Epígrafe de un Asesino (Lestat De Lioncourt)

por **Lara Karstein** Jue Ene 10, 2013 11:44 pm

"A lo que es mi destino, y que llamo delicia,
me propongo inclinarme como ante algo fatal;
seré martir muy dócil, condenada inocente,
cuyo vivo fervor contribuye al suplicio."

Probablemente yo sea un personificación separada del olvido; es posible que luego de tantos años, muchos no hayan notado mi presencia deambulando de un lado a otro, buscando algo que nadie más, aparte de mí, sabe que es.

Desde que vine a vivir a Francia, disminuí con notoriedad el número de lugares recorridos por noche y repetí en varias oportunidades el mismo escenario: La Isla de la Cité, un lugar que evocaba épocas de antaño con sólo ver la enorme catedral erigida en medio de ella, tan poética y etérea que constituía una galería de reyes. En cuanto anocheció y el público fue retirado del lugar, subí escalando por las paredes de la parte trasera hasta la terraza privada, que no daba tregua alguna, de hecho la primera sensación que me daba cada vez que allí ingresaba era el recuerdo de tantos libros de historia del arte que hablaban de tan retozon edificio. Ese era uno de mis lugares predilectos. Podía contemplar las luces Parisinas desde que empezaban a encenderse, hasta que se iban extinguiendo una a una. Vaya espectáculo, aunque siempre me incliné a relacionarlo con la muerte.

Arriba siempre tenía compañía, si bien las gárgolas son seres mitológicos que expresan las debilidades del mundo fuera de los muros de la iglesia, llaman mucho la atención no sólo por sus posturas y expresiones demoníacas sino también por el excelente estado de conservación, sobre todo si se tienen en cuenta los daños que el inclemente paso del tiempo produce en ese tipo de esculturas. Me recordaban a mí, a como ve el mundo a los nuestros. Tan maravillosos y pérfidos, tan viejos pero tan lozanos... Pasaba varias noches dando rienda suelta a las ideas que no esperaba que se respondieran, les hablaba a cada una y les recitaba poesía como se hacía en tiempos antiguos y siempre se mantuvo todo sin reproche, nadie nunca diría nada. Dentro de ellas, tenía mis favoritas, una de ellas, Chimére - quizás la más conocida de todas- es la que más parece burlarse de ese tiempo inafectable. La envidio porque el sol dispara sus rayos sin cesar sobre su cuerpo de piedra, ella apoya su rostro entre las dos manos y, a modo de burla, saca la lengua en un punto fijo que, casualmente, no es otro que la Torre Eiffel que recibe las burlas de un modo indiferente. A un costado, entre un angosto pasillo y la figura de un ángel gótico que simula exhalar un sonido desde una flauta medieval, entro y salgo del campanario donde muchas veces en silencio he bebido el vino que calienta la tumba de mi pecho, que no es decir poco. Con él disfrutaba del aire puro y del cielo admirable, poseía una profunda belleza que aguarda al pecho sediento del poeta piadoso...

El mito sigue vivo. Mientras la catedral recibe al público que la puebla desde muy temprano y la abandona casi al caer la tarde, los seres fabulescos que habitan en la terraza se dejan observar por ellos a la vez que vigilan la ciudad desde arriba como si del gran ojo creado por Orwell se tratara. Allí me encuentro yo, con las manos en los bordes del muro que proteje la terraza y cuya vista posterior dá al río Sena. Ese que produce un viento tan fuerte que ondea mi cabello y mis ropas haciéndome uno sólo con el monumento. Sin embargo, a pesar de tanta belleza que me omnubila, a veces deseo compañía, la simple presencia de otro inmortal curioso será un aliciente para mi espíritu o lo que sea que repose en su lugar. Rogué al cielo que alguien acudiera a aquella cita nocturna no planeada en un camino oscuro ¡Y acudió! ¿Acaso era un insensato?

-Todos estamos más o menos locos- Dije con una sonrísa a medias sin voltear a ver de quién se trataba. Era un inmortal, lo supe desde el principio, y por ahora sólo eso me importaba.

por **Lestat De Lioncourt** Dom Ene 20, 2013 4:40 pm

Me hallaba en pie, mirando a través de las puertas acristaladas que daban hacia el balcón, confinado en mi cuarto en un elegante hotel en Paris. Camine hacia los amplios ventanales y los abrí con ambas manos, el aire fresco de la noche penetro en la habitación meciendo las largas cortinas doradas. Desde la alcoba podía apreciar el juego de luces de las lámparas contra los techos ricamente ornamentados y de vez en cuando una figura sentada en otros balcones o vestidas de gala aparecía en las barandillas de espaldas a las puertas abiertas. Sus voces bajas y el rumor de sus abanicos llegaban a mis oídos perfectamente junto a la brisa del rio.

Trepé al alféizar de la ventana y escale las paredes hasta llegar a las resbaladizas pizarras del tejado. Bajo el firmamento negro y despejado, sumido en mis pensamientos, me retrotraigo a la aldea de mi infancia, a la antigua iglesia, varios de mis recuerdos mortales comenzaron a agolparse en mi mente y durante unos momentos perdí el rumbo de mis ideas. Me libre de esa sensación y preguntándome; ¿Qué quieres hacer esta noche, Lestat? contemplé desde la distancia las torres de la catedral. Fije los ojos en el gran monumento, me levanté y decidí ir a emborracharme con el órgano resonante en la caverna de Notre Dame. Corrí más y más deprisa por los canalones y las chimeneas hasta detenerme en el puente más cercano. Llegué a la place de Gréve, y de pie bajo el dintel de una de las puertas, la llamada “Puerta del Juicio Final”, escuche el latido de un corazón sobrenatural proveniente en la diáfana oscuridad de las alturas. Lentamente incline la cabeza, apartando el cabello de mi oído y percibí el sonido de una voz, el susurro de unas palabras que venían desde el campanario.

