AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Clandestino [Privado]
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Clandestino [Privado]
"Al final de la noche, dudo que te recuerde"
Las últimas dos semanas, la mujer de castaños y largos cabellos, había podido tener lucidez. No tenía alucinaciones, y recordaba a cada momento que los pequeños con los que vivía, eran importantes para ella. O al menos uno era de su misma sangre. Había tenido días suficientes, disfrutando de la realidad, de los buenos tratos, y de la alegría de poder controlarse ella misma, sin que nadie interfiriera con su mente. Ella sabía que algo estaba mal, estaba consiente que alguien hacía algo para arruinarle su vida. Se sentía un títere, y nada podía hacer, pues poco conocimiento tenía de la vida de los sobrenaturales, aunque para su buena suerte, estaría por comprender de ellos, de quitarse la venda de los ojos.
Esa mañana, después de tantos buenos momentos, su temperamento y realidad se había distorsionado de nuevo. Se levantó con esa aura oscura, ignorando a todo aquel que estuviera a su alrededor, y centrándose en su sola persona. La sensualidad no salía simplemente de manera natural, ella misma le agregaba un toque especial para enganchar a quien se le cruzara enfrente. En ocasiones cómo esas sacaba provecho de su belleza, y cualquiera lo haría poseyendo una belleza tan impactante cómo la de ella, no quería estar en casa, no quería soportar a esos dos niños llorones, necesitaba recibir buenos tratos, atenciones completas, y que calmaran el deseo que se había despertado con ella esa mañana, pues su cuerpo le exigía placer.
Después de tomar el té, decidió revisar toda la correspondencia, las notas de pago, y las cartas de conocidos, dejar todo aquello terminado para poder distraerse en otras cosas; se adentró a su estudio, vertió un poco del mejor alcohol a una de las copas de cristal, y con la copa en la mano, se sentó frente al escritorio, y poco a poco fue deshaciendo los papeles, hasta que una nota particular llamó su atención. Un sobre pequeño, con un selló de color negro, aquel color indicaba la clandestinidad de las acciones, los eventos que sólo unos cuantos privilegiados pueden ser invitados, y ella había sido requerida.
Se había enfundado en un vestido color vino. Sus cabellos habían sido recogidos, y sus labios tenían un carmín intenso. Filippa se veía hermosa, radiante, y muy excitante. Seguramente robaría muchas miradas aquella noche; bastó sólo una señal con la mano para que su chofer le abriera la puerta del carruaje y la ayudara a bajar. Le dio indicaciones casi en un susurro y se movieron con rapidez hasta esa zona prohibida. Se veía desolado, en medio del bosque, en medio de la nada, pero en realidad un sin fin de personas se encontraban en aquella gran estructura. ¿Qué sorpresas le daría aquella noche a Filippa? ¿En que problemas se metería?
Sólo bastó un pequeño golpe para que la puerta se abriera. Entregó la invitación al recepcionista, y enseguida la dejaron pasar. Al caminar varios meseros se encargaron de ofrecerle bebidas, y alguno que otro aperitivo. Sus ojos iban y venían por todo el lugar, analizando cada detalle, cada actividad que se realizaba. Se limitó a ir directamente al salón donde la música provenía, y ahí, se sentó en una de las mesas principales. Un vaso de whisky estaba ya frente a ella, el espectáculo estaba por comenzar, un joven "mago", que deleitaría a las personas, quien jugueteaba con palabras altisonantes, que buscaba causar deseo en las mentes de la ausencia. Ella sonreía cómplice de las palabras del anfitrión, mientras su mirada se desviaba a la mesa de junto, un hombre había llamado su atención, y lo miraba de forma disimulada.
Esa mañana, después de tantos buenos momentos, su temperamento y realidad se había distorsionado de nuevo. Se levantó con esa aura oscura, ignorando a todo aquel que estuviera a su alrededor, y centrándose en su sola persona. La sensualidad no salía simplemente de manera natural, ella misma le agregaba un toque especial para enganchar a quien se le cruzara enfrente. En ocasiones cómo esas sacaba provecho de su belleza, y cualquiera lo haría poseyendo una belleza tan impactante cómo la de ella, no quería estar en casa, no quería soportar a esos dos niños llorones, necesitaba recibir buenos tratos, atenciones completas, y que calmaran el deseo que se había despertado con ella esa mañana, pues su cuerpo le exigía placer.
Después de tomar el té, decidió revisar toda la correspondencia, las notas de pago, y las cartas de conocidos, dejar todo aquello terminado para poder distraerse en otras cosas; se adentró a su estudio, vertió un poco del mejor alcohol a una de las copas de cristal, y con la copa en la mano, se sentó frente al escritorio, y poco a poco fue deshaciendo los papeles, hasta que una nota particular llamó su atención. Un sobre pequeño, con un selló de color negro, aquel color indicaba la clandestinidad de las acciones, los eventos que sólo unos cuantos privilegiados pueden ser invitados, y ella había sido requerida.
Se había enfundado en un vestido color vino. Sus cabellos habían sido recogidos, y sus labios tenían un carmín intenso. Filippa se veía hermosa, radiante, y muy excitante. Seguramente robaría muchas miradas aquella noche; bastó sólo una señal con la mano para que su chofer le abriera la puerta del carruaje y la ayudara a bajar. Le dio indicaciones casi en un susurro y se movieron con rapidez hasta esa zona prohibida. Se veía desolado, en medio del bosque, en medio de la nada, pero en realidad un sin fin de personas se encontraban en aquella gran estructura. ¿Qué sorpresas le daría aquella noche a Filippa? ¿En que problemas se metería?
Sólo bastó un pequeño golpe para que la puerta se abriera. Entregó la invitación al recepcionista, y enseguida la dejaron pasar. Al caminar varios meseros se encargaron de ofrecerle bebidas, y alguno que otro aperitivo. Sus ojos iban y venían por todo el lugar, analizando cada detalle, cada actividad que se realizaba. Se limitó a ir directamente al salón donde la música provenía, y ahí, se sentó en una de las mesas principales. Un vaso de whisky estaba ya frente a ella, el espectáculo estaba por comenzar, un joven "mago", que deleitaría a las personas, quien jugueteaba con palabras altisonantes, que buscaba causar deseo en las mentes de la ausencia. Ella sonreía cómplice de las palabras del anfitrión, mientras su mirada se desviaba a la mesa de junto, un hombre había llamado su atención, y lo miraba de forma disimulada.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 05/11/2012
Re: Clandestino [Privado]
Una noche conocí a una tal Filippa Tumminelli. Se trataba de una joven mujer de procedencia italiana, de largos y castaños cabellos, piel tostada y unos ojos verdes, grandes y expresivos, que eran capaces de hechizar a cualquiera. En efecto, se trataba de una mujer atractiva que fácilmente podía hacer perder la cabeza a cualquier hombre, o casi a cualquier hombre, excepto a mí, tal vez porque yo ya no podía ser catalogado como tal. Y aún así, la encontré atractiva desde el primer momento que la vi, pero no fue su belleza lo que me llevó a buscarla y perseguirla, fue otra cosa. Tuve fuertes razones para hacer lo que hice y en ningún momento me sentí culpable de ello. Tal vez suene extraño que lo diga pero, desde el primer instante en que visualicé su rostro, esa calurosa noche de verano, supe que la conocía de algún lado, que algo me unía a ella. Pero, ¿qué? ¿Cómo? Ese era el gran secreto por descubrir, la razón de todo. Tenía que descifrar el enigma que encerraba esa mujer, y no descansaría hasta lograrlo.
Antes de nuestro encuentro la estuve rastreando durante una semana entera. La visité todas las noches a la misma hora, y oculto entre las sombras, la observé durante horas desde la calle, con mis ojos cristalinos y ese algo maligno que caracteriza a todos los de nuestra clase. En ningún momento me acerqué, me limité a verla realizar sus actividades normales y, cuando la madrugada llegaba y ella se sentaba al pie de la ventana de la sala, yo me acercaba un poco, para observarle a través del cristal.
Por mi mente cruzó muchas veces la idea de hacer las cosas de la manera más sencilla: tocar a su puerta e irrumpir en su hogar para cuestionarle todas las dudas que me asaltaban, pero a la larga me di cuenta de que tal cosa no ayudaría en absoluto y que solamente lograría ponerla en mi contra, que me vería como a un intruso invadiendo su espacio, un bandido queriendo lastimarla. Por eso me decidí por algo un poco más… romántico. Le envié una carta, una invitación a una de las fiestas cuyos anfitriones eran ni más ni menos que los dos vampiros a quienes yo servía desde dos años atrás, mis mentores. No firmé la misiva, únicamente le di indicaciones precisas y esperé que ella estuviera lo suficientemente aburrida la noche en que se celebraría la reunión, para que acudiera y finalmente se suscitara ese esperado encuentro.
La vi llegar a la fiesta justo a tiempo. Envuelta en un vestido entallado de color vino robó al instante todas las miradas de los presentes, incluida la mía. No fui capaz de distinguir ni una sola gota de inseguridad en su rostro, se mostraba confiada, segura de sí misma y quizás hasta orgullosa de lo que sabía que era, de lo que sabía era capaz de despertar en otros. La observé desde lejos sonreír a más de un extraño y finalmente dirigirse hasta la habitación donde el espectáculo del gran mago estaba por comenzar. La seguí, y me senté justamente a su lado. La distancia entre nosotros era tan breve y mi olfato tan agudo, que su aroma me pegó de golpe y al instante deduje que su sangre era deliciosa, o al menos eso era lo que su olor me decía. Antes de decidirme a hablar, di un sorbo a mi copa de vino tinto, un acto innecesario pues que más de la mitad de los presentes en esa reunión eran seres oscuros como yo, y por obvias razones, disimular mi verdadera naturaleza estaba de más.
—Me alegra que haya aceptado la invitación —decidí iniciar nuestra conversación de esa noche revelándole que había sido yo el atrevido que la había conducido hasta ese sitio. Mantuve mi vista puesta al frente mientras le hablaba, intentando disimular un poco la inmensa curiosidad que me poseía desde hacia siete días—. Me temo que he elegido un sitio peligroso para usted. Le recomiendo quedarse junto a mí, mientras lo haga nadie se atreverá a tocarla, sólo tiene que fingir que soy su vampiro. —No estuve seguro de si ella sabría a qué me refería exactamente. ¿Tendría conciencia de que los humanos no eran los únicos seres que habitaban la tierra? ¿Le asustaría saber que esa fiesta en la que nos encontrabamos, más entrada la noche, terminaría por convertirse en un inocente festín de sangre, donde los pocos humanos presentes ofrecerían, por desición propia, su sangre a los vampiros con el fin de crear vínculos y obtener algo a su conveniencia? Algo en ella, en su forma de moverse y sonreír, de beber de su copa, me hacía sospechar que no estaba tratando con una mujer que no se sorprendía fácilmente.
Antes de nuestro encuentro la estuve rastreando durante una semana entera. La visité todas las noches a la misma hora, y oculto entre las sombras, la observé durante horas desde la calle, con mis ojos cristalinos y ese algo maligno que caracteriza a todos los de nuestra clase. En ningún momento me acerqué, me limité a verla realizar sus actividades normales y, cuando la madrugada llegaba y ella se sentaba al pie de la ventana de la sala, yo me acercaba un poco, para observarle a través del cristal.
Por mi mente cruzó muchas veces la idea de hacer las cosas de la manera más sencilla: tocar a su puerta e irrumpir en su hogar para cuestionarle todas las dudas que me asaltaban, pero a la larga me di cuenta de que tal cosa no ayudaría en absoluto y que solamente lograría ponerla en mi contra, que me vería como a un intruso invadiendo su espacio, un bandido queriendo lastimarla. Por eso me decidí por algo un poco más… romántico. Le envié una carta, una invitación a una de las fiestas cuyos anfitriones eran ni más ni menos que los dos vampiros a quienes yo servía desde dos años atrás, mis mentores. No firmé la misiva, únicamente le di indicaciones precisas y esperé que ella estuviera lo suficientemente aburrida la noche en que se celebraría la reunión, para que acudiera y finalmente se suscitara ese esperado encuentro.
La vi llegar a la fiesta justo a tiempo. Envuelta en un vestido entallado de color vino robó al instante todas las miradas de los presentes, incluida la mía. No fui capaz de distinguir ni una sola gota de inseguridad en su rostro, se mostraba confiada, segura de sí misma y quizás hasta orgullosa de lo que sabía que era, de lo que sabía era capaz de despertar en otros. La observé desde lejos sonreír a más de un extraño y finalmente dirigirse hasta la habitación donde el espectáculo del gran mago estaba por comenzar. La seguí, y me senté justamente a su lado. La distancia entre nosotros era tan breve y mi olfato tan agudo, que su aroma me pegó de golpe y al instante deduje que su sangre era deliciosa, o al menos eso era lo que su olor me decía. Antes de decidirme a hablar, di un sorbo a mi copa de vino tinto, un acto innecesario pues que más de la mitad de los presentes en esa reunión eran seres oscuros como yo, y por obvias razones, disimular mi verdadera naturaleza estaba de más.
