AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Atrápame [privado]
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Atrápame [privado]
Asentí una sola vez aun mordiendo mis labios, apartando las sábanas apegadas a mi cuerpo para abandonar el cálido lecho, dedicándole una última caricia que recorrió lentamente los senderos de su rostro, disculpándome de ése modo por el abandono.
Y entonces corrí. Corrí descalza, sujetando la falda de mi camisón blanco para no tropezar cuando bajaba las escaleras de caracol, cerrando la puerta de la casa tras de mí para dirigirme hacia los pequeños establos que se encontraban en la parte trasera de la edificación, tomando a uno de aquellos corceles a lomos del cual me subí sin siquiera molestarme en montar la silla sobre éste, saliendo de los establos como alma que lleva al demonio, cabalgando bajo el fino y gélido manto de la lluvia que poco a poco fue calando en mis huesos, atravesando la tela y mi frágil piel, haciéndome tiritar en cuanto la brisa nocturna se alzaba y azotaba mi figura que se abría paso entre la noche, trotando hacia las luces de la capital, pasando junto a los salvajes follajes que arañaban mis ropajes sin que la desnudez me preocupara en aquél momento, sin que el morir de una pulmonía me importara ya, pues no pensaba desfallecer antes de intentarlo una vez más, antes de jugármela por él.
Los verdes prados que crucé eran ahora sombras que se alzaban en su intento desesperado de frenar mi avance, sintiendo en mis piernas cómo sus hojas se clavaban en mi piel como si pretendieran detenerme, ignorando sus esfuerzos, clavando mi mirada nublada por la intensa tempestad que ya descargaba sobre mis hombros en aquellas luces lejanas que poco a poco se manifestaban más vívidamente. Pronto dejé de aspirar el aroma a tierra húmeda de los bosques y me adentré así entre las desérticas callejuelas y solitarios callejones de la gran ciudad, trotando a gran velocidad, sorteando como pude los obstáculos que me fueron apareciendo de la nada.
En mi cabeza sólo podía escuchar en tun-tún de mi corazón desbocado y los truenos que me hacían estremecer, pues parecía que cayeran cerca. Los rayos iluminaban mi camino y al fin, divisé a lo lejos aquella casa de estructura japonesa, de las pocas que había en la ciudad o sus inmediaciones.
Con la respiración agitada y la ropa completamente arropada a mi piel hasta el punto que no quedaba ya sección alguna de mi cuerpo que se dejara a la imaginación, até las riendas del corcel a uno de los árboles cercanos a aquella mansión, decidiéndome entonces a caminar hasta la puerta con grandes zancadas primero, terminando por recuperar las ganas de correr hacia él, buscándole primero en las habitaciones, recorriendo una por una, llamándole con desespero, agonizando entre sollozos cuando sólo el silencio osaba responder a mis llamados. Pero entonces, cuando ya lo daba todo por perdido y me rendía al olvido, su figura apareció entre la oscuridad de la noche gracias a un relámpago que le iluminó precisamente en ese instante en el que había alzado la vista hacia el jardín trasero, dónde él, dándome la espalda, practicaba artes marciales.
Ahora más sosegada caminé hacia la puerta cristalera por la que le había descubierto, abriéndola de par en par para regresar al frío abrazo de la tempestad nocturna, dejando de percibir en mi piel las lágrimas de aquella lluvia que ya había inundado mi alma por aquella noche. Ahora sólo importaba él.
Con el aliento contenido me situé tras él sin saber cómo hacerle notar mi presencia, abriendo y cerrando la boca en más de una ocasión hasta que, entonces, él realizó unos rápidos movimientos de brazos y piernas, girándose con brusquedad para atacar a la nada, sólo que en la nada, estaba yo.
Una efímera sonrisa se dibujó en mis labios, inclinando mi cabeza hacia el lado en el que Diétrich mantenía su puño cerrado a escasos centímetros de mi rostro, pues había logrado detener su ataque antes de lastimarme y ahora, jadeante, me miraba a los ojos con fijeza, manteniendo aquella postura bélica pese a que ahora mi mejilla acariciaba aquél puño firme hasta lograr relajar su musculatura, momento en el que él apartó su mano de mi rostro y mi sonrisa se desvaneció.
- No quiero decirte nada que no quieras oír. Sólo quiero estar aquí contigo, juntos y atrapados en la lluvia. Sólo quiero sentirte cuando la noche se ponga su capa. Sólo...
Desvié la mirada por un momento, mordiéndome los labios.
- Me siento perdida entre tanta palabra y aun así quiero añadir algo, Kaél.
Di un paso al frente, esperando que él retrocediera quizás, aunque no lo hizo. Llevé entonces mi mano derecha hacia su pecho, a la altura de su corazón, sintiendo bajo la palma de mi mano cómo sus pulsaciones se aceleraban ante mi contacto.
- Te amo.- le juré, manteniendo allí mi mano mientras admitía mi error y me entregaba a la sinceridad y temor del momento.- Perdona mi debilidad. Perdóname porque sin ti no podré sobrevivir. Y si dudas de mí, si dudas de lo que siento por ti... Recuerda la sensación que sientes cuando te toco, cuando nos besamos, porque te juro que puedo volar en el cielo de tu boca. Recuerda cómo nuestros corazones se acompasan a un ritmo frenético cuando estamos juntos, cuando por nuestra piel recorre esa electricidad que nos hace estremecer. Recuerda la ansiedad que padeces cuando me necesitas a tu lado y no me encuentras. Pero por encima de todo... recuerda que en tus brazos forjé mi castillo y en tu corazón mi cielo, recuerda cómo juntos subimos cuando caímos en los malos momentos. Recuerda cuánto me amabas hace un par de horas y por Dios... vuelve a mí. Vuelve porque no puedo dejarte ir. Te quiero en mi vida.
Y al fin, habiendo dejado que el silencio y la torrencial tormenta se posara al fin sobre mis labios, hice ademán de apartar mi mano de su pecho, de su corazón... ¿y de su vida? Un crack retumbó en mi alma y supe que algo se había roto en mí...
Y entonces corrí. Corrí descalza, sujetando la falda de mi camisón blanco para no tropezar cuando bajaba las escaleras de caracol, cerrando la puerta de la casa tras de mí para dirigirme hacia los pequeños establos que se encontraban en la parte trasera de la edificación, tomando a uno de aquellos corceles a lomos del cual me subí sin siquiera molestarme en montar la silla sobre éste, saliendo de los establos como alma que lleva al demonio, cabalgando bajo el fino y gélido manto de la lluvia que poco a poco fue calando en mis huesos, atravesando la tela y mi frágil piel, haciéndome tiritar en cuanto la brisa nocturna se alzaba y azotaba mi figura que se abría paso entre la noche, trotando hacia las luces de la capital, pasando junto a los salvajes follajes que arañaban mis ropajes sin que la desnudez me preocupara en aquél momento, sin que el morir de una pulmonía me importara ya, pues no pensaba desfallecer antes de intentarlo una vez más, antes de jugármela por él.
Los verdes prados que crucé eran ahora sombras que se alzaban en su intento desesperado de frenar mi avance, sintiendo en mis piernas cómo sus hojas se clavaban en mi piel como si pretendieran detenerme, ignorando sus esfuerzos, clavando mi mirada nublada por la intensa tempestad que ya descargaba sobre mis hombros en aquellas luces lejanas que poco a poco se manifestaban más vívidamente. Pronto dejé de aspirar el aroma a tierra húmeda de los bosques y me adentré así entre las desérticas callejuelas y solitarios callejones de la gran ciudad, trotando a gran velocidad, sorteando como pude los obstáculos que me fueron apareciendo de la nada.
En mi cabeza sólo podía escuchar en tun-tún de mi corazón desbocado y los truenos que me hacían estremecer, pues parecía que cayeran cerca. Los rayos iluminaban mi camino y al fin, divisé a lo lejos aquella casa de estructura japonesa, de las pocas que había en la ciudad o sus inmediaciones.
Con la respiración agitada y la ropa completamente arropada a mi piel hasta el punto que no quedaba ya sección alguna de mi cuerpo que se dejara a la imaginación, até las riendas del corcel a uno de los árboles cercanos a aquella mansión, decidiéndome entonces a caminar hasta la puerta con grandes zancadas primero, terminando por recuperar las ganas de correr hacia él, buscándole primero en las habitaciones, recorriendo una por una, llamándole con desespero, agonizando entre sollozos cuando sólo el silencio osaba responder a mis llamados. Pero entonces, cuando ya lo daba todo por perdido y me rendía al olvido, su figura apareció entre la oscuridad de la noche gracias a un relámpago que le iluminó precisamente en ese instante en el que había alzado la vista hacia el jardín trasero, dónde él, dándome la espalda, practicaba artes marciales.
Ahora más sosegada caminé hacia la puerta cristalera por la que le había descubierto, abriéndola de par en par para regresar al frío abrazo de la tempestad nocturna, dejando de percibir en mi piel las lágrimas de aquella lluvia que ya había inundado mi alma por aquella noche. Ahora sólo importaba él.
Con el aliento contenido me situé tras él sin saber cómo hacerle notar mi presencia, abriendo y cerrando la boca en más de una ocasión hasta que, entonces, él realizó unos rápidos movimientos de brazos y piernas, girándose con brusquedad para atacar a la nada, sólo que en la nada, estaba yo.
Una efímera sonrisa se dibujó en mis labios, inclinando mi cabeza hacia el lado en el que Diétrich mantenía su puño cerrado a escasos centímetros de mi rostro, pues había logrado detener su ataque antes de lastimarme y ahora, jadeante, me miraba a los ojos con fijeza, manteniendo aquella postura bélica pese a que ahora mi mejilla acariciaba aquél puño firme hasta lograr relajar su musculatura, momento en el que él apartó su mano de mi rostro y mi sonrisa se desvaneció.
- No quiero decirte nada que no quieras oír. Sólo quiero estar aquí contigo, juntos y atrapados en la lluvia. Sólo quiero sentirte cuando la noche se ponga su capa. Sólo...
Desvié la mirada por un momento, mordiéndome los labios.
- Me siento perdida entre tanta palabra y aun así quiero añadir algo, Kaél.
Di un paso al frente, esperando que él retrocediera quizás, aunque no lo hizo. Llevé entonces mi mano derecha hacia su pecho, a la altura de su corazón, sintiendo bajo la palma de mi mano cómo sus pulsaciones se aceleraban ante mi contacto.