Entre y volví a prestar atención a las lejanas palabras, anhelaba escuchar nuevamente aquella maravillosa voz, esa voz profunda y melodiosa, sin embargo, no escuche sonido alguno en la torre, no escuche nada salvo el rumor del viento. Pero estaba seguro que aun permanecía ahí, podía percibir su presencia en la parte superior. Guarde para mí lo que estaba pensando, selle mi mente a cualquier intruso. No estaba dispuesto a dejar que penetrara en mi ni en mis pensamientos. Subí los escalones de piedra, mis pisadas hacían eco alrededor. Ya en el campanario, con mis agudos sentidos, inspeccione las cercanías… ¿Qué era lo que buscaba? entrecerré los ojos hacia la dirección dónde provenía el efluvio. De inmediata una figura femenina se manifestaba frente a mí. Por su silueta supe de inmediato que no la conocía, la vi borrosa contra la pared observándome fijamente con expresión seria.

Que bella era, sus ojos, aquellos oscuros ojos almendrados eran cautivadores. Su larga, espesa y oscura cabellera era agitada por el viento. Su reluciente piel se distinguía en la penumbra. Una flor perfecta. Como suelen serlo siempre los de nuestra especie.

Con un gesto de cabeza hice una pequeña reverencia. Bonne nuit belle dame –saludé educadamente.-

por **Lara Karstein** Vie Ene 25, 2013 9:47 pm

"Cielo o infierno, ¿qué importa?"

Desde que llegué a París busqué el lugar más exiguo posible para descansar allí, para pasar las noches lejos de las emociones de otros, de sus pensamientos, de sus torpezas... Pero a pesar de todo, esperaba que algún inmortal se atreviese a subir, sin importar sus pensamientos o intensiones hacía mí, sin importar el final de un encuentro de ese tipo; era como esperar una luz oscura, esa que se espera cuando los corazones están ya perdidos. Tal parece que en general, tenía una existencia muy aislada.

Esta noche tenía algo de especial, una ligera neblina delimitaba el horizonte con un velo transparente, y de cuando en cuando se veían brillar las aguas del torrente a la luz de la luna. Al girarme, desvié la vista de tan magno espectáculo y me encontré con un rostro bellísimo que me contemplaba con aire grave. Le observé con ligero estupor y sonreí a su saludo, efectivamente se trataba de otro vampiro.

-Monsieur- Le saludé imitando su gesto y noté que su mente estaba absolutamente cerrada. ¿Qué podía hacer yo? exactamente lo mismo. Emití una sonrisa que lo invitaba a acercarse, no podía evitarlo porque había esperado el encuentro, y en él la intensa luminosidad de la luna parecía estar en relación directa en una especial complicidad, lo cuál me pareció sumamente curioso y agradable. Lleno parecía el sueño de magia por mi singular capricho.

-Esta noche– dije-, la luna está llena de influjos magnéticos. Mirad cómo brillan las ventanas con un resplandor plateado, como si unas manos invisibles hubieran iluminado las estancias para recibir huéspedes espectrales.- Dicho esto le dí una mirada de reojo a la iluminada París tras nosotros. La inocente ciudad plagada de seres extraños que la absorbía con total disimulo.

¿Quienes más serían esos huéspedes de los que yo hablaba sino nosotros? Tomando posesión de cuanto nos placía y disfrutando de lo que la ciudad nos ofrecía a diestra y siniestra. Contemplé de nuevo su rostro y decidí darle otro rumbo a la conversación. Hasta ahora mencionaba cosas sueltas que aunque ciertas, me conferían, a mi parecer, cierto aire de locura -que tal vez era verdad-, pero no pretendía aburrir a quien había llegado de manera inesperada pero bienvenida.

Por un segundo dudé de su presencia en aquél lugar. Cubrí mi visión con la penumbra de mis párpados, pero al abrir mis ardientes ojos de nuevo, miré el esplendor de mi cuadro. Y sentí, de nuevo en mi alma, la inquietud, el aguijón. El fúnebre son del péndulo, no era mi único compañero esta noche. Para bien o para mal, alguien había subido también a la torre.

-Bienvenido- Le dije con total sinceridad y sonreí tras ello nuevamente. Si era bueno o malo aquél ser, era lo de menos. Esta noche estaba dispuesta a respirar otros aires y a que mis palabras le fuesen infieles a los oídos de las gárgolas. Como si eso fuera a alargar las horas en lo infinito de las sensaciones. Como cuando un músico ha escrito la invitación al vals y la dama invitada no puede negarse, sea el vals fruto de dicha o portador de la muerte.

por **Lestat De Lioncourt** Lun Feb 11, 2013 2:01 pm

Emití una breve risa de aceptación y me acerqué a ella, buscando el menor cambio en su expresión. La mire a los ojos, a esos ojos intensos y enloquecidos. El lugar vacío e iluminado por el fuerte y lúgubre resplandor de la Luna, parecía aún más sobrenatural, ocupado solo por dos vampiros que cruzaban sus miradas en silencio. Estudie la situación; ¿Que hacia ella sola en el campanario? ¿Por qué se dirigió a mí como si hubiera estado esperando aquel encuentro? Me saludo con aquella voz profunda y suave que había oído anteriormente al llegar a Notre Dame. Al verla, de inmediato me atrajo su rostro, era de facciones delicadas, fino e inmaculado, no necesitaba maquillarse para resaltar su inmensa belleza y su boca perfectamente dibujada. Sin embargo, sus ojos almendrados eran el rasgo, que me había convertido en su esclavo.

Me habló en un apasionado susurro de cómo la noche y la Luna con su resplandor decoran París. Yo la miré sonriendo. No pude remediarlo. Y luego ella con un tono amable, me dio la bienvenida. Siguiendo su ejemplo, contemple admirado la escena por el rabillo del ojo – La Luna es buena seduciendo corazones y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía. – comenté – Para nosotros los condenados, no hay mejor estimulante que la Luna.- Cuando me volví, ella me miraba fijamente con sus ojos claros y perspicaces. Solo pude captar la vaga sensación de que mi presencia ahí, le confundía.

Sin embargo, para mi estar en aquel lugar aguzaba mis recuerdos. Esos días donde recorría la ciudad en compañía de mi madre, la noche que descansamos en aquel sitio bajo el altar de la Santísima Virgen. Si hasta he dado cuenta de mis presas bajo el techo de la mismísima Notre Dame. La miré nuevamente, deseaba obtener de ella el secreto de su nombre. Me presenté esperando con ello ofrecerle la confianza que necesitaba para revelarme lo que esperaba con tanto anhelo.

