Encuentro entre piratas.(Guy Reynard)

por **Ruslana Del Mar** Jue Dic 13, 2012 2:37 pm

¿Qué hace una dama como yo en un lugar como éste?, me pregunté a mí misma, mientras observaba el atajo de hombres que babeaban borrachos sobre una mesa. El trío de maleantes, llevaban tres horas bebiendo y montando un espectáculo de eructos. Al parecer, el más delgado de los tres había ganado el concurso, puesto que había reunido las monedas de los demás y se había marchado con una joven.

Desviando la mirada asqueada, juré que jamás volvería a aquel antro. No sólo había perdido el tiempo buscando información sobre su padre, sino todas sus esperanzas de hallar un hombre decente en París. En aquella taberna se encontraban personalidades tan dispares como el "el trío sinfónico", unas jóvenes demasiado extravagantes para ser consideradas "decentes", y algunos solitarios engalanados de la alta sociedad. Ella era uno de esos solitarios. Sentada en una mesa estratégicamente oculta en las sombras, era capaz de visualizar toda la taberna, pero el resto encontraría dificultades para observarla bien.

¡Al menos no he gastado una de las pociones!, me dije apesadumbrada.

Mirando al tabernero, le hice una seña para que viniese.

- ¿Podría traerme una porción de pastel?. El más dulce que tenga, por favor- Le dije en cuanto llegó a mi lado. Si iba a continuar en aquella taberna hasta que cerrase, al menos me iba a contentar con un poco de azúcar.

- ¿No desearía mejor un guiso?- Dijo el tabernero, inclinándose para poder ver mejor mi rostro oculto bajo un sombrero.- Mi mujer hace el mejor de todo París.

Sonreí ante tamaña mentira. Aquel hombre intentaba averiguar quién era, y aprovechándose de su cercanía, intentaba darme conversación para averiguarlo. Es lógico, Ruslana, me respondí a mi misma. Eres una mujer, vestida de hombre, que está pasando su tiempo en una taberna de mala muerte, ¿qué esperabas?.

- No, caballero. Con el pastel es suficiente- Haciendo un gesto con mi mano lo despedí.

Suspiré al ver cómo intentaba inclinarse un poco más. ¿ Tendré que advertirle que deje de acercarse, o bastará con sacar la pistola que llevo oculta en la bota, y dejarla encima de la mesa?.

por **Guy Reynard** Jue Dic 13, 2012 3:40 pm

Un día más en París, en tierra firme. Estaba empezando a estar ansioso por volver a navegar, a pesar de que no hubiera pasado apenas una semana desde que llegamos a puerto. Echaba de menos sentir las tablas de la cubierta bajo mis botas a todas horas, y de hecho había pensado en quedarme a dormir en el barco en lugar de buscar alojamiento en la ciudad, pero me había decidido en contra pues sabía perfectamente que no aguantaría mucho tiempo encima de un barco que no se estuviera moviendo. Había pocas cosa más tristes que un barco varado.

No podía volver a hacerme a la mar hasta que no resolviera los asuntos que me habían traído de nuevo a tierra, así que decidí hacerlo lo más pronto posible. Cuando pasaba mucho tiempo en un mismo sitio acababa con un humor de perros, pero al menos a los chicos de la tripulación les vendría bien el descanso.

Después de visitar a unos contactos en los barrios bajos de París, me dirigí a una zona ligeramente más respetable para ir a una taberna y beber algo; ya había hecho suficiente por hoy, y me había ganado algo de tiempo de relajación. Nada mejor que un poco de alcohol para eso. O más que un poco, preferiblemente.

Entré en la taberna y eché un rápido vistazo a mi alrededor, desafiando con la mirada a varios observadores curiosos que pronto se dieron por vencidos y volvieron a sus asuntos. El tabernero que llevaba aquel lugar era un conocido mío desde hacía años, y siempre me trataba bien, pues sabía que le convenía. Yo por mi parte me pasaba por allí cada vez que estaba en la ciudad. Busqué al hombre con la mirada y lo vi junto a una mesa que quedaba medio en sombras, por lo que no podía ver a quien estuviera sentado allí, al menos desde donde estaba ahora mismo. Al principio parecía que estaba atendiendo la mesa, sin más, pero entonces la cara del tabernero reflejó un terror repentino, y me acerqué con zancadas largas y una expresión muy seria en el rostro.

—¿Se puede saber qué demonios está pasando aquí?

por **Ruslana Del Mar** Vie Dic 14, 2012 11:04 am

Aquel hombre me estaba enfadando, generalmente era un remalso de paz y tranquilidad, pero los sentimientos de curiosidad y lujuria de aquel hombre me estaban revolviendo el estómago.

- Monsieur..... desearía comer lo más pronto posible- Para aligerar el tono frío de mi voz sonreí- ¿cree que será posible?.

Como si mi sonrisa fuese una invitación para aquel hombre, éste acercó su cuerpo a la mesa, apoyando su oronda barriga a escasos centímetros de sus dedos. Con una sonrisa feroz, saqué mi pistola de la bota, con un movimiento sutil, y apoyándola en su estómago le dije:

- El pastel. Ahora. Y no vuelva a acercarse más o apretaré el gatillo- La amenaza de mi voz y la presión que ejercía la boca de la pistola fue suficiente para que se retirara de la mesa.

