AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Like a loaf of bread [Privado]
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Like a loaf of bread [Privado]
Los pálidos dedos acariciaron casi con ternura la enorme piedra roja atrapada entre el elaborado diseño. La gargantilla en oro era hermosa. Un trabajo exquisito que sin lugar a dudas podría competir con todas las joyas y baratijas que conformaban su colección personal. Fue la primera cosa que llamó su atención no bien ingreso al recinto. A su alrededor reposaban muchos diseños más, algunos le interesaron un poco, otros resultaban demasiado comunes para su gusto. Levantó en su mano la gargantilla y se la probó sin llegar a apuntarla. – Luce hermosa, absolutamente fantástica. Esa gargantilla esperaba por usted, no hay lugar a dudas – la zalamera voz del joven que atendía el local continuó alagándola, pero ella le devolvió la joya. Sabía que le quedaba bien, era un color que le favorecía naturalmente, sin embargo no estaba allí de compras.
Acomodó su corsé con disimulo. Aquel día había decidió colocarse un capricho verde esmeralda, uno más de los cientos que contenía su hogar, solo que éste era tan apretado a la cintura que si su piel no tuviese la fuerza preternatural que poseía, seguramente terminaría con terribles cardenales. Pero eso no importaba, le quedaba perfecto, combinaba con el color de sus ojos y la hacía parecer ligeramente más alta y delgada. La vanidad era uno de los rasgos que se había afianzado en vez de desvanecerse con el tiempo.
Miró en derredor esperando que ocurriese algo inusual. El local se encontraba casi vacío. Solo otros dos parisinos, una pareja, se embelesaban con los brillos y colores que refulgían por donde quiera que mirase. No requería de sus afinados sentidos para percibir que tras la fachada se escondía algo muchos más tórrido, pervertido e intrigante. Había escuchado rumores sobre un burdel en aquella zona, uno que funcionaba clandestinamente y al cual solo podían acceder quienes conocieran como hacerlo. ¿Y que mejor manera de identificar clientes pudientes que con una costosa joyería? Una idea simple y genial, tenía que admitirlo.
Los burdeles eran lugares ideales para los no-muertos. La belleza de la decadencia humana, el sufrimiento, el deseo y la miseria, todo reunido en un solo lugar, listo para que fuese tomado por el mejor postor. Podría pasar noches entera haciendo de las suyas y muy probablemente a nadie le importaría, siempre y cuando se pagara la cuota. Y aunque no disfrutara de los placeres carnales que otra mujer pudiese brindarle, si lo hacía con sus historias, sus vivencias, su fingida y reforzada alegría y, por supuesto, su sangre.
Dirigió su atención hacia unos pendientes bastante grandes y pesados justo cuando un caballero, elegantemente ataviado, ingresó al local. Se trataba de un hombre ya entrado en años aunque no por eso menos atractivo. Alto, fornido y pulcro. Algunas canas empezaban a salpicar una abundante cabellera caoba y unos ojos oscuros bastante bonitos enmarcados por unas pestañas cortas pero tupidas. Se detuvo a observarla un segundo antes de inclinar ligeramente la cabeza, saludo que ella retornó con una media sonrisa, luego regresó la mirada al tendero – Quisiera ver aquellos – solicitó señalando los pendientes pero manteniendo sus atención en las acciones del caballero que ahora miraba algunas vitrinas ubicadas en el fondo del local, justo las que estaban junto a una puerta que no llamaría la atención a nadie que no estuviese buscando algo en particular.
Acomodó su corsé con disimulo. Aquel día había decidió colocarse un capricho verde esmeralda, uno más de los cientos que contenía su hogar, solo que éste era tan apretado a la cintura que si su piel no tuviese la fuerza preternatural que poseía, seguramente terminaría con terribles cardenales. Pero eso no importaba, le quedaba perfecto, combinaba con el color de sus ojos y la hacía parecer ligeramente más alta y delgada. La vanidad era uno de los rasgos que se había afianzado en vez de desvanecerse con el tiempo.
