El viento se lleva lo necesario [Libre]

por **Rhandall Z. Von Forben** Vie Ene 25, 2013 10:36 pm

Iba caminando por la calle, no quería llegar a mi casa, no me apetecía, extrañaba alguien, anhelaba verla, pero ella siempre me despreciaba, pero ahí seguía yo como un imbécil atrás de ella ¿Por qué no me rindo? Porque no doy vuelta atrás y me alejo de esa mujer que simplemente no le agrada mi compañía, yo mismo estoy sufriendo por eso, pero ella me gusta, ella me encanta ella hace que sea como sea, ella, es ella, “Mi mujer salvaje” una mujer que quiero domar, una mujer que quiero para mi, pero ella no se deja. Pero ella no sé deja, pero me gusta lo difícil y más si es por ella, veremos que pasa, pero mientras me encontraba fuera de la ciudad, en el bosque precisamente, al llegar, al caminar por mucho tiempo quise pasear o mejor dicho sentarme en una rama, para pensar y dejar que el viento se llevara mis pensamientos mas bajos y solo retener los deseos que quiero.

Al llegar me subo a la rama mas alta, mirando las estrellas, contemplándolas, simplemente bello para mi, mientras mis pensamientos va a dar aquella mujer que siempre estoy velando-¿Dónde estarás ahora?-Pregunte al aire, llevándose esa pregunta y que nunca será respondida.

por **Félice Moulin** Dom Feb 10, 2013 1:58 pm

Madame Lavoisier había amanecido de malas esa mañana; sus tobillos habían amanecido inflamados y eso le recordaba que estaba envejeciendo, idea muy poco agradable para ella. Lamentablemente para la chica que cuidaba, la señora tenía muy poca capacidad para controlar su mal genio y tomaba a Lolita para su desquite; ni siquiera el anochecer había logrado amortiguar su malestar. Después de todo, a ella no le pagaban para ser amable con ella, sino para mantenerla oculta y con la boca bien cerrada, aunque usara ésta para degustar los labios de un muchacho o no tan muchacho.

—Debí haberle hecho caso a mis hermanas y vivir mi vida en un convento. Ahora mírame, eres un dolor de espalda y de cabeza —le repetía la tutora a Lolita, quien se encontraba acostada en un sofá mientras balaceaba sus jóvenes piernas— ¡Escucha a tus mayores, insensata!

La insolencia de Lolita se hacía presente siempre, de eso sabían todos los que la rodeaban, pero ésta se doblaba cuando alguien se metía con ella con ese humor de rinoceronte. Ella prefería ir a su gusto y que nadie osara controlarla. Así había vivido siempre, sin autoridad y nadie se la impondría jamás.

—Y he aquí los efectos de la menopausia en persona —susurró Lolita al mismo tiempo que revisaba que sus trenzas estuviesen perfectamente elaboradas.

Era muy astuta, pero no tenía en cuenta que los oídos de su tutora continuaban siendo agudos y que sus burlas no hacían más que arriesgarla a una buena reprimenda. No pasaron más de cinco segundos para que Madame Lavoisier empuñara su fusta no para disciplinarla, sino para defender su orgullo. Sus huesos podían ser los de una mujer entrando en la tercera edad, pero eso no afectaba su altanería.

—¡Pedazo de excremento, ya vas a ver cuando te alcance! —comenzó la tutora a correr tras Lolita.

La fuerza estaba del lado de la autoridad, pero los ligeros pies de la niña ayudaron que se levantara con agilidad de donde estaba recostada para salir de un brinco por la ventana. Se comportaba como un ratón que quería tentar al gato, siempre al borde del peligro, ese que amenaza con devorarte si cometes un error, pero ¿qué más le daba?

—Vieja chiflada, ¿todavía no aprende? —se preguntaba la chiquilla mientras dejaba atrás a su tutora y a su hogar.

Tener un hogar casi a las afuera de Paris tenía sus ventajas. Ningún inspector libidinoso te detenía supuestamente por provocar desórdenes en la vía pública, ocultando sus intenciones de aprovecharse de cualquier moza atolondrada. Ese hecho hacía a Lolita sonreír, puesto que era reina de todo terreno que pisaran sus pies alados o eso creía.