Lestat –dije de sopetón y luego agrego en un susurro– Mi nombre es Lestat… – me presentó respetuosamente en voz baja, dando mi nombre de pila con la vista vuelta hacía la ciudad.

Esa noche, el viento no era tan fuerte como en otras ocasiones, y pude ver con claridad las figuras de piedra contra el cielo negro azulado. – Viejas gárgolas dormidas, que vigilan en silencio el infierno de los muertos. Pero no están siquiera dormidas, aquellas gárgolas del tiempo siempre están alertas. -

por **Lara Karstein** Jue Feb 21, 2013 3:10 am

"Lo sé, sólo somos inútiles formas de la materia, pero bien sublimes."

Sé bien que la belleza no es esquiva a nuestra especie, conozco con detalle el efecto que va logrando en nosotros, pero, a pesar de ser consciente de ello, no pude por menos pensar en lo atractivo que era. Sus ojos violeta podían cautivar a cualquiera, pero poseía muchas otras cualidades: una melena rubia larga y espesa, con las puntas levemente onduladas rozándole el cuello de la levita, una boca exquisitamente perfilada y una expresión de elocuente comprensión, además de inteligencia.

Fueron segundos, pero parecieron extenderse de tal modo que sentí que llevaba mirando a aquél vampiro durante un periodo de tiempo más largo. Sus palabras hicieron eco en mis pensamientos, fueron como el viento fresco que llena el cielo claro, como una luz que se filtra a través de la grieta de una cueva, como una luciérnaga que en medio de la noche se posa sobre un cuerpo ya sin vida. Así de irónico y de extraño era, pero las sombras no siempre corren a donde las llama el deseo, jamás sacian su furor y de sus placeres sólo nacerán castigos. Lo escuché con atención y sopesé con cuidado sus palabras. Le contemplé sin decir nada hasta que me percaté del pequeño silencio que se hizo tras su intervención, silencio en el cuál nuestras miradas permanecieron cruzadas hasta que yo hablé de nuevo.

- Es como si se pudiera alcanzar la plenitud , sólo con frases de la luna, con su esplendor, con su luz, con toda ella.- Me giré muy lentamente e incliné con ligereza mi cuerpo para apoyarme con los brazos extendidos sobre el borde de la medianera que bordeaba aquella terraza y mirar de frente a la ciudad -Pero la luna no puede alcanzar el mar, así como nosotros tampoco podemos alcanzar al día y es entonces cuando intoxicarnos con filosofía se vuelve una especie de droga que lleva la mente al suicidio o en el mejor de los casos a replantearse la existencia misma, cada detalle, cada momento posible.-

No podía dejar de imprimirle cierta pasión a mis palabras, pues eran resultado de noches y noches en medio del desvarío, del tedio de la vida eterna, de la soledad, del cansancio, de todo. Dicen que de la abundancia del corazón habla la boca, y es cierto, lo comprendí con más intensidad luego de acotar aquello. Tal vez pude ser más sutíl, pero eso no existe cuando la sinceridad se vuelve como una carga de piedras sobre la mente, cuando un grito lejano pero al tiempo interno retumba a través de tus propias palabras y da aviso de su hasta ahora oculta existencia.

Agradecí en mi fuero interno que rompiera aquél estado de mi mente divagando con algo como lo que hizo. Me giré de nuevo para verle y entonces se presentó. Comprobé que no era un vampiro ordinario, intuí que a pesar de los años que tuviera no se jactaba del tiempo como para perder las buenas costumbres, eso, me agradó. Lestat un nombre que no había escuchado jamás pero que sin embargo se me hacía conocido. Respondí sin titubeos.

- Ya os había dado la bienvenida, pero me place vuestra visita, Monsieur De Lioncourt, mi nombres es Lara... Karstein- Y a pesar que él mantuvo su mirada en la ciudad, yo le miré de tanto en tanto, viendo esa mirada distinta con aire elegante, ese rostro que parecía bañado con el blanco fulgor cual indolente belleza. Luego de ello, miré a las afueras de nuevo, como si quisiera neutralizar mis ideas y asegurarme que mi mente permaneciera sellada.

-Tal vez sólo somos nosotros- Respondí a su último comentario en apenas un susurro.

por **Lestat De Lioncourt** Lun Mar 18, 2013 12:50 am

Nada me divierte por este mundo inerte, en los últimos tiempos en nada creo y en nadie puedo confiar. La maldición de una niña que con una acción convirtió mi paciencia en ira, me dejo solo y enamorado de la cruenta aniquilación. Eternamente vi pasar el tiempo; siempre los mismo problemas con el siempre funesto final, pero el destino es incierto y los instantes son caprichosos y ordinarios a la vez.

Perdí la seriedad que embargaba mi rostro y todo fue maravilla de armonías cuando ella alzo nuevamente su voz. Mi corazón fue cautivado en ese instante. Mi alma desplegó sus alas con el susurro de sus palabras y me sumergí en silencio alimentando mis fantasías en la magia de la noche. Absorto la seguí con la mirada, su cálida voz me convoca de nuevo y todo alrededor; angustia y oscuridad no rompen las cadenas de nuestro encuentro. Probablemente creer o no en el destino es una variable a la cual nos inclinamos cuando nos conviene.

No soy experto ni dado a filosofías. –Confieso respetuosamente con una sonrisa que no logre ocultar- Pero es evidente que la Luna, es la hermosa compañera de nuestra locura y confidente de millones de amantes y dementes. –Alce el rostro y con gesto lento mire alrededor. Nada. Solo el casi inaudible latir de su corazón inmortal. Estaba sola.

Volví la mirada hacia ella, Lara, ese era su nombre y contemple su silueta apacible contra el cielo. Uno de los estados menos deseables, y el que más a menudo suele atormentar a cualquiera de nuestra especie, es la soledad. El desconsuelo y abatimiento ante la idea de una soledad pegajosa, ensañada cruelmente con nosotros, sólo son reflejos de un dolor más profundo, cuyo rostro tiene un detalle particular para cada uno de nosotros; la inmortalidad. Y un consuelo que no es común a todos y un escaso número logran encontrar.