- Te amo.- le juré, manteniendo allí mi mano mientras admitía mi error y me entregaba a la sinceridad y temor del momento.- Perdona mi debilidad. Perdóname porque sin ti no podré sobrevivir. Y si dudas de mí, si dudas de lo que siento por ti... Recuerda la sensación que sientes cuando te toco, cuando nos besamos, porque te juro que puedo volar en el cielo de tu boca. Recuerda cómo nuestros corazones se acompasan a un ritmo frenético cuando estamos juntos, cuando por nuestra piel recorre esa electricidad que nos hace estremecer. Recuerda la ansiedad que padeces cuando me necesitas a tu lado y no me encuentras. Pero por encima de todo... recuerda que en tus brazos forjé mi castillo y en tu corazón mi cielo, recuerda cómo juntos subimos cuando caímos en los malos momentos. Recuerda cuánto me amabas hace un par de horas y por Dios... vuelve a mí. Vuelve porque no puedo dejarte ir. Te quiero en mi vida.
Y al fin, habiendo dejado que el silencio y la torrencial tormenta se posara al fin sobre mis labios, hice ademán de apartar mi mano de su pecho, de su corazón... ¿y de su vida? Un crack retumbó en mi alma y supe que algo se había roto en mí...
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 05/03/2012
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Atrápame [privado]
Ni dormir, ni leer, ni meditar...
Nada.
Nada funcionaba cuando ella no estaba, era un hecho que cada vez me quedaba mas claro y mas latente y que sin duda alguna...Me desesperaba.
¿En que momento había dejado de ser el dueño de mi mente o de mis pensamientos?... Fruncí el ceño al percatarme que ni siquiera lo sabia con certeza.
Por lo que tras la fiesta y ya en casa, me encontré de pronto en la soledad, en una que nunca me había importado en lo mas mínimo, pero que sin embargo ahora sentia como jamas lo había hecho. La soledad ya no era mi compañera, ahora era mi enemiga, y me decía que a su lado me perdería en el olvido, sin poder hacer nada.
Contemple las estancias, y oscuridad de mi gran casa vacía, mirando por la ventana los rayos que iluminaban tenuemente el cielo parisino, descargando su rabia contra la ciudad, como si de algún modo las nubes y los cielos compartieran lo que yo mismo sentía.
....
¿Y que era lo que sentia?
...
Negué con la cabeza, pues ni siquiera lo tenia claro, y eso empeoraba las cosas.Pues no sabia si me dolia, si me enfadaba, si debia actuar, si debia apartarme...¿Debia apartarme de su lado, debia dejarla en paz?
Aparte mis cabellos hacia atras, quitandome aquel lazo que aun los sostenia en orden. mientras paseaba en la oscuridad, comenzando a caminar en circulos sin darme cuenta. Pues, el hecho de verle con Naeem, siempre me hacia sentir desplazado, como si él tuviera acceso a un inmenso mundo que yo no podía alcanzar. Y eso me consternaba, me confundía, me hacia dudar de la situación. ¿Donde estaba la farsa y donde se separaba con la verdad de la realidad?...
Era cierto que nosotros le habiamos metido en medio para poder simular una tapadera ante el mundo, pero ¿y si todo habia ido demasiado lejos?...¿Y si ella...
Le preferia a él?...
Me pare de pronto, pues de algún modo u otro, algo así habia sucedido aquella misma noche. Ella le había escogido a él y ahora estarían en su casa...
juntos...
solos...
Tragué saliva y apreté los puños sin darme cuenta, mientras caminaba hacia la ventana corredera, saliendo hacia la tormenta, tal cual como iba en casa, descalzo, y solo con un pantalón de lino negro como vestimenta ademas de las vendas que llevaba en mis nudillos, antebrazos y torso por una lesión ya vieja. comenzando a caminar hacia el jardín mientras la lluvia me empapaba con rapidez, a la vez que yo caminaba iracundo y rabioso por el hecho de pensar en que podía ser desplazado de ese modo.
Llegué hasta el cuadrilátero en donde solía practicar, comenzando despacio a moverme, estirando mis brazos hacia atras mientras mi cabeza seguía hirviendo entre pensamientos punzantes.
Porque...Era un hecho, ella se habia quedado alli con él aquella noche, aunque, ¿y si eran cosas mias...y si solo se trataba de mi delirio?
Comencé a ensartar puñetazos rapidos a mi enemigo invisible, negando con la cabeza.
Quizas era delirio mio, quizás mis celos me impedían ver la verdad, pero ¿y si no se trataba de eso?...Le habia visto inclinarse hacia él, le habia visto...ella queria ...
pare un momento para estirar mis cabellos -que ya se pegaban a mi rostro- hacia atras, notando que me agitaba, sin tenerlo en cuenta, posicionarme y comenzando a atacar con mas rabia la nada, utilizando mis piernas, mientras los rayos iluminaban escasamente mi entorno, llenando el espacio vacío con el recuerdo de aquel baile y de aquellas personas que se metian en medio. Rememorando casi como si estuvieran a mi lado aquel lugar y aquella escena en la que Mischa y Naeem compartian aquel baile, arrimados el uno al otro, compartiendo confidencias...riendo.
Grite en la soledad mientras continuaba atacando aquellas sombras, aquellos fantasmas que me hacian verle en brazos ajenos, como si quisiera apartarlos de algun modo de mi alrededor, y de mi cabeza. Mientras yo giraba aun enrabiado, estirando mi brazo izquierdo a modo de escudo, para continuar estirarando el derecho con todas mis fuerzas en aquel puñetazo hacia lo invisible hasta que los truenos resonaron en el firmamento y los rayos craquelaron el cielo, iluminando el jardín tan solo un momento mas, dejandome verle ahi frente a mi, parando mi ataque a pocos centrimetros de su rostro, para dejarme contemplándole agitado y consternado. Pensando por un momento que era una ensoñacion que no era real, ella no estaba ahi...Mi cabeza empezaba a traicionarme y el deseo de verla me pasaba factura...Sin embargo cuando ella acerco su mejilla a mi puño cerrado lo comprendi...
No era un sueño, no era una sombra...Eran sus ojos los que veia y no su recuerdo...
Y entonces sus palabras, me hicieron mirarla y sentir que toda aquella rabia contenida se marchaba como si se la llevara la lluvia...
pues, no lo esperé, no espere que estuviera conmigo, ni que me dijera lo que decia...Algo que sin duda me habia tocado en lo mas profundo, haciendome sentir incluso inestable, como si no pudiera creer lo que escuchaba.
¿Era realmente posible que ella sintiera eso por mi?...
Mischa...
yo...
Baje la mirada, sin poder evitar pese a lo estúpido que me sentí, avergonzarme sin poder retener su mirada, sintiendo un sinfín de emociones que realmente no sabia explicar. ¿Como decirle que mi mundo no tenia sentido sin ella? ¿como explicarle el vacío que ahora me carcomía ante la idea de imaginarle fuera de mi vida?
Le mire, ahí frente a mi, empapada, agitada, mirándome, esperándome...Compungida y aun así frente a mi... hablándome. ¿ Podía acaso existir algo mas hermoso que lo que mis ojos veían en aquel momento...? ¿Podia existir algo mas tierno o mas dulce que ella?
No...definitivamente no.
Sujete su mano impidiendo que la apartara de mi pecho, sosteniendola y enlazando mis dedos con los suyos...antes de acercame hacia ella y de situar mi mano libre en su nuca, enredando mis dedos en sus cabellos mojados para atraerla hacia mi, necesitando su cercania, besandole se ese modo, simplemente haciendo lo que deseaba hacer, necesitando su tacto tan cálido siempre, que con su simple proximidad me hacia sanar y sentirme fuerte y con un rumbo. Como si la vida tuviera al fin un sentido y un camino que seguir. Por lo que saboree sus labios ahora temblorosos bajo la lluvia mientras las gotas de agua resbalaban por nuestros rostros, perdiendose entre el cuerpo de uno para perderse entre el cuerpo del otro ante aquella proximidad, una que me hizo perderme en aquel beso, con el corazon desbocado como siempre que ella me tocaba, agitado, sin aire... Le rodee con mis brazos,separandome un instante de ella, respirando entrecortadamente, sintiendo tambien como el frio me calaba poco a poco, haciendome apretarle entre mis brazos, queriendo darle un poco de calor, pese a que la lluvia nos lo quitara con su paso.
Lo siento...
No debí pedirte explicaciones de ese modo...
Pero yo... Creí que te perdía y ...
... Fruncí el ceño, mordiéndome los labios, intentando dar orden a mi cabeza, odiandome por no saber como explicarme. ¿Porque era tan difícil!... ?Parpadee cuando sus manos sujetaron mi rostro obligándome a mirarla. Algo que sin duda alguna me hizo dar un vuelco el corazón....sosegandome un poco con el pasar de los segundos en silencio.
Solo quiero que sepas...Que te necesito mas de lo que ni siquiera puedo soportar. Nada sirve si tu no estas conmigo...
Amarte... Cerré los ojos un tanto sobrecogido ante mis propias palabras sinceras.
Amarte...Es lo único que llena de sustento mi vida...Sin ti no existo y pensé que te perdía...
Que ya no me querias... Tragué saliva cuando el siguiente rayo quebró saliva haciéndome apreciar su mirada angustiada.
¿Que ocurrió Mischa...?
...
¿Le quieres...? Pregunté en un susurro, ansioso y angustiado con la respuesta que quería y no quería escuchar.
Nada.
Nada funcionaba cuando ella no estaba, era un hecho que cada vez me quedaba mas claro y mas latente y que sin duda alguna...Me desesperaba.
¿En que momento había dejado de ser el dueño de mi mente o de mis pensamientos?... Fruncí el ceño al percatarme que ni siquiera lo sabia con certeza.
Por lo que tras la fiesta y ya en casa, me encontré de pronto en la soledad, en una que nunca me había importado en lo mas mínimo, pero que sin embargo ahora sentia como jamas lo había hecho. La soledad ya no era mi compañera, ahora era mi enemiga, y me decía que a su lado me perdería en el olvido, sin poder hacer nada.
Contemple las estancias, y oscuridad de mi gran casa vacía, mirando por la ventana los rayos que iluminaban tenuemente el cielo parisino, descargando su rabia contra la ciudad, como si de algún modo las nubes y los cielos compartieran lo que yo mismo sentía.
