AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
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¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Una hora después del paseo de esa noche vuelve a casa con la sonrisa más amplia y el apetito saciado. Tiene en las venas la sangre de un hombre joven y una muchacha virgen, encontrarlos podría haber sido una casualidad de no ser porque ella sabe siempre donde se reúnen los enamorados a tomarse de las manos o mirarse de reojo como si estuvieran cometiendo algún pecado imperdonable. Aún le cuesta un poco creer a Skaði que los humanos sean tan pudorosos en público, que se cuiden tanto de tocarse cuando en privado piden a gritos que ella les realice cosas mucho más… salvajes. La mansión en la que vive está habitada por ella y apenas tres trabajadores más, una pareja mayor que consiguió apenas llegó a Paris y un chico que no supera los veinte años de edad y de quien no ha bebido pero que si conoce su naturaleza, con él sólo ha mantenido relaciones sexuales una vez por semana y pese a que ya le está pareciendo algo monótono sabe que le sirve mantenerlo cerca y por ello no deja que parta.
Alguien más debería pasar más tiempo ahí, alguien que debe estar en todo momento bajo su alero pero que esta vez se desvió del camino. ¿Por qué ahora prefiere las sucias calles de Paris en vez de todas las comodidades que ella puede darle? Skaði está molesta, inmensamente molesta. Este protegido no es como los otros hombres que a la primera mirada sólo esperan conseguir lo que puede dar sin tener que otorgar algo a cambio, con este hombre, con este vampiro siempre habrá una réplica cargada de amor a sus palabras. Y ahí es donde radica el mayor problema. Sky quiere dominarlo dentro y fuera del dormitorio sin tener que llenarse de cursilerías, hacer de él parte de su propiedad y evitar observar como piensa, imagina, sueña e incluso mira a otras. Por ahora apenas ha conseguido que sea su sumiso cuando están en la cama, pero no es suficiente, ella quiere más. Skaði no quiere compartirlo, ¿por qué debería hacerlo? Ella fue quien lo creó, gracias a ella puede ver este nuevo mundo y disfrutar de la eternidad. ¡Qué malagradecido es! Si antes estaba molesta ahora está furiosa. Pasea por la casa sabiendo que llegará en cualquier minuto y que ella ya tiene pensado el castigo que quiere darle.
No alcanza a terminar ese pensamiento cuando lo ve cruzar el umbral que separa esa sala de estar del comedor principal. Por algunos momentos observa lo bien que se ve, tan guapo como siempre, tan relajado como siempre. Skaði camina hasta él pero no lo toca, tampoco le habla, sólo se inclina levemente evitando rozarlo de algún modo. El olor desconocido le indica que ha estado con alguien más y si alguien alguna vez creyó que es una mujer fría ahora puede quedar demostrado lo contrario. La vikinga sanguinaria surge debajo de esa imagen vestida como mujer de Paris, Sky salta sobre él y lo rodea con los brazos. Cuando abre la boca no es para sonreír, en cambio usa los colmillos para recorrer el camino desde su oreja hasta sus labios dejando evidentes marcas que sangran por toda su mandíbula. No es un gesto suave, al contrario, la intención es provocarle dolor mientras sigue en esa especie de abrazo, — maldigo que estas heridas puedan cerrarse, maldigo que no queden como una marca perenne… te maldigo por permitir que otras te toquen… — una de sus manos se alza y tira de su pelo casi arrancándolo del cuero cabelludo. Quiere que la mire directo a los ojos y con eso lo logra. — ¿Cuándo entenderás que eres sólo mío? —
Alguien más debería pasar más tiempo ahí, alguien que debe estar en todo momento bajo su alero pero que esta vez se desvió del camino. ¿Por qué ahora prefiere las sucias calles de Paris en vez de todas las comodidades que ella puede darle? Skaði está molesta, inmensamente molesta. Este protegido no es como los otros hombres que a la primera mirada sólo esperan conseguir lo que puede dar sin tener que otorgar algo a cambio, con este hombre, con este vampiro siempre habrá una réplica cargada de amor a sus palabras. Y ahí es donde radica el mayor problema. Sky quiere dominarlo dentro y fuera del dormitorio sin tener que llenarse de cursilerías, hacer de él parte de su propiedad y evitar observar como piensa, imagina, sueña e incluso mira a otras. Por ahora apenas ha conseguido que sea su sumiso cuando están en la cama, pero no es suficiente, ella quiere más. Skaði no quiere compartirlo, ¿por qué debería hacerlo? Ella fue quien lo creó, gracias a ella puede ver este nuevo mundo y disfrutar de la eternidad. ¡Qué malagradecido es! Si antes estaba molesta ahora está furiosa. Pasea por la casa sabiendo que llegará en cualquier minuto y que ella ya tiene pensado el castigo que quiere darle.
No alcanza a terminar ese pensamiento cuando lo ve cruzar el umbral que separa esa sala de estar del comedor principal. Por algunos momentos observa lo bien que se ve, tan guapo como siempre, tan relajado como siempre. Skaði camina hasta él pero no lo toca, tampoco le habla, sólo se inclina levemente evitando rozarlo de algún modo. El olor desconocido le indica que ha estado con alguien más y si alguien alguna vez creyó que es una mujer fría ahora puede quedar demostrado lo contrario. La vikinga sanguinaria surge debajo de esa imagen vestida como mujer de Paris, Sky salta sobre él y lo rodea con los brazos. Cuando abre la boca no es para sonreír, en cambio usa los colmillos para recorrer el camino desde su oreja hasta sus labios dejando evidentes marcas que sangran por toda su mandíbula. No es un gesto suave, al contrario, la intención es provocarle dolor mientras sigue en esa especie de abrazo, — maldigo que estas heridas puedan cerrarse, maldigo que no queden como una marca perenne… te maldigo por permitir que otras te toquen… — una de sus manos se alza y tira de su pelo casi arrancándolo del cuero cabelludo. Quiere que la mire directo a los ojos y con eso lo logra. — ¿Cuándo entenderás que eres sólo mío? —
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Aunque la noche es joven, yo me siento cansado. Cansado de la oscuridad. Cansado de esa soledad, que cada día se hace más pesada sobre mis hombros. Solo hay una persona que puede aliviarla y aunque egoístamente quiero atarla a mi cada hora, cada minuto, no podría ser más imposible. Pero solo es un deseo. Un pensamiento. Un sueño que recurre a mi cada vez que decaigo. Cada noche. Aunque no puedo decir que estoy del todo descontento con nuestra situación actual, mentiría si no afirmara que sueño con algo muy diferente Sueño que ella es mía y lo acepta abiertamente sin vergüenzas ni tapujos de por medio. Sueño que ella quiere ser mía. ¡Y qué malditamente bien me siento, joder! Es frustrante. Pero por ahora, igual que cien años atrás, debo conformarme con este sentimiento unilateral. Posiblemente unilateral. Quizás, unilateral. ¿Quién puede saberlo? Skaði, la dueña de mis frustraciones, es impredecible. Sé que de alguna jodida excéntrica forma siente algo por mi, a pesar de que no lo admita jamás. Me desea. Me ata. Me posee. Afirma ser mi dueña y, al mismo tiempo, toma posesión de muchos otros frente a mi; gozando como la perra que es. ¿Cómo saber cuáles son sus verdaderos sentimientos? ¿Los tendrá, si quiera? Preguntas y más preguntas, que me hago constantemente. Que me llevo años y años. Al final, todo da igual. Qué importa lo que ella sienta. Qué importa lo que les haga a otros. Qué importa lo que me haga. Hace mucho tiempo que ya decidí seguirla hasta mi último aliento; hace ya mucho tiempo que me cautivó como nadie más podría haberme cautivado. Al final, todo da igual.
— Mierda.
Maldigo en voz alta cuando, por casualidad, mi cerebro registra las campanadas de la iglesia. Las dos de la madrugada. Nada bueno. ¿Estaría ya en casa? Antes de saberlo, se había marchado a su caza, y nunca se podía adivinar cuando era que volvería. Nunca se adivinaba nada acerca de ella, porque era tan simple como que hacía lo que se le antojaba; cuando se le antojaba. Aún así digo orgulloso que cada vez la conozco mejor. Arrugo el papel entre mis manos, un lienzo más echado a perder sobre la nada misma en realidad; últimamente no tengo demasiada inspiración. Lo tiro en un recipiente y camino hacia delante. La casa no está lejos y sé que es tarde, si ella está, va a estar esperando por mi. Sonrío al pensar en eso e inconscientemente camino más despacio. Oh, si está, va a estar enfadada. Puede no ser bueno, pero confieso que me gusta verla enfadada por mi causa. Una Skaði enfadada, es mucho peor que cualquier otra mujer, os lo aseguro; sin embargo, siempre que sea yo el causante de esas fuertes emociones, estaré complacido. No importa de qué tipo sean, ni el cómo, ni el dónde, ni el cuándo. Llenarla de mi, acaba siendo mi único objetivo, de la forma que sea.
¿Cuándo entenderás que eres sólo mío?
Evito sonreír, de echo, reírme a carcajada. ¿Cuándo lo entenderé? ¡Oh, por favor! Fui tuyo desde el momento en que te vi; tienen ganas de gritar mis labios. Sin embargo, los contengo. Por Dios, que esas palabras no saldrán de mi boca. No al menos, en un contexto que puedan ser tomadas como la pura verdad que en realidad es. — Si me has echado de menos, solo deberías decirlo... — En teoría, estoy bromeando. En realidad, sé que me ha echado de menos y quiero que lo admita. Me tira del pelo con fuerza, lo que me obliga en parte a mirarla fijamente. Aunque tampoco tengo por costumbre evitarla, ese hermoso rostro es contemplado por mi muchas más veces de las que en realidad ella es consciente. Mi mano trepa con sigilo por su espalda hasta llegar a agarrar a penas la punta de su mechón más largo. No tiró de él, solo lo enrosco en mi dedo y juego a dar pequeños tirones. Aún cuando mi cuerpo está tenso por las emociones que ella me transmite, emociones rabiosas tengo que aclarar, no voy a responderle con la misma moneda. Eso es lo que ella espera. Lo que ella quiere. Por lo tanto, yo hago lo contrario. Siempre es así. — Te recuerdo que si me convertiste fue para que estas heridas se cerrasen, de lo contrario, no habría durado nada en tus manos como un simple humano... — Acerco mi rostro ligeramente al suyo, sin pretenderlo mis colmillos se han alargado y los muestro abiertamente aunque a penas y son susurros los que salen de mi boca.
No hace mucho que he bebido, pero estoy sediento de ella. Siempre estoy jodidamente sediento de ella, es una tortura; una tortura que disfruto.
— Mierda.
Maldigo en voz alta cuando, por casualidad, mi cerebro registra las campanadas de la iglesia. Las dos de la madrugada. Nada bueno. ¿Estaría ya en casa? Antes de saberlo, se había marchado a su caza, y nunca se podía adivinar cuando era que volvería. Nunca se adivinaba nada acerca de ella, porque era tan simple como que hacía lo que se le antojaba; cuando se le antojaba. Aún así digo orgulloso que cada vez la conozco mejor. Arrugo el papel entre mis manos, un lienzo más echado a perder sobre la nada misma en realidad; últimamente no tengo demasiada inspiración. Lo tiro en un recipiente y camino hacia delante. La casa no está lejos y sé que es tarde, si ella está, va a estar esperando por mi. Sonrío al pensar en eso e inconscientemente camino más despacio. Oh, si está, va a estar enfadada. Puede no ser bueno, pero confieso que me gusta verla enfadada por mi causa. Una Skaði enfadada, es mucho peor que cualquier otra mujer, os lo aseguro; sin embargo, siempre que sea yo el causante de esas fuertes emociones, estaré complacido. No importa de qué tipo sean, ni el cómo, ni el dónde, ni el cuándo. Llenarla de mi, acaba siendo mi único objetivo, de la forma que sea.
