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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Lun Feb 04, 2013 2:19 pm

"Me duele la cabeza, me duele el cuerpo entero. Siempre fui tan pesado? Como un lingote de metal caigo sobre mis propias manos. Siento lo rasposo de mi piel, de mi cuello y de mis muñecas"

Es el santo pecado lo que he de pagar por mi anti-naturalidad. ¿Qué es lo que había sucedido? Lo último que recordaba era estar con el ave negra en medio de la noche. Había presenciado su toque del violín, en medio del salón, yo había tocado el piano. Habíamos pasado una hermosa noche, los besos y roces se habían propagado por todas nuestras cavidades. El placer nos había inundado, que cuando lo llegamos a terminar nos encontrábamos dormidos. Nicolás D'Lenfent, el hermoso violinista que me había hecho caer a sus pies hacía algún tiempo. Y yo había hecho lo mismo con él, ambos nos habíamos humillado hasta que al final terminamos unidos de una forma tan extraña y especial, como si hubiésemos creado nuestro propio hilo rojo del destino. ¿Pero y ahora, qué es lo que nos atormentaba esta vez? Abriendo mis ojos asiáticos, que perdidos estaban, miraba a un lado y al otro. El cuello dolía pues algo le sujetaba, aunque no tironeaba hacía arriba, más bien estaba algo suelto, pero apretado a la piel. Mis brazos estaban estirados y sufrían toda la carga de mi cuerpo siendo mis muñecas aprisionadas por unas esposas que se unían a las cadenas y estas últimas al techo. Mis enormes ojos negros como dos faroles buscaban la salida. Rejas a un costado, piedra sucia. Musgo y el olor no era exactamente rico. La presión y el miedo me inundaron, por un momento pensé que era Nicolás, jugando con mi cuerpo, como tiempo atrás había hecho. Pero su olor no estaba, no lo ubicaba más que en mí mismo. ―Alguien…¿Qué sucedió?―


Mordía mis labios y sentía la maldita sensación de que algo muy malo pasaría. Gimoteando apenas que empezaba a mover mis brazos lentamente. Pero no demasiado, ya me había sucedido una vez, conocía lo que sucedía si hacía las cosas demasiado brutas, no podía permitirme destrozar mi propia piel nuevamente. Pero necesitaba comprobar cómo eran las cadenas. Si... Efectivamente esperaban tener a un vampiro o a un lycan. Pues las cadenas no se rompían. Tironeé una vez más e intenté recordar cómo había sucedido. Quizá una mano... Alguien que me haya tocado. Pero no lo recordaba, no sabía por qué estaba allí y el miedo me ponía la piel de gallina, me hacía temblar, por el simple hecho de no poder moverme una vez más. Me sentía un pájaro en una jaula. Mi entrecejo se fruncía, quería saber que era lo que sucedía. No permitiría ser nuevamente torturado. Esta vez, me resistiría hasta el final. Y alargando un pie que suelto estaba; lo estiré hasta ir a una de las rejas pateando un poco, buscaba hacer ruido. Buscaba que me presten atención en ese lugar. ¿Sería algún inquisidor? ¿Algún cazador? Pero de ser aquello, ¿no sería más fácil que directamente me hubiesen cortado la cabeza? ¿Qué me hubiesen clavado una estaca en medio de mi corazón? Se suponía que la iglesia mataba de ese modo. Sin torturas, a menos que sea parte de un complot. Pero era imposible que sepan que era parte de la Alianza, aunque justo ahora que ya había terminado de disolverse… Y estábamos encaminándonos con otras personas hacía el mismo fin. Mis pensamientos se volvían más y más amargos a medida que pasaba el tiempo. De verdad moriría en mano de la maldita iglesia… 


Todo lo que le había dicho a Maia, a Camila, todo estaba perdido. Las veces que había prometido que nunca moriría pasaban por mi cabeza y me provocaban lágrimas en los ojos. Me removí a un costado y sentí un tironeo en mi cuerpo, noté que no tenía la blusa puesta y pequeñas agujas estaban cerca de mi piel o quizá algo semejante. Quería ver, pero no podía observar hacia abajo, mi cuello estaba ubicado para que solo pudiese tener la visión de las rejas y las paredes. Un escalofrío recorrió mi espalda y con amargura grité. ― ¡¿Dónde está Nicolás?! ¡Quiero verlo! ¡¿Qué habéis hecho con él?! ¡Ahhh! ― Grité con furia y de mis ojos cayeron suaves lágrimas que bañaron mis mejillas, tironeando con desesperación hasta que escuché el pequeño rechinar de unos pasos a lo lejos. Las luces se iban encendiendo por el pasillo e intentaba mirar hacia abajo, pero cuanto más fuerza hacía aquel collar se apresaba y me tironeaba más arriba, como si fuese un dispositivo de polea. Seguramente hecho por los malditos tecnólogos de la inquisición. No había dudas, estos artefactos no eran de un cazador o una persona común. Este era mi fin, yo no podría participar en la nueva rebelión. 


“Pero aún si muero, mi espíritu seguirá atormentando a los hijos de la iglesia, que es un demonio.” 
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Mensaje por Scarlett Duchannes Mar Nov 19, 2013 11:55 pm

Cielo o infierno, ¿qué importa?
Charles Baudelaire

Había sido llamada para ir a los calabozo en las zonas alejadas de París, según la información que Scarlett había recibido debía hacer un pequeño interrogatorio a una criatura de la noche, a uno de esos despreciables sobre naturales gracias a los cuales había perdido a su madre. Siempre que se trataba de esos seres era lo mismo; el hecho de imaginar que pudiesen ser los asesinos de su madre despertaba en la joven una ira que le volvía ciega, incluso toleraba apenas a la facción de condenados, creí firmemente que era una aberración para la causa de la Santa Inquisición pero sus partes buenas tenían los monstruos aquellos y esa era la facilidad para capturar a otros sobre naturales, justo como el que le estaría esperando en uno de los calabozos.
La oscuridad de la noche sería el manto que seguiría los andares de la inquisidora y Sombra le acompañaría de manera fiel, como siempre que era enviada a esa clase de interrogatorios.
¿Cómo crees que sea nuestro vampiro? – preguntó al perro como si fuera a responder, pero simplemente caminaba al lado de su dueña vigilando todo a su alrededor para impedir que algo le sucediera antes de que llegaran a aquel lugar destinado para pasar una larga noche.

El carruaje en el que la inquisidora iba se detuvo en el momento en que llegaron a la zona inaccesible y cubierta de bosques. Sin aguardar ni un segundo bajo de el, con sombra a su lado.
Ven por mi al amanecer – indico al cochero, que sin más que hacer se alejo. La inquisidora usaba unos pantalones de montar y un corsé negro, no llevaba más que un arma pues sabía de sobra que en aquellos calabozos existiría todo lo que pudiese necesitar para entretener a su invitado y hacerle pasar un rato “ agradable” a su lado.
Anduvo a pie un largo tramo, pensando en la clase de cosas que aquel maldito debía haber hecho para terminar en sus manos, no tendría piedad y sacaría toda la información posible.

¿Qué le habían dado de información sobre él? Demasiado poca para su gusto; que era un vampiro, que tenían a uno que estaba con él preso en otro sitio y de hecho si no se equivocaba en eso al otro desgraciado le vería Ninette. Sonrió solo de pensar en la idea de ver a esa mujer de la cicatriz en el rostro actuando pues siempre era excelente en lo que llevaba a cabo.
Movió la cabeza de un lado a otro, volviendo su atención a lo importante, su vampiro. Sabía que era posible que contara con una lista de nombres y ubicaciones de otros sobre naturales, aquello era una de las razones principales para haberle dejado vivir, necesitaban información sobre los demás monstruos para de esa manera poder formar un grupo de ataque en contra de todas aquellas criaturas.

