AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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!No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
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!No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
En ese momento ella era la estrella, el centro de atención en aquel pequeño puesto que había montado cerca aquel extraño teatro que nunca había entrado y tampoco lo quería hacer, le daba miedo y muy malas vibraciones de las cuales era mejor asegurare de estar bien lejos. En su compañía tenida a dos animales, un hurón que realizaba trucos en un pequeño escenario improvisado rápidamente, mientras un pequeño mono capuchino estaba detrás de las personas robándole un poco más de lo que aportaban. Todo estaba coordinado, el hurón los distraía al igual que ella, que coordinaba secretamente al capuchino, señalando a la persona indicada a quien robaría.
Habían hecho bien dinero, varias carteras de caballeros y joyas de damas reposaban en una pequeña bolsa escondida gracias al manto negro que tenia aquella improvisada tarima en donde el hurón bailaba al son de la cajita musical de Ivette tenía en manos –Gracias amigos y amigas- dijo la joven mientras despedía a los últimos clientes. Ya el crepúsculo anunciaba la salida de la noche. –Chicos hemos terminado, vámonos- advirtió sintiendo como pronto comenzarían a salir aquellos seres nocturnos.
De forma rápida pero segura, sin dejar ningún franco en el piso se aseguro de poner todo en La bolsa que luego pondré en su fiel caballo para llevarlo todo a su carruaje, que luego, con cuidado y una rica taza de hiervas contaría sus ganancias robadas y obtenidas limpiamente-Bueno Lily y Bobo vámonos- el hurón atendió al llamado saltando a su hombro para quedarse en ese lugar a la espera de un merecido mimo por parte de la domadora y lo obtuvo rápidamente. Ivette se percato que le faltaba otro peso en la parte derecha de su hombro y no había nada en el lomo de Lucas; el caballo. Preocupada rápidamente dio una mirada furtiva hasta encontrar al travieso monillo embobado con alguna prenda de oro que estaba colgada en el cuello de alguna de aquellas mujeres ostentosas de la alta sociedad –Bobo vámonos- trato de llamarlo pero ya se había metido entre las faldas de la mujer y entrado a aquel teatro que no le gustaba para nada.
Era mono muerto, pensó la gitana mientras ponía al hurón en el lomo de Lucas, rápidamente dio un chiflido suave para que los dos animales atendieran a su orden, con una mano señalo un callejón oscuro, se mantendrían allí hasta que ella volviera con el mono –Volveré pronto, no se muevan de ese lugar- dijo para darle un beso en el hocico al caballo y acariciar el lomo de Lily el hurón. Bobo era mono muerto, eso ya lo sabía Ivette, lo castigaría (si es que no lo mataban primero) no mas bananas por un mes, ese sería su castigo, aunque conociéndolo, ese tramposo buscaría una forma de ablandarle el corazón.
Tenía suerte de ser pequeña y pasar muy desapercibida, aunque claro, sus ropas eran muy diferente a las que las personas estaban acostumbradas a ver, tenía apenas una falda blanca con detalles dorados y una camisa manga larga verde con detalles blancos, su cabello estaba recogido con un moño improvisado y en sus orejas tenía dos pendientes con algunas plumas de pavo real. Busco deslizarse sin ser notada hasta llegar al lugar en donde había visto por última vez a su mono, pero ya no estaba cerca, frunció el ceño, notablemente enojada… ¿Dónde estaría?.
Habían hecho bien dinero, varias carteras de caballeros y joyas de damas reposaban en una pequeña bolsa escondida gracias al manto negro que tenia aquella improvisada tarima en donde el hurón bailaba al son de la cajita musical de Ivette tenía en manos –Gracias amigos y amigas- dijo la joven mientras despedía a los últimos clientes. Ya el crepúsculo anunciaba la salida de la noche. –Chicos hemos terminado, vámonos- advirtió sintiendo como pronto comenzarían a salir aquellos seres nocturnos.
De forma rápida pero segura, sin dejar ningún franco en el piso se aseguro de poner todo en La bolsa que luego pondré en su fiel caballo para llevarlo todo a su carruaje, que luego, con cuidado y una rica taza de hiervas contaría sus ganancias robadas y obtenidas limpiamente-Bueno Lily y Bobo vámonos- el hurón atendió al llamado saltando a su hombro para quedarse en ese lugar a la espera de un merecido mimo por parte de la domadora y lo obtuvo rápidamente. Ivette se percato que le faltaba otro peso en la parte derecha de su hombro y no había nada en el lomo de Lucas; el caballo. Preocupada rápidamente dio una mirada furtiva hasta encontrar al travieso monillo embobado con alguna prenda de oro que estaba colgada en el cuello de alguna de aquellas mujeres ostentosas de la alta sociedad –Bobo vámonos- trato de llamarlo pero ya se había metido entre las faldas de la mujer y entrado a aquel teatro que no le gustaba para nada.
Era mono muerto, pensó la gitana mientras ponía al hurón en el lomo de Lucas, rápidamente dio un chiflido suave para que los dos animales atendieran a su orden, con una mano señalo un callejón oscuro, se mantendrían allí hasta que ella volviera con el mono –Volveré pronto, no se muevan de ese lugar- dijo para darle un beso en el hocico al caballo y acariciar el lomo de Lily el hurón. Bobo era mono muerto, eso ya lo sabía Ivette, lo castigaría (si es que no lo mataban primero) no mas bananas por un mes, ese sería su castigo, aunque conociéndolo, ese tramposo buscaría una forma de ablandarle el corazón.
Tenía suerte de ser pequeña y pasar muy desapercibida, aunque claro, sus ropas eran muy diferente a las que las personas estaban acostumbradas a ver, tenía apenas una falda blanca con detalles dorados y una camisa manga larga verde con detalles blancos, su cabello estaba recogido con un moño improvisado y en sus orejas tenía dos pendientes con algunas plumas de pavo real. Busco deslizarse sin ser notada hasta llegar al lugar en donde había visto por última vez a su mono, pero ya no estaba cerca, frunció el ceño, notablemente enojada… ¿Dónde estaría?.
Última edición por Ivette Le Brun el Mar Feb 26, 2013 10:16 am, editado 1 vez
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/11/2012
Localización : en donde necesite estar
Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Desde que había caído el sol, él y Leónidas se despertaron con rapidez, y siguiendo la costumbre que llevaban realizando desde que él tenía tan sólo seis años, tomaron sus espadas y se ejercitaron al aire libre, con sus pechos desnudos. Una y otra vez, se batieron en un duelo mortal, moviendo sus cuerpos con la velocidad extrema de los vampiros, esforzándose por dar muerte al otro. Pero obviamente, no era más que un entrenamiento, como humanos, ambos se habían criado como guerreros perfectos, y aún mil años después, seguían honrando su pasado con este entrenamiento militar desfasado, pero eficaz.
Al contrario de otros vampiros que se habían modernizado hasta el punto de olvidar sus costumbres ancestrales, ellos seguían rigiéndose por los valores de su origen. Leónidas como el espartno que era, y él, Löwe, como el vikingo inaccesible que seguía siendo. Juntos, formaban el temido grupo de los matareyes. Todos sabían a lo que se dedicaban, como guerreros, vivían tranquilos sus vidas, pero si alguien se entrometía en su camino, era exterminado con rapidez. Como consecuencia, todos sabían que si vestían completamente de negro, y portaban el escudo del león y la calavera, su visita no sería de cortesía, sino que acudían al lugar que fuera, a exterminar al que los hubiera ofendido. Eran temidos, odiados, y admirados por todos los de su especie, pues sólo se debían lealtad mutua, y sólo respondían ante el otro.
Como era costumbre, acudieron juntos al Théatre Des Vampires y se sentaron en el palco que habían comprado a su llegada. Observando la programación que tenían para ese día, se dio cuenta de que la actriz que lo había cautivado no actuaría ese día, así que se disculpo ante Leónidas, y comenzó a bajar las escaleras de mármol, ignorando las miradas interesadas que generaba su presencia. Era difícil encontrar a Löwe lejos de Leónidas, pero ambos sabían que debían disponer de tiempo a solas para poder abrir la dura piedra que formaba su corazón.
El sonido estridente de un... ¿mono?, lo sobresaltó, quedando inmóvil en el último peldaño de la escalera, mientras el mono escalaba por su pierna y tomaba el reloj de plata del bolsillo interior de su chaqueta. Alzando sus patas, estudiaba con atención la calidad del material ajeno a la mirada asombrada de Löwe. El olor de la sangre joven, y los sonidos acelerados de un corazón joven, le advirtió de la presencia de una muchacha que, con sumo cuidado se adentraba en el teatro, y aprovechando que la función estaba comenzada, caminaba con libertad por el pasillo central, revisando los alrededores. Sonrió con incredulidad. Hoy debe ser mi día de suerte, todo un espectáculo para mi solo, pensó con ironía.
Acercándose con el sigilo del cazador que era, y la rapidez de su especie, se colocó a sus espaldas mientras le susurraba en el oído: - Creo que he encontrado lo que buscas.-
Al contrario de otros vampiros que se habían modernizado hasta el punto de olvidar sus costumbres ancestrales, ellos seguían rigiéndose por los valores de su origen. Leónidas como el espartno que era, y él, Löwe, como el vikingo inaccesible que seguía siendo. Juntos, formaban el temido grupo de los matareyes. Todos sabían a lo que se dedicaban, como guerreros, vivían tranquilos sus vidas, pero si alguien se entrometía en su camino, era exterminado con rapidez. Como consecuencia, todos sabían que si vestían completamente de negro, y portaban el escudo del león y la calavera, su visita no sería de cortesía, sino que acudían al lugar que fuera, a exterminar al que los hubiera ofendido. Eran temidos, odiados, y admirados por todos los de su especie, pues sólo se debían lealtad mutua, y sólo respondían ante el otro.
Como era costumbre, acudieron juntos al Théatre Des Vampires y se sentaron en el palco que habían comprado a su llegada. Observando la programación que tenían para ese día, se dio cuenta de que la actriz que lo había cautivado no actuaría ese día, así que se disculpo ante Leónidas, y comenzó a bajar las escaleras de mármol, ignorando las miradas interesadas que generaba su presencia. Era difícil encontrar a Löwe lejos de Leónidas, pero ambos sabían que debían disponer de tiempo a solas para poder abrir la dura piedra que formaba su corazón.