Miró en derredor esperando que ocurriese algo inusual. El local se encontraba casi vacío. Solo otros dos parisinos, una pareja, se embelesaban con los brillos y colores que refulgían por donde quiera que mirase. No requería de sus afinados sentidos para percibir que tras la fachada se escondía algo muchos más tórrido, pervertido e intrigante. Había escuchado rumores sobre un burdel en aquella zona, uno que funcionaba clandestinamente y al cual solo podían acceder quienes conocieran como hacerlo. ¿Y que mejor manera de identificar clientes pudientes que con una costosa joyería? Una idea simple y genial, tenía que admitirlo.
Los burdeles eran lugares ideales para los no-muertos. La belleza de la decadencia humana, el sufrimiento, el deseo y la miseria, todo reunido en un solo lugar, listo para que fuese tomado por el mejor postor. Podría pasar noches entera haciendo de las suyas y muy probablemente a nadie le importaría, siempre y cuando se pagara la cuota. Y aunque no disfrutara de los placeres carnales que otra mujer pudiese brindarle, si lo hacía con sus historias, sus vivencias, su fingida y reforzada alegría y, por supuesto, su sangre.
Dirigió su atención hacia unos pendientes bastante grandes y pesados justo cuando un caballero, elegantemente ataviado, ingresó al local. Se trataba de un hombre ya entrado en años aunque no por eso menos atractivo. Alto, fornido y pulcro. Algunas canas empezaban a salpicar una abundante cabellera caoba y unos ojos oscuros bastante bonitos enmarcados por unas pestañas cortas pero tupidas. Se detuvo a observarla un segundo antes de inclinar ligeramente la cabeza, saludo que ella retornó con una media sonrisa, luego regresó la mirada al tendero – Quisiera ver aquellos – solicitó señalando los pendientes pero manteniendo sus atención en las acciones del caballero que ahora miraba algunas vitrinas ubicadas en el fondo del local, justo las que estaban junto a una puerta que no llamaría la atención a nadie que no estuviese buscando algo en particular.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
La ausencia de sueños horripilantes durante las últimas semanas me tenían gratamente sorprendida. Las horas de descanso de calidad habían mejorado bastante mi humor, lo que también había influido en que la intensidad de mis ataques y su frecuencia disminuyese.
Era una personal casi normal. Demasiado bueno para ser cierto. Sin embargo, no estaba dispuesta a malgastar el tiempo, así que había aprovechado estos días de calma y serenidad para salir más a la calle, dándome el lujo de incluso comprar algo de ropa y otros caprichos que generalmente solían quedar en un segundo plano cuando no me encontraba demasiado bien.
Madre seguía recelosa y para nada estaba de acuerdo en que pasase tantas horas por ahí sola en las calles de París, siempre pensando en lo que la sociedad podría pensar de su perfecta hija y olvidando que desde hacía años ya no era una muchacha, si no una mujer adulta.
¿Y a qué mujer adulta (y no necesariamente adulta) no le gustaba ver como una ostentosa joya adornaba su cuerpo de cuando en cuando? En lo que a mí respectaba, al menos, seguía sabiendo apreciar la belleza de una buena pieza. Por esa misma razón, terminé haciendo un tour por absolutamente todos los establecimientos de París, buscando algún objeto que llamase mi atención y que pudiese sumar a mi repertorio.
—Salut, monsieur—saludé de manera autómatica al entrar a la joyería, por pura cortesía aprendida durante años, sin llegar a sonreir pero sin intimidar a las personas de mi alrededor por culpa de una expresión facial demasiado dura. Realmente ni siquiera me había percatado de a dónde había entrado, por lo que me limitaría a curiosear y a marcharme en caso de no encontrar nada de interés.
La habitación no estaba demasiado abarrotada, ya que además de mi persona, había una joven de más o menos mi edad, una pareja y un caballero de apariencia más madura. Además del tendero, claro.
A los pocos segundos de haber entrado, y cuando aún no me había dado tiempo ni a dar dos o tres pasos, note como algo empezaba a alterarse en mi interior. No pude descifrar exactamente qué estaba pasando, pero de repente sentí como mi humor se revolvía ligeramente, saliendo de ese estado de calma tan raro y tan cotizado. Ahora no, por favor.
