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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Carlos A. Garay Sáb Ene 26, 2013 11:17 am

No importaba qué fiesta fuera, todas acababan resultando aburridas para Alejandro. Él no era sociable por naturaleza, a pesar de que no se le daba mal entablar relaciones por cortesía. ¿No es irónico?. Un hombre al que no le gusta relacionarse pero que, por el contrario, cuando tiene que hacerlo es todo un éxito en ello. Y, por eso mismo, no había muchas fiestas a las que aceptara ir por las buenas. En este caso, no había tenido más remedio que acudir, dado que era uno de sus socios más importantes el que la celebraba. ¿Para qué? Ningún motivo en especial. Eso también le molestaba a Carlos. ¿Por qué hacer fiestas para no celebrar nada? Las fiestas, habían sido creadas para eso, no para juntar a la gente en un ambiente distinguido y que pudiesen hablar cuanto quisieran. Para eso ya estaban los salones de reunión. Sin embargo, en la sociedad hacer una fiesta élite estaba mejor que bien visto. Otra cosa que él no llegaba a comprender sobre la clase social alta, clase a la que se había unido hacia unos cuantos años. No tantos como para que le gustara. Y, sinceramente, dudaba mucho que llegara a ocurrir semejante cosa en un futuro; ya fuera cercano o lejano. Él no estaba echo para eso.

La ropa, por otro lado, le quedaba como un guante. Un traje de lo más formal que ahora acostumbraba a llevar siempre que salía de casa. Comparado con su ropa militar, el noventa por ciento de las veces arrugada y manchada, lo habían convertido en un hombre distinguido. Definitivamente, no parecía el mismo cuando volvía a ponérselo esas pocas veces que ayudaba en pequeñas misiones a sus compañeros. Y, curiosamente, lo extrañaba. Vestir con algo sucio y desaliñado, de vez en cuando, le resultaba totalmente refrescante.

Bienvenido, monsieur Garay.

Carlos aceptó la bienvenida con una ligera inclinación de cabeza. El encargado no había tardado mucho en encontrar su nombre dentro de la lista de invitados, tras lo cual como siempre, lo invitaban a pasar. "Monsieur Garay", ahora esa era la forma en la que lo llamaban habitualmente. Acorde a los contactos que ahora hacia, la mayoría formales en cualquier ámbito, muy pocos informales cuando se quedaban solos. Cuando ejercía de militar, por otro lado, un simple "Garay" era suficiente, y únicamente en sus años de instructor y jefe del escuadrón. A los de menor rango, siempre se les llamaba por su nombre de pila. En la guerra no había distinciones sociales ni, por tanto, cortesía. Aunque no todos eran unos salvajes, sí la mayoría que ni siquiera habían sido enseñados por una familia al ser huérfanos. Para un hombre, la milicia era el escape de una vida con una familia indeseada, o una obligación en caso de que tras la mayoría de edad no tuvieras hogar dónde quedarte. Por eso, estaban los muchachos rebeles, que no habían entrado por propia voluntad y los "dóciles", inscritos por sus propios medios. Carlos había sido de estos últimos; nunca se arrepentía de esa decisión. Aunque no había sido huérfano legalmente, tampoco pertenecía del todo a la familia que lo había criado. Y jamás había podido olvidar eso.

Música, alcohol, parejas bailando o charlando. Ese era el ambiente que se presentaba, idéntico al de cualquier otra fiesta de alta sociedad. Realmente, el panorama siempre era el mismo. ¿Sería eso lo que las hacía tan aburridas para Carlos?. Él, por su parte, contribuyó a la monotonía de hacer lo que de costumbre. El primer paso; saludar al anfitrión y su pareja o acompañante. Segundo; ir a por los conocidos que se le presentaran delante, evitando así que le molestaran después cuando quisiera algo de paz y tranquilidad. Estas primeras fases bien podían llevarle su hora. Puede que no le gustara socializar, pero Carlos era un imán para las personas, ya fueran hombres o mujeres. Desde que había adquirido su primer millón, su libreta de contactos no había parado de sumar gente. Bueno, después de analizar la situación, lo más correcto posiblemente sería decir que lo que les atrae de Carlos es su cuenta bancaria. Quién querría tener como enemigo, además, a alguien que en sus años fue militar. Prácticamente nadie desconocía de su pasado, aunque no se lo dijeran directamente. Por supuesto, era uno de esos "rumores" muy ciertos que subían como la espuma entre los de la alta sociedad.

