Se levanta el telón... (+18)

- ¡¡Maldito sea!! El servicio es nefasto.. - gruñó por lo bajo, viendo cómo un borrachuzo farfullaba algo sobre una mujer hermosa que había entrado allí, y su deseo por ella. Quería entrar sí o sí en el teatro, y los porteros simulaban hacer su trabajo, empujándole hacia la salida... aunque riéndose y burlándose del desdichado.

Bueno, en realidad habría sido una molestia que un hombre apestando a alcohol hubiera interrumpido la función con sus quejidos o sus risas, pero, ¿Quién no se había emborrachado alguna vez? Y, ¿Es que no podían simplemente sacarlo de la vista con rapidez y eficacia? No debía ser tan difícil llevarlo al cuarto de atrás, zambullirle en un barreño lleno de agua y...

Se encogió de hombros, porque empezó a pensar lo que él podría hacer de él. Pero desistió rápidamente de la idea. Quería disfrutar aquella noche.

Subió las escaleras que llevaban hacia los palcos reservados, buscando el suyo propio. Esperaba poder disfrutar de la velada, y a poder ser en compañía de una mujer. De otra forma, era mejor disfrutar el espectáculo sin nadie más alrededor.

Se asomó a su palco, no había nadie, y una mueca de disgusto asomó en su rostro.

Aún quedaba algo de tiempo, así que se dirigió lánguidamente hacia otro palco. Se asomó de igual forma, y allí, sí, encontró a una fémina. No podía saber cómo era exactamente, pero por sus formas adivinaba que era una belleza.

Delgada, de cabellos largos y oscuros, con un vestido que estaba seguro llevaba para que los demás hombres la buscaran con miradas de deseo.

¿Acaso juegas a elegir a quién llevarás a tu cama? - pensó con una sonrisa en los labios. - Veremos cómo juegas esta noche..

Apartó lentamente la cortina que separaba el pasillo del palco, y se acercó con tranquilidad al lugar donde iba a pasar aquellas horas sentado.

Se acomodó y miró distraídamente la entrada que tenía en la mano. Pequeña, arrugada y con un número desdibujado, claramente él sabía que no era aquél su sitio, pero mentiría. Se le daba muy bien.

Lo plegó varias veces, y se lo guardó en el bolsillo del chaleco, mientras fijaba la vista al escenario, a los galanes y damas que estaban allí sentados, esperando la actuación, y por último a la mujer de al lado.

- Oh, ¡¡hola!! Disculpe, señorita, no la había visto... - sonrió ampliamente, observándola, esperando su reacción mientras le dedicaba un saludo con un gesto de la cabeza....

Se levantó a la vez que la mujer, que hacía amago de irse de allí.

Su voz era una delicia, y estaba seguro que enloquecía así a muchos hombres. Pero la sorpresa fueron sus ojos, enmarcados en un rostro pálido y ribeteado por cabellos oscuros ; eso hacía que llamara mucho más la atención sobre sí misma.

La mujer se disculpó e hizo ademán de irse, clavándole una mirada que podía derretir cualquier corazón ardiente.

Sonrió, y alzó su mano para detenerla, pero no la tocó. No lo haría aún.

- Oh, no, señorita, no se vaya, por favor. Estoy seguro de que podemos comportarnos como seres civilizados y compartir este lugar.. - habló mientras hacía un gesto con la mano, abarcando el palco en sí - No tenemos más que sentarnos y disfrutar de la velada. Estoy seguro de que pronto dejaremos de sentir la presencia del otro.

Abrió los ojos un poco, para darle fuerza a sus palabras, y añadió - Incluso la nuestra propia.

Sonrió a la dama, haciendole el gesto de que tomara asiento de nuevo.

Jé, él sabía cómo actuaban aquellas hermosas señoritas. Les gustaba seducir para luego dejar al hombre tirado en cualquier lugar, con el cuerpo caliente e ideas que no eran nada apropiadas... para alguien aburrido.

Una sensación eléctrica sacudió su espina dorsal cuando ella le miró, entornando los ojos y hablando lentamente, atrayéndole a sí misma. Como una sirena varada en una cala arrastrando al marinero a una muerte dulce, según ella.

Esperó ansioso a ver qué decía ella. Ya vería qué hacer para seducirla de vuelta. Pero, mientras tanto, hurgó con dos dedos en el bolsillo de su chaleco, sacando un bonito y viejo reloj de cadena.

Lo miró por un instante, y se lo volvió a guardar, pensando en que ojalá las manecillas fueran un poco más lentas.