Termino entonces llegando a donde se encontraban los calabozos y Sombra se adelanto a ella, asegurando de que el lugar era seguro para su ama. Si bien ingreso en aquel lugar y conforme avanzaba el sonido de las cadenas llego hasta ella.
Camino de manera lenta, deleitandose con el sonido de las cadenas moverse y no fue hasta que llegó al lugar donde se encontraban las llaves de los calabozos que escucho los gritos del vampiro y aún con toda la calma del mundo se dirigió al lugar donde le tenían preso.
Sombra ladro desde el instante en que pudo ver al preso a través de los barrotes y Scarlett le sonrió.
Calla Sombra, asustaras a nuestro invitado – menciono al tiempo que introducía la llave a la cerradura y la puerta se abría para dejar entrar a aquella mujer que sin perder tiempo se puso frente a él – Veo que te han puesto cómodo… aunque no entiendo que parece no gustarte de este sitio si fue especialmente decorado para ti – dijo de manera burlona, observando los restos de lagrimas en las mejillas pálidas del inmortal – y no grites que es molesto y además nadie va a escucharte… pero para que veas lo buena que soy te diré donde esta tu Nicolás – se acercó más – Él esta ocupado, esta disfrutando de los tratos de una mujer bastante peculiar así que no puedes verlo y respecto a que han hecho con él pues… – sacó de sus pantalones una pequeña daga y le hizo un corte en el pecho – esto mismo le hacen a tu Nicolás.

Se alejó un poco para acariciar la cabeza de Sombra.
Ahora dime, ¿Dónde hay otros inmortales? Dime sus nombres y todo lo que sepas de ellos porque si no me lo dices voy a enojarme y eso no es bueno – sujeto la daga con una mano, balanceando el arma de un lado a otro mientras continuaba con una enorme sonrisa en los labios.
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Mensaje por Invitado Lun Nov 25, 2013 3:03 pm

“El ruido de la muerte se acerca con los pasos de un mortal. Seres que dicen tener luz, pero solo esconden el odio y el dolor de una venganza. Resentimientos contra los demás. ¿No es el perdón lo que siempre pide Dios?” 

Ya casi sentía el dolor entrando por mi estómago, mis ojos se dilataron y creía que rompería en un llanto ruidoso. Pensar que hace unas horas estaba pensando los mejores momentos de mi vida me atormentaba. ¿Por qué a mí? Justo cuando la Alianza se había disuelto, justo cuando no tenía nada que ver con nadie de esa parte del mundo. Con la iglesia, había pensado que ya no vería a nadie, a pesar de tener en mente la idea de unirme a la nueva rebelión… Pero Nicolás había hecho que poco a poco cambie de opinión, pero ahora, en esta situación… Mi mente estaba completamente cegada por el renacer del odio. Estaba seguro que era la inquisición, no tenía ningún otro enemigo. O no que yo me hubiese enterado. ― Umgh… ¿Una mujer? ¿Inquisidora? ― Pregunté con una suavidad casi calmante, me agité y cuando la llave se insertó en la cerradura, al girarla, sentí como mi cuello iba teniendo menos presión y podía ver a la muchacha. Pestañeé y me quedé quieto, temblando como un pequeño niño a punto de ser castigado por su madre. Pero en este caso, era algo mucho peor, mucho más atroz que un simple castigo. No podía entender como un rostro tan bello podía ser parte de un lugar tan horrible. Su aura estaba quemada del odio en ese momento, podía sentir como me detestaba y trague saliva, observando sus movimientos que al ver la daga mordí mi lengua, procurando no gritar, dejando salir solo un jadeo constante.

― No me dices dónde… Me dices qué, y creedme que el “qué”, en realidad, ya lo sabía. ¿Qué queréis saber? ¡Lo que sea no diré nada! De todas formas vais a matarme, lo diga o no. ― Observé de reojo al perrito que iba a su lado y moví la cabeza, pensando unos segundos que hacer y lo único que se me ocurrió es dejar que mi rostro haga algo por mí. Me quedé mirándola y dejé que el poder de la seducción saliera de mis poros. Me sentía débil, la daga filosa había hecho un largo tajo y mi cuerpo se manchaba de sangre. Mis lágrimas se deslizaron desde el medio de mi ojo hasta mi mentón y me removí con ímpetu, mis muñecas se quejaban, pero no me importó, intenté romperme los huesos para que la mano pase por el agujero, pero aun así no pude. Y no fue hasta escuchar su pregunta que me detuve, mirándola con odio, esa sonrisa de que estaba haciendo las cosas bien, me parecía patética. ― ¿Os creéis mucho, no? Solo porque tenéis una cruz de mentira que supuestamente cubre tus pecados. Os iréis al infierno, vos y vuestra patética unión. ¿Alguna vez leíste la biblia? Seguro que no. ― Le escupí en los pies y mis colmillos relucieron completamente, mirándola con los ojos rojos, plagados de ira. Me moví con fuerzas, tironeando queriendo ir hacia ella, jadeando del odio. No podía calmarme, estaba odiándola lentamente.

La risita de locura rozó mis labios para salir directo hacia ella y negué con el rostro cambiado al de un niño dulce e inocente.
― Yo no sé nada. No están donde estaban antes, todos se han ido. Y alguien como tú, nunca podría detenerlos. Tu aura está plagada de odio, de venganza. ¿Te piensas que eres mejor que yo? ¿A cuántas personas has matado? Yo no he matado a ninguna, pero tú, tú tienes el rostro de una asesina. ¡Una hipócrita! ― Le grite y sentí que mis pies se separaban del piso, estaba levitando de la amargura que tenía, el simple hecho de pensar que estaban lastimando a mi ave me ponía como loco. Y saber que querían ir a aniquilar a todas las personas que yo quería me ponía mucho peor. Quería arrojarle cosas, hacerla entender que ella era la que estaba mal. Era la primera vez que tenía un encuentro de solo dos personas con una inquisidora. Pues las veces anteriores había sido en grupo. ― Ay, qué mal que te enojes, no sabes lo mucho que me importan tus sentimientos ahora. ― Reproché enarcando la ceja.


“Juguemos a ver quién tiene razón, juguemos a ver quién ganará.” 
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Mensaje por Scarlett Duchannes Miér Dic 11, 2013 9:02 pm

Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer pero le grita mediante el dolor.
El dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido.
Clive Staples Lewis

Que malo que eres conmigo, yo que pensaba en ser buena si es que me decías lo que deseo saber – suspiro para buscar con su mano a Sombra, a quien acaricio con suavidad. Extraño que tocara con suavidad a su mascota justo cuando planeaba que cosas hacen en el cuerpo del vampiro frente a ella, buscaría todos los métodos posibles para hacerle sufrir hasta que gritara lo que ella esperaba escuchar de aquellos finos labios – Si me lo dices, te daré una oportunidad de escapar de mi – sonrío – claro que… será algo complicado debo admitirlo – efectivamente pensaba en ofrecerle la oportunidad de escapar de sus manos, si es que el vampiro era capaz de escapar de ella después de que dejara su cuerpo maltrecho o sin alguna extremidad.

Las lagrimas que corrían por aquel rostro le causaban un tanto de gracia. Finalmente en situaciones limite de la existencia tanto los inmortales como los humanos normales sufrían; pero cada vez que sus ojos estaban frente a los de un vampiro no podía evitar detestarles y de haber sido de otra forma quizás hubiese sentido algo de pesar por el vampiro encadenado solo que lo único que podía sentir era ira y unas tremendas ganas de reír.
Patético… – se puso a la altura de los ojos del vampiro – no podrás escapar de este lugar, entiéndelo antes de que termines por hacerte más daño que para hacer eso estoy yo aquí y deja de llorar que luces como un niño tonto – suspiro – al menos muestra un poco de valor.

