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Aprendiendo a decir adiós [Gianella] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cosette Renaud Mar Feb 05, 2013 1:37 pm

Cinco días habían pasado desde que su madre había fallecido, y Cosette había pensado que ese tiempo serviría para que el dolor de su partida aminorara aunque fuera un poco. Pero se había equivocado; tal como una herida abierta que se niega a sanar, las desgarradoras emociones que se habían apoderado de ella no la habían abandonado ni por un segundo. El rostro moribundo de su madre y sus últimas palabras la acompañaban a donde fuera, como si fuesen dedos que con malicia tocaban la herida causándole un dolor insoportable.

Si no encontraba alguna manera de apartar aquellos pensamientos, no cicatrizaría jamás. ¿Pero cómo se suponía que debía afrontar la situación? ¿Cómo iba a superar la muerte de uno de los seres más importantes de su vida? A veces, cuando acababa de despertar de una noche de mal sueño, olvidaba por un momento lo que había ocurrido. Esos eran los peores momentos, pues la realidad se volcaba sobre ella como un balde de agua helada recordándole la desgracia por la que estaba pasando. Habría preferido dormir para siempre, o al menos por mucho tiempo. Sumirse en un sueño que le hiciera olvidar lo ocurrido y despertar algún día en una mejor situación, y con mejor ánimo.

Pero tratar de convencerse de esas cosas era sólo engañarse. Debía aceptar lo que había ocurrido, por muy difícil que le resultara imaginar su vida sin su madre. No podía creer que ya no volvería a verla, a escuchar su voz o ver su rostro. Eso le hacía preguntarse si acaso sería mejor negar esas ideas y tratar de ignorarlas. Era algo que ya había hecho en el pasado; cuando su padre había muerto ella trataba de convencerse de que en algún momento volvería a verlo, que quizás el cuerpo que habían visto ahorcado en la plaza no era el de él. Y cuando su hermano desapareció trató de imaginar que había decidido empezar una nueva vida en otro sitio, un lugar mejor, y que ahora quizás estaba disfrutando de mayores comodidades y era feliz.

Pero Cosette ya no era una niña, ahora más que nunca debía mantener los pies en la tierra y tratar de ser valiente, por muy difícil que resultara. Había llegado el momento de aprender a decir adiós.
Su patrona le había dado un par de días libres para que pudiese encargarse de lo necesario y asimilar la situación. No había habido velorio para la madre de Cosette, ni siquiera un verdadero funeral. Algunas personas se habían acercado a darle sus condolencias, principalmente vecinos y amigos de la familia. Pero en el entierro sólo habían estado presentes ella, su padrastro y su hermano Julien, que con diez años parecía ser el único que entendía realmente lo que estaba pasando.

Habían gastado una gran cantidad de dinero en el ataúd, más de lo que hubiesen podido costearse en realidad. Pero naturalmente Cosette se negaba a que enterraran a su madre en alguna fosa comunitaria como si fuera una indigente o un animal. No, su madre se merecía un ataúd que combinara con lo maravillosa que había sido en vida. Era lo mínimo que podía darle ahora que partía al otro lado. Ya vería más adelante cómo se las arreglarían para reponer aquella pérdida de dinero; en un momento como ese no tenía cabeza para pensar en esas cosas.

Su familia estaba devastada, pero ella parecía ser la más afectada de todos. Sus hermanos eran demasiado pequeños, claro que sabían lo que pasaba pero también se distraían con más facilidad que los adultos. Y aunque su padrastro también se había mostrado más vulnerable de lo que jamás había visto antes, Cosette sabía que él había dejado de amar a su madre mucho tiempo atrás. En realidad a veces se preguntaba si acaso la habría amado en absoluto. Su madre había mostrado una pequeña mejora una semana atrás, pues había salido de cama más tiempo de lo normal y Cosette llegó a pensar que quizás estaba recuperando las fuerzas. Sin embargo sufrió una recaída días después y en un abrir y cerrar de ojos había perdido la vida. Al menos fue una transición tranquila y al parecer no demasiado dolorosa.

Había decidido salir de casa y buscar en las calles de París algo que fuese capaz de distraerla. Hasta ahora no había tenido mucho éxito. Sin saber muy bien cómo, llegó hasta una zona abandonada y tranquila, donde no parecía haber nadie más. Se sentó en una pila de maderas de una construcción a medio acabar y se quedó quieta y en silencio, mirando la nada. Tenía los ojos enrojecidos y se sentía débil, como si las lágrimas que había derramado en esos días se hubiesen llevado las pocas energías que le quedaban. Aunque lo que en realidad había sucedido era que en esos cinco días apenas se había alimentado, pues había perdido el apetito por completo.