He aquí… - Guarde silencio. De vez en cuando es recomendable hacer una pausa, sin embargo, fue su mirada que en su red me envolvió y me dejo sin palabras. Sonreí y negué con un movimiento sutil de cabeza. Me reprendo al permitir ser encantado de manera tan sencilla. – He aquí –continúe- ¿Dónde aprecia mejor París y ve las horas pasar inexorables sin dejar huellas? – Una idea trastrocó mi mente, es un pensamiento que parece desconcertante. - ¿Nos conocemos? – Ahora bien, al pensar en los siglos que han pasado, no es absurda tal casualidad.

Poco y nada puedo decir sobre este encuentro, pero de ella podría hablar hasta el amanecer. De su voz y su encanto, de su silueta que como un reflejo eterno contra el cielo y sus astros, se ha grabado obstinada en mi mente

por **Lara Karstein** Miér Abr 03, 2013 9:54 pm

"Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,
vestiduras manchadas y entreabiertas heridas..."

En el avance de la noche y en el cruce de palabras, percibí en él una serenidad mayor a la que había tenido cuando subió hasta aquí. Hablaba de forma fluída pero bien pensada y era entonces cuando yo lo seguía observando con detalle. Tenía una mirada fiera aunque parecía un ángel, pero no podría ser ángel con aquella sombra en sus ojos ni con aquella segura gelidez en sus manos.

Una mirada experta nunca se engaña, sé por esto que cada vez que nuestras miradas se cruzan nos examinamos con todo el detalle que podemos. Nos leemos a través de esas facciones rígidas o abatidas, en esos ojos hundidos y empañados o brillantes con los últimos fulgores de la lucha, en esas marcas hondas y múltiples que dan los años pero que son invisibles a los humanos, en ese andar tan lento o tan brusco, al instante se descifra las innumerables leyendas del amor engañado, de la abnegación incomprendida, de los esfuerzos sin recompensa, del hambre y del frío soportados humilde y silenciosamente a pesar de lo que somos, de las soledades, de la sed, de la duda...

- Pues vaya, somos casos contrarios-. Le sonreí tras una mínima pausa. -Este tipo de lugares, sobre todo, gustan al poeta y al filósofo por poder dirigir sus ávidas conjeturas al respecto de su encanto. Pasto cierto hay en ello. Porque si algún paraje desdeñan visitar, es, sobre todo, como insinué hace un momento, la melancolía, el encanto o lo fuere que produce aquella luna silenciosa.- Dí de nuevo una mirada hacia quienes cruzaban abajo y continué. -La turbulencia en el vacío nada tiene que les atraiga. Por el contrario, siéntense irresistiblemente arrastrados hacia todo lo débil, lo arruinado, lo contristado, lo huérfano. Como lo que le refleja la luna, a ellos y a nosotros... -Terminé esto como si fuese un susurro y volviendo la mirada a él.

Mantuve mis ojos en los suyos cuando intentó decirme algo y luego hizo una pausa, como si pensara dos veces lo que iba a decir, aunque claro, desconozco el motivo. No dije nada y luego él mismo retomó con una pregunta que me hizo pensar un segundo y respondermela a mi misma primero, en ello formuló la siguiente y respondí con mi tono habitual, bajo y a la vez seguro, pero tal vez mi respuesta no era tan sencilla como quizás esperaba.

-¿Qué viuda es más triste y entristecedora, la que tira de la mano de un niño, con el que no puede compartir su divagación, o la que está sola del todo?- Hice una pausa para permitirle responderse. -Yo no lo sé...- Confesé. - Una vez llegué a seguir durante largas horas a una vieja afligida de tal especie; tiesa, erguida, con un corto chal gastado, llevaba en todo su ser una altanería de estoica.- Una breve risa se escapó de mis labios y bajé la mirada por apenas un segundo para luego retomar mi explicación. -No soy viuda, pero es como si lo fuera. Tengo un par de años como compañeros infames en muchos casos, pero los acallo cuando vengo aquí, a hacer un balance de mis ideas y de si voy enloqueciendo o no a causa del tiempo y de todo. Como todos, supongo, eso tampoco lo sé... Tampoco sé quién sois, pero, tal vez vuestro nombre si me sea conocido, lo he escuchado en las mentes de otros...

por **Lestat De Lioncourt** Sáb Abr 27, 2013 6:45 pm

Nunca antes, mujer u hombre, me había impresionado tanto. El tono en sus palabras acentuaba su aire de seriedad. Mis ojos examinaron detenidamente el rostro implacable de mi distinguida acompañante. Lara continuó hablando fríamente mientras yo la observaba. El timbre de su voz poseía una maravillosa dimensión musical y la forma en que caminaba, le daba ese aire tan singular. Luminoso y aterradoramente bellísimo era la forma en que el resplandor de la Luna bañaba su cuerpo. Sentí un leve escalofrió. Desee conocerla si quiera un momento, sentirme cómplice de ella.

No respondí. Me sentí mareado, no solo por la necesidad que me he causado al esperar hasta esta noche para alimentarme, sino por la suavísima caricia de sus palabras y por la insondable negrura de sus ojos. Advertí que gran parte de su belleza consistía en su serenidad, en la firmeza de su mirada incluso cuando me sonreía. Yo sabía que no podía dar rienda suelta a mis pensamientos porque ella los notaria y eso era algo que no puedo permitir.

Los vientos fríos anunciaban la llegada del otoño. A nuestro entorno pude oír el murmullo de una plegaria, un himno a la madre eterna que poco a poco se eleva. Pensé en algún desafortunado que busca resguardarse de la noche y ve la catedral como un lugar seguro. Ante ello emití una risa breve y apenas audible.

Analice su pregunta. ¿Qué puedo decir? No sé más que ella al respecto.