Finalmente, ya solo quedaba servirse un trago y esperar. Mientras estuviera dentro era inevitable que alguien se le acercara. Si no era conocido masculino, era su acompañante femenina que con la escusa de haberlo visto antes se le insinuaba para un baile. A veces, para lo que no era un baile también. Odiaba ese tipo de encuentros; los primeros eran simplemente molestos pero los segundos de verdad que no los soportaba. De esa manera, siempre que pudiera, acababa saliendo a la zona abierta que tuviera el lugar; a veces un jardín espacioso y otras simplemente un balcón amplio con vistas a la ciudad. No importaba mucho, lo que de verdad importaba es que cuando estaba fuera por arte de magia dejaba de recibir molestas invitaciones. Tal vez, se dijo en muchas ocasiones, salir de la fiesta significaba dar a entender que no tenías ganas de relacionarte. O algo semejante. Fuese lo que fuese, era exactamente lo que Carlos quería, así que no dudaba en hacerlo nada más tuviera ocasión.

En este caso, unos hermosos y amplios jardines se extendían a lo largo del palacio. Iluminados bajo la luz de la luna, ya de noche como era, solo algunas luces iluminaban el camino. Camino que no dudó en tomar. Bien podía quedarse quieto, pero teniendo terreno para caminar, esta última opción se le hacía dentro de todo mucho más entretenida.


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Mensaje por Siobhan Lundqvist Mar Feb 05, 2013 7:34 pm

Siobhan ya no era completamente infeliz, ahora tenía una nueva esperanza en su vida, algo por que luchar, alguien por quien respirar, un chico que le devolvía las ganas de seguir buscando, de seguir de pie para poder encontrar a sus hermanos. Era completamente irónico que sus padres la quisieran alejada del mundo de sus hermanos, cuando ella misma se adentraba al mismo. A ella no le importaba nada, para ella eran todos iguales, las enfermedades salían sobrando, porqué se podían tratar con mucho empeño, y con demasiado amor, cosa que la sociedad no entendía, pero ella si. Su amor era grande, infinito, tan inmenso y profundo como los océanos, quizás por eso su fe era tan grande y ciega, quizás podría pecar de estúpida, o ingenua, pero para ella no importaba, podían decirle cualquier cosa, y ella sería feliz así. Quien se atreviera a juzgar las creencias, pero sobre todo su vida, entonces nunca antes había vivido la separación de un ser tan importante, y por lo consiguiente, ningún derecho tenía en hacer mención alguna de su situación. Nadie podría escarmentar en cabeza ajena, y aunque su delicado cuerpo tuviera que sufrir las consecuencias, no caería, nunca más lo volvería a hacer con tal de llegar a su meta. Quizás aquella noche podría estar un paso más cerca de sus hermanos, vivir encerrada ya no era una opción, aquello había sido mucho tiempo un freno, pero no más.

Aquella mañana, la joven había recibo correspondencia, una de las cartas era de sus padres, quienes le pedían casi en un ruego, que asistiera a una fiesta que, para su mala suerte, se celebraba esa noche. La otra carta como estaba por esperarse, eran las invitaciones que le habían otorgado. Quiso salir corriendo de su casa, invitar a Slevin con ella, pero no podía, tenía la visita de sus padres, y ella siempre buscaba darle su espacio. Por esa razón optó en asistir sola, al final de cuentas, conocía a muchas personas, y el anfitrión era uno de sus familiares más cercanos. Siobhan no era una chica que se preocupara demasiado por los cuidados de su apariencia, era una gran ventaja para ser el ser demasiado delicada, y hermosa, pues con un simple vestido, y un peinado medianamente elaborado, podría aparentar ir para la mejor de las celebraciones. Sólo tardo aproximadamente quince minutos en su aspecto, lo demás del tiempo lo invirtió en limpiar unas figuras antiguas de dinosaurios que había adquirido, unos nuevos que le regalaría a su nuevo amigo.