Manteniendo la expresión de mi rostro completamente neutral, me situé cerca de la muchacha, observando una vitrinas que estaban a su izquierda. Estaba más concentrada en mantener mis emociones a raya que en las joyas que tenía frente a mis ojos, pero si algo había aprendido estos años, era a tener una máscara impenetrable que pocos sabían leer. A menos que me descontrolase por completo, nadie podría percatarse de lo que estaba pasando por mi cabeza en este momento.
Era una personal casi normal. Demasiado bueno para ser cierto. Sin embargo, no estaba dispuesta a malgastar el tiempo, así que había aprovechado estos días de calma y serenidad para salir más a la calle, dándome el lujo de incluso comprar algo de ropa y otros caprichos que generalmente solían quedar en un segundo plano cuando no me encontraba demasiado bien.
Madre seguía recelosa y para nada estaba de acuerdo en que pasase tantas horas por ahí sola en las calles de París, siempre pensando en lo que la sociedad podría pensar de su perfecta hija y olvidando que desde hacía años ya no era una muchacha, si no una mujer adulta.
¿Y a qué mujer adulta (y no necesariamente adulta) no le gustaba ver como una ostentosa joya adornaba su cuerpo de cuando en cuando? En lo que a mí respectaba, al menos, seguía sabiendo apreciar la belleza de una buena pieza. Por esa misma razón, terminé haciendo un tour por absolutamente todos los establecimientos de París, buscando algún objeto que llamase mi atención y que pudiese sumar a mi repertorio.
—Salut, monsieur—saludé de manera autómatica al entrar a la joyería, por pura cortesía aprendida durante años, sin llegar a sonreir pero sin intimidar a las personas de mi alrededor por culpa de una expresión facial demasiado dura. Realmente ni siquiera me había percatado de a dónde había entrado, por lo que me limitaría a curiosear y a marcharme en caso de no encontrar nada de interés.
La habitación no estaba demasiado abarrotada, ya que además de mi persona, había una joven de más o menos mi edad, una pareja y un caballero de apariencia más madura. Además del tendero, claro.
A los pocos segundos de haber entrado, y cuando aún no me había dado tiempo ni a dar dos o tres pasos, note como algo empezaba a alterarse en mi interior. No pude descifrar exactamente qué estaba pasando, pero de repente sentí como mi humor se revolvía ligeramente, saliendo de ese estado de calma tan raro y tan cotizado. Ahora no, por favor.
Manteniendo la expresión de mi rostro completamente neutral, me situé cerca de la muchacha, observando una vitrinas que estaban a su izquierda. Estaba más concentrada en mantener mis emociones a raya que en las joyas que tenía frente a mis ojos, pero si algo había aprendido estos años, era a tener una máscara impenetrable que pocos sabían leer. A menos que me descontrolase por completo, nadie podría percatarse de lo que estaba pasando por mi cabeza en este momento.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
Una voz nueva voz femenina obligo a Fiona a mirar hacia la entrada nuevamente. Se trataba de una mujer joven, alta, delgada, rubia. Con una expresión demasiado seria para alguien de su edad aunque intentaba, al parecer, suavizarla. Pues, en su parecer, fallaba estrepitosamente. Si estas serio lo estas y punto. No es necesario tratar de aparentar una supuesta felicidad ¿o sí? ¿Y qué autoridad moral tenía ella para juzgar a alguien por “aparentar”? ¡Qué fácil es abrir la boca para opinar!
Su mente permanecía abierta, hurgando en las mentes de los presentes. Esperando que alguno pensara en la forma de ingresar al local oculto y poder utilizar aquella información en su beneficio. La manera más simple seria simplemente preguntando. Tan pronto se estimula el cerebro humano con una idea en particular, este solía regurgitar todo lo que recordaba sobre la misma. Pero esta noche se trataba de un juego, de estirar el momento y, por consiguiente, el placer de encontrar algo nuevo en una ciudad que se agotaba para ella con el paso de los años.
