Exitantemente Clandestino [Yura]

por **Stéphane Moreau** Miér Jun 13, 2012 3:48 am

Consecuente con el afán de obtener lo que creía mío, me hice a las calles de París; mí verdad, mis respuestas, mí cariño ilusionado, mí vida, y mí destino… estaban ahora coartados por el fantasma de evento pasado “¿Cuándo será el día que lo vuelva a ver?” idea que nublaba mi memoria, no podía pensar en otra cosa y por eso resolví salir a mi búsqueda, queriendo creerme que fuera garante de algo y casi por inercia caminé… El sol trasponía la ciudad y se asentaba con su característico rojo tras las edificaciones que ya tocaban el cielo del ocaso, mientras un horizonte de perros se oía a lo lejos.

Reconozco que mi mirada se encontraba algo incierta y torpe, mi blanca tez se hallaba enrojecida con el aplacable sol de la tarde, y mi cabello, que caía en guedejas ásperas sobre mi cara, obstruían el sollozar de mí mirar. En ese momento fue cuando una congregación de personas chocó de repente conmigo y me sacó de mi fantasía, claro, no noté que me encontraba deambulando absorto en mi imaginación por las calles más transitadas de la capital; así que me abrí camino por entre la turba, sus locas carcajadas y murmullos eran ensordecedores. Sentí que debía estar solo por lo cual inferí que lo mejor sería desaparecer por los escondrijos y esquinas más próximas. Vagué y vagué por algunas horas así, taciturno y sombrío, con la penumbra que cómplice de la porvenir noche, escoltaba mi silueta al andar como deseando acobijarme en su regazo.

Unos instantes después se encendieron los faroles y los grillos, me encontré a mi mismo caminando por un sendero lóbrego y tétrico, que nunca antes había recorrido, era una callejuela impregnada por la repugnante humedad de las alcantarillas que segregaba su putrefacta fragancia en conjunto con los basurales próximos en donde se podía distinguir ya como la actividad nocturna cobraba vida lentamente. La noche estaba serena, la luna brillaba en lo más alto del cielo mientras que ojos de plata relumbraban como fuegos fatuos en el mar de oscuridad acechando curiosos por los rincones.

Yo, solo y casi perdido en aquel callejón, anduve no sé cuantas horas sin hallar la salida o alguien dispuesto a ayudarme, las luces de la ciudad se hacían cada vez mas lejanas y hasta que por último tropecé con el nacimiento de una zanja a un lado del camino, por donde fluía agua cuyo murmullo había oído una vez a lo lejos. Ésta brotaba del suelo como un arrollo coronado de espuma produciendo un susurro sonoro. Fue aquí que me detuve un momento a ordenar mis ideas, y entonces capté algo a pocos metros que llamo toda mi atención. Era una imagen casi diáfana que pude distinguir entre la umbría reinante, parecía esbozar una sonrisa de burla, sin lugar a dudas se trataba de una figura masculina, así que guardé entonces un profundo silencio, esperando a que continuase, con los ojos espantados, los labios ligeramente entreabiertos y la curiosidad y el interés pintados en el rostro. Rompí al fin el silencio y exclamé sin poderme contener - ¿Quién está ahí? -

por **Yura** Miér Jun 27, 2012 2:08 am

Lo necesitaba. De verdad necesitaba verse envuelto en aquellos aires atestados de miseria y voluptuosidad que solo los más recónditos callejones de París podían ofrecerle, aunque esta vez no buscaba carne, no buscaba pasión, sino que solo ser un espectador imparcial del espectáculo nocturno. Casi podía asimilarse a quien visita un museo para maravillarse de sus obras, solo que en su caso las esculturas se movían en un incesante y seductor andar, las pinturas tenían como lienzo los cuerpos y la música la hacían las risas y gemidos ahogados. No era precisamente su mundo, sino aun más bajo que el propio, porque Yura siempre había laborado en lo mismo, pero cubierto de aceites y cadenas de oro. ¿Era masoquismo el querer bajar a ese averno?

Se vistió con ropas sencillas, para pasar desapercibido, y caminó con paso lento y cansado, pateando piedras por aquellos sucios callejones, hasta encontrar el corazón del que bullía el jolgorio de la fiesta nocturna. Apoyó la espalda en la pared, admirado a la par de desesperanzado porque hasta el momento nada había llamado su atención.

- Aburrido… - susurró por lo bajo, de forma casi inaudible para que no vinieran más mujeres a ofrecerle sus servicios. Supuso que quizás era muy temprano para que las cosas se animaran, así que cambió el rumbo a un piso en que arrendaban habitaciones para los amantes.

Pagó una habitación por el día completo y se dispuso a retozar con la esperanza de que encontraría alguna aventura interesante que le hiciera olvidar aquellos problemas que tenía en ese lugar al que insistía en llamar hogar. Pero esa misma soledad le hizo dar muchas vueltas al mismo asunto, haciéndole sentir que las cosas se iban a un profundo pozo de incertidumbre que se hacía insostenible.

Para no volverse presa de la desesperación se resignó a salir en busca de algo, lo que fuera, que lo sacara de ese estado. Afuera las cosas iban entusiasmándose, mujeres y algunos hombres comenzaban a rondar en búsqueda de presas, ninguno llamó su atención hasta que un muchacho que parecía perdido hizo presencia en la escena.

Lo observó con descaro un buen rato, eso hasta que unos murmullos que destacaban levemente encendieron la señal de alerta, porque al parecer no era el único que había puesto sus ojos en el muchacho. Y para que los que hacían los tratos y reclutaban mano de obra discutieran por decidir quien abordaría al chico era seguramente porque no tenía demasiada experiencia en lugares como este donde las reglas las imponía el dinero y la astucia.

- Novato – dijo casi como insulto ante el hecho de que tendría que seguir buscando algo de diversión por otro lado, por lo que se alejó para buscar un sitio más tranquilo donde pudiese escuchar solo sus pensamientos. Aunque, sin saber aun si para bien o para mal, aquella presencia de antes rompió el velo de silencio que estaba buscando – Nadie – respondió a aquella pregunta - ¿No sabes que es peligroso para los niños vagar por estos lugares? – lo reprendió al tiempo que salía de su pequeño escondrijo.

Suspiró y evitó a toda costa todo contacto visual con el muchacho, poniendo en su lugar una mirada cínica y por completo desinteresada, eso hasta que un par de nuevos pasos volvieron a interrumpirlo – Demonios… - susurró al tiempo que se acercaba aun más de lo que era correcto para dos completos desconocidos – Hoy me harás compañía, me lo debes por que voy a hacer – dijo guiñándole un ojo antes de sacarse uno de sus eternos colgantes que culminaban con una pesada llave, y lo pasó alrededor del cuello del chico para luego tirar del mismo para acercarlo – Te están siguiendo – le susurró al oído de forma fríamente seductora, pero sin apartar la mirada del intruso que probablemente venía a arrebatarle al muchacho.

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