El sonido estridente de un... ¿mono?, lo sobresaltó, quedando inmóvil en el último peldaño de la escalera, mientras el mono escalaba por su pierna y tomaba el reloj de plata del bolsillo interior de su chaqueta. Alzando sus patas, estudiaba con atención la calidad del material ajeno a la mirada asombrada de Löwe. El olor de la sangre joven, y los sonidos acelerados de un corazón joven, le advirtió de la presencia de una muchacha que, con sumo cuidado se adentraba en el teatro, y aprovechando que la función estaba comenzada, caminaba con libertad por el pasillo central, revisando los alrededores. Sonrió con incredulidad. Hoy debe ser mi día de suerte, todo un espectáculo para mi solo, pensó con ironía.
Acercándose con el sigilo del cazador que era, y la rapidez de su especie, se colocó a sus espaldas mientras le susurraba en el oído: - Creo que he encontrado lo que buscas.-
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
"Que entonces, en mi tierra, parecía
la sencilla poesía
maléfica serpiente cuyo aliento
dicen, que marchitaba
a la joven que osaba
su influjo percibir sólo un momento."
Carolina Coronado. Cantad, hermosas
la sencilla poesía
maléfica serpiente cuyo aliento
dicen, que marchitaba
a la joven que osaba
su influjo percibir sólo un momento."
Carolina Coronado. Cantad, hermosas
No habían sido muchos los días pasados desde que se había empecinado en su investigación respecto a las criaturas de la noche. Lamentablemente, y por un muy desafortunado encuentro, hasta ahora conocía con certeza solamente la existencia de los vampiros. Extrañas criaturas de carácter bipolar, o al menos eso es lo que pensaba hasta ahora, pues aquel con el que había compartido su tiempo por la misma fuerza, no tan sólo le había dejado al borde de la muerte y roto hasta los huesos, para después besarle y sanarle con quien sabe que magia oculta. Ella misma había derramado lágrimas del miedo y se había contactado después con aquel hombre llamado Fausto y que se hacía llamar cazador, por supuesto, no cazaba animales. Ese hombre probablemente sería la pieza clave para todos sus descubrimientos inconclusos, aquellos que habían alimentado su curiosidad infinita y el desarrollo de sus preciados cuentos.
Todo le había llevado finalmente a ese famoso teatro de vampiros, ese que todos conocían porque sus funciones eran tan veraces que lograban hacer que hasta al más valiente se le erizara la piel. Por supuesto, jamás se le había pasado por la cabeza que sus actores fuesen verdaderos vampiros, pero sí sospechaba que sería el lugar preciso para encontrarse con alguno de ellos en medio del público, disfrutando de la egolatría de ver a su propia raza interpretada por los débiles humanos. Quizás tuviera suerte, quizás no, aunque claro, sólo deseaba observarles de lejos. Como dicen por ahí, la curiosidad mató al gato, y ella era un gato muy curioso.
Una vez más, había intentado vestir como una señorita, aunque sin el corset, prefería aquellos vestidos que sólo se ajustaban al busto y luego caían perezosos y gráciles hasta el mismo suelo. El cabello recogido, el maquillaje escaso y el vestido largo para ocultar las sandalias sin tacón. Se había ubicado en uno de los palcos principales en donde estaba más al pendiente del mismo público que de la obra, pero todos parecían tan extasiados con lo que veía que la idea de reconocer entre el público a un verdadero vampiro se le antojaba ahora como una verdadera estupidez. Suspiró resignada y se dedicó entonces a observar la obra, pero su brutalidad le hacía recordar a lo vivido en carne propia y aquello hizo que se le revolviera el estómago.
— Con permiso — pronunciaba segundos después, para poder salir entre el resto del público y tomar un poco de aire, o quizás irse a casa, pues definitivamente aquella le parecía ahora la mejor idea.
Bajó las escaleras, cansada y decepcionada de sí misma y sus estúpidas y rebuscadas ideas ¿Para qué lo hacía? Curiosidad, mera curiosidad, pues aún cuando le hubiese ganado la apuesta a aquel vampiro, él mismo había decidido no respetar su propio acuerdo y poco y nada respondió de sus preguntas. Y así como estaban las cosas, comprendía ahora que sería mejor marchar a casa en lugar de seguir jugando con fuego.
Escuchó el chillido de un mono le hizo levantar la mirada, viendo como un hombre se detenía en el último peldaño de la escalera y le miraba mientras el primate sacaba su reloj. Sonrío con cierta ternura, le fascinaban los animales e incluso pensó en acercarse para acariciarlo y preguntar al hombre por el nombre de su mascota, cuando repentinamente éste se deslizó hacia los pasillos con una velocidad ajena a al humana. Sólo había visto a una persona moverse con semejante rapidez en su vida, aquella misma que le había hecho temer y a la vez sentirse aún más atraída por semejantes criaturas, pero no estaba preparada para ver uno ahora, no cuando ya se iba a casa y por eso su sombrilla cerrada cayó de sus manos retumbando en el mármol de la escalera que ella aún no había terminado de recorrer.
Se quedó impactada mirando tanto al hombre como a la mujer, que seguramente ya habrían recaído en su presencia. Por un momento pensó en ayudar a la pobre chica, pero sus ropas le delataron su origen y ella también temía a los gitanos; eran unos ladrones y violadores que se escudaban tras su pobreza para todos sus crímenes cometidos. Merecido se lo tenía si el vampiro le asesinaba y por ello sólo pensó en correr por su propia vida, y sin perder un segundo más en recoger su sombrilla, se dio la media vuelta para correr escaleras arriba, pero no pudo hacerlo. Por muy ladrona que fuese la mujer, no dejaba de ser una humana que al igual que ella, merecía la ayuda.
Se llevó la mano al pecho, de donde colgaba un pequeño crucifijo de plata, de aquellos que en las novelas de vampiros mencionaban como amuletos protectores que aquellos seres de la noche ni siquiera eran capaces de mirar, pero la realidad no siempre se acerca a las novelas. Y así, armándose de valor, se dio la media vuelta con el crucifijo en alto para encarar al vampiro.
Todo le había llevado finalmente a ese famoso teatro de vampiros, ese que todos conocían porque sus funciones eran tan veraces que lograban hacer que hasta al más valiente se le erizara la piel. Por supuesto, jamás se le había pasado por la cabeza que sus actores fuesen verdaderos vampiros, pero sí sospechaba que sería el lugar preciso para encontrarse con alguno de ellos en medio del público, disfrutando de la egolatría de ver a su propia raza interpretada por los débiles humanos. Quizás tuviera suerte, quizás no, aunque claro, sólo deseaba observarles de lejos. Como dicen por ahí, la curiosidad mató al gato, y ella era un gato muy curioso.
Una vez más, había intentado vestir como una señorita, aunque sin el corset, prefería aquellos vestidos que sólo se ajustaban al busto y luego caían perezosos y gráciles hasta el mismo suelo. El cabello recogido, el maquillaje escaso y el vestido largo para ocultar las sandalias sin tacón. Se había ubicado en uno de los palcos principales en donde estaba más al pendiente del mismo público que de la obra, pero todos parecían tan extasiados con lo que veía que la idea de reconocer entre el público a un verdadero vampiro se le antojaba ahora como una verdadera estupidez. Suspiró resignada y se dedicó entonces a observar la obra, pero su brutalidad le hacía recordar a lo vivido en carne propia y aquello hizo que se le revolviera el estómago.
— Con permiso — pronunciaba segundos después, para poder salir entre el resto del público y tomar un poco de aire, o quizás irse a casa, pues definitivamente aquella le parecía ahora la mejor idea.
Bajó las escaleras, cansada y decepcionada de sí misma y sus estúpidas y rebuscadas ideas ¿Para qué lo hacía? Curiosidad, mera curiosidad, pues aún cuando le hubiese ganado la apuesta a aquel vampiro, él mismo había decidido no respetar su propio acuerdo y poco y nada respondió de sus preguntas. Y así como estaban las cosas, comprendía ahora que sería mejor marchar a casa en lugar de seguir jugando con fuego.
Escuchó el chillido de un mono le hizo levantar la mirada, viendo como un hombre se detenía en el último peldaño de la escalera y le miraba mientras el primate sacaba su reloj. Sonrío con cierta ternura, le fascinaban los animales e incluso pensó en acercarse para acariciarlo y preguntar al hombre por el nombre de su mascota, cuando repentinamente éste se deslizó hacia los pasillos con una velocidad ajena a al humana. Sólo había visto a una persona moverse con semejante rapidez en su vida, aquella misma que le había hecho temer y a la vez sentirse aún más atraída por semejantes criaturas, pero no estaba preparada para ver uno ahora, no cuando ya se iba a casa y por eso su sombrilla cerrada cayó de sus manos retumbando en el mármol de la escalera que ella aún no había terminado de recorrer.
Se quedó impactada mirando tanto al hombre como a la mujer, que seguramente ya habrían recaído en su presencia. Por un momento pensó en ayudar a la pobre chica, pero sus ropas le delataron su origen y ella también temía a los gitanos; eran unos ladrones y violadores que se escudaban tras su pobreza para todos sus crímenes cometidos. Merecido se lo tenía si el vampiro le asesinaba y por ello sólo pensó en correr por su propia vida, y sin perder un segundo más en recoger su sombrilla, se dio la media vuelta para correr escaleras arriba, pero no pudo hacerlo. Por muy ladrona que fuese la mujer, no dejaba de ser una humana que al igual que ella, merecía la ayuda.
Se llevó la mano al pecho, de donde colgaba un pequeño crucifijo de plata, de aquellos que en las novelas de vampiros mencionaban como amuletos protectores que aquellos seres de la noche ni siquiera eran capaces de mirar, pero la realidad no siempre se acerca a las novelas. Y así, armándose de valor, se dio la media vuelta con el crucifijo en alto para encarar al vampiro.