La castaña llegó dos horas antes a la recepción, se encaminó hacía el cuarto de sus tíos, y ayudó a su tía para que pudiera estar como la mejor de las anfitrionas. Joyas de todos los tamaños, colores e incluso sabores le eran mostradas para escogerle a su familiar, siempre que iba a esa casa, aunque fueran veces muy contadas, Siobhan era bien tratada, cómo si fuera incluso hija de aquel joven matrimonio, que apenas tenían dos pequeños en casa. Quizás esa habían sido una de las razones por las cuales no había objetado demasiado al ir a la celebración. Su tía, estaba empeñada en presentarle a un par de jóvenes de alta sociedad para que su pequeña y adorada sobrina no se quedará sola para toda la vida, pero a ella no le importaba eso. La joven todo el tiempo se encargaba de decirle a su tía, que lo único que le podría pedir, era ayudarla a encontrar a sus hermanos, por extraña razón todos se negaban, y aunque eso le barrada demasiado el ánimo, seguía creyendo que antes de su muerte tendría que alcanzar aquel objetivo.

- ¿A dónde van pequeños? - Su delicada y suave voz, resonó en los jardines del lugar en que se estaba celebrando ahora la fiesta. Mientras todos los invitados comenzaban a llegar, Siobhan se encontraba jugando en los jardines con sus dos primos pequeños. Aquellos niños no sólo la veían como una figura a respetar, en realidad la miraban con un amor inimaginable, cómo si fuera una verdadera hermana. Mientras ellos corrían de un lado a otro. Siobhan abría la tela de su vestido para poderse sentar de manera correcta. Sacaba de una caja una gran cantidad de juguetes de manera que se les había regalado a los pequeños. Los sacó cada uno de ellos, con la finalidad de hacer una especie de fila, jugaría con aquellos pequeños hasta dejarlos completamente cansados, llevarlos a sus camas, y poder llegar a asistir a la fiesta las últimas horas, donde todos ya se han centrado en sus respectivas parejas, y nadie se detendría a mirarla para intentar aunque fuera a platicar. Suspiró profundamente al ver a los niños, su instinto maternal siempre estaba a flor de piel.

- ¿Quién anda ahí? - Movió su cabeza de un lado a otro, había escuchado el pasto crujir bajo los pasos de alguien, pero no podía observar con claridad. Siobhan se levantó de un salto, observando una figura bastante grande aproximarse a dónde se encontraban. La guardia de los pequeños se pusieron a en posición defensiva al observar igual aquella figura, pero los tres intentaron actuar demasiado una despreocupación, porque no se podía estar alerta de todos los invitados que llegaban a caminar por los terrenos del lugar - Buenas noches, caballero - Saludó con una sonrisa torcida, hizo una reverencia propia, delicada, y elegante, sin poder observar del todo al invitado, quizás podría ser su relevo al cuidar a los niños, y ella poder escapar de los cuidados de los niños, y claro, escapar de la fiesta.


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Mensaje por Carlos A. Garay Lun Abr 29, 2013 1:11 pm

El casoplón era grande. Aún habiéndose alejado considerablemente, Carlos todavía escuchaba el jolgorio de la fiesta y no importaba cuánto se perdiera por el jardín; continuaría sintiéndolo cerca. Incluso se escucharía y vería en la mansión vecina. Su socio era veteranamente rico, con su misma fortuna o incluso superior, así que el derroche en sus fiestas también lo era. Algo a destacar. Cuándo hacía una fiesta, hacía una fiesta por todo lo alto, de la que probablemente hablarían durante las dos semanas siguientes. Buena comida. Mejor bebida. Decoración excelente. Las compañías.. bueno, quizá no tan perfectas como todo lo demás, pero lo serían de poder hacer una selección más exclusiva. No había motivos para no pasar un buen rato. Supuestamente. Carlos era harina de otro costal y, como de costumbre, entre la sociedad acababa yendo en otra dirección. Contra corriente, habitualmente. A su propio ritmo. Y no es que fuese lento, ni nada por el estilo, simplemente nunca sería un hombre de sociedad. Nunca disfrutaría de fiestas como aquellas, continuamente. Nunca sería excesivamente extrovertido, negocios a parte. Él tenía madera y olfato para los negocios, eso había quedado de sobras demostrado. Y, desde luego, nunca iba a hacer una fiesta. En los años que llevaba siendo de “clase alta” ni se le había pasado por la cabeza, a pesar de que algunos de sus conocidos (conocidos influyentes) se lo habían sugerido entre bromas. Cómo si no pudiera ser considerado un rico completo si no hacía su presentación oficial con una de esas fiestas. Pues bien, él no quería semejante reconocimiento. ¿Para qué? Sinceramente. ¿Molestos lame culos? ¿Mujeres, atraídas por el dinero? ¿Estafadores? ¿Aprovechados? Eso es lo que iba a conseguir, o eso creía él, si se daba a conocer por una manera tan.. vulgar y ostentosa. Él no era así. Nunca lo sería. Si lo iban a conocer de ahí en adelante, iba a ser por sus buenas (o quizá no tan buenas) decisiones en el mundo ganadero. Por la fortuna, obtenida a base de trabajo y astucia. Especularían de su vida privada y sus muchos años en el ejército, pero no porque fuera él mismo el que dio a entender semejante información. Ni porque con ello pretenda atraer más atención. Era una mala estrategia. El tipo de gente que atraes siempre depende de la forma en que se han vistos atraídos a ti.