Estar en el bosque en medio de la noche no era lo más inteligente, en especial para una chiquilla de trece años, pero cualquier cosa era mejor para ella que sentir enrojecidos sus muslos por los golpes, sin mencionar que las estrellas iluminaban de forma especial esa noche; teñía los árboles de plateado. Era hermoso, sin duda, pero no fue por eso que Lolita se detuvo, sino por el cansancio que significaba una carrera tan repentina y sin calentamiento.

—Son aburridas, pero hoy parecen más útiles que de costumbre —dijo la muchacha mientras estiraba sus brazos para liberar un bostezo, ignorando a las doncellas del cielo.

Creía que estaba sola, cualquiera lo hubiera pensado, pero no se había percatado de que un ser sobrenatural permanecía en el mismo medio que ella sin más intenciones que las de dejar ir un sentimiento ardiente en frustración; uno que gritaba el nombre de los vampiros, los más conectados con las sensaciones.

¿Dónde estarás ahora?

Esa voz sobresaltó a la joven de clase media, la cual al percatarse del homicidio del silencio, puso su boca en forma redonda para soltar un respiro de sorpresa. Bastó que escuchara esa inesperada frase para que perdiera el equilibrio de sus extremidades y cayera al suelo sentada sobre sus glúteos.

Lolita soltó un pequeño gruñido; detestaba que la tomaran de improviso como ocurría con gran parte de las niñas caprichosas, pero ninguna lo era a su nivel.

—¿Quién me…? —fue entonces cuando la chiquilla posó su vista en lo alto, de donde tenía la impresión que había escuchado ese sonido y vio a un joven en medio de una firme rama.

Si hubiese sido cierto lo que Lolita vio, no habría sido nada riesgoso. Ella ignoraba la verdad, esa que decía que su visión no era más que la de un vampiro solitario en plena internalización de sus desesperados anhelos.

por **Rhandall Z. Von Forben** Sáb Mar 02, 2013 3:16 pm

Sentía vacio mi corazón, sentía vacio mi cuerpo, estar muerto, sin nada que me pueda llenar; ah!, sí, alguien podría llenarme, alguien puede completarme, alguien puede ser la pieza que falta en mi rompecabezas de la vida; pero ella no esta, hace meses que no la veo, no la sigo, no la encuentro, me encuentro tan perdido, me encuentro con ganas de no seguir así, mi vida siempre ha sido así, solitaria. Pero llego ella, un día, en la nada y cambio mi forma de pensar, mi forma de vivir la vida; siempre estaba atrás de ella como su sombra, cuidándola pero llego un día que me empecé a alejar, observando que no le importaba que ya no iba todos los día, ya no la molestaba, hasta que el día tuvo que llegar, tuve que alejarme por completo de ella, pero mi corazón ya muerto, mi corazón que no late desde hace años anhela que regrese.

-Y me sigo preguntando, donde estarás ¿Estarás bien? ¿No te ha pasado nada? Anhelo regresar a ti, anhelo tus insultos, tus charlas del vaticano, necesito verte, olerte, estar junto a ti, pero, me alejaras como otras veces-Mi mano diestra se apoya en la rama para darme soporte, mis piernas, colgadas, mi mente pensando en ella, mi mirada posada en las estrellas, en el sol nocturno. -¿Linda noche, no?-Pregunte al aire, sabía que no iba hacer respondida mi pregunta ¿O tal vez si? No, eso no es posible ¿Verdad?, preguntas, tras pregunta. ¿Dejar de pensar en ella? Seria como si fuera nuevamente humano, imposible, todo de mi le pertenece sin que ella sepa, estoy tan enamorado de esa mujer que me duele, que ardo en llamas cada vez digo su nombre en un suspiro, anhelando que fuera para mi, pero no lo será ¿Nunca? Eso no sabe, simplemente se que en este momento no la tengo secas, mis pensamientos siguen y siguen. Ninguna mujer podrá ocupar su lugar, nadie podrá ocupar el lugar de esa inquisidora que me robo hasta los pensamientos mas horribles que he podido pensar en todo mis años de vampiro.

