Svetlana Metanova

Svetlana Metanova

Poderes

Descripción psicológica

Lujuria
Adicta, adicta al sexo, a los placeres carnales, a los orgasmos infinitos, al mundo en que la sumerge la pasión física. Adicta a la muerte, a la sangre, a la soledad. Adicta al lujo, a la buena vida. Adicta a sí misma. No hay reglas. Todo lo trasciende, como a la mismísima eternidad.

Gula
Su apetito es insaciable. Un humano, dos, tres, difícilmente se detenga cuando comienza con su cacería, jamás se llena, siempre quiere más y más, aunque sepa que es innecesario o irracional llegar hasta el extremo. Sabe controlarse, sólo que no lo desea. Completamente autodestructiva.

Avaricia
Manipuladora. Codiciosa. Todo lo que anhela lo obtiene, no piensa en las consecuencias, sólo en la acumulación de riquezas, en su propio beneficio. Se sabe poderosa, sabe que ha ido más allá de lo conocido, y se siente inalcanzable. No para, simplemente, acelera.

Pereza
Hubo una vez una joven que confió en la voluntad de Dios. Esa joven está tan muerta como los deseos de Svetlana de ser redimida, de ser salvada. Siente aversión por la religión, se alejó completamente de ella, por el hecho de quitarle tiempo para disfrutar de sí misma. Nunca hará lo que le digan, no se atará nunca a los mandatos divinos.

Ira
Su temperamento desmedido la arrastra en las oscuras mareas de la vehemencia. El odio que acumula ante las vivencias, el odio hacia todo aquello que perdió, hacia aquello que nunca obtendrá, hacia todas las criaturas que no se sometan a sus caprichos, hacia el ser que la volvió lo que es ahora, hacia ese mismo odio irracional que cuando se desata la hace perder lo único que posee y lo que la ha dejado sobrevivir: su autocontrol.

Envidia
Ella desea todo lo que se ajusta a sí misma y que otros pueden tenerlo. Y a pesar de tenerse sobrevaluada, su tendencia a ver y medir a los demás, la conduce por ese camino de querer, obtener y privar al otro de eso que pudo quitarle, para luego desecharlo, pues algo nuevo siempre vendrá.

Soberbia
Su favorito. Svetlana y su altísimo ego, su infinito amor propio, la sobrevaloración de sí misma, su costumbre a observar a todos desde arriba, de devaluar al contexto, a los seres, a la vida, a la muerte, a Dios y al Diablo. Está convencida de ser inigualable, de que nadie debe decirle qué hacer o qué decir, porque todo lo sabe. No acepta las críticas, ni siquiera que las piensen. Su orgullo es su mayor arma, su espada, su principio y su fin. Una sola persona logró despojarla por completo de él y pagará las consecuencias hasta el final de los días. Engreída, vanidosa, busca la manera de llamar la atención no sólo con su belleza, si no, con su arrolladora personalidad.

Historia

La pelota rodó por el jardín y la pequeña de cabellos rojos como el fuego corrió tras ella riendo sin cesar. Sus piernitas aceleraban su paso más y más, hasta que la casa quedó a metros de distancia. Podía escuchar a su madre llamándola, y cuando volteó, la vio sonreír y agitar la mano derecha. Tomó el objeto entre sus manos y emprendió la vuelta dando saltitos sin perder de vista a su mamá, que la esperaba balanceando al bebé que le acababa de alcanzar la niñera. Pudo distinguir la silueta de su padre, que la observaba con sus lentes sobre la nariz desde la ventana de su despacho en el segundo piso de la mansión. Esa fue la última visión feliz de Svetlana, frente a sus ojos, el hogar que había conocido, ardió en llamas, explotó y se fue consumiendo lentamente. Ella quedó tirada y no fue alcanzada por el fuego, el cochero, que justo regresaba, la socorrió, alzándola y llevándola lejos de allí.

Tenía solamente cinco años cuando su mundo se derrumbó por completo. Huérfana, no vivió mucho tiempo junto a su hermano mayor, que se había casado hacía pocos meses y se había marchado de la casa. Él, y la hermana que le seguía, no demoraron mucho en tomar la decisión de que se instalase en un colegio pupilo, ellos estaban comenzando a formar sus familias, y no tenían tiempo para hacerse cargo de la tercera de los cuatro hijos del reconocido duque de Varsovia y su mujer.