Off: Espero no joderles el tema D:
Rilian Korsákova- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/09/2012
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
En estas noches no era parte mas que del relleno de las obras, estaba de "vacaciones" por así decirlo. Me despertaba bien temprano en la noche, recorría alguna taberna o lugar donde pudiera alimentarme libremente de la sangre de algún pobre lleno de vida , luego volvía a casa a vestirme nuevamente para encarar una noche mas de audiencia y actuación en el teatro.
A veces ayudaba con las tareas de venta de entradas, recepción, acomodamientos y demás para ocupar lugar y tiempo también. De todas formas poco tenia para hacer hasta que mi casa en las afueras estuviera construida. Por el momento me contentaba con ver que tipo de gente asistía a las obras buscando caras conocidas y no tanto, y dándome a conocer también en la sociedad que aclamaba una explicación implícita a las riquezas que ostentaba a diario en las reuniones sociales de negocios.
Mis riquezas solían explicarse en esas situaciones como heredadas de las haciendas de mis padres, negocios varios y mi carrera de actor que desempeñaba en el Theatre des Vampires. Algo poco creíble pero que me daba la confianza de saberme acreedor de algo de ganancia por ese lado. Por otra parte estaba necesitando de la construcción inmediata de mi casa en las afueras de París donde poder continuar estudiando y sentirme cómodo lejos del continuo movimiento diurno de gente que va y viene frente al departamento donde transitoriamente me hospedaba y el cual no me daba ninguna seguridad.
En esta noche en particular me había decidido a oficiar de asistente en el teatro como tantas otras veces, me coloqué el smoking, unos folletos en la mano para brindarle a la audiencia que se congregaba en demasía esa noche por ser el inicio de una de las nuevas funciones. Mas tarde entraría en escena pero sería casi al final de la obra como relleno como venia diciendo antes.
Había acomodado a varios hasta el momento cuando entrando nuevamente al salón anterior a la sala veo que en la escalera principal un momento de tensión se dio lugar. Contemplé esto desde una posición al costado y estaba allí como al pasar. Como alguien mas que se queda contemplando una escena social. La escena era extraña... un mono en el teatro no era algo normal, una media risa escapo inconsciente y una sombrilla cayó de las delicadas manos de la dama. Me acerqué aprovechando la situación a tomarla y devolverla a su sitio mientras la misma se encontraba perdida en la observación de la escena ridícula del mono.
-Madamme - le dije acercándole la sombrilla solo para llamar su atención y luego fijé la vista en el mono nuevamente que tenía en sus manos un reloj de oro y lo examinaba con interés.
A veces ayudaba con las tareas de venta de entradas, recepción, acomodamientos y demás para ocupar lugar y tiempo también. De todas formas poco tenia para hacer hasta que mi casa en las afueras estuviera construida. Por el momento me contentaba con ver que tipo de gente asistía a las obras buscando caras conocidas y no tanto, y dándome a conocer también en la sociedad que aclamaba una explicación implícita a las riquezas que ostentaba a diario en las reuniones sociales de negocios.
Mis riquezas solían explicarse en esas situaciones como heredadas de las haciendas de mis padres, negocios varios y mi carrera de actor que desempeñaba en el Theatre des Vampires. Algo poco creíble pero que me daba la confianza de saberme acreedor de algo de ganancia por ese lado. Por otra parte estaba necesitando de la construcción inmediata de mi casa en las afueras de París donde poder continuar estudiando y sentirme cómodo lejos del continuo movimiento diurno de gente que va y viene frente al departamento donde transitoriamente me hospedaba y el cual no me daba ninguna seguridad.
En esta noche en particular me había decidido a oficiar de asistente en el teatro como tantas otras veces, me coloqué el smoking, unos folletos en la mano para brindarle a la audiencia que se congregaba en demasía esa noche por ser el inicio de una de las nuevas funciones. Mas tarde entraría en escena pero sería casi al final de la obra como relleno como venia diciendo antes.
Había acomodado a varios hasta el momento cuando entrando nuevamente al salón anterior a la sala veo que en la escalera principal un momento de tensión se dio lugar. Contemplé esto desde una posición al costado y estaba allí como al pasar. Como alguien mas que se queda contemplando una escena social. La escena era extraña... un mono en el teatro no era algo normal, una media risa escapo inconsciente y una sombrilla cayó de las delicadas manos de la dama. Me acerqué aprovechando la situación a tomarla y devolverla a su sitio mientras la misma se encontraba perdida en la observación de la escena ridícula del mono.
-Madamme - le dije acercándole la sombrilla solo para llamar su atención y luego fijé la vista en el mono nuevamente que tenía en sus manos un reloj de oro y lo examinaba con interés.
Sean O'Rouke- Humano Clase Media
- Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 09/11/2012
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Ivette - Löwe - Rilian - Chris
orden
orden
Se había vuelto una fiesta para ella, eso eran cosas que los gitanos siempre debían enfrentar, cosas que salían de la nada. ¿Destino tal vez? No lo sabía, solamente estaba segura que tal vez todo aquello saldría muy mal. Eso lo venia venir cuando noto como aquel ágil animal saltaba hasta el bolsillo de un hombre que tenía un porte extraño, claro, todos eran extraños en aquella boca del león, pero ella sabía que este no era humano, quiso retroceder, evitarlo completamente, pero no podía dejar a su animal a la deriva, ya estaba metido en su lio, revisando aquel fino reloj que había encontrado, que ambicioso era aquel animal, tal vez era un claro ejemplo de su dueña. Los ojos de aquel hombre se habían posado en los de ella, su intento de parar inadvertida haba fracasado, se mordió levemente su labio tratando de dar media vuelta y seguir hacia la salida. El era un buen mono, pero ya estaba destinado a la muerte, para mala suerte de ella atrás sintió una leve respiración y un frio recorrió su cuerpo. No quería voltear, pero la voz le indico que ya no había vuelta atrás. El mono salto a su hombro mostrándole las hermosas joyas que había robado y puesto en su pequeño sombrerito. Ella volteo mirando hacia el piso algo avergonzada, sujeto el reloj para entregárselo –Lo siento… es algo travieso- indico con una sonrisa nerviosa. Escucho a lo lejos un ruido extraño, pero decidió no voltear, levanto la mirada lo más alto que podía, era una ladrona y estaba orgullosa de eso, no importaba lo que dijeran.
Ahora debía ingeniársela, comenzaría a explicar una trágica historia –nada de su verdadera historia- mientras engatusaba al hombre para llevar a su animal hacia un lugar seguro, como estuviera deseando que su hermano Darch estuviera en ese lugar, tal vez el sería el más indicado para protegerla, pero estaba sola. Nadie vendría a su rescate, eso lo sabía muy bien. Mientras ella estaba en su cabeza, meditando con la rapidez que su cerebro le daba lo que iba a decir a continuación, una mujer se acercaba con algo en las manos, se quedo mirándola ladeando un poco su cabeza sin saber exactamente que quería, cuando noto que era lo que tenía en la manos no pudo evitar reír -¿es una broma?- confeso riendo ampliamente, pero noto como alguien más se acercaba a ellos. Al parecer un mono hacia más escándalo de lo que estaba deduciendo, luego en casa –si es que salía de esto- lo regañaría por no haber sido tan eficiente como ella lo hubiera esperado. Volvió sus ojos hacia el hombre, notando que se había quedado algo cortado con su risa -Disculpe- dijo con más tranquilidad, pues la mujer había hecho que se relajara con aquel acto cómico que había logrado interpretar con éxito. Miro al mono y con un simple juego de mirada le indico que fuera a sujetar ese collar que tenía la mujer para que se lo trajera. Se quedo mirando al hombre mientras el animal se acercaba con agilidad hacia la mujer, lo primero que hizo fue colarse en sus faldas para luego saltar hasta poder abrazarla dulcemente, jugueteo con su rostro un poco para luego mirar al hombre que estaba cerca de ella, le mostro los dientes de forma sumisa para saltar hacia el buscando algo de valor, pero al parecer solamente tenía unos folletos, no eran brillantes, así que al animal no le interesaría.
-El que utilicen un crucifijo para tratar de eliminarlo… ¿no le da risa?- pregunto ella mirando al hombre, ella se rio un poco mientras recordaba aquella escena de la mujer, negó levemente su cabeza, decepcionada de aquel tipo de personas, el mono estaba ya a punto de regresar, pero al parecer se habían dado cuenta de su robo o eso pensaba ella. Su fiel amigo salto hacia ella para quedarse en su hombro mientras le daba lo que había podido encontrar, el crucifijo quedo colgando en el aire hasta que Ivette lo sujeto para mostrárselo al hombre –La literatura fantástica… solamente es eso, la vida es real y cosas tan vanas no hacen ni un rasguño- tener a un hermano vampiro la hacía ver la vida de otra forma diferente, sabía que aquello no serviría, solamente provocaría risas entre los verdaderos vampiros.
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 20/11/2012
Localización : en donde necesite estar
Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
" Soy una bestia. Un monstruo con un hambre voraz. Haz lo que ordene y habrá paz."
Tomó el reloj que le daba la dueña del mono, sus dedos rozaron los suyos deliberadamente. Quería que sintiera el frío mortecino de su piel. Asustarla. No sabía porqué, pero le divertía las muecas que hacían los humanos cuando se asustaban. No había nada mejor que eso. El miedo y el odio, son armas letales en manos de un vampiro. Más si era alguien tan sádico como él. En su vida humana, era el guerrero más temible, y no por ser el más fuerte o el más cruel. Sino por el miedo que ejercía su tranquilidad, el brillo peligroso de sus ojos azules cuando estaba a punto de perder la calma. - Por supuesto, estoy seguro de que él es el travieso...- Dijo mientras sus labios comenzaban a formar una sonrisa irónica- ..y no usted. - Sus ojos brillaron cuando la observaron de arriba a abajo. Su larguísima falda blanca, parecía un dulce lleno de capas, cada movimiento que hacía, provocaba el mismo sonido que el tintineo de las monedas al chocar. Y la camisa verde, colgaba sobre sus hombros, dándole un aspecto más que sensual al no determinar bien las formas que habían debajo de ella. Pero lo que más le atraía a él, era su mente. Los pensamientos que viajaban y se construían en ella. Era práctica. Sin las tonterías que emanaban de las mujeres de clase alta.