....
¿Y que era lo que sentia?
...
Negué con la cabeza, pues ni siquiera lo tenia claro, y eso empeoraba las cosas.Pues no sabia si me dolia, si me enfadaba, si debia actuar, si debia apartarme...¿Debia apartarme de su lado, debia dejarla en paz?
Aparte mis cabellos hacia atras, quitandome aquel lazo que aun los sostenia en orden. mientras paseaba en la oscuridad, comenzando a caminar en circulos sin darme cuenta. Pues, el hecho de verle con Naeem, siempre me hacia sentir desplazado, como si él tuviera acceso a un inmenso mundo que yo no podía alcanzar. Y eso me consternaba, me confundía, me hacia dudar de la situación. ¿Donde estaba la farsa y donde se separaba con la verdad de la realidad?...
Era cierto que nosotros le habiamos metido en medio para poder simular una tapadera ante el mundo, pero ¿y si todo habia ido demasiado lejos?...¿Y si ella...
Le preferia a él?...
Me pare de pronto, pues de algún modo u otro, algo así habia sucedido aquella misma noche. Ella le había escogido a él y ahora estarían en su casa...
juntos...
solos...
Tragué saliva y apreté los puños sin darme cuenta, mientras caminaba hacia la ventana corredera, saliendo hacia la tormenta, tal cual como iba en casa, descalzo, y solo con un pantalón de lino negro como vestimenta ademas de las vendas que llevaba en mis nudillos, antebrazos y torso por una lesión ya vieja. comenzando a caminar hacia el jardín mientras la lluvia me empapaba con rapidez, a la vez que yo caminaba iracundo y rabioso por el hecho de pensar en que podía ser desplazado de ese modo.
Llegué hasta el cuadrilátero en donde solía practicar, comenzando despacio a moverme, estirando mis brazos hacia atras mientras mi cabeza seguía hirviendo entre pensamientos punzantes.
Porque...Era un hecho, ella se habia quedado alli con él aquella noche, aunque, ¿y si eran cosas mias...y si solo se trataba de mi delirio?
Comencé a ensartar puñetazos rapidos a mi enemigo invisible, negando con la cabeza.
Quizas era delirio mio, quizás mis celos me impedían ver la verdad, pero ¿y si no se trataba de eso?...Le habia visto inclinarse hacia él, le habia visto...ella queria ...
pare un momento para estirar mis cabellos -que ya se pegaban a mi rostro- hacia atras, notando que me agitaba, sin tenerlo en cuenta, posicionarme y comenzando a atacar con mas rabia la nada, utilizando mis piernas, mientras los rayos iluminaban escasamente mi entorno, llenando el espacio vacío con el recuerdo de aquel baile y de aquellas personas que se metian en medio. Rememorando casi como si estuvieran a mi lado aquel lugar y aquella escena en la que Mischa y Naeem compartian aquel baile, arrimados el uno al otro, compartiendo confidencias...riendo.
NOOO!!!
Grite en la soledad mientras continuaba atacando aquellas sombras, aquellos fantasmas que me hacian verle en brazos ajenos, como si quisiera apartarlos de algun modo de mi alrededor, y de mi cabeza. Mientras yo giraba aun enrabiado, estirando mi brazo izquierdo a modo de escudo, para continuar estirarando el derecho con todas mis fuerzas en aquel puñetazo hacia lo invisible hasta que los truenos resonaron en el firmamento y los rayos craquelaron el cielo, iluminando el jardín tan solo un momento mas, dejandome verle ahi frente a mi, parando mi ataque a pocos centrimetros de su rostro, para dejarme contemplándole agitado y consternado. Pensando por un momento que era una ensoñacion que no era real, ella no estaba ahi...Mi cabeza empezaba a traicionarme y el deseo de verla me pasaba factura...Sin embargo cuando ella acerco su mejilla a mi puño cerrado lo comprendi...
No era un sueño, no era una sombra...Eran sus ojos los que veia y no su recuerdo...
Y entonces sus palabras, me hicieron mirarla y sentir que toda aquella rabia contenida se marchaba como si se la llevara la lluvia...
pues, no lo esperé, no espere que estuviera conmigo, ni que me dijera lo que decia...Algo que sin duda me habia tocado en lo mas profundo, haciendome sentir incluso inestable, como si no pudiera creer lo que escuchaba.
¿Era realmente posible que ella sintiera eso por mi?...
Mischa...
yo...
Baje la mirada, sin poder evitar pese a lo estúpido que me sentí, avergonzarme sin poder retener su mirada, sintiendo un sinfín de emociones que realmente no sabia explicar. ¿Como decirle que mi mundo no tenia sentido sin ella? ¿como explicarle el vacío que ahora me carcomía ante la idea de imaginarle fuera de mi vida?
Le mire, ahí frente a mi, empapada, agitada, mirándome, esperándome...Compungida y aun así frente a mi... hablándome. ¿ Podía acaso existir algo mas hermoso que lo que mis ojos veían en aquel momento...? ¿Podia existir algo mas tierno o mas dulce que ella?
No...definitivamente no.
Sujete su mano impidiendo que la apartara de mi pecho, sosteniendola y enlazando mis dedos con los suyos...antes de acercame hacia ella y de situar mi mano libre en su nuca, enredando mis dedos en sus cabellos mojados para atraerla hacia mi, necesitando su cercania, besandole se ese modo, simplemente haciendo lo que deseaba hacer, necesitando su tacto tan cálido siempre, que con su simple proximidad me hacia sanar y sentirme fuerte y con un rumbo. Como si la vida tuviera al fin un sentido y un camino que seguir. Por lo que saboree sus labios ahora temblorosos bajo la lluvia mientras las gotas de agua resbalaban por nuestros rostros, perdiendose entre el cuerpo de uno para perderse entre el cuerpo del otro ante aquella proximidad, una que me hizo perderme en aquel beso, con el corazon desbocado como siempre que ella me tocaba, agitado, sin aire... Le rodee con mis brazos,separandome un instante de ella, respirando entrecortadamente, sintiendo tambien como el frio me calaba poco a poco, haciendome apretarle entre mis brazos, queriendo darle un poco de calor, pese a que la lluvia nos lo quitara con su paso.
Lo siento...
No debí pedirte explicaciones de ese modo...
Pero yo... Creí que te perdía y ...
... Fruncí el ceño, mordiéndome los labios, intentando dar orden a mi cabeza, odiandome por no saber como explicarme. ¿Porque era tan difícil!... ?Parpadee cuando sus manos sujetaron mi rostro obligándome a mirarla. Algo que sin duda alguna me hizo dar un vuelco el corazón....sosegandome un poco con el pasar de los segundos en silencio.
Solo quiero que sepas...Que te necesito mas de lo que ni siquiera puedo soportar. Nada sirve si tu no estas conmigo...
Amarte... Cerré los ojos un tanto sobrecogido ante mis propias palabras sinceras.
Amarte...Es lo único que llena de sustento mi vida...Sin ti no existo y pensé que te perdía...
Que ya no me querias... Tragué saliva cuando el siguiente rayo quebró saliva haciéndome apreciar su mirada angustiada.
¿Que ocurrió Mischa...?
...
¿Le quieres...? Pregunté en un susurro, ansioso y angustiado con la respuesta que quería y no quería escuchar.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 154
Fecha de inscripción : 10/10/2011
Localización : Descúbralo.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Atrápame [privado]
- Y ahora me tienes aquí, contigo, entre tus brazos... y sigo siendo tuya.
Le interrumpí cuando Diétrich aludía al sentimiento de pérdida que le recorrió durante el incidente del baile. Una idea que me lastimó, pues la sola idea de no tenerle conmigo, de perderle... perforó mi pecho con alevosía hasta desdibujarme la sonrisa que mis labios habían esbozado tras el beso que me robó el aliento y se llevó consigo todos los pesares que en mi corazón pesaban.
Pero entonces... Todo mi mundo se derrumbó a mis pies y la realidad pisó mi cabeza con firmeza, golpeándome hasta alejarme de su abrazo, retrocediendo mis pasos mientras mis ojos se clavaban en su mirada grisácea, contemplando como su ceño se fruncía y su mirada se empañaba por un sentimiento de confusión, de miedo, quizás de ansiedad también... que parecía gritarme que volviera a él, que dejara de alejarme de aquél gélido modo de su abrazo, preguntándose quizás el motivo por el que rechazaba su calor. Un calor que en aquél momento electrificó mi piel, percatándome de cuánto daño podían causar mis engaños. Me di cuenta de cuán amargos le sabrían mis besos ahora que había ensuciado mis labios con mentiras. Supe que los crudos embustes me condenarían y entonces, entonces le sentí lejos. Le sentí lejos como si un abismo nos separara y no pudiera recortar distancias. Le sentí perdido y maldije aquello cuanto yo era, yo en mi misma persona era un desastre, una basura, la peor persona sobre la faz de la tierra. Por ello, por vergüenza, seguí retrocediendo, dándole finalmente la espalda y llevándome las manos a mi rostro, ocultándolo, sintiendo cómo mi ser se desintegraba y la lluvia limpiaba la oscuridad que habitaba en mí, momento en el que alcé el mentón hacia el cielo y dejé que la tempestad confundiera mis lagrimas entre sus gotas, comprendiendo que debía ahogar la cobardía en las profundidades de mi ser y enfrentar aquello por lo que valía la pena luchar. Kaél.
Poco a poco fui volteándome hacia él que parecía impaciente ante mi reacción y ante aquél silencio que se había tornado mi carcelero en un prisión de mentiras y remordimientos que me consumían. Y entonces, tomé una bocanada de aire y hablé con firmeza, casi sin titubear, casi sin pestañear, casi... con firmeza, ignorando cuanto la voz flaqueaba y debía aclarar mi garganta o disimular mediante carraspeos.
- Le quise. Naeem fue el gran amor de mi vida y le quise más que a mi propia vida. Es cierto. Nunca flaqueé ante él porque siempre esperé recuperar su amor aun cuando él me abandonó. Siempre creí que con el tiempo y la convivencia podría reconquistarle...
Diétrich frunció el ceño y su gesto me alarmó, por lo que decidí recortar distancias e inconscientemente, alcé la voz cuando retomé la palabra, sintiendo la ansiedad en mi boca.