***
Cuando llego no hay movimiento aparente, aunque algunas luces están encendidas. Tampoco sé exactamente cuando he tardado, pero no me he dado prisa. Mis pies me llevan en dirección a su habitación ¿Estará "disfrutando" con alguien? Me pregunto, mientras tanto. Lo cierto es que me es indiferente, porque de ser así, no tendré reparos en interrumpir anunciando de mi llegada. En el caso contrario... No ha echo falta pensar una posibilidad, porque justo en ese instante la veo al otro lado de la estancia dirigiéndose hacia mi. Mi cuerpo se queda inmóvil, esperando ansioso ante ese rostro indescifrable que nada bueno indica. Me estremezco cuando está a unos centímetros, pero sin rozarme. Gimo en silencio cuando finalmente me toca solo para arañarme y agarrarme con fuerza. Ah, después de todo, había estado acertado en mis suposiciones. Estaba enfadada. ¿Cuándo entenderás que eres sólo mío?
Evito sonreír, de echo, reírme a carcajada. ¿Cuándo lo entenderé? ¡Oh, por favor! Fui tuyo desde el momento en que te vi; tienen ganas de gritar mis labios. Sin embargo, los contengo. Por Dios, que esas palabras no saldrán de mi boca. No al menos, en un contexto que puedan ser tomadas como la pura verdad que en realidad es. — Si me has echado de menos, solo deberías decirlo... — En teoría, estoy bromeando. En realidad, sé que me ha echado de menos y quiero que lo admita. Me tira del pelo con fuerza, lo que me obliga en parte a mirarla fijamente. Aunque tampoco tengo por costumbre evitarla, ese hermoso rostro es contemplado por mi muchas más veces de las que en realidad ella es consciente. Mi mano trepa con sigilo por su espalda hasta llegar a agarrar a penas la punta de su mechón más largo. No tiró de él, solo lo enrosco en mi dedo y juego a dar pequeños tirones. Aún cuando mi cuerpo está tenso por las emociones que ella me transmite, emociones rabiosas tengo que aclarar, no voy a responderle con la misma moneda. Eso es lo que ella espera. Lo que ella quiere. Por lo tanto, yo hago lo contrario. Siempre es así. — Te recuerdo que si me convertiste fue para que estas heridas se cerrasen, de lo contrario, no habría durado nada en tus manos como un simple humano... — Acerco mi rostro ligeramente al suyo, sin pretenderlo mis colmillos se han alargado y los muestro abiertamente aunque a penas y son susurros los que salen de mi boca.
No hace mucho que he bebido, pero estoy sediento de ella. Siempre estoy jodidamente sediento de ella, es una tortura; una tortura que disfruto.
Balder- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/01/2013
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Y tiene el descaro de burlarse, de hacer un chiste de una situación que no le parece para nada divertida. Niño con cuerpo de adulto, un eterno adolescente encerrado en el hombre que ahora fervientemente desea. Injusticia el haberlo escogido, injusticia el tener al frente a su debilidad más grande. El agarre no afloja, los dedos se mantienen tensos y su mirada, ahora cargada del más profundo desprecio, le enseña lo que la dificultad para hablar no permite expresar. Skaði demuestra su poder sobre él cada vez que puede sólo porque a medida que el tiempo pasa sucede todo lo contrario. Con cada noche juntos se siente más presa del sentimiento que no ha mermado y al mismo tiempo su propia rutina, que muchas veces quiere hacer lucir como impredecible y antojadiza, no es más que un esquema hecho acorde a los movimientos que él realice. Amor es lo único que puede explicarlo y mientras más amor siente, mayores son las torturas, más duros los encuentros y aún más sangrientas sus uniones. ¿Cree acaso que puede disimular en algo lo que grita con las acciones? Las palabras desaparecen junto con esas furtivas imágenes confusas cuyo origen desconocen. Son quizás recuerdos o tal vez sueños que pensó no volvería a tener. Cuando su propio organismo murió a manos de su creador pensó que también lo haría su capacidad para imaginar nuevos escenarios al dormir, de hecho así fue durante muchos siglos, pero apenas este soldado apareció en el campo de batalla, su mundo onírico cobró fuerza de nuevo y fue consciente de que aquello, era sin dudas, la más grande señal de que este hombre no era como cualquier otro.
¿Entonces por qué permite todas esas faltas? ¿No debería acaso exigirle más a él, quien ha sido su única creación en esa larga vida inmortal? Sus preguntas son cuestiones irrisorias y tiene las respuestas con sólo enfocar su vista en cada uno de los cambios de sus facciones. Sus colmillos desplegados le encienden la piel que debería mantenerse siempre helada. Pero Balder, nombre que por cierto sigue calentándole las entrañas al pronunciarlo, se encarga de llenar de fuego esa sangre robada que corre por sus venas. — ¡Quizás no debí hacerlo! ¡Quizás debí dejarte morir y que ahora sólo fueras un montón de huesos pisoteados por otros! — la idea le repugna, le causa tanto horror que ataca su boca con fuerza, lo besa aunque más parece un asalto que deja los labios de ambos lleno de heridas que sangran profusamente. ¿Cómo pudo siquiera imaginarlo? Desde la muerte de su propio creador, Skaði sólo tuvo compañeros ocasionales con los que nunca compartió un techo, amantes que servían para entretener sus noches tediosas, pero luego de conocerlo y por sobre todo, luego de transformarlo en uno de los suyos, ahora no conoce una realidad donde él no esté presente. Su vida o mejor dicho, su no vida, está fundamentada en la existencia de su actual compañero. — ¿Eso preferirías? Hubieses elegido morir en vez de vivir conmigo ¿no? — cuando sus palabras salen, lo da como un hecho, aquello no es una interrogación y la molestia que le provoca el comprender el poco apego, a sus ojos, que él posee con ella sólo aumenta su deseo de mantenerlo prisionero. — Dime su nombre, dime el nombre de quien es la dueña de tus pensamientos… y no te atrevas a mentirme, sabes bien que puedo notar si no me dices la verdad. —
Deja caer los brazos y también los labios, da pasos atrás que los separan y lo mira con asco directo a los ojos. Se lo imagina desnudo y con una mujer sobre él, con ella susurrándole palabras de amor y él respondiendo a cada una de ellas. Le muestra los colmillos como un animal que intenta generar miedo y evitar que sus depredadores se acerquen, necesita sólo algunos segundos para decidir si va a castigarlo o si por primera vez ni siquiera es capaz de tocarlo sin que toda esa imagen vuelva a aparecer. Anteriormente siempre fueron sospechas pero ahora lo siente real, ha sentido el olor de alguien más y cree también deducir de sus acciones o de los recuerdos que ahora encajan como piezas bien hechas de un rompecabezas, que él está enamorado. — Estás enamorado de ella, la amas y vienes ahora a decirme que quieres irte para estar juntos… — nuevamente son hechos, no preguntas y por lo mismo ni siquiera le da algo de tiempo para responder, — ¿es humana? ¿es una de nosotros? — necesita toda la información directa de su boca, porque aunque puede averiguarla fácilmente es mucho mejor para ella tener después el sonido de su voz comprobando lo que en palabras de otros pueden ser tomadas como mentiras. — ¡NO! ¡NO! ¡NO! — se mueve como una loca, busca entre los cajones tirando cosas a su paso hasta que encuentra una cadena tan gruesa que incluso a ella con la fuerza que posee le cuesta levantar. La lleva entre las manos y camina hasta Balder a quien mira sabiendo que tiene su propio rostro transformado con la ira, — ¿ves esto? ¿puedes notar lo pesadas que son? — es probable que así sea, es probable que el silencio que impera sea debido a sus gritos anteriores, — estás atado a mí por algo superior a esto, tu unión a mí es aún más irrompible que estas cadenas… ¡No lo intentes! ¡Ni siquiera lo intentes! ¡Jamás! ¡Jamás voy a dejarte ir! — y es ahí donde las deja caer entre ambos y usa sus dedos para rasgarle la ropa y dejar expuesta la piel que ahora luce mas bien como un bálsamo que la tranquiliza, — nunca te dejaré ir… nunca dejarás de ser de mi propiedad… mataré a la mujercita que tienes por amante y te mataré a ti si intentas huir. —
¿Entonces por qué permite todas esas faltas? ¿No debería acaso exigirle más a él, quien ha sido su única creación en esa larga vida inmortal? Sus preguntas son cuestiones irrisorias y tiene las respuestas con sólo enfocar su vista en cada uno de los cambios de sus facciones. Sus colmillos desplegados le encienden la piel que debería mantenerse siempre helada. Pero Balder, nombre que por cierto sigue calentándole las entrañas al pronunciarlo, se encarga de llenar de fuego esa sangre robada que corre por sus venas. — ¡Quizás no debí hacerlo! ¡Quizás debí dejarte morir y que ahora sólo fueras un montón de huesos pisoteados por otros! — la idea le repugna, le causa tanto horror que ataca su boca con fuerza, lo besa aunque más parece un asalto que deja los labios de ambos lleno de heridas que sangran profusamente. ¿Cómo pudo siquiera imaginarlo? Desde la muerte de su propio creador, Skaði sólo tuvo compañeros ocasionales con los que nunca compartió un techo, amantes que servían para entretener sus noches tediosas, pero luego de conocerlo y por sobre todo, luego de transformarlo en uno de los suyos, ahora no conoce una realidad donde él no esté presente. Su vida o mejor dicho, su no vida, está fundamentada en la existencia de su actual compañero. — ¿Eso preferirías? Hubieses elegido morir en vez de vivir conmigo ¿no? — cuando sus palabras salen, lo da como un hecho, aquello no es una interrogación y la molestia que le provoca el comprender el poco apego, a sus ojos, que él posee con ella sólo aumenta su deseo de mantenerlo prisionero. — Dime su nombre, dime el nombre de quien es la dueña de tus pensamientos… y no te atrevas a mentirme, sabes bien que puedo notar si no me dices la verdad. —
Deja caer los brazos y también los labios, da pasos atrás que los separan y lo mira con asco directo a los ojos. Se lo imagina desnudo y con una mujer sobre él, con ella susurrándole palabras de amor y él respondiendo a cada una de ellas. Le muestra los colmillos como un animal que intenta generar miedo y evitar que sus depredadores se acerquen, necesita sólo algunos segundos para decidir si va a castigarlo o si por primera vez ni siquiera es capaz de tocarlo sin que toda esa imagen vuelva a aparecer. Anteriormente siempre fueron sospechas pero ahora lo siente real, ha sentido el olor de alguien más y cree también deducir de sus acciones o de los recuerdos que ahora encajan como piezas bien hechas de un rompecabezas, que él está enamorado. — Estás enamorado de ella, la amas y vienes ahora a decirme que quieres irte para estar juntos… — nuevamente son hechos, no preguntas y por lo mismo ni siquiera le da algo de tiempo para responder, — ¿es humana? ¿es una de nosotros? — necesita toda la información directa de su boca, porque aunque puede averiguarla fácilmente es mucho mejor para ella tener después el sonido de su voz comprobando lo que en palabras de otros pueden ser tomadas como mentiras. — ¡NO! ¡NO! ¡NO! — se mueve como una loca, busca entre los cajones tirando cosas a su paso hasta que encuentra una cadena tan gruesa que incluso a ella con la fuerza que posee le cuesta levantar. La lleva entre las manos y camina hasta Balder a quien mira sabiendo que tiene su propio rostro transformado con la ira, — ¿ves esto? ¿puedes notar lo pesadas que son? — es probable que así sea, es probable que el silencio que impera sea debido a sus gritos anteriores, — estás atado a mí por algo superior a esto, tu unión a mí es aún más irrompible que estas cadenas… ¡No lo intentes! ¡Ni siquiera lo intentes! ¡Jamás! ¡Jamás voy a dejarte ir! — y es ahí donde las deja caer entre ambos y usa sus dedos para rasgarle la ropa y dejar expuesta la piel que ahora luce mas bien como un bálsamo que la tranquiliza, — nunca te dejaré ir… nunca dejarás de ser de mi propiedad… mataré a la mujercita que tienes por amante y te mataré a ti si intentas huir. —
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Su tacto me quema, sus miradas me matan. He enfurecido a Skaði una vez más y que ella me perdone si algún día llega a enterarse; de que lo hago con toda la intención. Todo estaba planeado. ¿Por qué si no, iría en busca de un alimento que dejase impregnado en mi el olor que ella tanto detesta? El de una mujer. El de otra mujer que no es ella. Lo sé, sé perfectamente cuánto odia que me acerque a otras mujeres, que las vea si quiera. O que me vean, algo que (¿para mi suerte o para mi desgracia?) pasa frecuentemente. ¿Tendré yo la culpa de atraer sin pretenderlo?. Estoy acostumbrado a que me digan cuán apuesto me veo. A que alaben mi belleza y se me insinúen directamente sin tapujo alguno. Siempre pasa; todavía recuerdo que aún siendo humano no me faltaban pretendientas. Sin embargo, ahora las circunstancias han cambiado. Ahora ya no me importa cómo me veo a los ojos de otras mujeres. Ahora, solo me importa que sea ella quién me desee fervientemente. Si preparo mi cuerpo día tras día, es solo por ella. Quiero que me vea. Que vea en mi, a alguien mucho más imponente que un simple esclavo que obedece sus ordenes. Soy su esclavo. Y obedezco ciegamente cualquier orden que ella me de. Pero por encima de todo eso, soy el hombre que la hace enloquecer en silencio. Que la lleva a la locura, sin ni siquiera ella saberlo. Puede que su ego no le permita amarme, pero convertirme en su obsesión es lo más cerca que voy a estar de su corazón.