Desviando sus ojos de ella, se centró en la temblorosa rubia que alzaba un crucifijo como única arma sobre él. Sentía cómo la excitación comenzaba a aumentar en su cuerpo con un leve hormigueo. No sabía lo que estaba haciendo, el enfrentarlo haría que desease hundir sus colmillos en ella. Cuanto más tiempo pasaba con el brazo alzado, más deseaba acortar la distancia y enfurecerla, quizás asustarla. Todo para que cuando la tomase, su sangre estuviera llena de los sentimientos virulentos que adoraba.
Apretando sus manos en puños, escuchó cómo la gitana se reía de la joven y daba una orden silenciosa al mono para tomar el crucifijo. Necesitaba calmarse, su mirada siguió el camino que realizó el crucifijo de la rubia, desde sus dedos de ébano, hasta la mano de la gitana.
Los pasos de una tercera persona sonaron por el suelo de mármol, distrayéndole de la visión que provocaba en él, de manera infantil, una respuesta incontrolada. Con un movimiento elegante, un hombre cogió la sombrilla que yacía abandonada en el suelo, y se acercaba para dársela a la dueña. Había algo extraño en el hombre, y no era su condición, sino su aspecto. Ojos de otro mundo, palidez mortal, y un corazón que no latía. Su rostro le era conocido, quizás hubiese visto alguna obra en la que actuase.
-El que utilicen un crucifijo para tratar de eliminarlo… ¿no le da risa?.- Dijo la gitana mientras le enseñaba el crucifijo que había perdido de vista cuando miró al recién llegado. Como si fuera un colgante embrujado, la excitación volvió a él al recordar el enfrentamiento, así que se limitó a coger el colgante, y virarse hasta la mujer rubia.- Tiene razón, frau.- Le respondió a la gitana mientras miraba a la rubia. Con un movimiento perfecto, realizó una reverencia y tomó la mano que había alzado la mujer. Le dio la vuelta y besó la carne expuesta de su muñeca. Con disimulo, inhaló el aroma que desprendía su joven piel, y se irguió con una sonrisa depredadora.- Le hubiese sido de más ayuda la sombrilla. Aunque admiro su valor.- Le dijo mientras sus ojos se centraban en los suyos durante unos segundos. Dejó su colgante en el centro de su mano, y cerró los dedos femeninos sobre el colgante.- Pero no vuelva a enfrentarme, Frau. El hambre me pone de mal humor- Le guiño un ojo y se retiró dos pasos de ella.
Tomó el reloj que le daba la dueña del mono, sus dedos rozaron los suyos deliberadamente. Quería que sintiera el frío mortecino de su piel. Asustarla. No sabía porqué, pero le divertía las muecas que hacían los humanos cuando se asustaban. No había nada mejor que eso. El miedo y el odio, son armas letales en manos de un vampiro. Más si era alguien tan sádico como él. En su vida humana, era el guerrero más temible, y no por ser el más fuerte o el más cruel. Sino por el miedo que ejercía su tranquilidad, el brillo peligroso de sus ojos azules cuando estaba a punto de perder la calma. - Por supuesto, estoy seguro de que él es el travieso...- Dijo mientras sus labios comenzaban a formar una sonrisa irónica- ..y no usted. - Sus ojos brillaron cuando la observaron de arriba a abajo. Su larguísima falda blanca, parecía un dulce lleno de capas, cada movimiento que hacía, provocaba el mismo sonido que el tintineo de las monedas al chocar. Y la camisa verde, colgaba sobre sus hombros, dándole un aspecto más que sensual al no determinar bien las formas que habían debajo de ella. Pero lo que más le atraía a él, era su mente. Los pensamientos que viajaban y se construían en ella. Era práctica. Sin las tonterías que emanaban de las mujeres de clase alta.
Desviando sus ojos de ella, se centró en la temblorosa rubia que alzaba un crucifijo como única arma sobre él. Sentía cómo la excitación comenzaba a aumentar en su cuerpo con un leve hormigueo. No sabía lo que estaba haciendo, el enfrentarlo haría que desease hundir sus colmillos en ella. Cuanto más tiempo pasaba con el brazo alzado, más deseaba acortar la distancia y enfurecerla, quizás asustarla. Todo para que cuando la tomase, su sangre estuviera llena de los sentimientos virulentos que adoraba.
Apretando sus manos en puños, escuchó cómo la gitana se reía de la joven y daba una orden silenciosa al mono para tomar el crucifijo. Necesitaba calmarse, su mirada siguió el camino que realizó el crucifijo de la rubia, desde sus dedos de ébano, hasta la mano de la gitana.
Los pasos de una tercera persona sonaron por el suelo de mármol, distrayéndole de la visión que provocaba en él, de manera infantil, una respuesta incontrolada. Con un movimiento elegante, un hombre cogió la sombrilla que yacía abandonada en el suelo, y se acercaba para dársela a la dueña. Había algo extraño en el hombre, y no era su condición, sino su aspecto. Ojos de otro mundo, palidez mortal, y un corazón que no latía. Su rostro le era conocido, quizás hubiese visto alguna obra en la que actuase.
-El que utilicen un crucifijo para tratar de eliminarlo… ¿no le da risa?.- Dijo la gitana mientras le enseñaba el crucifijo que había perdido de vista cuando miró al recién llegado. Como si fuera un colgante embrujado, la excitación volvió a él al recordar el enfrentamiento, así que se limitó a coger el colgante, y virarse hasta la mujer rubia.- Tiene razón, frau.- Le respondió a la gitana mientras miraba a la rubia. Con un movimiento perfecto, realizó una reverencia y tomó la mano que había alzado la mujer. Le dio la vuelta y besó la carne expuesta de su muñeca. Con disimulo, inhaló el aroma que desprendía su joven piel, y se irguió con una sonrisa depredadora.- Le hubiese sido de más ayuda la sombrilla. Aunque admiro su valor.- Le dijo mientras sus ojos se centraban en los suyos durante unos segundos. Dejó su colgante en el centro de su mano, y cerró los dedos femeninos sobre el colgante.- Pero no vuelva a enfrentarme, Frau. El hambre me pone de mal humor- Le guiño un ojo y se retiró dos pasos de ella.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
"No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto."
Julia de Burgos. Yo fui la más callada
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto."
Julia de Burgos. Yo fui la más callada
Esperaba cualquier cosa, menos que la humana se riera de ella ¿Acaso no entendía que le estaba salvando la vida? Quiso ser ella misma la asesina, la vampiresa de ese pequeño trío para desgarrarle la garganta en mil pedazos; estúpida gitana ¡Cómo les aborrecía! y más ahora que le despreciaban aquel acto de valentía. Aún así sus ojos permanecían alerta y rápidamente volvieron a clavarse sobre la mirada azul y fría de ese hombre, el cual aseguraba que se trataba de un verdadero vampiro, mas algo tiró de su recatado vestido, haciendo que diera un salto que casi la tira escaleras abajo.
— ¿Qué? ¡No! ¡Sal! ¡Aléjate de mi! — le gritó al primate, intentando sacudírselo de la ropa y así sacárselo de encima.
Sólo le gustaban los animales domésticos, al resto prefería verlos en el zoológico, por detrás de las rejas. El resto le parecía salvajes y le peligrosos y así mismo lo comprobó ahora cuando el mono se escapó con la que hasta ese momento creía su única defensa contra el ser más peligroso que habitaba ese salón. Debía de huir, eso era lo único que tenía claro, la gitana no merecía su vida y los actos usureros de su mono se lo habían comprobado, aquello y la imagen que tenía de los de su mismo pueblo: ladrones y asesinos.
Iba a aprovechar la distracción generada por el mono e iba a huir de regreso al interior del teatro en donde podía salvaguardarse con el resto de la gente, pero apenas y se había dado un cuarto de la vuelta, cuando la aparición repentina de un segundo hombre le hizo volver a saltar del susto. Él le ofrecía de regreso su sombrilla y ella estiró, sólo en parte, su brazo para recibirla, pero se quedó a medio camino cuando sus ojos cayeron en cuenta del color de los ajenos. Si hubiese tenido que describir los ojos del Demonio, de seguro se los hubiese imaginado como aquellos; tan claros y fríos como el mismo hielo.
Se quedó helada, realmente congelada ¿Acaso era esa una emboscada? ¿Podía ser la rareza de esos ojos los pertenecientes a otro de los demonios nocturnos? ¿Serían él y el vampiro enemigos naturales, aliados o ella simplemente estaba imaginando cosas y todos ahí eran humanos? Le tembló la mano, y justamente iba a retraerla cuando alguien más se la cogió y tuvo que ahogar un grito de espanto al ver que se trataba del supuesto no vivo. Quiso retirar su mano, pero el hombre le tomó con tal firmeza que le fue imposible y no le quedó más que sentir la frialdad de sus labios asesinos sobre su propia piel.
— Un valor no retribuido y que no vale la pena por lo visto — respondió sin pensarlo, como tantas veces lo hacía.
Miró a la gitana de reojo, con la intención de ser ella quien ahora pidiera ayuda, pero fue en ese momento que sintió una nueva pieza de metal en su mano, la que cuando pudo observar, se dio cuenta que se trataba de su propio crucifijo ¿Qué? ¿Él lo había tomado? Le miró incrédula, pero aún así recordó sus palabras respecto a la sombrilla, por lo que en un rápido movimiento se la arrebató al hombre que anteriormente se la ofrecía y entonces miró al primero con actitud desafiante antes de comenzar a retroceder y así alejarse de ambos y también de la gitana, con quien no deseaba compartir la misma suerte.
— Bon appétit — les dijo a todos a modo de despedida, dando con ello por firmada su tregua a cambio que le dejasen marchar tranquila.
No les dio la espalda hasta subidos tres peldaños y sólo entonces se giró para correr de regreso a los palcos. De seguro aquella noche le pesaría la conciencia por haber abandonado de ese modo a la mujer, pero sería ella misma quien se obligara a pensar que en verdad se lo merecía por gitana y ladrona y que incluso había hecho una buena acción con permitirlo. Sólo esperaba que la vida no le hiciese pagarlo de regreso.