Por un momento no supe qué me quería decir. Sonreí. Sus palabras dieron paso lentamente a una dulce risa que luego volvió a fundirse con el canto de la noche. – En realidad, no importa ¿Cierto? – Dije sin ganas de ponerme polémico preguntándome simplemente – Y en efecto, quizá sea así. Sinceramente, no sé. – Avance y recline mi brazo contra una superficie de piedra. Miré la ciudad con su magnífico brillo. – Esta noche es un buen momento para hacerlo. – dije –

Percibí el aroma de mortales. Me vi a mi mismo caminando por París como solía hacerlo en los viejos tiempos, cuando yo estaba vivo. Sobre los hombros llevaba una capa de pana roja, forrada con la piel de los lobos que había matado en mi nativa Auvernia, sin soñar jamás que hubiera cosas acechando entre las sombras, cosas que al vernos podían enamorarse sólo porque uno era joven, cosas que podían quitarnos la vida sólo porque nos amaban y porque uno había matado a una manada entera de lobos, cosas como Magnus…

Viajó con la mirada desde la ciudad a su rostro. – La locura se trata de una verdad ancestral entre nosotros, sin importar si aquel vampiro anciano sigue tanto las viejas costumbres como si las abandona. – Continúe – Y eso de que la locura es nuestra enemiga no es cierto, si se es realmente fuerte. – Saboreé aquel instante, el hecho de que aquella vampira y yo estuviéramos realmente en aquel lugar. – Ciertamente, la soledad que llevamos dentro, junto a esta sensación de poder, pueden ser tan fuertes como la sed de sangre y llega un momento en que ya no se puede soportar seguir viviendo, en especial para el vampiro que habita entre los humanos. – Hice una pausa. Caminé hacia ella con el mismo ritmo que un mortal, con paso ligero pero firme y desplazando el cuerpo por el espacio con toda normalidad. – Con el paso del tiempo, llega a conocer a los mortales más de lo que éstos puedan conocerse entre ellos y al final no puede soportar seguir quitando vidas, seguir causando sufrimientos, y únicamente la locura o la muerte pueden calmar su dolor. – Me embargó una inexplicable atracción hacia ella que rechace al instante, y la sensación de paz aumentó nuevamente en mi interior.

por **Lara Karstein** Miér Mayo 01, 2013 1:23 am

"Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad."

Giré mi rostro conteniendo una pequeña risita. El causante de la misma no había sido él, sino yo. ¿Desde cuando hablaba tanto? por un momento me replantee todo lo que decía por las noches en aquél lugar a solas y los muchos pensamientos que me rondaron en el tiempo que no le hablé a nadie; era probable que hicieran sus estragos y que mi mente revuelta intentara tomar un poco de espacio al dejar salir algo, como cuando la gente respira, saca lo ya inhaló, lo que ya estaba dentro. La diferencia radica en que yo creí poder controlar lo mío, creí que , como decía Pitágoras, que si mi corazón estaba cerrado, mi boca también lo estaría. ¡Brillante desfachatez cometía yo al descuidar aquello!

-Es cierto, nada importa...- Dije en un tono de voz demasiado calmo, como si mis pensamientos previos hubiesen tomado forma de efecto analgésico; pero comprendí que mi forma de hablar empleando una especie de parábolas no era muy eficaz, apenas si me comprendía yo. Sin embargo su modo de responder fue lo mejor, o hubiese ido mi mente a parar a quien sabe donde. Ahora necesitaba de mi aplomo, de esa coherencia que le es necesaria a quien conversa con alguien a quien desconoce pero que no pretende por lo mismo continuar en ese mismo paso.

Observé lo más lejos que pude la ciudad desde aquél lugar, y al girar la vista de nuevo a él, noté un cambio en su mirada, como si algo le pesara, aunque tal vez él no se lo planteara de esa forma, como si París tuviera demasiados recuerdos con el peso necesario como para ensimismarlo de esa manera. Suspiré.

-Nos es permitido dudar de todo, pero la locura, Monsieur, me temo que para todos no es la misma. Nuestras parcas utilizan atavíos diferentes.- Y a cada uno lo tortura de otra forma, con locura, con recuerdos, con instintos... somos demasiado complejos para categorizarlo lo suficiente.

Cuando habló de nuevo mientras se acercaba, -tomando la iniciativa que habría tomado yo si él no lo hacía- le mantuve la vista con demasiada firmeza, tanto que por un segundo creí no era necesaria; pero el hecho es que me gustaba mirarlo, no solamente por la atracción que representaba sino por las cosas que decía. No pude evitar fruncir el ceño al notar sus cambios repentinos pero para mí evidentes, todo en un gesto curioso.

-Habla usted como si tuviera demasiados años encima...- confesé con un tono tan sereno que incluso me pareció dulce, pero más bien era como si lamentara aquello por él. Yo sabía que era mucho más joven que yo, pero no por eso determinaba otras cosas, como la fuerza de su cuerpo o de sus pensamientos, ni de sus dones o determinaciones, eso no se puede calcular siempre con la edad aunque seguro que da una pauta importante. -El dolor de matarlos se puede evitar...- dije como para amortiguar lo que había dicho previamente de tal modo que no pareciera una imprudencia, a pesar de haber notado lo de la edad. -Siempre se puede aplacar las culpas de sus muertes cuando nos tornamos en jueces directos, pero eso va en algunos, no lo sé...- Hice referencia a ello porque siempre me guardé de matar inocentes, aunque suena absurdo. Mis víctimas eran todas culpables, humanos que manchaban el cuadro con sus retorcidas actividades y que incluso eran como depredadores de su propia especie; esos, lo peor de los humanos, era lo que yo me bebía.

No dije nada más, pero algo me había quedado claro, este hombre, a mi parecer, tenía algo de filántropo, de curioso por ellos, por los humanos.

por **Lestat De Lioncourt** Mar Mayo 14, 2013 11:46 pm

Suspiré. Aquella vampira me agrada. Ella estaba dejando en mí, una huella que muy pocos conseguían hacer. La contemple nuevamente y nuestras miradas se encontraron, en ese instante, una pequeña sonrisa se bosquejó en mis labios. Por un largo tiempo recorrí la vida con un semblante serio, escasamente lograba formar una sonrisa luego de todo lo sucedido desde que Magnus me trasformo en lo que ahora era. Estoy un poco más triste, soy un poco más desconfiado y también un poco más consiente. – Algunos afirman que el estado natural de los vampiros es la locura y que sólo nosotros somos lo suficientemente capaces para gozar de tan divina demencia. – Pareció confundida, curiosa tal vez, y su ceño fruncido le daba un aspecto más humano a su rostro. Un simple gesto que le daba una apariencia encantadora. Sentí la necesidad de desviar la mirada, como de esa forma consiguiera ocultar a Lara toda conmoción.