- ¡Hasta que te conocí! Te conocí y yo... me enamoré de ti, Kaél. Y te juro que no hay sentimiento humano alguno sobre la faz de la tierra equiparable siquiera a lo que yo siento por ti... Y es cierto que le quiero y que con toda ésta parafernalia de fingir lo que no somos, yo... por un momento... no lo sé, yo me confundí... me sentí como antaño, pero te prometo que...
De nuevo, el peso de las mentiras cayeron sobre mis hombros y caí de rodillas ante él, empapada de llanto y de lluvia, llevándome las manos a mis cabellos que aparté de mi rostro con cierta brusquedad por mera impotencia, pues era cierto, cada vez le sentía más lejos de mí y aun así, él merecía la verdad. Se la debía. Por ello, alcé la vista hacia su mirada transparente, pura como su alma, como la verdad que en él habitaba, y hundiendo mis uñas en la tierra, lo admití en un grito que resonó en todo el jardín.
- ¡Nos besamos! Sí, es cierto... ¡Nos besamos, Kaél! Pero yo... ¡yo estoy aquí ahora! ¡A tu merced! ¡Jurándote que te amo y te necesito! ¡Que lo sucedido me abrió los ojos y entendí que soy tuya, Kaél! ¡TUYA!- vociferé entre amargos sollozos.- Perdóname... por favor... perdóname...
Y poco a poco, mi voz se perdió en la nada y sólo la fuerte tormenta que descargaba aun sobre nuestras figuras rompía el silencio que me ahogaba en el sentimiento más profundo de soledad y desespero...
Le interrumpí cuando Diétrich aludía al sentimiento de pérdida que le recorrió durante el incidente del baile. Una idea que me lastimó, pues la sola idea de no tenerle conmigo, de perderle... perforó mi pecho con alevosía hasta desdibujarme la sonrisa que mis labios habían esbozado tras el beso que me robó el aliento y se llevó consigo todos los pesares que en mi corazón pesaban.
Pero entonces... Todo mi mundo se derrumbó a mis pies y la realidad pisó mi cabeza con firmeza, golpeándome hasta alejarme de su abrazo, retrocediendo mis pasos mientras mis ojos se clavaban en su mirada grisácea, contemplando como su ceño se fruncía y su mirada se empañaba por un sentimiento de confusión, de miedo, quizás de ansiedad también... que parecía gritarme que volviera a él, que dejara de alejarme de aquél gélido modo de su abrazo, preguntándose quizás el motivo por el que rechazaba su calor. Un calor que en aquél momento electrificó mi piel, percatándome de cuánto daño podían causar mis engaños. Me di cuenta de cuán amargos le sabrían mis besos ahora que había ensuciado mis labios con mentiras. Supe que los crudos embustes me condenarían y entonces, entonces le sentí lejos. Le sentí lejos como si un abismo nos separara y no pudiera recortar distancias. Le sentí perdido y maldije aquello cuanto yo era, yo en mi misma persona era un desastre, una basura, la peor persona sobre la faz de la tierra. Por ello, por vergüenza, seguí retrocediendo, dándole finalmente la espalda y llevándome las manos a mi rostro, ocultándolo, sintiendo cómo mi ser se desintegraba y la lluvia limpiaba la oscuridad que habitaba en mí, momento en el que alcé el mentón hacia el cielo y dejé que la tempestad confundiera mis lagrimas entre sus gotas, comprendiendo que debía ahogar la cobardía en las profundidades de mi ser y enfrentar aquello por lo que valía la pena luchar. Kaél.
Poco a poco fui volteándome hacia él que parecía impaciente ante mi reacción y ante aquél silencio que se había tornado mi carcelero en un prisión de mentiras y remordimientos que me consumían. Y entonces, tomé una bocanada de aire y hablé con firmeza, casi sin titubear, casi sin pestañear, casi... con firmeza, ignorando cuanto la voz flaqueaba y debía aclarar mi garganta o disimular mediante carraspeos.
- Le quise. Naeem fue el gran amor de mi vida y le quise más que a mi propia vida. Es cierto. Nunca flaqueé ante él porque siempre esperé recuperar su amor aun cuando él me abandonó. Siempre creí que con el tiempo y la convivencia podría reconquistarle...
Diétrich frunció el ceño y su gesto me alarmó, por lo que decidí recortar distancias e inconscientemente, alcé la voz cuando retomé la palabra, sintiendo la ansiedad en mi boca.
- ¡Hasta que te conocí! Te conocí y yo... me enamoré de ti, Kaél. Y te juro que no hay sentimiento humano alguno sobre la faz de la tierra equiparable siquiera a lo que yo siento por ti... Y es cierto que le quiero y que con toda ésta parafernalia de fingir lo que no somos, yo... por un momento... no lo sé, yo me confundí... me sentí como antaño, pero te prometo que...
De nuevo, el peso de las mentiras cayeron sobre mis hombros y caí de rodillas ante él, empapada de llanto y de lluvia, llevándome las manos a mis cabellos que aparté de mi rostro con cierta brusquedad por mera impotencia, pues era cierto, cada vez le sentía más lejos de mí y aun así, él merecía la verdad. Se la debía. Por ello, alcé la vista hacia su mirada transparente, pura como su alma, como la verdad que en él habitaba, y hundiendo mis uñas en la tierra, lo admití en un grito que resonó en todo el jardín.
- ¡Nos besamos! Sí, es cierto... ¡Nos besamos, Kaél! Pero yo... ¡yo estoy aquí ahora! ¡A tu merced! ¡Jurándote que te amo y te necesito! ¡Que lo sucedido me abrió los ojos y entendí que soy tuya, Kaél! ¡TUYA!- vociferé entre amargos sollozos.- Perdóname... por favor... perdóname...
Y poco a poco, mi voz se perdió en la nada y sólo la fuerte tormenta que descargaba aun sobre nuestras figuras rompía el silencio que me ahogaba en el sentimiento más profundo de soledad y desespero...
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Atrápame [privado]
La lluvia cayó sobre mí; fría…Infinita…Incesante…
Sin que aquello me importara, sin que el viento que me calaba me diera ya frio alguno, sin que el temblor de mi cuerpo me importara en lo más mínimo.
Lo único que me preocupaba en aquel momento, eran sus palabras, que como estacas se clavaban en mi pecho, haciéndome bajar la mirada, haciéndome sentir perdido…y no...
No era la traición, no era la idea de pensar en que aquella a quien más amaba en el mundo, pudiese querer o haber querido a otro…
Sino que era el hecho de sentirle lejos lo que me mataba por dentro, lo que me hacía sentir vacio, innecesario, inservible…
Entonces sus palabras resonaron una vez más, haciéndome negar con la cabeza, como si no quisiera escucharlo, haciéndome girarme, haciendo que le diera la espalda, notando como me agitaba,notando como mi pulso se disparaba, notando como por un momento el mundo me caía encima, y me costaba respirar. Y sus palabras resonaron una y otra vez en mi mente, recordándome aquello que no quería imaginar…
El dolor se acumulo en mi garganta, y la rabia me invadió por un momento, por el hecho de creer que ella podía ser solo mía, por el hecho de quererle…por pensar que su amor me pertenecía por completo…Y me odie a mi mismo, por dejarme engañar, por creer que ella podía amarme solo a mí.
Lleve mis manos a mis labios porque no me lo quería creer, porque quería negarlo todo, sentir de una vez que ya nada importaba. Y la ansiedad se agolpo en mi pecho. Comencé a toser ahogado y por un momento mareado, posando mis manos sobre mis rodillas, cerrando los ojos e intentando encontrar un equilibrio que en mi mente faltaba, mientras que su llanto desconsolado sonaba a mi espalda, recordandome que seguia ahi, triste, desolada y arrepentida, mientras que yo pensaba de pronto en mi vida, y en todos aquellos años, los últimos que habíamos vivido, tantos momentos en los que nos jugamos la vida juntos y que sin embargo, habían sido los mejores de mi existencia.
Y me lamente…
Me lamente por pensar en ello, por pensar en que mientras surgía ese cariño entre nosotros, yo había compartido su cariño con otro al que ella me confesaba haber querido conquistar…
me lamente al pensar en que ella era lo único bueno de mi existencia...Pues, después de todo… ¿quién era yo?... Un asesino, un ser sin alma…un hombre comprado para satisfacer las locuras de otros, unos que crueles y despiadados, luchaban y mataban por un dios injusto e inhumano…Sin embargo seguía ahí, vivo y actuando… por ella, porque ella me demostraba que en medio de tanta desolación había también algo bueno, algo por lo que luchar, algo que merecía ser guardado y protegido, pues entre la muerte, entre las injusticias, entre todo el mal que se desparramaba en el mundo, aun habia algo vivo, algo sin medida, sin limite, sin comparacion alguna.
algo como el amor…
Amor, desbocado y sin medida...
Ella me lo habia enseñado...
Y entonces caí en ello, caí en que eso era mas importante que el hecho de traicionar o que el hecho de perdonar.
Me gire poco a poco, dejándome caer de rodillas delante suyo, apreciándole destrozada mientras yo sentía que mis labios temblaban ya, ante la impotencia y ante la desesperación. Me sentía dolido, pero aun asi...no podia odiarle, ni enfadarme, ni molestarme, ni siquiera marcharme...No cuando ella estaba ahi, no cuando le amaba tanto que la sola idea de irme o de que ella se fuera me dolía tanto.
Mischa…
Mírame…
Mírame.
Entre abrí los labios, sin saber que decir, pese a que su llanto y sus palabras me demostraran como se sentía. Por lo que simplemente estire mis manos con cuidado hacia ella, sujetándole de los brazos para levantarle, para acercarle a mi, para mirarle, mientras la lluvia nos empapaba ferozmente, y los rayos se desparramaban en el cielo, dejándome contemplar su llanto aun latente en su mirada.
No me importa...
Nada me importa...
¿No lo comprendes?
Lo único que quiero, es que me quieras...
En aquel momento mi voz se quebró, traicionándome tan solo un momento, pues le mire y le imagine en aquel beso. Le imagine en aquel gesto, en aquel momento, compartiendo su cercanía con él, su tacto, su aroma y eso me supero sin que lo pudiera evitar. Por lo que me puse en pie y mire en dirección a mi casa, enfadado conmigo mismo ante mi debilidad, mientras le sentía a mi espalda, aun sin tener el coraje de mirarla y de decirle que no me importaba ya lo sucedido, que podía incluso compartir su cariño, su corazón, su vida, aunque eso me destrozara por dentro...con tal de no perderla.