Le miro con cierto aire de superioridad para que lo que le preguntaba quedara respondido en parte por su forma de verle –Irme al infierno no me importaría si es que puedo asesinar a más de los tuyos y si tengo pecados ten por seguro que son muchos menos que los tuyos – ladeo la cabeza – He leído muchas veces la biblia – observo el escupitajo y termino por reír – no estoy ahí exactamente por la unión que exista entre las personas o servidores de Dios, solo estoy ahí porque me molesta que existan seres como tu que asesinan a humanos indefensos – le observaba, le gustaba ver esa ira en los ojos del inmortal. Esa molestia creciente que iba dirigida a su persona, quería que llegara a odiarla tal y como ella odiaba a los suyos, porque solo de esa manera podría herirle y sentirse realmente dichosa, creer que haría algo bueno por la memoria de su madre. – Anda, enojate conmigo que igual y no podrás hacer nada. Estas en mi poder vampiro y ya te dije coopera conmigo y me encargare de darte una oportunidad de salir de esto – le sonrió, esperado que cooperara con ella.

Comenzó a jugar con la daga en lo que él hablaba. Tenía razón en que estaba llena de odio y de venganza.
No he matado personas… he librado al mundo de monstruos como tu y si… les odio, quiero que todos se mueran comenzando por ti y tu querido cuervo – le observo levitar y sin resistir la tentación al verle de esa manera sonrió y le pateo un costado, sabía que eso no le provocaría gran daño pero tenía ganas de jugar un rato – No soy la única que detendrá a los que buscamos, hay más dispuestos a darles caza porque han sido una absoluta molestia, pero no te preocupes no basta con que nos digas ¿dónde están otros? no importa quienes sean, dame nombres pequeño vampiro… – susurro antes de acercarse lo suficiente como clavarle la daga entera en el antebrazo y dejarla ahí. Con paso tranquilo comenzó a andar por aquella pequeña habitación, lo bueno de aquellos lugares es que tenían más artefactos con los cuales divertirse – Nunca le he quitado un colmillo a un vampiro… ¿vuelven a crecerles? – le miro de reojo, mientras un poco de sangre salía de su antebrazo – Y relajate, a mi tampoco me importa lo que pienses de mi.
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Mensaje por Invitado Lun Dic 16, 2013 9:46 pm

“La madera nunca es buena cuando no se la hace lijar y barnizar. Eso lo saben todos. Si quieres clavarle una estaca a alguien, que sea en el corazón con la mejor madera jamás creada”

Giraba los ojos a modo de desaprobación, como se atrevía ella a decir que podía ser buena, si su naturaleza era ser una despiadada alimaña de la iglesia. Cegada por la venganza que nunca podrá cumplir. Infectada por el mal que lo único que busca es la destrucción por un placer y dolor incorregibles. ¿Ella deseaba que me comporte mal? Me quedé pensativo, pero su mirada me irritaba, me desconcentraba y supe en ese instante que ella estaba intentando provocarme y decidí intentar no hacerle caso a nada de lo que ella diga. Hacerla entrar en razón era estúpido, no me mataría tan fácilmente, era difícil capturar a alguien con tanta información como yo. Y usaría eso a mi favor hasta encontrar la manera adecuada de escaparme de ese lugar. ― Escapar… Es estúpido escapar cuando estoy en frente de ti. ― Con las lágrimas que caían con lentitud resbalaban por mi mentón y de allí las sentía deslizarse por la mano de la muchacha que de un momento a otro me agarraba, buscando en mí un poco de ese orgullo perdido que yo tenía. ― No demostraré algo que no tengo y si soy un niño tonto es mi problema. ― Le murmuré cerca del rostro, mirándola tan fijamente como me era posible, sufriendo no solo por mí, sino por mi imaginación que deambulaba y viajaba a mí amante que estaba siendo igualmente torturado y quien sabe por qué persona. Me agarraban escalofríos de solo imaginarlo, que hasta deseaba morir para ser un fantasma e ir a buscarlo.

― Tengo suerte, yo nunca he matado a nadie, ni vivo ni sobrenatural, creo que tú eres la de los más pecados. ¡Te gané! Dos cosas, uno: no la has leído bien o no te importa lo que dice. Dos: Podrías ser un cazador, pero eliges estar con dios para sentirte un poquito mejor contigo misma, pero solo eres una mujer depresiva, plagada de un odio enfermizo como todos esos que buscan venganza de quien sabe que! ― Una sonrisa tranquila salió de mis labios que estaban perfectamente manchados de sangre, quería escupir toda esa sangre estancada en mi garganta, pero me resistía, temblaba de la molestia que estaba teniendo, pero aún con ello negué a sus peticiones, estirando el cuello suavemente, mientras tomaba una larga bocanada de aire y movía las piernas con un frufrú meticuloso. ― No me enojo, enojarme sería no tener piedad de un enfermo, a ti deberían darte una buena encamada para apagar tu odio. ― Sus movimientos pronosticaban dolor en mi cuerpo y me preparé para ello, mirando al perro que parecía gustarle tanto como a ella la situación. Pero estaba haciendo todo lo posible para pensar fríamente. Odiaba no tener telepatía o visión compartida, aquello sin duda alguna me podría salvar de un momento así. Quizá podría decirle algo, darle un poco de lo que ella deseaba y luego, en algún momento encubriría aquello que había dejado salir. Al fin y al cabo La Alianza ya se había terminado.  

―¡¡Ahhh!! Uggh… Te d-daré una pista. Cerca de la corte de los milagros, donde todos se pierden, porque buscan la salvación. Allí solo si sigues tus instintos encontrarás una salida. ― Chillé al instante, retorciéndome, dejando caer unas pequeñas lágrimas sobre mis mejillas, tironeando con fuerzas aquellas ataduras, que me revestía en odio por lo que acababa de hacer. Sabía que tenía todas las fichas a mi favor, decirle eso solo haría que sepa el área, pero llegar allí era más difícil de lo normal, encantamientos hechos por brujas distorsionaban los caminos. Hechiceros habían puesto pistas falsas para la inquisición y solo las personas en verdadero juicio y corazón podían terminar en aquel lugar reconfortante. ― ¿Tu… perfume, es de tan mala calidad como tu ropa y peinado? ¿Nunca te enseñaron a vestirte? ¿Quién dice que a mí no me importe que pienses de mí? ¿E-eh? No sé, creo que no. No naturalmente que yo sepa… ― Mis ojos delgados se abrieron mientras movía el brazo, esperando que la daga cayera y cuando lo hizo la sangre brotó como una cascada, pero pronto cerraría, era la única manera de hacerlo. Quise golpearla, pero su rostro de mujer me impedía largar patadas contra su rostro. Solo esperaba, que mi sangre y aceleración sea lo suficientemente rápida como para curarme. Pensar en que me desligaría de mis colmillos me helaba la piel, cerré la boca automáticamente, casi queriéndome cocer para que n la pudiese abrir jamás y agitado me removía de un costado al otro, tirando todo lo que estaba a mi alcance. ― ¡No puedes hacer eso! Si me quitas los colmillos, haré que estos se claven en tu garganta. ― Advertí mientras tiraba las cosas a mi alcance contra ella, escuchaba el ladrido del perro y lo único que mi mente deseara era que todo se silenciara. Aquel demonio que tenía frente a mí no podía ser otra cosa que una pesadilla un juego de mi imaginación. ― ¡¿Que nombres quieres?! Están todos acabados! Casi toda la Alianza murió, solo he quedado yo y una vampiresa que escapó a otro país. ¡No hay nadie más! Ganaron, ustedes y su maldito cuartel eliminaron a mucho más de la mitad!! ― Casi me sentía rogar, mientras las lágrimas de un idiota se hacían presentes, como podía yo estar aceptando frente a la iglesia aquellas cosas, que aunque eran verdad debían quedar en el silencio, porque era lo único que nos protegía por el momento. El “ideal”.