Tan ocupado estaba pensando en sus cosas, que se metió por el camino que no debía, y no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde.

Buenas noches, caballero.

La suave voz femenina lo delató, devolviéndolo a la realidad. Mierda. El panorama no era demasiado alentador. Una jovencita, rodeada de un par de mocosos que correteaban y jugaban como niños que eran. A Carlos no le desagradaban los niños, de hecho, tenía bastante mano con los infantes y por algún motivo él solía agradarles. Ellos no eran el problema. El problema era.. la muchacha. La niña, mejor dicho. Como mínimo, veinte años más joven, apostaba. Demasiado inocente. Demasiado frágil. Demasiado mujer. Demasiado, como para que él se sintiera a gusto. ¡A tanto llegaba su aversión por el género femenino! Que hasta incluso le disgustaba sentirse de tal manera, porque no era bueno que le influyeran tanto. No era nada bueno.

Con una breve y simple inclinación de cabeza devolvió el saludo. La cortesía.. bueno, ¿Algo es algo, no? Podía haber simplemente dado la vuelta y, por consiguiente, ignorar todo lo que tuviese que ver con ella. Era lo que quería hacer realmente. Pero no, ese lado caballeroso suyo muchas veces le impedía hacer lo que se le antojara. Esa era una de ellas. Siento haber interrumpido su juego, no me di cuenta de que había alguien por aquí Con un ligero carraspeo señaló con los ojos a los muchachos, que lo miraban fijamente con los ojos exageradamente abiertos. Claro, él era alto.. alto hasta para la gente adulta ¿Cómo lo verían unos niños? A menudo les había escuchado llamarlo gigante cuando no se arrodillaba para estar algo más cerca de su altura. Que ni aún así. Normalmente no le importaba llamar su atención, pero no en ese momento. No cuando había alguien alrededor que no le hacía sentir cómodo. Patético, teniendo en cuenta que era una simple muchachilla. Eso se decía. ¿Por qué entonces su cuerpo, sus instintos, no le obedecían? Una pregunta que se había hecho millones de veces en situaciones muy parecidas a esa. El mundo parecía estar sobrepoblado de féminas en algunas ocasiones, para su desgracia.
Desviando su atención de esos cuatro ojos que lo observaban, no quería darle justamente más motivos de que se le acercaran, decidió que ya había permanecido más de la cuenta dónde no debía. Eh, adiós “Que disfruten de la fiesta” hubiese sido probablemente la respuesta más acertada y respetuosa, pero ya lo había sido de más con lo anterior. Así que, tal y como vino, dio vuelta atrás y empezó a recorrer el camino de vuelta. No a la fiesta, porque ni loco volvería a la jaula de grillos, pero vería si podía encontrar otro lugar solitario dentro de aquel jardín. El plan era bueno. El espacio era grande y en algunas zonas nada iluminado, no tenían porque molestarlo. Pero eso sólo era una teoría.

¡Carlos!

Voz femenina. Mal augurio. Todavía no se había alejado de un problema que le venía otro incluso peor por delante. A paso rápido, una mujer de “buen ver” para cualquiera que tuviera ojos y algo de libido, se acercaba con paso rápido.Mierda. Maldijo en silencio, mientras su mente trabajaba en una solución. Si no se apresuraba a encontrarla, acabaría siendo arrastrado por ella a la fiesta de nuevo. Estaba en una negociación complicada precisamente con el anfitrión y eso significaba que hacerle un feo a cualquiera de su entorno podía significar una catástrofe. Necesitaba llevar a cabo el negocio tal y cómo estaba en ese momento, sin problemas ni complicaciones.Mierda. Antes de pensar si quiera en lo que hacía, dio vuelta una vez más y caminó hacia la muchacha de la que acababa de despedirse y los dos críos. Se colocó frente a ella, con un rostro de piedra, literalmente. No es que estuviera precisamente de buen humor, pero además, esa solía ser su cara habitual para cualquiera. Necesito tu ayudaTal fue el susurro que, prácticamente, sólo había movido los labios para decirlo. Que rabia le daba tener que hacer eso. Sólo será un momento Para entonces, ya tenía prácticamente detrás suyo a la mujer así que se apresuró a darse la vuelta cuando escuchó que lo llamaban por segunda vez.

