Marling Esprit Blorktenkwrock

por **M. Esprit Blorktenkwrock** Jue Jul 29, 2010 6:32 pm

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SÁDICO, CABALLERO, REALISTA, FRÍO, MANIPULADOR, ÁGIL, SARCÁSTICO
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-Edad: Real: 404 Aparente: 20

-Especie: Vampiro
- Tipo y Nivel Social: Alto
Fecha de Muerte: 5 - 12 - 1626

-Habilidad: Manipulación de la memoria:
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Marling Esprit Blorktenkwrock Descripcionfisica

De unos 1.94 m de estatura, el elegante Esprit viste de una piel tersa, de un color blanco blanquecino. Su cabello, una especie de rubio, es ondulado, al cual usa casi siempre desordenado, pero no de forma vulgar. Una de las cosas que más llama la atención de su rostro, no son solo sus ojos celeste, si no su cicatriz en su pómulo izquierdo, hecha durante un combate. Suele vestir con largos sobretodos, buzos de diferentes colores, que le da un toque más humano, haciendo que así, se cuele entre la sociedad sin ningún problema. Usa sombreros de copa, pero no con frecuencia.

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Marling Esprit Blorktenkwrock Descripcionpsicologica

Su apariencia casi angelical, esconde detrás un ser vengativo, de un humor ácido, sarcástico y sádico. Conocido en leyendas, desconocido a los ojos de los pequeños temerarios que con torpeza pronuncian su nombre a los cuatro vientos, sin saber de quién hablan. Es muy calculador, un obsesivo por el orden. Manipulador, y un gran mentiroso. Tiene la habilidad de hacerte creer todo lo que le dices, sin tener que preguntar. Su elocuencia deja a notar su capacidad para entablar relaciones, sean para su propio beneficio o no, aunque la última opción se encuentra casi imposible. Fuera de ser tan hostil, su comportamiento se adecua a la sociedad. Es uno más a la vista gorda de los demás. Frecuenta a salir, a tener amigos, a vivir una vida de mentiras que solo le ayuda a su propósito; calmar su sed. En sociedad, es alguien bastante simpático, carismático, vivaracho, cordial y respetuoso. Solo pocos han descubierto tal bipolaridad en la mente de Esprit, y aquellos pocos, no volvieron a hablar. Él no mata, es más, solo tres veces en su vida ha matado. Prefiere la tortura, pero no física. Los cuerpos intactos son los más bellos, y él, procura mantener ese orden. Es muy pulcro y ubicado, lo cual le ayuda en sus propósitos

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Marling Esprit Blorktenkwrock Historiajb

Nos situamos en una pequeña casa, en la esquina de la intersección entre las calles Bordelaux y 14th, en el centro de Londres. A pesar de los nombres elegantes, la zona dónde la familia Blorktenkwrock vivía, carecía de mucho lujo, para no mencionar que era de clase media, obrera. El señor Septimus Bohr Blorktenkwrock, nacido en Alemania el 15 de Diciembre de 1584, trabajaba ocho horas como herrero, mientras que Sybil Elizabeth Smith, de nacionalidad inglesa, nacida un 8 de Mayo de 1582, era un ama de casa. Ambos se conocieron en un festín que sus vecinos habían convocado, un año atrás, debido a un gran festejo que se había realizado días atrás en la nobleza. Eran discípulos de algo inexistente, de algo que solo les oprimía; pero ellos no hacían más que festejarle al enemigo. Desde aquél festín, el amor incondicional de la pareja mencionada, no hacía más que enamorarse día a día, engendrando después de dos años de casamiento, a Marling Esprit Blorktenkwrock, nacido en la ciudad de Londres, un 17 de Junio de 1606.

