Yura Maffeo

“Era un coro de ángeles elevándose al firmamento, pero el cielo es sordo a su sufrimiento”



Aun en aquellos momentos de agobiante angustia siempre existió la música, podía cargar las notas tanto con odio como con dulzura que cautivaría el corazón del más duro, haría a la más dejaba dama sentirse deseada y él mismo sería deseado por el mundo, por quien escuchara su voz siendo libre a sus anchas. Fue su favor del cielo o tal vez la condena en la tierra.

Yura nació en una familia de clase media, la cual tenia unas prioridades que ninguna otra familia parecía tener, en su mayoría deseaban que sus hijos tuvieran fortuna y herederos para seguir su legado. Pero la familia Maffeo tenia otros planes. Andrea el padre de Yura había tenido un matrimonio del cual nacieron dos niños, el primero fue un joven llamado Paolo y el segundo otro niño llamado Giovanni. Andrea no tenia otro plan para sus hijos más que estos fueran notados por los Maestros del conservatorio de Nápoles, donde se les enseñarían artes que les llevarían a cantar en los teatros o grandes iglesias romanas, estarían bajo estrictas rutinas y clases pero valdría la pena, consigo traerían fama, fortuna y tal vez incluso favores políticos.

Sin embargo, Paolo falleció antes siquiera de poder demostrar alguna pizca de talento en su ser, si no la poseía sus padres no le obligarían a someterse a la castración, sería una perdida de tiempo y dinero pues no querían someter a sus hijos a una castración a base de golpes. Tras la muerte de Paolo y el nacimiento de Giovanni la primera esposa de Andrea también falleció por lo que el hombre tomo una segunda esposa con la cual tuvo a un niño al que llamaron Yura.

Eran una familia que aunque no tenia grandes riquezas se sostenía con facilidad, clase media, Giovanni desde pequeño se enamoro de la música y Yura que creció entre suaves melodías , voces dulces, elegancia y artes no tardo en enamorarse de aquello de igual manera. Giovanni deseaba cantar y componer en cuanto a Yura él quería bailar y cantar de igual forma.

“Sin vuestra voz, sin su talento. No tienen cabida en este mundo. Su existencia se basa en cantar. Luego de esto son invisibles”



Mientras su hermano deleitaba a su madre en el clavicémbalo, Yura daba saltos de un lado a otro, su madre le ayudaba a alongar sus piernas, sin embargo, no sabía mucho del ballet masculino por lo que se limitaba a enseñarle lo que a ella le habían enseñado de pequeña, postura, a estirarse a dar saltos, piernas estiradas y pies en punta. Cada vez que escuchaba las teclas del clavicémbalo sentía que su cuerpo podía fluir al igual que las notar y luego las voces de los tres se elevaban hasta llenar por completo la habitación.

Yura giraba y giraba mientras las desesperadas notas parecían buscar un abrupto final con el que el menor se detendría del mismo modo, el arte de aquello residía en hacerlo parecer tan fácil aun cuando no era de ese modo. Andrea estaba fascinado con sus dos pequeños, aun así mantenía distancia, pues si acaban en el camino que había preparado para ambos lo más seguro era que no les viera en décadas.


Primero fue Giovanni, que le ganaba a Yura por 6 años. Sus melodías armoniosas y su voz aguda ademas de potente erizaba la piel de los Maestros que le querían como su alumno. Muchos jóvenes verían aquello como una sentencia de muerte, ¿Pero como podrían ellos?, les adornaron un infierno para que entraran con los ojos cerrados, vendieron más que su voz. Y a los 12 años Giovanni se sometió a la castración, algunos ciegos ante las palabras de su credo eran capaces de matar al saber en sus entrañas que era lo correcto, con ellos pasaba lo mismo, no había otro mundo ademas del de la música, no había otro destino para ellos o al menos no uno que no les hiciera sufrir, la castración era un bajo precio por algo que para ambos era sagrado.

¿Que sabrían ellos a esa edad lo que implicaba una castración?, ademas obviamente de que el dolor sería inevitable… más allá de eso era para ambos como cortar su cabello, seguirían siendo los mismos Giovanni y Yura luego de volverse castratis. Pero llegaría el momento en el que descubrieran que no era de ese modo pero sería demasiado tarde para retroceder.

Yura extraño con todo su ser a su hermano. Sin duda alguna. Pero más que a su hermano mismo extrañaba sus dedos sobre las teclas del clavicémbalo mientras daba vueltas y vueltas manteniendo el equilibrio sobre la punta de sus dedos. Yura amaba más que nada al arte, aunque era simple en sus palabras no encontraba un idioma que le ayudara a igualar lo que sentía al momento de cantar y bailar. No podía imaginar su vida sin estas dos cosas aun cuando su hermano tenia un don natural, Yura tenia la perseverancia y ningún don del cielo, la practica, su pasión era lo que le llevaba a mejorar día a día.