— ¿Qué? ¡No! ¡Sal! ¡Aléjate de mi! — le gritó al primate, intentando sacudírselo de la ropa y así sacárselo de encima.
Sólo le gustaban los animales domésticos, al resto prefería verlos en el zoológico, por detrás de las rejas. El resto le parecía salvajes y le peligrosos y así mismo lo comprobó ahora cuando el mono se escapó con la que hasta ese momento creía su única defensa contra el ser más peligroso que habitaba ese salón. Debía de huir, eso era lo único que tenía claro, la gitana no merecía su vida y los actos usureros de su mono se lo habían comprobado, aquello y la imagen que tenía de los de su mismo pueblo: ladrones y asesinos.
Iba a aprovechar la distracción generada por el mono e iba a huir de regreso al interior del teatro en donde podía salvaguardarse con el resto de la gente, pero apenas y se había dado un cuarto de la vuelta, cuando la aparición repentina de un segundo hombre le hizo volver a saltar del susto. Él le ofrecía de regreso su sombrilla y ella estiró, sólo en parte, su brazo para recibirla, pero se quedó a medio camino cuando sus ojos cayeron en cuenta del color de los ajenos. Si hubiese tenido que describir los ojos del Demonio, de seguro se los hubiese imaginado como aquellos; tan claros y fríos como el mismo hielo.
Se quedó helada, realmente congelada ¿Acaso era esa una emboscada? ¿Podía ser la rareza de esos ojos los pertenecientes a otro de los demonios nocturnos? ¿Serían él y el vampiro enemigos naturales, aliados o ella simplemente estaba imaginando cosas y todos ahí eran humanos? Le tembló la mano, y justamente iba a retraerla cuando alguien más se la cogió y tuvo que ahogar un grito de espanto al ver que se trataba del supuesto no vivo. Quiso retirar su mano, pero el hombre le tomó con tal firmeza que le fue imposible y no le quedó más que sentir la frialdad de sus labios asesinos sobre su propia piel.
— Un valor no retribuido y que no vale la pena por lo visto — respondió sin pensarlo, como tantas veces lo hacía.
Miró a la gitana de reojo, con la intención de ser ella quien ahora pidiera ayuda, pero fue en ese momento que sintió una nueva pieza de metal en su mano, la que cuando pudo observar, se dio cuenta que se trataba de su propio crucifijo ¿Qué? ¿Él lo había tomado? Le miró incrédula, pero aún así recordó sus palabras respecto a la sombrilla, por lo que en un rápido movimiento se la arrebató al hombre que anteriormente se la ofrecía y entonces miró al primero con actitud desafiante antes de comenzar a retroceder y así alejarse de ambos y también de la gitana, con quien no deseaba compartir la misma suerte.
— Bon appétit — les dijo a todos a modo de despedida, dando con ello por firmada su tregua a cambio que le dejasen marchar tranquila.
No les dio la espalda hasta subidos tres peldaños y sólo entonces se giró para correr de regreso a los palcos. De seguro aquella noche le pesaría la conciencia por haber abandonado de ese modo a la mujer, pero sería ella misma quien se obligara a pensar que en verdad se lo merecía por gitana y ladrona y que incluso había hecho una buena acción con permitirlo. Sólo esperaba que la vida no le hiciese pagarlo de regreso.
Off: Dije que esperaba no joderles el rol y al leer el PM de Ivette diciendo que no se sentía cómoda con tanta gente, pues mejor me retiro... Saludos (:
Rilian Korsákova- Humano Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Había notado el terror en sus ojos, seguramente la volvería a cruzar y cruzarían mas que un "Bon appetít" de seguro, la tenia en la mira, tenia su aroma impregnado en sus fosas nasales, tenia mas de animal que de demonio, eso seguro, pero aun así Chris se sabia acreedor de mucha humanidad, solamente porque conocía vampiros peores, aun mas crueles, aun mas macabros.
La observó mientras la blonda se retiraba con sus cabellos agitados en el viento de sus pasos, por este lado, otro vampiro, el primate y desde ya la gitana, el vampiro obviamente la ansiaba, el simio solo buscaba brillantes, y la gitana, las gitanas tenían ese no se que... tan particular de su gente. Posiblemente su libertad era inspiradora, su forma de vivir, sus costumbres, generaba adrenalina. Notó que el silencio aguardaba que alguien lo rompa después de la temerosa partida de la dama.
-Madamme, Monsieur, ¿esta todo en orden? ¿Puedo ofrecerles una ubicación?- dijo mientras les mostraba con una seña el ingreso al salón al cual había accedido la dama temerosa, la cual se sumergió entre los cortinados para perderse.
-Ah! estaba olvidando de confirmarles que después del espectáculo ofreceremos una reunión en el salón conjunto como conmemoración de las 100 representaciones de esta obra que hoy presentamos, estaríamos mas que felices de que nos pudieran acompañar si gustan por supuesto...- dejó latente la invitación mientras les ofrecía los correspondientes volantes. El mono se quedó observando mientras se lo acercaba a la dama. De la misma forma se lo entregó al caballero y juntando sus manos quedó a la espera de su respuesta.
La observó mientras la blonda se retiraba con sus cabellos agitados en el viento de sus pasos, por este lado, otro vampiro, el primate y desde ya la gitana, el vampiro obviamente la ansiaba, el simio solo buscaba brillantes, y la gitana, las gitanas tenían ese no se que... tan particular de su gente. Posiblemente su libertad era inspiradora, su forma de vivir, sus costumbres, generaba adrenalina. Notó que el silencio aguardaba que alguien lo rompa después de la temerosa partida de la dama.
-Madamme, Monsieur, ¿esta todo en orden? ¿Puedo ofrecerles una ubicación?- dijo mientras les mostraba con una seña el ingreso al salón al cual había accedido la dama temerosa, la cual se sumergió entre los cortinados para perderse.
-Ah! estaba olvidando de confirmarles que después del espectáculo ofreceremos una reunión en el salón conjunto como conmemoración de las 100 representaciones de esta obra que hoy presentamos, estaríamos mas que felices de que nos pudieran acompañar si gustan por supuesto...- dejó latente la invitación mientras les ofrecía los correspondientes volantes. El mono se quedó observando mientras se lo acercaba a la dama. De la misma forma se lo entregó al caballero y juntando sus manos quedó a la espera de su respuesta.
Sean O'Rouke- Humano Clase Media
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Era una gitana astuta, debía ingeniársela para salir viva de muchos de sus actos, era como un momento en donde la sangre se llenaba de adrenalina, no era mala, aquella adrenalina no había actuado igual en su cuerpo como en el cuerpo de aquella chica que corría despavorida por el encuentro de aquellos dos seres, para ella era normal estar cerca de un vampiro, aunque en ocasiones el tacto de su piel fría parecía aturdirla, ya estaba acostumbrada a sus andanzas a las costumbres nocturnas que tenían, en ocasiones ella se quedaba despierta todo un día mientras tenia calurosas conversaciones con su amado hermano, así que se sentía como un pez globo en medio de tiburones. El miedo estaba presente, estaría asustada si este no se apareciera en su cuerpo, pues querría decir que su vida estaba ya terminaba y su cuerpo veía el fin, no habría motivos de temer una parte del mismo ciclo de nacer, pero de una forma distinta.
Se despidió de la mujer con una mano, sonrió picara, le daba risa como su expresión le indicaba que solamente deseaba irse y dejarla a merced de aquellos dos hombres que estaban en ese lugar. ¿Por qué no mejor se iban a ver la obra? Ella no estaba interesada, aunque si se podía escabullir aun más… tal vez podría robar algo más de valor. Aquello le recordó sujetar muy bien a su animal, lo abrazo y este pareció entender su mensaje, no debía moverse más de donde estaba, pronto salto a su hombro y comenzó a juguetear con su cabello rojizo, tal vez buscando algún piojo para comer. -¿Yo en una obra de teatro?- se pregunto sorprendida de la invitación. Alzo la mirada para encontrarse con el del vampiro contrario. Sonrió ampliamente, la picardía le afloro como si fuera una flor que nacía en primavera –Me encantaría!- dijo animada mientras sus dos manos, unas manos pálidas y pequeñas aplaudían con entusiasmo, sujeto delicadamente el volante para luego sonreír ampliamente.
-No deseo ir sola- le dijo al otro hombre que parecía también ver el boleto con curiosidad –es la primera vez que vengo en un lugar como estos y no me gustaría estar sola- hizo unos ojitos, pero luego de un momento le aburrió ser tan dulce así que fue al grano de forma rápida –Acompañémonos mutuamente Monsieur – ofreció con un poco de duda, tal vez no aceptaría…
Se despidió de la mujer con una mano, sonrió picara, le daba risa como su expresión le indicaba que solamente deseaba irse y dejarla a merced de aquellos dos hombres que estaban en ese lugar. ¿Por qué no mejor se iban a ver la obra? Ella no estaba interesada, aunque si se podía escabullir aun más… tal vez podría robar algo más de valor. Aquello le recordó sujetar muy bien a su animal, lo abrazo y este pareció entender su mensaje, no debía moverse más de donde estaba, pronto salto a su hombro y comenzó a juguetear con su cabello rojizo, tal vez buscando algún piojo para comer. -¿Yo en una obra de teatro?- se pregunto sorprendida de la invitación. Alzo la mirada para encontrarse con el del vampiro contrario. Sonrió ampliamente, la picardía le afloro como si fuera una flor que nacía en primavera –Me encantaría!- dijo animada mientras sus dos manos, unas manos pálidas y pequeñas aplaudían con entusiasmo, sujeto delicadamente el volante para luego sonreír ampliamente.