Los cuatro bastoncillos de pan yacían sobre la mesa todas las mañanas. Aquella simple mezcla de harina con agua, era lo que mantenía a aquella familia en pie. Septimus rara vez se encontraba en casa, mientras que Sybil, permanecía en ella, cuidando de su pequeño hijo, que tan solo a la edad de cuatro años, se enferma de una extraña fiebre, estando al borde de la muerte. Desde entonces, su madre, no le deja salir de su casa, y su padre, prosperó solo un poco en su trabajo, permitiéndole pasar más tiempo en su casa. Los años trascurrían así como las distintas enfermedades que, el ya débil Esprit, sufría. A sus 16 años, comienza a trabajar con su padre, manteniendo a su familia. Un gran festín se volvió a realizar en la casa de sus vecinos, en festejo al grande Esprit, que servía a su casa y que pronto, de seguro se casaría. “Porque es un joven muy apuesto” decía la anfitriona a cuatro voces dentro de su pequeña pero espaciosa casa, repleta de gente. De las cuales, la mayoría era desconocida, y solo asistían para poder robar algún que otro pañuelo, reloj de bolsillo y pan. Nadie estaba a salvo de aquella pobreza que inundaba aquel barrio en progreso.
Sybil esa noche, desapareció del lugar, sin dejar rastro. Los bastoncillos de pan en la mesa ya no estaban y la carencia de aquella extraordinaria mujer dentro de aquella casa, se hacía notar, mes tras mes de su desaparición. Aun así, el aun joven Esprit, proseguía con sus trabajos como herrero, e intentaba convencer a uno de sus amigos a que le enseñara a leer, quizás también a escribir, si de suerte estaba. Pero los tiempos ya no le daban, y su padre, pronto, caería en cama, con su temperatura alta, sudoroso y débil. Esprit se encontraba solo en el trabajo, tanto, que quiso dejarlo, pero sabía bien las consecuencias, y no podía dejar que su padre, su amado padre, muriese de hambre. Pero eso ya no sería una preocupación para el joven. Séptimus muere un 18 de Octubre de 1884, cuando Esprit tenía solo 18 años.
Tapió aquel cuarto, con las maderas que sus vecinos le daban, y ya ahora, su casa no era más que un lugar para descansar un rato, para después volver a su trabajo.

Las cosas le iban bien, aun con la perdida de sus dos padres, sus amados padres, él había prosperado, y de vez en vez, un festín nuevamente se generaba en la casa de la señora Alice, su vecina, ya viuda. Parecía que todo funcionaba bien, demasiado, para el ritmo de vida de Esprit, que con 19 años, tenía su propia herrería, una hermosa dama y quizás pronto, un hijo. Aún no se había casado, pues quería terminar de aprender a escribir, porque leer… bueno, leer aprendió solo, gracias a los cientos de libros que Alice tenía a la disposición del joven, que todas las tardes visitaba la casa de la anciana y leía, a duras penas, aquellas amarillentas hojas. La realeza festejaba y se regodeaba en sus riquezas, mientras que él, no hacía más que mantener a su nueva dama. Florence, así se llamaba. Una dama danesa, que hacía no mucho se había mudado cerca de la casa de Esprit. Ambos fueron juntados gracias a los múltiples festines que Alice no paraba de dar. Eran su vocación, y ahora más que nunca, ya que se encontraba sola, frente a la ventana demacrada de su vivienda en ya mal estado. La nueva adquisición de Alice fue una gran estufa a leña, con una bonita chimenea, que le había costado al hijo de ella, un largo tiempo. El trabajo de Esprit, era, de vez en vez, buscar madera en uno de los pequeños montes que no muy lejos se encontraban. Siempre volvía, pero… aquella noche, Alice pasaría frío.

Primero juntaba las ramas o troncos ya previamente cortados, por otros, que quizás fueron atacados por algún vecino neurótico, o simplemente no tuvieron tiempo de llevarlos. Después de tener todo aquello, procedía a cortar algún árbol. Se agachó varias veces para juntar diferentes ramas, que guardaba en una red, que colgaba de su hombro, y arrastraba por el suelo, enganchándose en las raíces de algunos viejos árboles. Esa noche, él no tuvo que lidiar con eso. Aunque no entendía bien por qué. Su hacha reposaba sobre la gruesa raíz de un frondoso árbol. Al lado de este, se encontraba una fila de pinos, perfectos para su cometido. Pero al voltearse, su hacha ya no estaba. –Quizás esté del otro lado – pensó, por última vez en esa noche.