¡Carlos, querido! ¿Dónde estabas? Te echamos de menos en la fiesta...

Al percatarse de mi compañía, sin embargo, pareció ligeramente aturdida. Lo siento, madame, acompañaba a esta muchacha en el cuidado de sus.. Observó entonces de reojo a la muchacha, esperando por su turno de echarle una mano. Después de todo, no la conocía de nada, así que no podía decir mucho. De haber sido una persona de las que suplicaban, lo habría hecho con los ojos.


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Mensaje por Siobhan Lundqvist Vie Mayo 10, 2013 10:49 pm

Siobhan siempre tan perceptiva, puede distinguir algunos gestos, por muy leves que sean, de aquel hombre, está segura que encontrarla no ha sido algo bueno para él, quizás huye al igual que ella, o eso intenta creer pues en sus piernas la lumbre brota por querer seguir su camino. Quizá si se tratara de un conocido se habría sentido verdaderamente ofendida, pero al ser un desconocido poco le importaba, sus asuntos debía de tener ¿Quién era ella para intervenir en ellos? Nadie, es por eso que prefiere seguir en lo suyo, observar un poco más a esos pequeños que se notan muy entretenidos en sus juegos. Se pregunta si aquellos que se dicen ser sus padres en algún momento les pondrían un poco de atención. Bien se sabe que entre la crema y nata de la sociedad, en vez de prestar atención a sus criaturas, prefieren estar gastando de manera ostentosa, encargando a sirvientes que eduquen a sus hijos de la mejor manera. Encima se alzan el cuello después diciendo que ellos son los que mantienen a sus hijos con tan perfectos valores. Ella misma lo había vivido en casa, cuando su nana le dio la perfecta educación que ahora tenía. Pero ¿Qué esperar de padres que han mandado a sus hijos lejos? Nada.

La sorpresa le fue demasiado grande dado el cambio tan repentino del hombre. Soltó algunos suspiros repetitivos intentando parecer lo más normal, pues el cuerpo se le había puesto muy rígido, no sólo eso, también había mostrando cara de espanto, así que mejor hacer un bien, no estaba aquello demás, como dicen por ahí "Hoy por ti, mañana por mi". Es por eso que se atreve a tomar del brazo al joven, le sonríe a la mujer con inocencia, pero también mostraba una mezcla de imposición, como si no deseara que le apartaran lo "suyo" de su lado. Siobhan nunca actúa de esa manera, pero va a ayudar, así que no le queda de otra. Era evidente que a aquella mujer no le agradaba la cercanía que ambos estaban teniendo, pero salía sobrando al notar que el hombre la evitaba. ¿Sería acaso una fastidiosa? Más valía no juzgar, pues para lo que unos puede ser molesto, para otros puede ser grato. Mejor ayudar al hombre y después preguntar, a final de cuentas le debería algunos favores, no estaba como para negarse.

- Mis primos - Indicó con su voz demasiado delicada y aterciopelada. La mujer analizaba de pies a cabeza la figura pequeña de la castaña, Se notaba ahora muy colérica, bastante celosa por la posición que ahora estaban teniendo, pero la "niñera" no dejaba de sonreír. - Espero no le moleste, el caballero me estaba ayudando un poco, necesito una mano amiga para poder lidiar con los pequeños - Los guardias que se encontraban cerca de ellos habían captado la escena, de hecho se estaban aguantando la risitas, ya conocían a Siobhan y es por eso que les pareció demasiado gracioso, al verla mentir por primera vez, de forma tan natural, pero sobretodo tan pura y autentica, como si estuvieran en una situación cierta, la joven guardó silencio por unos momentos esperando respuesta de la amiga de su ahora acompañante, pero parecía que el ratón le había comido la lengua, quizás si, no lo sabía, pero se notaba muy molesta. ¿En que momento se iría? ¿Había captado que no la querían cerca?