Me besa, una vez más abrasándome con su toque. Pero no es un beso amoroso. Ni paciente. Ni apasionado si quiera. Es un beso lleno de esa furia interna que yo mismo he ocasionado. Un beso que lejos de querer amarme, pretende rasgarme. ¿Sus palabras son ciertas? Me pregunto. Tal vez la hago enfurecer hasta el punto de desear mi muerte, aunque luego no haga el menor indicio de cumplir eso que tan fervientemente proclama. Debo interpretar, entonces, que en realidad nunca se ha arrepentido de convertirme. Que no solo fue un capricho. Ella no es benévola. Ella no cumple más que sus propios deseos; sin embargo, aquella noche me concedió el don que tanto le había estado pidiendo. Debo interpretar, entonces, que eso me convierte en alguien especial en su vida. Lo sé. Siempre lo he sabido. Sé perfectamente cuán importante soy, a pesar de que ella no llega a admitirlo jamás aunque no duda en mostrarme sus emociones más fuertes como en esa ocasión. ¿Qué ganaría enfrentándola? No Skaði, no hay ninguna otra mujer ¿Cómo puedes creer semejante estupidez? Sabes que vivo por ti, si respirara lo haría por ti; mi único deseo es estar a tu lado y jamás voy a abandonarte. Palabras y más palabras que se amontonan a esas que siempre quiero decir pero que se atoran justo antes de salir por mi boca. De verdad quiero hacerlo. Quiero decirle cuánto la amo. Cuánto significa para mi. No quiero que vuelva a pensar que hay otras mujeres en mi vida, mucho menos en mi pensamientos. ¿Amar? ¿Cómo puede pensar que amo a otra? ¿Que, si quiera, miro a otra? Puede que las observe pero es a ella a la única que realmente miro. Que recuerdo. Y que esbozo continuamente no solo en mi mente sino también en un papel; o por lo menos lo intento. Nunca puedo recrear a Skaði en mis obras, es demasiado perfecta. Demasiada belleza como para plasmarse en un simple lienzo. Pero ¿Qué haría después? ¿Qué sucedería, una vez ella tuviera la certeza de mis sentimientos? No puedo hacerlo, me digo una vez más, derrotado. Mientras no esté seguro de que soy lo más importante para ella, de hasta dónde es capaz de llegar por mantenerme ha su lado, mi amor seguirá siendo solo mío. El más importante de mis secretos.
Estás enamorado de ella, la amas y vienes ahora a decirme que quieres irte para estar juntos…
¿es humana? ¿es una de nosotros?
Aquí viene... está fuera de si. Formula preguntas que ella misma responde, sin dejar espacio para mi. No me deja que se lo niegue. Ella simplemente lo cree cierto y cuando Skaði cree algo no hay forma de hacer que cambie de opinión. Es por eso que solamente observo, en silencio. Noto mi pecho subiendo y bajando de la expectación ¡Estoy nervioso, maldita sea! Mi mente trabaja rápido en una respuesta. No, no una respuesta, pues no se me ha echo pregunta alguna. Simplemente, en algo que decirle. Algo jodidamente correcto que decir en ese momento para apaciguarla. He sido yo el causante de su enfado pero también seré yo quién se encargue de tranquilizarla; no hay forma de que le deje a otro esta tarea. Jamás lo permitiría. — Son realmente pesadas — ¡Qué estúpido eres, hombre! ¿No hay nada mejor que puedas decir, en serio? Ella te ha puesto el grito en el cielo, te mira como si fuera a matarte y tú no tienes nada más que decir que esa estúpida frase y además totalmente calmado. Esa es mi conciencia, gritándome en lo profundo de mi cabeza. Y le doy toda la razón. Me agacho para agarrar las cadenas. Las observo. Más de una vez, las ha utilizado para amarrarme, así que sé perfectamente cual es su peso y el daño que podrían producirme de no ser porque mis heridas cicatrizan excesivamente rápido. Más rápido de lo normal. — Tienes razón, ni siquiera puedo intentarlo — No quiero intentarlo, estúpida, pero no me dejas otra opción más que decir exactamente lo contrario a lo que pienso. Es tu culpa. — Seré siempre tuyo, de tu propiedad. Que me convirtieras fue nuestro contrato. Y yo lo acepté de buena gana en su momento — Lo digo como si ese echo me molestara. Como si estar atada a ella fuera un jodido suplicio. Como si no tuviera escapatoria. ¿Por qué, Skaði? Por qué no te das cuenta de la realidad de una maldita vez y nos dejamos de tonterías. Cada vez empiezo a estar más cansado de mentir. Odio que mentir se haya vuelto mi única escapatoria para lo que siento por ti. — Sky.. — Susurro. Su nombre; su diminutivo. Nada que tenga que ver con amor y cariño tiene que ver también con nosotros. Con nosotros solo tiene que ver egoísmo y sexo. Y es por egoísmo que solo utilizo ese nombre cuando estamos en privado. Quiero ser el único que lo conozca, el único que la llame así. Cuelgo las tan pesadas cadenas, imposibles de levantar para un simple humano, al rededor de su cuello y utilizo ese agarre para pegarla a mi cuerpo ahora semi desnudo. Ella ha desgarrado mis ropas y ha conseguido excitarme. Aunque eso no es una novedad precisamente. Muestro mis colmillos casi en un gruñido, del mismo modo que ella lo ha echo para advertirme de su estado de furia. Y se ve tan jodidamente sexy. Quiero lamérselos una y otra vez. De verdad quiero que me arañe con ellos una y otra vez. — Pero si de verdad es eso lo que quieres. Si quieres atarme a ti. Hazlo. Átame a ti, todavía más. Sky. Átame y no me sueltes. Átame como solo tú sabes hacerlo — Esta vez soy yo quien devora su boca sin esperar por una aceptación, confirmación o lo que sea. Solo quiero comérmela y que ella me coma.
A fin de cuentas, es la única forma en la que puedo unirme a ella. Solo cuando nos devoramos, pasamos a ser parte el uno del otro sin importar nada ni nadie más.
Me besa, una vez más abrasándome con su toque. Pero no es un beso amoroso. Ni paciente. Ni apasionado si quiera. Es un beso lleno de esa furia interna que yo mismo he ocasionado. Un beso que lejos de querer amarme, pretende rasgarme. ¿Sus palabras son ciertas? Me pregunto. Tal vez la hago enfurecer hasta el punto de desear mi muerte, aunque luego no haga el menor indicio de cumplir eso que tan fervientemente proclama. Debo interpretar, entonces, que en realidad nunca se ha arrepentido de convertirme. Que no solo fue un capricho. Ella no es benévola. Ella no cumple más que sus propios deseos; sin embargo, aquella noche me concedió el don que tanto le había estado pidiendo. Debo interpretar, entonces, que eso me convierte en alguien especial en su vida. Lo sé. Siempre lo he sabido. Sé perfectamente cuán importante soy, a pesar de que ella no llega a admitirlo jamás aunque no duda en mostrarme sus emociones más fuertes como en esa ocasión. ¿Qué ganaría enfrentándola? No Skaði, no hay ninguna otra mujer ¿Cómo puedes creer semejante estupidez? Sabes que vivo por ti, si respirara lo haría por ti; mi único deseo es estar a tu lado y jamás voy a abandonarte. Palabras y más palabras que se amontonan a esas que siempre quiero decir pero que se atoran justo antes de salir por mi boca. De verdad quiero hacerlo. Quiero decirle cuánto la amo. Cuánto significa para mi. No quiero que vuelva a pensar que hay otras mujeres en mi vida, mucho menos en mi pensamientos. ¿Amar? ¿Cómo puede pensar que amo a otra? ¿Que, si quiera, miro a otra? Puede que las observe pero es a ella a la única que realmente miro. Que recuerdo. Y que esbozo continuamente no solo en mi mente sino también en un papel; o por lo menos lo intento. Nunca puedo recrear a Skaði en mis obras, es demasiado perfecta. Demasiada belleza como para plasmarse en un simple lienzo. Pero ¿Qué haría después? ¿Qué sucedería, una vez ella tuviera la certeza de mis sentimientos? No puedo hacerlo, me digo una vez más, derrotado. Mientras no esté seguro de que soy lo más importante para ella, de hasta dónde es capaz de llegar por mantenerme ha su lado, mi amor seguirá siendo solo mío. El más importante de mis secretos.
Estás enamorado de ella, la amas y vienes ahora a decirme que quieres irte para estar juntos…
¿es humana? ¿es una de nosotros?
Aquí viene... está fuera de si. Formula preguntas que ella misma responde, sin dejar espacio para mi. No me deja que se lo niegue. Ella simplemente lo cree cierto y cuando Skaði cree algo no hay forma de hacer que cambie de opinión. Es por eso que solamente observo, en silencio. Noto mi pecho subiendo y bajando de la expectación ¡Estoy nervioso, maldita sea! Mi mente trabaja rápido en una respuesta. No, no una respuesta, pues no se me ha echo pregunta alguna. Simplemente, en algo que decirle. Algo jodidamente correcto que decir en ese momento para apaciguarla. He sido yo el causante de su enfado pero también seré yo quién se encargue de tranquilizarla; no hay forma de que le deje a otro esta tarea. Jamás lo permitiría. — Son realmente pesadas — ¡Qué estúpido eres, hombre! ¿No hay nada mejor que puedas decir, en serio? Ella te ha puesto el grito en el cielo, te mira como si fuera a matarte y tú no tienes nada más que decir que esa estúpida frase y además totalmente calmado. Esa es mi conciencia, gritándome en lo profundo de mi cabeza. Y le doy toda la razón. Me agacho para agarrar las cadenas. Las observo. Más de una vez, las ha utilizado para amarrarme, así que sé perfectamente cual es su peso y el daño que podrían producirme de no ser porque mis heridas cicatrizan excesivamente rápido. Más rápido de lo normal. — Tienes razón, ni siquiera puedo intentarlo — No quiero intentarlo, estúpida, pero no me dejas otra opción más que decir exactamente lo contrario a lo que pienso. Es tu culpa. — Seré siempre tuyo, de tu propiedad. Que me convirtieras fue nuestro contrato. Y yo lo acepté de buena gana en su momento — Lo digo como si ese echo me molestara. Como si estar atada a ella fuera un jodido suplicio. Como si no tuviera escapatoria. ¿Por qué, Skaði? Por qué no te das cuenta de la realidad de una maldita vez y nos dejamos de tonterías. Cada vez empiezo a estar más cansado de mentir. Odio que mentir se haya vuelto mi única escapatoria para lo que siento por ti. — Sky.. — Susurro. Su nombre; su diminutivo. Nada que tenga que ver con amor y cariño tiene que ver también con nosotros. Con nosotros solo tiene que ver egoísmo y sexo. Y es por egoísmo que solo utilizo ese nombre cuando estamos en privado. Quiero ser el único que lo conozca, el único que la llame así. Cuelgo las tan pesadas cadenas, imposibles de levantar para un simple humano, al rededor de su cuello y utilizo ese agarre para pegarla a mi cuerpo ahora semi desnudo. Ella ha desgarrado mis ropas y ha conseguido excitarme. Aunque eso no es una novedad precisamente. Muestro mis colmillos casi en un gruñido, del mismo modo que ella lo ha echo para advertirme de su estado de furia. Y se ve tan jodidamente sexy. Quiero lamérselos una y otra vez. De verdad quiero que me arañe con ellos una y otra vez. — Pero si de verdad es eso lo que quieres. Si quieres atarme a ti. Hazlo. Átame a ti, todavía más. Sky. Átame y no me sueltes. Átame como solo tú sabes hacerlo — Esta vez soy yo quien devora su boca sin esperar por una aceptación, confirmación o lo que sea. Solo quiero comérmela y que ella me coma.