“Todos terminan siempre, cediendo ante la tortura, porque nadie aprecia algo más que a tu propia vida.”
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Mensaje por Scarlett Duchannes Vie Dic 27, 2013 11:46 pm

Todos nosotros somos cobayos en el laboratorio de dios.
La humanidad es simplemente un trabajo en progreso.
Tennessee Williams

Aburrido… – suspiro ante la negativa del vampiro por aceptar la idea de escapar; claro que tenía un excelente punto, le sería imposible escapar de ella – Bueno… obviamente iba a darte cierta ventaja y libertad para que fueses libre pero dado que me rechazas mis buenas intenciones, tendremos que encontrar un modo diferente de divertirnos ¿no crees? – continuaba con aquella sonrisa que quizás volvían sus palabras más enfermas de lo que podían ya escucharse, pero le era sencillamente inevitable no hacerlo. Lo único malo de aquel vampiro es que no le estaba dejando divertirse con sus expresiones, pues algo que Scarlett amaba con todo su corazón era decirles que les daría una oportunidad de escape, lo cual generaba en aquellos que se encontraban a su merced un ligero atisbo de libertad, que aumentaba las esperanzas de que serían capaces de ver de nuevo la luz del día o de saborear la libertad; solo para después darse cuenta de que aquello era una completa mentira y entonces aparecía en sus rostros aquella expresión… una que sencillamente no tenia palabras para describir. Le había visto tantas veces que le parecía maravillosa, porque mezclaba la decepción, el miedo, la desesperación…

Ser un niño tonto te acarreara más problemas, así que coopera conmigo, dime lo que quiero saber y prometo no hacerte sufrir tanto – ladeo el rostro – y no solo evitare tu dolor si no que… iré a pedir que no lastimen tanto a tu acompañante… ¿Harías cualquier cosa por él, verdad? Demuestra cuanto te importa y obedece, de lo contrario me asegurare de que sufra la peor de las muertes, después de todo él no parece tener tanta información para brindarnos sobre otros, así que, será sencillo que lo maten –  ver correr esas lagrimas, esas expresiones de ira y dolor le alimentaban llevándole a desear ver más; mucho más de ellas hasta que aquel vampiro llegara a su limite y entonces se viera en la penosa necesidad de asesinarlo, quedando nuevamente sin ningún juguete.

Venganza. Esa palabra que definía en gran parte la manera en la que era dentro de su papel de inquisidora; tan solo escucharle hablar de eso le llenaba de una ira enfermiza que surgía desde lo más profundo de su ser.
Un vampiro diciendo que no tiene pecados – le miro directo a los ojos – tu simple existencia es el pecado más grande y si… tengo odio… odio por los tuyos que me quitaron lo único importante para mi y por eso terminare con cada uno de los tuyos. Si tu amado cuervo no es asesinado, yo misma me encargare de matarlo – menciono para después estallar en una sonora  carcajada – él que debe tener ganas de una encamada eres tu… así que no me lances tus deseos a mi – de manera algo burda llevo su pie a la entrepierna del vampiro ejerciendo algo de presión, solo para después retirar el pie con burla.

Era tan sencillo sacar la información de vampiros tan débiles como aquel que casi parecía un juego de niños en ocasiones como esa, incluso Sombra estaba bastante calmado como si el animal supiera que aquel vampiro no simbolizaba peligro alguno para él o para su dueña.
Perfecto, esas son las cosas que necesito que me digas – Ocupaba que le dijera más de todo aquello pues aunque para otros, lo que el vampiro decía no tenía nada de lógico o una ubicación en concreto para algo debía servir la facción de los condenados.  Aquellos sobrenaturales que trabajaban para la inquisición encontrarían la manera de revolver cada una de las palabras en forma de acertijo que aquel vampiro dijera, en ocasiones anteriores lo habían hecho y no existía nada de especial en aquella Alianza que no hubieran enfrentado ya y como muestra de eso estaba el hecho de que él líder y algunos miembros ya estaban muertos – Dime más de lo que sabes… – pidio al inmortal que entonces volvía a hablar de ella, pero Scarlett le ignoro, lo que decía no le interesaba saberlo y era por eso que se mantenía fría y distante de él, buscando entre todas aquellas cosas algo que le sirviera para hacerle hablar debidamente.

El sonido de la daga caer hizo que se girara a mirarle y con satisfacción comprobó que le había causado buen daño, pues tardo algo en sanar y bastante sangre había fluido de aquella herida.
Deja de moverte, que ya debes de darte cuenta de que no podras escapar a menos que alguien te deje ir y por si no lo has notado solo yo estoy aquí – río al ver como se jalaba y se movía como un animalillo preso en las trampas de un cazador – yo no pienso dejarte ir, así que esta quieto de una vez.

Volvió entonces a su cometido, a buscar algo para que la diversión comenzara. Su mente ya estaba maquillando que era lo que haría una vez que tuviera en su poder aquel hermoso par de colmillos de vampiro… quizás un collar en el cual presumirlos; ese pensamiento le provoco una sonrisa.
Nada va a clavarse en mi garganta… solo van a abandonar tu boca… – no le miraba o al menos no lo hizo hasta que encontró lo que estaba buscando, un par de pinzas de tortura que en otras ocasiones eran usadas para arrancar las uñas de las brujas que no deseaban hablar – Veamos que tan fuertes son los colmillos – sus lloriqueos solo le alentaban a hacerlo y por eso termino acercando su cuerpo al vampiro, y aprovechando que hablaba le metió las pinzas aquellas en la boca, sujetando uno de sus colmillos – Quiero todos los nombres, muertos o vivos; todo lo que sepas de ellos – con una mirada cargada de perversa diversión comenzó entonces a tirar de uno de los colmillos – eliminamos a más de la mitad, pero no a todos y prueba de eso es que estés aquí ahora – continuo tirando un poco más, ignorando las quejas del vampiro y todo lo que hacía – y para tu desgracia eres mío… – de un momento a otro el colmillo salió y la inquisidora río victoriosa – aquí esta la prueba de que ahora, me perteneces… – dijo entonces, levantando las pinzas que mantenían sujeto aquel colmillo.
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Mensaje por Invitado Dom Ene 05, 2014 10:53 pm

“Solo eres una escoria que se mete con los débiles para fomentar una cordura indeseable que pocos pueden aludir a lo sensato.” 

La energía cargada en mi columna me hizo sentir una descarga que pensé que me había cortado las articulaciones. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era ese maldito chasquido que me decía que corra, que me muera, que me mate a mí mismo para no seguir frente a ella? Las lágrimas querían salir hasta dejarme seco, tenía miedo, miedo de seguir viviendo. Deseaba dejar de existir porque seguramente sería menos doloroso. “Hasta tu mama te debe rechazar…” Estuve a punto de decir, pero me contuve, lo hice, porque en sus ojos podía notar que no tenía familia, no viva al menos. Fue un sexto sentido que me dijo que si no quería que me corten la garganta lentamente sería mejor contener esa burla sin sentido. ― No creo que quiera divertirme contigo, siquiera tienes pechos como para ver si revolotean cuando caminas. ― Murmuré extasiado y observé sus ojos enormes y expectantes. Me preguntaba si guardaba algo de bondad en su interior o si era una cascara rota, vacía y podrida. Estiré el cuello y tomé una bocanada de aire cuando la herida del costado comenzó a cerrarse. Acallaba mis gemidos, aunque en realidad pensaba que debería hacerlos más fuertes, hacerlos parecer más dolorosos de lo que eran. Me estaba comportando como un estúpido y aun así no podía detenerme. En mi cabeza solo estaba la imagen de Nicolás, sufriendo, siendo torturado por mi culpa. Por haber estado en un grupo de libertadores, por no haber escapado día y noche en vez de intentar ser mejor que ellos.

― No creo que alguien como tú pueda mover tantos hilos, solo eres un soldadito de la iglesia. ¿Piensas que te harían caso solo porque se los pides? ― Mostraba mis colmillos, gruñendo cabizbajo, removiendo mis piernas y brazos cuando mi entrepierna se vio interrumpida por ella. Desprecio fue lo único que recorrió mi cuerpo y un temblor que me hizo que me mantenga callado por un momento. Desgraciada y canilla mujer. Sentí mi cuerpo elevarse del piso, flotando mientras tironeaba y hacía crujir un poco las cadenas, eran resistentes, pero sus palabras estaban haciendo sacar lo más horrible de mí. ― ¡Como si yo hubiese elegido ser lo que soy! Bruja mendiga, bastarda. ― Escupí las palabras con desprecio y solté un tarascón que llegó a arañar solo el aire. Ella se mantenía alejada, distante y lo peor era que mis palabras no la hacían acercarse más a mí. Solo me dejaban cabreado tiritando de horror. Había olvidado la última vez que me habían aprisionado de esa forma.  La impotencia de sentir que no podía hacer nada. ― Es lo que sé, no hay nada más para ocultar. ¿Eh…? N-no, no los saques, no sabes lo que haces. ¡Ahgj! ― Mis orbes oscuros, melancólicos se vieron turbados por la desesperación, mordía con fuerzas intentando sacar aquellas pinzas, tironeando con fuerzas que apenas si lograba escucharla.