Tenía demasiados sentimientos encontrados y también demasiadas cosas que considerar. Algunos pensamientos la atormentaban, como la idea de que quizás debería haber buscado ayuda médica para su madre y así intentar salvarla. ¿Pero cómo, con qué dinero? Sí, siempre era el maldito dinero lo que definía la vida de las personas.
Ahora que su madre ya no estaba, sentía que no le quedaban razones para seguir viviendo en la casa de su padrastro. Quería salir de ahí cuanto antes, llevarse a todos sus hermanos y empezar una nueva vida en otro lugar. Pero aquella era una idea utópica y sabía que se estaba engañando, pues no tenía idea de a donde podría ir. Suspiró y se llevó la mano al rostro para frotarse los ojos cansados. Los colores del cielo anunciaban que pronto empezaría a atardecer.
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Mensaje por Gianella Massone Vie Feb 08, 2013 11:57 am

La Casa de la Esperanza estaba de fiesta. Lo que había comenzado con una visita al circo para conmemorar el cumpleaños de uno de los niños más pequeños continuaba con uan gran comida en el comedor, cuyas largas mesas estaban unidas para permitir la convivencia de todos quienes habían decidido asistir, incluso los inquilinos más recientes. Parte de los financiadores había donado pasteles, tortas y bebestibles, y cuatro pavos asados eran repartidos en porciones con ensaladas y arroz a cada uno de los presentes. Las risas iban y venían, y los lazos se creaban y afianzaban con extrema facilidad; todo esto lo contemplaba Jeanne con orgullo dándose el tiempo de ver cómo se desarrollaba todo a grandes rasgos tras servir el último platillo. Sin embargo, su sonrisa se volvió una mueca de tristeza al notar que cierta persona no estaba allí. Suspiró y dejó a Léa a cargo mientras se dirigía al lugar en donde sabía que iba a poder encontrarla.

Ni el mejor payaso podía hacerla reír. Acompañó y ayudó en los preparativos como debía hacerlo, pero su semblante seguía sin ser el mismo. De ser por ella se hubiera desaparecido, pero el sentido del compromiso era más fuerte que ella y su depresión. El cuerpo sobre la cama y la cabeza sobre la almohada, abrazándose a ésta con la suavidad con la que habría abrazado y estaría abrazando aquel cuerpo tan suave y agresivo a la vez. Pero estaba sin fuerzas, todos sus pensamientos eran consumidos por ella, por la mujer que había cazado los pedazos de su corazón uno por uno y los había vuelto a reunir. Desgraciadamente, el destino tenía otros planes, y de un mazazo le volvió a destrozar, dejándola destrozada a ella también.

Jeanne se acercó a paso lento como si se aproximase a secar un diente de un león dormido, pero se detuvo de golpe como si le hubieran puesto una muralla al frente. El cuerpo recostado se movía ligeramente, podía percibirlo por los ligeros espasmos de su espalda; y luego, por los sonidos que al parecer intentaba ocultar la licántropa, supo lo que estaba sucediendo con ella. Y la pena empática se instaló en el corazón ya blando de la anciana. Ésta quiso retomar su camino rodeando la cama, pero antes de dar un solo paso fue nuevamente detenida por otro sonido: la voz angustiada de quien no quiere gestos de lástima para que el dolor no aumente y explote.

- No vengas.
- Gianella, por favor…yo-
- No vengas, Jeanne…- insistió – vuelve a la fiesta. Ellos te necesitan más que yo.
- Ellos son los que no dejan de preguntar por ti, Gianella – le recalcó tratando de ser lo más suave posible, pero no había caso.
- Pues sigue inventando excusas, porque no voy a ir. No así – Algo de decisión aparecíó, pero se fue tan rápido como llegó-
- Gianella, tienes que distraerte. No puedes estar todo el día pensando en eso, y peor aún, culpándote por lo que sucedió. Con Sybelle te demoraste meses en aceptarlo y- -pésima idea el mencionar el aquel nombre, ya que la Loba reaccionó con la fuerza y la impulsividad que daba la ira repentina derivada de la frustración.
- ¡¡Cállate!! – Bramó de golpe acercándose a la anciana hasta quedar frente a frente, aprovechando su mayor altura para intimidarle con los colmillos afuera – No te atrevas a hablar ni a comparar a esa mujer con Kaida…-Susurró con tanto odio como si tuviera al responsable de las muertes de ambas mujeres al frente, gruñendo como la bestia que era en el fondo y que quería surgir aún fuera de la Luna Llena.

Jeanne, al contrario de una reacción normal que involucrase principalmente temor, no se sobresaltó. Conocía lo suficiente a la italiana de ojos amarillos para incluso predecir sus respuestas. Simplemente le observó en silencio a pesar de tenerla casi encima queriendo devorarla resoplando cual toro viendo color rojo, y con esa misma calma esperó a que el instinto ajeno se reprimiera por sí solo. Gianella al verse “derrotada” se apartó y avanzó hacia el balcón, corriendo cortinas y abriendo ventanas dejando que una brisa de viento dejara en claro que la temperatura estaba bajando y estaba anocheciendo. – Iré a tomar aire. No me esperes. –Murmuró y Jeanne no dijo nada, únicamente le observó marcharse dando un salto hacia la calle.

Lo que menos quería era estar cerca de ese lugar, por mucha frustración que tuviera por no poder acompañar a Jean Phillippe en su cumpleaños; la frustración por no haberla protegido a ella fue más grande. Yo no se sentía cómoda allí, pero no podía largarse. Su deber estaba más afianzado que nunca, y su preocupación también. Sólo esperaba que no pasase nada, y si llegaba a pasar, que fuera manejable por los guardias restantes. Sabía que ellos comprendían su situación, se lo dijeron: que le darían el espacio posible y necesario para convivir con el luto y superarlo lo más pronto posible. Sin duda alguna ella había sido la más golpeada con todo el asunto, y era casi una obligación permitirle que se recuperara. La necesitaban, y mucho.