En ese preciso momento centraba su poder en el hombre mayor cuyos pensamientos obscenos eran como un letrero magníficamente iluminado sobre lo que le esperaba tras aquella puerta. Pero no se decidía a entrar, se sentía ligeramente intimidado por ella y ahora, por la mujer que acababa de ingresar. Así que permanecía parado junto a aquel escaparate, observando sin ver una serie de joyas expuesta y lo suficientemente costosas como para alimentar por un día un cuarto de la población de parís. Jum, el hombre representaba de por sí una meta interesante, tal vez podría cambiar su objetivo de la noche y regresar otra noche.
– Aquí los tiene Madame –
– Merci – una respuesta tan automática como la mano que se extendió y recibió los pendientes solicitados. Los sostuvo menos de un segundo antes de que una ligera perturbación impregnara su mente. Levantó la mirada y busco en los rostros de los presentes, uno a uno, la posible fuente de aquel desasosiego pero no consiguió percibir nada fuera de lo normal hasta que llegó a la recién llegada. La mujer se acercaba al lugar donde ella se encontraba para luego situarse cerca. Definitivamente la sensación provenía de esa alma pero por mucho que se concentro no consiguió extraer nada más que una desazón que la incomodaba más de lo que quería admitir ¿qué significaba esto?
De pronto el hombre, las joyas y el burdel pasaron a un segundo lugar. Algo de la mujer la atraía aunque no podía identificar qué. Se trataba de una simple humana, como cualquier otra ¿o no? A lo largo de los años se había encontrado algunas pocas criaturas de las cuales había ignorado su existencia. Entre ellos recordaba en especial un cambia formas (quien hubiese imaginado que algo así podía existir). Un hombre con capacidad de convertirse en felino a su antojo. Una cosilla bastante curiosa y muy entretenida. Se preguntó que habría sido de él y si esta mujer no seria, tal vez, de aquella extraña raza. Era tanto lo que le faltaba por saber. Y era difícil aprenderlo sola, eso lo sabía a ciencia cierta
Tomó uno de los pendientes y se lo ajustó en el oído izquierdo antes de volverse hacia la desconocida - Excuse moi Madame, me preguntaba si usted podría darme una opinión sincera sobre cómo me lucen estos pendientes. No confió mucho en la opinión de alguien para quien su mesada depende de cuantos artículos venda y de cuantas almas ingenuas consiga embaucar - una sonrisa amable cruzaba su rostro mientras con su mano sostenía apartada la roja cabellera, exponiendo el oído adornado, cuello y parte del hombro. Pudo sentir la confusión y molestia del tendero, quien de manera inmediata se retiró dejándolas en medio de una modesta privacidad que le convenía bastante
Su mente permanecía abierta, hurgando en las mentes de los presentes. Esperando que alguno pensara en la forma de ingresar al local oculto y poder utilizar aquella información en su beneficio. La manera más simple seria simplemente preguntando. Tan pronto se estimula el cerebro humano con una idea en particular, este solía regurgitar todo lo que recordaba sobre la misma. Pero esta noche se trataba de un juego, de estirar el momento y, por consiguiente, el placer de encontrar algo nuevo en una ciudad que se agotaba para ella con el paso de los años.
En ese preciso momento centraba su poder en el hombre mayor cuyos pensamientos obscenos eran como un letrero magníficamente iluminado sobre lo que le esperaba tras aquella puerta. Pero no se decidía a entrar, se sentía ligeramente intimidado por ella y ahora, por la mujer que acababa de ingresar. Así que permanecía parado junto a aquel escaparate, observando sin ver una serie de joyas expuesta y lo suficientemente costosas como para alimentar por un día un cuarto de la población de parís. Jum, el hombre representaba de por sí una meta interesante, tal vez podría cambiar su objetivo de la noche y regresar otra noche.