Sin que aquello me importara, sin que el viento que me calaba me diera ya frio alguno, sin que el temblor de mi cuerpo me importara en lo más mínimo.
Lo único que me preocupaba en aquel momento, eran sus palabras, que como estacas se clavaban en mi pecho, haciéndome bajar la mirada, haciéndome sentir perdido…y no...
No era la traición, no era la idea de pensar en que aquella a quien más amaba en el mundo, pudiese querer o haber querido a otro…
Sino que era el hecho de sentirle lejos lo que me mataba por dentro, lo que me hacía sentir vacio, innecesario, inservible…
Entonces sus palabras resonaron una vez más, haciéndome negar con la cabeza, como si no quisiera escucharlo, haciéndome girarme, haciendo que le diera la espalda, notando como me agitaba,notando como mi pulso se disparaba, notando como por un momento el mundo me caía encima, y me costaba respirar. Y sus palabras resonaron una y otra vez en mi mente, recordándome aquello que no quería imaginar…
El dolor se acumulo en mi garganta, y la rabia me invadió por un momento, por el hecho de creer que ella podía ser solo mía, por el hecho de quererle…por pensar que su amor me pertenecía por completo…Y me odie a mi mismo, por dejarme engañar, por creer que ella podía amarme solo a mí.
Lleve mis manos a mis labios porque no me lo quería creer, porque quería negarlo todo, sentir de una vez que ya nada importaba. Y la ansiedad se agolpo en mi pecho. Comencé a toser ahogado y por un momento mareado, posando mis manos sobre mis rodillas, cerrando los ojos e intentando encontrar un equilibrio que en mi mente faltaba, mientras que su llanto desconsolado sonaba a mi espalda, recordandome que seguia ahi, triste, desolada y arrepentida, mientras que yo pensaba de pronto en mi vida, y en todos aquellos años, los últimos que habíamos vivido, tantos momentos en los que nos jugamos la vida juntos y que sin embargo, habían sido los mejores de mi existencia.
Y me lamente…
Me lamente por pensar en ello, por pensar en que mientras surgía ese cariño entre nosotros, yo había compartido su cariño con otro al que ella me confesaba haber querido conquistar…
me lamente al pensar en que ella era lo único bueno de mi existencia...Pues, después de todo… ¿quién era yo?... Un asesino, un ser sin alma…un hombre comprado para satisfacer las locuras de otros, unos que crueles y despiadados, luchaban y mataban por un dios injusto e inhumano…Sin embargo seguía ahí, vivo y actuando… por ella, porque ella me demostraba que en medio de tanta desolación había también algo bueno, algo por lo que luchar, algo que merecía ser guardado y protegido, pues entre la muerte, entre las injusticias, entre todo el mal que se desparramaba en el mundo, aun habia algo vivo, algo sin medida, sin limite, sin comparacion alguna.
algo como el amor…
Amor, desbocado y sin medida...
Ella me lo habia enseñado...
Y entonces caí en ello, caí en que eso era mas importante que el hecho de traicionar o que el hecho de perdonar.
Me gire poco a poco, dejándome caer de rodillas delante suyo, apreciándole destrozada mientras yo sentía que mis labios temblaban ya, ante la impotencia y ante la desesperación. Me sentía dolido, pero aun asi...no podia odiarle, ni enfadarme, ni molestarme, ni siquiera marcharme...No cuando ella estaba ahi, no cuando le amaba tanto que la sola idea de irme o de que ella se fuera me dolía tanto.
Mischa…
Mírame…
Mírame.
Entre abrí los labios, sin saber que decir, pese a que su llanto y sus palabras me demostraran como se sentía. Por lo que simplemente estire mis manos con cuidado hacia ella, sujetándole de los brazos para levantarle, para acercarle a mi, para mirarle, mientras la lluvia nos empapaba ferozmente, y los rayos se desparramaban en el cielo, dejándome contemplar su llanto aun latente en su mirada.
No me importa...
Nada me importa...
¿No lo comprendes?
Lo único que quiero, es que me quieras...
En aquel momento mi voz se quebró, traicionándome tan solo un momento, pues le mire y le imagine en aquel beso. Le imagine en aquel gesto, en aquel momento, compartiendo su cercanía con él, su tacto, su aroma y eso me supero sin que lo pudiera evitar. Por lo que me puse en pie y mire en dirección a mi casa, enfadado conmigo mismo ante mi debilidad, mientras le sentía a mi espalda, aun sin tener el coraje de mirarla y de decirle que no me importaba ya lo sucedido, que podía incluso compartir su cariño, su corazón, su vida, aunque eso me destrozara por dentro...con tal de no perderla.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Re: Atrápame [privado]
Mordí mis labios, apreté los puños y agaché la cabeza cuando Diétrich se encaminó hacia su casa después de decirme que con mi cariño le bastaba. Si lo cierto era que esperaba un alud de reproches y palabras envenenadas, que para mí no tuviera más que la esperanza de compartir ese amor, me dolió profundamente. ¿Por qué se conformaría con ello... disponiendo de todo ese sentimiento que brotaba de mí? ¿Por qué no luchaba por aquello que nos había unido a ambos? ¿Por qué se rendía ante Naeem, cuando le había jurado y perjurado que ya no le amaba del mismo modo? Pero sobretodo... ¿por qué se alejaba ahora de mí? Ahora que más necesitaba su abrazo, su tacto, su cercanía, su calor, su aroma, su saliva... ¿Por qué? Y entonces lo comprendí. Comprendí que si él me amara, quizás no hubiera perdonado mi traición. Que si él me amara realmente, probablemente no se le cruzaría por la mente la absurda idea de compartir mi amor con nadie más que no fuera él mismo. ¿Y si de aquél modo acababa de percatarse que no sentía por mí tanto como él creía? ¿Y si con aquella traición había descubierto que mi existencia no le aportaba nada bueno en su vida? Y entonces empecé a preguntarme qué habría matado aquella chispa que se había encendido sin quererlo ni buscarlo hacía ya tanto tiempo. Me pregunté una y otra vez cuando había dejado de amarme, cuando había dejado de ser importante para él. ¿Se hallaría la respuesta en aquella misma noche? ¿Con lo acontecido? Meneé la cabeza, ahora sintiéndome yo como la víctima de aquél enredo. ¿Cómo podía simplemente apagar lo que había entre nosotros con tanta rapidez, como si simplemente prendiera un interruptor de su corazón? Tras el latigazo de enfado irracional le siguió de nuevo la tristeza y el vacío, pues quizás se apartaba de mí por dolor, por haberle lastimado de aquél horrible modo. Quizás buscara de ése modo ciertas distancias conmigo, congelar el vínculo amoroso para luego echarlo a la hoguera del olvido, ciñéndose a la relación estrictamente profesional que nos imponía la Inquisición. ¿Sería aquél el primer paso? Suspiré angustiada cuando la respuesta a aquella pregunta se clavaba en mis entrañas como un puñal envenenado, sin atreverme siquiera a pensarlo o a decirlo en voz alta. Y aun así, estúpidamente, necesitaba una señal. Una señal por su parte que me indicara qué hacer ahora: si ir a buscarle y abrazarle o simplemente... marchar de su propiedad y de su vida. Necesitaba una señal y la obtuve... pero no como yo la imaginaba.
Un refulgente rayo bajó vertiginosamente arañando el cielo tormentoso, abriendo grietas a su alrededor, inundándolo de una luz cegadora hasta que su lengua se enredó violentamente en las ramas de uno de los cerezos del jardín, el mismo que más cercano a mí se encontraba. En una centésima de segundo el tronco entero se vio partido por la mitad y las ramas calcinadas, viéndose marchitar entre los latigazos de fuego que hicieron del árbol su mayor hoguera, fueron cayendo a los pies del mismo, rozándome una de aquellas chispas ardientes que prendió la tela de mi camisón por un momento, el suficiente para provocar en mi piel un pequeño salpullido antes que la misma tempestad apagara el fuego impetuoso.
Completamente alucinada por la estampa del árbol quemándose hasta convertirse en nada a penas me percaté de cómo Diétrich me tomó de la cintura y me llevó con él hacia los adentros de su residencia, resguardándonos al fin de la tormenta.
Aun empapada y temblando de frío pegué mis manos en el cristal de aquella puerta corrediza que daba al jardín, contemplando el cerezo cuyas llamas poco a poco iban consumiéndose hasta desaparecer, mostrándome el esqueleto de lo que había sido un precioso árbol. Suspiré un tanto apenada y aun agitada, ignorando el escozor de la herida que se hallaba en mi brazo izquierdo, ladeándome poco a poco en busca de la figura de Diétrich que hallé escondido entre las sombras de la habitación en penumbra, solamente iluminada por los rayos que seguían rompiendo el cielo nocturno.
Sin mediar palabra abandoné la sala rozando su brazo con el mío al salir de allí, dirigiéndome hacia su dormitorio con cierta lentitud, aun pensativa, aun apenada y dolida. Sabía que debía marcharme ahora y aun así, no quería hacerlo. Sentía que aquél era mi lugar, permanecer junto a Kaél hasta que de su boca emanaran las palabras que me exiliaran de su casa y de su vida. Hasta entonces, cuál masoquista, seguiría allí, atormentándome ante cada una de sus miradas vacías.
Tomé de su armario un par de mantas gruesas y regresé a la habitación en la que le había dejado a solas, hallándolo junto a la puerta cristalera con una posición pensativa. Me quedé por un momento en el umbral, conteniendo la respiración y mordiéndome los labios sin saber qué hacer, pues no deseaba interrumpir su meditación. Finalmente decidí acercarme a él en silencio y posé sobre sus hombros una de aquellas mantas, retrocediendo unos pasos cuando Kaél volvió a la realidad y dio un brinco, mirándome ahora con fijeza.
Desvié la mirada y fui retrocediendo casi con temor a enfrentarme a sus ojos, llegando de nuevo a la puerta que daba al pasillo.
- Prepararé te.- anuncié en un susurro casi inaudible antes de darle la espalda y dirigirme hacia la cocina, olvidando en aquella sala la manta que había llevado para cubrirme.