—Me alegra que haya aceptado la invitación —decidí iniciar nuestra conversación de esa noche revelándole que había sido yo el atrevido que la había conducido hasta ese sitio. Mantuve mi vista puesta al frente mientras le hablaba, intentando disimular un poco la inmensa curiosidad que me poseía desde hacia siete días—. Me temo que he elegido un sitio peligroso para usted. Le recomiendo quedarse junto a mí, mientras lo haga nadie se atreverá a tocarla, sólo tiene que fingir que soy su vampiro. —No estuve seguro de si ella sabría a qué me refería exactamente. ¿Tendría conciencia de que los humanos no eran los únicos seres que habitaban la tierra? ¿Le asustaría saber que esa fiesta en la que nos encontrabamos, más entrada la noche, terminaría por convertirse en un inocente festín de sangre, donde los pocos humanos presentes ofrecerían, por desición propia, su sangre a los vampiros con el fin de crear vínculos y obtener algo a su conveniencia? Algo en ella, en su forma de moverse y sonreír, de beber de su copa, me hacía sospechar que no estaba tratando con una mujer que no se sorprendía fácilmente.
Christos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 19/03/2012
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Re: Clandestino [Privado]
Sus ojos no se despegaban de la mesa que se encontraba a su lado. Era extraño para ella, pero sentía una especie de magnetismo, podía notar la intensidad de unos ojos masculinos al observarla, pero no era una mirada de deseo carnal, algo más había en esa expresión que no pudo descifrar. Recordó que sólo una vez había sentido esa misma atracción, sin contar claro, una especie de intimidación, pero aquello lo había sabido manejar de la mejor manera, porque ella, incluso en aquella época dónde su sexo no tenía voz ni voto, no se podía dejar hacer menos. La vida le había dado duro en innumerables ocasiones, eso le había forjado carácter. Ni siquiera el mismo demonio caminando en la tierra la doblegaría, o al menos eso era lo que creía. Esa era la razón del porqué no se dejaba intimidar por esa mirada, por eso no dejaba de lado su descaro. Si alguien tenía la osadía de observarla, tendría que tener el valor suficiente para encararla, pero en ese lugar quizás tenían su mismo temperamento, tal vez esperaban que la mujer diera el primer paso, cosa que definitivamente no haría. La noche en definitiva le pintaba para algo interesante.
La poca concentración que la castaña tenía a su alrededor, la hizo sobresaltarse cuando escuchó una voz grave. Respingó al instante, su juego de miradas se había interrumpido, cosa que le hizo formar una mueca torcida en el rostro. Giró con suavidad, incluso el susto no le quitaría su sensualidad y su elegancia mezclada. Arqueó una ceja al observar a Christos, le pareció demasiado irónico, pues era precisamente en quien pensaba al encontrarse con aquella mirada de minutos antes. Su sonrisa se desvaneció, mostrando ahora una sonrisa torcida y mordaz. Escuchó con atención sus palabras, ignorando todo murmuro a su alrededor, ignorando al distinguido mago que estaba a punto de hacer su presentación. Le fue inevitable arquear una ceja, la última palabra le pareció peculiar. Sólo había leído de vampiros en algunos libros, se le hacía imposible creer que existieran, pero entonces decidió seguirle el juego, tal vez la reunión se trataba de simular el fetiche de alguien, quizás a su compañero de mesa le gustaba creerse una criatura como tal, o quizás lo era.
- ¿Le gusta hacerse el misterioso, Christos? Lo tenía catalogado como un hombre de seriedad, no me imaginaba que le gustaba jugar a las escondidas, lo cual me hace ver una faceta distinta, y me parece entretenida - Le dedico una sonrisa coqueta, que pronto se desvaneció - ¿Qué tan peligroso puede ser el lugar? - Comentó de forma sarcástica, acercándose de forma peligrosa a su rostro, todo con el pretexto de ser mejor escuchada de forma clara. - Si ha puesto demasiado esmero en la reunión, no creo que precisamente busque ponerme en peligro, usted debe desear algo más de mi, lo que no puedo descifrar es lo que desea. - Le miró a los ojos, sintiendo cómo esa mirada la hacía sentir un poco pequeña, vulnerable, descubierta. Aquellos ojos le llamaban demasiado la atención, se preguntaba ¿qué escondía Christos detrás de ellos? Porque incluso en medio de tanta seguridad podía notar ¿vacío? ¿tristeza? Todo eso le daba curiosidad, se empeñaría a descubrirlo.
- ¿Desea mi sangre, señor vampiro? - Mencionó relamiéndose los labios, muy entretenida. - ¿Es acaso un pretexto para tenerme cerca? - No podía dejar de mirarle, Filippa sentía una especie de fascinación, en su primer encuentro recordaba haber sido una mujer atrevida, demasiado coqueta, pero aquel hombre apenas parecía mover un pelo. Quizás estaba tratando con un hombre que sentía indiferencia por las mujeres, de esos que preferían a los de su mismo sexo pero preferían ocultarlo con la compañía de una bella dama. Todo podía pasar, o todo podía ser probable, pero la castaña tenía la esperanza de que en realidad no estuviera tratando con un hombre así, que quizás llegue a caer bajo sus encantos, sacarle un poco de provecho para favores futuros. Todo lo que ella hacía buscaba sacar beneficios, nada tenía una excepción.
- ¿Y bien? ¿Para qué me necesita? - Preguntó entretenida. Regresando a su posición anterior, girando su rostro para centrar su completa atención al hombre que estaba proporcionado el entretenimiento. Filippa ya no tenía el mismo interés en aquel acto, ahora estaba demasiado curiosa, intrigada por la "mágica" aparición de Christos en el mismo lugar. ¿Qué deseaba de ella? El primer encuentro no había sido demasiado profundo, él incluso apenas había dicho algunas palabras, ella había sido pájaro parlanchín. Aquella ocasión la mujer estaba en un estado menos agresivo, esperaba que él en definitiva no notara sus cambios tan bruscos.
La poca concentración que la castaña tenía a su alrededor, la hizo sobresaltarse cuando escuchó una voz grave. Respingó al instante, su juego de miradas se había interrumpido, cosa que le hizo formar una mueca torcida en el rostro. Giró con suavidad, incluso el susto no le quitaría su sensualidad y su elegancia mezclada. Arqueó una ceja al observar a Christos, le pareció demasiado irónico, pues era precisamente en quien pensaba al encontrarse con aquella mirada de minutos antes. Su sonrisa se desvaneció, mostrando ahora una sonrisa torcida y mordaz. Escuchó con atención sus palabras, ignorando todo murmuro a su alrededor, ignorando al distinguido mago que estaba a punto de hacer su presentación. Le fue inevitable arquear una ceja, la última palabra le pareció peculiar. Sólo había leído de vampiros en algunos libros, se le hacía imposible creer que existieran, pero entonces decidió seguirle el juego, tal vez la reunión se trataba de simular el fetiche de alguien, quizás a su compañero de mesa le gustaba creerse una criatura como tal, o quizás lo era.
- ¿Le gusta hacerse el misterioso, Christos? Lo tenía catalogado como un hombre de seriedad, no me imaginaba que le gustaba jugar a las escondidas, lo cual me hace ver una faceta distinta, y me parece entretenida - Le dedico una sonrisa coqueta, que pronto se desvaneció - ¿Qué tan peligroso puede ser el lugar? - Comentó de forma sarcástica, acercándose de forma peligrosa a su rostro, todo con el pretexto de ser mejor escuchada de forma clara. - Si ha puesto demasiado esmero en la reunión, no creo que precisamente busque ponerme en peligro, usted debe desear algo más de mi, lo que no puedo descifrar es lo que desea. - Le miró a los ojos, sintiendo cómo esa mirada la hacía sentir un poco pequeña, vulnerable, descubierta. Aquellos ojos le llamaban demasiado la atención, se preguntaba ¿qué escondía Christos detrás de ellos? Porque incluso en medio de tanta seguridad podía notar ¿vacío? ¿tristeza? Todo eso le daba curiosidad, se empeñaría a descubrirlo.
- ¿Desea mi sangre, señor vampiro? - Mencionó relamiéndose los labios, muy entretenida. - ¿Es acaso un pretexto para tenerme cerca? - No podía dejar de mirarle, Filippa sentía una especie de fascinación, en su primer encuentro recordaba haber sido una mujer atrevida, demasiado coqueta, pero aquel hombre apenas parecía mover un pelo. Quizás estaba tratando con un hombre que sentía indiferencia por las mujeres, de esos que preferían a los de su mismo sexo pero preferían ocultarlo con la compañía de una bella dama. Todo podía pasar, o todo podía ser probable, pero la castaña tenía la esperanza de que en realidad no estuviera tratando con un hombre así, que quizás llegue a caer bajo sus encantos, sacarle un poco de provecho para favores futuros. Todo lo que ella hacía buscaba sacar beneficios, nada tenía una excepción.
- ¿Y bien? ¿Para qué me necesita? - Preguntó entretenida. Regresando a su posición anterior, girando su rostro para centrar su completa atención al hombre que estaba proporcionado el entretenimiento. Filippa ya no tenía el mismo interés en aquel acto, ahora estaba demasiado curiosa, intrigada por la "mágica" aparición de Christos en el mismo lugar. ¿Qué deseaba de ella? El primer encuentro no había sido demasiado profundo, él incluso apenas había dicho algunas palabras, ella había sido pájaro parlanchín. Aquella ocasión la mujer estaba en un estado menos agresivo, esperaba que él en definitiva no notara sus cambios tan bruscos.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 05/11/2012
Re: Clandestino [Privado]
La reacción de Filippa no me sorprendió del todo. Como he dicho antes, desde el primer momento en que cruzamos nuestra mirada en nuestro primer encuentro, pude notar que no era una mujer lo suficientemente común, en absoluto. Y ahora su forma de actuar me lo confirmaba. En ningún momento se mostró sorprendida o temerosa ante la confesión de mi naturaleza y de la de todos los que la rodeaban, tenía más bien ese ya conocido gesto de incredulidad que suelen mostrar esos que, o son valientes, o en su defecto muy ingenuos. Pero yo dudaba que Filippa fuera ingenua, quizá era valiente, tal vez mucho más de lo que yo había visto en una humana.
Sus juegos no me hicieron sentir tentado en ningún momento. El tono sensual que utilizó para preguntarme si era su sangre lo que deseaba, su claro y natural coqueteo que la caracterizaba y se impregnaba inconcientemente en cada uno de sus movimientos, no logró perturbarme o moverme un pelo. Yo siempre había sido un vampiro lo suficientemente capaz de contenerme ante las tentaciones de la vida, así se tratara de placeres humanos o sobrenaturales. Me contuve, lo suficiente como para hacerle creer que carecía de sentimientos de cualquier índole. Di el último sorbo ami bebida y finalmente la abandoné sobre la mesa y me puse de pie, no sin antes acomodar mi traje para no arruinar mi porte de seriedad y formalidad absoluta.
—Aquí no —me limité a responderle. Y, sin previo aviso o girarme siquiera para que ella corroborara que era ella a quien le hablaba, di media vuelta, abandoné la habitación y emprendí el camino hasta el pasillo más largo de la residencia donde se llevaba a cabo la celebración. Caminé sin volver a girarme, con pasos lentos y seguro de que ella me seguiría. Tenía que hacerlo. Debía hacerlo. Era una mujer lo suficientemente curiosa como para quedarse con la intriga de saber qué había sido la verdadera razón que me había orillado a invitarle y propiciar nuestro encuentro.
Llegué hasta el fondo del pasillo y me planté frente a una imponente puerta de ébano que mostraba intrigantes figurillas majestuosamente talladas a mano. Y entré. Abrí la puerta y esperé detrás de ella para que Filippa pudiera adentrarse conmigo. Cuando lo hizo puse el cerrojo con la intención de que nadie osara a interrumpirnos. Entonces, nuevamente le di la espalda y me dirigí hasta una pequeña barra de donde tomé un vaso de cristal y mientras lo llenaba de cubos de hielo, decidí que era el momento justo para retomar nuestra esperada conversación.
—Christos —la cité sin muchos preámbulos, sin ningún tono en particular en mi voz—. Sí, así es como me llaman y sin embargo ese nombre no me dice nada, no significa nada para mí. No es mi verdadero nombre —rellené el vaso con un nuevo whisky, uno de más fina procedencia. Mientras, evocaba en mi mente a Aria Bergström, la mujer que, al desconocer todo pasado sobre mí, me había bautizado con ese nombre, con la misma ilusión de una dama que elige un nombre para su nuevo cachorro—. Mi verdadero nombre… —giré sobre mis propios talones para dirigirme a ella y ofrecerle la bebida que había preparado para ella con esmero. La deposité en su mano y mis dedos rozaron los suyos— está aquí, junto a todos mis demás recuerdos, encapsulados, ajenos —con mi mano señalé mi cabeza, confesándole con ese simple gesto mi incapacidad para recordar mi pasado, y, aunque me mostré tranquilo ante la idea, lo cierto es que tal hecho empezaba a impacientarme, a hacerme sentir verdaderamente molesto y ansioso. Su silencio me corroboró que no entendía nada de lo que decía, lo cual era bastante lógico.