Con el atardecer a cuestas llegó a una zona que conocía bastante bien al estar relativamente cerca de la Corte, esperando que el silencio y la brisa fría hicieran su trabajo, pero percibió un aroma que le hizo secarse las lágrimas que había liberado en el camino. Era una humana, y de escasos recursos según sus ropas. Se frotaba los ojos sentada en una pila de maderas. ¿Por qué a donde fuera tenía que encontrar a alguien? Suspiró resignada y, lejos de irse, le habló tras ponerse de pie frente a ella, como si las maderas fueran parte de su propiedad y quisiera echarla, aunque la intención por lejos no era esa – Este lugar se hace muy peligroso en la noche. ¿Viniste a entregarte a la muerte? – Preguntó con el poco tacto acostumbrado. Podía estar masacrada por dentro como ahora, pero siempre había tiempo y atención para alguien más. Así era ella.


Ahora soy yo la que te pide disculpas por la biblia xD
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Mensaje por Cosette Renaud Dom Feb 10, 2013 4:12 pm

Un ruido de pasos le advirtió que alguien se acercaba. Se puso tensa y levantó la mirada justo cuando la persona se ubicaba frente a ella y le hablaba. Le miró con desconfianza considerando la idea de ponerse de pie y alejarse de inmediato, después de todo aquella no era una zona precisamente segura y las palabras de la joven no sonaban como la típica presentación que esperarías de un desconocido. Para nada.
Aparentemente todas las personas con las que se había encontrado en las últimas noches tenían el afán de recordarle que andar sola a esas horas era peligroso. Y lo sabía, claro que lo sabía, pero la noche la tentaba con esa paz y silencio que no podía conseguirse durante el día.

-Tal vez –respondió de inmediato a su pregunta, y ella misma se sorprendió de sus propias palabras. ¿Por qué había dicho eso? ¿Acaso su subconsciente estaba considerando la descabellada idea de entregarse realmente a los brazos de la muerte?
-No –dijo de pronto, como corrigiéndose a sí misma. Por muy desoladora que fuera la situación por la que estaba pasando, sabía que pensamientos como aquellos no podían siquiera pasar por su mente. Después de todo la vida conllevaba también muerte, y era un destino inevitable que surgía apenas llegabas al mundo. Algunos partían antes, otros después, pero lo único seguro en la vida era la muerte. Eso, al menos, era lo que sabían los humanos…

-Sólo buscaba un lugar apartado y tranquilo, es difícil encontrar sitios así en una ciudad tan agitada como París –le explicó mirándole a los ojos y aún sin saber si podría confiar en ella, aunque para ser sinceros tampoco tenía ganas de moverse de ahí.
Se sentía débil y hastiada. La apatía se había apoderado de ella desde la muerte de su madre, y aquel sentimiento podía ser uno de los más peligrosos porque destruía a todos los otros, buenos y malos.
-Necesito pensar. Necesito… olvidar –¿olvidar? ¿Era eso lo que realmente quería? Sí, deseaba olvidarse de todos aquellos sentimientos desesperanzadores. Pero no quería olvidar a su madre.

-¿Y usted? –le preguntó finalmente con cierta curiosidad. Al menos esa característica no había desaparecido del todo aún.
-¿Qué la ha traído hasta aquí? Este lugar se hace muy peligroso en la noche –usó sus propias palabras mientras enarcaba una ceja. Lo que naturalmente no sabía era que la noche era el hogar de las personas como Gianella, y los que podrían correr peligro eran otras personas, no ella misma. Jamás habría sospechado cual era la verdadera naturaleza de la joven que tenía en frente, pero le daba la impresión de que había algo diferente en ella. Era su presencia. No parecía una de esas muchachitas que se rompían en pedazos si les ponías un dedo encima. Su mirada le resultaba afilada, misteriosa. O tal vez era su imaginación.
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Feb 16, 2013 7:45 pm

A primera instancia la mujer le recordó a un péndulo, dudando entre una y otra alternativa, escogiendo una y luego arrepintiéndose para escoger la contraria sin la seguridad de que no iba a volver a cambiar su decisión. Lo peor eran los contrastes entre una y otra respuesta, las cuales jugaban con una vida como quien se pasa un balón con un amigo: en cualquier momento podía ocurrir una tercera alternativa y echar por tierra todo lo realizado anteriormente.

Le analizó con más cuidado gracias a la cercanía y confirmó lo que había establecido antes sobre ella respecto a su clase social y a su semblante, ayudándose de lo que le decía. Que necesitaba un lugar tranquilo para pensar y para olvidar. “Vaya coincidencia” pensó Gianella con un aire sarcástico, ya que el destino le había tirado encima una mujer para compartir sus penas. ¿Sería bisexual? No, ni ganas de eso tenía. No podía ser tan descarada como para desquitarse entre gemidos, ni tampoco iba a arriesgar su bien ganado orgullo para entregarse a alguien más entre jadeos de sumisión. Algo de dignidad le quedaba, y la iba a atesorar por mucho que pesara menos que un par de francos.

Le cedieron la palabra y lo primero que hizo fue un gesto, sentándose a una distancia más o menos prudente en la misma pila de maderas, pero a la misma altura como para no forzar el cuello. La ceja alzada le hubiera molestado de estar en su normalidad mental, pero al final eso era una bobería. Era raro que se preocupasen de ella, sobretodo una desconocida que se presentaba ante ella, pero inconscientemente lo agradecía. No tenía a Sybelle, y ahora Kaida se había ido de su lado para siempre; Léa apenas pasaba en la Casa y Emily era demasiado joven como para comprender asuntos así, y para colmo Jeanne le resultaba hasta molesta con sus insistencias. ¿A quién recurrir? A sí misma, y a nadie más que a sí misma.