-No deseo ir sola- le dijo al otro hombre que parecía también ver el boleto con curiosidad –es la primera vez que vengo en un lugar como estos y no me gustaría estar sola- hizo unos ojitos, pero luego de un momento le aburrió ser tan dulce así que fue al grano de forma rápida –Acompañémonos mutuamente Monsieur – ofreció con un poco de duda, tal vez no aceptaría…
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Observó el puchero de la muchacha sin inmutarse. Era algo que no funcionaba con él, no a menos que fuera su esclavo salvaje o la musa exótica que lo atormentaba. Suspiró con cierta desesperación, mientras sonreía a la mujer y le tendía un brazo con elegancia. No demostró nada más que picardía y cierto interés en su ofrecimiento, le gustaba la forma directa en la que su ruego había cambiado a una petición. Tenía la ligera impresión de que si la alteraba un poco, su voz, ahora dulce, se volvería dura. Quizás incluso llegase a insultarlo. - Por supuesto, frau. Me muero por tener su cálida compañía, mientras gozo del espectáculo que nos ofrece este amable señor.- Rió con suavidad, dejando que sus ojos brillasen con el arrogante humor que le caracterizaba. Se encargó de que su voz acariciase el cuerpo de la joven, como si de un manto se tratase. Hay veces, en las que un hombre puede llegar a conocer a una mujer sin siquiera tocarla, su voz era sólo una de las formas que tenía para ello. Era algo que había aprendido de su padre cuando era joven, y aún ahora, solía usarlo como arma y protección. Evitando usar sus poderes vampíricos, hasta que fuese lo suficientemente tarde como para evitarlo.
Se giró hacia el hombre, mientras esperaba a que la mujer tomase su ofrecimiento, o lo rechazase si ése era su deseo. Sabía que a veces, podía ser molesto. ¿ A quién quieres engañar?, se amonestó a sí mismo mientras miraba al hombre en silencio, eres peor que ésas máquinas de torturas femeninas, llamadas corsé. Sonriendo por su pensamiento, deslizó la mirada por el cuerpo del hombre. A simple vista, era un cuerpo delgado, quizás fibroso o no. Pero no se engañaba, era de su especie, así que debía ser fuerte, muy fuerte. - Dígame, herr. ¿De qué tratará el espectáculo?.- Suavizó su voz, intentando darle un tono de monotonía, para que no advirtiera su interés en él. Siempre le fascinaban aquellos que no conocían nada sobre su fama, o al menos, los que no temblaban en su presencia. Le permitía conocer los verdaderos pensamientos tras ellos, sin tener que recurrir a leerles la mente. Era algo tedioso y molesto. Siempre recogía mucha información inservible o que no deseaba conocer. Como aquél hombre, que se dedicaba a hablarle de las piezas del museo que había visto, mientras pensaba en la ropa femenina que había robado a su hermana para ponérsela. Algo inservible, hasta el momento en que quisiera vengarse de él, por supuesto.
Con cuidado, dejó que su cabeza señalase a la mujer antes de preguntar.- ¿Cree que será de nuestro agrado?. No quiero perder el tiempo con una obra que no transmita nada. - Intensificó su mirada hacia el hombre, para advertirle si se trataba de una obra de gustos... " vampíricos". A veces, actuaban humanos, unas vivían y otras no. No quería una mujer llorosa o asustada a la salida. Sabía que era una mujer de carácter, porque a pesar de saber lo que era, seguía a su lado con una sonrisa divertida. Aún más, le dedicaba pucheros como si él fuese su protector, y ella su pupila. Pero hay cosas... que es mejor no saber.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Algunos vampiros llegaban a ser orgullosos, obstinantes y llenos de egocéntrica, se creían muchas cosas que no eran, pero Ivette ya estaba acostumbrada, su hermano era uno de ellos, ya sabía cómo tratarlos, de cierta manera, ella los veía como otras bestias mas que se tenía que saber cómo manejar, cada una estaba marcada por un patrón, pero con diferencias que marcaban su individualidad, aquel hombre se veía alto, hermoso, orgulloso de ser lo que era, pero un poco asexual, algo que le gustaba a Ivette, pues aunque se veía coqueta y en busca de alguna aventura, en ocasiones lo carnal no llamaba a su cuerpo, tenía tiempo que no sucedía eso, claro no era inmune, pero su cuerpo parecía tener cierto escudo que la protegía de los encantos de los vampiros, pero perdía, pues en su vida siempre debía haber peligros, para que ella pudiera sentirse mejor.
-No se preocupe, no pienso volver a robar nada- dijo animada, claro trataría, pero podría ser que no funcionara muy bien, de todos modos, algunas promesas estaban para romperse. ¿Cuántos años tenía aquel hombre? Su porte parecía de otra era muy lejana de la que estábamos. Saber la edad de los inmortales era algo que había burbujear la curiosidad. Nunca eran lo que aparentaban y al final eran bestias sangrientas, caían, caían siempre en el mismo destino, no importaba lo que hicieran para evitarlo, siempre terminaban peor que los humanos.
Cierto nunca había estado en un espectáculo, de primera fila, la muerte no había presenciado, tal vez por eso adoraba a los vampiros, pues cuando los veía, podía ver en sus ojos las historias de cada una de las almas que tuvieron que tomar para poder seguir con vida y tener un poco del calor que luego se iba, pues era robado y nunca eso duraba, nunca las recompensas llegaban a durar el tiempo suficiente como para aprovecharla al máximo y al final siempre se caía en lo mismo. –Bueno… No importa cuál sea el argumento de la obra- dijo ella alzándose los hombros –Toda obra comienza igual y termina de la misma manera- dejo salir un leve suspiro de decepción, pero, aunque tenía ese argumento, sus ganas no dejaban su pequeño y delicado cuerpo, al contrario hacia crecer, cada vez su entusiasmo de adentrarse en aquel mundo que se le tenía prohibido.
-Aun así, deseo ver… ver todo lo que pueda, pues pronto puedo morir – se alzo los hombros tranquilamente. Su cuerpo hermoso era enfermizo, había momento en que llegaba una ola de enfermedad que la dejaba tumbada, sin que pudiera hacer nada. Era un sufrimiento , una tortura sentir que el cuerpo comenzaba a poco a poco degradarse y lo peor era que aun era joven, tenía una edad muy corta como para poder morir aun… al final era una humana común y corriente, no era nada en especial, le temía a la muerte como todos los demás, tal vez por eso deseaba presenciarla, tal vez para poder sentir que el miedo se incrementaba y los deseos de vivir llenaran su alma o a lo mejor, para hacer todo lo contrario y que su temor se fuera, pues al conocerla más de cerca, no tendría porque temerle…
-No se preocupe, no pienso volver a robar nada- dijo animada, claro trataría, pero podría ser que no funcionara muy bien, de todos modos, algunas promesas estaban para romperse. ¿Cuántos años tenía aquel hombre? Su porte parecía de otra era muy lejana de la que estábamos. Saber la edad de los inmortales era algo que había burbujear la curiosidad. Nunca eran lo que aparentaban y al final eran bestias sangrientas, caían, caían siempre en el mismo destino, no importaba lo que hicieran para evitarlo, siempre terminaban peor que los humanos.
Cierto nunca había estado en un espectáculo, de primera fila, la muerte no había presenciado, tal vez por eso adoraba a los vampiros, pues cuando los veía, podía ver en sus ojos las historias de cada una de las almas que tuvieron que tomar para poder seguir con vida y tener un poco del calor que luego se iba, pues era robado y nunca eso duraba, nunca las recompensas llegaban a durar el tiempo suficiente como para aprovecharla al máximo y al final siempre se caía en lo mismo. –Bueno… No importa cuál sea el argumento de la obra- dijo ella alzándose los hombros –Toda obra comienza igual y termina de la misma manera- dejo salir un leve suspiro de decepción, pero, aunque tenía ese argumento, sus ganas no dejaban su pequeño y delicado cuerpo, al contrario hacia crecer, cada vez su entusiasmo de adentrarse en aquel mundo que se le tenía prohibido.
-Aun así, deseo ver… ver todo lo que pueda, pues pronto puedo morir – se alzo los hombros tranquilamente. Su cuerpo hermoso era enfermizo, había momento en que llegaba una ola de enfermedad que la dejaba tumbada, sin que pudiera hacer nada. Era un sufrimiento , una tortura sentir que el cuerpo comenzaba a poco a poco degradarse y lo peor era que aun era joven, tenía una edad muy corta como para poder morir aun… al final era una humana común y corriente, no era nada en especial, le temía a la muerte como todos los demás, tal vez por eso deseaba presenciarla, tal vez para poder sentir que el miedo se incrementaba y los deseos de vivir llenaran su alma o a lo mejor, para hacer todo lo contrario y que su temor se fuera, pues al conocerla más de cerca, no tendría porque temerle…
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
“ El Teatro de la Crueldad ha sido creado para restablecer en el teatro una concepción de la vida apasionada y convulsiva, y es en este sentido de rigor violento y condensación extrema de elementos escénicos que debe entenderse la crueldad en la cual están basados “.
Antonin Artaud
Le divertía ver cómo ella le prometía algo que dudaba que cumpliera, ni siquiera se había podido presentar a sí misma sin que antes hubiera un robo de por medio. Eso debía decir lo suficiente de ella como para que sus palabras fueran una mera frase más, mecida en el aire con la ligereza de las plumas, dicha por una bella y joven mujer. Eso era lo único que parecía salir de ella, promesas endebles, manchadas del atrevimiento que daba la juventud.
A veces ser humano debía ser agradable. Tener todo el mundo limitado, con la sabiduría del “vivir el presente sin pensar en el mañana”. Él siempre pensaba en el mañana. Se planificaba los siglos, viviéndolos como miles de vidas en una sola. Si salía algún nuevo invento el lo probaba, lo estudiaba y si podía, se dedicaba a la profesión que partiera del nuevo invento. Tenía la certeza de que podía probarlo todo, moverse por el mundo visitando las ruinas de las ciudades que antaño eran centros de una cultura importante. Nada quedaba ya de la ciudad que lo había visto crecer, ni siquiera de la que fundó junto a su maestro y padre, Leónidas. Nuevos pueblos se afianzaron en el mismo territorio, sobrepoblándose y construyendo núcleos de vida que finalizaría en calles adoquinadas, con boutiques de moda y tiendas de alimentos extranjeros. El mundo cambiaba, y él, con el mismo.