Después de unos minutos en que la extraña evaluó la situación, decidió despedirse con una reverencia cortés, se dio la vuelta e hizo que sus zapatos de tacón resonaran en señal de ofensa y protesta, pero no importaba para ese entonces, ellos habían vencido al enemigo, si se podía llamar de esa forma. Cerró los ojos unos momentos mientras elevaba el rostro y le pedía a Dios disculpas por aquella mentira, pero nada más. Le soltó el brazo al hombre agachándose para darle sendos besos a los pequeños, al poco tiempo les dedicó una sonrisa cómplice a los guardias, era en muestra de agradecimiento por guardar silencio. Se encogió de hombros al ver al hombre, si alguien le hubiera hecho algo así, seguramente se habría ofendido, o sentido mal, pero bueno no se trataba de su caso, así que estaba salvada, su conciencia era la única traicionera por la mentira, pero quizás en algunos minutos lo olvidaría, o a la mañana siguiente después de haber descansado lo suficiente como para olvidarlo.

- Creo que le he salvado de volver a aquella fiesta tan insoportable, por mi parte está todo hecho, así que supongo es momento de despedirme, caballero. Gracias por ayudarme a cuidar de mis sobrinos está hermosa velada, lo pagaré con creces - La joven le dedicó apenas una sonrisa, imitó el gesto de la muchacha, una respetuosa reverencia, y caminó en dirección a los jardines lejanos, dispuesta a escapar de ese asqueroso lugar, dispuesta a no soportar una fiesta que no le interesaba ¿Cómo iba a disfrutar de una fiesta si sus hermanos estaban seguramente pasándolo mal solos en Paris? La simple idea la hacía sentir horror, coraje, pero se lo tenía que tragar, tampoco era sano para ella mantener siempre a la busca de sus hermanos.


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Mensaje por Carlos A. Garay Lun Mayo 27, 2013 8:01 am

“Mis primos” Ante la respuesta de la muchacha, Carlos no pudo sentirse más que aliviado. Estaba acostumbrado a no demostrar sus emociones con facilidad así que su rostro fue de indiferencia pura, pero por dentro se sentía muy muy aliviado. Si la chica hubiese decidido no seguirle la corriente, no sólo habría resultado un momento muy incómodo sino que no se habría despegado a la otra mujer por lo que restaba de noche. También habría quedado bastante mal, pero teniendo en cuenta lo poco que le importaba a a él su reputación fuera de los negocios, no era una variable a considerar. Lo peor, sin duda alguna, hubiera sido tener que estar acompañado, especialmente por aquella mujer, toda la noche. Por ello, una vez solucionado el problema, al menos temporalmente, desconectó de la conversación lo justo para no darle importancia a la mirada sospechosa de Lady Cossette ante el argumento de la muchacha. Sí, claro, estar cuidando mocosos en una fiesta no es que fuera demasiado creíble. No para Carlos, a quién ni siquiera se le asociaba con ninguna mujer o con la idea de casarse y formar una familia ¿Qué pintaba cuidando niños de otra persona? Ni siquiera por la joven. En este caso, lo más probable es que ella fuera la excusa en la que estaría pensando, de ahí la mirada ligeramente recelosa. Él y cualquier otro que lo conociera de verdad, sin embargo, sabrían que era imposible que se interesara por una muchachita. Dejando a un lado su particularidad con las mujeres, aunque le agradara su compañía, las niñas a las que duplicaba la edad nunca formarían parte de sus ligues; y ya había tenido más de un ofrecimiento sin contar las madres que descaradamente estaban dispuestas a entregar a sus jóvenes hijas en matrimonio con tal de que él las mantuviera. A ambas. Tal vez la muchacha fuese una más de esas, aunque ella no parecía visiblemente interesada en Carlos, puede que tuviera una madre “buitre” (como él las llamaba), en cuyo caso podría meterse en problemas. Aún así y pensando en las consecuencias, valía la pena por alejar a la otra mujer. Lady Cossette se le hacía cada vez más inaguantable, por ende, cada vez resultaba más complicado fingir agrado en su compañía. Dato que a él le traía sin cuidado, de no ser porque estaba relacionada con la mayoría de familias con las que había tenido tratos y actualmente tenía. No le convenía hacerle un feo, desde luego.