A fin de cuentas, es la única forma en la que puedo unirme a ella. Solo cuando nos devoramos, pasamos a ser parte el uno del otro sin importar nada ni nadie más.
Balder- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Las provocaciones suelen quedar en eso, en un punto donde ella continúa soportando una y otra vez para no caer en la esperada reacción que la haría predecible. ¿Es acaso una adolescente, o peor aún, una niña que necesita demostrar algo? Claro que no, pero a veces se comporta como una cuando no es capaz de controlar esas emociones que creyó extintas. Su ira no se aleja, es más, se acrecienta a medida que él actúa, habla o incluso piensa. Porque Skaði cree a ratos poder conocer, y no adivinar, los pensamientos de su creación. ¿Qué parte de esa adoración –para no llamarla amor- que siente por él es debido a la sangre y cuál es por culpa de los sentimientos? Necesita culpar a alguien, necesita no cargar con el peso de tener en el hueco donde está su muerto corazón algo que late aunque sea sólo una metáfora de una historia llena de ironías. Y siempre, cada vez que su ánimo deja de ser como una bomba de tiempo esperando por explotar, en cada momento que puede quizás comenzar a sentirse menos enojada, Balder abre la boca y echa más leña al fuego. Son tres míseras palabras las que pueden desatar el infierno en la tierra. En su momento. En. Su. Momento. ¡Maldito es! ¡¿Qué se cree?! Sus ojos se abren, su rostro se transforma y es ella quien pasa a ser otra vez un animal manejado por la sed de sangre, de venganza, de justicia. Justicia para ella y que tomará en sus manos apenas descubra el nombre de la mujer que le ha quitado lo único preciado que le queda. ¿No le basta al destino con hacerla perder a toda su familia, su vida y además la oportunidad de ver el sol? No es como si lo extrañase tampoco, a eso último. La verdad es que Sky prefiere ser una criatura de la oscuridad, disfrutar sin restricciones de los placeres de la carne y aunque sienta que parte de ella no volverá, el mundo ha cambiado frente a sus ojos y en parte eso la motiva a seguir adelante. Mentira. De no ser por la existencia de Balder es probable que hubiese sentido que todo es una monotonía constante y que no la llevaría a ningún lugar en el futuro, una noche tras otras del mismo modo, cuerpos sin rostro ni nombre, sangre bebida como una copa de vino cuyo varietal no tiene mayor importancia.
Pero así, tal como ahora planea la lenta muerte de ambos, de la mujer y de su amado retoño que tiene justo al frente, basta apenas un par de segundos para cambiar de opinión y desechar esa decisión que parecía no tener vuelta atrás. Un apodo. Su apodo. Y las entrañas de la que ahora anhela volver a ser llamada Sky se retuercen como si alguien hubiese metido su mano en el interior de su estómago, tal como ella ha hecho con alguna víctima por pura entretención. — ¿Y esperas que con esta actuación yo pueda olvidar tu reciente traición? ¿Realmente me subestimas de ese modo, Leopold? — aquel es un golpe bajo, usar su nombre humano es algo que no sucedía desde hace más de cien años, desde que decidió terminar con su vida y permitir que la acompañe en el camino de la eternidad. Pero ahora está dolida, se siente dañada en lo que para ella es lo más importante. Su ego, aunque debería ser la confianza. Al momento de bautizarlo como Balder quiso ver en él una especie de deidad, el dios que la acompañaría aunque nunca estuvieran en la misma categoría, mas parecido al concubino de una diosa que entrega todo para servirla sin dudar jamás de su fidelidad y es por eso que ahora el pasado la golpea haciéndole sentir que no queda mucho más de las promesas que desde siempre le ha dicho. Palabras vacías, el tiempo se las lleva tal como las que está ahora diciendo. Y aunque le molesta, Sky no se quita las cadenas por largos minutos en los que el silencio sólo se ve interrumpido por falsas respiraciones innecesarias y el eco de una petición en la que le gustaría creer, fervientemente como los feligreses creen en la palabra de alguien a quien jamás han visto. — ¿Cómo esperas que te ate a mí si tu mente seguirá no siendo mía? — El susurro es peor, es un quejido lastimero de alguien que hasta hace pocos momentos mostraba los dientes como un depredador al que amenazaban con quitarle la única presa que ha conseguido en la semana. — No deberías pedir eso, deberías estar consciente de que el lazo entre tú y yo es irrompible… ¿por qué quieres que te ate si nunca te he desatado? ¿Es que acaso tú lo has hecho? ¿Rompiste tus cadenas, niño? — vuelve a insultarlo con palabras, vuelve a mentir y también a comenzar a molestarse.
Tal como es impredecible el clima en el que viven, del mismo modo lo es una mujer enamorada, imaginen entonces una vampiresa sintiendo lo que para muchos es capaz de cambiar el mundo completo. Intenta ignorar los besos, mantener los labios quietos para que su cuerpo no la castigue rindiéndose a lo que ha estado deseando desde que lo vio entrar, desde que se fue en primer momento, desde que lo vio en el campo de batalla, desde que se convirtió en la debilidad que puede ser su perdición. Las cadenas vuelven a caer al suelo, el sonido sordo no provoca que la distancia entre ellos aumente. Siente en su pecho la textura del torso desnudo que evita mirar, pero levanta las manos, lo rodea con los brazos y ese abrazo es un gesto restrictivo, para nada cariñoso, una demostración de fuerza y la antesala de algo que tiene mucho de huracán y muy poco de llovizna veraniega. — Estoy cansada de tus engaños, de tus humillaciones, de que te rías de mí con cuanta puta te acuestas… no pensé que tomaría esta decisión tan pronto, pero no me dejas otra alternativa… — su cabeza se mueve en una negativa a preguntas no formuladas. Está excitada, la sola presencia de Balder tan cerca de ella le produce el cosquilleo en la piel que es necesario para que ambos terminen sobre la cama y tan desnudos como suelen estar en la presencia del otro. ¿Qué es entonces diferente ahora? Simple, Sky tiene un humor de perros. Da los pasos suficientes para retroceder y tomar la cadena con una de sus manos, dejando el tramo necesario para asimilar esos eslabones a un látigo con el que puede golpearlo, porque lo hace, mueve el acero por el aire hasta que choca contra las piernas de su amado intentando romper los huesos y provocarle el mayor dolor posible. Mientras más golpes da, más intenta entender por qué aquel sufrimiento parece sentirlo en carne propia y por qué no detiene su muñeca que continúa con aquel padecimiento. — ¿Vas a ir donde ella ahora? Intenta caminar, mueve las piernas y llega hasta ella… quiero ver como te arrastras para ir al lecho de tu amante… ¡ARRÁSTRATE COMO UN ANIMAL! ¡HAZLO! — los gritos se hacen cada vez más altos, golpea una última vez a Balder y deja caer la cadena sintiendo los músculos cansados y sonriendo con una satisfacción falsa sin sentido que le destruye aún más ese lugar donde debería estar su alma.
Pero así, tal como ahora planea la lenta muerte de ambos, de la mujer y de su amado retoño que tiene justo al frente, basta apenas un par de segundos para cambiar de opinión y desechar esa decisión que parecía no tener vuelta atrás. Un apodo. Su apodo. Y las entrañas de la que ahora anhela volver a ser llamada Sky se retuercen como si alguien hubiese metido su mano en el interior de su estómago, tal como ella ha hecho con alguna víctima por pura entretención. — ¿Y esperas que con esta actuación yo pueda olvidar tu reciente traición? ¿Realmente me subestimas de ese modo, Leopold? — aquel es un golpe bajo, usar su nombre humano es algo que no sucedía desde hace más de cien años, desde que decidió terminar con su vida y permitir que la acompañe en el camino de la eternidad. Pero ahora está dolida, se siente dañada en lo que para ella es lo más importante. Su ego, aunque debería ser la confianza. Al momento de bautizarlo como Balder quiso ver en él una especie de deidad, el dios que la acompañaría aunque nunca estuvieran en la misma categoría, mas parecido al concubino de una diosa que entrega todo para servirla sin dudar jamás de su fidelidad y es por eso que ahora el pasado la golpea haciéndole sentir que no queda mucho más de las promesas que desde siempre le ha dicho. Palabras vacías, el tiempo se las lleva tal como las que está ahora diciendo. Y aunque le molesta, Sky no se quita las cadenas por largos minutos en los que el silencio sólo se ve interrumpido por falsas respiraciones innecesarias y el eco de una petición en la que le gustaría creer, fervientemente como los feligreses creen en la palabra de alguien a quien jamás han visto. — ¿Cómo esperas que te ate a mí si tu mente seguirá no siendo mía? — El susurro es peor, es un quejido lastimero de alguien que hasta hace pocos momentos mostraba los dientes como un depredador al que amenazaban con quitarle la única presa que ha conseguido en la semana. — No deberías pedir eso, deberías estar consciente de que el lazo entre tú y yo es irrompible… ¿por qué quieres que te ate si nunca te he desatado? ¿Es que acaso tú lo has hecho? ¿Rompiste tus cadenas, niño? — vuelve a insultarlo con palabras, vuelve a mentir y también a comenzar a molestarse.
Tal como es impredecible el clima en el que viven, del mismo modo lo es una mujer enamorada, imaginen entonces una vampiresa sintiendo lo que para muchos es capaz de cambiar el mundo completo. Intenta ignorar los besos, mantener los labios quietos para que su cuerpo no la castigue rindiéndose a lo que ha estado deseando desde que lo vio entrar, desde que se fue en primer momento, desde que lo vio en el campo de batalla, desde que se convirtió en la debilidad que puede ser su perdición. Las cadenas vuelven a caer al suelo, el sonido sordo no provoca que la distancia entre ellos aumente. Siente en su pecho la textura del torso desnudo que evita mirar, pero levanta las manos, lo rodea con los brazos y ese abrazo es un gesto restrictivo, para nada cariñoso, una demostración de fuerza y la antesala de algo que tiene mucho de huracán y muy poco de llovizna veraniega. — Estoy cansada de tus engaños, de tus humillaciones, de que te rías de mí con cuanta puta te acuestas… no pensé que tomaría esta decisión tan pronto, pero no me dejas otra alternativa… — su cabeza se mueve en una negativa a preguntas no formuladas. Está excitada, la sola presencia de Balder tan cerca de ella le produce el cosquilleo en la piel que es necesario para que ambos terminen sobre la cama y tan desnudos como suelen estar en la presencia del otro. ¿Qué es entonces diferente ahora? Simple, Sky tiene un humor de perros. Da los pasos suficientes para retroceder y tomar la cadena con una de sus manos, dejando el tramo necesario para asimilar esos eslabones a un látigo con el que puede golpearlo, porque lo hace, mueve el acero por el aire hasta que choca contra las piernas de su amado intentando romper los huesos y provocarle el mayor dolor posible. Mientras más golpes da, más intenta entender por qué aquel sufrimiento parece sentirlo en carne propia y por qué no detiene su muñeca que continúa con aquel padecimiento. — ¿Vas a ir donde ella ahora? Intenta caminar, mueve las piernas y llega hasta ella… quiero ver como te arrastras para ir al lecho de tu amante… ¡ARRÁSTRATE COMO UN ANIMAL! ¡HAZLO! — los gritos se hacen cada vez más altos, golpea una última vez a Balder y deja caer la cadena sintiendo los músculos cansados y sonriendo con una satisfacción falsa sin sentido que le destruye aún más ese lugar donde debería estar su alma.