—Beba, hágalo tranquila que no la he hecho venir para beber su sangre —di dos pasos al frente y la orillé a sentarse sobre un cómodo sillón de cuero negro— lo que quiero de usted es que me diga exactamente quién es usted y quién es uno de los niños con el que la he visto varias veces, el de la pequeña cicatriz en la mejilla. Y espero que entienda que no saldrá de aquí hasta que no me lo haya dicho —luego me posé frente a ella y la miré fijamente a los ojos, sin pestañear en una sola ocasión. Sólo entonces decidí cambiar mi tono de voz por uno más exigente y decidido. Lo que deseaba es que ella entendiera que no tenía escapatoria—. ¿Quién es? ¿Es su hijo? Dígamelo todo —me refería, por supuesto, a un niño en especial, al de que tenía unos tres o cuatro años de edad, el de cabello castaño y ojos azules, al de sonrisa cálida que había logrado derretir y activar algo dentro de mí que no lograba explicarme. Algo en mi ser me decía que ese niño tenía algo especial, algo que lo ligaba a mí porque era la única explicación a lo que me hacía sentir, y yo tenía que descubrirlo.
Sus juegos no me hicieron sentir tentado en ningún momento. El tono sensual que utilizó para preguntarme si era su sangre lo que deseaba, su claro y natural coqueteo que la caracterizaba y se impregnaba inconcientemente en cada uno de sus movimientos, no logró perturbarme o moverme un pelo. Yo siempre había sido un vampiro lo suficientemente capaz de contenerme ante las tentaciones de la vida, así se tratara de placeres humanos o sobrenaturales. Me contuve, lo suficiente como para hacerle creer que carecía de sentimientos de cualquier índole. Di el último sorbo ami bebida y finalmente la abandoné sobre la mesa y me puse de pie, no sin antes acomodar mi traje para no arruinar mi porte de seriedad y formalidad absoluta.
—Aquí no —me limité a responderle. Y, sin previo aviso o girarme siquiera para que ella corroborara que era ella a quien le hablaba, di media vuelta, abandoné la habitación y emprendí el camino hasta el pasillo más largo de la residencia donde se llevaba a cabo la celebración. Caminé sin volver a girarme, con pasos lentos y seguro de que ella me seguiría. Tenía que hacerlo. Debía hacerlo. Era una mujer lo suficientemente curiosa como para quedarse con la intriga de saber qué había sido la verdadera razón que me había orillado a invitarle y propiciar nuestro encuentro.
Llegué hasta el fondo del pasillo y me planté frente a una imponente puerta de ébano que mostraba intrigantes figurillas majestuosamente talladas a mano. Y entré. Abrí la puerta y esperé detrás de ella para que Filippa pudiera adentrarse conmigo. Cuando lo hizo puse el cerrojo con la intención de que nadie osara a interrumpirnos. Entonces, nuevamente le di la espalda y me dirigí hasta una pequeña barra de donde tomé un vaso de cristal y mientras lo llenaba de cubos de hielo, decidí que era el momento justo para retomar nuestra esperada conversación.
—Christos —la cité sin muchos preámbulos, sin ningún tono en particular en mi voz—. Sí, así es como me llaman y sin embargo ese nombre no me dice nada, no significa nada para mí. No es mi verdadero nombre —rellené el vaso con un nuevo whisky, uno de más fina procedencia. Mientras, evocaba en mi mente a Aria Bergström, la mujer que, al desconocer todo pasado sobre mí, me había bautizado con ese nombre, con la misma ilusión de una dama que elige un nombre para su nuevo cachorro—. Mi verdadero nombre… —giré sobre mis propios talones para dirigirme a ella y ofrecerle la bebida que había preparado para ella con esmero. La deposité en su mano y mis dedos rozaron los suyos— está aquí, junto a todos mis demás recuerdos, encapsulados, ajenos —con mi mano señalé mi cabeza, confesándole con ese simple gesto mi incapacidad para recordar mi pasado, y, aunque me mostré tranquilo ante la idea, lo cierto es que tal hecho empezaba a impacientarme, a hacerme sentir verdaderamente molesto y ansioso. Su silencio me corroboró que no entendía nada de lo que decía, lo cual era bastante lógico.
—Beba, hágalo tranquila que no la he hecho venir para beber su sangre —di dos pasos al frente y la orillé a sentarse sobre un cómodo sillón de cuero negro— lo que quiero de usted es que me diga exactamente quién es usted y quién es uno de los niños con el que la he visto varias veces, el de la pequeña cicatriz en la mejilla. Y espero que entienda que no saldrá de aquí hasta que no me lo haya dicho —luego me posé frente a ella y la miré fijamente a los ojos, sin pestañear en una sola ocasión. Sólo entonces decidí cambiar mi tono de voz por uno más exigente y decidido. Lo que deseaba es que ella entendiera que no tenía escapatoria—. ¿Quién es? ¿Es su hijo? Dígamelo todo —me refería, por supuesto, a un niño en especial, al de que tenía unos tres o cuatro años de edad, el de cabello castaño y ojos azules, al de sonrisa cálida que había logrado derretir y activar algo dentro de mí que no lograba explicarme. Algo en mi ser me decía que ese niño tenía algo especial, algo que lo ligaba a mí porque era la única explicación a lo que me hacía sentir, y yo tenía que descubrirlo.
Christos- Vampiro Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
Todos, sin exagerar, cada uno de los hombres que pasaba frente a ella mostraba aunque fuera el mínimo interés en su figura, en su presencia, siempre le dirigían una mirada llena de morbo o de impresión, eso le sabía demasiado bien ya que le gustaba jugar a tenerlos en su poder con una simple ceja arqueaba. Ese momento, saber que aquel que estaba frente a ella ni siquiera le dedicaba una sonrisa la hizo fruncir el ceño, le molestaba, le hacía sentir incomoda, y que claro, no saberse sin él control le hacía sentir "débil". Debía buscar la manera de impresionarlo, de hacer que cayera ante ella, que cediera ante su preguntas, antes sus insinuaciones, el problema es que, al no haber estado en una situación así con anterioridad, no tenía idea de como hacerle. Se estaba irritando, la idea de salir de ahí la tentaba, mucho más de lo que se imaginaba. Por un momento quiso comportarse como una mujer arrojada, pero sabía que él no correspondería, y probablemente eso la humillaría, y ella misma no causaría ese mal sentimiento en ella. Siguió entonces en silencio, dejaría que él llevara el manejo de la situación hasta que lo viera conveniente.
Odiaba por completo que la dejaran con el habla, que la arrancaran de la comodidad, pero sabía que de quedarse sentada en medio de ese lugar, sola, con "criaturas peligrosas a su alrededor" podría ser algo contraproducente para ella. Su orgullo estaba completamente pisoteado, lo estaba comenzando a odiar sin ni siquiera conocerlo, ella no necesitaba en realidad mucho para sentir desprecio por alguien, pero a él deseaba mandarlo a matar a como diera lugar, quizás después de esa noche lo haría, con ella nadie jugaba, él debía tenerlo en claro, sus conocidos se encargarían de eso. Sentirse amenazada era la sensación más horrible que estaba experimentando, esperaba completamente no volverlo a sentir, aunque si necesitaban frecuentar, seguramente repetiría momentos así. Se puso de pie con soberbia, con altanería, observó a su alrededor, todos la miraban como si fuera un trozo de carne, ¿sería cierto lo que él le había dicho? Como fuera no deseaba que se alimentaran de ella. Quizás después experimentaría eso, esa noche no.
- Habría sido muchísimo más fácil que se presentara en la puerta de mi casa, hacerme las preguntas, y recibir sus respuestas, no necesitaba hacer las cosas tan misteriosas, fastidiosas y casi alarmantes, me siento amenazada, más vale que no vuelva a hacerme sentir así, o prefiero mil veces que se alimente de mi, que me arranque la vida a darle las respuestas que desea. - Su ceja se arqueó, era evidente que lo estaba retando, perder la vida no era algo que le preocupaba en absoluto, lo único malo para ella sería dejar a sus dos pequeños, pero estaba segura alguien vería por su bienestar. Se llevó la bebida a sus labios, tomó un gran trago del vaso deseando con él pasar el mal trago que estaba experimentando por la situación, se le veía no sólo en las expresiones que estaba molesta por la forma que él había planeado todo, también su cuerpo lo expresaba en todas aquellas posturas. Dejó la copa a un lado sin apartar su mirada del vampiro.
- La cosa es sencilla Christos, te responderé todo lo que quieras sino se te ocurre acercarte a mis niños, ¿entendiste? - Aunque ella estuviera en un estado distinto a lo que normalmente era en realidad, aquellos pequeños siempre serían suyos, siempre tendrían un significado distinto e importante - Si les pasa algo malo será tu culpa, simplemente tuya, y no voy a permitir eso… ¿Qué eres, un vampiro? Me importa poco lo que seas, yo podría convertirme en un demonio con tal de salvarlos de algún peligro - Lo cierto es que ella no sabía de donde sacaba esas palabras, ella era complicada, podía interpretar las palabras de los demás de una manera muy distinta, siempre estaba a la defensiva, quizás la verdadera Filippa le pedía dentro de su cuerpo que fuera de esa forma, y aquella que la controlaba de otra. Nunca lo sabría a ciencia cierta.
- Se llama Fredy - Comentó con tranquilidad, como si una parte de su ser se hubiera convencido que eso era lo correcto - Es mi hijo - Ella lo sentía como suyo - Bueno… No lo tuve en realidad, pero un día llegó a mi puerta lloroso, tiene la misma edad que mi hijo, no pude dejarlo solo en la calle, ahora lo cuido como si fuera mío, y nadie me lo puede quitar - Eso último lo dijo refiriéndose a él - No sé como llegó a mi, pero llegó, el pequeño no me ha contado nada de su vida pasada, me dice que no tiene ganas de hacerlo nunca - Se encogió de hombros - No te interesa quien soy, no tengo interés de decirlo, y ya que te aclaré las dudas de MI hijo, creo que puedo irme, cuando quieras invitarme otro trago, hazlo en un lugar que me haga sentir… a gusto - Le guiñó el ojo poniéndose de pie.
Odiaba por completo que la dejaran con el habla, que la arrancaran de la comodidad, pero sabía que de quedarse sentada en medio de ese lugar, sola, con "criaturas peligrosas a su alrededor" podría ser algo contraproducente para ella. Su orgullo estaba completamente pisoteado, lo estaba comenzando a odiar sin ni siquiera conocerlo, ella no necesitaba en realidad mucho para sentir desprecio por alguien, pero a él deseaba mandarlo a matar a como diera lugar, quizás después de esa noche lo haría, con ella nadie jugaba, él debía tenerlo en claro, sus conocidos se encargarían de eso. Sentirse amenazada era la sensación más horrible que estaba experimentando, esperaba completamente no volverlo a sentir, aunque si necesitaban frecuentar, seguramente repetiría momentos así. Se puso de pie con soberbia, con altanería, observó a su alrededor, todos la miraban como si fuera un trozo de carne, ¿sería cierto lo que él le había dicho? Como fuera no deseaba que se alimentaran de ella. Quizás después experimentaría eso, esa noche no.
- Habría sido muchísimo más fácil que se presentara en la puerta de mi casa, hacerme las preguntas, y recibir sus respuestas, no necesitaba hacer las cosas tan misteriosas, fastidiosas y casi alarmantes, me siento amenazada, más vale que no vuelva a hacerme sentir así, o prefiero mil veces que se alimente de mi, que me arranque la vida a darle las respuestas que desea. - Su ceja se arqueó, era evidente que lo estaba retando, perder la vida no era algo que le preocupaba en absoluto, lo único malo para ella sería dejar a sus dos pequeños, pero estaba segura alguien vería por su bienestar. Se llevó la bebida a sus labios, tomó un gran trago del vaso deseando con él pasar el mal trago que estaba experimentando por la situación, se le veía no sólo en las expresiones que estaba molesta por la forma que él había planeado todo, también su cuerpo lo expresaba en todas aquellas posturas. Dejó la copa a un lado sin apartar su mirada del vampiro.
- La cosa es sencilla Christos, te responderé todo lo que quieras sino se te ocurre acercarte a mis niños, ¿entendiste? - Aunque ella estuviera en un estado distinto a lo que normalmente era en realidad, aquellos pequeños siempre serían suyos, siempre tendrían un significado distinto e importante - Si les pasa algo malo será tu culpa, simplemente tuya, y no voy a permitir eso… ¿Qué eres, un vampiro? Me importa poco lo que seas, yo podría convertirme en un demonio con tal de salvarlos de algún peligro - Lo cierto es que ella no sabía de donde sacaba esas palabras, ella era complicada, podía interpretar las palabras de los demás de una manera muy distinta, siempre estaba a la defensiva, quizás la verdadera Filippa le pedía dentro de su cuerpo que fuera de esa forma, y aquella que la controlaba de otra. Nunca lo sabría a ciencia cierta.