- Pues…también buscaba algo de soledad, algo de calma. Mi cabeza y mi corazón están muy inestables, y un poco de aire frío nocturno nunca está de más – Comentó mirando hacia el frente, entrelazando sus dedos para quedar en plan pensativo – Conozco los peligros de este lugar, y sé como contrarrestarlos. Así que no tengas miedo. No vas a morir ni aunque quisieras hacerlo. – Una muestra implícita de que iba a protegerla por muy decidida a morir que estuviese, ya que su deber era proteger a los desvalidos. No iba a dejar que la matasen los vampiros que a menudo se dirigían a ese lugar. Primero ella tendría que morir para que sucediera eso. Imposible.

- ¿Qué te sucedió? – Preguntó mirándole un momento, pensando en por qué una joven como ella estaría tan sola a esas horas de la noche. Era como el típico caso de la chica que había perdido todo y ahora se debatía entre seguir o desistir de respirar. Pronto sabría si era otra repetición o un capítulo distinto ante sus ojos.
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Mensaje por Cosette Renaud Miér Feb 20, 2013 10:40 am

Cosette observó a la mujer mientras se sentaba cerca de ella, sintiéndose de pronto un poco más relajada. No tenía pinta de ladrona ni nada parecido, y aunque uno nunca podía fiarse de las apariencias, tampoco tenía ánimos ni fuerzas para seguir desconfiando, o en el peor de los casos ponerse de pie y marcharse. Y tampoco era como si su presencia le incomodara; por el contrario, esos últimos días había estado casi siempre sola, llorando en los rincones y sin atreverse siquiera a interactuar con sus propios hermanos por miedo a contagiarles ese estado de ánimo tan lúgubre y triste.

Escuchó sus palabras pensando en que aparentemente sentían lo mismo, aunque quizás por razones diferentes. Lo siguiente que dijo le llamó la atención, pues aunque debía admitir que la chica tenía un aspecto fuerte y seguro –al menos a sus ojos– seguía siendo una mujer como ella, quizás ni siquiera mucho mayor. ¿Cómo pensaba ayudarle entonces si es que realmente surgía algún peligro? Y sin embargo había algo en ella que le instaba a creerle, a confiar en lo que decía y a apartar el temor de lo que podría pasar.

Finalmente escuchó la pregunta que había estado temiendo y esperando a la vez. No es que no quisiera hablar sobre el tema, pues creía que a veces hablando sobre las cosas que te angustiaban lograbas aclararte un poco. Más bien tenía miedo de no poder reaccionar como era debido, de volver a romper en llanto como le había sucedido en los últimos días. Pero incluso si eso ocurría, estaba en su derecho ¿no? Tampoco iba a esforzarse por fingir, pues algo le decía que la mujer que tenía al lado no le juzgaría por eso.

Con la mirada medio perdida, clavada en ningún punto en particular, Cosette tomó aire y se llenó de valor para responderle.
-Mi madre falleció –dijo finalmente, sintiendo cómo esas palabras se clavaban en ella como dagas. Las personas que se habían acercado a ella en esos días para darle sus condolencias y ofrecerle su apoyo, sabían bien cuál era su situación y por lo tanto no necesitaban preguntar nada de eso. Así que aquella era la primera vez que lo decía en voz alta, y vaya que se sentía extraño. Era como si recién en ese momento hubiese terminado de asimilarlo.

-Fue hace cinco días –añadió mientras desviaba la mirada para observarle cara a cara. Para su sorpresa sus ojos no se llenaron de lágrimas ni tampoco sonó quebrada su voz, y eso le hizo pensar que quizás estaba empezando a superar aquello al fin.
-Pero supongo que uno nunca termina de acostumbrarse… -agregó apretando los labios en un gesto de angustia. En ese momento no era sólo la muerte de su madre lo que le acongojaba, sino también la serie de decisiones que debería empezar a tomar a partir de ese momento.

-Se me hace tan extraño pensar que no volveré a escucharla, que no volveré a verla… que no podré abrazarla otra vez –se quedó con la mirada en blanco por un momento, recapacitando. Luego parpadeó un par de veces y suspiró. No estaba segura de que a su acompañante le interesara escuchar aquello, pero a ella le venía bien expresarse y desahogarse un poco.
-Pero estoy segura de que a ella no le gustaría verme así. La vida continúa, si no es por mí, al menos por ella –se encogió de hombros y volvió a mirar a la mujer a los ojos.
-¿A ti qué te pasó?
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Mar 02, 2013 7:35 pm

De la agonía de los muertos los vivos aprendemos a luchar.
Anónimo.


De alguna manera esperaba ese tipo de respuesta. ¿Por qué otra cosa se desearía estar en la soledad más absoluta incluso arriesgando la propia integridad ante peligros conocidos y desconocidos? Para pasar rabias o penas, sentimientos negativos que no daban espacio para el apoyo de un tercero cuando el orgullo se interponía cual muralla, o cuando simplemente no existía tal tercero, lo que era mucho más lastimero para quien deseaba una palabra de aliento o ser rodeado por brazos ajenos hasta que las lágrimas se secasen y el tiempo mitigase el dolor que jamás desaparecería.