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Leopold.
Me lo merezco. En el momento en que quise darle en su punto débil, me arriesgaba a que ella me lo devolviera con creces. Exactamente eso. "Leopold" ¿Cómo un simple nombre podía hacer tanta mella en mi? No lo sé.. Mentira. Lo sé perfectamente. Ese jodido nombre representa a mi yo humano. A mi yo débil. Al yo que no podía compararse a Skaði ni en sueños. Al yo que, precisamente, quise eliminar por completo. Una ilusión, como otra cualquiera. Leopold formaba parte de mi. De nosotros. Jamás iba a librarme de mi pasado mientras me atormentara. Jamás dejaría ella de utilizarlo, mientras supiese (que lo sabía, perfectamente) que me afectaba recordar. Ni siquiera eso. Con sólo mencionarlo lograba hacer hervir la sangre que de normal permanecía congelada. Hasta tal punto. Pero esa vez, tenía que tragármelo todo. Aunque solía hacerlo a menudo con cosas sin importancia, mi nombre humano no era una de ellas. Peleaba cuando ella lo mencionaba; era una de las pocas cosas por las que podía llegar a discutirle. Porque no, no lo aceptaba. Mi yo actual era Balder, el nombre que ella me otorgó. Balder es el hombre que en mis sueños ella llega a amar, no Leopold. Leopold murió en el mismo instante que la conoció. En ese momento, sin embargo, me muerdo la lengua. Tengo que hacerlo, porque sé cuánto la debilita que la llame por el apodo que sólo yo conozco. También sé cómo le afecta. Y, sabiéndolo yo, sabe ella que conozco uno de sus puntos débiles. Eso es malo. Muy malo. Cuando Skaði contraataca, contraataca con todo y más. Por eso solo me concentro en devorarla con mis labios, sin pensar en nada. Quiero, a fin de cuentas, que se rinda ante el placer. Ante la tentación. Sé que me desea. Cuánto me desea. Siempre lo hace. Lo sé, porque conmigo pasa lo mismo. Mi cuerpo frío se calienta con tan solo olerla, no necesito ni verla. Mucho menos tocarla. Así que cuándo la toco.. mi interior estalla; es la mejor forma de describirlo.
Y recordarme mi yo humano sé que solo ha sido el principio de lo que llegue. Por eso no quiero separarme de sus labios. Por eso temo por lo que veo en sus ojos cuando me rodea el cuello con los brazos, no en un gesto amoroso precisamente. Me aprieta con toda su fuerza. La fuerza de un ser que lleva más de novecientos años vagando por el mundo. Una fuerza igual a la mía, conseguida solo con arduo trabajo diario durante doscientos años. Una fuerza terrorífica. La fuerza de un volcán a punto de estallar. Y el momento está cerca. En cuanto se separa unos pasos y veo la manera de agarrar las gruesas cadenas lo sé perfectamente. Dejo que hable y hable. Está enfadada, rabiosa. Mucho más de lo que lo estaba cuando me la encontré, y es porque yo lo he querido así. La he echo rabiar al máximo. Está así por mi. ¡Me desea! De todas las formas posibles, malas y buenas. En este momento yo estoy ocupando por completo su mente y no puede complacerme más. A pesar de todo, estoy inmensamente feliz. Es por eso que el primer latigazo es a penas como un pinchazo, aunque posiblemente haya quebrado mis huesos. Me mantengo firme, con los puños apretados a cada lado de mis costados. La miro fijamente a los ojos en todo momento, para que me vea. Estoy pensando en ella. Lo aguanto por ella. ¿Cómo es capaz de si quiera imaginarme con otra mujer? ¡Cuándo es ella la que, en realidad, tiene más amantes de los que puedo contar! No la entiendo y me molesta. Me molesta no saber qué está escondiendo su mente. Me molesta ser capaz de leer tan fácilmente a otros pero justo a la que más quiero no. Pensando en eso, aprieto los dientes cuando las cadenas impactan de nuevo en mis rodillas. Una y otra vez.
No fue hasta el último golpe que, obedeciendo sus órdenes, me dejé caer de rodillas. ¡ARRÁSTRATE COMO UN ANIMAL! ¡HAZLO! Sus gritos probablemente podían escucharse por toda la casa. Estaba histérica. A tal grado le molestaba pensar en mi con otra mujer. ¿Qué podía hacer si, aún con semejante genio, yo no podía estar más feliz? Mis heridas, a fin de cuentas, sanarían en pocos minutos. Pero esa demostración de que le importaba iba a quedarse en mi memoria para siempre. Sin controlarme, sonreí. Echando la cabeza hacia arriba, empecé a reír como si de un demente se tratase. Lo era. Nadie en su sano juicio reiría después de haber sido azotado de tal forma. Pero nada podía importarme menos. — No puedo hacerlo, Skaði — No me arriesgaré de nuevo a enfurecerla con sus debilidades, ya he tenido suficiente. Ya estoy saciado. Ahora es el momento de retroceder. La miro de nuevo, esta vez, sin rasgo alguno de enfado en mi rostro. Curvo mis labios en lo que pretende ser una sonrisa entre divertida y amarga. — No hay lugar alguno en el que quiera estar que no sea dónde me encuentro ahora mismo. Ni hay mujer a la que desee ver, que aquella a la que estoy contemplando en estos instantes — Mis ojos no se apartan, mi cuerpo no se mueve. ¿Lo entenderá o malinterpretará mis palabras una vez más? No me importa pero quiero, deseo, que crea en mi firmemente. Que no dude de mi lealtad. No más por hoy. Y no pensaré en un mañana sin ella a mi lado, del mismo modo en que ella no debería pensar en uno sin mi a su lado aunque lo haga.
Que vivo por y para ella, porque es mi deseo, debe seguir siendo un secreto que sólo yo conozca.
Me lo merezco. En el momento en que quise darle en su punto débil, me arriesgaba a que ella me lo devolviera con creces. Exactamente eso. "Leopold" ¿Cómo un simple nombre podía hacer tanta mella en mi? No lo sé.. Mentira. Lo sé perfectamente. Ese jodido nombre representa a mi yo humano. A mi yo débil. Al yo que no podía compararse a Skaði ni en sueños. Al yo que, precisamente, quise eliminar por completo. Una ilusión, como otra cualquiera. Leopold formaba parte de mi. De nosotros. Jamás iba a librarme de mi pasado mientras me atormentara. Jamás dejaría ella de utilizarlo, mientras supiese (que lo sabía, perfectamente) que me afectaba recordar. Ni siquiera eso. Con sólo mencionarlo lograba hacer hervir la sangre que de normal permanecía congelada. Hasta tal punto. Pero esa vez, tenía que tragármelo todo. Aunque solía hacerlo a menudo con cosas sin importancia, mi nombre humano no era una de ellas. Peleaba cuando ella lo mencionaba; era una de las pocas cosas por las que podía llegar a discutirle. Porque no, no lo aceptaba. Mi yo actual era Balder, el nombre que ella me otorgó. Balder es el hombre que en mis sueños ella llega a amar, no Leopold. Leopold murió en el mismo instante que la conoció. En ese momento, sin embargo, me muerdo la lengua. Tengo que hacerlo, porque sé cuánto la debilita que la llame por el apodo que sólo yo conozco. También sé cómo le afecta. Y, sabiéndolo yo, sabe ella que conozco uno de sus puntos débiles. Eso es malo. Muy malo. Cuando Skaði contraataca, contraataca con todo y más. Por eso solo me concentro en devorarla con mis labios, sin pensar en nada. Quiero, a fin de cuentas, que se rinda ante el placer. Ante la tentación. Sé que me desea. Cuánto me desea. Siempre lo hace. Lo sé, porque conmigo pasa lo mismo. Mi cuerpo frío se calienta con tan solo olerla, no necesito ni verla. Mucho menos tocarla. Así que cuándo la toco.. mi interior estalla; es la mejor forma de describirlo.
Y recordarme mi yo humano sé que solo ha sido el principio de lo que llegue. Por eso no quiero separarme de sus labios. Por eso temo por lo que veo en sus ojos cuando me rodea el cuello con los brazos, no en un gesto amoroso precisamente. Me aprieta con toda su fuerza. La fuerza de un ser que lleva más de novecientos años vagando por el mundo. Una fuerza igual a la mía, conseguida solo con arduo trabajo diario durante doscientos años. Una fuerza terrorífica. La fuerza de un volcán a punto de estallar. Y el momento está cerca. En cuanto se separa unos pasos y veo la manera de agarrar las gruesas cadenas lo sé perfectamente. Dejo que hable y hable. Está enfadada, rabiosa. Mucho más de lo que lo estaba cuando me la encontré, y es porque yo lo he querido así. La he echo rabiar al máximo. Está así por mi. ¡Me desea! De todas las formas posibles, malas y buenas. En este momento yo estoy ocupando por completo su mente y no puede complacerme más. A pesar de todo, estoy inmensamente feliz. Es por eso que el primer latigazo es a penas como un pinchazo, aunque posiblemente haya quebrado mis huesos. Me mantengo firme, con los puños apretados a cada lado de mis costados. La miro fijamente a los ojos en todo momento, para que me vea. Estoy pensando en ella. Lo aguanto por ella. ¿Cómo es capaz de si quiera imaginarme con otra mujer? ¡Cuándo es ella la que, en realidad, tiene más amantes de los que puedo contar! No la entiendo y me molesta. Me molesta no saber qué está escondiendo su mente. Me molesta ser capaz de leer tan fácilmente a otros pero justo a la que más quiero no. Pensando en eso, aprieto los dientes cuando las cadenas impactan de nuevo en mis rodillas. Una y otra vez.
No fue hasta el último golpe que, obedeciendo sus órdenes, me dejé caer de rodillas. ¡ARRÁSTRATE COMO UN ANIMAL! ¡HAZLO! Sus gritos probablemente podían escucharse por toda la casa. Estaba histérica. A tal grado le molestaba pensar en mi con otra mujer. ¿Qué podía hacer si, aún con semejante genio, yo no podía estar más feliz? Mis heridas, a fin de cuentas, sanarían en pocos minutos. Pero esa demostración de que le importaba iba a quedarse en mi memoria para siempre. Sin controlarme, sonreí. Echando la cabeza hacia arriba, empecé a reír como si de un demente se tratase. Lo era. Nadie en su sano juicio reiría después de haber sido azotado de tal forma. Pero nada podía importarme menos. — No puedo hacerlo, Skaði — No me arriesgaré de nuevo a enfurecerla con sus debilidades, ya he tenido suficiente. Ya estoy saciado. Ahora es el momento de retroceder. La miro de nuevo, esta vez, sin rasgo alguno de enfado en mi rostro. Curvo mis labios en lo que pretende ser una sonrisa entre divertida y amarga. — No hay lugar alguno en el que quiera estar que no sea dónde me encuentro ahora mismo. Ni hay mujer a la que desee ver, que aquella a la que estoy contemplando en estos instantes — Mis ojos no se apartan, mi cuerpo no se mueve. ¿Lo entenderá o malinterpretará mis palabras una vez más? No me importa pero quiero, deseo, que crea en mi firmemente. Que no dude de mi lealtad. No más por hoy. Y no pensaré en un mañana sin ella a mi lado, del mismo modo en que ella no debería pensar en uno sin mi a su lado aunque lo haga.