- Están a punto de empezar.. - susurró, mirándola fijamente. Apremiándola.

- Un placer, Aleera... Qué nombre más.. exótico.. - rió levemente, mientras se doblaba un poco para hacerle una reverencia como saludo.

- Yo soy Maikel Caine. - enfatizó su nombre. Le gustaba cómo sonaba. Poderoso, a hombre maduro y bien posicionado.

Se quitó el abrigo y lo colocó cuidadosamente a un lado de su asiento, tomándose tiempo para comprobar que los bolsillos no quedaran abiertos.

No le gustaría ver ciertas cosas desparramadas por el suelo. Una bolsita de hierbas mezclada con tabaco, un pequeño frasco de algo que podía tumbar a un elefante y una pequeña, manejable y afilada navaja.

Siempre lo llevaba consigo. Nunca se sabía qué podía encontrar de noche... y tal vez aquella velada le reportara algo más que una simple función y grata compañía por un par de horas...

Se sentó a su vez, advirtiendo la mirada de la mujer, y sonriendo para sí mismo pensó en seguirle el juego, aunque no demasiado, ¡¡no fuera a quedar como un baboso fácil de engañar!!

- Me sorprende el que nunca la haya visto. Alguien tan llamativo como usted no puede pasar desapercibida de ninguna manera.. - comentó así como de pasada, rebuscando en el otro bolsillo y sacando una pequeña botellita de metal, de la cual hechó un trago.

- Ahhh, discúlpeme, señorita Aleera.. - cabeceó de nuevo - pero, el ambiente es muy frío y necesito tomar algo de calor. - sonrió ampliamente, sintiendo el efecto del alcohol correr por su sangre.

No iba a ofrecerle un trago. Eso habría sido menos educado, a las damas como ella no se le podía dar a beber de una simple botella. Aunque si estuviera en su lecho, seguro que aceptaria todo lo que le diera.

Rió abruptamente, y tosió para disimular.

Las luces en el enorme salón menguaron, y empezó a sonar una música recargada. Era muy triste, y resultó el presagio de la aparición de una hermosa joven vestida con una túnica azulada y algo transparente.

El telón, partido por dos lados, se abrió, recogiendose sobre sí mismos y mostrando un decorado lleno de árboles ficticios, rocas, algún animal, y un muchacho en el suelo, desvanecido. O tal vez durmiendo.

La ropa se le ajustaba demasiado, y se dió cuenta de que seguramente las miradas de las féminas más cercanas al escenario no le mirarían precisamente al rostro.

Otra risita, esta vez burlona, y miró de reojo a su acompañante. ¿Se fijaría ella también en aquella "dicha"?

Hizo un gesto para que la mujer se guardara el pañulo, mientras sacaba el suyo propio - No, no se procupe, señorita, muchas gracias.. Tengo el mío.. - y se tapó con él por un momento, para luego volverselo a guardar en el bolsillo del pantalón.

Parecía que la mujer se divertía con la situación, más que escandalizarse, y eso le gustaba. Le atraía saber qué tipo de diversiones eran las que ella tomaba.

Vió cómo se llevaba el abanico al rostro, y le pareció ver una sonrisilla traviesa, a la que por inercia respondió.

- Bueno, bochornoso... no, no en realidad - hizo una mueca ante la pregunta - Peor sería si estuvieran desnudos, y si es arte no debería importar. Muchos lo tachan de inmoral, pero creo que esos mismos, son los más reprimidos, ya sabe a lo que me refiero. - se rió y chasqueó la lengua, desaprobando el gesto de incredulidad y de falsa vergüenza de muchas de las mujeres, y de algunos de los hombres, que estaban allí.

- Estoy seguro de que si gozaran realmente de sus deseos, esto no les llenaría de pena, sino, simplemente se reirían. Se trata de tomárselo como algo divertido, pero mire, mire cuánta hipocresía...

Se removió en su asiento, mientras volvía a fijarse en los que representaban su número.

El muchacho, al que se le veía joven y se le intuía fibroso y fuerte, se puso lentamente en pie, acercándose a la muchacha por la espalda y abrazándola, pasando un brazo por su cintura y otro por encima de su pecho.

Aquello hizo que algunos gimieran y otros bufaran de desaprobación, pero aún nadie se levantaba para irse de allí. Nadie se quejaba realmente, ni silbaba, así que, bueno, simplemente querían hacerse notar, y nada más.

Se mordió el labio mientras se imaginaba a él mismo tomando a la muchacha, y tuvo que morderse la lengua y notar el sabor de la sangre para que los pinchazos de placer que empezaba a notar disminuyeran. No estaría nada bien que se excitara allí mismo, ante la señorita que lo acompañaba. No quería ser demasiado elocuente.