No hizo gesto externo alguno al oírle; de hecho, todo el proceso de reacciones a lo que escuchaba lo desarrollaba por dentro en aquel pecho más partido que entero, con sus últimas cenizas resquebrajadas por los duros martillazos que el Destino le daba una y otra vez sin tener una posibilidad de evitarlos o de defenderse ante ellos. Algunas veces había escuchado conversaciones ajenas relativas a la Reencarnación y a que lo que se había hecho en vidas anteriores se pagaba o se recompensaba en la siguiente. Más de una vez intentó considerar cierta la posibilidad de que sus desgracias no eran una simple mala suerte prolongada al pasar de los años, sino que era una especie de dictamen a su propia existencia, cuya continuidad también consideraba en peligro. Sin embargo, esos pensamientos no le duraban demasiado en esa cabeza llena de impulsividad. Debía vivir en nombre de todos los que le habían dejado y eran de su cuidado respeto, por mucho que las ganas de acompañarles en el otro mundo le hicieran tomar decisiones drásticas frenadas por su propio sentido de la dignidad y el honor.

Aquella reflexión coincidió con las palabras de la chica, como si su boca y su mente hubieran estado conversando desde el momento en que había empezado a hablar y a recordar a su madre. Cerró los ojos y despejó aquella sonrisa tan identificable de sus recuerdos recientes, regresando a aquel rostro de ojos claros y cabello negro que le pedía que le abrazase constantemente, que se fuera con ella en aquellas ilusiones que terminaban por mermar el sueño efímero que intentaba conciliar, y que se traducía en su humor cada vez más inestable, para desgracia de los que convivían con ella y no eran sus enemigos. No conocía a aquella joven, pero nada parecía hacerle concluir que quería hacerle daño. Es más, estaba quizás tan o más herida sentimentalmente como ella, aunque la muerte de una madre no podía compararse en ningún caso con el de un amor. ¿O quizás sí?

- Tu madre seguro querría verte con una sonrisa, sin llorar por su partida. Tu madre querría que siguieras viviendo sin importar las dificultades, atravesando todas las barreras que se te presenten a partir de ahora. – Respondió sin mirarle, viviendo el dejavu intenso que significaba el tener el tema de su madre tan presente. ¿Cómo reaccionaría si le decía que ella misma había matado a sus padres? Prefirió omitirlo, y guardarlo bajo siete llaves. Cada vez menos personas sabían ese secreto, y así era mejor.

Tomó aire lentamente, y lo liberó en un suspiro cansado, sintiéndose menos preparada que ella incluso para hablar de lo que debía hablar, aunque no le gustase demasiado la idea. Era cuestión de igualdad, y hasta en eso debía mantenerse recta, sin importar lo doloroso que fuera pronunciar lo que pronunció – El amor de mi vida…fue asesinado. – Comenzó diciendo, dejando el género de quien hablaba en neutral aunque sinceramente le daba lo mismo que supiera que era una mujer – Volví de un viaje corto, y le encontraron muerta. No pudieron hacer nada para salvarla…ni yo por protegerla….-murmuró ahora sí tensionando los puños y encorvando un poco más la postura, queriendo descargar aunque fuera un ápice de el infinito odio que acumulaba en contra de quien había decidido privarle de Kaida por el resto de su vida. La sensación de impotencia que tenía Gianella podía verse desde el otro lado del Océano. – Fue hace unas semanas…pero no he podido superarlo…

¿Y cómo lo iba a superar, si ella se había llevado lo poco y nada de amor que había recultivado en su corazón marchito?
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Mensaje por Cosette Renaud Vie Mar 15, 2013 7:29 am

Lo que le decía era cierto; ella lo sabía y de hecho aquella era una de las pocas cosas a las que se aferraba para intentar seguir con su vida de la mejor manera posible. Aunque resultara doloroso, muchas veces se imaginaba a su madre a su lado en esas ocasiones donde las lágrimas no paraban de caer; era entonces cuando la escuchaba decir “no me gusta verte llorar”, y la idea de hacerle sufrir con su llanto le obligaba a tragarse sus lágrimas, limpiarse la cara y continuar con el día a día con algo más de ánimo, sólo por pensar que eso haría más feliz a su madre.

Pero también era cierto que aquella no era más que una ilusión, y ya ni siquiera estaba segura de que en esos momentos su madre estuviese viéndola o escuchándola. Después de todo, ¿cómo funcionaban las cosas en el cielo? Se lo había preguntado muchas veces, siempre imaginándose a sus seres queridos en forma de ángeles observándole desde arriba. Aquello naturalmente habría sido bastante conveniente para ella, pero a esas alturas ya ni siquiera estaba segura de seguir creyendo en el paraíso. Aunque por el bien de su difunta madre, esperaba que sí existiera.

Guardó silencio al escuchar lo siguiente que la joven le decía, sorprendiéndose bastante de que se encontraran en una situación tan similar. En un principio pensó que había perdido a su esposo o prometido, era lo que se esperaba de las mujeres de la época después de todo. Pero al percatarse de que no se trataba de un hombre se sorprendió y tuvo que hacer un esfuerzo para que aquello no se le notara en la mirada. No es que tuviese algo en contra de los homosexuales, pues creía que cada uno tenía el derecho de buscar su propio camino a la felicidad en la vida, pero no estaba acostumbrada a encontrarse en situaciones así.