Que vivo por y para ella, porque es mi deseo, debe seguir siendo un secreto que sólo yo conozca.
Balder- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Y este dolor, el dolor más grande de todos, el dolor que la deja sin palabras, que la golpea por dentro como un odioso pájaro carpintero que insiste en picotear hasta crear agujeros. ¿Cuántos agujeros más será capaz de soportar? Una risa escabrosa se asoma y es que se ríe de si misma, de la similitud que ya posee con un tejido repleto de espacios libres. No queda nada de si misma que no esté ya tocado por él, repleto de él. ¿Por qué habla entonces de vacío? Porque mientras deja caer las cadenas y lo mira en el suelo, su interior se retuerce y le roba las palabras. Maldito ladrón que también le ha robado el sentido común. De rodillas luce aún más grandioso, ese dios que intentó crear y resultó superando cada expectativa que pudo formar mientras le acariciaba el cabello y le daba la bienvenida a la nueva vida donde la acompaña. Caricias siempre secretas, que es probable que él no recuerde y que nunca más ha podido realizar por el miedo a que se de cuenta que toda la ira que siente hacia él no es más que la frustración y el temor. Frustración por no poder gritarle al mundo lo que revolotea como molestos insectos a los que no se atreve a matar y temor, temor de ser una más de tantas mujeres que terminan perdiendo todo lo que tienen por dejarse llevar por las emociones. ¡Estúpida y mil veces estúpida! Segundos de duda que ahora la obligan a levantar una vez más las cadenas y golpearlo esta vez en la espalda. Al hacerlo por segunda vez su propio cuerpo se arquea, como si recibiera ella el golpe, como si fueran sus huesos los que crujen o tal como si fuera ella la que lo mira con los ojos llenos de preguntas y la claridad de algo que ambos conocen muy bien. — Si insistes en mentir para que no te castigue deberías recordar que es mucho peor de ese modo. No puedes engañarme, Balder… no puedes ni podrás hacerlo nunca. — Vuelve a ser el que es digno de acompañarla en la cama, el que puede mirarla desnuda mientras esperan juntos que el atardecer les permita dejar la casa. Es irrisorio que de un segundo para otro todo cambie al punto de incluso sentir el valor para soltar palabras que jamás ha dicho antes. — Lo lamento… —
¡Qué extraño se escucha lo que nunca antes ha sido pronunciado! Es un sonido que sale oxidado, gastado, incluso parece como si hablara en otro idioma. Son tantos años sin decirlo que ahora no entiende a que se refiere con lo que acaba de decir. ¿Qué es lo que lamenta? Podría ser una disculpa por los golpes que acaba de darle o quizás un lo siento por la cobardía de no decirle en su rostro que lo que siente es amor y no cualquier otra cosa como quiera disfrazarlo. Pero Skaði ya no está para juegos de niños aún cuando la mayor parte del tiempo se comporte como uno. — Lamento haberte convertido, lamento tener que soportar tu presencia para el resto de la eternidad… lamento haber tenido el corazón blando en el momento en que decidí que podrías acompañarme… aún no entiendo qué pude ver en ti que te hiciera digno de seguir mis pasos… no lo entiendo y ahora me doy cuenta de que fue un error… — como golpes que no se planean, cada frase es un empujón en la dirección equivocada y mientras los va soltando nota que no puede controlarse, es un vendaval que no tiene un cerco que dirija su cauce. — Eres indigno y además has traicionado toda la confianza que puse en ti, tiraste por la borda los años en que te abrí las puertas de mi casa, te traté del mejor modo posible y tú sólo pensabas en correr a la cama de otras mujeres como si conmigo no fuera suficiente… — respira, no lo necesita pero deja que su pecho suba y baje y que esos segundos le permitan mantener a raya su carácter explosivo, es difícil pero es mejor de este modo que seguir levantando las cadenas y golpeándolo hasta que consiga sentir que cada uno de sus huesos necesita volver a repararse. — Estoy cansada de todo esto, Balder… estoy cansada de tener que soportar lo mismo año tras año, país tras país, en cada ciudad que visitamos terminas apenas llegando a esconderte del sol… — y aunque en parte sabe que es su culpa, espera encontrar una excusa para justificar por qué ahora le reclama con la voz cargada de dolor y termina dándole la espalda en vez de enfrentar que la mire de ese modo. — Dime qué es lo que quieres, dime que necesitas, dime qué te hace falta… ¡Maldición! ¡Dime qué mierda es lo que no te doy que tienes que buscarlo en otro lado! —
Vuelve a alterarse, la distancia que pudo existir entre ellos es rápidamente recorrida por sus pasos furiosos. Sky se arrodilla a su lado y lo toma del cabello jalándolo hacia atrás, quiere verle el rostro cuando responda a todo, quiere ver si existe alguna mueca de dolor que sirva para asegurarle que no está equivocada. — Quiero oír la traición saliendo de tus labios, quiero la verdad, Balder… porque esta vez, te juro que esta será la última vez, si me mientes terminaré con todo esto… — Y aquella certeza, la misma con la que se acerca a sus labios y los aprisiona entre los propios, es la que le hace sentir que todo es una cruel despedida. Una parte de esa escena es un chiste que no le causa gracia alguna, le parece mas bien lleno de ácido que corroe lo que va tocando a su paso. Cada beso es demandante, terrible, exigente como lo ha sido siempre ella, recorre ese cuerpo lastimado con las manos, usa los dedos para sentir aquellos lugares donde ha causado tanto dolor, pero todo eso cicatrizará pronto y las imágenes que siguen paseando por su mente no cambian, se quedan tal como antes. Una mujer, de pelo muy oscuro y ojos del mismo color, desnuda con la luz de la luna iluminando cada contorno de su bien formado cuerpo, se mueve sobre su esclavo y provoca que su rostro refleje un placer que nunca ha sentido con Skaði. ¿Quién es ella? ¿Cuál es su nombre? ¿Dónde la conoció? Por el rubor de sus mejillas se la imagina como una mortal, con tanto calor en su cuerpo que logra por un par de segundos envidiarla. — Voy a lograr que la olvides, no permitiré que ella siga ocupando algún rincón de ti… — es un murmullo intenso, es una declaración de principios que no están en discusión. Le gustan sus labios, busca en ellos la respuesta que la garganta puede dar pero que ella no creerá aunque tenga las pruebas para hacerlo. Balder es sinónimo de su debilidad pero también de una fortaleza nacida en tierras ancestrales y que en el suelo como ahora se encuentran se reafirma una vez más. Se separa y lo mira fijamente, se deja caer junto a él y se cubre los ojos con uno de sus brazos. — Di lo que quieras decir y luego vete… no puedo estar cerca de ti por más tiempo… — espera. Acostada en el frío piso de una casa que no le pertenecerá por mucho más. Sigue esperando y lo peor de todo es que por primera vez todo lo que desea es que él no le obedezca.
¡Qué extraño se escucha lo que nunca antes ha sido pronunciado! Es un sonido que sale oxidado, gastado, incluso parece como si hablara en otro idioma. Son tantos años sin decirlo que ahora no entiende a que se refiere con lo que acaba de decir. ¿Qué es lo que lamenta? Podría ser una disculpa por los golpes que acaba de darle o quizás un lo siento por la cobardía de no decirle en su rostro que lo que siente es amor y no cualquier otra cosa como quiera disfrazarlo. Pero Skaði ya no está para juegos de niños aún cuando la mayor parte del tiempo se comporte como uno. — Lamento haberte convertido, lamento tener que soportar tu presencia para el resto de la eternidad… lamento haber tenido el corazón blando en el momento en que decidí que podrías acompañarme… aún no entiendo qué pude ver en ti que te hiciera digno de seguir mis pasos… no lo entiendo y ahora me doy cuenta de que fue un error… — como golpes que no se planean, cada frase es un empujón en la dirección equivocada y mientras los va soltando nota que no puede controlarse, es un vendaval que no tiene un cerco que dirija su cauce. — Eres indigno y además has traicionado toda la confianza que puse en ti, tiraste por la borda los años en que te abrí las puertas de mi casa, te traté del mejor modo posible y tú sólo pensabas en correr a la cama de otras mujeres como si conmigo no fuera suficiente… — respira, no lo necesita pero deja que su pecho suba y baje y que esos segundos le permitan mantener a raya su carácter explosivo, es difícil pero es mejor de este modo que seguir levantando las cadenas y golpeándolo hasta que consiga sentir que cada uno de sus huesos necesita volver a repararse. — Estoy cansada de todo esto, Balder… estoy cansada de tener que soportar lo mismo año tras año, país tras país, en cada ciudad que visitamos terminas apenas llegando a esconderte del sol… — y aunque en parte sabe que es su culpa, espera encontrar una excusa para justificar por qué ahora le reclama con la voz cargada de dolor y termina dándole la espalda en vez de enfrentar que la mire de ese modo. — Dime qué es lo que quieres, dime que necesitas, dime qué te hace falta… ¡Maldición! ¡Dime qué mierda es lo que no te doy que tienes que buscarlo en otro lado! —
Vuelve a alterarse, la distancia que pudo existir entre ellos es rápidamente recorrida por sus pasos furiosos. Sky se arrodilla a su lado y lo toma del cabello jalándolo hacia atrás, quiere verle el rostro cuando responda a todo, quiere ver si existe alguna mueca de dolor que sirva para asegurarle que no está equivocada. — Quiero oír la traición saliendo de tus labios, quiero la verdad, Balder… porque esta vez, te juro que esta será la última vez, si me mientes terminaré con todo esto… — Y aquella certeza, la misma con la que se acerca a sus labios y los aprisiona entre los propios, es la que le hace sentir que todo es una cruel despedida. Una parte de esa escena es un chiste que no le causa gracia alguna, le parece mas bien lleno de ácido que corroe lo que va tocando a su paso. Cada beso es demandante, terrible, exigente como lo ha sido siempre ella, recorre ese cuerpo lastimado con las manos, usa los dedos para sentir aquellos lugares donde ha causado tanto dolor, pero todo eso cicatrizará pronto y las imágenes que siguen paseando por su mente no cambian, se quedan tal como antes. Una mujer, de pelo muy oscuro y ojos del mismo color, desnuda con la luz de la luna iluminando cada contorno de su bien formado cuerpo, se mueve sobre su esclavo y provoca que su rostro refleje un placer que nunca ha sentido con Skaði. ¿Quién es ella? ¿Cuál es su nombre? ¿Dónde la conoció? Por el rubor de sus mejillas se la imagina como una mortal, con tanto calor en su cuerpo que logra por un par de segundos envidiarla. — Voy a lograr que la olvides, no permitiré que ella siga ocupando algún rincón de ti… — es un murmullo intenso, es una declaración de principios que no están en discusión. Le gustan sus labios, busca en ellos la respuesta que la garganta puede dar pero que ella no creerá aunque tenga las pruebas para hacerlo. Balder es sinónimo de su debilidad pero también de una fortaleza nacida en tierras ancestrales y que en el suelo como ahora se encuentran se reafirma una vez más. Se separa y lo mira fijamente, se deja caer junto a él y se cubre los ojos con uno de sus brazos. — Di lo que quieras decir y luego vete… no puedo estar cerca de ti por más tiempo… — espera. Acostada en el frío piso de una casa que no le pertenecerá por mucho más. Sigue esperando y lo peor de todo es que por primera vez todo lo que desea es que él no le obedezca.