- Se llama Fredy - Comentó con tranquilidad, como si una parte de su ser se hubiera convencido que eso era lo correcto - Es mi hijo - Ella lo sentía como suyo - Bueno… No lo tuve en realidad, pero un día llegó a mi puerta lloroso, tiene la misma edad que mi hijo, no pude dejarlo solo en la calle, ahora lo cuido como si fuera mío, y nadie me lo puede quitar - Eso último lo dijo refiriéndose a él - No sé como llegó a mi, pero llegó, el pequeño no me ha contado nada de su vida pasada, me dice que no tiene ganas de hacerlo nunca - Se encogió de hombros - No te interesa quien soy, no tengo interés de decirlo, y ya que te aclaré las dudas de MI hijo, creo que puedo irme, cuando quieras invitarme otro trago, hazlo en un lugar que me haga sentir… a gusto - Le guiñó el ojo poniéndose de pie.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
Por esos momentos me obligué a ignorar sus amenazas y miedos, y me dediqué únicamente a escuchar con atención lo que era de mi total interés, lo referente al niño, a Freddy. Su nombre me produjo un escalofríos, una sensación que dejé de experimentar hace ya bastante tiempo porque era enteramente humana, pero, escucharla mencionar que lo había recogido de la calle, acogiéndolo como suyo y que además tenía un secreto, era más de lo que había esperado escuchar esa noche. Me sentía más confundido de nunca, las revelaciones de la mujer eran mucho más perturbadoras que todas mis ideas, en las que a menudo me planteaba el hecho de que ese niño pudiera ser algún familiar mío, alguien cercano. Aprovechando que yo estaba sumido en esa ola de pensamientos, sin previo aviso, Filippa se puso de pie y yo actué con suma agilidad e inteligencia cuando la obligué a sentarse de nuevo. La sujeté de los hombros, empujándola una vez más al sillón, pero sin el menor cuidado. Ella cayó de espaldas, y me pareció distinguir la indignación en sus ojos por mi falta de modales.
—No sea estúpida, no voy a hacerles daño. No busco hacer un festín con criaturas tan inocentes. Sus amenazas son innecesarias —yo no solía expresarme así, mucho menos cuando mi receptor era una mujer, pero la situación había logrado ponerme muy nervioso y fuera de mí. Me sentía realmente alterado y hasta un poco histérico. Ella no podía dejarme así, con las cosas medias, ¡tenía que seguir hablando, tenía que decírmelo todo! En mi afán de no dejarla escapar, la aprisioné con los brazos, los cuales coloqué y me esmeré en mantener rígidos a ambos lados del asiento, bloqueándole así la salida.
—¿Hace cuánto tiempo ocurrió lo que ha dicho? ¿Cuándo llegó Freddy a usted? Necesito saberlo, haga memoria. ¿Ocurrió hace dos años? ¡Dígame! —alcé la voz sin poder contenerme. Nunca antes le había gritado a nadie, mucho menos a un extraña. El vampiro Christos era bien conocido por su eterno semblante tranquilo, ahora yo hacía añicos esa leyenda. Después entendí que no era la forma de hacer las cosas, que con mi actitud tan severa, en la que casi estaba obligando a la joven a hablar, sólo lograría que ella me detestara, lo suficiente como para no desear ayudarme a resolver el misterio que envolvía a esa criatura. Di media vuelta y una vez más le di la espalda, hasta que pudiera serenarme.
—Yo no fui siempre un vampiro —comencé a relatar— fui humano, como usted. Pero no lo recuerdo. No sé nada de mi vida pasada, ni siquiera soy capaz de recordar mi verdadero nombre. Un día, simplemente desperté siendo lo que soy. Fue como volver a nacer, porque no tenía un pasado que me condenara. Estuve en paz durante algunos meses, pero poc a poco me fue invadiendo esa terrible sensación de que algo allá afuera me espera, y comprendí que no podía seguir viviendo así, fingiendo que nada había ocurrido, sintiéndome cómodo con lo que tengo sin molestarme siquiera en conocer todo lo demás. Entonces la vi usted con ese niño, con Freddy… —el nombre me sonaba terriblemente familiar y la sensación de que lo conocía crecía como una bestia en mi interior— y sentí algo que no puedo explicar, con solo verlo. ¿Lo entiende? ¿Tiene idea de lo que estoy diciendo? ¿Puede imaginárselo? Ese niño podría ser alguien una person calve en mi vida, ¡podría ser mi propio hijo! No quiero quitárselo, ¡pero tengo derecho a saber la verdad! —el contacto visual entre nosotros, se hizo nuevamente presente. Algo me decía que obtener la ayuda de Filippa no sería tan sencillo como yo estaba pretendiendo. Se le notaba celosa. Probablemente la idea de separarla de Freddy era más importante para ella que el hecho de que el estuviera con su verdadera familia, si es que mis sospechas eran ciertas.
—No sea estúpida, no voy a hacerles daño. No busco hacer un festín con criaturas tan inocentes. Sus amenazas son innecesarias —yo no solía expresarme así, mucho menos cuando mi receptor era una mujer, pero la situación había logrado ponerme muy nervioso y fuera de mí. Me sentía realmente alterado y hasta un poco histérico. Ella no podía dejarme así, con las cosas medias, ¡tenía que seguir hablando, tenía que decírmelo todo! En mi afán de no dejarla escapar, la aprisioné con los brazos, los cuales coloqué y me esmeré en mantener rígidos a ambos lados del asiento, bloqueándole así la salida.
—¿Hace cuánto tiempo ocurrió lo que ha dicho? ¿Cuándo llegó Freddy a usted? Necesito saberlo, haga memoria. ¿Ocurrió hace dos años? ¡Dígame! —alcé la voz sin poder contenerme. Nunca antes le había gritado a nadie, mucho menos a un extraña. El vampiro Christos era bien conocido por su eterno semblante tranquilo, ahora yo hacía añicos esa leyenda. Después entendí que no era la forma de hacer las cosas, que con mi actitud tan severa, en la que casi estaba obligando a la joven a hablar, sólo lograría que ella me detestara, lo suficiente como para no desear ayudarme a resolver el misterio que envolvía a esa criatura. Di media vuelta y una vez más le di la espalda, hasta que pudiera serenarme.
—Yo no fui siempre un vampiro —comencé a relatar— fui humano, como usted. Pero no lo recuerdo. No sé nada de mi vida pasada, ni siquiera soy capaz de recordar mi verdadero nombre. Un día, simplemente desperté siendo lo que soy. Fue como volver a nacer, porque no tenía un pasado que me condenara. Estuve en paz durante algunos meses, pero poc a poco me fue invadiendo esa terrible sensación de que algo allá afuera me espera, y comprendí que no podía seguir viviendo así, fingiendo que nada había ocurrido, sintiéndome cómodo con lo que tengo sin molestarme siquiera en conocer todo lo demás. Entonces la vi usted con ese niño, con Freddy… —el nombre me sonaba terriblemente familiar y la sensación de que lo conocía crecía como una bestia en mi interior— y sentí algo que no puedo explicar, con solo verlo. ¿Lo entiende? ¿Tiene idea de lo que estoy diciendo? ¿Puede imaginárselo? Ese niño podría ser alguien una person calve en mi vida, ¡podría ser mi propio hijo! No quiero quitárselo, ¡pero tengo derecho a saber la verdad! —el contacto visual entre nosotros, se hizo nuevamente presente. Algo me decía que obtener la ayuda de Filippa no sería tan sencillo como yo estaba pretendiendo. Se le notaba celosa. Probablemente la idea de separarla de Freddy era más importante para ella que el hecho de que el estuviera con su verdadera familia, si es que mis sospechas eran ciertas.
Christos- Vampiro Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
La presión de aquellas manos sobre sus brazos la hicieron soltar una especie de quejido. La mujer le miró con el semblante serio, notó que el único débil ahí era nada más y nada menos que él, pues aunque quisiera incluso dañarla la necesitaba para poder saciar su curiosidad, todas sus dudas. Tragó un poco de saliva antes de poder carraspear para seguir hablando, pero la desesperación en aquella mirada le hizo sentir un nudo en el pecho. ¿Qué pasaría si algo así le ocurriera? Había escuchado sobre algunas enfermedades referentes a la perdida de memoria, muchas de ellas no eran resueltas, se quedaban de forma permanente en la persona que lo padece, pero otros tienen el "milagro" de volver a la normalidad al ir descubriendo de a poco cosas en su vida. ¿Y si eso último era su caso? Lo cierto es que todas esas historias hacían referencia a los humanos ¿Acaso los vampiros padecían esos males? Poco sabía del mundo de los inmortales, pero sonaba tan extraño.
No podía comprenderlo porque jamás había pasado una situación así, aunque pensándolo bien, había ocasiones en que su memoria la traicionaba, días enteros dónde ni siquiera recordaba a sus dos hijos que tanto la esperaban en casa. Ella puede recordar a la perfección aquellas caritas asustadas cuando vuelve a la normalidad, no entiende qué puede hacerles para que quieran escapar de sus brazos. Aquello le duele pues la hace sentir impotente al no tener respuestas. En ocasiones incluso puede ver entre sus recuerdos ciertas siluetas, una en especial de una mujer de castaños y largos cabellos, siempre que piensa en ella tiene miedo, a veces enojo, cómo si supiera que las respuestas pueden salir en cualquier momento de esa boca, pero nunca salen, sólo risas de burla que la hacen sentir incluso más rabia acumulada. Se siente ahora demasiado relacionada con él.
- ¿Por qué tanta insistencia de la verdad? Es decir, en todo caso de que el pequeño fuera su hijo, ¿No cree que dos, tres, incluso cuatro años es mucho tiempo para querer averiguar sobre lo que siente al ver a mi hijo? - Ella no dejaría de aclarar que aquel pequeño era suyo. Lo cierto es que, por más lagunas mentales que ella logre tener, lo quiere, como si fuera propio, está segura que entre sus viajes a la nada no sería capaz de matarle, pues su corazón alberga amor, uno en igualdad a aquel que salió de su vientre. - Es mucho tiempo perdido, no es como llegar de un momento a reclamar terrenos, o una herencia, pues se trata de material, se trata de perturbar más la vida de un pequeño, incluso la suya ¿No lo ve así? - Filippa quiere, desea y logrará no causarle más pesares al niño de la mirada perdida, pues dolores más grandes que el que ahora tiene pueden lastimarle de por vida.
- No lo recuerdo con exactitud, en ocasiones el tiempo no es que me importe demasiado, pero si, tendrá un par de años a lo mucho cuando él llegó a mi hogar - Comentó con una sonrisa de medio lado, su mirada apartada a un determinado punto, era como si viera la figura del pequeño, pero sólo en su cabeza, en sus recuerdos, en su imaginación - Es gracioso que un vampiro comente que fue humano, cuando sólo buscan imponerse ¿cómo estaré tan segura que no me miente? ¿Que no desea hacerle daño? Ahora yo le alimento, le visto, le doy una cama caliente con un techo sin goteras para dormir, sin ratas que puedan morderle para lastimarle, le doy educación, es mío, le pido que quite su interés en mi pequeño, no quiero más daños, no, es muy frágil después de que perdió a su madre - Le volteó a ver cuando mencionó a la última, ¿tendría alguna reacción? Su curiosidad se hizo presente.
- Freddy habla muy poco, de hecho sólo para cosas puntuales, le cuesta encariñarse mucho con los que le rodean, apenas la semana pasada se a atrevido a abrazarme al dormir, pues tuvo miedo después de los rayos y la lluvia tan fuerte que había - Le empezó a relatar muy orgullosa de su logro - Pero me di cuenta que el pequeño tiene pesadillas, no sé si se trate de su mera imaginación, o del día en que se separó de sus padres, entre sueños dice palabras sin sentido, y también pronuncia un nombre - La mujer no va a perder detalle del rostro masculino - Kallisté, ese es el nombre ¿Le recuerda algo o a alguien? - Traga ahora saliva, la serenidad de la criatura la pone nerviosa, inquieta, no le molesta darle un poco de ayuda, pero no le parece la manera correcta en que empezó a hacer las cosas.
No podía comprenderlo porque jamás había pasado una situación así, aunque pensándolo bien, había ocasiones en que su memoria la traicionaba, días enteros dónde ni siquiera recordaba a sus dos hijos que tanto la esperaban en casa. Ella puede recordar a la perfección aquellas caritas asustadas cuando vuelve a la normalidad, no entiende qué puede hacerles para que quieran escapar de sus brazos. Aquello le duele pues la hace sentir impotente al no tener respuestas. En ocasiones incluso puede ver entre sus recuerdos ciertas siluetas, una en especial de una mujer de castaños y largos cabellos, siempre que piensa en ella tiene miedo, a veces enojo, cómo si supiera que las respuestas pueden salir en cualquier momento de esa boca, pero nunca salen, sólo risas de burla que la hacen sentir incluso más rabia acumulada. Se siente ahora demasiado relacionada con él.
- ¿Por qué tanta insistencia de la verdad? Es decir, en todo caso de que el pequeño fuera su hijo, ¿No cree que dos, tres, incluso cuatro años es mucho tiempo para querer averiguar sobre lo que siente al ver a mi hijo? - Ella no dejaría de aclarar que aquel pequeño era suyo. Lo cierto es que, por más lagunas mentales que ella logre tener, lo quiere, como si fuera propio, está segura que entre sus viajes a la nada no sería capaz de matarle, pues su corazón alberga amor, uno en igualdad a aquel que salió de su vientre. - Es mucho tiempo perdido, no es como llegar de un momento a reclamar terrenos, o una herencia, pues se trata de material, se trata de perturbar más la vida de un pequeño, incluso la suya ¿No lo ve así? - Filippa quiere, desea y logrará no causarle más pesares al niño de la mirada perdida, pues dolores más grandes que el que ahora tiene pueden lastimarle de por vida.