“¿Era posible que notara la turbación que causó en mis acciones?”

Una breve carcajada escapó de mis labios. No fue burla, sino sorpresa lo que me llevo a reír así. – Que curioso… – murmuré luego, casi pensativo. Tal vez mi íntima relación con los viejos sea la razón. Me refiero a los auténticos inmortales, a los bebedores de sangre que han sobrepasado el milenio. A vampiros como Akasha. En ella pensé mientras observaba a Lara.

Aquella sensación de presencia que percibí a los pies de Notre Dame, de que algo inmensamente poderoso estaba allí, fue lo que despertó mi curiosidad y me permitió conocer a tan intrigante vampira. Lara; un ser tan antiguo como Marius, pero jamás tan peligroso como Akasha. – Sólo poseo doscientos años. – En mis labios calló su nombre. – Aunque, algunos aseguran, que reúno lo mejor de la juventud y la ancianidad vampíricas. – Empezaba a acostumbrarme a los cambios que experimentaba su rostro, entre la expresividad y la inmovilidad perfecta como la de una máscara. Sonreí nuevamente. Sus palabras me habían asombrado, pero no empezaría a lanzar preguntas inútiles a mi interlocutora. No ahora cuando el humano que hay en mi interior, parecía estar más cerca que nunca de la superficie. – El motivo por el cual continúo tomando vidas, es por aquel íntimo momento que nace al beber la sangre de mi víctima. – No estoy seguro del porque confiesó tal cosa a una vampira desconocida. Pero continué. Palabras necias que escaparon de mis labios. – Engullo la muerte que, por un instante, arde con tanta magnitud como la vida. – Moví la cabeza y aparte la vista hacia los escalones donde anteriormente me encontraba. Ese fue el camino que tomé para llegar aquí, al campanario.

En estos momentos, no puedo aplacar la culpa. Estoy más lejos que nunca de toda salvación. – Declaré con certeza y una gran sonrisa cuando voltee a verla. Casi divertido al llegar a tal conclusión. – Me alimento sólo de malhechores para aplacar mi conciencia, a veces lo consigo, otras no. – Suspiré. Abrí mi mente en esta ocasión. Si podía oír o no mis pensamientos, lo desconozco. Siempre mantuve mi equilibrio y franqueza. – Por favor, disculpadme si os parezco amargado. – No tengo ningún derecho a estarlo, sin embargo, me sentí completamente fascinado y ni siquiera traté de ocultarlo.

por **Lara Karstein** Jue Mayo 23, 2013 11:29 am

"Es difícil encerrar a la bestia cuando sabes que en tu pecho habita."

¿Por qué? ¿Por qué..., porque aquella fisonomía me fue irresistiblemente simpática? Quizá lo más legítimo sea suponer que ni yo misma sé por qué. Más de una vez he sido yo víctima de ataques e impulsos semejantes, de esos que nos autorizan a creer que unos demonios maliciosos se nos meten dentro y nos mandan hacer, sin que nos demos cuenta, sus más absurdas voluntades.

Guardé silencio mientras hablaba de la locura porque yo no estaba del todo segura de conocerla o de manejarla. Creo que apenas la interpretamos y muchos de nuestros congéneres vampiros se creen capaces de dominarlo todo. A través del autoengaño, claro; porque estos que fingen sabiduría al final terminan lanzandose con brazos abiertos al sol matutino y despidiendose de lo que creían manejar porque realmente no era así. Tal vez, incluso, yo misma termine cayendo en lo mismo. Así es el ciclo que nos da la eternidad. Sencillamente asentí a sus palabras.

Él rió como si yo hubiese descubierto algo que no esperaba y, en efecto, era un vampiro joven como creía, demasiado joven comparado incluso conmigo. Sin embargo su osadía llegó a molestarme. Fui consciente de dos cosas; la primera, es que daba una importancia considerable a lo que decían otros y quizás lo hacía inconscientemente. Y la segunda cosa, era el tamaño de su ego. ¿Acaso pretendía intimidarme diciendo que reunía lo mejor de la juventud y la ancianidad vampíricas? -Realmente no sé que le ven de bueno a la juventud vampírica, tal vez usted pueda decirmelo ¿No lo cree?- No pude evitar hablar en un tono más frío, pues esta última frase escapó de mis labios como si la molestia que me producía su ego no pudiera ser disimulada. Pese a todo me guardé la mayoría de ideas que venían a mi cabeza.

Sé por experiencia que muchos vampiros hablan así para intimidar a otros, pero eso no funciona conmigo porque soy capaz de batirme a muerte si alguien intenta siquiera tocarme. Si lo que este desconocido que cerraba su mente a cal y canto pretendía que temiera por sus palabras, estaba por completo equivocado. Yo era 1000 años mayor que él y eso era fuerza suficiente para lanzarlo en partes desde la torre si así se me antojaba. Estaba segura de mi posición aunque no se la daba a conocer a él. No iba a intimidarlo con palabras porque siempre preferí demostrar las cosas con acciones.

-¿Aplacar la culpa? Como si no nos fueramos a ir al infierno por beber del bueno o del malo.... Al final eso no nos hace diferencia en el destino, sólo nos engañamos a nosotros y le ponemos un velo a la conciencia para creer que no somos del todo, mmm, salvajes, destructivos, depredadores.... o el adjetivo que prefiera darle.- Dicho esto me giré de donde estaba y caminé a sus espaldas. Lo observaba, pero me había distanciado notablemente por la desconfianza que me había generado. El hecho de saber que yo era más fuerte no significaba que fuera menos vulnerable. Muchos antiguos han muerto de maneras estúpidas a manos de vampiros más jóvenes e incluso de humanos, a causa de segundos de autoconfianza y, ese no sería mi caso. No quería morir ahora y no pensaba hacerlo.