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
No me cree. No cree en mis palabras, nunca lo hace. Es inútil. No importa lo mucho que intente justificar algo que ni siquiera ha ocurrido. Me río de mi mismo ¿No soy patético? Yo he provocado esto al no frenarla desde el primer momento. Yo la he alentado a que sus fantasías sobre mi y otras mujeres se adueñen de su mente. Siempre es igual. Me gusta ocupar su cabeza, de una forma u otra, pero este momento en el que las cosas se descontrolan ya no me agrada tanto. Cuánto la histeria que le agarra es tal que no hay forma de pararla, no hay forma alguna. Está plenamente convencida de que la “engaño”, aún cuándo ella no duda ni un segundo en hacerme lo mismo con otros hombres. Pero ella es la que manda, por supuesto. Ella es la señora. La más antigua. Mi creadora, y por tal no sólo le debo lealtad sino, además, completa obediencia. Amarla es algo secundario, algo que ocurrió mucho antes de que me convirtiera. Como humano ya era suyo en cuerpo y alma, mi frágil mente le pertenecía sin que hubiese tenido la necesidad de jugar con ella a su antojo. Amor a primera vista.. Tal vez, mientras era humano, ahora no. Ahora es mucho más profundo. Skaði es mi obsesión. Es el motivo por el que me levanto cada día. El motivo por el que me expondría a la luz del sol si con ello la hiciera feliz. El motivo por el que me arrodillo cómo ahora mismo y me dejo golpear sin soltar quejido alguno. Es mi familia. Es mi vida. Es mi todo. Gracias a ella soy cómo soy y he visto las cosas que he visto a lo largo de los últimos cien años. Gracias a ella, que me otorgó el don de la inmortalidad. Por todas esas cosas, no puedo enfurecerme aún cuánto ella se encuentra en semejante estado. Simplemente, no puedo enfrentarme a ella, a pesar de que aún con todos sus años encima sería capaz de vencerla ¿Si quisiera? Si quisiera, haría muchos años que me hubiese librado de las ataduras imaginarias que me encadenan a ella como mi creadora. Si quisiera, ahí está la clave. Pero no la amo porque quiera. La amor porque aunque mi corazón dejó de latir hace mucho, esos sentimientos no se atrevieron a desaparecer. Los demás, sí. Esos no. Por eso, cuándo veo en sus ojos la siguiente estocada, sólo cierro los ojos y la recibo. Una más. Una menos. Nada importa en ese momento más que dejarla desahogarse conmigo. Si eso la devolverá a su estado habitual, con gusto seré el que se deje pisotear. Así, mientras tanto, sólo podrá pensar en mi. Sólo me ve a mi. Aunque sólo sea en esos momento, se obsesiona conmigo sin darse cuenta. A fin de cuentas, soy feliz sin importar qué haga o diga. Forma parte de la rabia y la histeria causadas por sus fantasías; fantasías protagonizadas por mi.
Sólo abro los ojos cuando la siento venir hacia mi, habiendo escuchado previamente un monólogo realmente turbador. Lo sería, de echo, si no fuera porque a fin de cuentas vuelve a mi una y otra vez. No importa cuánto se lamente de mi existencia o mi compañía, al final viene y me besa con esa pasión que sólo ella tiene. Pasión con la que sólo ella puede provocar reacción en mi. Si lo supiera.. Si supiera que, frente a cualquier otra mujer, me considero psicológicamente impotente. No puedo sentir nada. Ni pena. Ni compasión. Ni siquiera odio o indiferente. Cuándo ella no está conmigo estoy vacío por dentro. Si lo supiera.. Si lo supiera, tendría absoluto control sobre mi. Un control mucho más poderoso del que ya ejerce ahora sin saber la forma en la que verdaderamente me afecta. Sería peligroso. Peligroso para ella. Mucho más peligroso para mi. Es imposible, no puede saberlo. Nunca. Nunca puede saber de estas cadenas que nada tienen que ver con que me haya convertido en vampiro. No puede saber que esas cadenas las rompí hace tiempo. Y por eso seguiré fingiendo que entre nosotros sólo existe ese vínculo. Respeto. Lealtad. Obsesión.. Otro tipo de obsesión a la que en realidad siento, una obsesión más parecida a la suya, pero obsesión al fin y al cabo.
Quiere oír mi traición de mis propios labios.. ¿Cuál? ¿La traición de amarla? ¿La traición de haberme liberado del vínculo? ¿La traición de mentirle una y otra vez sobre lo que es para mi? Tengo demasiadas traiciones que confesar y ninguna es la que ella quiere escuchar en ese momento. Ninguna de las verdaderas traiciones puede imaginarlas. Soy bueno. He sido muy bueno y concienzudo a la hora de ocultárselas durante cien años, no puedo extrañarme de que no sospeche nada. Es más, debo felicitarme. Lo he hecho realmente bien. De puta madre. Tan bien, que no habría forma de que creyera ni una sola palabra de la verdad aunque se la confesara con mis sentimientos. Del mismo modo que ahora no me cree cuando le aseguro que no la engaño con otras mujeres, por qué debería creer que la amo como un humano ama a otro, cuándo supuestamente nosotros los vampiros carecemos de todo tipo de buenos sentimientos. Que irónico que la realidad suene mucho más falsa que las mentiras que le cuento. Pero es algo a lo que no voy a enfrentarme nunca, así que no me preocupo, dejo correr la idea. Una idea estúpida. Debo continuar, no puedo permitir que esto siga así. Es momento de que oiga lo que quiere oír, sin importar que sea la verdad o no. Yo la complaceré, cómo hago siempre.
Mi espalda ya está curada casi por completo. El beso me sabe a poco, igual que lo han hecho los anteriores. Quiero más. Y haré cualquier cosa para conseguir lo que quiero, cómo siempre lo hago. La observo unos segundos tirada en el suelo y me abstengo de reír porque no daría más que pie a que se enfureciera más, pero ¿Por qué? ¿Por qué es ella la que parece derrumbada, cuándo soy yo al que acaban de azotar cómo si hubiese cometido el peor pecado del mundo? ¿Por qué Skaði tiene el poder de parecer la más herida en sus rabietas? Si alguien nos viera en ese momento, podrían pensar muchas cosas pero desde luego no que era ella y no yo la que había sujetado esas cadenas de acero. Y lo más gracioso de todo es que esa cualidad es una de las muchas que me gustan de ella. Sé que suena retorcido; es retorcido. Pero no me imagino no amándola. Me inclino, me duelen ligeramente los golpes, pero no es nada comparado con lo que me han llegado a doler instantes atrás. Al principio no la toco, a penas la he tocado desde que la he visto al entrar por la puerta, pero ya es momento de que eso cambie. Mi mano se posa en uno de sus muslos descubiertos, deslizo el vestido a un lado para que nada se interponga entre nuestras pieles. Me acerco hasta su oído, tapado parcialmente por sus brazos, que rozo con la punta de la nariz. — ¿Y si no quiero irme? — Responder a su monólogo lleno de lamentos y reproches no tiene sentido, en realidad, lo único que ha captado verdaderamente mi atención es su última orden. Marcharme. Marcharme porque no puede estar cerca de mi por más tiempo.. Ella, contraria a mi, no sabe mentir. No cuándo está conmigo. O, tal vez, es que la conozco demasiado bien. Sé que no quiere que me vaya. Espero.. en el fondo, que de verdad no quiera que me vaya. Porque no me iré, a menos que sea ella misma la que se atreva a echarme de nuestra propia casa. Nuestra. A ojos de todos, lo suyo también es mío, y así lo considero. A pesar de todo. — Quiero otra cosa — Paseo mis labios por su cuello junto a mi lengua que hace pequeños surcos en la piel, acompañados de mordiscos pequeños. Mis colmillos crecen ligeramente a mi voluntad. Hace bastante de la última vez que me alimenté de su sangre y ella de la mía.
Y así, mientras mi mano se cuela entre sus muslos, mis colmillos arañan su cuello suplicando su atención. Eres tú, Skaði, eres tú a quién quiero.
Sólo abro los ojos cuando la siento venir hacia mi, habiendo escuchado previamente un monólogo realmente turbador. Lo sería, de echo, si no fuera porque a fin de cuentas vuelve a mi una y otra vez. No importa cuánto se lamente de mi existencia o mi compañía, al final viene y me besa con esa pasión que sólo ella tiene. Pasión con la que sólo ella puede provocar reacción en mi. Si lo supiera.. Si supiera que, frente a cualquier otra mujer, me considero psicológicamente impotente. No puedo sentir nada. Ni pena. Ni compasión. Ni siquiera odio o indiferente. Cuándo ella no está conmigo estoy vacío por dentro. Si lo supiera.. Si lo supiera, tendría absoluto control sobre mi. Un control mucho más poderoso del que ya ejerce ahora sin saber la forma en la que verdaderamente me afecta. Sería peligroso. Peligroso para ella. Mucho más peligroso para mi. Es imposible, no puede saberlo. Nunca. Nunca puede saber de estas cadenas que nada tienen que ver con que me haya convertido en vampiro. No puede saber que esas cadenas las rompí hace tiempo. Y por eso seguiré fingiendo que entre nosotros sólo existe ese vínculo. Respeto. Lealtad. Obsesión.. Otro tipo de obsesión a la que en realidad siento, una obsesión más parecida a la suya, pero obsesión al fin y al cabo.
Quiere oír mi traición de mis propios labios.. ¿Cuál? ¿La traición de amarla? ¿La traición de haberme liberado del vínculo? ¿La traición de mentirle una y otra vez sobre lo que es para mi? Tengo demasiadas traiciones que confesar y ninguna es la que ella quiere escuchar en ese momento. Ninguna de las verdaderas traiciones puede imaginarlas. Soy bueno. He sido muy bueno y concienzudo a la hora de ocultárselas durante cien años, no puedo extrañarme de que no sospeche nada. Es más, debo felicitarme. Lo he hecho realmente bien. De puta madre. Tan bien, que no habría forma de que creyera ni una sola palabra de la verdad aunque se la confesara con mis sentimientos. Del mismo modo que ahora no me cree cuando le aseguro que no la engaño con otras mujeres, por qué debería creer que la amo como un humano ama a otro, cuándo supuestamente nosotros los vampiros carecemos de todo tipo de buenos sentimientos. Que irónico que la realidad suene mucho más falsa que las mentiras que le cuento. Pero es algo a lo que no voy a enfrentarme nunca, así que no me preocupo, dejo correr la idea. Una idea estúpida. Debo continuar, no puedo permitir que esto siga así. Es momento de que oiga lo que quiere oír, sin importar que sea la verdad o no. Yo la complaceré, cómo hago siempre.
Mi espalda ya está curada casi por completo. El beso me sabe a poco, igual que lo han hecho los anteriores. Quiero más. Y haré cualquier cosa para conseguir lo que quiero, cómo siempre lo hago. La observo unos segundos tirada en el suelo y me abstengo de reír porque no daría más que pie a que se enfureciera más, pero ¿Por qué? ¿Por qué es ella la que parece derrumbada, cuándo soy yo al que acaban de azotar cómo si hubiese cometido el peor pecado del mundo? ¿Por qué Skaði tiene el poder de parecer la más herida en sus rabietas? Si alguien nos viera en ese momento, podrían pensar muchas cosas pero desde luego no que era ella y no yo la que había sujetado esas cadenas de acero. Y lo más gracioso de todo es que esa cualidad es una de las muchas que me gustan de ella. Sé que suena retorcido; es retorcido. Pero no me imagino no amándola. Me inclino, me duelen ligeramente los golpes, pero no es nada comparado con lo que me han llegado a doler instantes atrás. Al principio no la toco, a penas la he tocado desde que la he visto al entrar por la puerta, pero ya es momento de que eso cambie. Mi mano se posa en uno de sus muslos descubiertos, deslizo el vestido a un lado para que nada se interponga entre nuestras pieles. Me acerco hasta su oído, tapado parcialmente por sus brazos, que rozo con la punta de la nariz. — ¿Y si no quiero irme? — Responder a su monólogo lleno de lamentos y reproches no tiene sentido, en realidad, lo único que ha captado verdaderamente mi atención es su última orden. Marcharme. Marcharme porque no puede estar cerca de mi por más tiempo.. Ella, contraria a mi, no sabe mentir. No cuándo está conmigo. O, tal vez, es que la conozco demasiado bien. Sé que no quiere que me vaya. Espero.. en el fondo, que de verdad no quiera que me vaya. Porque no me iré, a menos que sea ella misma la que se atreva a echarme de nuestra propia casa. Nuestra. A ojos de todos, lo suyo también es mío, y así lo considero. A pesar de todo. — Quiero otra cosa — Paseo mis labios por su cuello junto a mi lengua que hace pequeños surcos en la piel, acompañados de mordiscos pequeños. Mis colmillos crecen ligeramente a mi voluntad. Hace bastante de la última vez que me alimenté de su sangre y ella de la mía.