-Los paisajes son tan hermosos, el viento es una compañía agradable, las palabras, los pensamientos se lo llevan hasta el mas oscuro del mundo ¿A que sí?-Encogí mis hombres, moviendo a moverme, ahora mi espalda reposaba en el tronco de árbol, mi pierna diestra se encontraba flexionada y sobre la rama de igual manera mi mano estaba apoyada en la rodilla de este, la derecha todavía se encontraba colgada, y mi otra mano sobre el muslo de la derecha, pensando y pensando, es lo que hago ¿Se nota? Estas en mi casa me pone de un mal humor, al recordar que esa señora, que se dice mi madre me transformo en esto, pero en fondo de mi ser le tiene un agradecimiento grande si no fuera por ella, no hubiera conocido a la inquisidora, pero tampoco había conocido el sufrimiento de no tenerla conmigo; me entere que ella era mi madrastra, que mis padres fueron asesinados y que le rogaba que me criara como su hijo, que me quisiera como tal, mi verdadera madre fue un pan de dios, según las palabras de mi madrastra.

Palabras, palabras, pensamientos, más pensamientos me comían mi cerebro, sin saber que hacer, sin saber que decir más, sin saber que pensar.

por **Félice Moulin** Sáb Mar 09, 2013 5:10 pm

Vaya que era un tipo extraño para Dolores; sus ropas elegantes no tenían nada que ver con el ambiente lleno de árboles y arbustos toscos; no se veía ningún carruaje cerca que lo llevara a su gran mansión y estaba sentado en lo alto de un árbol en vez de estar cómodamente en un sillón de cojín de seda. ¿Fuera de lo común? Totalmente; más aún cuando el joven le hablaba al aire como quien le estuviera secreteando a su amante. Lolita suspiró de fastidio con tan romántica escena en medio de la nada; le recordaba a las veces en que su tutora intentó llevarla al teatro para culturizarla y falló rotundamente, pues Dolores detestaba que los actores hicieran poses tan ridículamente soñadores por una mujer que los rechazaba y no les ofrecía ni un polvo a cambio. Idiotas, eso eran para Lo.

Por toda respuesta al bello discurso del vampiro, Lolita tomó una de las piedrecillas que estaban esparcidas por el camino y la lanzó hacia una de las ramas de la verde edificación de la naturaleza. A ver si así conseguía despabilar a tan ensimismado caballero o, como decía la chica, se comportara de una buena vez.

—Déjenos un poco de aire a los que todavía no caemos, ¿quiere? Hay muchos teatros en París como para decir bobadas en este lugar—dijo de manera insolente, ninguneando el amor que su prójimo pudiera sentir. Se comportaba así desde el rey hasta el plebeyo. Le daba igual que aquel joven pudiera estar un peldaño más arriba que ella en la pirámide social— De todos modos, ¿qué hace alguien como usted por estos lugares de mala muerte? Oh, no me diga que es de esos señoritos aburridos de la vida fácil que vienen a buscar problemas para saber que se siente vivir. Mire que el último que vino con ese fin se confió más de la cuenta y consiguió que lo asaltaran; le quitaron todo.

Era como si una sanguijuela se hubiera apoderado de su cerebro, sin dejarle pensar en una sola respuesta coherente. Sin duda que se trataba de alguien raro, pero no por eso era un idiota. Podía parecerlo e incluso querer voluntariamente aparentarlo, pero los otros no lo convertirían en objeto de burla. Lolita no tenía intenciones de mofarse, pero lo haría si la aburría con sus pensamientos en solitario. Después de todo era una niña que caminaba sin sentido y sin rumbo, ambicionando únicamente pasar sus noches acompañada de uno o dos hombres dispuestos a despojarse de sus ropas y prejuicios para preocuparse de disfrutar y hacer disfrutar. Rhandall… podía ser demasiado sentimental para ella, nunca había sido la forma de ser de Lolita. Las muñecas jamás las había tomado en cuenta porque las consideraba demasiado estúpidas e infantiles como para tomar en serio sus juegos con ellas y los cuentos infantiles la hartaban por lo fantasioso de sus finales.

Bostezó nuevamente, sólo que esta vez no era por el cansancio, sino por la espera. Levantó una ceja como modo de apresurar.

—Vos sois bastante callado, ¿no? —preguntó con sus manos en sus caderas.

Prefería que el desconocido le mandara a tejer botines antes que simulara ser un fantasma cantando sus melancolías al viento. Si quería tiempo para contestarle que se comprara un reloj, porque Lolita no se lo daría. Intenta retener el fuego y verás cuánto devorará en el entretanto.

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