- No lo recuerdo con exactitud, en ocasiones el tiempo no es que me importe demasiado, pero si, tendrá un par de años a lo mucho cuando él llegó a mi hogar - Comentó con una sonrisa de medio lado, su mirada apartada a un determinado punto, era como si viera la figura del pequeño, pero sólo en su cabeza, en sus recuerdos, en su imaginación - Es gracioso que un vampiro comente que fue humano, cuando sólo buscan imponerse ¿cómo estaré tan segura que no me miente? ¿Que no desea hacerle daño? Ahora yo le alimento, le visto, le doy una cama caliente con un techo sin goteras para dormir, sin ratas que puedan morderle para lastimarle, le doy educación, es mío, le pido que quite su interés en mi pequeño, no quiero más daños, no, es muy frágil después de que perdió a su madre - Le volteó a ver cuando mencionó a la última, ¿tendría alguna reacción? Su curiosidad se hizo presente.
- Freddy habla muy poco, de hecho sólo para cosas puntuales, le cuesta encariñarse mucho con los que le rodean, apenas la semana pasada se a atrevido a abrazarme al dormir, pues tuvo miedo después de los rayos y la lluvia tan fuerte que había - Le empezó a relatar muy orgullosa de su logro - Pero me di cuenta que el pequeño tiene pesadillas, no sé si se trate de su mera imaginación, o del día en que se separó de sus padres, entre sueños dice palabras sin sentido, y también pronuncia un nombre - La mujer no va a perder detalle del rostro masculino - Kallisté, ese es el nombre ¿Le recuerda algo o a alguien? - Traga ahora saliva, la serenidad de la criatura la pone nerviosa, inquieta, no le molesta darle un poco de ayuda, pero no le parece la manera correcta en que empezó a hacer las cosas.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/11/2012
Re: Clandestino [Privado]
—No lo recuerdo… —musité, apenas vocalizando las palabras. Ni siquiera yo mismo estuve seguro de haberlas dicho en voz alta. Todo era tan confuso, tan frustrante.
Mi inexplicable amnesia era, hasta entonces, la peor pesadilla a la que había tenido que enfrentarme, pero en el fondo estaba seguro de que lo que se escondía celosamente en mi cabeza sería aún más devastador, quizá insoportable. Me quedé de pie, con la mirada perdida y una clara expresión de desconcierto y dolor. Kallisté. Repetí el nombre en mi mente una y otra vez, intentando desmenuzar cada letra hasta que tomara sentido. Me era increíblemente familiar, desataba dentro de mi pecho un sin fin de emociones que hacía tiempo no experimentaba, pero aún así no me decía nada. No fui capaz de asociarlo con un rostro o alguna experiencia. ¿Era posible que mi esposa tuviera ese nombre? Me lo pregunté un millar de veces, hasta que se me volvió una obsesión.
—¡No recuerdo nada! ¡¿NO LO ENTIENDE?! —le grité sin la menor culpa. Sentirme incomprendido lograba multiplicar mi frustración, y la mía era tan grande que no me cabía en el cuerpo.
Decidí drenar un poco de ese catastrófico sentimiento y, de un manotazo, tiré la mesa que estaba justo a mi lado, provocando que los adornos y demás figurillas sobre ella se estrellaran en el piso. Todo se hizo añicos, igual que mi vida. Era mejor desquitarme con un objeto inanimado a seguir maltratando a la mujer que no tenía culpa alguna de lo que me estaba pasando, del desorden que había significado el convertirme en un vampiro. Yo no la odiaba, al contrario, empezaba a entender su punto en el tema. La comprendía hasta cierto punto, más no aprobaba del todo el que estuviera frenándome con obstáculos que eran más que absurdos. Si yo era el padre de ese niño, tenía todo el derecho sobre él, a involucrarme en su vida. Yo era tan víctima como él lo había sido porque él también me había perdido, y yo no había pedido ser convertido en lo que soy.
—Dice quererlo y se comporta como una mujer fría y egoísta —quizá mis palabras eran duras, pero era lo más sincero que había dicho en mucho tiempo—. ¿Cree que cuando crezca no se preguntará de dónde vino, quiénes son sus padres? ¿Va a mentirle toda su vida? No sea injusta —le sostuve la mirada dejando entrever un poco de mi indignación.
Me fue suficiente verle a los ojos durante unos segundos para darme cuenta de que no era una mujer malvada, pero quizá sí bastante difícil, y en efecto, estaba sacándolo a relucir con su actitud posesiva. Ella sólo estaba pensando en sí misma, sólo estaba intentando prevenir y evitar un sufrimiento propio, olvidándose por completo del mío. Ella no estaba poniéndose en mi lugar, pero yo decidí ponerme en el suyo. Razones para ser comprensivo con ella, las tenía, después de todo, si realmente Freddy era mi hijo, ella había sido la persona que lo había cuidado por mí durante todo este tiempo, y ese simple hecho me hacía estar en deuda con ella.
—No voy a arrebatárselo, se lo prometo. Tiene que confiar en mi palabra. Un vampiro que la hace venir a un lugar repleto de inmortales, la protege y en ningún momento ha intentando hacerle daño, ¿no se merece un poco de credibilidad? Sólo piénselo. No soy su enemigo, Filippa. Si de verdad ama a ese niño debe desear su felicidad, y si es mi hijo él va a necesitarme. Sé que mi condición hará las cosas más difíciles, peligrosas, pero no voy a dañarlo, ya se lo he prometido —le dije con el fin de tranquilizarla y con la decisión de cumplirlo. No recordaba haber hecho una promesa antes pero estaba seguro de poder llevarlo a cabo.
Di dos pasos al frente y acorté un poco la distancia entre los dos con el fin de infundirle un poco de confianza. Ella parecía seguir dudando, alerta, lo que me hizo pensar que lo mejor era darle algo de tiempo para asimilarlo todo. Si ella en verdad amaba a esa criatura, esto debía ser para ella casi tan desesperante como lo estaba siendo para mí. Me alejé un poco y me quedé de pie junto a la ventana de la habitación, mirando a través del cristal la luna que bañaba el firmamento.
—Necesito ver al niño —hablé, todavía dándole la espalda—. Quiero hablar con él, quiero… —una pausa se interpuso al imaginar lo importante y emotivo que sería ese momento—, quiero verlo a los ojos y darme cuenta por mi propia cuenta si él logra tener un mínina reacción en con presencia —me di la vuelta y mis ojos se encontraron con una mujer consternada que aparentaba ser fuerte y fría, o al menos esa era la impresión que hasta ahora tenía yo de ella—. Su careta de mujer insensible e inexpresiva no funciona conmigo, deje de fingir que esto no le afecta —le sugerí, pero ella pareció no inmutarse ante mi comentario—. Lléveme con él. Diga que soy su amigo, invente una de esas ingeniosas mentiras que tan buenos resultados le han dado los últimos tres años. Lo que sea con tal de convivir un poco con el pequeño —finalicé, siendo consciente de lo desesperadas que sonaban mis palabras, pero sin una gota de arrepentimiento.
Mi inexplicable amnesia era, hasta entonces, la peor pesadilla a la que había tenido que enfrentarme, pero en el fondo estaba seguro de que lo que se escondía celosamente en mi cabeza sería aún más devastador, quizá insoportable. Me quedé de pie, con la mirada perdida y una clara expresión de desconcierto y dolor. Kallisté. Repetí el nombre en mi mente una y otra vez, intentando desmenuzar cada letra hasta que tomara sentido. Me era increíblemente familiar, desataba dentro de mi pecho un sin fin de emociones que hacía tiempo no experimentaba, pero aún así no me decía nada. No fui capaz de asociarlo con un rostro o alguna experiencia. ¿Era posible que mi esposa tuviera ese nombre? Me lo pregunté un millar de veces, hasta que se me volvió una obsesión.
—¡No recuerdo nada! ¡¿NO LO ENTIENDE?! —le grité sin la menor culpa. Sentirme incomprendido lograba multiplicar mi frustración, y la mía era tan grande que no me cabía en el cuerpo.
Decidí drenar un poco de ese catastrófico sentimiento y, de un manotazo, tiré la mesa que estaba justo a mi lado, provocando que los adornos y demás figurillas sobre ella se estrellaran en el piso. Todo se hizo añicos, igual que mi vida. Era mejor desquitarme con un objeto inanimado a seguir maltratando a la mujer que no tenía culpa alguna de lo que me estaba pasando, del desorden que había significado el convertirme en un vampiro. Yo no la odiaba, al contrario, empezaba a entender su punto en el tema. La comprendía hasta cierto punto, más no aprobaba del todo el que estuviera frenándome con obstáculos que eran más que absurdos. Si yo era el padre de ese niño, tenía todo el derecho sobre él, a involucrarme en su vida. Yo era tan víctima como él lo había sido porque él también me había perdido, y yo no había pedido ser convertido en lo que soy.
—Dice quererlo y se comporta como una mujer fría y egoísta —quizá mis palabras eran duras, pero era lo más sincero que había dicho en mucho tiempo—. ¿Cree que cuando crezca no se preguntará de dónde vino, quiénes son sus padres? ¿Va a mentirle toda su vida? No sea injusta —le sostuve la mirada dejando entrever un poco de mi indignación.
Me fue suficiente verle a los ojos durante unos segundos para darme cuenta de que no era una mujer malvada, pero quizá sí bastante difícil, y en efecto, estaba sacándolo a relucir con su actitud posesiva. Ella sólo estaba pensando en sí misma, sólo estaba intentando prevenir y evitar un sufrimiento propio, olvidándose por completo del mío. Ella no estaba poniéndose en mi lugar, pero yo decidí ponerme en el suyo. Razones para ser comprensivo con ella, las tenía, después de todo, si realmente Freddy era mi hijo, ella había sido la persona que lo había cuidado por mí durante todo este tiempo, y ese simple hecho me hacía estar en deuda con ella.
—No voy a arrebatárselo, se lo prometo. Tiene que confiar en mi palabra. Un vampiro que la hace venir a un lugar repleto de inmortales, la protege y en ningún momento ha intentando hacerle daño, ¿no se merece un poco de credibilidad? Sólo piénselo. No soy su enemigo, Filippa. Si de verdad ama a ese niño debe desear su felicidad, y si es mi hijo él va a necesitarme. Sé que mi condición hará las cosas más difíciles, peligrosas, pero no voy a dañarlo, ya se lo he prometido —le dije con el fin de tranquilizarla y con la decisión de cumplirlo. No recordaba haber hecho una promesa antes pero estaba seguro de poder llevarlo a cabo.
Di dos pasos al frente y acorté un poco la distancia entre los dos con el fin de infundirle un poco de confianza. Ella parecía seguir dudando, alerta, lo que me hizo pensar que lo mejor era darle algo de tiempo para asimilarlo todo. Si ella en verdad amaba a esa criatura, esto debía ser para ella casi tan desesperante como lo estaba siendo para mí. Me alejé un poco y me quedé de pie junto a la ventana de la habitación, mirando a través del cristal la luna que bañaba el firmamento.
—Necesito ver al niño —hablé, todavía dándole la espalda—. Quiero hablar con él, quiero… —una pausa se interpuso al imaginar lo importante y emotivo que sería ese momento—, quiero verlo a los ojos y darme cuenta por mi propia cuenta si él logra tener un mínina reacción en con presencia —me di la vuelta y mis ojos se encontraron con una mujer consternada que aparentaba ser fuerte y fría, o al menos esa era la impresión que hasta ahora tenía yo de ella—. Su careta de mujer insensible e inexpresiva no funciona conmigo, deje de fingir que esto no le afecta —le sugerí, pero ella pareció no inmutarse ante mi comentario—. Lléveme con él. Diga que soy su amigo, invente una de esas ingeniosas mentiras que tan buenos resultados le han dado los últimos tres años. Lo que sea con tal de convivir un poco con el pequeño —finalicé, siendo consciente de lo desesperadas que sonaban mis palabras, pero sin una gota de arrepentimiento.
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Re: Clandestino [Privado]
Se quedó en silencio, la frustración del hombre le hizo sentir vacío en su interior, ella sabe que se siente aquello, el no recordar a sus propios hijos, cuando su mente es alterada en grandes temporadas no recuerda lo más importante, y eso es tan frustrante. Quiere ayudarle, eso no puede negarlo, pero en su interior tiene miedo de que su vida empeore un poco más. Freddy tiene una parte inocente que poco a poco se está marchitando por la falta de sus padres, aunque ella se comporte como su madre, sabe que nunca podrá sustituir a esa mujer que le dio a luz, que lo llevó a la vida y lo lleno de amor, lo sabe por la forma en que el pequeño le relata de su madre. Si tan sólo pudiera hacer algo por él… Si, se da cuenta que puede, que quizás la clave se encuentra frente a ella, en ese rostro pálido.
- No soy egoísta por mi, Christos, eso me gustaría que lo supiera un poco más - Su pose de mujer soberbia y que todo lo puede ya se había esfumado, frente a ellos se encontraba Filippa amorosa, la madre dispuesta incluso a dar su vida por alguien más.- Me refiero a que, claro, me dolería el hecho de que usted quisiera arrebatar de mi lado al pequeño si resultara su hijo, pero hay cosas más importantes que mi dolor, por ejemplo él - Ni siquiera ella misma entendía si las palabras que empleaba eran las correctas, pero debía ser sincera al menos - El pequeño a sufrido mucho con la perdida de sus padres, cuando llegó a casa a penas quería comer, o hablar, siempre se escondía en los armarios, y está progresando, ¿no se pone a pensar en él? Lo que puede perturbarlo si llega sólo porque si… - Cerró los ojos unos momentos.