Imaginó que encontrar a alguien muerto sin previo aviso debía de ser mucho peor que verlo venir; en su caso su madre había estado mucho tiempo enferma y todos sabían que tarde o temprano se iría, pero el hecho de que las cosas ocurrieran de forma repentina sólo servía para hacerlo más grave y traumático. Se compadeció de ella, en especial cuando dijo que no había podido protegerla. Eso era algo que sin duda todos querían, pero ¿era realmente posible proteger a los seres queridos cuando la muerte venía a buscarlos?

-Bueno, al menos ahora las dos están descansando… –dijo tímidamente sin saber bien cómo expresarse, pues a pesar de que ella estaba viviendo algo similar, siempre era difícil encontrar las palabras adecuadas para momentos como ese. Y estaba segura de que ni siquiera la idea de que sus seres amados estuviesen ahora en un lugar mejor serviría para alivianar el dolor que sentían. Lamentablemente parecía ser que aquella era una de las cosas que sólo el paso del tiempo podría curar, y no un par de palabras de aliento o unas palmadas en la espalda.

-¿Sabes qué fue lo que le pasó? –le preguntó de pronto, y al segundo siguiente se arrepintió de hacerlo pues sospechaba que aquello sería jugar con una herida abierta y por lo tanto podría resultarle muy doloroso. Pero a veces la curiosidad simplemente le ganaba, y en caso de que quisiese hablar del tema, ella estaría más que dispuesta a escucharla.
-Por cierto, me llamo Cosette –dijo luego al percatarse de que aún no se habían presentado.
-Cosette Renaud.
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Mensaje por Gianella Massone Vie Mar 22, 2013 6:25 pm

¿Qué estaba descansando? ¿Qué clase de consuelo era ese? Ella no quería el descanso de Kaida, ¡Ella quería tenerla a su lado, abrazarla y confesarle lo que ahora tenía contenido en la garganta con un dolor semejante a sentir vidrios bajando por el esófago! Era demasiado pronto para que partiera, y lo peor de todo era que su muerte no había sido natural – lo que podría mitigar en algo el sufrimiento -. Habían terceros involucrados, y precisamente eso era lo que alimentaba constantemente sus deseos de encontrar culpables para hacerles sufrir de la manera más cruenta posible una pizca del dolor que seguramente se quedaría con ella por mucho más tiempo del que podría aparentarlo.

Podría haberle dicho todo eso, pero Cosette –como es había presentado- no tenía la culpa (aparentemente, ¿Qué motivos y medios tendría hipotéticamente para hacer semejante acto? ¿Y con lo de su madre a cuestas? No, no era posible. Su desconfianza se excedía para variar) de lo que estaba sucediendo, y lo peor era descargarse con otros; no por el malestar de la otra persona, sino que porque nadie era capaz de contenerla en su totalidad de manera constante. Leonor lo había hecho al principio, pero hace bastante que ya no la había visto. Ello, sumado a la interrogante que ella también tenía le hizo botar aire en una exhalación para no imprimir tanto de los sentimientos que cada vez más le costaba guardar, pero lo seguía haciendo para no incrementar los ya incómodos problemas que tenía.

- De saberlo, lo sé. Pude ver su cuerpo. Tenía una herida en el centro de la espalda y otra en la cabeza. – Explicó mirando en su mente el cuerpo pálido y ensangrentado de la cazadora – Atacaron puntos ciegos con una precisión increíble. El problema es…que no he podido averiguar quién o qué lo hizo. Casi no hay pistas… - por no decir que el rastro era muy difícil de seguir. El asesino había hecho muy bien su trabajo, pero no iba a escapar por siempre. La Loba Milanesa no dejaría impune uno de los crímenes que más le habían afectado, sino el que más lo había hecho desde la muerte de Sybelle. Confirmaba aquella férrea decisión su puño apretado al punto que sus venas resaltaban, masacrando en sus realistas sueños la cabeza de quien le había terminado de masacrar el corazón.

Repentinamente, y tras un tenso silencio, recordó que no estaba sola, y el agarre cesó para poder mirar a la mujer que con preocupación mantenía su semblante sobre ella. – Lo siento, me dejé llevar. – Otro silencio, y la cortesía surgió sola - Me llamo Gianella. Gianella Massone. – Dijo apenas para que le escuchara y bajó la cabeza otra vez, tragando saliva con esfuerzo para no ceder ante las sensaciones que hacían ceder a la mayoría de la gente. Pero a ella no. Esa era su fortaleza.
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Mensaje por Cosette Renaud Vie Abr 12, 2013 10:54 am

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando escuchó lo que le había ocurrido a la difunta mujer. Tenía que haber sido un acto atroz y cruel, y de sólo imaginárselo se le ponían los pelos de punta. En ese sentido se sentía afortunada de que la muerte de su madre hubiese sido tranquila y que hubiese servido para aliviar su dolor. Quizás incluso había sido simplemente su hora de marchar, pues había pasado muchos meses en un estado de salud bastante crítico y aquello había sido algo muy duro para todos, pero en especial para ella. Al final se había marchado en paz, y aunque eso no servía para llenar el hueco que había dejado en Cosette, al menos le hacía pensar que su madre no había sufrido tanto en esos momentos, o eso era lo que esperaba.