Un refulgente rayo bajó vertiginosamente arañando el cielo tormentoso, abriendo grietas a su alrededor, inundándolo de una luz cegadora hasta que su lengua se enredó violentamente en las ramas de uno de los cerezos del jardín, el mismo que más cercano a mí se encontraba. En una centésima de segundo el tronco entero se vio partido por la mitad y las ramas calcinadas, viéndose marchitar entre los latigazos de fuego que hicieron del árbol su mayor hoguera, fueron cayendo a los pies del mismo, rozándome una de aquellas chispas ardientes que prendió la tela de mi camisón por un momento, el suficiente para provocar en mi piel un pequeño salpullido antes que la misma tempestad apagara el fuego impetuoso.
Completamente alucinada por la estampa del árbol quemándose hasta convertirse en nada a penas me percaté de cómo Diétrich me tomó de la cintura y me llevó con él hacia los adentros de su residencia, resguardándonos al fin de la tormenta.
Aun empapada y temblando de frío pegué mis manos en el cristal de aquella puerta corrediza que daba al jardín, contemplando el cerezo cuyas llamas poco a poco iban consumiéndose hasta desaparecer, mostrándome el esqueleto de lo que había sido un precioso árbol. Suspiré un tanto apenada y aun agitada, ignorando el escozor de la herida que se hallaba en mi brazo izquierdo, ladeándome poco a poco en busca de la figura de Diétrich que hallé escondido entre las sombras de la habitación en penumbra, solamente iluminada por los rayos que seguían rompiendo el cielo nocturno.
Sin mediar palabra abandoné la sala rozando su brazo con el mío al salir de allí, dirigiéndome hacia su dormitorio con cierta lentitud, aun pensativa, aun apenada y dolida. Sabía que debía marcharme ahora y aun así, no quería hacerlo. Sentía que aquél era mi lugar, permanecer junto a Kaél hasta que de su boca emanaran las palabras que me exiliaran de su casa y de su vida. Hasta entonces, cuál masoquista, seguiría allí, atormentándome ante cada una de sus miradas vacías.
Tomé de su armario un par de mantas gruesas y regresé a la habitación en la que le había dejado a solas, hallándolo junto a la puerta cristalera con una posición pensativa. Me quedé por un momento en el umbral, conteniendo la respiración y mordiéndome los labios sin saber qué hacer, pues no deseaba interrumpir su meditación. Finalmente decidí acercarme a él en silencio y posé sobre sus hombros una de aquellas mantas, retrocediendo unos pasos cuando Kaél volvió a la realidad y dio un brinco, mirándome ahora con fijeza.
Desvié la mirada y fui retrocediendo casi con temor a enfrentarme a sus ojos, llegando de nuevo a la puerta que daba al pasillo.
- Prepararé te.- anuncié en un susurro casi inaudible antes de darle la espalda y dirigirme hacia la cocina, olvidando en aquella sala la manta que había llevado para cubrirme.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Atrápame [privado]
Aprecie el esqueleto de aquel árbol calcinado, sintiéndome de pronto como aquello que veía. Sintiéndome como si fuera yo aquel a quien habían echado abajo, como si hubiese sido a mi a quien habian fulminado con un rallo, como si fuera yo aquel que rebosaba vida y como si de un momento a otro hubiera pasado a convertirme en el esqueleto de lo que alguna vez fui.
Y entonce me sobresalte al sentir la tela sobre mis hombros, una que de pronto me hizo sentir una calidez, -por sus manos- que no esperaba.
Me gire y le contemple mientras ella retrocedía poco a poco, perdiéndose su figura mientras desviaba la mirada de mi. Girándose en aquel momento para ir a la cocina, haciéndome sentir como si pese a que estuviera cerca, quisiera marcharse. y aquello, el simple hecho de verle girándose, de verle rehuyendo mi mirada me hizo pensar que se iría. Que se marcharía y no le volvería a ver, asustándome ante la simple idea de imaginarla marchar. Asustándome....cuando a mi nunca nada me asustó.
Camine y termine dando grandes zancadas hasta que le alcance, impidiendo que entrara en aquella estancia, sujetando su brazo, haciéndole girarse hacia mi.
Mischa...
yo...
Me quede mirandole un instante, mientras posaba lentamente la manta que había traído para mi sobre los hombros de ella, sintiéndole temblar entre mis brazos, mientras me perdía en sus ojos, en aquellos ojos cristalinos y cálidos que parecían sanar cada herida. Pensando en cada momento juntos, pensando en cada instante, cada mirada...cada sonrisa suya. ¿Importaba a caso algo del pasado...importaba el pensar en aquel a quien había amado?...
No. No importaba. El pasado era eso, pasado, y yo quería pensar en el futuro, quería pensar en la vida que quería llevar y fuese aquella la que fuese... Quería que ella estuviera ahí, conmigo. Y entonces mientras acariciaba su rostro, entendí, que nada mas importaba, salvo el hecho de mirarle, y de saber, que ella podría estar en brazos de otro...Pero que sin embargo, eran los míos los que había escogido esa noche. No importaba nada mas que eso.
Nada mas.
Sonreí débilmente, ante su mirada perpleja y asustada.
Mi perdón, mi vida, mis latidos, mi alma...mi amor...son tuyos Mischa...
son tuyos...
Le abrace, rodeandole con suavidad, queriendo darle algo de calor a su cuerpo tembloroso, mientras le sostenía en la oscuridad, siendo los rayos los únicos que aun iluminaban nuestros contornos ahora unidos.
No necesito explicaciones, ni lagrimas...Solo quiero que te quedes conmigo...
El pasado esta ahí. Nos recuerda lo que hemos hecho y nuestros errores, pero no importa mas que eso.
Pues el pasado ahí se quedara, ya no se puede cambiar, pero el presente. El presente...y el ahora si que se pueden cambiar. Asi como el futuro que aun esta por venir.
Eso podemos moldearlo, podemos elegirlo...
y yo quiero que tu elijas tu futuro... conmigo en el...
Quiero que lo planeemos juntos, solos tu y yo...
Me senti de pronto mas ligero, como si por un momento esa carga que llevaba encima se hubiese aliviado en cierto modo. Haciéndome sentir mejor ante el hecho de ser sincero con ella.
Dime algo Mischa...
Dime que piensas, dime lo que sientes...
Dime que no he llegado demasiado tarde para ti...Dime...
Que me amas solo a mi, como yo...
solo te amo a ti...
Pedí en silencio, sincero, con el corazón golpeando fuertemente contra mi pecho, sintiéndome de pronto mas vivo y aun así mas frágil que nunca, pues mi vida había dejado de ser mía, y ahora dependía de ella, de sus palabras, dependía de haber llegado a tiempo.
Los truenos resonaron como la única música de fondo, mientras pasaban los segundos en silencio y yo esperaba, paciente, poder escuchar el sonido de su voz...
Y entonce me sobresalte al sentir la tela sobre mis hombros, una que de pronto me hizo sentir una calidez, -por sus manos- que no esperaba.
Me gire y le contemple mientras ella retrocedía poco a poco, perdiéndose su figura mientras desviaba la mirada de mi. Girándose en aquel momento para ir a la cocina, haciéndome sentir como si pese a que estuviera cerca, quisiera marcharse. y aquello, el simple hecho de verle girándose, de verle rehuyendo mi mirada me hizo pensar que se iría. Que se marcharía y no le volvería a ver, asustándome ante la simple idea de imaginarla marchar. Asustándome....cuando a mi nunca nada me asustó.
Camine y termine dando grandes zancadas hasta que le alcance, impidiendo que entrara en aquella estancia, sujetando su brazo, haciéndole girarse hacia mi.
Mischa...
yo...
Me quede mirandole un instante, mientras posaba lentamente la manta que había traído para mi sobre los hombros de ella, sintiéndole temblar entre mis brazos, mientras me perdía en sus ojos, en aquellos ojos cristalinos y cálidos que parecían sanar cada herida. Pensando en cada momento juntos, pensando en cada instante, cada mirada...cada sonrisa suya. ¿Importaba a caso algo del pasado...importaba el pensar en aquel a quien había amado?...
No. No importaba. El pasado era eso, pasado, y yo quería pensar en el futuro, quería pensar en la vida que quería llevar y fuese aquella la que fuese... Quería que ella estuviera ahí, conmigo. Y entonces mientras acariciaba su rostro, entendí, que nada mas importaba, salvo el hecho de mirarle, y de saber, que ella podría estar en brazos de otro...Pero que sin embargo, eran los míos los que había escogido esa noche. No importaba nada mas que eso.
Nada mas.
Sonreí débilmente, ante su mirada perpleja y asustada.
Mi perdón, mi vida, mis latidos, mi alma...mi amor...son tuyos Mischa...
son tuyos...
Le abrace, rodeandole con suavidad, queriendo darle algo de calor a su cuerpo tembloroso, mientras le sostenía en la oscuridad, siendo los rayos los únicos que aun iluminaban nuestros contornos ahora unidos.
No necesito explicaciones, ni lagrimas...Solo quiero que te quedes conmigo...
El pasado esta ahí. Nos recuerda lo que hemos hecho y nuestros errores, pero no importa mas que eso.
Pues el pasado ahí se quedara, ya no se puede cambiar, pero el presente. El presente...y el ahora si que se pueden cambiar. Asi como el futuro que aun esta por venir.
Eso podemos moldearlo, podemos elegirlo...
y yo quiero que tu elijas tu futuro... conmigo en el...
Quiero que lo planeemos juntos, solos tu y yo...
Me senti de pronto mas ligero, como si por un momento esa carga que llevaba encima se hubiese aliviado en cierto modo. Haciéndome sentir mejor ante el hecho de ser sincero con ella.
Dime algo Mischa...
Dime que piensas, dime lo que sientes...
Dime que no he llegado demasiado tarde para ti...Dime...
Que me amas solo a mi, como yo...
solo te amo a ti...
Pedí en silencio, sincero, con el corazón golpeando fuertemente contra mi pecho, sintiéndome de pronto mas vivo y aun así mas frágil que nunca, pues mi vida había dejado de ser mía, y ahora dependía de ella, de sus palabras, dependía de haber llegado a tiempo.
Los truenos resonaron como la única música de fondo, mientras pasaban los segundos en silencio y yo esperaba, paciente, poder escuchar el sonido de su voz...