Un silencio turbulento. La expresión en mi rostro siquiera podía entenderse, pero al tiempo que salía mi colmillo, mis dientes inferiores se clavaron en la carne de la inquisidora, entre medio del tironeo, me quedé con parte de su sangre. Que se mezclaba con la mía de una forma metálica e inconsistente. Tenía la mirada perdida, adolorida y de mi mentón se desprendían hilos de sangre rojos, oscuros y espesos. ― Umg… Regresa aquí… Te quitaré la mano entera ― Mientras las lágrimas rojas caían por mi rostro observaba aquel pequeño diente puntiagudo, extremadamente largo y finito, con una punta curveada hacia dentro. Allí estaba lo único que me distinguía físicamente de un humano. Recordaba el dolor que había sentido en la conversión, cuando ellos se habían alargado, penetraban en mi boca para estirarse y transformarse. Blancos y perfectamente alineados. La impotencia me embriagó, pero me mantuve quieto, guardando las energías para un solo movimiento, uno que lograra lastimarla lo suficiente. Quedé tirado, sujeto por las cadenas, colgando como un cuerpo sin vida. ― ¿Por qué te diría esos nombres? ¿Para que maten a los familiares humanos que tienen? Aparte… No sé esas cosas, éramos una corporación no un grupo de amigos. ― El hilito de voz salió flotando, mientras esperaba el momento adecuado, mis piernas temblaban de miedo, de excitación, nervioso negué y levanté la cabeza. Apoyándola en mi brazo con calma, dejando que mis bellos ojos asiáticos la miraran, volviendo a desprender aquella seducción que hacía que los humanos caigan a mis pies.


Solo unos momentos, tan solo unos pocos centímetros cerca de mí y le arrancaría la carne suficiente para dejarla inconsciente. ― Ven… Y demuéstrame que soy tuyo, porque solo veo una mujer con un diente ahora… ― Mordí mi labio en un acto de fingida inocencia, estaba ardiendo por dentro, sentía el demonio en mi boca del dolor. Pero tan solo un segundo, necesitaba un solo movimiento y tendría una oportunidad de verdadero escape. Claro que estaba consciente de la dificultad del fallo que tendría. Pero, ¿Había alguna otra salida? Siempre me había preocupado por estar al tanto e los demás, jamás se me había ocurrido que llegaría el día en que fuese capturado. ― Si logras hacerme comprender que soy tuyo, te diré lo que quieras. ― Mandando todo el poder que tenía, todos aquellos entrenamientos que había tenido para utilizar el único poder útil para la batalla que tenía. Todo lo que había aprendido se estaba comprimiendo y mandando directamente a esos ojos abstractos y consumidos por el odio y la venganza.

“Aún con esto, pienso respetar tu vida. Porque eres una mujer y por sobre todo, un ser humano.”
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Mensaje por Scarlett Duchannes Jue Ene 16, 2014 11:06 pm

Los grandes logros están compuestos de detalles diminutos.
Han Shan

Aquel vampiro era un obstinado, podía tener una muerte mucho más decente que otros pero se rehusaba a eso enteramente. De aquellos finos y pálidos labios solo salían palabras que provocaban una mayor molestia en la inquisidora.
Cuando hablo de sus pechos sintió que la ira le inundaba pero aún así se contuvo; ante esas palabras tenía la inminente necesidad de dar un golpe en el rostro de aquel vampiro o hacerle llorar mucho más tiempo para que aprendiera lo que era el respeto ante quienes tenían el poder en aquellos momentos que obviamente era ella. Pese a la molestia, se rió; no era la primera ni sería la ultima vez que alguien le decía algo de ese estilo así que no tenía porque preocuparse por esas cosas.
Ni aunque quisieras verlos dejaría que un ser como tu lo hiciera, así que deja de decir estupideces… sabes muy bien a que clase de juego me refiero vampiro – hasta ese punto había parecido estar pidiendo permiso a aquel inmortal, pero lentamente estaban entrando en el juego de la inquisidora que esperaba sumamente ansiosa ser capaz de darle su merecido.

Un soldado de la iglesia. Claro que lo era y la razón por la que lo era, estaba precisamente frente a ella. Todos aquellos vampiros eran las criaturas sobre naturales más despreciables que podían existir. No se conformaban solamente con beber sangre de las personas que eran sus presas sino que un gran numero se dedicaba a matar deliberadamente a todas esas personas o a tomarlas como sus juguetes personales.
Más de una vez le toco asesinar a vampiros que tenían a hombres o mujeres para sus diversiones personales, como si los humanos estuviesen existiendo solo para saciar los deseos de aquellos inmortales.
Si serás tonto… estas en mi poder no en el de otros así que lo que pase contigo es mi problema, nadie tiene que opinar al respecto de lo que haga o deje de hacer con mi juguete – detestaba que le dijeran que era lo que podía o no hacer. Era una soldado de la iglesia si, pero aparte era alguien que sabía lo que hacía y si en algún punto decidía dejarle en libertad era seguramente porque en su mente estaban surgiendo muchas más ideas para divertirse con aquel sujeto – Y di lo que quieras, que una bruja no soy… – le divertía verle pelear contra las cadenas y el aire, buscando la manera de herirla o de vengarse de alguna forma de ella que le estaba ocasionando todo aquello, pero para poder liberarse de aquellas cadenas solo existía una opción. Que el vampiro estuviese muerte completamente.

¿Qué? Dices que no lo saque – su mano tiro con más rabia de aquel colmillo – esto es para que aprendas… – Cuando el colmillo salió de aquella boca, Scarlett se llevo unas cuantas heridas en su mano, aún así sentía el placer de la victoria y del sufrimiento ajeno llenarle. Contemplaba el colmillo sonriente – Lo guardare como recuerdo así que no llores por tu colmillo – La sangre fluía de la boca del vampiro, aunque seguramente con su forma de curarse veloz no tardaría mucho en que la hemorragia se detuviera, lo cual terminaba por traducirse para ella como que Hero era prácticamente el juguete perfecto. Podía ser dañado cuantas veces se le vinieran en gana y solo sería cuestión de esperar a que sanara para volver a lastimarle y escucharle gritar y llorar.

Una corporación que no sabía el nombre y paradero de sus seguidores no podía llamarse corporación; era por ese motivo que no creían que no supieran nada respecto a aquellos que habían logrado escapar y esconderse como ratas en la inmundicia de su existencia.
No serían amigos, pero es obvio que saben paraderos de otros, así que vamos habla de una vez… – una sonrisa cargada de despreció fue dirigida al vampiro y contraria a la expresión en su rostro, la voz de Scarlett pareció ser dulce – Me dirás los nombres no para matar a las familias humanas… deber verlo como lo que realmente es… les estamos ayudando a llegar al cielo de manera directa y sin tener que sufrir tanto… les hacemos un favor… ¿Por qué no lo comprendes? – dijo mientras que uno de sus dedos acariciaba la punta de aquel colmillo que tenía en las manos.