La pareja de bailarines empezaron una danza, y el fondo del escenario emergió una criatura. Un niño de unos diez años, que cantaba como los ángeles, con voz cristalina. Limpio y puro.

Llevaba una toga, iba descalzo, el cabello largo, negro y ensortijado le caía hasta media espalda. Esto fué motivo de ofensa para pocos, porque se podían oír suspiros y palabras de cariño de las damas.

- Nada como la inocencia de una criatura para que las mujeres se ablanden y dejen de lado cualquier enfado... - resopló, tamborileando con sus dedos sobre su pierna derecha.

No se estaba aburriendo demasiado, aunque echaba de menos la alegría de un buen bar o un burdel.

Esperaba que poco a poco la función le despertara de su acreciente letargo...

- Jajajaajaja.. - espetó una risotada al escuchar a la mujer. Era atrevida, y eso le encantaba.

Echó un vistazo tratando de adivinar quién estaría ya al borde de un pequeño orgasmo. Ciertamente, la imaginación, la mente, era el motor más fuerte para experimentar placer.

- Creo que aquella mujer - señaló con el dedo a una hembra de unos treinta y cinco años, de aspecto algo cansado y que seguramente llevaba a cuestas un par de hijos pequeños - está empezando a tener palpitaciones más profundas.. - acabó de susurrar las dos últimas palabras, entrecerrando los ojos y riendo burlonamente.

Su compañera de palco seguía hablando provocadoramente, y le complacía. Esperaba poder saborearla en algún momento.

- Estoy seguro de ello - afirmó cabeceando, pensando en cuantas visitas nocturnas había efectuado. Las más divertidas y arriesgadas, las diurnas, eran de su predilección, pero no le asqueaba la noche.

- El problema es que se aburren de sus mujeres y tienen que recurrir a las esposas de otros para hacer todo lo que no hacen con las suyas propias. Qué desperdicio, ellas, amantes de sus maridos sobre todas las cosas, podrían hacer lo que ellos les pidieran, y aún así, las echan a perder... - se encogió de hombros y prosiguió - pero, en fin, mejor para mí.

Rió de buena gana de nuevo, buscando entre el público alguna mujer que hubiera yacido con él. Y habían algunas, de hecho. ¿Le habrían visto acompañando a aquella dama?

Se sonrió, pensando en que pudieran tener celos por él. Ya lo comprobaría.

- Oh no, al contrario.. - miró fijamente a la mujer - me enorgullece poder hablar con una mujer con sentido común y sin pelos en la lengua - sonrisa de medio lado, mirada achispada y voz grave y profunda, aposta para seducir - ¿Es usted siempre tan atrevida?

Y, mientras le decía esto, vió cómo aquella belleza le miraba directamente al bajo vientre, y un ardor insano se instaló en su pecho, que se esxpandió mucho mas al sur.

¿Quieres saludarlo? - pensó.

- Oh, sí, estupendamente. Soy un hombre sano y con mucho apetito, y estar al lado de una mujer tan hermosa provoca que mi alter ego quiera festejar.. - rió levemente - Hace que me den ganas de abalanzarme sobre usted... - susurró - pero no se preocupe... soy un caballero, sé aguantarme.

Aunque me esté rompiendo las.... - en su mente surgían peligrosas escenas que le volvían loco. Y a pesar de que era un placer y una agonía al mismo tiempo, casi siempre disfrutaba de este tipo de situaciones.

A no ser que quieras que te toque... - fugazmente deseó aquello.

En el escenario, los bailarines danzaban muy pegados.

La muchacha se dió la vuelta, dándole la espalda a los presentes y moviendose sinuosamente, y cuando volvió a darse la vuelta para encararlos, un gemido casi al unísono se desprendió de las bocas de los presentes.

La suave tela del vestido que llevaba la chica se desprendió, dejando ver ambos pechos, sobre los que habían dibujado en cada uno algo. En uno el sol, en el otro, la luna.

Ella alzó los brazos al cielo, dejó caer la cabeza hacia atrás todo lo que pudo, y el cabello largo y rizado cayó cuan largo era, hasta el suelo.

El danzarín colocó sobre las manos de la mujer un cuenco con frutas, y deslizó las manos por los brazos y hombros hasta llegar a los pechos, que tapó gentilmente con sus grandes manos, mientras la chica se ruborizaba - y ésto era algo que casi seguro daba por sentado Maikel - y los asistentes seguían revolucionados.