- No prometa lo que no puede cumplir.- Le dijo con una sonrisa, mientras tomaba su mano para guiarla al interior del teatro. Caminó junto a ella, pasando por la larguísima fila central que separaba los numerosos asientos del teatro, buscando un lugar desde el cual admirar mejor la obra que iba a comenzar. Ignoró a los pocos vampiros que estaban ocultos tras los personajes que ellos mismos se habían inventado. Uno de ellos estaba en la última fila, un banquero que tenía la fama de codicioso por trabajar de noche y contar, una a una, las monedas y billetes que contenía acumulado en las arcas de la sucursal. Un médico famoso por tener una habilidad excelente con la aguja e hilo, además de ser increíblemente abnegado en su trabajo por ir siempre de noche a atender a sus pacientes. Y por último, una bellísima cortesana, de piel tan blanca como el mismo mármol. Decían que aquella mujer podía soportar los más oscuros y duros deseos que un hombre pudiera tener. Todos ellos, al igual que él, se habían refugiado bajo un disfraz con el que poder pasar desapercibido entre aquellos que les servían de comida. Aún ahora se preguntaba, quizás con menor frecuencia a medida que pasaban los siglos, ¿por qué seguían manteniéndose ocultos en las sobras?. ¿Inquisición?. No. Ellos eran más numerosos que unos humanos. Incluso siendo sólo vampiros contra inquisidores, sin tener en cuenta al resto de razas que convivían junto a ellos, seguían teniendo una gran posibilidad de eliminarlos. Pero todo permanecía igual, ¿por qué?.
Se detuvo ante las butacas que el vampiro extraño les había señalado y se apartó para que ella pudiera pasar delante de él. Era un vikingo, pero había aprendido que los modales parisienses eran sumamente interesantes de cumplir. Le permitía ver el trasero de muchas mujeres, quedando como un caballero respetuoso al mantener su rostro con una sonrisa inocente. Aunque si se fijasen bien en el brillo pícaro de sus ojos, sabrían que él había hecho algo malo. ¿Pero quién pensaría algo como tal de un joven con unos modales tan impecables?.
Sonrió y se sentó junto a Ivette, acercándose a su oído para hablarle con discreción, sin molestar al resto de las personas que habían acudido como ellos a ver alguna función determinada. - Pronto descubrirá que no todas las obras son iguales, frau.- Le señaló el hombre que acudía al escenario, dándoles una reverencia y presentándose como el director de la orquesta que se encontraba tomando cada instrumento necesario para realizar la banda sonora del espectáculo. Algunos músicos daban un vistazo a sus partituras, asegurándose de que el orden de las páginas era el correcto. - A veces el final es sólo el principio, Ivette. - Le susurró mientras las cortinas se abrían y dejaban entrever el mundo que había creado la compañía.
Como si él mismo lo hubiese preparado, en el centro del escenario descansaba el cadáver de una mujer. Sus cabellos rubios manchados por la sangre que tenía otro de los actores en sus manos, se mostraban sospechosamente ordenados. Como si ella misma, después de ser atacada, se hubiera acostado sobre el charco de su propia sangre, teniendo cuidado de estirar sus cabellos para que no pareciesen desordenados. Lo absurdo e importante de tal hecho, lo hizo sonreír. La mujer era un hermoso cadáver vivo.
Antonin Artaud
Le divertía ver cómo ella le prometía algo que dudaba que cumpliera, ni siquiera se había podido presentar a sí misma sin que antes hubiera un robo de por medio. Eso debía decir lo suficiente de ella como para que sus palabras fueran una mera frase más, mecida en el aire con la ligereza de las plumas, dicha por una bella y joven mujer. Eso era lo único que parecía salir de ella, promesas endebles, manchadas del atrevimiento que daba la juventud.
A veces ser humano debía ser agradable. Tener todo el mundo limitado, con la sabiduría del “vivir el presente sin pensar en el mañana”. Él siempre pensaba en el mañana. Se planificaba los siglos, viviéndolos como miles de vidas en una sola. Si salía algún nuevo invento el lo probaba, lo estudiaba y si podía, se dedicaba a la profesión que partiera del nuevo invento. Tenía la certeza de que podía probarlo todo, moverse por el mundo visitando las ruinas de las ciudades que antaño eran centros de una cultura importante. Nada quedaba ya de la ciudad que lo había visto crecer, ni siquiera de la que fundó junto a su maestro y padre, Leónidas. Nuevos pueblos se afianzaron en el mismo territorio, sobrepoblándose y construyendo núcleos de vida que finalizaría en calles adoquinadas, con boutiques de moda y tiendas de alimentos extranjeros. El mundo cambiaba, y él, con el mismo.
- No prometa lo que no puede cumplir.- Le dijo con una sonrisa, mientras tomaba su mano para guiarla al interior del teatro. Caminó junto a ella, pasando por la larguísima fila central que separaba los numerosos asientos del teatro, buscando un lugar desde el cual admirar mejor la obra que iba a comenzar. Ignoró a los pocos vampiros que estaban ocultos tras los personajes que ellos mismos se habían inventado. Uno de ellos estaba en la última fila, un banquero que tenía la fama de codicioso por trabajar de noche y contar, una a una, las monedas y billetes que contenía acumulado en las arcas de la sucursal. Un médico famoso por tener una habilidad excelente con la aguja e hilo, además de ser increíblemente abnegado en su trabajo por ir siempre de noche a atender a sus pacientes. Y por último, una bellísima cortesana, de piel tan blanca como el mismo mármol. Decían que aquella mujer podía soportar los más oscuros y duros deseos que un hombre pudiera tener. Todos ellos, al igual que él, se habían refugiado bajo un disfraz con el que poder pasar desapercibido entre aquellos que les servían de comida. Aún ahora se preguntaba, quizás con menor frecuencia a medida que pasaban los siglos, ¿por qué seguían manteniéndose ocultos en las sobras?. ¿Inquisición?. No. Ellos eran más numerosos que unos humanos. Incluso siendo sólo vampiros contra inquisidores, sin tener en cuenta al resto de razas que convivían junto a ellos, seguían teniendo una gran posibilidad de eliminarlos. Pero todo permanecía igual, ¿por qué?.
Se detuvo ante las butacas que el vampiro extraño les había señalado y se apartó para que ella pudiera pasar delante de él. Era un vikingo, pero había aprendido que los modales parisienses eran sumamente interesantes de cumplir. Le permitía ver el trasero de muchas mujeres, quedando como un caballero respetuoso al mantener su rostro con una sonrisa inocente. Aunque si se fijasen bien en el brillo pícaro de sus ojos, sabrían que él había hecho algo malo. ¿Pero quién pensaría algo como tal de un joven con unos modales tan impecables?.
Sonrió y se sentó junto a Ivette, acercándose a su oído para hablarle con discreción, sin molestar al resto de las personas que habían acudido como ellos a ver alguna función determinada. - Pronto descubrirá que no todas las obras son iguales, frau.- Le señaló el hombre que acudía al escenario, dándoles una reverencia y presentándose como el director de la orquesta que se encontraba tomando cada instrumento necesario para realizar la banda sonora del espectáculo. Algunos músicos daban un vistazo a sus partituras, asegurándose de que el orden de las páginas era el correcto. - A veces el final es sólo el principio, Ivette. - Le susurró mientras las cortinas se abrían y dejaban entrever el mundo que había creado la compañía.
Como si él mismo lo hubiese preparado, en el centro del escenario descansaba el cadáver de una mujer. Sus cabellos rubios manchados por la sangre que tenía otro de los actores en sus manos, se mostraban sospechosamente ordenados. Como si ella misma, después de ser atacada, se hubiera acostado sobre el charco de su propia sangre, teniendo cuidado de estirar sus cabellos para que no pareciesen desordenados. Lo absurdo e importante de tal hecho, lo hizo sonreír. La mujer era un hermoso cadáver vivo.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
No le molestaba como la veían las mujeres vestidas de esa forma tan pomposa mientras ella solamente cubría su piel con unos simples harapos que al menos hacían bien su trabajo, los componentes no parecían estar bien, pues a su lado había un hombre extremadamente exquisito, bien vestido que podría elegir a cualquier mujer de buena clase que quisiera pero se conformaba con apenas una gitana que había sido acusada de robar. Era guiada por él mientras se disponían a elegir el mejor lugar para sentarse, ella no sabía cuál era el mejor por eso dejaría que el experto decidiera donde quedaría mejor.
— Gracias —dijo cuando le dio permiso para sentarse primero, el asiento mullido hizo que su cuerpo se sintiera extraña ante tanta comodidad, dejo salir una risilla como niña pequeña disfrutando de nuevas experiencias. Escucho atenta lo que le decía suavemente a su oído, sonrió suavemente con cierta picardía — ¿En serio? Muero de emoción — chillo bajito, mientras trataba de acomodarse en aquel asiento del cual aun no se acostumbraba. Estas cosas no estaban hecha para ella, pero le gustaba probar cosas nuevas, era una forma de tener nuevas experiencias y no quedarse en lo que se suponía que debía siempre estar, en un rango que la sociedad había impuesto.
El olor a sangre era una fragancia que la conocía bien, tal vez los otros humanos comunes terminarían pensando que era simple actuación, que todo era teatro, pero el cuerpo de Ivette se tenso completamente, llevo una de sus manos había su boca mientras bajaba la mirada ocultando su rostro con su melena rojiza — Esto no es falso — susurro. Miro a su alrededor, las personas parecían totalmente normales, algunas un poco afectadas pero al parecer nada mas allá de eso.
— Gracias —dijo cuando le dio permiso para sentarse primero, el asiento mullido hizo que su cuerpo se sintiera extraña ante tanta comodidad, dejo salir una risilla como niña pequeña disfrutando de nuevas experiencias. Escucho atenta lo que le decía suavemente a su oído, sonrió suavemente con cierta picardía — ¿En serio? Muero de emoción — chillo bajito, mientras trataba de acomodarse en aquel asiento del cual aun no se acostumbraba. Estas cosas no estaban hecha para ella, pero le gustaba probar cosas nuevas, era una forma de tener nuevas experiencias y no quedarse en lo que se suponía que debía siempre estar, en un rango que la sociedad había impuesto.