Pero lo que ahora escuchaba era totalmente diferente y a su parecer mucho peor. Un asesinato a sangre fría donde la víctima probablemente no había tenido ni tiempo de reaccionar o defenderse, algo que le parecía simplemente aterrador. Inevitablemente llegaron a ella los recuerdos del día en que encontraron a su padre ahorcado en aquella plaza, y las imágenes de su cuerpo inerte se hicieron tan nítidas en su mente que incluso tuvo que cerrar los ojos con fuerza por un momento, como si lo hubiese visto justo delante de ella. Sí, definitivamente un asesinato era mucho peor que una muerte natural, aunque lo que sí era similar o quizás exactamente igual era el vacío que dejaban las personas cuando se iban, sin importar cómo hubiesen muerto.

-¿Y sabes por qué lo hicieron? ¿La asaltaron? –preguntó finalmente y al segundo siguiente se dio cuenta de que probablemente no sería fácil ni agradable para ella hablar sobre el tema. Se arrepintió de haber preguntado pero no había podido evitarlo, le llamaba la atención que algo así le hubiese ocurrido a una mujer que ella suponía sería común y corriente… Quizás alguien había descubierto que amaba a otra mujer y por eso la habían atacado, después de todo ese tipo de cosas estaba muy mal visto por la sociedad en la que vivían y no era poco común que ocurriesen episodios así. Pero al final tampoco tendrían mucha importancia los motivos que hubiesen llevado al acto, pues ni siquiera con saberlo disminuiría un poco la gravedad del asunto.

-Lo siento, creo que no debería haber preguntado eso –se disculpó desviando la mirada con cierta vergüenza, segura de que a nadie le gustaría hablar sobre un tema como ese y menos cuando era algo reciente.
-Tal vez podrías buscar a alguien que te ayude a encontrar a los responsables, algo así como un detective… –no tenía mucha idea de esas cosas pero suponía que podría servir. Lo que no sabía era que seguramente ni el mejor de los detectives podría superar el agudo olfato de un licántropo, y también ignoraba por completo que la chica que se hallaba a su lado era precisamente eso.

Se percató de cómo apretaba el puño con aparente rabia, y no dudaba de que era eso lo que seguramente sentía. Ella estaría igual si le hubiesen arrebatado de esa forma al ser que más amaba, y de haber estado en su situación seguramente los deseos de venganza y justicia no la habrían dejado dormir.
-No te preocupes –dijo luego de un momento de silencio cuando Gianella se disculpó, y tras escuchar su nombre sonrió por un breve instante volviendo a mirarla.
-Massone… no es un apellido francés, ¿o sí? ¿De dónde vienes? –le preguntó con curiosidad aprovechando para cambiar el tema y hablar de algo que no fuese tan triste.
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Mayo 18, 2013 10:00 pm

El frío del viento contrastó nuevamente con el calor superior de su cuerpo, golpeando su espalda y al mismo tiempo meciendo aquellos mechones negros que escondían su nuca de las bajas temperaturas que siendo humana le hubieran afectado muchísimo más que en su permanente condición actual y el ruido de las hojas rodar por el suelo empastado le hizo recordar que su silencio no podía ser eterno por la esencia que estaba tan cerca de ella e inquiría una respuesta producto de la curiosidad innata de quien ve a alguien por primera vez y que desea satisfacer su interés sobre éste. La atención estaba centrada en ella una vez más, y tras ignorarla en lo otro, lo menos que podía hacer era responderle.

Sin embargo, se limitó a negar con la cabeza mirando hacia el frente, hacia el horizonte que le había y hubiera gustado alcanzar en repetidas ocasiones. ¿En dónde estaría ahora de haber preferido huir de París? Viajando a su manera, posiblemente. ¿Y si no tuviera la cicatriz en su hombro? Seguramente soltera, dedicándose a la herrería como su padre le había manifestado desde que la vio observarle trabajar una espada. Le brillaban los ojos, ¿cómo negarse? Hubiera sido un pecado peor que el dejarle usar pantalones en contra de “lo establecido”. Muchas veces le confundieron con un hombre por su actitud, pero nunca le reprimieron por ello. Era una de las muchas cosas que agradecía de sus padres. – Es italiano. Soy de Milán. – Replicó un tanto seca sin querer, pendiente a medias de lo que sucedía fuera de sus pensamientos. – Tu nombre me suena muy francés, así que asumo que eres de aquí. – Replicó al tiempo que flexionaba sus piernas para ponerse de pie, continuando con el coqueteo visual con el paisaje campestre que parecía extenderse a cada segundo que lo contemplaba. Se acomodó unos cuantos cabellos que le dificultaban la vista azulada y, cruzada de brazos, sintió cómo una nueva brisa golpeaba sus mejillas. Fue la confirmación que necesitaba.

- ¿Qué harás a partir de ahora?


PD: Perdón lo corto y la demora u.u

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Aprendiendo a decir adiós [Gianella] Empty Re: Aprendiendo a decir adiós [Gianella]

Mensaje por Cosette Renaud Sáb Jul 13, 2013 1:39 pm

Cosette se mantuvo en silencio esperando una respuesta por parte de su nueva acompañante; la observaba de rato en rato con toda la discreción que cualquier persona hubiese usado al momento de dirigirse a alguien que apenas conoces. Ella siempre había sido una joven curiosa y cuando se sentía en confianza suficiente empezaba a hacer peguntas que a veces podían llegar a incomodar al resto de las personas, pero con el tiempo había aprendido a ser un poco más disimulada o al menos eso era lo que le gustaba pensar. Sin embargo la mujer de cabello oscuro sólo se limitó a informarle que su apellido era italiano, y Cosette supuso que sería mejor dejar el tema del asesinato de lado por el bien de ambas.