Viendo las andadas de la Lady de vuelta al interior del recinto, se sintió algo menos presionado. Pero no había terminado. Unos instantes de silencio se vieron rotos por la muchacha, que repentinamente habló para despedirse. Extraño, pensó. Estaba más acostumbrado a que se le echaran encima a la mínima oportunidad y él le había dado a ella una oportunidad en ese breve incidente. Una oportunidad no planeada y en busca de ayuda para salvarse de algo peor, pero una oportunidad al fin y al cabo. Sin pronunciar sonido alguno, observó cómo se alejaba con los muchachos que lo miraban de reojo mientras sonreían. Suspiró. Sabía que era lo ideal, aunque lo había ayudado, no le debía nada en el fondo.. Y estar solo era lo que quería a fin de cuentas. Pero ¿Y si volvía Lady Cossette? No había parecido muy convencida. Conociéndola, una vez que lo ponía en su punto de mira, haría un nuevo intento. Si lo encontraba solo, no tendría escapatoria alguna. Además, quisiera admitirlo o no, la joven lo había ayudado de buena fe después de no tratarla él con demasiada cortesía. La analizó por unos momentos. Era muy joven, eso estaba claro. Educada. Con una voz bastante suave y melodiosa, de esas que suelen hipnotizar a la gente. Dulce. Había la posibilidad de que tras esa fachada se encontrara una joven complemente diferente, o una madre de las que habituaba a conocer, pero ¡qué demonios! Llegado el punto, ya vería cómo salir del problema, si es que llegaba a generarse alguno. Por ahora lo más importante era que la noche pasara rápido y tener a la muchacha de “escudo” (irónico, teniendo en cuenta quién era Carlos y las situaciones a las que se había tenido que enfrentar en su vida) sonaba a vía de escape segura.

Espera No alzó la voz más de lo necesario para que se escuchara a unos metros de distancia, lo suficiente. En dos segundos ya estaba al lado de la muchacha una vez más. La observó al rostro, pegaba con esa voz dulce y melodiosa que tenía. Si tenía que pasar una o dos horas a su lado, tal vez no sería tan insoportable si había topado con una muchacha inteligente. De esas que no se preocupaban sólo por cómo lucieran su vestido y alhajas.. Si es que existía. Por otra parte, tampoco era habitual encontrarse a una muchacha, en una fiesta, cuidando de dos críos. Por norma sabía que no los soportaban, aunque trataran de disimularlo frente a un posible candidato a esposo. Claro, ellas serían las encargadas de procrear tarde o temprano, decir que no le gustaban los niños (a menos que el hombre pensara lo mismo) no le favorecería nada. Siento el momento incómodo y haberte interrumpido mientras cuidabas de tus primos Bueno, no estaba tan mal para ser un comienzo de disculpa ¿No? No era algo a lo que Carlos estuviese acostumbrado precisamente. Ni con hombres, ni con mujeres. No por voluntad propia cuando tenía otras alternativas. En este caso las tenía, a pesar de que su caballerosidad le llevaba por aquel camino más que otra cosa. Soy Carlos Garay y ya que he dicho que te estaba ayudando, lo propio sería que cumpliera mis palabras. Durante un rato, al menos Podía haber sido una broma coqueta perfectamente. Podía haber sonreído y haber amenizado el ambiente. Pero no, él tenía que soltarlo con una mueca inexpresiva. Su voz había sonado amable y cordial, eso sí. Y cuando uno de los chicos se le acercó y con cuidado al principio, terminando en casi una travesura, se le abrazó a la pierna tampoco puso cara de sorpresa. Al menos así podría darse cuenta la chica de que era habitual en él verlo con esa cara de pocos amigos, aunque estuviera de lo más relajado y tranquilo. Como era el caso, prácticamente.

Palmeó la cabeza del niño con suavidad y a los dos segundos tuvo al otro enganchado en la otra pierna, para no ser menos que su hermano. Casi se rió. Casi. Cambió ligeramente la mueca a una un poco más amigable mientras los miraba, totalmente absorto. Puede que las mujeres no le gustaran, pero los críos sí.


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No es más hombre el que más mujeres tiene,
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Mensaje por Siobhan Lundqvist Dom Jun 09, 2013 12:54 am

Siobhan recordaba los tiempos de su infancia, cuando nada más importaba que jugar, era extraño para ella verse reflejada en aquellos niños, pues las situaciones siempre fueron distintas, sus hermanos no podían correr demasiado, y uno de ellos pasaba tiempo observando animales o el pasto, pero sin duda aquella época donde la realidad no le golpeaba si era por completo comparable. Añoraba esos tiempos que sabía jamás volverían, en noches de invierno lloraba más que en primavera por el deseo de volver a ver a sus hermanos, pero aquella noche sorpresivamente los momentos del pasado no le hacían sentir mal, por el contrario, le regresaron la esperanza de volver a verlos, como si un empuje invisible en su espalda le hubiera dicho " recuerda que vale la pena luchar hasta el final". Aquello sin duda era cierto, por eso la sonrisa tenue, pero sincera aparecía en su hermoso rostro de porcelana. ¿Qué importaba lo malo, las separaciones y la tristeza de no tenerse? Nada, no importaba porque volverían a aparecer, y la felicidad borraría todo dolor que había surgido en tanto tiempo.