El olor a sangre era una fragancia que la conocía bien, tal vez los otros humanos comunes terminarían pensando que era simple actuación, que todo era teatro, pero el cuerpo de Ivette se tenso completamente, llevo una de sus manos había su boca mientras bajaba la mirada ocultando su rostro con su melena rojiza — Esto no es falso — susurro. Miro a su alrededor, las personas parecían totalmente normales, algunas un poco afectadas pero al parecer nada mas allá de eso.
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Saber y sentir son cosas diferentes, cuando sientes no sabes y cuando crees que sabes ya dejaste de sentir
Soltó una risa disimulada, para no escandalizar a las personas que estaban a su alrededor sentadas. No creía que se ganase la amistad del público si él comenzaba a mofarse por toda la escenificación, mucho menos cuando se suponía que había un cadáver en medio del teatro, bañado por su propia sangre. Nunca se cansaba de ver estas obras de teatro, ya que jamás escatimaban en detalles suculentos para los pocos vampiros que iban a observar todo el espectáculo.
Acarició la cabeza de la gitana con una mano y después le apartó la mano de su rostro para que pudiera ver lo que ocurría en el escenario. Sus dedos alzaron su rostro para que lo mirase antes de que el rumor de los espectadores terminase y pudiera dar comienzo la obra en sí misma.
- No apartes tu mirada del escenario. Has querido estar aquí por tu propio capricho, demuéstrame que hay más dentro de ti que una niña asustada, Ivette.- Se inclinó sobre su rostro para que sus palabras cayeran sobre sus labios y fueran captadas sólo por sus hermosos oídos.
- He visto en ti tu valor fuera de la sala, no me decepciones ahora.- Le acarició la mejilla con sus dedos y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.- Seré tu guía en esta nueva experiencia, así que vívela. No hay nada más poderoso que la muerte. – Sus dedos se deslizaron por su cuello, dejando que su piel se erizase por el frío contacto de su cuerpo con el de ella. – Intensifica todas nuestras emociones, Ivette. Nada te hará sentir más viva que ella cuando salgas de esta sala, porque habrás conocido lo que se siente al estar atrapada, como la mujer del escenario, entre las garras de la parca. – Se separó un poco de ella y le guiñó un ojo, acariciando uno de sus labios con picardía.- Todo sabe mejor, todo se siente mejor. Y cuando digo todo, querida, es todo.
Se calló y le dio un golpecito en sus labios con un dedo para que no hablase y prestase atención de nuevo a la obra. El recinto se llenó con el espeluznante gritó de la mujer que se alzaba, bañada en sangre, en el escenario. Así, como si nada, comenzó la obra que hablaba del poder del amor.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
” Si no quieres correr riesgos en la vida, ya has decidido que no deseas crecer.”
—Shirley Hufstedler
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Podría cerrar sus ojos y no mirar, hacerse la demente, hacer que su mente encontrara algo mas en que concentrarse, pero él la obligaba a ver, no había escapatoria alguna de su destino, terminaría contemplando la obra de principio a fin. Sus dedos en su mentón se sentían tan fríos como un duro día de invierno sin guantes para proteger las manos, pero estas no estaban entumecidas, eran suaves y agiles como garras de águila atrapando a su presa. Se reprochaba a su misma, regañaba internamente de lo imprudente que podría llegar a ser, cuestionaba la posibilidades de salir viva de ese lugar había un miedo claro dentro de ella que podría ser la siguientes en ser asesinada de manera tan grafica, delante de toda aquella multitud que parecía disfrutar del acto, que era más realidad de la ficción que ellos esperaban.
Era cierto, se sentía atrapada, sola, desprotegida, como aquella vez que estuvo al borde de la muerte junto con sus padres gitanos, claro ella no recordaba aquel momento tan enigmático de su historia, apenas era una bebe recién nacida que solamente dormía y lloraba por el seno de su madre. Pero esa fuente de alimento pronto se le fue arrebatada, fue la única sobreviviente de una matanza de gitanos, ella sabía lo que era la muerte justamente muy poco después de nacer.
En su mente podía resonar los gritos de las personas como ella que eran confinadas a la muerte solamente por ser de un extracto que no era bien visto, trato de bajar la mirada, pero instintivamente se mantenía firme mirando hacia el frente, como si ella misma se obligara a ser fuerte y terminar lo que ha comenzando. El grito la hizo saltar de su silla, miro a la gente a su alrededor, si esto era para ellos entretenimiento no deseaba ser parte de su estatus social, prefería mantenerse gitana para siempre, con su música y baile que a ellos le parecía pagana, era mejor que esto a lo que llamaban obra.
Quería llorar, romper en llanto en ese mismo lugar, pero no lo hacía porque comenzaba a comprender que la vida era parte de la muerte y todo eso era provocado para mostrar lo que la humanidad siempre deseaba esconder, por eso se enterraba a los muertos, dándole la espalda y nunca más volviendo a hablar de ellos. La muerte no era una condena, era la libertad del alma humana…
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
"Tenía la misma cara que el gato que ha conseguido beberse el jarro de leche. ¡Todo satisfacción y ronroneo!"
La obra transcurrió con suma tranquilidad, como si el ver a vampiros actuando sobre el escenario fuera lo más normal en aquella tierra. Si los inquisidores pudieran entrar allí, pagar una entrada y observar cómo sus criaturas del mal realizaban funciones para el entretenimiento de las masas, probablemente la Iglesia crease una gran pira de madera en la plaza central y quemase a toda la clase alta sin ningún atisbo de arrepentimiento.
Casi podía escuchar a los inocentes y puros católicos justificándose bajo el pretexto de que son personas influenciadas por los demonios de la noche, hombres alejados del designio del señor y cuyas almas jamás alcanzarían la purificación sin pasar antes por el fuego. Esos egocéntricos humanos seguían jurando que las llamas realmente “curaban” el mal. Quizás sólo tuviera que quemar Iglesias con todos sus feligreses dentro y observar con atención para ver si realmente sus almas salían volando en el cielo, rodeadas por un halo divino.
- Tranquilízate, estás desviando mi atención con ése ritmo errático de tu corazón – Le susurró a la mujer que antes se había mostrado como la dueña del mundo, pero que al comenzar la obra al abrirse el telón, toda esa valentía se había esfumado de golpe, como si alguien le hubiera quitado su más valioso tesoro. Era como esos muñequitos sin alma que se paseaban por las calles, repitiendo el pregón de los curas, rezando por las almas descarriadas. Seguramente estaría rezando para no volver a ver una escena igual en su corta existencia.
- Apestas a miedo – Le dijo sin poder evitar molestarla, sólo para ver si su corazón realizaba una danza aún más rápida gracias a él. Acercó su rostro al cuello de ella e inspiró su aroma antes de levantar su mirada y fijarla en sus ojos. – Se me hace la boca agua, querida. Así que intenta controlarte antes de que desee probar un poco de lo que me ofreces -
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: !No puedes dejar que el miedo te domine![ocupado]
Ella era una simple gitana, una pobre alma que había tenido que caminar toda su vida, hasta que sus pies sangraran. Buscaba en cada hueco la aventura de su existencia, para así no caer en depresión, por la mala suerte que había tenido en la vida en la vida. No le importaba mucho si llegaba a caerse y lastimarse seriamente, había aprendido a curar sus heridas, levantarse y seguir hacia adelante, en busca de nuevos encuentros con el infortunio. Pero a la final era una simple humana, su cuerpo la traicionaba, sus reacciones afloraban como si esta misma fuera una maquina. Su mente no lo podía evitar, le recordaba lo viva y común que era para todos los demás.
Para ella era el descubrimiento de América, la cual sabía que existía, pero no había podido verla con sus propios ojos. Era el Eureka de la aberración de un mundo secreto; el cual todos sabían que existía, pero nadie quería aceptarlo. Ivette sentía como sus ojos eran desvendados y extrañamente apreciaba la oscuridad con más intensidad que épocas pasadas. Era evidente que sin la oscuridad no podría haber luz; las dos se necesitaban mutuamente, para poder reconocer a cada una de ellas. Nuestras mentes no entenderían la capacidad de aceptar los polos opuestos de la vida.
Como habíamos dicho antes, el pobre cuerpo de Ivette simplemente reaccionaba como otro vulgar cuerpo. Traspiraba secreciones por cada uno de sus poros, respiraba haciendo trabajar a sus pulmones, los cuales llevaban oxigeno a su cerebro; quien estaba muy ocupado queriendo guardar los detalles de aquella experiencia única. Su corazón bombeaba sangre a todos los rincones de su cuerpo, haciendo que se produjera una orquesta por cada célula de su organismo. Tal vez aquel hombre de edad secreta se había olvidado lo que significara ser un humano, debía agradecer que la jovencita a su lado, pudiera darle una vista cercana de cómo se comportaba el organismo de un ser vivo.
¿Era eso una orden? o ¿una sugerencia? No lo sabía, pero la reacción fue la contraria de lo que el hombre quería. Su corazón dio un vuelco y la misma Ivette dio un pequeño saltito en su asiento. Su rostro se endureció, mientras trataba de relajar aquel cuerpo tenso que le pertenecía, bufo al hombre, como si estuviera reprochándole algo. Pero el acercamiento repentino del señor sin edad hizo que su corazón subiera la sangre a sus mejillas. Era como si aquel musculo se hubiera convertido en cientos de caballos salvajes que corrían desbocados, parecía que se le iba a salir de su pobre pecho.
—Pues prefiero apestar a miedo y adrenalina, mi señor — dijo suavemente, trato de titubear las primeras palabras, pero luego de que fueron saliendo, comenzaron a obtener una gran firmeza y fuerza. — Gracias a él, me siento natural, perfecta; por ser imperfecta. ¿No es eso lo que le atrae de mí? — suspiro largamente. Mientras trataba de acomodarse en su asiento para seguir mirando hacia adelante — Tal vez este fría del terror, tal vez no huya porque este congelada. Pero todo esto para mi es una lección que atesorare toda mi vida — sonrió ampliamente. Estaba orgullosa de ella misma, aunque sus orejas estuvieran calientes y su corazón parecía querer salírsele, al menos encontraba controlarse y seguir adelante.
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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