De nuevo el silencio reinó, ella esperaba que el hombre comprendiera lo que trataba de decir, estiró una de sus manos para buscar la ajena, cuando la encontró dio un apretón suave para después enredar sus dedos y jalar de él hacía ella, estaba indecisa en lo que iba a hacer, pero aunque corría riesgos más valía tener el peligro en ese lado que en casa. Su mirada seguía atenta a la masculina, no perdía detalle de él, Christos no era el típico vampiro con aires de grandeza o superioridad, no, había algo más en él que podría hacer estremecer a cualquier, quizás radicaba demasiado en la tristeza y la frustración que había adquirido por la perdida de memoria. De nada servía hacerse ideas en la cabeza, ya lo tenía ahí, frente a ella, podía hacer un sin fin de preguntas, a fin de cuentas tenía derechos.
- Le propongo algo, quiero que haga un corte en alguna parte de mi cuerpo, el que sea, quiero ver que tanto puede resistirse a la sangre, si lo hace haremos que llegue a Fredy, lo prepararé para que lo vea, los niños son muy traviesos, y los nuestros… - Comentó sin darse cuenta que ya daba por hecho que el niño era de él, pero también suyo, extraño pero así lo sentía. - Bueno, se encuentran en esa etapa de correr, de saltar entre charcos, escalar arboles, correr muchos riesgos de poder mostrar heridas frescas, y usted puede ser una amenaza - Le sonrió intentando que el comprendiera que más valía prevenir que lamentar. - Usted dice que no le hará daño, pero yo necesito una garantía, una especial, y no me importa perder mi sangre por tener a salvo a esos niños - Se encogió de hombros rápidamente.
- Personalmente no me gusta estar aquí, si desea que yo ceda en alguno de sus caprichos o pedidos no tiene porqué traerme a la boca del lobo ¿No lo cree? ¿El bosque? ¿Tiene casa? Podría llevarle a mi casa si desea, ya es hora de que los niños estén durmiendo, quizás… Si lo ve durmiendo pueda sentir algo - Muchas ideas se le veían a la cabeza - Tengo un sótano también en casa, puede quedarse, familiarizarse con el aroma del pequeño - Le soltó la mano, de verdad no sabía que más poder hacer para preparar a Freddy, él era lo importante, él debía comprenderlo. - Por favor, Christos, sáqueme de aquí, no soy una mujer suicida, me siento incomoda en este lugar - Se puso de pie, aunque claro, lo estaba esperando - Sólo quiero el bien, y no solo para mi, para los tres, espero lo comprenda por favor, no soy una mala mujer, pero entienda mi posición también, tanto como yo estoy comprendiendo la suya - Le dedicó una sonrisa tenue, ella era consciente de una cosa, era insignificante a las manos del vampiro, por eso debía jugar bien sus cartas.
- No soy egoísta por mi, Christos, eso me gustaría que lo supiera un poco más - Su pose de mujer soberbia y que todo lo puede ya se había esfumado, frente a ellos se encontraba Filippa amorosa, la madre dispuesta incluso a dar su vida por alguien más.- Me refiero a que, claro, me dolería el hecho de que usted quisiera arrebatar de mi lado al pequeño si resultara su hijo, pero hay cosas más importantes que mi dolor, por ejemplo él - Ni siquiera ella misma entendía si las palabras que empleaba eran las correctas, pero debía ser sincera al menos - El pequeño a sufrido mucho con la perdida de sus padres, cuando llegó a casa a penas quería comer, o hablar, siempre se escondía en los armarios, y está progresando, ¿no se pone a pensar en él? Lo que puede perturbarlo si llega sólo porque si… - Cerró los ojos unos momentos.
De nuevo el silencio reinó, ella esperaba que el hombre comprendiera lo que trataba de decir, estiró una de sus manos para buscar la ajena, cuando la encontró dio un apretón suave para después enredar sus dedos y jalar de él hacía ella, estaba indecisa en lo que iba a hacer, pero aunque corría riesgos más valía tener el peligro en ese lado que en casa. Su mirada seguía atenta a la masculina, no perdía detalle de él, Christos no era el típico vampiro con aires de grandeza o superioridad, no, había algo más en él que podría hacer estremecer a cualquier, quizás radicaba demasiado en la tristeza y la frustración que había adquirido por la perdida de memoria. De nada servía hacerse ideas en la cabeza, ya lo tenía ahí, frente a ella, podía hacer un sin fin de preguntas, a fin de cuentas tenía derechos.
- Le propongo algo, quiero que haga un corte en alguna parte de mi cuerpo, el que sea, quiero ver que tanto puede resistirse a la sangre, si lo hace haremos que llegue a Fredy, lo prepararé para que lo vea, los niños son muy traviesos, y los nuestros… - Comentó sin darse cuenta que ya daba por hecho que el niño era de él, pero también suyo, extraño pero así lo sentía. - Bueno, se encuentran en esa etapa de correr, de saltar entre charcos, escalar arboles, correr muchos riesgos de poder mostrar heridas frescas, y usted puede ser una amenaza - Le sonrió intentando que el comprendiera que más valía prevenir que lamentar. - Usted dice que no le hará daño, pero yo necesito una garantía, una especial, y no me importa perder mi sangre por tener a salvo a esos niños - Se encogió de hombros rápidamente.
- Personalmente no me gusta estar aquí, si desea que yo ceda en alguno de sus caprichos o pedidos no tiene porqué traerme a la boca del lobo ¿No lo cree? ¿El bosque? ¿Tiene casa? Podría llevarle a mi casa si desea, ya es hora de que los niños estén durmiendo, quizás… Si lo ve durmiendo pueda sentir algo - Muchas ideas se le veían a la cabeza - Tengo un sótano también en casa, puede quedarse, familiarizarse con el aroma del pequeño - Le soltó la mano, de verdad no sabía que más poder hacer para preparar a Freddy, él era lo importante, él debía comprenderlo. - Por favor, Christos, sáqueme de aquí, no soy una mujer suicida, me siento incomoda en este lugar - Se puso de pie, aunque claro, lo estaba esperando - Sólo quiero el bien, y no solo para mi, para los tres, espero lo comprenda por favor, no soy una mala mujer, pero entienda mi posición también, tanto como yo estoy comprendiendo la suya - Le dedicó una sonrisa tenue, ella era consciente de una cosa, era insignificante a las manos del vampiro, por eso debía jugar bien sus cartas.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/11/2012
Re: Clandestino [Privado]
Entonces pude ver a la verdadera Filippa. Las máscaras cayeron al piso y me mostró su verdadero rostro, el de una mujer sensible, cariñosa, alguien que es capaz por preocuparse por el prójimo, alguien no tan superficial, como había se había esmerado en parecer desde el momento en que pisó la propiedad que nos daba cobijo. Hasta cierto punto, la entendía a la perfección, ir por allí fingiendo ser un ser frívolo era su forma de protegerse de los demás, ese había sido su escudo contra mí, y ahora mismo lo arrojaba al suelo, se desprendía de él. La tenía allí, frente a mí, indefensa, desarmada.
Mi cuerpo se tensó hasta volverse una roca cuando sentí el tacto de su piel al tomarme la mano. Estaba tibia y era suave; la fragilidad la condenaba así como la embellecía. Pude escuchar y sentir un constante repiqueteo que llegó hasta mi cabeza, retumbando como tambores desaforados, era su corazón que le latía aceleradamente, lo que me hizo deducir que, además de desconfianza, en el fondo yo le provocaba miedo. He de admitir que valoré mucho su espíritu de sacrificio, la forma en la que se expuso ante mí, invitándome a probarme a mí mismo, utilizándola de por medio. Al igual que yo, ella sabía lo que tal cosa significaba, las consecuencias tan graves que esto podría acarrear, pero lo hizo, así que yo también tuve que hacerlo, corresponder a su valentía.
Dejé que me acercara a ella y la miré a los ojos.
—Será como usted diga, si eso la tranquiliza —le aseguré, con un tono de voz tan cálido que no recordaba haber utilizado antes con nadie.
Aferré mi mano a la suya porque de algún modo necesitaba empezar a infundirle confianza. Deseaba como nunca ser visto como el hombre que fui un día, no como un depredador.
Las personas que no temen a los vampiros, y que por el contrario, se sienten atraídos y maravillados por nosotros, es porque se han dejado seducir por el poder y la inmortalidad que representamos, pero se olvidan de todo eso a lo que seres como nosotros hemos tenido que renunciar, todo lo que nos ha sido arrebatado, los seres tan solitarios en los que podemos llegar a convertirnos, la poca credibilidad que tenemos ante los que aún respiran. Yo deseaba gozar nuevamente de tales privilegios, que Filippa me lo permitiera. Por eso decidí darle la mayor prueba que era capaz de ofrecer, justamente la que ella había pedido: el autocontrol.
Solté mi mano de la suya, y sin prevenirla de lo que haría a continuación, la alcé para rozar uno de mis dedos en su hombro desnudo. Aunque no se viera a simple vista, mis uñas eran tan afiladas como las de cualquier otro vampiro, por lo que ese sencillo y breve contacto fue suficiente para abrir una pequeña herida horizontal en su piel, que enseguida se tiñó de carmín. En silencio contemplé el líquido que me había mantenido con “vida” durante ese tiempo y cerré los ojos para concentrarme en lo que estaba haciendo. El único sonido que rompía con el silencio total en la habitación eran los cada vez más acelerados latidos del corazón de Madame Tuminelli, que debía estar aterrada.
Permanecí así unos segundos y cuando volví a mirarla no me moví ni un centímetro. Como todo vampiro, la sangre me atraía, pero ya no me dominaba, tenía tres años de experiencia, no podía ser considerado ya como un neófito inexperimentado, sobre todo habiendo estado expuesto a cientos de tentaciones todos los días. Bebía cuando debía beber, cuando me era necesario, y nada más. Jamás me había gustado perturbar a los de otras razas por simple diversión y no empezaría a hacerlo.
—¿Lo ve? No voy a herirlo, ni a usted ni al niño —le aseguré para tranquilizarla, y con mi dedo tomé un poco de su sangre para luego introducirla en mi boca y hacer de aquello una comprobación irrefutable.
La sangre de Filippa se mezcló con mi saliva, y era deliciosa como el manjar más suculento. Por supuesto que una parte de mí, el lado animal, me gritaba que la tomara hasta vaciarla, pero lo tenía bien dominado, sobre todo esa noche en que había tomado las debidas precauciones antes de encontrarnos.
—¿Confiará en mí ahora? Hágalo, Filippa, lléveme con el niño. Dígale que… que soy un amigo suyo. Presénteme con él y dejemos que las cosas se vayan dando naturalmente. Sólo así sabremos la verdad. Le prometo que no forzaré las cosas —insistí, incapaz de darme por vencido, ahora más seguro que nunca de que ella comprendería el por qué de mi terca insistencia.
—Hay un carruaje esperándonos allá afuera —le sugerí, porque la verdad es que, aunque acababa de prometer no forzar las cosas, no aguantaba una noche más con esa incertidumbre.
Mi cuerpo se tensó hasta volverse una roca cuando sentí el tacto de su piel al tomarme la mano. Estaba tibia y era suave; la fragilidad la condenaba así como la embellecía. Pude escuchar y sentir un constante repiqueteo que llegó hasta mi cabeza, retumbando como tambores desaforados, era su corazón que le latía aceleradamente, lo que me hizo deducir que, además de desconfianza, en el fondo yo le provocaba miedo. He de admitir que valoré mucho su espíritu de sacrificio, la forma en la que se expuso ante mí, invitándome a probarme a mí mismo, utilizándola de por medio. Al igual que yo, ella sabía lo que tal cosa significaba, las consecuencias tan graves que esto podría acarrear, pero lo hizo, así que yo también tuve que hacerlo, corresponder a su valentía.
Dejé que me acercara a ella y la miré a los ojos.
—Será como usted diga, si eso la tranquiliza —le aseguré, con un tono de voz tan cálido que no recordaba haber utilizado antes con nadie.
Aferré mi mano a la suya porque de algún modo necesitaba empezar a infundirle confianza. Deseaba como nunca ser visto como el hombre que fui un día, no como un depredador.
Las personas que no temen a los vampiros, y que por el contrario, se sienten atraídos y maravillados por nosotros, es porque se han dejado seducir por el poder y la inmortalidad que representamos, pero se olvidan de todo eso a lo que seres como nosotros hemos tenido que renunciar, todo lo que nos ha sido arrebatado, los seres tan solitarios en los que podemos llegar a convertirnos, la poca credibilidad que tenemos ante los que aún respiran. Yo deseaba gozar nuevamente de tales privilegios, que Filippa me lo permitiera. Por eso decidí darle la mayor prueba que era capaz de ofrecer, justamente la que ella había pedido: el autocontrol.