– Aquí los tiene Madame –
– Merci – una respuesta tan automática como la mano que se extendió y recibió los pendientes solicitados. Los sostuvo menos de un segundo antes de que una ligera perturbación impregnara su mente. Levantó la mirada y busco en los rostros de los presentes, uno a uno, la posible fuente de aquel desasosiego pero no consiguió percibir nada fuera de lo normal hasta que llegó a la recién llegada. La mujer se acercaba al lugar donde ella se encontraba para luego situarse cerca. Definitivamente la sensación provenía de esa alma pero por mucho que se concentro no consiguió extraer nada más que una desazón que la incomodaba más de lo que quería admitir ¿qué significaba esto?
De pronto el hombre, las joyas y el burdel pasaron a un segundo lugar. Algo de la mujer la atraía aunque no podía identificar qué. Se trataba de una simple humana, como cualquier otra ¿o no? A lo largo de los años se había encontrado algunas pocas criaturas de las cuales había ignorado su existencia. Entre ellos recordaba en especial un cambia formas (quien hubiese imaginado que algo así podía existir). Un hombre con capacidad de convertirse en felino a su antojo. Una cosilla bastante curiosa y muy entretenida. Se preguntó que habría sido de él y si esta mujer no seria, tal vez, de aquella extraña raza. Era tanto lo que le faltaba por saber. Y era difícil aprenderlo sola, eso lo sabía a ciencia cierta
Tomó uno de los pendientes y se lo ajustó en el oído izquierdo antes de volverse hacia la desconocida - Excuse moi Madame, me preguntaba si usted podría darme una opinión sincera sobre cómo me lucen estos pendientes. No confió mucho en la opinión de alguien para quien su mesada depende de cuantos artículos venda y de cuantas almas ingenuas consiga embaucar - una sonrisa amable cruzaba su rostro mientras con su mano sostenía apartada la roja cabellera, exponiendo el oído adornado, cuello y parte del hombro. Pudo sentir la confusión y molestia del tendero, quien de manera inmediata se retiró dejándolas en medio de una modesta privacidad que le convenía bastante
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
Mis ojos azules estaban clavados sobre unos pendientes del mismo color, mirándolos tan fijamente que en cualquier momento podrían desintegrarse en mil pedazos, fulminados.
Podía seguir sintiendo como mis emociones se transformaban sin que pudiera hacer nada por evitarlo, ya que tras casi una década seguía sin comprender el porqué de este mal que me atormentaba.
Era algo frustrante, ya que no había un patrón que me permitiese anticiparme. Simplemente podían pasar días sin que ocurriese nada y de repente, al entrar en alguna habitación o al salir a la calle, mis emociones se descontrolaban sin que existiese ningún motivo para ello. En este caso en concreto, había sufrido una cascada de sentimientos que finalmente habían desembocado en una extraña sensación de ¿lujuria?
Desde la muerte de mi esposo, hacía más de ocho años, ningún hombre había vuelto a estar en mi cama, así que me sorprendí de que mi cerebro aún recordase esa emoción en concreto.
Me aclaré la garganta suavemente, incómoda ante tales pensamientos, luchando y rogándole al cielo que la sensación se apagase pronto. Por ahora, no había suerte con eso.
Los pendientes azules seguían siendo el objeto de mi atención, hasta que las palabras de la mujer que había a mi lado me devolvieron a la realidad. Mi mirada viajó rápidamente hasta posarse sobre la suya. Tal vez una pequeña distracción fuese desencadenante suficiente para recuperar el control.
—Sin intención de hacer de menos al experto, me atrevería a recomendar estos de aquí—respondí tras tomarme unos breves segundos para admirar el rostro de mi interlocutora, señalando con un pequeño gesto los pendientes que había estado observando durante los últimos diez minutos—Un color claro serviría para hacer destacar vuestros ojos y el azul, en concreto, es un buen complemento para las pieles claras—añadí. Sabía de lo que hablaba, y ya que mi opinión había sido solicitada, no dudé en darla, sin reservas.
Mi mirada volvió a posarse sobre la de la mujer, mientras que hacía todo lo posible por seguir enmascarando mis emociones bajo una expresión tranquila y agradable. Sin embargo, no pude evitar la ligera tensión con la que mi mandibula se tensaba de cuando en cuando.