-Sí, nací aquí en París y nunca he salido de este lugar… –confirmó con cierto tono de resignación. Envidiaba a aquellos que tenían la suerte de conocer otros sitios, así fueran ciudades o pueblos dentro de Francia. Lo más lejano que ella conocía eran las afueras de la capital y eso de cierta forma la apenaba, aunque tampoco era su culpa. Por mucho que le hubiese gustado salir a recorrer otros lugares, para cualquier tipo de viaje que durara más de unas horas se necesitaba dinero, y eso no era algo que le sobrara precisamente. Y sobre todo en esos momentos, cuando la situación se ponía delicada y cada centavo contaba, no podía darse el lujo de soñar siquiera con gastar dinero extra en simples caprichos.  

Observó a Gianella ponerse de pie, quedándose ella en el lugar donde estaba sin moverse. Su pregunta hizo que le mirara a los ojos por un momento, como si estuviese buscando algún tipo de ayuda para responderle, y es que ella misma se había hecho ese cuestionamiento constantemente desde que su madre había muerto y aún no parecía haber llegado a una conclusión definitiva. Había llegado incluso a tratar de evitar pensar en el tema, pero sabía que no podía huir para siempre. Ahora ella era responsable de su familia, o al menos así se sentía por ser la mayor. Cualquiera hubiese pensado que la figura paternal sería quien se haría cargo de la situación de ahí en adelante, pero su padrastro no parecía preocuparse demasiado por lo que pudiese ocurrirle a ella y a sus hermanos.

-Bueno, lo lógico sería seguir viviendo con mi padrastro, pero sinceramente no me parece que eso sea… apropiado –aquello era decirlo con palabras bonitas. Aquel hombre era abusivo y totalmente irresponsable, y Cosette seguía sin entender qué había visto su madre en él. Tal vez no siempre había sido así, pues el tiempo muchas veces cambiaba a las personas, pero eso no era realmente importante. Lo que importaba era su situación actual. En esos momentos era cuando más deseaba que su hermano mayor estuviese aún con ellos; él habría sabido qué hacer, habría podido ayudarle. A veces sentía que estaba cargando demasiado peso sobre su espalda y que tarde o temprano se desmoronaría.

-Tengo cuatro hermanos menores y me gustaría sacarlos de esa casa, no creo que sea un buen ambiente para que ellos crezcan, pero a la vez no tengo otro lugar al que ir. Tal vez irnos de ahí sería demasiado arriesgado e incluso egoísta de mi parte –suspiró con cierta rabia mientras bajaba la mirada por un momento. Temía estar ilusionándose con sueños imposibles o simplemente estar pidiéndole demasiado a la vida. Muchos quizás la hubiesen tachado de malagradecida, aunque estaba segura de que no pensarían lo mismo una vez que conocieran a Gaubert.
-Creo que necesito más tiempo para pensar, encontrar opciones y sobre todo ganar dinero. Es complicado -dijo meneando la cabeza con frustración mientras se ponía de pie también, pues empezaba a cansarse de estar en aquella posición.

Off: Perdón perdón perdón y mil veces perdón!!! Estaba convencida de que ya te había respondido y recién hoy me di cuenta de que no >.< Soy demasiado despistada, lo siento Neutral 
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Aprendiendo a decir adiós [Gianella] Empty Re: Aprendiendo a decir adiós [Gianella]

Mensaje por Gianella Massone Lun Jul 22, 2013 2:31 pm

Cosette terminó de presentarse ante ella como un libro abierto, con letras y espacios enormes para ser inspeccionado a fondo sin problemas. Leyó sus conflictos, sus angustias y sus anhelos como si ella misma se los hubiera dicho, con el dejavu de su propio caso abrazándole por la espalda; produciéndole un cosquilleo producto de la intensidad del momento y una reconfortante calidez por su resultado: el estar allí de pie, soportando estoica una vez más los embates del destino que se esmeraba en acabarle cual treta de villano. Pero Gianella era la heroína de su propia historia y de la de muchos otros, y no podía permitirse el desaparecer así como así y dejarlos solos. En cierta forma sentía el dolor de la joven como suyo, y motivada en parte por ello fue que actuó.


No necesitas buscar soluciones. La tienes justo aquí – Dijo con tono sereno, apuntándose el pecho con el pulgar para luego llevar sus manos a la cintura, queriendo realzar con lenguaje no corporal lo que diría después, producto de su seguridad – Manejo una casa de acogida no muy lejos de aquí, puedo recibirte con tus hermanos sin problema. – Recordó cierto detalle importante –y no menor- que agregó de inmediato – Y no te preocupes por pagar…eso no es importante ahora. – Negó suavemente de lado a lado- Lo que importa es tu bienestar y el de tus hermanos. Su felicidad lo es todo para ti, ¿No?

 
Habiendo dejado la propuesta hecha, una sonrisa le zurcó el rostro progresivamente, causándole cierta sorpresa contenida. También le sorprendió la sensación de que una mano se había posado en uno de sus hombros, tan real como si en verdad cierta persona estuviera detrás suyo. Su recuerdo fue inmediato, y la garganta se le apretó, disimulándolo bien, como siempre. Por eso siguió sonriendo lejos de deprimirse. Ella estaba allí.

No te preocupes, yo me disculpo por lo corto de este u.uU
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