-Yo usaría otra palabra distinta a amargado. Me parece que sufre de un modo distinto pero no quiero especular al respecto.- Me crucé de brazos y mantuve el ceño fruncido ligeramente. -Al final el ser vampiros nos termina potenciando cualquier emoción así que... supongo que lo comprendo.- ¿Notaría mi cambio como yo notaba los suyos? lo que me importaba de esta respuesta es como iba a actuar al respecto. Tal vez, su fachada había caído.

por **Lestat De Lioncourt** Sáb Jun 15, 2013 9:34 pm

Brota de mis labios su silencio. Así como del fondo de la música brota una nota que vibra, crece y se adelgaza. Quisiera oír nuevamente su voz y descubrir que piensa sobre mí. Su silencio parece ser profundo, sabio y casi estremece mi piel. Mi respuesta fue precisa, que tan solo unas cuantas palabras bastaron para trasformar su expresión y otorgarle una mucho más sería. Y su voz, se alza desde mi risa para reprochar con rigor mi osadía. Me embelesa, aunque su tono sea hostil. ¿Estaré perdiendo la cordura?

Bajo la mirada de la Luna, una brisa llega tan fría como la expresión que ahora adoptaba su rostro. A pesar de su molestia no me siento intimidado y con la mirada fija en sus ojos me declaró orgulloso, sin ningún arrepentimiento. Ahora parecía tan fría que en su rostro no se reflejaba ni la risa, ni el grito, ni la queja. Sin embargo, era evidente que mis palabras la habían ofendido.

No es tan sencillo como parece. ¿Qué puedo decir sobre la juventud vampírica que usted ya no conozca? – Pregunté mirando a Lara de nuevo a los ojos. Mi única esperanza era conseguir que siguiera hablando – Podríamos hablar de la sed irresistible que nos lleva a matar una víctima cada noche mientras se es joven. Una sed que ya no poseo a pesar de mis 200 años. – Ella no se inmuto, continuo observándome atentamente. Tuve un mal presentimiento. Algo negativo cruzaba por su cabeza e intenté averiguarlo sin que Lara lograda darse cuenta de ello. – Solo al sentir su presencia advertí que ha vivido mucho más tiempo que yo. Y al igual que usted, bebo sangre humana y mató para obtenerla tanto si la necesito como sino. – Luego cayó el silencio. La quietud. Así permaneció por un largo rato.

Su siguiente comentario fue como una daga capaz de atravesar la sólida piel de un vampiro. Siempre había considerado que no podía ser una buena, digamos, persona. No fue ese el motivo que me hizo sentir de esa forma sus palabras. Vivimos en un paraíso salvaje e indiferente donde no existen indicadores que nos señalen lo bueno y lo malo, lo sé. A pesar de ser monstruos, tenemos conciencia. Soy culpable de matar mortales, porque fui creado como un ser que se alimenta de sangre y muerte. ¿Buscaba aplacar la culpa respecto a la muerte de Nicolás o la traición de mi pequeña familia? Probablemente. Siempre viviré atormentado por ellos.

Capté casi un involuntario atisbo de lo que ella sentía. Olvidé mis intenciones por indagar en su mente y en un curioso instante tuve una visión de lo que estaba sucediendo. Ella aparto un momento la mirada cuando giro para crear una distancia notable entre nosotros; No podía tolerar su inmenso vacío ¿Por qué?

Menee la cabeza para indicar que aquello me parecía un disparate. Voltee a verla mientras ella se alejaba lentamente y con un ligero salto termine de pie en el borde de lo que es aquella medianera que bordeaba la terraza. – Lara – Pronuncie lentamente su nombre en voz alta. Hacerlo fue una delicia. Luego miré hacia la zona donde ella permanecía y advertí como volvía a concentrar nuevamente su mirada en mí. – Es demasiado valiente y fuerte para dejarse intimidar. Y yo sería demasiado estúpido si tan solo pensará en hacer tal cosa. – Dije apoyando un dedo en la sien, explicando que no fisgonee en su mente, sino que todo fue algo involuntario. Por catalogarlo de alguna forma, un simple accidente. Me sentí tentado a sonreír. El ceño apenas fruncido en su rostro me gusto. Pero me limité a asentir.

Mientras la observaba con franca admiración, me pregunté el significado de aquellas últimas palabras; Sufrir de un modo distinto. ¿Qué quiso decir con eso? Opté por no hablar más sobre dolorosos recuerdos, ni mencionar nada al respecto sobre los poderes y la edad de un vampiro. Aquello parecía ser un tema íntimo y muy delicado. Un importante detalle el cual había olvidado.

Creo que de alguna manera la he molestado. – Agregué tranquilo – Puedo marcharme si así lo desea. – Dije alzando la mano y señalando la ciudad por encima de mi hombro con el pulgar, como si estuviera dispuesto a lanzarme torre abajo –

por **Lara Karstein** Dom Jul 14, 2013 5:18 am

"Y al que apetezca la gloria debe despedirse a tiempo del honor
y dominar el arte difícil de irse en el momento oportuno."

Eramos la viva imagen de dos soberbios; eramos seres misteriosos que iban poco a poco atacando la debilidad del otro a la vez que intentaban escrutar la mente ajena sin ser descubiertos. Y él, se paraba ante mí como sobre un estrado: seguro, glorioso, con un esplendor que destacaba sobre el fondo opaco de la noche. Tenía un aire tan altivo y tan lleno de dominación que lograba gustarme y generarme un fuerte rechazo al mismo tiempo. Yo en cambio, permanecí apartada, distante de su extraña simpatía y ensimismada en mi desconfianza.