Podía seguir sintiendo como mis emociones se transformaban sin que pudiera hacer nada por evitarlo, ya que tras casi una década seguía sin comprender el porqué de este mal que me atormentaba.
Era algo frustrante, ya que no había un patrón que me permitiese anticiparme. Simplemente podían pasar días sin que ocurriese nada y de repente, al entrar en alguna habitación o al salir a la calle, mis emociones se descontrolaban sin que existiese ningún motivo para ello. En este caso en concreto, había sufrido una cascada de sentimientos que finalmente habían desembocado en una extraña sensación de ¿lujuria?
Desde la muerte de mi esposo, hacía más de ocho años, ningún hombre había vuelto a estar en mi cama, así que me sorprendí de que mi cerebro aún recordase esa emoción en concreto.
Me aclaré la garganta suavemente, incómoda ante tales pensamientos, luchando y rogándole al cielo que la sensación se apagase pronto. Por ahora, no había suerte con eso.
Los pendientes azules seguían siendo el objeto de mi atención, hasta que las palabras de la mujer que había a mi lado me devolvieron a la realidad. Mi mirada viajó rápidamente hasta posarse sobre la suya. Tal vez una pequeña distracción fuese desencadenante suficiente para recuperar el control.
—Sin intención de hacer de menos al experto, me atrevería a recomendar estos de aquí—respondí tras tomarme unos breves segundos para admirar el rostro de mi interlocutora, señalando con un pequeño gesto los pendientes que había estado observando durante los últimos diez minutos—Un color claro serviría para hacer destacar vuestros ojos y el azul, en concreto, es un buen complemento para las pieles claras—añadí. Sabía de lo que hablaba, y ya que mi opinión había sido solicitada, no dudé en darla, sin reservas.
Mi mirada volvió a posarse sobre la de la mujer, mientras que hacía todo lo posible por seguir enmascarando mis emociones bajo una expresión tranquila y agradable. Sin embargo, no pude evitar la ligera tensión con la que mi mandibula se tensaba de cuando en cuando.
- Spoiler:
- Por si había alguna duda, Gaëlle está absorbiendo de manera inconsciente las emociones del hombre y las está proyectando al resto de la joyería xD
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
Fiona escuchó satisfecha la sincera respuesta de la mujer. Ahora que la miraba directamente podía apreciar la luminosidad de su piel y el brillo de sus ojos. Era hermosa y esa mascara de tranquilidad y seriedad, tras la cual trataba de ocultar lo que al parecer era un remolino de sentimientos, solo le proporcionaba un aire de misterio que alimentó la ya viva hoguera de interés de la vampira.
Una ligera tensión se manifestaba cada cierto tiempo en la mandíbula de la mujer y los pensamientos de esta le resultaron, en realidad, un poco confusos. No es que una chica no pudiese manifestar lujuria, eso estaba por descartado, solo que no hubiese esperado tal ebullición de un momento a otro, mas aun cuando no existía algún detonante cerca, ¿o sí? Casi inconscientemente los verdes ojos de la vampira volaron hacia el sujeto, cuya mente había escudriñado solo hacia unos minutos. El hombre continuaba aparentando en el fondo del local mientras el joven dependiente se acercaba a él solicito. Estaba segura de que pronto ocurriría lo que esperaba y su intuición le falló, pues bastó una palabra entre susurros, que a sus oídos sonó clara y fuerte, para que el joven abriera la puerta trasera y permitiera al hombre entrar al lugar que tanto ansiaba.
Fiona retornó entonces la atención a la mujer – Los azules – repitió para luego obsequiarle otra sonrisa y retirarse la joya que había usado de excusa para hablarle – Me parece una excelente elección. Por lo visto sabe usted bastante de colores y combinaciones. Le agradezco mucho el consejo y no dude que lo seguiré al pie de la letra. Sin embargo hay algo que me inquieta, ¿no estaba usted observando el mismo par? Porque si desea adquirirlos no tendré el menor reparo en cedérselos – afirmó cordialmente para luego hacer señas al joven para que se acercara. Este obedeció mientras por lo bajo maldecía ante la actitud, a su parecer grosera, que la dama pelirroja había tenido solo hacia algunos minutos.