La mirada de ambos se encontró y la inquisidora dio apenas unos pasos en dirección a él cuando fue víctima de aquel poder que poseían los vampiros… la seducción.
Scarlett estaba siendo llevada hasta él de una manera descarada y ella no era capaz de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Te lo demostrare… ya veras… – su voz se había tornado mucho más suave que antes y la expresión en su rostro paso de ser burlona, a que fuera la dulce expresión con la que solía mirara a los niños en las calles cuando no estaba sirviendo en la inquisición. La mano que sostenía aquellas pinzas y el colmillo permaneció abajo, mientras que la otra se estiro lento, dirigiendo su camino a la mejilla del vampiro.
Un poco atrás de ellos, Sombra contemplaba a su dueña pero al verle demasiado cerca del vampiro termino por ladrar lo que hizo que Scarlett se girara unos segundos a verle, aún con la mano estirada en dirección a aquel inmortal.
¿Sombra? – se había descuidado, había caído en aquella trampa y eso podía llegar incluso a costarle la vida.
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Mensaje por Invitado Sáb Ene 25, 2014 6:55 pm

“Soy un pequeño insecto que molesta tu mente y tus sentidos y te haré entender, cuando esté muerto, que en realidad también tenía vida.” 

¿Era posible tener una bipolaridad constante en ese momento? Por momentos sentía una pena que desgarraba mi mente, pena porque ella había perdido todo por nuestra raza, se había quedado sola y estaba desesperada por una venganza que nunca podría encontrar satisfacción. Y momentos luego sentía el dolor en mi boca, la carga de sangre que escurría por mi piel blanca como la nieve y me hacía pensar que ella era simplemente una zorra que debería ser usada para tratar pisos. Me dolía, las lágrimas de sangre congeladas rasgaban mi piel y se cerraban en mínimos instantes. Mis dedos, largos y con unas uñas que sobresalían demasiado, se agarraban a las cadenas, purgando en ellas la energía que explotaba en mi cuerpo en cada instante. La regeneración estaba matándome poco a poco. Quise gemir y rogar que me mate de un golpe, pero la figura de Nicolás, destellando en mi mente me tironeaba hacía la vida inmortal. Me daba tirones hasta volver a la realidad y como si respirara tomé una bocanada de aire puro. ―Seguro que te mueres porque te vea ese cuerpo sucio que tienes. ¿Me negarás que te encantaría estar sobre mí? ― Empezaba un juego, que sin duda no acabaría como yo quería, pero al menos, me daría tiempo, tiempo de pensar en algo para poder escapar de ese maldito lugar.

Alzaba la cabeza hacia el costado, en lo que mis cabellos casi platinados se volcaban contra mi rostro, se pegaban a causa del sudor y la sangre y mi pecho se elevaba suavemente, en un siseo automático que anhelaba terminar con aquella tragedia, mordía mi labio, esperaba que la herida se cerrase y con una sonrisa satisfactoria, pero que era mentira, la miraba.
―Sí, soy tu juguete, ven y juega conmigo, estoy esperando que me arranques el otro colmillo, me enamora ver tu cara de satisfacción cuando lo haces… ― Susurraba como un amante lo haría a su enamorada, la miraba como quien termina de tener una serie de orgasmos repetitivos, la deseaba, le hacía creer que la necesitaba, solo para buscar tomarle un último suspiro. Mi grito había desangrado mi subconsciente, el dolor había hecho salir imágenes de mi cabeza que no quería volver a ver. Mis lágrimas se acumulaban una tras otra. ¿Qué era lo que estaba viendo? Una familia enorme se pegaba contra mi cerebro, pero no tenía tiempo de prestarle atención a nada. La mujer, tenía a la mujer casi en mi trampa. Con unos jadeos largos y un gusto metálico que llegaba hasta mis orejas, observaba mi pequeño, largo y fino colmillo en sus dedos, las raíces estaban allí, todo lo que componía la mitad de mi insignificante inmortalidad estaba allí, pero no desesperé, no podía permitirme caer en la locura, no aún.

Sus pasos eran justo lo que necesitaba y mis piernas se estiraron hacia ella con cuidado, intentando enrollarla como quien abraza a su pareja, acurrucándola, mientras le susurraba que todo estaría bien.
― Yo… Te diré todo cielo, llévame al Edén como tú quieras, te diré todo en la oreja, despacito, curaré todo ese sufrimiento, amor… Ya verás… ― Murmuraba, mirándola a los ojos, coqueteándola como bien sabía yo, la rabia se acumulaba en mi único colmillo y cuando esa mano se acurrucó, buscando una especie de compromiso, con esa voz melodiosa y melosa que me daba ganas de escupirle en la cara. Pero mis ojos estaban dilatados, llenos de esperanza y todo hubiese salido bien, de no ser por el maldito perro que la distrajo, iba a ser imposible retomar la situación.

Fueron segundos en donde calculé por medio de su aroma donde estaba la vena más palpitante en su mano y allí clavé todos mis dientes, los hundí y desgarré la piel, encontrándome con hueso, hueso que rompí con mi boca y me tragué toda la sangre que pude. Me mantuve así, forcejeando, tironeando las cadenas, queriendo hacer más que eso, pero no podía salirme. ¿Terminaría vivo o muerto de allí? Cómo saberlo, lo único que era seguro era que su sangre era mierda en mi boca. El metal era demasiado dulce, el gusto a hueso quebrado estaba en mi y aun así no dejaba de tironear y llorar, sufriendo por lo que hacía, manteniendo en mi mente la esperanza de que yo era el bueno en aquella situación.
― ¡Acércate bebe, te voy a destrozar el cuello la próxima vez! ― Escupía sangre hacia donde estaba el perro, en mis ojos se veía el fuego y las ganas de matar a ese maldito animal. Me frustraba odiarlos de ese modo. Nunca había tenido tanta ira, era un momento de pura desesperación y como pude tironeé mi cuerpo y busqué darle la cabeza contra la de ella. Quería que suene seco, que nos destrocemos los cráneos, pero yo me regeneraría, tarde o temprano terminaría curándome. En el tirón mi único colmillo salió hacia afuera como nunca antes lo había hecho y un ruido gutural se escuchó como eco relampagueante, mi garganta casi se sentía quebrar pero fue suficiente para que el perro se alejara un poco. Mi rostro se había tornado rojo y ahí se podía ver la bestia, el monstruo que se escondía debajo de mi cara de ángel. Aquel ser que pensé que nunca se mostraría, que había pensado que no era real.

Éramos seres del infierno, en verdad no teníamos alma y me destrozó saber que yo podía ser tan salvaje como los demás. Le había quebrado algunos dedos en una mordida, había procurado un cabezazo para romperle el cráneo o al menos tambalearla y hacerla caer. Había deseado matarla y beberme su sangre en copas. Todo eso lo había deseado, aún más que estar libre de allí. Mis ganas de vengarme de ella eran aún peores que las de escaparme. Y pude entender a la bestia, a los demonios de mi interior. Allí estaban, anhelando ser liberados, anhelando comer humanos, forzarlos y sacarle la sangre gota a gota.



“Estaba entendiéndome y por ello, sentí que me estaba volviendo loco” 
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Mensaje por Scarlett Duchannes Vie Ene 31, 2014 10:52 pm

Y me abandonaré a su abrazo y le abriré mi cuerpo
para que él penetre en mí
como el puñal del asesino penetra en el corazón de un príncipe sanguinario y magnífico...
Salvador Elizondo

Lo mejor que había decidido hacer era ignorar completamente las palabras del vampiro, todo lo que intentara decirle para hacerle molestar y perder un poco el control que ya tenía sobre él. Conocía los planes de criaturas como aquellas, hacer que perdiera de vista el punto del plan inicial y entonces atacar para terminar matandole, aunque para la desgracia de aquel llorón inmortal, se topaba con una mujer que no se dejaría engañar, al menos no por el punto del odio y las palabras ofensivas.
Scarlett no podía más que reír y deleitarse presumiendo al aire y a la habitación vacía su nueva adquisición; aquel bello colmillo que estaba aún en la pinza y que ahora no era suficiente además de que como el inmortal no hablaba más, era definitivo que debía hacer algo por hacerle hablar y decir todo cuanto sabía… y lo lograría aunque debiera pasar varias semanas con él en aquella celda de torturas que lentamente llenaría de artefactos única y exclusivamente para él.