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Re: Atrápame [privado]
Como una hoja abrazada por la gélida brisa de invierno, mi piel tiritaba ante su mirar centelleante, temiendo que en cualquier momento el viento me azotara con violencia y me resquebrajara de a poquito, convirtiéndome en un puñado de retales de recuerdos que la ventisca se llevó...
Pero Kaél posó su suave tacto sobre mi piel y el frío de mi alma se desvaneció como el agua que corre entre los dedos y no puedes atrapar, escapándosete. Así, el vacío que me estremecía dejó de perforarme el pecho y la valentía regresó a mí, alzando el mentón para mirarle directamente, encontrando el valor de derretir la noche de invierno que se había agolpado en mis adentros para abrir las ventanas y recibir el calor que mi sol irradiaba, mi Kaél.
Sus palabras me conmovieron y una pequeña sonrisa conquistó mis labios mientras que ahora unas lágrimas de plata brotaban de mis ojos, ya no de tristeza y desolación, sino de esperanza e ilusión. Él me amaba y aquello me bastaba. Él me amaba y se hallaba allí, frente a mí, aportándome su calor y un futuro que deseaba compartir conmigo. Kaél me hacía entrega ahora de la llave de su vida, de su corazón y yo simplemente...
Me puse de puntillas, surcando la húmeda y apegada tela de su pecho hasta que mis manos se encontraron tras su nuca, enredándose mis dedos entre sus cabellos dorados y empapados para así llegar a su boca, fundiendo mis trémulos labios fríos con los suyos, tan suaves como la caricia de una pluma, tan tiernos que robaban mi halo a su contacto, tan dulces que crecía la adicción por ellos... tan perfectos como dos versos mojados de poesía milagrosamente rimados, escritos por una pluma divina y perfumada por la que mi devoción apasionada me llevaba a desear leer con tanto amor y sin tregua, noche y día, al ritmo de rubí de mis golpes de corazón en mis suaves sueños, azules y translúcidos en los que sólo estaba él... él y aquella boca loca.
- Te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo...- repetía una y otra vez sobre su boca, entre beso y beso, entre respiración y contención del aliento.
Ahora que en mis brazos lo volvía a sentir, uno en el otro sólo un corazón... dejé de sentirme como un árbol desnudo sin él, con mis raíces secas sin la saliva de su boca, abandonada, haciéndome falta su calor. Y como latigazos, el roce de nuestros cuerpos durante aquél feroz beso desencadenó una electricidad que pronto recorrió mi cuerpo, empujándome violentamente hacia él, apegándome más, buscando fundirme con su piel y deshacerme de los obstáculos que lo impedían, empezando por su ropa.
Así que desterrando a la razón de mí, condenándola al silencio de mi mente, mis dedos descendieron de nuevo por su pecho, arrancando los botones de su camisa mientras aun susurraba sobre su boca cuánto le amaba, empezando a caminar de espaldas hacia la parte más oscura del pasillo, aquella en la que no habían ventanas que iluminaran la estancia. ¿Qué importaba eso? Simplemente me dejaba llevar por el momento, lanzando entonces la camisa de Kaél al suelo, avanzando por el pasillo hasta que mi espalda chocó contra una puerta cuyo pomo yo misma giré a tientas, abriéndola para seguir avanzando, riendo cuando Diétrich la cerró tras él con un puntapié y al fin tropezaba con algo que nos desestabilizó, cayendo entre carcajadas sobre el cómodo colchón de su lecho de sábanas blancas.
- Te amo... sólo a ti.-concluí con una sonrisa atolondrada, volviendo a acariciar su rostro antes de buscar sus labios con ansiedad, enredando mis piernas en su cadera aun permaneciendo atrapada bajo su cuerpo, jugando con su pelo mientras la excitación crecía y crecía en mis adentros, acelerando mis pulsaciones y robándome el aliento en más de una ocasión.
Pero Kaél posó su suave tacto sobre mi piel y el frío de mi alma se desvaneció como el agua que corre entre los dedos y no puedes atrapar, escapándosete. Así, el vacío que me estremecía dejó de perforarme el pecho y la valentía regresó a mí, alzando el mentón para mirarle directamente, encontrando el valor de derretir la noche de invierno que se había agolpado en mis adentros para abrir las ventanas y recibir el calor que mi sol irradiaba, mi Kaél.
Sus palabras me conmovieron y una pequeña sonrisa conquistó mis labios mientras que ahora unas lágrimas de plata brotaban de mis ojos, ya no de tristeza y desolación, sino de esperanza e ilusión. Él me amaba y aquello me bastaba. Él me amaba y se hallaba allí, frente a mí, aportándome su calor y un futuro que deseaba compartir conmigo. Kaél me hacía entrega ahora de la llave de su vida, de su corazón y yo simplemente...
Me puse de puntillas, surcando la húmeda y apegada tela de su pecho hasta que mis manos se encontraron tras su nuca, enredándose mis dedos entre sus cabellos dorados y empapados para así llegar a su boca, fundiendo mis trémulos labios fríos con los suyos, tan suaves como la caricia de una pluma, tan tiernos que robaban mi halo a su contacto, tan dulces que crecía la adicción por ellos... tan perfectos como dos versos mojados de poesía milagrosamente rimados, escritos por una pluma divina y perfumada por la que mi devoción apasionada me llevaba a desear leer con tanto amor y sin tregua, noche y día, al ritmo de rubí de mis golpes de corazón en mis suaves sueños, azules y translúcidos en los que sólo estaba él... él y aquella boca loca.
- Te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo... te amo...- repetía una y otra vez sobre su boca, entre beso y beso, entre respiración y contención del aliento.
Ahora que en mis brazos lo volvía a sentir, uno en el otro sólo un corazón... dejé de sentirme como un árbol desnudo sin él, con mis raíces secas sin la saliva de su boca, abandonada, haciéndome falta su calor. Y como latigazos, el roce de nuestros cuerpos durante aquél feroz beso desencadenó una electricidad que pronto recorrió mi cuerpo, empujándome violentamente hacia él, apegándome más, buscando fundirme con su piel y deshacerme de los obstáculos que lo impedían, empezando por su ropa.
Así que desterrando a la razón de mí, condenándola al silencio de mi mente, mis dedos descendieron de nuevo por su pecho, arrancando los botones de su camisa mientras aun susurraba sobre su boca cuánto le amaba, empezando a caminar de espaldas hacia la parte más oscura del pasillo, aquella en la que no habían ventanas que iluminaran la estancia. ¿Qué importaba eso? Simplemente me dejaba llevar por el momento, lanzando entonces la camisa de Kaél al suelo, avanzando por el pasillo hasta que mi espalda chocó contra una puerta cuyo pomo yo misma giré a tientas, abriéndola para seguir avanzando, riendo cuando Diétrich la cerró tras él con un puntapié y al fin tropezaba con algo que nos desestabilizó, cayendo entre carcajadas sobre el cómodo colchón de su lecho de sábanas blancas.
- Te amo... sólo a ti.-concluí con una sonrisa atolondrada, volviendo a acariciar su rostro antes de buscar sus labios con ansiedad, enredando mis piernas en su cadera aun permaneciendo atrapada bajo su cuerpo, jugando con su pelo mientras la excitación crecía y crecía en mis adentros, acelerando mis pulsaciones y robándome el aliento en más de una ocasión.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Atrápame [privado]
...Y rei, divertido y relajado por primera vez aquella noche.
Reí al contemplarle ahora sobre las sabanas blancas, reí al ver sus cabellos alborotados, sonreí al sentir su pulso agitado y al ver entre los rayos que nos iluminaban, su rostro sonrojado.
Me erguí suavemente encima suyo, sentándome encima de su cadera, a la vez que sus manos se deslizaban por mis mejillas lentamente, terminando las yemas de sus dedos sobre mis labios, entreabriendolos, para después deslizarse sobre mi mentón, perdiéndose por mi cuello mientras yo le miraba hacia abajo, sosteniendo una de esas manos, besando su palma ante su mirada centelleante y su gesto que contenía el aliento al retener mi mirar.
Aprecie todo el contorno de su cuerpo, transparentoso debido a aquella ropa húmeda que marcaba entre pliegues cada centímetro de su cuerpo, mordiéndome los labios al contemplar sus curvas tan visibles, unas que de solo vislumbrar me hicieron sentir un latigazo de electricidad que recorrió mi piel, despertando mis sentidos así como cada parte de mi cuerpo.
Deslice mis manos por encima de sus ropajes húmedos,situando las yemas de mis dedos sobre sus hombros bajando poco a poco, palpando cada pliegue que me conducía hacia sus senos, pudiendo al fin palpar su generoso escote entre mis manos, masajeandole suavemente antes de que mis manos quisieran seguir bajando, palpando ahora la tela húmeda que se pegaba a su cintura, bajando suavemente hasta su cadera donde sus ropajes finalizaban y se arremolinaban. Deslice mis manos por debajo de la tela palpando al fin su cálida piel, pidiéndole permiso con la mirada para proseguir. Ella sonrió y yo le ayude a erguirse sujetando su espalda con uno de mis brazos mientras que con el otro sujetaba aquella tela, desvistiendola de ese modo. Tragando saliva al contemplarla en su magnificencia, ahí, tan y tan cerca, tan alcanzable y real que perdí el aliento.
Envolví su desnudes entre mis brazos que le sostenían. Acercándome a aquellos labios que me invocaban, teniendo que devorarlos y degustarlos con deseo antes de recostarle poco a poco, tomando aire sobre sus propios labios, por un momento incluso mareado ante el torbellino de emociones que su sola presencia provocaba en mi.
Te quiero...
Te quiero Mischa...Mas que a mi vida...
No se como haremos, no se como nos esconderemos... Pero no dejare que nada me aparte de ti. Prometí entre susurros en sus labios. Sabiendo cuan complicada era y seria nuestra situacion. Apoyando mi frente con la suya, sintiendo el roce de su nariz contra la mía, así como su respiración, una que ahora compartíamos mientras los truenos resonaban en la lejanía, profundos y acompasados, como los latidos ahora al unisono, de nuestro propio corazón.
Reí al contemplarle ahora sobre las sabanas blancas, reí al ver sus cabellos alborotados, sonreí al sentir su pulso agitado y al ver entre los rayos que nos iluminaban, su rostro sonrojado.