El danzarín escondió su rostro en el cuello de la hermosa joven, y el niño volvió a salir, cantando una historia de nacimiento y muerte.

- Ohhhh.. - se quedó absorto con la escena, sin querer perderse detalle de nada, pero con la curiosidad de saber qué pasaría con los asistentes...

Rió levemente, mirando a los ojos de la descarada mujer, mientras sentía sus dedos helados vagar por su cuello. Le dieron ganas de morderlos, pero sólo los besó levemente.

- Mi caballerosidad solo es fachada. No me importaría aderezar un poco la función de hoy, ¿no sería divertido ponerles en un aprieto aún mayor? - recordó algunas de sus tropelías tras bambalinas con alguna actriz, o en algún palco medio oscuro con alguna dama de aspecto estirado.

Le cogió la mano con la que había jugado con su cuello, haciendo algo de presión para tirar de ella hacia él. Para que no se fuera aún.

- [color:8b72=#b80b22]¿Salimos juntos de aquí? - carraspeó - podríamos ir a tomar algo. Me atrevería a sugerir que el aguardiente le puede ir muy bien, en esta noche.

Afinó los ojos, porque lo que le hubiera gustado es esconderla detrás de la cortina de entrada al palco y poseerla allí mismo. Pero, no esperaba que fuera tan fácil con alguien que parecía tan acostumbrada a los flirteos y aventuras de cama.

Esperó a ver qué decía. Si no, siempre podía salir tras de ella... sabía ser persistente de una manera en la que no pareciera agresivo.

Se puso en pie, sacándose pelusa imaginaria y atusándose el pelo. Cogió su abrigo y lo llevó plegado en el brazo, tapando la zona más despierta de su cuerpo. Se encogió de hombros y se balanceó hacia delante y atrás suavemente, esperando una respuesta afirmativa de la mujer.

Si me dice no, tendré que hacer algo para convencerla.. - pensó, intentando trazar un astuto plan....

Se quedó en blanco por un momento, aguantando la respiración mientras la gata en celo le manoseaba la entrepierna.

Estaba claro que quería jugar, se hacía la remolona, la interesante y casi inaccesible, pero a través de todo ello se veía claramente que también quería gozar, y por Dios o por quién fuera que se lo iba a dar.

Le dejó allí con ganas, incitándole a seguirla, y sonrió ampliamente. Sabía que era atractivo y que los juegos se le daban bien.

Tomó aire y echó a andar hacia donde la mujer había desaparecido.

Qué lástima, hubiera querido hacerlo allí mismo. Así habrían conseguido incomodar a aquellos mirones furtivos. Pero, respetaba la discreción de la mujer. Tal vez aún así alguien les encontrara... el morbo de ser espiados podía con él.

La vió tantear entre puertas de salas contiguas, y se metió en una de ellas. Rió descaradamente porque sabía que aunque iba de inocente y despistada, era un subterfugio para dar pie a lo que iba a pasar.

Se escabulló en la sala, notando cómo su pecho se movía cada vez más rápido en una respiración agitada.

Dejó caer el chaquetón y esperó a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. ¿No podían abrir algun ventanal que diera a la calle? Por lo menos algo de luz, aunque fuera de un farol, o de la luna mismo... quería ver la piel y el cuerpo de aquella diosa. Y su rostro extasiado.

Un gemido ahogado brotó de su garganta al sentir cómo la mujer tomaba su erección sin apenas delicadeza. Si le frotaba un poco más, llegaría al clímax. Y no sería una lástima, porque así le duraría aún más. Pero lo que deseaba era meterse dentro de ella ; desde que la vió no deseó nada más, así que le apartó la mano de un zarpazo. Poco le importaba si le podía haber disgustado aquel gesto, porque le daría algo mucho mejor.

La tenía a su espalda, así que se giró hacia ella, agarrándola de los brazos para acercársela con un rudo gesto. Acto seguido dejó que sus manos vagaran por la espalda de la mujer, hasta llegar a su trasero, que estrujó entre sus manos con ansias. Eran perfectos, se notaban prietos y listos para ser mordidos. En cuanto pudiera le dejaría una bonita marca de dientes...

Acercó su sexo al de ella, frotándose un poco y esperando la reacción de la mujer, aunque estaba por asegurar que ella lo quería ahora, ya.

Buscó su boca para besarla, y le intentó morder el labio. Mientras, sus manos se aventuraban por sus muslos, agarrando la tela de su lujoso vestido y arrugándola mientras sus dedos buscaban su piel, que adivinaba tersa y adictiva. En cuanto la notó, deslizó sus dedos por su suavidad, y volvió a cogerle del culo, aunque esta vez con más ganas y apretándola contra sí.