El cambio en la estrategia del inmortal había surtido efecto demasiado rápido, pero después de todo la naturaleza detrás de aquella ira contenida y aquellos deseos de venganza no era la de una mujer que buscara hacer realmente daño a nadie, sino de una joven que estaba perdida y que no sabía a donde ir y que hacer. Se había sumergido en un camino que por medió de liquidar seres sobrenaturales le daba un poco de paz a su atormentada alma.
Su mano viajaba en dirección al vampiro sin siquiera estar consciente de lo que estaba sucediendo, estaba siendo seducida con aquellas ligeras palabras y con aquella mirada que provocaba que su corazón sufriera levemente. Por algunos segundos tuvo el terrible arrebato de liberarle, de buscar las llaves que le mantenían preso y dejarle irse de aquel lugar. Decirle que todo estaría bien y que nadie le haría daño. ¡Que ingenua! Aquellos seres eran realmente perversos y para que ella se diera cuenta nuevamente de aquello fue que su fiel mascota ladro, provocando que el ensueño en el cual se encontraba sumergida desapareciera. La burbuja en la cual le había metido el inmortal había explotado y ahora era demasiado tarde para evitar lo que estaba por sucederle debido a su descuido.

Había descuidado su mano al momento de girar para observar al perro y eso había sido suficiente para que aquel que se encontraba encadenado actuara.
Antes de poder si quiera reaccionar de manera completa fue que la terrible sensación de dolor llegó hasta ella y un grito se ahogo en sus labios. Sombra continuaba ladrando sin estar completamente dispuesto a ayudar a su dueña, aquel animal era listo y estaba consciente de que el vampiro estaba saliendo de sus cabales y era capaz de hacer cualquier cosa. La mirada de la inquisidora fue en dirección al inmortal aquel y por más que tiraba de su mano le era imposible liberarla; no fue hasta que los primeros huesos comenzaron a quebrarse que finalmente aquel grito salió como debía. Aquellos gritos salían de lo más profundo de los pulmones de la inquisidora y conforme el dolor aumentaba, al igual que los huesos rotos, algunas lagrimas descendían por sus mejillas hasta desaparecer en su mentón. La otra mano de Scarlett soltó las pinzas que llevaban el colmillo y de manera desesperada intento alejar al vampiro. Su sangre corroa por la boca y mentón del vampiro, cayendo al piso al igual que antes lo había hecho la sangre de él. Los gritos de la inquisidora eran cada vez más agudos hasta que finalmente, tirando con todo su peso de su mano aquel vampiro le libero.

El cuerpo de Scarlett fue a dar al suelo entre alaridos de dolor mientras se observaba la mano ensangrentada. El muy maldito había dañado su mano derecha y por cosas como esa es que terminaría realmente muerto.
¡MALDITO!…. YA VERAS QUIEN DESTROZA A QUIEN… – el perro seguía ladrando, pero ante las amenazas de quien había lastimado a su dueña, termino por callar. Scarlett entonces se presionaba la mano para detener la sangre que salía de su mano, necesitaba algo con que detener lo que aquel ser maldito provoco. Estando completamente en sus 5 sentidos, se hubiese ido a curarse y posteriormente regresado a terminar su cometido, pero ahora solo tenía algo en mente.
No le importaba morir, no le importaba que aquel vampiro no le diera información… lo quería muerto.

Después de levantarse camino en dirección a donde antes habían estado las pinzas, aquel pequeño mini arsenal de armas e instrumentos de tortura. Entre todo aquello encontró una pequeña soga y antes de hacer cualquier otra cosa y quejándose del dolor de su mano, corto un poco de tela de sus pantalones de montar que ya estaban cubiertos de sangre. Al mover finalmente la mano al hacer aquello fue que se percato de que no había sido uno solo el dedo roto, sino que le había roto más y eso lo deducía por el dolor.
Eres un estúpido, pensaba divertirme realmente contigo y no ser tan cruel pero ahora…. – puso el trozo de tela sobre su mano y con la pequeña cuerda lo sujeto, en una especie de torniquete, después de todo no pensaba durar realmente mucho tiempo en aquella situación y ya tendría la oportunidad de que le curasen apropiadamente – Definitivamente voy a matarte… – las miradas que ambos se dedicaban estaban cargadas de odio y de locura, ninguno estaba completamente sano en esos momentos y eso les volvía sumamente impredecibles.

Con andar seguro y a pesar de todo, camino hasta estar nuevamente frente al vampiro y levantando las pinzas y guardando el colmillo fue que se acerco nuevamente a él.
Despreciable criatura… voy a mostrarte lo que es sufrir… – y sin miramiento alguno metió a la fuerza las pinzas para sujetar el colmillo restante – Te matare de una forma tan lenta y dolorosa que todo lo que has pasado será solo un chiste comparado con esto – sujeto las pinzas con ambas manos y se mordió el labio para no gritar ante el dolor de su mano y sin más comenzó a tirar – Pero antes de matarte claro, reclamare lo que es mío… – y al terminar aquella frase fue que el colmillo cedió, provocando que la inquisidora se echara a reír mientras observaba la segunda adquisición.
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Mensaje por Invitado Lun Feb 10, 2014 11:21 pm


“Siento que soy el gato Cheshire, perdido, pensando que está cuerdo, en el mar de locos.”

¿Era cosa del destino, casualidad o el mismísimo karma el que se presentaba frente a mí? Sin duda, de ser la tercera opción me lo estaba devolviendo, tal como dice la profecía, por tres. Pero no se suponía que debía morir allí, tenía que volver para pagar la deuda con esa misma fuerza, debía darle algo muy bueno al universo, para que la cadena pudiese seguir intacta. Esa se suponía que eran las cosas que tenía que pensar, que tenía que asegurarme que sucedan. Pero solo sentía odio en ese instante. Un odio atroz y melancólico. Me había arrebatado a la persona que más amaba en el mundo en medio del acto de amor más importante. ¿Cómo se suponía que podía pensar las cosas claramente? Era imposible y por más que lo intentaba, quería agarrar el cuello de esa inquisidora y cortarlo lentamente, despedazarla, quitarle primero la piel y luego saborear su carne, mantenerla viva, torturarla, alimentándola con su propio cuerpo. De mis ojos color rojo, irritados y trasformados, solo venganza y destierro se podía apreciar. Ella sin duda desearía no haber nacido cuando cobrara mi venganza.  Pero ahora mismo no estaba en posición de hacerla arder. Al parecer, aún no era el momento. Sabía que era cuestión de tiempo para terminar desmayado, la falta de sangre y ese mismo olor provocaban hambre y nauseas al mismo tiempo. Mi cerebro estaba colapsando por la cantidad de sentimientos y emociones que se estaban frustrando en mi cuerpo. Quedarme quieto y esperando no era algo que me caracterizara y estar en ese estado, simplemente me estaba volviendo loco.

El crujir de esos huesos ajenos terminaba de hacer que mi mente se disperse. No quería hacer más daño, me sentía terriblemente mal por haberle roto la mano entera y la sensación de los huesos saliéndose de lugar hacía que de mis ojos salgan pequeñas lágrimas de mero sufrimiento. ¿Por qué lo estaba disfrutando? ¿Y por qué dolía tanto hacerlo? Los golpes de esas pequeñas manos sobre mi rostro terminaron de hacer que la soltara. Se escuchó un ruido seco que era el de mi cuerpo cayendo al peso de las cadenas, jadeando suave y pausado, y el sonidito latente de sus pasos me hacía notar que era mi fin. No tenía fuerzas, pero de algún modo forcejé al instante de ver nuevamente las pinzas. La mirada de la mujer era elocuente, estaba demente como una mujer recién salida del psiquiátrico. Quise llorar con todas mis fuerzas, pero el movimiento fue tan rápido, tan doloroso y frustrante que apenas llegué a hacer un movimiento de boca como si quisiera gritar. Mordí su mano cuando ella se metió en mí y lo último que sentí fue la desgarradora risa de ella y todo se volvía negro, crujiente y determinante. Mi conciencia se había esfumado.