¿Es que una mujer no podía sonreír sin que un hombre lo tomase como una invitación?, pensé enfurecida. ¡Maldito hombre!.

- ¿ Se puede saber qué demonios está pasando aquí?-

Aquella voz, ruda, y oscura como el wisky, provocó un escalofrío por todo mi cuerpo. Observándolo por debajo de mi sombrero, vislumbré un hombre alto, de pelo revuelto y barba castaña. Su postura tensa revelaba la irascibilidad de su carácter. Alguien acostumbrado a dar órdenes.

- Nada. Nuestro amable tabernero va a buscar mi pastel, ¿verdad, Monsieur?- dije, sin apartar mi mirada de aquel desconocido. El catalejo que llevaba colgado en uno de sus bolsillos hizo que lo estudiara nuevamente. ¿ Un marinero?. Sonreí feliz, Al parecer esta noche no será tan aburrida como había pensado, me dije a mi misma.

por **Guy Reynard** Sáb Dic 15, 2012 1:46 pm

Me quedé mirando al solitario ocupante de aquella mesa, pensativo. Desde mi ángulo su rostro quedaba oculto por el ala de su sombrero, pero si teníamos en cuenta su voz y la constitución general de su cuerpo, o bien estaba ante un muchacho joven y bastante afeminado, o ante una mujer que por algún motivo había decidido venir a aquella taberna vestida de hombre. No sería la primera vez que veía algo semejante; muchas chicas habían intentado hacerse pasar por un hombre para enrolarse en mi tripulación, y estaba acostumbrado a detectarlas y rechazarlas. No permitía que viajaran mujeres en mi barco. Ya no.

—Estoy seguro de que es así —dije, mirando significativamente la pistola que aún tenía en la mano, para después volverme hacia el tabernero—. Trae ese pastel y también algo que beber para mí. No tenemos todo el día, patán, date prisa —tan pronto como pronuncié aquellas palabras el tabernero se marchó con prisa hacia la zona de la cocina. Yo tomé otra de las sillas y me senté a la mesa, frente a su actual ocupante, alzando una de las comisuras de mi boca en una sonrisa torcida, mientras mis ojos conservaban una expresión seria—. Ahora vas a guardar ese arma y todo va a seguir estando tranquilo, ¿Verdad? Y para asegurarme de ello, me quedaré por aquí. Aprecio este lugar y no pienso tolerar a nadie que pretenda crear problemas.

El tabernero no era un hombre agradable, eso era cierto, y en sí mismo no merecía protección alguna, pero sería terriblemente inconveniente para mí que le dispararan. Tendría que buscar otra taberna que frecuentar y volver a labrarme una reputación en un nuevo local. La idea no me gustaba en absoluto.

por **Ruslana Del Mar** Dom Dic 16, 2012 10:54 am

Estudié la seriedad de su expresión con diversión. ¿Realmente la consideraba una persona problemática?. A pesar de lo absurdo de aquella idea, el que aquel desconocido, con ese aspecto amenazador y serio, la considerase capaz de disparar el arma, la llenaba de orgullo. Al parecer, cada vez simulaba mejor su tono frío y calculador. Pero en el fondo, seguía siendo la tímida y amable mujer de siempre. Incapaz de dañar a otra persona, salvo cuando dañaban a alguien que quería, en ese caso era capaz de sacar sus uñas y defender a sus seres queridos. Contar con la amistad de un del mar, significaba una promesa de lealtad eterna.

Tocando mi sombrero, lo saludé, guardando la pistola en mi bota.

- Como desee, Monsieur- le dije con una semisonrisa.- Dígame, ¿siempre utiliza esa expresión amenazante con su tripulación, o sólo con los...problemáticos como yo?.- Dejé que mi voz se cargara de ironía cuando decía la palabra "problemáticos", era obvio que aquel hombre era un capitán de barco. Sus ropajes cómodos y holgados, los zapatos flexibles y la mirada sabia, propia de alguien que lo ha visto todo. Pero ... lo más curioso era la posición alerta de su cuerpo, como si estuviese acostumbrado a estar en tensión y en constante peligro.

Todo en él le recordaba a su adorado abuelo. Serio, tenaz y orgulloso. El que descendiera de piratas, le hacía sentirse cómoda con los hombres como aquel que se sentaba frente a ella. Hombres rudos, hechos a la mar, o como solía decir su abuelo cuando la llevaba al puerto: "hombres con agua marina en sus venas".

Bajé la mirada hasta mis manos, apoyadas en la mesa, en una posición femenina y educada. Manos finas y cuidadas, tan distintas de las callosas de su abuelo. Era capaz de tripular los dos barcos que había heredado, pero su mantenimiento, era realizado por hombres a su cargo. Extrañaba el olor que emanaba la madera recién lijada del barco. La extraña mezcla de olor a madera, salitre y barniz.

Un suspiro se escapó de mis labios. La respuesta que siempre emanaba de mi cuerpo cada vez que evocaba el mar. La mayor pasión de mi vida, era el objeto que había dado nombre al apellido de mi familia. Sonreí al pensar que mi apellido procedía del mote que había recibido el fundador de mi familia como pirata. El primero, que al capitanear a numerosos truanes, había pintado con sus propias manos un león con las garras enterradas en una calavera. El bravo y peligroso, León Del Mar.

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