Y así, mientras mi mano se cuela entre sus muslos, mis colmillos arañan su cuello suplicando su atención. Eres tú, Skaði, eres tú a quién quiero.
Balder- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón? | Privado.
Si lo elegí es porque los dioses lo enviaron para mí, porque ellos lo pusieron en mi camino e impidieron que mis colmillos cercenaran su garganta. Si lo elegí es porque algo vi en él que nadie más tenía, que ninguno de sus compañeros en la batalla tenían y que tampoco aquellos que se enfrentaron a mí. Dudé si hacerlo parte de mi vida, pude aceptarlo en mi hogar y transformarlo en uno más de mis empleados o dejarlo relegado al cuidado de mis animales, pudiendo verlo sólo mientras preparaba mi carruaje o al llegar casi al amanecer; pero en sus ojos había un hambre que aún ahora se mantiene, un apetito que no tenía que ver con la vida o con el deseo de seguir luchando guerras que no eran de su importancia. Aquel hambre oscura y salvaje apareció apenas estuve frente a él, y aunque todo suene egocéntrico, Leopold tenía hambre de mí y ahora Balder tiene hambre de mí. ¿Qué hay entonces de mi deseo? ¿De lo que yo he sentido desde que reconocí esa mirada distinta en sus ojos? Mi emoción es apenas un reflejo, si su apetito era suave y creía ser gigante para lo que un humano es capaz de captar, en mi caso fue siempre voraz y tremendo. Ninguna fuerza de la naturaleza fue capaz de asimilarse a lo que en mi interior sucedía esa noche. Pude elegir el camino más fácil, terminar con su vida en el momento en que me di cuenta en que había perdido la cordura por esa sonrisa irónica y esos ojos que eran capaces de hipnotizarme.
— ¿Qué quieres entonces? ¿Qué mierda quieres y por qué no eres capaz de dejarme en paz? ¿Por qué no me obedeces cuando te pido que te vayas? Porque quiero que te alejes, quiero que desaparezcas para siempre y que no seas más un incordio en mi vida… — la risa que había comenzado apenas termina de hablar se interrumpe por la caricia suave de los colmillos sobre su piel. Si alguien alguna vez creyó que los vampiros eran seres fríos, incapaces de sentir algo, o peor aún, que el hecho de que no tengan un corazón que lata les impida suspirar como los hacen los humanos… entonces están muy equivocados. Skaði se siente muda y también atada de manos, tenía la convicción firme de que todo acabaría ahí y que no volvería a verlo aunque eso significara que el resto de su existencia fuera aún más vacía que aquel periodo antes de conocerlo. Pero era un riesgo que debía correr, uno que no sólo la beneficiaría a ella, lo haría más feliz a él. Y eso, eso es la finalidad que quiere lograr: hacerlo feliz a él. — ¿Qué estás haciendo? — inútil preguntar cuando conoce la respuesta y por lo mismo no impide que sus propias piernas se separen aún más cuando él intenta explorar a través de ellas. Es un juego común entre ellos, uno en el que siempre sale perdedora pero en el que feliz entrega la corona victoriosa. Todos sus sentidos están ahora enfocados en él, la ira que tenía acumulada se esfuma, sus temores se alejan y cuando suspira su nombre siente como pierde el poco control que le quedaba. Debe callarse, lo hace mientras inclina la cabeza hacia atrás y le da más acceso a su cuello; el hambre desesperada aparece.
Es fácil entregarse a él y olvidar lo que deseaba, hablaba, sentía hasta antes de que la sangre comenzara a correr por su cuello, con él se siente simple olvidarse del mundo aunque es contradictorio, desde que lo conoció Sky supo que los dioses le habían enviado un nuevo concepto del mundo. Quiere beber de él y dejar que Balder beba también de su sangre, unirse como lo han hecho antes y así reforzar el vínculo que hasta entonces han tenido. — Bebe… — el primero es un susurro, estira sus lánguidas manos hasta alcanzar su rostro y separarlo de la vena que desea. Antes de cualquier cosa necesita hablarle mirándolo a la cara, que sea capaz de conocer la verdad en sus ojos y que esta llegue también a sus oídos. — Quiero que bebas de mí, como has hecho siempre… quiero que bebas de mí hasta que estés satisfecho, quiero estar dentro de ti y darte más vida… ¿puedes entenderlo, Balder? Quiero estar en ti, contigo… — es un gesto brusco cuando lo libera de ese agarre firme, ha dicho demasiado y se arrepiente, necesita desviar su atención y por eso arranca con los dedos la tela que hasta entonces la cubría. Desnuda es la mejor forma de evitar tener que hablar nuevamente, así sólo permite que él haga lo que quiera con ella. Está cansada, levemente cansada y también se ha rendido. Deja caer los brazos a los costados de su cuerpo y suelta el aire aunque no tiene necesidad de respirar, le toma algunos segundos reunir la voluntad para volver a hablar y cuando lo hace parece tener una voz distinta, un poco más adulta pese a que tiene más de 900 años. Desde ahora en adelante no será la misma de antes y no sólo por aquello que dirá, sino que simplemente porque esto puede cambiar los pasos de su nueva senda.
— No puedo seguir… al menos no de este modo… — cuando se arrastra por el piso sintiendo la sangre correr, intenta que no llegue a su nariz el olor metálico de ese líquido carmesí. Aunque sea el suyo es la imagen de Balder bebiendo de su cuello lo que podría distraerla. Necesita hacer las preguntas que romperán las barreras. — ¿Por qué me pediste que te convirtiera? ¿Por qué quieres pasar tu eternidad a mi lado? Estoy hablando en serio, Balder, estoy hablando más en serio que nunca y necesito esas respuestas, las necesito y tú vas a dármelas… puedo perdonar que me engañes con otras mujeres, que las desees mientras estás en mi lecho pero necesito saber por qué sigues a mi lado, por qué no te vas pese a que te lo he pedido en más de una ocasión… — lo último lo dice con un hilo de voz, se sienta y lo mira de frente. Pese a que tiene el pecho descubierto es su corazón lo que está expuesto, es lo que siente lo que la impulsa a decir esas palabras y es tan notorio que siente incluso vergüenza de ser tan débil, de dejarse dominar por quien es su esclavo y debería estar siempre a sus pies. Pero ahora es ella la que está en el suelo, humillada mientras ruega por un motivo para no ser quien deba decir una evidente verdad que juega con ambos. — Dime qué sientes realmente por mí… dime qué es lo que te ata a mí… —
— ¿Qué quieres entonces? ¿Qué mierda quieres y por qué no eres capaz de dejarme en paz? ¿Por qué no me obedeces cuando te pido que te vayas? Porque quiero que te alejes, quiero que desaparezcas para siempre y que no seas más un incordio en mi vida… — la risa que había comenzado apenas termina de hablar se interrumpe por la caricia suave de los colmillos sobre su piel. Si alguien alguna vez creyó que los vampiros eran seres fríos, incapaces de sentir algo, o peor aún, que el hecho de que no tengan un corazón que lata les impida suspirar como los hacen los humanos… entonces están muy equivocados. Skaði se siente muda y también atada de manos, tenía la convicción firme de que todo acabaría ahí y que no volvería a verlo aunque eso significara que el resto de su existencia fuera aún más vacía que aquel periodo antes de conocerlo. Pero era un riesgo que debía correr, uno que no sólo la beneficiaría a ella, lo haría más feliz a él. Y eso, eso es la finalidad que quiere lograr: hacerlo feliz a él. — ¿Qué estás haciendo? — inútil preguntar cuando conoce la respuesta y por lo mismo no impide que sus propias piernas se separen aún más cuando él intenta explorar a través de ellas. Es un juego común entre ellos, uno en el que siempre sale perdedora pero en el que feliz entrega la corona victoriosa. Todos sus sentidos están ahora enfocados en él, la ira que tenía acumulada se esfuma, sus temores se alejan y cuando suspira su nombre siente como pierde el poco control que le quedaba. Debe callarse, lo hace mientras inclina la cabeza hacia atrás y le da más acceso a su cuello; el hambre desesperada aparece.
Es fácil entregarse a él y olvidar lo que deseaba, hablaba, sentía hasta antes de que la sangre comenzara a correr por su cuello, con él se siente simple olvidarse del mundo aunque es contradictorio, desde que lo conoció Sky supo que los dioses le habían enviado un nuevo concepto del mundo. Quiere beber de él y dejar que Balder beba también de su sangre, unirse como lo han hecho antes y así reforzar el vínculo que hasta entonces han tenido. — Bebe… — el primero es un susurro, estira sus lánguidas manos hasta alcanzar su rostro y separarlo de la vena que desea. Antes de cualquier cosa necesita hablarle mirándolo a la cara, que sea capaz de conocer la verdad en sus ojos y que esta llegue también a sus oídos. — Quiero que bebas de mí, como has hecho siempre… quiero que bebas de mí hasta que estés satisfecho, quiero estar dentro de ti y darte más vida… ¿puedes entenderlo, Balder? Quiero estar en ti, contigo… — es un gesto brusco cuando lo libera de ese agarre firme, ha dicho demasiado y se arrepiente, necesita desviar su atención y por eso arranca con los dedos la tela que hasta entonces la cubría. Desnuda es la mejor forma de evitar tener que hablar nuevamente, así sólo permite que él haga lo que quiera con ella. Está cansada, levemente cansada y también se ha rendido. Deja caer los brazos a los costados de su cuerpo y suelta el aire aunque no tiene necesidad de respirar, le toma algunos segundos reunir la voluntad para volver a hablar y cuando lo hace parece tener una voz distinta, un poco más adulta pese a que tiene más de 900 años. Desde ahora en adelante no será la misma de antes y no sólo por aquello que dirá, sino que simplemente porque esto puede cambiar los pasos de su nueva senda.
— No puedo seguir… al menos no de este modo… — cuando se arrastra por el piso sintiendo la sangre correr, intenta que no llegue a su nariz el olor metálico de ese líquido carmesí. Aunque sea el suyo es la imagen de Balder bebiendo de su cuello lo que podría distraerla. Necesita hacer las preguntas que romperán las barreras. — ¿Por qué me pediste que te convirtiera? ¿Por qué quieres pasar tu eternidad a mi lado? Estoy hablando en serio, Balder, estoy hablando más en serio que nunca y necesito esas respuestas, las necesito y tú vas a dármelas… puedo perdonar que me engañes con otras mujeres, que las desees mientras estás en mi lecho pero necesito saber por qué sigues a mi lado, por qué no te vas pese a que te lo he pedido en más de una ocasión… — lo último lo dice con un hilo de voz, se sienta y lo mira de frente. Pese a que tiene el pecho descubierto es su corazón lo que está expuesto, es lo que siente lo que la impulsa a decir esas palabras y es tan notorio que siente incluso vergüenza de ser tan débil, de dejarse dominar por quien es su esclavo y debería estar siempre a sus pies. Pero ahora es ella la que está en el suelo, humillada mientras ruega por un motivo para no ser quien deba decir una evidente verdad que juega con ambos. — Dime qué sientes realmente por mí… dime qué es lo que te ata a mí… —
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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