Ignoré por elección propia el hecho de su edad, pues, mi atención se fijaba en algo más. -Hay acaso algo más corruptible que la juventud? Yo no lo creo. Y es por eso que sin duda no es algo agradable, bajo ningún punto de vista. Pero venimos a hablar tarde del tema.- Tarde porque ya vivíamos con la mentalidad de los viejos; yo por tiempo y él por elección propia o por experiencias inesquibables. Como sea que fuere, ambos habíamos abandonado la debilidad del neófito y habíamos dado paso a vampiros más fuertes con todo lo que eso conlleva, como la soberbia que sobrebolaba con total disimulo alrededor de la escena y de la cual puede que ninguno de nosotros fuera del todo consciente. No obstante, sí eramos conscientes de un aproximado de la edad del otro desde el primer momento. Sin números, él acertó a que yo tenía más años que él y no lo ocultó en medio de la charla. Con la mirada al frente y posada firme en sus ojos, asentí sin comentar nada más. Yo tomaba e ignoraba lo que quería, le restaba importancia a datos sobre su persona en cuanto a comentarios se refiere, porque aunque no acotara nada, prestaba atención a cada detalle que iba dejando almacenado en mi memoria.

Sus labios mencionaron mi nombre en un tono que no soy capaz de describir pero que sí puedo afirmar haber escuchado con gusto. Sin embargo, lograba de nuevo hacerme sentír simpatía y luego aversión. Ese era su juego involuntario, llevar de extremo a extremo mis percepciones sobre él y dejar de esa manera mis teorías inconclusas, inútiles y subjetivas.

Yo no temía ¿Qué le hacía creer que sí? era desconfiada, pero eso no es lo mismo. Me volteé apenas girando a la mitad y le miré prácticamente de reojo. -¿Cree que usted me intimida?- Una pequeña risita brotó de mis labios como una delicada burla. Según su gesto comprendí que había logrado leer mi mente pero al no ser completo parecía haber interpretado cualquier cosa. Me causó gracia su intento fallido pero me molestó de nuevo su atrevimiento. No cesaba ni un minuto de llevarme por aquél vaivén del que antes había tenido idea, sino que en cada frase que salía de su boca me devolvía a lo mismo como una especie de efecto rebote que ni él mismo era capaz de controlar.

-Quédese si así lo prefiere. Si le soy sincera, no me interesa.- Fueron las últimas palabras que dije y sin despedidas previas me avalancé torre abajo en un sólo salto que no tuvo necesidad de haber hecho un apoyo en la medianera de la terraza. No pude decir que me molestaba porque no estaba segura, pero tampoco se me antojaba negarselo. Decidí irme porque así hago siempre que no estoy cómoda y que las palabras que tengo para decir no mejoran mis silencios. Decidí irme porque siempre soy yo la primera en hacerlo.

Estamos en París y no es muy grande. Es probable que lo encuentre de nuevo y para entonces, espero que el vaivén por el que me llevó durante este noche haya desaparecido y me permita entonces odiarle o anhelarle por lo que representa él en sí mismo.

por **Lestat De Lioncourt** Mar Jul 30, 2013 6:22 pm

Tarde – susurré mirándole fijamente. Los cambios que experimentó el ambiente a nuestro alrededor eran tan inesperados que me descubrí conteniendo la respiración. Ante mis palabras Lara se desenvuelve con indiferencia, sus ojos en los que no se revela nada dulce o amargo son dos orbes fríos donde mi alma soñadora despierta en busca de un nuevo horizonte. La fascinación junto al miedo estalló silenciosa en mi corazón, me di cuenta de ello y sellé las emociones dentro de mí. Añoré el silencio de la tumba, por primera vez en mi vida inmortal la sensación de que todas las cosas estaban fuera de mi control comenzaba a enfurecerme.

Al cabo de unos minutos aparto los ojos de ella, vacilando como si quisiera añadir algo y paseando la mirada por el techo de la estancia hasta contemplar nuevamente su rostro. Admití que trate de leer su mente, quería saber que era aquel ser y porque me parecía una criatura tan sublime. Ella me observo y su pequeña risa socarrona en lugar de despertar mi cólera me llevo a sonreír con cierto entusiasmo que mis diminutos colmillos se dejaron ver entre mis labios. Su sonrisa era tranquila y su mirada arrogante. Jamás hubo malevolencia en ella, solo confusión. La mayoría de los vampiros son seres desconfiados y solitarios a quienes nos les gustan los demás. No tienen más que un par de escogidos compañeros de vez en cuando. Estoy seguro que Lara solo protege su territorio de caza y su intimidad, igual que yo la mía.

En esencia somos seres maléficos, somos asesinos. Heme aquí, libre y solitario.

Suspiré y luego negué a su pregunta manteniendo apenas el gesto. ¿Realmente trate de Intimidarla? Ni siquiera yo conocía con certeza la respuesta. Quizás inconscientemente con cierto pudor en los labios preso de la necedad de sentir su voz. Tal vez volveré a intentarlo para justificar el anhelo de conocerle y dibujar en sus labios una bella sonrisa. No lo sé.

Y entonces la confusión, la incertidumbre…

Pero ahora sus últimas palabras repercuten como un adiós. En solo un instante, en un fugaz segundo, sentí como mi alma se evaporaba hacía otro camino, donde ya sus ojos no estaban. Voltee a verla una vez más donde su silueta se desvanecía en la oscuridad. Se fue en silencio, tranquila, sin rumbo alguno. – Lara – Mi boca pronunció su nombre por última vez. En el fondo tenebroso de mi alma arrogante, supe que el recuerdo de esta noche y de aquella vampira nunca palidecerá.

Entre los extremos de mi sentir y no sentir, buscando que la angustia no se apodere de mí ser, la soledad llama nuevamente a mi puerta. Estaba demasiado extasiado con el acontecimiento de la noche como para tomar en serio aquel impulso inquietante que encendía mi alma. Quisiera estar lejos y pensar que esto solo fue un sueño, pero no puedo.

Inagotable pozo de necedad y errores es mi corazón indiferente forzado a ser conmovido en sus profundidades más negras. Es otra despedida más. Le sonrío a la duda que me rodea y al miedo ridículo de no volver a verla jamás.

La vida está llena de ciclos y la noche está por terminar. Se acerca el alba y esos recuerdos, ¡Ah malditos recuerdos de aquella mirada que me quito el habla y ese cabello negro que juega con el compás del viento! Esta vez no me traicionaran.

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Epígrafe de un Asesino (Lestat De Lioncourt)

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