- ¿Lo quieres fuerte y rápido o algo más duradero? - exhaló en un gemido entrecortado, mientras besaba lo que parecía era el cuello de la dama. Las dos opciones eran placenteras, pero en aquél momento y tal y como le había calentado, sólo pensaba en poseerla con rudeza. Ya habría tiempo para mimos y suavidad, si es que repetía.

- ¡¡Muéstrame qué tan fogosa eres, mujer!! - la apremió con ansias.

Deslizó una de sus manos hacia el sexo de la mujer, para excitarla aún más. La notó mojada, y sonrió complacido. Pero tenía que jugar un poco más con ella, hasta el punto de que le rogara algo más. Y adivinaba sería complicado, por el aspecto decidido y desafiante de la mujer. Pero, ya encontraría la forma de conseguirlo.

Se llevó un par de dedos a la boca para humedecerlos, y volvió a tocar la zona más sensible de la mujer, buscando el botoncito que le arrancaría gemidos.

Se enrabietó cuando ella desalojó sus manos de sus flamantes posaderas. No quería dejar de aprisionarlas, pero al oír lo que ella le decía sobre su culito, sopesó lo que podría pasar si la desobedecía.

Concluyó que era mejor poseerla y darse un gusto. Y cuando acabase, intentaría mordérselo. Sería al final de todo, y seguramente ella estaría tan rendida que le dejaría hacer.

Se lamió los labios mientras notaba cómo el miembro se le hinchaba cada vez más. Y rió cuando la fémina le habló sobre su hombría.

- Oh, preciosa, créeme, que me corra ahora no significa que te vaya a dejar insatisfecha. Espero que no sea la primera vez en que haces que un hombre se vaya con tus manos y eso le de fuerzas para continuar mucho más. - se llevó los dedos a la boca para degustarla, y tras humedecerlos los metió de un golpe en su cavidad. - No te preocupes, no te dejaré con ganas...

Le cogió con la mano libre una de sus pequeñas y frías manos, e hizo que agarrara su miembro, moviendola rítmicamente para que le masturbara, mientras él le hacía lo mismo en su cueva. La notaba tán húmeda, y tenía tantas ganas de darle placer...

En un gesto audaz e instintivo, le mordió en el cuello. Algo fuerte, eso le excitó mucho más. Se preguntó si ella le gritaría o si le respondería del mismo modo... a veces le gustaba el sexo duro, y aquella noche se acercaba a ese derrotero...

Rió, divertido, al ver cómo la mujer empezaba a desesperarse.

Le quitó la camisa con ansias, y él quiso hacer lo mismo con el traje de ella.

Se peleó con los enganches de un cierre casi hermético, pero consiguió hacer que cedieran. No quería que nada les molestase, y tanta ropa de por medio le empezaba a desesperar.

Gruñó mientras ella le masturbaba, y gimió al notar su lengua, suave y húmeda, sobre su cuello.

La cogió del cabello para acercarsela aún más, y le exigió que le mordiera.

- Venga, ¡muerde! Lo estás deseando, ¿no? - habló con voz quebrada.

Con su mano libre apartó la que estaba volviendole loco ahí abajo, y acercó su miembro al sexo de la mujer, que estaba anhelando comer.

Sólo introdujo la punta, jugando con ella, frustrandola. Quería ver hasta dónde llegaría su deseo, y deseó que le cogiera ella mismo del culo para atrerle hacia sí. Una penetración de golpe, con dolor pero con placer.

Tembló de anticipación, pero se limitó a seguir jugando. Mordisqueó de nuevo el cuello de la fémina, alternando el mordisco fuerte con el suave, y algún lametón de por medio.

- ¿Casi ninguno?... Eso significa que sí hubo alguno que te dejó con las ganas... - recordó de pronto. No se sentía demasiado presionado, pero tenía la sensación de que ella pedía mucho más que cualquier mujer.

- ¿Te la meto de golpe? - inquirió, cogiendola del cabello aún más fuerte, encarandola a él - ¿Te gustaría? ¿Podrías soportarlo?... Algo me dice que sí... - habló casi sin resuello, antipandose a lo que sentiría.

Estaba latiendo ahí abajo. La miró por otro instante, y su instinto pudo más que su sentido común.

Le mordió con rabia de nuevo en el cuello, y de un gesto seco la penetró totalmente. Entrecerró los ojos, sintiendo el cuerpo de la mujer amoldarse con dificultad en el primer instante...