Me erguí suavemente encima suyo, sentándome encima de su cadera, a la vez que sus manos se deslizaban por mis mejillas lentamente, terminando las yemas de sus dedos sobre mis labios, entreabriendolos, para después deslizarse sobre mi mentón, perdiéndose por mi cuello mientras yo le miraba hacia abajo, sosteniendo una de esas manos, besando su palma ante su mirada centelleante y su gesto que contenía el aliento al retener mi mirar.
Aprecie todo el contorno de su cuerpo, transparentoso debido a aquella ropa húmeda que marcaba entre pliegues cada centímetro de su cuerpo, mordiéndome los labios al contemplar sus curvas tan visibles, unas que de solo vislumbrar me hicieron sentir un latigazo de electricidad que recorrió mi piel, despertando mis sentidos así como cada parte de mi cuerpo.
Deslice mis manos por encima de sus ropajes húmedos,situando las yemas de mis dedos sobre sus hombros bajando poco a poco, palpando cada pliegue que me conducía hacia sus senos, pudiendo al fin palpar su generoso escote entre mis manos, masajeandole suavemente antes de que mis manos quisieran seguir bajando, palpando ahora la tela húmeda que se pegaba a su cintura, bajando suavemente hasta su cadera donde sus ropajes finalizaban y se arremolinaban. Deslice mis manos por debajo de la tela palpando al fin su cálida piel, pidiéndole permiso con la mirada para proseguir. Ella sonrió y yo le ayude a erguirse sujetando su espalda con uno de mis brazos mientras que con el otro sujetaba aquella tela, desvistiendola de ese modo. Tragando saliva al contemplarla en su magnificencia, ahí, tan y tan cerca, tan alcanzable y real que perdí el aliento.
Envolví su desnudes entre mis brazos que le sostenían. Acercándome a aquellos labios que me invocaban, teniendo que devorarlos y degustarlos con deseo antes de recostarle poco a poco, tomando aire sobre sus propios labios, por un momento incluso mareado ante el torbellino de emociones que su sola presencia provocaba en mi.
Te quiero...
Te quiero Mischa...Mas que a mi vida...
No se como haremos, no se como nos esconderemos... Pero no dejare que nada me aparte de ti. Prometí entre susurros en sus labios. Sabiendo cuan complicada era y seria nuestra situacion. Apoyando mi frente con la suya, sintiendo el roce de su nariz contra la mía, así como su respiración, una que ahora compartíamos mientras los truenos resonaban en la lejanía, profundos y acompasados, como los latidos ahora al unisono, de nuestro propio corazón.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Re: Atrápame [privado]
Sonreí entre sus brazos, sintiendo cómo mis músculos se relajaban por un momento ante sus palabras, posándome sobre sus manos, haciéndole entrega de todo cuanto era. Todo lo que habitaba en mí, en mi mente, en mi alma y en mi cuerpo, se lo ofrecía ahora sin reservas.
- Solamente importamos tú y yo.- susurré sonriente, estirando mis manos hacia su rostro, contorneando sus rasgos faciales con las yemas de mis dedos, muy suavemente, en apenas un roce de mi piel con la suya. La sonrisa se desvaneció tras dejar una estela centelleante en mi mirada brillante y penetrante en la suya, percatándome entonces de qué tan fuerte latían mis pálpitos.- Superaremos todo cuanto se nos avecine. Juntos podremos con el mundo, ¿cierto?
Vi un atisbo de sonrisa en los labios de Kaél y simplemente, me desmoroné bajo su cuerpo, quedándome prendada de sus gestos, de sus formas, de su aroma, de sus palabras y de aquél sentimiento que como cuál soga, se cernía sobre nosotros y nos acercaba más y más en un vínculo inquebrantable. Caí en el hipnotizante embrujo sus ojos grises, sabiendo que ahora mi alma y mi corazón le pertenecían, siendo mi cuerpo la última de sus conquistas que hasta entonces se le resistía. Reí ante aquél pensamiento.
Y mientras mis labios ardientes y sedientos de su saliva gozaban de la fuente que ofrecía Diétrich, yo sólo podía pensar en nosotros, recordando desde el primer momento en que nos vimos hasta aquél instante en el que mis dedos descendían por su cuello, sus hombros y su pecho desnudo, aun húmedo y tibio. Recordé la tristeza que le visitó tras la muerte de Aya y cómo yo deseé ser la escoba que en su vida barriera la tristeza de su pecho. Quise convertirme en su medicina, en sus silencios y en sus gritos. Quería ser el mar dónde ahogar sus males y limpiar su alma. Y ahora... ahora anhelaba pintar su vida de color, de pasión, de sabor, de emoción y ternura. Ahora, era yo quién le necesitaba a él como mi cura, pues sin su amor nada en mí valía la pena, ni siquiera mi simple existencia.
Le pedí a la luna que alargara aquella noche mientras sus manos se amoblaban a mis curvas y mi cuerpo respondía a los estímulos que de Kaél emanaban cuando ahora la desnudez era la único que vestíamos, enredados entre las sábanas blancas del lecho entre caricias, besos y suspiros. Sí, le pedí a la luna que alumbrara con fuerza aquél sentimiento que ahora nos devoraba a fuego lento, impregnando mi cuerpo de su dulce querer, de su aroma, su fragancia, sus huellas dactilares sellaban cada poro de mi piel, grabando en la misma su nombre. Su nombre junto al mío, unidos por un corazón que él dibujaba con la punta de sus dedos.
Nuestros corazones bailaban pegados a un ritmo acompasado entre sí, siendo la música nuestros jadeos y quejidos de placer que escapaban cobardes de nuestras bocas, empapadas en el sabor del otro, sin tener aun suficiente para decir basta. De hecho, nunca sería suficiente. Siempre querría más de él.
Mis uñas se clavaron sin piedad en la piel que vestía su espalda cuando sorprendentemente, su virilidad logró encontrar los secretos de mi cuerpo, profanándolos sin piedad, explorando sus recovecos con calma y suavidad, sin evitar que se escaparan algunos gemidos y se agitara mi respiración, tensándose mis músculos ante cada una de sus embestidas. Rodeé su cadera con mis piernas para facilitarle el acceso y entonces, el contacto se estrechó, haciéndome temblar ante aquella placentera sensación que recorría mi cuerpo, aquella electricidad que revitalizaba hasta la punta de mis pies. En cuanto los cristales de la sala se empañaron ante el calor corporal que desprendíamos, mi anatomía empezaba ya a padecer algunos pequeños calambres que me recordaban que aquello era terrenal, que bebía de la lujuria más pecaminosa y prohibida y que aun así, me aferraba a ello con todas mis fuerzas, puesto que ante todo, a Kaél... le amaba.
Le amaba demasiado...
- Solamente importamos tú y yo.- susurré sonriente, estirando mis manos hacia su rostro, contorneando sus rasgos faciales con las yemas de mis dedos, muy suavemente, en apenas un roce de mi piel con la suya. La sonrisa se desvaneció tras dejar una estela centelleante en mi mirada brillante y penetrante en la suya, percatándome entonces de qué tan fuerte latían mis pálpitos.- Superaremos todo cuanto se nos avecine. Juntos podremos con el mundo, ¿cierto?
Vi un atisbo de sonrisa en los labios de Kaél y simplemente, me desmoroné bajo su cuerpo, quedándome prendada de sus gestos, de sus formas, de su aroma, de sus palabras y de aquél sentimiento que como cuál soga, se cernía sobre nosotros y nos acercaba más y más en un vínculo inquebrantable. Caí en el hipnotizante embrujo sus ojos grises, sabiendo que ahora mi alma y mi corazón le pertenecían, siendo mi cuerpo la última de sus conquistas que hasta entonces se le resistía. Reí ante aquél pensamiento.
Y mientras mis labios ardientes y sedientos de su saliva gozaban de la fuente que ofrecía Diétrich, yo sólo podía pensar en nosotros, recordando desde el primer momento en que nos vimos hasta aquél instante en el que mis dedos descendían por su cuello, sus hombros y su pecho desnudo, aun húmedo y tibio. Recordé la tristeza que le visitó tras la muerte de Aya y cómo yo deseé ser la escoba que en su vida barriera la tristeza de su pecho. Quise convertirme en su medicina, en sus silencios y en sus gritos. Quería ser el mar dónde ahogar sus males y limpiar su alma. Y ahora... ahora anhelaba pintar su vida de color, de pasión, de sabor, de emoción y ternura. Ahora, era yo quién le necesitaba a él como mi cura, pues sin su amor nada en mí valía la pena, ni siquiera mi simple existencia.
Le pedí a la luna que alargara aquella noche mientras sus manos se amoblaban a mis curvas y mi cuerpo respondía a los estímulos que de Kaél emanaban cuando ahora la desnudez era la único que vestíamos, enredados entre las sábanas blancas del lecho entre caricias, besos y suspiros. Sí, le pedí a la luna que alumbrara con fuerza aquél sentimiento que ahora nos devoraba a fuego lento, impregnando mi cuerpo de su dulce querer, de su aroma, su fragancia, sus huellas dactilares sellaban cada poro de mi piel, grabando en la misma su nombre. Su nombre junto al mío, unidos por un corazón que él dibujaba con la punta de sus dedos.
Nuestros corazones bailaban pegados a un ritmo acompasado entre sí, siendo la música nuestros jadeos y quejidos de placer que escapaban cobardes de nuestras bocas, empapadas en el sabor del otro, sin tener aun suficiente para decir basta. De hecho, nunca sería suficiente. Siempre querría más de él.
Mis uñas se clavaron sin piedad en la piel que vestía su espalda cuando sorprendentemente, su virilidad logró encontrar los secretos de mi cuerpo, profanándolos sin piedad, explorando sus recovecos con calma y suavidad, sin evitar que se escaparan algunos gemidos y se agitara mi respiración, tensándose mis músculos ante cada una de sus embestidas. Rodeé su cadera con mis piernas para facilitarle el acceso y entonces, el contacto se estrechó, haciéndome temblar ante aquella placentera sensación que recorría mi cuerpo, aquella electricidad que revitalizaba hasta la punta de mis pies. En cuanto los cristales de la sala se empañaron ante el calor corporal que desprendíamos, mi anatomía empezaba ya a padecer algunos pequeños calambres que me recordaban que aquello era terrenal, que bebía de la lujuria más pecaminosa y prohibida y que aun así, me aferraba a ello con todas mis fuerzas, puesto que ante todo, a Kaél... le amaba.
Le amaba demasiado...
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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