Olvidas lo que quieres recordar y recuerdas lo que quieres olvidar || Privado.

Es la tercera vez que se queja desde que comenzó la práctica. Le duelen las manos, le duele la espalda, le duele cada parte de si mismo como si cargara un peso invisible que no le permite avanzar. Tiene los ojos cerrados un instante y escucha como su compañero se aleja dando por terminada la sesión de esa tarde. Todo le hace sentir un poco débil, que los recuerdos y la culpa le afecten de ese modo es casi incomprensible, pero que sea el tiempo lo que lo tiene tan preocupado es aún peor, lo que por cierto lo mantiene más inquieto.

En el cuaderno que tiene en la mesa a un costado de su cama guarda las cartas y también lleva el registro de las fechas importantes. Aquel tesoro escondido lo ha acompañado los últimos tres años; y aunque pueda sentirse más cercano a quien llena esas páginas gracias a él, aquello no quita que ese tiempo no pueda ser recuperado y que todas esas experiencias no puedas ser nuevamente vividas. La guerra deja secuelas para aquellos que pierden y también aquellos que lograr salir vencedores, como fue su caso después de la última batalla con la hermandad de la espada.

Darya cumplió hace un par de días los tres años, por los comentarios de Évelyne se la imagina como una pequeñita rubia, de mejillas sonrojadas y personalidad chispeante. Es una fortuna que se parezca en eso a su madre. La fecha lo conmueve y al mismo tiempo siembra en Fyodor una punzada de dolor que lo tiene ahora desconcentrado de su entrenamiento y al mismo tiempo, haciendo que mire su reloj de bolsillo esperando por la señal que ha estado esperando. Quizás debió tomar esta decisión mucho antes, pero necesita solucionar sus propios problemas antes de plantear la opción de que ambas pudieran venir por una temporada a Rusia.

El clima extrañamente soleado les da la bienvenida, en aquella casa solo habita el duque y sus empleados que sólo han compartido con él en los últimos meses luego de que volviera de ese viaje que lo hizo cambiar un poco. El carruaje se escucha a lo lejos y las preguntas se agolpan nuevamente en su cabeza: ¿Cómo lo llamará la niña? ¿Sabrá que él es su padre o Évelyne tiene una nueva pareja que actúa como si figura paterna? ¿Le perdonará alguna vez el abandono? ¿Podrá abrazar a la madre de su hija sin que ella note los rastros de otras que han pasado por su cuerpo?

— Llegaron, señor… — la voz de esa empleada lo interrumpe, no le da tiempo de hacer más que limpiarse las manos y ordenar esa simple ropa que lleva cuando está en el campo. Pese a ser algo extraño se siente nervioso, casi como ese día en que ella le confesó que esperaba un hijo suyo y él sólo pudo pensar en el calvario que sería para un niño tenerlo como padre. Tenía razón, siempre la tuvo y por lo mismo es que puso distancia entre ellos, porque sabía que lo mejor sería que sólo recibieran dinero de su parte y nada más. — Ya voy, diles que ya voy, diles que sólo esperen un poco más… —