El rostro de su madre permanecía intacto a pesar de los años. Aquella noche, se encontraba con su mejor vestido, no sería capaz de presentarse a un festín vestida como una vulgar mestiza. Charles, el hijo de Alice, de tan solo 15 años, se encontraba correteando por todos lados, jugando cada tanto con las cintas de múltiples colores naturales que Sybil usaba, adornando aquél bello vestido, lleno de vuelos. A pesar de ya haber sido madre y ya ser una dama casada, su joven rostro de tan solo veinte años, se había quedado estancado en sus quince. Vitalidad irradiaba de sus ojos celestes, que penetraba a cualquiera, incluso a Charles, el soberbio Charles, que con sus ojos verdes, tal cual serpiente, hechizaba a cualquier dama. Pero Sybil tenía su corazón ya guardado dentro de una caja, con nombre y apellido, aunque Charles, no quiso entenderlo. Llevó a la joven madre a la cocina de aquella elegante casa, pidiéndole si no le acompañaba hacia fuera, que él necesitaba ver las estrellas un momento. La muchacha, ingenua, asintió sin problemas, saliendo junto a él, por aquella puerta de madera demacrada.
Los hechizantes ojos de Charles le sedujeron de una manera diabólica, al punto, que le llevó hacia los bosques, deslizando aquel vestido con agilidad. Pero su objetivo no era tal.

Esprit caminó hacia aquel frondoso árbol, abrazándose a él para no caer, y poder mirar hacia el otro lado, pero alguien más le acompañaba. El esbelto cuerpo de su madre se encontraba parada junto a él, observándole, a tan solo unos pasos de él. Esprit, lanzó un grito ahogado y rompió en llanto. “Es por tu bien” musitó ella, con su calma, mientras que con sus fauces, desgarraba la suave piel de su hijo, para después transformarle en aquella noche de luna prístina.

Los cristalinos ojos azules de Esprit, recorrieron jovialmente las calles oscuras de Londres aquella noche. ¿Qué había sucedido? Sentía frío, un frío abrazador que le acompañaba. Su madre, le acompañaba en su caminata nocturna, sin decir palabra. La melodiosa voz de Sybil persistía intacta a los oídos de él, y se sintió extrañado por la juventud que ella poseía. “Madre… ¿Qué te ha ocurrido?” preguntó, esperando la respuesta para efectuar más, y más preguntas. Tantos años de misterio, quizás, iban a ser resueltos en aquella caminata, caminata prohibida por los pocos policías que allí había, inmóviles debajo del halo de luz que las farolas que en solo algunas esquinas aparecían. Su madre rió y suavemente, con paciencia, respondió; “Vivirás por siempre, a mi lado”. No pudo, simplemente sus ojos no le dejaron derramar aquella ácida lágrima. Ya no era el mismo, pero no había pasado tanto tiempo.

Las caminatas ya eran algo común en la vida de ellos dos, pero las palabras, eran una carencia. Sybil solo sonreía, marcando solo un poco su rostro casi petrificado. Florence le había visto, procuró haberle visto y Esprit no hizo más que esconderse, pero… ¿Por qué? ¿Por qué no dejar que su amada le viese? Quizás preguntaría por su ausencia, por la falta que le hacía a aquella dama ya embarazada, por haberse ausentado meses. No, no debía ser visto, ni por ella, ni por nadie. Su madre le veía desde el marco de su puerta de dormitorio, en una pequeña casa situada el norte del pequeño barrio. Esprit pensaba irse de Inglaterra, al menos por un tiempo y Sybill, leyó su mente. Preparó sus pertenencias en un perfecto baúl, fácil de transportar.

Los siglos pasaron, pero la muerte no se aproximaba, y el destino de Esprit ya estaba marcado. Al principio, sintió miedo… ¿vivir para siempre? ¿Y con qué propósito? Las damas iban y venían, su inteligencia colmaba a los residentes que frecuentaban a altas horas aquellos bares apestosos, dónde siempre había alguien que escuchaba cualquier cosa que le dijeran, y así, así de fácil, Esprit actuó – y actúa – la película de su vida. Su primer asesinato fue un 15 de Julio, en las cercanías de Borgoña. Una platinada dama de la realeza que hacía una parada en la poco llamativa Francia del 1708. Rápido. Las fechas se acumularon al transcurrir los años. 19 de Octubre, 1724; 23 de Enero, 1804.

“El que guarda, siempre tiene”

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-Datos Extras:

Suele andar con una pipa en la cual fuma tabaco. De vez en vez, se le puede ver teniendo problemas con ella, debido a que siempre descuida su tabaco, y este casi siempre está húmedo.
Odia a los malos actores
Escribe de vez en vez, siendo bastante bueno

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por **Nigel Quartermane** Jue Jul 29, 2010 8:16 pm

Ficha aceptada.
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Marling Esprit Blorktenkwrock

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Re: Marling Esprit Blorktenkwrock