Perdición [Rufus]

Estaba perdida. Sólo había querido escaparme de las afiladas miradas de mis mayordomos y respirar un poco de aire lejos de la contaminación de las prohibiciones y reglas que suponía estar en casa encerrada, sin mencionar lo cotillas que aquellos mencionados podían llegar a ser.
Había deambulado por la ciudad con una capa negra y un sencillo traje toda la noche buscando un sitio en donde o bien poder descansar un poco aunque fuera con una copa de vino sobre mi mesa que obviamente no tocaría. O bien en algún sitio silencioso donde poder dedicarme a la lectura de algún curioso y polvoriento libro de mi biblioteca personal. Sólo deseaba eso. Y sin embargo, sin haberme percatado, me había metido en aquel ruidoso y bullicioso lugar con lindas muchachas danzando y cantando por todos lados con largas plumas y hermosos corsés de encaje que posiblemente les dejarían respirar igual o menos que a mí mis sirvientes en mi hogar, dulce hogar.
Por fuera no me había llamado tanto la atención el lugar ni su apariencia. Lo había catalogado como una taberna más, pero no era así.
Odiaba eso...todo el mundo iba rozándose con todo el mundo. Era tan treméndamente molesto. Todos deseaban rozarse y poder tocar cuanto más, mejor, al igual que el dinero: cuanto más se pagara, mejor para el cliente. Al menos eso entendía de burdeles como aquel. Podía memorizar y reproducir innumerables versos y poemas pero no era capaz de articular una palabra en una situación así.
Mi vestido, negro y de velos recogidos y caídos en alternancia, resaltaba frente a los preciosos y cortos vestidos juveniles que hasta damas de considerable edad lucían sin disgusto. Mi pelo poco arreglado y cayendo en cascada hasta la cintura tampoco era una excepción de desentono frente a los hermosos recogidos y peinados variados que, como en una fiesta real, salían a lucirse engalanados con sus mejores joyas tales como diamantes falsos que aun así daban un toque de distinción a las mujeres que los portaban. La elegancia brillaba por su ausencia en muchas otras que aunque arregladas para "tal ocasión" sólo se divertían en sillones charlando con otros caballeros que no dudaban en sentarse a su más posible cercana vera.
Tengo que escapar de este sitio... Pensé buscando la salida que como en un laberinto se articulaba entre las innumerables curvas y cambios de sentido que debía tomar para esquivar a tanto bullicio. Cada cual tenía su camino y no necesitaban un sendero para seguirlo. Sin embargo el mío, difuso, se desdibujaba a cada paso que daba, haciéndome reconsiderarlo y volver atrás para de nuevo pensar en cómo alcanzar la salida de una sola carrera.
Me mordí el labio inferior con cierta frustración al ver que la puerta de salida, que se abría y cerraba continuamente, se burlaba de mí y mis intentos.

Disfrutaba en aquellos momentos enormemente de la compañía de aquellas féminas que compartían una buena bebida junto a mi, y que se dedicaban a acariciar mi rostro y mi cabello volviéndose cada vez mas cariñosas estas caricias y mas ardientes las miradas, hasta que de repente se apareció una interesante señorita que catalogué para mi mismo como “la señorita misteriosa” debido a que portaba una capa negra que apenas me dejaba adivinar su figura y que había pasado tan rápido que no me había dado tiempo a observarla atentamente.
-Qué extraño..~

Susurre para mí mismo mientras me levantaba del sillón en el que me encontraba sumido en mi tranquilidad y perseguí a “la señorita misteriosa”. Cuando llegué a ella me pegué a su espalda y susurré en su oído mientras mis inquietas manos se posaban y acariciaban gentilmente su cintura, adivinándola bajo la capa..

-Por fin la veo clara y detenidamente mi estimada señorita misteriosa~

Reí levemente mientras le apartaba la capucha a aquella dulce mujercita de ojos azules y serenos.

-Usted y su enigmática presencia en este lugar me inquieta...y a la vez me atrae~

Sonreía complacido por la enmudecimiento y solo me dedicaba a seguir las leves curvas que mis manos conseguían adivinar sobre su capa.

-¿Por qué una dama como usted se encuentra por aquí, en estos lugares tan sola y exenta de una buena compañía~?, para mi, sería un placer ofrecérsela si me permitiese poder gozar de sus dotes~a cambio de una de mis pequeñas riquezas~

Sonreí con orgullo, relamiéndome lentamente los labios y los colmillos mientras aspiraba el aroma de mi posible siguiente inocente presa.

Me sobresalté, ¿cómo describirlo? Horriblemente al sentir unas manos sobre mis caderas. Era seguro pero delicado, suave a la vez que desagradable a mi gusto. Toda esta situación era nueva y me quedé sin palabras al oir esas palabras que parecían arrinconarme hacia un precipicio.
Ciertamente no llevaba escolta, ¿Para qué llevarla? Ahora entendía por qué mis mayordomos cuidaban de que no me marchara sin decirles a dónde.
No podía verle más que de reojo debido a la postura pero el tono de su voz: seguro y sereno; y su pálida piel, la cual alcancé a ver al lanzar una furtiva mirada a sus manos nerviosa, me daban lugar a pensar en qué tipo de persona era mi nuevo "conocido", un caballero que sin duda había cometido un grave error al confundirme con una de las muchas cortesanas del lugar. ¡¿Y cómo había podido confundirse?! Pensé alarmada mientras un rubor impregnaba mis mejillas como el vino que se derrama y empapa un mantel blanco en una cena.
No sabía exactamente cómo responder a tales palabras en mi papel de dama el cual se escapaba entre mis labios al igual que mi respiración progresivamente más acelerada. Debía mantener la compostura, girarme y educadamente decirle a ese caballero que se había confundido y que mis "dotes" no eran para el beneficio de ningún hombre y menos por dinero.
En lugar de eso mi racionalidad y serenidad perpetua se vieron arrojadas por ese precipicio antes mencionado cuando asustada me giré dando un par de pasos hacia atrás buscando alejarme de su "cariñosa" opresión. Nada más tomar una postura más defensiva alejada aunque sólo un poco más de él, levanté la mano y dejé que esta fuera en dirección a su cara en un golpe seco.