Los pequeños cortaron dos flores al mismo tiempo, como si se hubiesen puesto de acuerdo, tiraron de sus faldas para hacerla agacharse, poco a poco lo hizo, y al final las flores fueron enredadas en sus cabellos, se rió un poco, pues estaba consiente que seguramente habrían hecho un desastre en su cabello, pero eso no importaba, el cabello se arreglaba, en cambio la sonrisa de un niño en ocasiones suele ser más difícil de sacar, aunque no se crea eso. Se puso de pie acomodando las flores, y se las modeló por un momento haciendo que los pequeños le arrojaran besos al aire. Ella era feliz ahí, no en aquella fiesta tan aburrida, pero no diría más, estaba segura que por más que rogara a la noche que no se llevaran a sus pequeños, alguien vendría para llevarlos a dormir, y no estaba dispuesta a volver a ese martirio. Tendría que buscar la joven un nuevo plan de escape para poder salir corriendo de la fiesta sin verse demasiado obvia, ni hacer escándalo por su partida tan prematura.

- ¿Si? - Preguntó apenas al darse la vuelta para observar la figura masculina. Ella siempre observaba las expresiones faciales pues decía era la mejor manera de conocer si alguien mentía o no. - No se preocupe, mi señor, hoy por usted, mañana por mi ¿No dicen eso por ahí? - Dedicó una sonrisa mientras avanzaba, pero los pasos no duraron mucho, pues los pequeños se aferraban al caballero, y ella sonreía aun más al notar que el hombre les agradaba - Es comprensible, a veces es bueno escapar un poco de la realidad, y si le soy honesta, Lady Cossette puede ser muy insoportable - Se llevó una mano al pecho fingiendo vergüenza por su comentario - Lo lamento, no quería aprovecharme de la situación para lanzar verdades - La jovencita sonrió, había fingido que no conocía a la mujer porque hace dos años atrás habían tenido un encuentro desafortunado, la pequeña de la familia Lundqvist casi caía encima de la mujer dándole sendas cachetadas, pero se resistió para honrar a sus padres, aunque claro, ellos no lo merecieran del todo. Jamás se le olvidaría esa situación.

- Usted no es Carlos, es sólo su nombre, usted debe ser un hombre valiente, o un astuto caballero que escapaba de mujeres algo molestosas - Se encogió de hombro soltando una risita llena de complicidad. Pronto se vieron invadidos por dos figuras más, eran mujeres vestidas de uniformes de servidumbre. Se presentaron, se disculparon y se llevaron en brazos a los hermosos niños que decían adiós con sus manitas. Siobhan repitió la acción de forma educada, adoraba a esos niños sin duda. Al poco tiempo su vista se fue hasta la ajena, a la del llamado Carlos - Siobhan Lundqvist, ese nombre me pusieron mis padres - Comentó de forma despreocupada, observando después el hermoso jardín que tenían a los alrededores. - Y, si viene la mujer que tiene encandilada ¿ahora qué pretexto pondremos? ¿Cuidamos las estrellas? - A ella se le daba bien mentir, no por que fuera una habilidad de la cual estuviera orgullosa, simplemente lo había aprendido a hacer en la búsqueda que ahora tenía para con sus hermanos así que lo que viniera sería pan comido, como se dice vulgarmente.

- Lamento le hayan arruinado el momento en que cuidaba a dos hermosos niños, pero comprenderá que ellos necesitan descansar - Vamos, que la chica sabe bromear, de eso no hay duda alguna, por eso intenta hacerlo con el hombre - ¿Qué hace en medio de una fiesta si la está evitando por completo? ¿Por qué venir a algo que sabrá lo van a aburrir? - Preguntó con inocencia, claro que no hacía la pregunta con ganas de molestar, mucho menos con malicia, ella no era así, peor bueno él no la conocía, podría mal pensar, casi la mayoría de las personas se iban por las tendencias malas que las buenas. Se quedó frente a él, observando al joven con atención, no le gustaban demasiado los silencios por eso esperaba que el dijera algo pronto.


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