Fueron tristes y solitarios los once años que pasó confinada en un convento. Sus hermanos sólo la visitaban una vez cada uno, pero se encargaban de que nada le faltara, sólo el amor y la familia. La educación fue muy estricta, pero lograron que Svetlana, luego de siete años, recobrara el habla. Era poco lo que decía, pero era una joven sumisa, inteligente y cooperadora. Jamás dio un problema, salvo hasta el día de su cumpleaños número dieseis, que Hélène y Aleksandr, la retiraron del sitio casi a rastras, ya que debía ir a cumplir el compromiso que su difunto padre había arreglado. Contraería matrimonio con el hijo de un noble, y a pesar de que gritó y dijo que se iba a dedicar a la vida religiosa, no pudo contradecir el mandato que se había sellado cuando ella era sólo una pequeña. Con el tiempo descubriría que el momento en que su padre miraba por la ventana, instantes antes de morir, había deshecho el trato, pero sus hermanos, cansados de hacerse cargo de los gastos y de administrar su herencia, hicieron caso omiso de la anulación y la terminaron condenando. Luego, los bastardos, pagarían cara su traición.

No resultó ser tan malo. Descubrió que el muchacho estaba casi tan asustado como ella, que luego de casarse el marido y la mujer hacen el amor, que la primera vez es muy dolorosa, pero que con el correr de los días se descubren otras emociones y otros placeres. También descubrió que no era tan malo dirigir una casa y que pensar en hijos la emocionaba cada día más. Pero el tiempo empezó a pasar y los hijos no llegaban. ¿Algo en ella no funcionaba? ¿Era su esposo el problema? Las peleas comenzaron, cada uno echándole la culpa al otro de no concebir herederos, y así fue como se dejó seducir por un supuesto caballero. Primero empezó a aceptar sus regalos y a esconderlos de su cónyuge, cuando lo encontraba en algún baile dejaba que la acercara a su cuerpo más de lo debido, hasta que una noche, cuando en una fiesta todos estaban en sus asuntos, desaparecieron por el patio trasero y se dirigieron a la mansión de él. Allí tuvieron sexo, mucho sexo, como nunca creyó que podría tener, con violencia, cargado de enfado y de culpas. Svetlana tenía la esperanza de quedar embarazada, y así saber que ella no era la que tenía un problema, pero sus ilusiones se dieron de bruces contra el suelo, cuando él reveló su identidad. Era un vampiro, no pudo huir, él se alimentó de ella hasta su último gramo de consciencia, después, todo fue oscuridad. Cuando despertó, descubrió que estaba sola, que tenía una necesidad insostenible de beber sangre humana y que su pasado era borroso y confuso, que las situaciones que la habían llevado a donde estaba, estaban completamente distorsionadas.

Pasó tiempo perdida, vagando sin rumbo y escondiéndose para pasar la noche, un día llegó a la que había sido su casa, y descubrió a su esposo con otra mujer. Escuchó la conversación que tuvieron luego del acto amatorio, se burlaban de ella, la creían muerta –técnicamente, lo estaba-, la rubia se pavoneaba de que fue la amante durante tres años y Svetlana nunca se había dado cuenta. “Pobre chiquilla ilusa…” la escuchó decir antes de que se tocara el vientre levemente abultado, esperaba un hijo, el hijo que nunca había podido concebir. Fue la última vez que lloró, y presa de la ira, se precipitó en la habitación. Primero la descuartizó a la mujer, la despojó lentamente de cada miembro de su cuerpo, frente a la mirada atónita del hombre. Y luego fue el turno de éste, lo obligó a que le hiciera el amor, para luego arrancarle su miembro viril, entre insultos, lo fue asesinando lentamente, sacándole pedazos de piel, órganos, y dejarlo moribundo, para que se fuera lenta y dolorosamente.

Fue un gran impacto, y la confusión volvió a su cabeza. El momento en que mató a sus hermanos y a sus familias, se tornó inverosímil por la manera en que se había dado, o por la forma que los objetos tomaban en su recuerdo. Nuevamente perdió el rumbo, y no supo exactamente por cuanto tiempo, pero terminó encontrándose con un vampiro, al cual acusó de haberla hecho lo que era. Habían pasado cerca de cincuenta años, y comenzó a seguirlo, primero en las sombras y luego sin esconderse. Lo odiaba, con todo lo que era y más, sin embargo, nunca pudo si quiera intentar matarlo, no sólo por el hecho de saber que sería una empresa difícil, si no, porque era la única compañía que tenía, a pesar de todo.

Datos Extra

• Adora acumular joyas y objetos de valor.
• Siempre crea diferentes personajes para envolver a sus víctimas, disfruta de las emociones de los humanos.
• Su gran deseo es convertirse en actriz.
• Su creador es el Rey de los Países Bajos. Sueña con asesinarlo.

Creado por Frozen •