Y luego de dos años de que su hermano de fuera a Nápoles se enteraron de que había tenido grandes triunfos en poco tiempo, por lo que Yura pidió que se adelantase su plazo. Él quería demostrar ya que era digno de ir a Nápoles, seria un alumno obediente, trabajaría duro día y si era necesario toda la noche.

“No me había sentido tan bien en mi vida. Ese vació de a poco se va llenando. Pues lo deseo, lo deseo y lo deseo con tanta fuerza solo para mi”



Yura poseía el talento de años de practica pero aun le faltaba, no tenia una mala voz. En realidad estaba en la fecha indicada para poder llevar a cabo la castración y así mantener aquella voz para siempre. Por otro lado aunque había aprendido a bailar ballet más como una dama que como un varon eso no era ningún problema, al fin y al cabo los castratis eran usados como el reemplazo de mujeres en el escenario. Pero la idea de tener a dos hermanos compitiendo uno contra el otro más que interesante se volvía un problema, una lucha constante de egos.

Pero no importaba, Yura se sometió a la castración como su alma deseaba, la música era el aire que respiraba y el baile su pan de cada día. Aunque tuvo que dejarlo por un tiempo hasta que sanaran sus cicatrices, nunca pensó que sentiría u dolor similar. Por un instante se sintió igual que un cerdo. Aquellos que castraban al momento de nacer en las granjas que había visitado una tarde con su hermano luego de escapar por la calle del mercado, sin embargo no chillo como uno.

Giovanni se lamentaba todas las noches su destino aun cuando aplaudían y aclamaban su nombre al dejar caer el telón, ¿Que más podría desear?. Eran artistas, vivían, respiraban y hacían arte ¿que más podrían desear en el mundo?. Pero al cumplir 14 años lo comprendió, su hermano deseaba el amor de una mujer, deseaba sentirle suya, hacerla su esposa pero para ellos eso no era posible. Yura se caso con su cometido en la vida, la música y su hermano a días de partir a Roma a debutar intento quitarse la vida.

¿Tan insoportable se le hacía ese destino?, muchos darían su vida por vivir como ellos y su hermano simplemente escupía en la cara de sus Maestros ante esa acción. A diferencia de este no tenia grandes Maestros, hacer una partitura para él era agotador ya que hacer que la voz de Yura se acomodara a los tiempos, tonos y vibratos demoraba una semana y Giovanni lo lograba en un par de horas. Odio a su hermano por desperdiciar aquel Don del cielo, por darle la espalda a todos por sus egoístas deseos de algo que no podría tener jamas. Tenia la fama y fortuna al alcance de sus manos, lo que quisiera se lo darían, si gustaba nuevas partituras se las darían, si no quería cantar en vestido y con una peluca blanca simulando ser una mujer todos caerían ante su rostro angelical y sus deseos mientras Yura seguía intentando con todas sus fuerzas obtener la mitad de esa atención.



Y así su hermano partió a Roma, junto al Maestro que le enseño todo desde que llego allí. Y fue como si aquello liberara en gran parte a Yura, amaba a su hermano, claro que si, pero no podía olvidar que su primera pasión era el arte y si le era infiel permitiendo que alguien le superara…. Si permitía que otro fuera el que hiciera latir con fuerza a los centenares de corazones que buscaban las notas perfectas no se lo perdonaría jamas.

Pero el conservatorio parecía no ayudarle, era como si todos supieran que Yura tenia potencial pero no debían permitirle opacar a su hermano tan deprisa, solo el nombre de uno resonaría para siempre en las cabezas de los espectadores y al ser Giovanni el mayor ese era su puesto. Yura debería ganarse su lugar en el ballet mientras su hermano lo haría cantando y no podía permitirlo, no podía permitir que acallaran su voz por un legitimo derecho del cual ninguno de los dos se responsabilizaba. Su hermano pudo haber escrito sus canciones y ser su Maestro pero quiso ser a quien aclamaban por lo que nunca podrían estar juntos sin ser una competencia o al menos así era para el menor que se rehusaba a quedarse en silencio y bailando al ritmo de la voz de su hermano.

Por ese motivo tomo sus cosas y partió a París, buscaría maestros nuevos unos que le ayudaran a sacar por completo su potencial. Le volverían un gran cantante, que pudiera tener una voz limpia y a su vez original y luego volvería a debutar a Roma donde le aclamarían a  él y solo a él. Nunca más a la sombra de Giovanni.

“Los monstruos que me persiguieron toda la vida logro verlos en cada esquina, aun así me condeno el mismo llanto inspirador que me deleita con la música que llena el ambiente”