O mi Domine {Ophelia}

por **Daždbog** Sáb Nov 10, 2018 10:35 pm

El idioma seguía siendo un problema, a pesar de que ya habían pasado algunos meses desde que la vampiresa me hubiera ordenado acompañarla de vuelta a París, donde, al parecer, estaba su residencia principal. No es como si me disgustara estar más cerca de ella, puesto que cercanía implicaba mayor facilidad para obtener su sangre, pero que me manejaran de una forma tan directa no era lo más usual, así que no podía evitar que mi mal humor se reflejara en mis expresiones. Era consciente que eso le molestaba, pero no hacía nada para cambiarlo. Y parte de la venganza que Ophelia había decidido mostrar consistía en no molestarse siquiera en tratar de enseñarme el idioma, a pesar de que evidentemente me iba a resultar necesario. Odiaba admitirlo, pero cada día estaba más claro que el control de nuestra relación recaía en ella totalmente. Y no, a eso tampoco estaba acostumbrado. Ella trataba lo que había entre nosotros como una transacción comercial, la sangre era mi pago por los servicios que le proveyera. Y si la cagaba, cortaría el suministro sin dudarlo.

En otro momento, esa amenaza hubiera servido para que me rebelara en su contra y me deshiciera de ella, no sin antes arrebatarle toda la sangre, pero algo me decía que, a la larga, permanecer a su lado por algo más de tiempo me iba a resultar beneficioso.

Era muy antigua, probablemente algunos siglos más antigua que cualquiera de los vampiros a los que había "servido" antes, y eso no solamente hacía su sangre más deliciosa, sino que implicaba que tenía conexiones con otros inmortales aún más longevos que ella misma. Sólo de pensarlo me relamía, impaciente, ansioso. Desde el inicio ambos fuimos claros en nuestras intenciones. La utilidad (o ausencia de ésta) del otro marcaría cuánto tiempo estaríamos aliados. Ella necesitaba un mercenario, yo una proveedora. Lo demás era un bonus, pero en mi caso, era mucho más suculento de lo que había imaginado en un principio. Sí, sin duda me convenía seguirla, a pesar de que me tocara las narices sentirme a su merced (y estarlo, en efecto). La vampiresa rezumaba peligro por cada poro de su piel, pero también seguridad, violencia y poder. ¿Qué cualidades tendrían aquellos que ella consideraba como cercanos?

Aquella era una de aquellas noches en que tendría la posibilidad de asomarme, aunque fuera mínimamente, a esa parte de su mundo, de su pasado, de su eternidad. El lugar escogido fue el cabaret, algo que agradecí enormemente, ya que su sangre solía despertar mi lujuria de forma casi exagerada. Y aunque no pude entender ni una palabra de lo que estaba hablando con el otro vampiro, no necesitaba ser un experto para saber que ambos se respetaban el uno al otro, lo cual ya de por sí era extraño, teniendo en cuenta lo orgullosa que era. Y también que él la temía, a pesar de ser evidentemente más viejo. No, volverme en su contra definitivamente no formaba parte de mis planes. No por el momento.