Solté mi mano de la suya, y sin prevenirla de lo que haría a continuación, la alcé para rozar uno de mis dedos en su hombro desnudo. Aunque no se viera a simple vista, mis uñas eran tan afiladas como las de cualquier otro vampiro, por lo que ese sencillo y breve contacto fue suficiente para abrir una pequeña herida horizontal en su piel, que enseguida se tiñó de carmín. En silencio contemplé el líquido que me había mantenido con “vida” durante ese tiempo y cerré los ojos para concentrarme en lo que estaba haciendo. El único sonido que rompía con el silencio total en la habitación eran los cada vez más acelerados latidos del corazón de Madame Tuminelli, que debía estar aterrada.
Permanecí así unos segundos y cuando volví a mirarla no me moví ni un centímetro. Como todo vampiro, la sangre me atraía, pero ya no me dominaba, tenía tres años de experiencia, no podía ser considerado ya como un neófito inexperimentado, sobre todo habiendo estado expuesto a cientos de tentaciones todos los días. Bebía cuando debía beber, cuando me era necesario, y nada más. Jamás me había gustado perturbar a los de otras razas por simple diversión y no empezaría a hacerlo.
—¿Lo ve? No voy a herirlo, ni a usted ni al niño —le aseguré para tranquilizarla, y con mi dedo tomé un poco de su sangre para luego introducirla en mi boca y hacer de aquello una comprobación irrefutable.
La sangre de Filippa se mezcló con mi saliva, y era deliciosa como el manjar más suculento. Por supuesto que una parte de mí, el lado animal, me gritaba que la tomara hasta vaciarla, pero lo tenía bien dominado, sobre todo esa noche en que había tomado las debidas precauciones antes de encontrarnos.
—¿Confiará en mí ahora? Hágalo, Filippa, lléveme con el niño. Dígale que… que soy un amigo suyo. Presénteme con él y dejemos que las cosas se vayan dando naturalmente. Sólo así sabremos la verdad. Le prometo que no forzaré las cosas —insistí, incapaz de darme por vencido, ahora más seguro que nunca de que ella comprendería el por qué de mi terca insistencia.
—Hay un carruaje esperándonos allá afuera —le sugerí, porque la verdad es que, aunque acababa de prometer no forzar las cosas, no aguantaba una noche más con esa incertidumbre.
Christos- Vampiro Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
¿Debía cerrar los ojos o mantenerlos abiertos? ¿Qué era lo más apropiado para aquel momento de tensión? Por lo regular, Filippa tenía las respuestas correctas para cada ocasión. No, no porque meditara mucho al respecto o se pusiera en el momento a reflexionar, más bien se debía a que los años (quizás pocos, o quizás muchos) que tenía le habían dado la sabiduría de poder afrontar la vida de la manera en que quisiera embestirla. Lo diferente de aquel encuentro era sin duda su ahora conocimiento en otras especies, y que por más verbo que utilizara, eso no le garantizaba salir ilesa de la situación, porque aun sabiendo que las mujeres eran "menos" que los hombres en esa maldita sociedad, había ondeado una bandera de victoria, pero frente a ese ser no había escapatoria, no al menos si se ponía la balanza de la ventaja, la fuerza, destreza, entre otras cosas.
Al final optó por mantener los ojos cerrados, si iba a ser atacada no deseaba ver como; vaciló por unos momentos, y al notar que no ocurría nada doloroso los volvió a abrir. La mirada ajena le parecía tan desesperada como la suya, pero las condiciones eran tan distintas, ella se seguía sintiendo débil, pequeña, muy vulnerable. Se observó en los orbes ajenos, de esa forma el miedo se esfumó. La confianza, la transparencia y las ganas del hombre por conocer la verdad le hicieron por fin darse cuenta que no, no les haría nada, y que eso no era una broma de mal gusto. Al final sólo se percató del mínimo corte producido por el vampiro, cuando una gota de sangre caliente corrió por aquel hombro. De nuevo otra oleada de confianza llegó. No todas las criaturas debían de ser tan desagradables, eso de juzgar a todos por los crímenes de unos cuantos lo había vivido en carne propia, no debía hacerlo, ni aunque se tratara de un ser distinto, porque estaría cayendo sobre sus creencias, todo por lo que había luchado sería destruido por ella misma, era como traicionarse; ella debía actuar como siempre, si él deseaba que se sintiera en confianza, entonces debía dejarla ser un pez en el agua.
- Está bien, está bien, iremos, seremos esos viejos amigos frente a ellos, usted mostrara devoción, aprecio y mucho cuidado hacía mi persona, sólo de esa forma los niños podrán sentirse también seguros con usted, los infantes son más permisivos de lo que usted cree, son más listos si se lo proponen, así que le recomiendo tratarme como si fuera la persona más importante que ha tenido - Aquello era verdad, no mentía, pues la única vez que había metido a un hombre, a ese que creía el indicado para ella, se dio cuenta que los pequeños se le acercaron y lo aceptaron dado los tratos que él le había ofrecido, aunque claro, también habían dobles intenciones en esas palabras, pues si podía sacar ventaja de ello, entonces también lo haría. Es una mujer inteligente, y siempre debe ganar por más expuesta que se encuentre. ¿Dominar a un vampiro? No, no se trata de eso, para ella es sólo experimentar.
- No me suelte - Le pidió después de haberse levantado y encontrado su abrigo. Se enfundó en el mismo, tomó su cartera, pero antes de acercarse por completo, se tomó de golpe una copa de whisky que estaba cerca. Aquel calor que invadió su garganta le pareció muy generoso, porque también le dio un poco más de valor. Le tomó la mano, pero no entrelazó sus dedos, por el contrario, le hizo tomarla de la cintura, y de esa forma (aunque a veces pegándose más al cuerpo del hombre), salieron del lugar, ya dentro del carruaje y comenzando el camino del vuelta se separó a una distancia prudente. A ella la podrían tachar de muchas cosas, pero no era una fácil, y si se estaba comportando de forma tan abierta y confiada es porque no le quedaba de otra, si se ponía al tu por tu podría morir, y morir era dejar a los niños solos, sin nadie que pudiera verles, no, por más frívola que en ocasiones fuera, sus niños no merecían llegar a eso.
- Dígame un nombre, uno distinto al que me ha dicho, necesita tener un nombre para que le presentemos con ellos mañana, porque hoy no los levantaremos, deben estar dormidos, temprano viene su tutora a darles clases de matemáticas - Su mirada severa dejaba en claro que ante eso no habría cambios - Le pediré otra cosa, si la sed comienza a causar estragos con usted, debe tomarme a mi, no a ellos, a mi, se lo suplico, no sé si en ese momento piense o si todo se le nubla, pero a ellos no los va a tocar ¿entendido? - Si, por más tonto que eso se escuchara, lo estaba amenazando, dejándole en claro los puntos de una buena vez, una madre enojada podría cometer crímenes atroces, y ella entraba entre ese grupo de locas amantes de su familia; el carruaje se detuvo, no entendió como es que supieron la dirección de aquella casa, pero cuando se asomó, ahí estaban, frente a esa ostentosa mansión; recordar que él la había investigado y rastreado disipó sus dudas. - Hemos llegado - Aquello era obvio, pero ser una buena anfitriona no estaba demás - No olvidé el trato Christos - Comentó ya fuera del carruaje, mirándolo a los ojos, esos que apenas podían notarse con claridad bajo la luz de la luna.
Al final optó por mantener los ojos cerrados, si iba a ser atacada no deseaba ver como; vaciló por unos momentos, y al notar que no ocurría nada doloroso los volvió a abrir. La mirada ajena le parecía tan desesperada como la suya, pero las condiciones eran tan distintas, ella se seguía sintiendo débil, pequeña, muy vulnerable. Se observó en los orbes ajenos, de esa forma el miedo se esfumó. La confianza, la transparencia y las ganas del hombre por conocer la verdad le hicieron por fin darse cuenta que no, no les haría nada, y que eso no era una broma de mal gusto. Al final sólo se percató del mínimo corte producido por el vampiro, cuando una gota de sangre caliente corrió por aquel hombro. De nuevo otra oleada de confianza llegó. No todas las criaturas debían de ser tan desagradables, eso de juzgar a todos por los crímenes de unos cuantos lo había vivido en carne propia, no debía hacerlo, ni aunque se tratara de un ser distinto, porque estaría cayendo sobre sus creencias, todo por lo que había luchado sería destruido por ella misma, era como traicionarse; ella debía actuar como siempre, si él deseaba que se sintiera en confianza, entonces debía dejarla ser un pez en el agua.
- Está bien, está bien, iremos, seremos esos viejos amigos frente a ellos, usted mostrara devoción, aprecio y mucho cuidado hacía mi persona, sólo de esa forma los niños podrán sentirse también seguros con usted, los infantes son más permisivos de lo que usted cree, son más listos si se lo proponen, así que le recomiendo tratarme como si fuera la persona más importante que ha tenido - Aquello era verdad, no mentía, pues la única vez que había metido a un hombre, a ese que creía el indicado para ella, se dio cuenta que los pequeños se le acercaron y lo aceptaron dado los tratos que él le había ofrecido, aunque claro, también habían dobles intenciones en esas palabras, pues si podía sacar ventaja de ello, entonces también lo haría. Es una mujer inteligente, y siempre debe ganar por más expuesta que se encuentre. ¿Dominar a un vampiro? No, no se trata de eso, para ella es sólo experimentar.
- No me suelte - Le pidió después de haberse levantado y encontrado su abrigo. Se enfundó en el mismo, tomó su cartera, pero antes de acercarse por completo, se tomó de golpe una copa de whisky que estaba cerca. Aquel calor que invadió su garganta le pareció muy generoso, porque también le dio un poco más de valor. Le tomó la mano, pero no entrelazó sus dedos, por el contrario, le hizo tomarla de la cintura, y de esa forma (aunque a veces pegándose más al cuerpo del hombre), salieron del lugar, ya dentro del carruaje y comenzando el camino del vuelta se separó a una distancia prudente. A ella la podrían tachar de muchas cosas, pero no era una fácil, y si se estaba comportando de forma tan abierta y confiada es porque no le quedaba de otra, si se ponía al tu por tu podría morir, y morir era dejar a los niños solos, sin nadie que pudiera verles, no, por más frívola que en ocasiones fuera, sus niños no merecían llegar a eso.
- Dígame un nombre, uno distinto al que me ha dicho, necesita tener un nombre para que le presentemos con ellos mañana, porque hoy no los levantaremos, deben estar dormidos, temprano viene su tutora a darles clases de matemáticas - Su mirada severa dejaba en claro que ante eso no habría cambios - Le pediré otra cosa, si la sed comienza a causar estragos con usted, debe tomarme a mi, no a ellos, a mi, se lo suplico, no sé si en ese momento piense o si todo se le nubla, pero a ellos no los va a tocar ¿entendido? - Si, por más tonto que eso se escuchara, lo estaba amenazando, dejándole en claro los puntos de una buena vez, una madre enojada podría cometer crímenes atroces, y ella entraba entre ese grupo de locas amantes de su familia; el carruaje se detuvo, no entendió como es que supieron la dirección de aquella casa, pero cuando se asomó, ahí estaban, frente a esa ostentosa mansión; recordar que él la había investigado y rastreado disipó sus dudas. - Hemos llegado - Aquello era obvio, pero ser una buena anfitriona no estaba demás - No olvidé el trato Christos - Comentó ya fuera del carruaje, mirándolo a los ojos, esos que apenas podían notarse con claridad bajo la luz de la luna.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
Después de la demostración de autocontrol que ofrecí a Filippa, todo ocurrió demasiado rápido, como si hubiera dado en el blanco presionado el botón que me daría acceso a todo eso por lo que había suplicado. La joven mujer accedió al instante a mis peticiones y ya no puso resistencias, no hizo más cuestionamientos, aunque las indicaciones no se hicieron esperar. En señal de agradecimiento, decidí que accedería a cada una de sus peticiones, era lo menos que podía hacer, de ese modo correspondería a la cooperación de la mujer. Por supuesto que existían otras maneras de lograr mis objetivos, soy un vampiro, puedo tomar todo cuanto quiera, cuando lo quiera y como lo quiera, sin pedir permiso o necesitar un poco de ayuda, ese es el privilegio de un ser superior a los humanos, pero, si al final del día descubría que ese niño realmente era mi hijo, lo que menos deseaba era darle motivos para ganarme su odio o infundir en él miedo, por eso prefería hacerlo de la manera correcta, la que Filippa proponía.
Ella me tomó de la mano y la colocó alrededor de su cintura que se me antojó diminuta. Realmente era una mujer exquisita, destacaba por su cuerpo esbelto y las formas armoniosas que la embellecían. Era realmente difícil que un hombre no se sintiera atraído por ella, mortales e inmortales por igual. Esa noche debí ser uno de los más envidiados, lo supe cuando advertí la forma en que me miraron en el momento en que salimos de la habitación, ella a mi lado, contoneándose con elegancia pero sin perder la sensualidad que la caracterizaba, y yo junto a ella, sujetándola de la cintura, jugando su juego.
Subimos al carruaje que ya nos esperaba afuera, el mismo al que yo había pagado horas antes ordenándole que debía esperar toda la noche si era necesario, porque si de algo había estado seguro esa noche, era que lograría convencer a Filippa para que me ayudara. No me había equivocado, allí estábamos, rumbo a su mansión.