La sentencia [Scarlett]  Linea

Tenía cabellos semi largos, oscuros tirados hacía atrás, mirada altiva y un rostro lánguido con una sombra de barba. Su piel estaba suavemente tostada, llevaba un traje que no era para nada de época. Más bien parecía salido de algún otro universo, a su lado una mujer de unos veinte años con melena color rojo y ojos verdes estaba mirando sobre una bola de cristal. Parecía estar en sintonía con el universo y cuando empezó a temblar y balbucear en idioma celta el hombre de ojos grises se cruzó de brazos, esperando, atento a lo que sucedería ahora. ― Él está en la parte escondida, está sufriendo, pronto será muy tarde. Hay que ir ahora, ahora es cuando está la posibilidad. ― Murmuraba con sus cabellos enredados revoloteando por toda el área. Había un círculo de velas alrededor de ambos, un pentagrama dibujado en el centro y estatuillas de un hombre y mujer, verde y rojo respectivamente, mirando hacia el norte y sur de la bola que la bruja estaba usando. Se sentía el olor del romero, del incienso de la mirra, benjuí y almizcle. Había un gran poder acumulado que cuando la mujer terminó de hacer el ritual, alzando una varita con punta de cuarzo hacia arriba y abriendo en contra de las agujas del reloj por el círculo, se desvaneció. Desapareció todo rastro de energía potenciada, ahora todo estaba acumulado en la vara.  

― Muy bien, vamos, vendrás conmigo esta vez. Nadie puede destruir a mi hijo, ni siquiera yo. ― Sentenció aquel hombre que podía desarmar a una mujer con solo mirarle los pies y tomó el cuerpo de su bruja con ambas manos, saltaba, volaba hacia donde la mujer le indicaba, pasaba desapercibido ante todos, porque era un vampiro tan antiguo que sus poderes ya no podían ser percibidos por la gente mediocre. Se escabullía entre las ramas y cuando llegó frente a aquel lugar se adentró sin miedo alguno. La hermosa y torpe colorada que iba detrás de él se aferraba a su espalda mientras las personas que se cruzaban caían desmayadas, en silencio a los costados. Y solo cuando terminaron de bajar hacia los calabozos la bruja se separó y fue delante de él, con unos ojos curiosos, llenos de emoción. No se detenía en las otras celdas, parecía saber perfectamente donde tenía que ir. Y cuando se detuvo, sus cristalinos ojos empezaron a derramar miles de lágrimas. Allí estaba el hijo de su maestro, manchado en sangre y con una mujer que le estaba arrebatando los colmillos y pronto, la vida, la eternidad. ― No te acerques Maestro, no puedes matar a esta mujer y si vienes lo harás. Tengo que hacer unas cosas, para que no queden sospechas… Y hay un perro, no tendré tiempo con sus ladridos. Nadie puede saber que su hijo ha sido salvado―


En silencio, la mujer trazaba con su mente un nuevo círculo, este relucía de poder, brillaba eternamente, se formaba un nuevo Pentáculo bajo sus pies y alzando las manos balbuceaba en gaélico, se estremecía y de ella empezaba a salir la esencia de un nuevo mundo. Un poder llamado ilusión recaía sobre los ojos de un perro y su ama. Aquello debía mantenerlos quietos por unos instantes, las imágenes que se debían mostrar en esas mentes eran las de una venganza llevada a cabo, un inmortal muriendo entre sus brazos. Un fuego ardiendo mientras los gritos del pequeño asiático se hacían presentes. Cenizas y luego… La nada. Cuando aquel conjuro empezaba a hacerse presente, la muchacha de ojos verdes entró, tomó a Hero en brazos, luego de sacarle las esposas, estaba magullado, completamente hinchado y con falta de sangre.


―… Dámelo. ― Seco y directo el hombre alto y formado se acercó para poder tomar a su creación entre brazos y la lloró con frustración, mirando aquellos huecos que empezaban a sanarse lentamente, pero los colmillos no volvían. Tomó un aire que no necesitaba y se acercó a la bruja, a su amante. Los tomó a ambos con amor y empezó a irse de allí, tan rápido que nada podía apreciarse. Ahora tendría que salvar a aquel hombre que había enamorado a su hijo. Estaba odioso por aquel pensamiento, pero lo haría, porque siempre le había cumplido los caprichos, porque había llegado a enamorarse locamente de Hero, de aquel héroe que le había calmado el corazón con aquella belleza interior y exterior que tenía. Pero sin duda alguna, estaba enojado, lo había dejado ir a Paris, le había dado completa libertad y le había fallado. No había podido defenderse por sí mismo. Luego tendría que castigarlo. Su mente insana empezaba a calcular cosas. Pero se detuvo cuando llegaban a una iglesia abandonada. Allí dejaría a su hijo, bajo la protección de un campo de energía y un hechizo de inlocalización, hasta poder encontrar a aquel amante que Hero tanto necesitaba.


“Aunque tengas un Ángel guardián debes aprender a cuidar de ti mismo, a no necesitar a nadie para sobrevivir.” 
Anonymous
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La sentencia [Scarlett]  Empty Re: La sentencia [Scarlett]

Mensaje por Scarlett Duchannes Dom Mar 09, 2014 9:49 pm

La diferencia entre los seres humanos y los animales salvajes es que los seres humanos oran antes de cometer un asesinato.
Friedrich Dürrenmatt

Contemplo con sumo placer aquellas segunda adquisición, lo que le haría feliz durante algunos días y con pereza observo como aquel vampiro ya estaba inconsciente. Por primera vez desde que aquel inmortal y ella se encontraran creyó que se había pasado con la intensidad de su interrogatorio, más cuando el punzante dolor de su mano se hacía presente. Maldijo para si misma mientras se guardaba para si aquellos colmillos que serían su recuerdo personal de como había logrado asesinar a aquel vampiro y sonrío para si misma.
Planeaba decir a los altos mandos que no había conseguido gran cosa, ya encontrarían después un nuevo sobre natural al cual interrogar sobre la alianza aquella y sobre los que quedaran vivos de ella.
Todo hubiese sido mucho más sencillo si hubieses cooperado conmigo vampiro – susurro acercandose al cuerpo del inmortal, ese que se encontraba entregado a lo que ella planeara hacerle pero al final de todo, nada sería lo que ella esperaba.

En un curioso giro de eventos y sin que ella se diera cuenta de nada de lo que sucedía, fue envuelta en una fantasía perfecta para si misma.
Los ojos de la inquisidora vieron como aquel vampiro abría los ojos, aún lloroso ante ella y sin poder soportar una ira creciente dentro de ella al contemplar semejante muestra de aquel patético inmortal fue que se acerco a él, o eso creía ella; comenzando a torturar aquella piel blanca que se teñía más del rojo de la sangre y los gritos que escuchaba le deleitaban, provocando en ella que riera de lo que le hacía a aquel desdichado ser. La tortura de extendió durante un buen tiempo en el que no existieron palabras, solo gritos y risas, hasta que aquel inmortal encontró la muerte con una estaca clavada en el pecho y la inquisidora se deshizo del cuerpo aquel como de cualquier otro… quemándole.

Ante la vista de cualquier otro humano, solo hubiese podido notar la figura estática de la mujer, parada en el lugar en el que estaba cuando se guardo aquel par de colmillos que sería lo único que le demostraría que Hero Jaejoong había sido su presa.
Para Scarlett todo sería tan real que verdaderamente creería en la muerte de aquel vampiro, en que sus gritos y su sufrimiento final había sido veridico pero una vez que aquella farsa cayera. No descansaría hasta que el cuerpo de Hero estuviese destrozado por completo. Pero por aquellos momentos cuando volvió de aquella mentira, todo era tan real que sonrío al ver la sangre donde antes estuvo el vampiro y sacando los colmillos de donde los mantenía les miro.
Serán un lindo recuerdo, ¿no lo crees Sombra? – el perro ladró a su dueña que justo después de eso, camino para salir de aquel lugar después de todo, necesitaba que le atendieran debidamente la mano herida.



TERMINADO

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