercarme, lo desconocía totalmente, ¿sería Ethain dueña de todo eso?
- … De tus padres… - repetí luego - ¿y te has quedado con ese lugar? ¿ya no vives con tus padres? Si es que se puede saber claro… - en eso, antes de que la lindura de mi compañía respondiera, se acerco la mesera.
Observe cada expresión de la joven rubia, era algo sumamente tierno, sinceramente hace años… desde que empezó la guerra, que no veía a alguien sonreír tan seguido, pero que belleza de sonrisa poseía… era algo envidiable.

- Lamentablemente no… - dije en forma de cumplido – yo también deseo una taza de café. Por favor.
Mire sus manos, eran delicadas, se observaban suaves, eran delgadas y muy finas, podía pensar que no se dedicaba a muchas cosas que requerían el manejo de las manos, es una suerte tener manos tan bellas.
No tenía el menor interés por saber de los demás en la cafetería, quería ver nuevamente esa sonrisa traviesa, llena de gracia y pureza, tan solo me siento esperanzado de volver a ver estas tierras brillas y que vuelvan a tener ese color característico.
- Me alojo en un simple y humilde departamento, desde que destruyeron mi antiguo hogar… - mi mansión, esa mansión tenía siglos, tantos recuerdos en cada pared, en cada rincón, todos mis muebles, libros, pinturas, vinos, cartas y todo lo que tenía un sentido sentimental había desaparecido.
- A varias cuadras de este lugar. – junte mis manos y me apoye en la mesa – ¿ubica la calle Horton? Pues, allí mismo…

Tantas cosas han cambiado, mi humor, mi sentido de vivir, este comienzo de siglo me lo había arrebatado todo, mis amistades, mis recuerdos, mis ánimos, mi libertad…
Incline mi cabeza y mire mis pulgares jugar entre ellos - … posee una bella sonrisa, Ethain – confesé de pronto.

-Cuanto lamento lo sucedido con sus padres… - tema cerrado, creo que sería lo mejor y mucho más cómodo que hablemos de este tema en otra circunstancia.

- No se preocupe… - dije al escuchar que ella no lo sabía. Pero me lleve la sorpresa de sentir el tacto de sus manos, las mire, como tan suavemente y con delicadeza me acariciaba el dorso de mi mano, no emití ninguna expresión, estaba neutro, algo perplejo, solo pensaba lo hermoso que era que una dama acariciara tu mano. Me acababa de dar cuenta de lo bien que me sentía estando acompañado de una figura femenina, era agradable, me hacia olvidar todo, ya con todo esto que está sucediendo, era complicado y difícil, en este pueblo habían muy pocos ciudadanos, la mayoría niños y ancianos, no había nada que le devolviera la vida y característica a Francia.

Recibí mi café, estaba humeante y negro, delante de mí estaba el azúcar y las cucharas respectivas de cada uno. – gracias… - le dije a la mesera, quien amablemente me dedico una sonrisa. – espero esta no sea la última vez que nos veamos Ethain… ¿frecuenta mucho por estos lugares? Creo que lo mejor, es que por ahora, se mantenga en su casa – observaba mientras Ethain colocaba azúcar a su café – es solo una sugerencia… después de lo que sucedió, no hay nada que nos indique que no pueda volver a suceder.

Tome mi café y sentí el agua caliente en mi boca, pero no sentía ese sabor característico… que triste.
- Señorita Ethain, debo confesarle que me siento inquieto por saber una cosa sumamente personal… - deje mi taza en el platillo de porcelana, haciendo que se sonara – es usted… ¿una bruja? – pregunte lo último en voz baja. – sus antepasados lo eran ¿no?

Sí así fuera, sería la primera vez que tengo una charla tranquila con una de ellas, nunca antes había tenido tanta curiosidad por una persona, esto era extraño y excitante.
- Yo… no soy un brujo, pero soy consciente de que existen, así que no debes preocuparte si piensas que tal vez me sienta inquieto o… asombrado.

- Pues, además de que no tengo una buena circulación sanguínea por mis extremidades, sobre todo las superiores, tengo un poco de frio, espero que este café pueda solucionarlo.

Observe su linda sonrisa, valla que era encantadora, pero de pronto algo me saco de esa admiración, su pregunta…
- Pues, debo confesarle… - me acerque un poco más a ella para tener la seguridad de que nadie estuviese atento, moví mi silla y me acerque al lado de la joven rubia que estaba junto a mí. – sucede… - mi voz ahora era baja y miraba con suma concentración y encanto al perfil de la joven – que siempre he tenido curiosidad sobre los brujos, he tenido malas experiencias, muy malas… como peleas. – aclare un poco mi garganta y me aleje un poco de ella - … no tengo malas intenciones… para nada, por favor, no debe de preocuparse.

Mi café ya había acabado, estábamos prácticamente “solos”, acompañado de una gran multitud, era fácil explicarlo, nadie nos tomaba en cuenta, nadie se tomaba la molestia de mirarnos o preguntarse quienes éramos. – Señorita… le tengo una última pregunta, y es solo por curiosidad… - sonreí ya que la pregunta parecía algo estúpida - ¿Qué edad cree usted que tengo?

- Ahora creo que es la hora de retirarnos, la acompañare si no le molesta, aun que sea unos metros de su casa, quisiera dormir tranquilo esta noche pensando en que está a salvo en su casa.