—Oskar. Presénteme de ese modo —respondí un tanto pensativo dando el primer nombre que me vino a la mente—, invente cualquier historia, no tengo inconvenientes con ello, sabré seguirle la corriente. Y no se preocupe por mí, ¿acaso no le he demostrado ya que poseo suficiente autocontrol? —dejé de mirar por el cristal de la ventana del carruaje y giré mi rostro, atrapando su mirada—. Si no estuviera seguro de lo que digo no lo estaría haciendo, no arriesgaría la vida de Freddy ni la del otro niño. En cuanto a lo otro… —hice una pequeña pausa, misma que utilicé para encontrar las palabras adecuadas—, realmente no tengo ninguna objeción con esperar hasta mañana, solamente hay una cosa que me preocupa, algo que quizá usted está pasando por alto: soy un vampiro, la luz del sol es mortal para mí, por lo tanto no puedo exponerme a ella. ¿Qué se supone que haremos al respecto?
Consideré que ya no había motivos para seguir queriendo maquillar la verdad que ella ya conocía y pretender hacerla ver menos horrible. Yo era un vampiro y ella estaba consciente de ello, aceptaba —o al menos eso pensaba yo— los riesgos que esto representaba, ¿por qué limitarme al hablar del tema? Si no había salido corriendo en el momento en que le confesé mi naturaleza, no lo haría a estas alturas.
Cuando el carruaje se detuvo y llegamos a nuestro destino, verme nuevamente frente a la casa que ya me resultaba familiar me hizo sentir… nervioso, un sentimiento que nunca antes había experimentado, o que al menos yo no recordaba porque era un sentimiento demasiado humano. En ese instante, decidí que reprimiría todo lo sobrenatural de mi naturaleza y me esforzaría por comportarme como un hombre común, y empecé por permanecer en silencio al lado de Filippa, esperando sus indicaciones.
Ella me tomó de la mano y la colocó alrededor de su cintura que se me antojó diminuta. Realmente era una mujer exquisita, destacaba por su cuerpo esbelto y las formas armoniosas que la embellecían. Era realmente difícil que un hombre no se sintiera atraído por ella, mortales e inmortales por igual. Esa noche debí ser uno de los más envidiados, lo supe cuando advertí la forma en que me miraron en el momento en que salimos de la habitación, ella a mi lado, contoneándose con elegancia pero sin perder la sensualidad que la caracterizaba, y yo junto a ella, sujetándola de la cintura, jugando su juego.
Subimos al carruaje que ya nos esperaba afuera, el mismo al que yo había pagado horas antes ordenándole que debía esperar toda la noche si era necesario, porque si de algo había estado seguro esa noche, era que lograría convencer a Filippa para que me ayudara. No me había equivocado, allí estábamos, rumbo a su mansión.
—Oskar. Presénteme de ese modo —respondí un tanto pensativo dando el primer nombre que me vino a la mente—, invente cualquier historia, no tengo inconvenientes con ello, sabré seguirle la corriente. Y no se preocupe por mí, ¿acaso no le he demostrado ya que poseo suficiente autocontrol? —dejé de mirar por el cristal de la ventana del carruaje y giré mi rostro, atrapando su mirada—. Si no estuviera seguro de lo que digo no lo estaría haciendo, no arriesgaría la vida de Freddy ni la del otro niño. En cuanto a lo otro… —hice una pequeña pausa, misma que utilicé para encontrar las palabras adecuadas—, realmente no tengo ninguna objeción con esperar hasta mañana, solamente hay una cosa que me preocupa, algo que quizá usted está pasando por alto: soy un vampiro, la luz del sol es mortal para mí, por lo tanto no puedo exponerme a ella. ¿Qué se supone que haremos al respecto?
Consideré que ya no había motivos para seguir queriendo maquillar la verdad que ella ya conocía y pretender hacerla ver menos horrible. Yo era un vampiro y ella estaba consciente de ello, aceptaba —o al menos eso pensaba yo— los riesgos que esto representaba, ¿por qué limitarme al hablar del tema? Si no había salido corriendo en el momento en que le confesé mi naturaleza, no lo haría a estas alturas.
Cuando el carruaje se detuvo y llegamos a nuestro destino, verme nuevamente frente a la casa que ya me resultaba familiar me hizo sentir… nervioso, un sentimiento que nunca antes había experimentado, o que al menos yo no recordaba porque era un sentimiento demasiado humano. En ese instante, decidí que reprimiría todo lo sobrenatural de mi naturaleza y me esforzaría por comportarme como un hombre común, y empecé por permanecer en silencio al lado de Filippa, esperando sus indicaciones.
Christos- Vampiro Clase Alta
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Re: Clandestino [Privado]
Cuando la mente de Filippa es controlada, lo peor de ella sale a la luz, todo ese carácter mortífero, el veneno acumulado, incluso el dolor convertido en seguridad e indiferencia. Ella se da cuenta cuando ese alguien mueve los hilos transparentes de su cuerpo, más de una vez ha intentando hacer una cosa que su cuerpo no efectúa. Se encuentra consiente de su falta de control propio momentáneo, y sin embargo, no le molesta, de hecho, en ese momento, desea que alguien le de ese valor para poder controlarse, mantener en equilibrio sus nervios, y todo aquello que piensa saldrá mal. Lamentablemente tiene que ser fuerte siento sólo ella, sin impulso, en parte es bueno, se demostrará a sí misma que puede superar situaciones poco comunes, incluso puede aspirar a liberarse de ser la muñeca de ese alguien que aún no conoce.
Su cuerpo temblaba de forma tan notable que incluso sus dientes comenzaron a tiritar, no le era una sensación agradable. Se sentía débil y vulnerable. Sin protección alguna pero al mismo tiempo con toda la que se podía imaginar. Por extraño que pareciera su instinto de supervivencia la ponía alerta, a la defensiva, alerta y todo pero llena de alegría, si le tocaba morir pronto, de algo podía estar segura, él no la mataría, haría todo por mantenerla con vida. ¿Verdad? Pues claro, sin ella no tendría acceso a su hijo, ni a ganárselo, a nada. Dependía de ella; ese último pensamiento le retiró un poco más de inseguridades, de miedos, del terror de estar tratando con un vampiro sin expresión alguna. ¿Para que mentir? Lo que más le atemorizaba de él era el no poder descifrar que sentía, sus expresiones faciales eran nulas.
La mirada del hombre la hizo perderse por unos momentos de la realidad. ¿A qué se debía tanto magnetismo? Seguramente formaba parte del efecto que su condición ofrecía. No es que le molestara, no del todo, pero si se dejaba llevar por aquel magnetismo, entonces estaría por completo fuera de si misma, como cuando controlaban su cabeza. Lo único que sirvió fue la necesidad de parpadear para perder la unión visual. Suspiró unos momentos y volvió su mirada hacía la ventana.
- Sé lo que es, en casa tenemos un sótano, no tiene ventanas, apenas siquiera llega a correr el aire, lo usamos de bodega, incluso hay muebles repletos de botellas de vino, así que supongo le serviría el lugar, no pasaría ni un minúsculo rayo del sol - Le apretó con suavidad la mano aun sin voltear a verlo, no era justo para ella el perderse por sus encantos.
Con carruaje sin movimiento alguno, el chofer no tardó en bajar de su asiento correspondiente, le abrió la puerta, y cuando ella esperó salir de la mano de su trabajador, la rapidez de Christos se hizo presente bajando con destreza del vehículo y tendiéndole la mano. Inevitablemente la mujer sonrió. Al menos podría decir que no todos los vampiros eran simples maquinas sanguinarias de matar, sino que también habían algunos que llegaban a ser caballeros. Con un simple movimiento de cabeza se aseguró de darle las gracias, Existen señas tan comunes que no es necesario acompañarlas con palabras para poder entenderlas. Esa fue una de ellas.
- Sólo no me suelte - Volvió a apretar con fuerza su mano, incluso entrelazó los dedos con los ajenos. La verdad es que la morocha ni siquiera se dio cuenta cuando pasaron no sólo la puerta, también los pasillos e incluso hasta las escaleras. Cómo si sólo hubieran abierto y cerrado los ojos se encontraban en la puerta del cuarto de Freddy. Ella sabia bien que los dos niños estaban ahí, aunque cada uno tuviera su cuarto, lo cierto es que a los infantes les gustaba dormir juntos, de esa forma se podían sentir más protegidos de los monstruos, de los fantasmas, de ella incluso. - Lo verás primero dormido, creo que un paso
a la vez nos vendría muy bien. ¿Qué opinas? - Le sonrió abriendo la puerta de forma torpe, brusca. Le jaló sin ni siquiera avisarle. Aunque le había pedido que no le soltara, se olvido de aquello a ver a sus pequeños. No se encontraban arropados, aquello hizo que se formará una mueca cargada de molestia, en aquella mansión se sabían de memoria que no había cosa más importante que el cuidado de los niños; se relajó, quizás ellos solos con el movimiento pudieron cometer esa imprudencia. El clima estaba casi llegando a lo helado, podrían enfermarse, en un abrir y cerrar de ojos, los acomodó entre las sabanas a ambos, les acarició el cabello y se atrevió a besarles la frente aún sabiendo que podría levantarlos. - Puede verlos, Freddy es el de la izquierda, si desea ir directamente al pequeño - Tragó saliva pero por extraño que pareciera confiaba en él.
Su cuerpo temblaba de forma tan notable que incluso sus dientes comenzaron a tiritar, no le era una sensación agradable. Se sentía débil y vulnerable. Sin protección alguna pero al mismo tiempo con toda la que se podía imaginar. Por extraño que pareciera su instinto de supervivencia la ponía alerta, a la defensiva, alerta y todo pero llena de alegría, si le tocaba morir pronto, de algo podía estar segura, él no la mataría, haría todo por mantenerla con vida. ¿Verdad? Pues claro, sin ella no tendría acceso a su hijo, ni a ganárselo, a nada. Dependía de ella; ese último pensamiento le retiró un poco más de inseguridades, de miedos, del terror de estar tratando con un vampiro sin expresión alguna. ¿Para que mentir? Lo que más le atemorizaba de él era el no poder descifrar que sentía, sus expresiones faciales eran nulas.
La mirada del hombre la hizo perderse por unos momentos de la realidad. ¿A qué se debía tanto magnetismo? Seguramente formaba parte del efecto que su condición ofrecía. No es que le molestara, no del todo, pero si se dejaba llevar por aquel magnetismo, entonces estaría por completo fuera de si misma, como cuando controlaban su cabeza. Lo único que sirvió fue la necesidad de parpadear para perder la unión visual. Suspiró unos momentos y volvió su mirada hacía la ventana.
- Sé lo que es, en casa tenemos un sótano, no tiene ventanas, apenas siquiera llega a correr el aire, lo usamos de bodega, incluso hay muebles repletos de botellas de vino, así que supongo le serviría el lugar, no pasaría ni un minúsculo rayo del sol - Le apretó con suavidad la mano aun sin voltear a verlo, no era justo para ella el perderse por sus encantos.
Con carruaje sin movimiento alguno, el chofer no tardó en bajar de su asiento correspondiente, le abrió la puerta, y cuando ella esperó salir de la mano de su trabajador, la rapidez de Christos se hizo presente bajando con destreza del vehículo y tendiéndole la mano. Inevitablemente la mujer sonrió. Al menos podría decir que no todos los vampiros eran simples maquinas sanguinarias de matar, sino que también habían algunos que llegaban a ser caballeros. Con un simple movimiento de cabeza se aseguró de darle las gracias, Existen señas tan comunes que no es necesario acompañarlas con palabras para poder entenderlas. Esa fue una de ellas.
- Sólo no me suelte - Volvió a apretar con fuerza su mano, incluso entrelazó los dedos con los ajenos. La verdad es que la morocha ni siquiera se dio cuenta cuando pasaron no sólo la puerta, también los pasillos e incluso hasta las escaleras. Cómo si sólo hubieran abierto y cerrado los ojos se encontraban en la puerta del cuarto de Freddy. Ella sabia bien que los dos niños estaban ahí, aunque cada uno tuviera su cuarto, lo cierto es que a los infantes les gustaba dormir juntos, de esa forma se podían sentir más protegidos de los monstruos, de los fantasmas, de ella incluso. - Lo verás primero dormido, creo que un paso
a la vez nos vendría muy bien. ¿Qué opinas? - Le sonrió abriendo la puerta de forma torpe, brusca. Le jaló sin ni siquiera avisarle. Aunque le había pedido que no le soltara, se olvido de aquello a ver a sus pequeños. No se encontraban arropados, aquello hizo que se formará una mueca cargada de molestia, en aquella mansión se sabían de memoria que no había cosa más importante que el cuidado de los niños; se relajó, quizás ellos solos con el movimiento pudieron cometer esa imprudencia. El clima estaba casi llegando a lo helado, podrían enfermarse, en un abrir y cerrar de ojos, los acomodó entre las sabanas a ambos, les acarició el cabello y se atrevió a besarles la frente aún sabiendo que podría levantarlos. - Puede verlos, Freddy es el de la izquierda, si desea ir directamente al pequeño - Tragó saliva pero por extraño que pareciera confiaba en él.
Filippa Tumminelli- Humano Clase Alta
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