En el corto lapso de tiempo que demoró el chico en acercarse, Fiona captó otro pensamiento de la mujer. Casada; no, viuda… desde hacía más de ocho años. Ella estaba sorprendida por una fuerte sensación de lujuria sentida que al parecer no tenía motivo. ¿Podría tener alguna relación con el hombre que ahora se encontraba fundido en el abrazo de una hermosa cortesana? Y algo aun más insólito, ella misma se sentía extrañamente despierta y ansiosa. Una risita se le escapó de entre los labios mientras un pícaro plan tomaba forma lentamente en su mente.
Sin prestar verdadera atención devolvió al chico el pendiente que se había probado para luego pedirle que le enseñara los azules, los que la mujer le había sugerido. Tomo los pendientes y los observo por un segundo. Se trataba de unas piezas muy elaboradas y hermosas y no dudó en que lucirían preciosas tanto en sí misma como en la mujer. – Son muy hermosos y sinceramente creo que yo no les haría justicia mintió aproximándose a la mujer, tan cerca que sentía en su piel el calor que emanaba de ella, para luego levantar uno de los pendientes hasta su oído derecho – Como lo sospechaba, se ven mucho mejor en usted – comentó mirándole fijamente a los ojos y completamente atenta a la reacción que pudiese tener ante su cercanía y las emociones que sabia bullían en su interior.
Una ligera tensión se manifestaba cada cierto tiempo en la mandíbula de la mujer y los pensamientos de esta le resultaron, en realidad, un poco confusos. No es que una chica no pudiese manifestar lujuria, eso estaba por descartado, solo que no hubiese esperado tal ebullición de un momento a otro, mas aun cuando no existía algún detonante cerca, ¿o sí? Casi inconscientemente los verdes ojos de la vampira volaron hacia el sujeto, cuya mente había escudriñado solo hacia unos minutos. El hombre continuaba aparentando en el fondo del local mientras el joven dependiente se acercaba a él solicito. Estaba segura de que pronto ocurriría lo que esperaba y su intuición le falló, pues bastó una palabra entre susurros, que a sus oídos sonó clara y fuerte, para que el joven abriera la puerta trasera y permitiera al hombre entrar al lugar que tanto ansiaba.
Fiona retornó entonces la atención a la mujer – Los azules – repitió para luego obsequiarle otra sonrisa y retirarse la joya que había usado de excusa para hablarle – Me parece una excelente elección. Por lo visto sabe usted bastante de colores y combinaciones. Le agradezco mucho el consejo y no dude que lo seguiré al pie de la letra. Sin embargo hay algo que me inquieta, ¿no estaba usted observando el mismo par? Porque si desea adquirirlos no tendré el menor reparo en cedérselos – afirmó cordialmente para luego hacer señas al joven para que se acercara. Este obedeció mientras por lo bajo maldecía ante la actitud, a su parecer grosera, que la dama pelirroja había tenido solo hacia algunos minutos.
En el corto lapso de tiempo que demoró el chico en acercarse, Fiona captó otro pensamiento de la mujer. Casada; no, viuda… desde hacía más de ocho años. Ella estaba sorprendida por una fuerte sensación de lujuria sentida que al parecer no tenía motivo. ¿Podría tener alguna relación con el hombre que ahora se encontraba fundido en el abrazo de una hermosa cortesana? Y algo aun más insólito, ella misma se sentía extrañamente despierta y ansiosa. Una risita se le escapó de entre los labios mientras un pícaro plan tomaba forma lentamente en su mente.
Sin prestar verdadera atención devolvió al chico el pendiente que se había probado para luego pedirle que le enseñara los azules, los que la mujer le había sugerido. Tomo los pendientes y los observo por un segundo. Se trataba de unas piezas muy elaboradas y hermosas y no dudó en que lucirían preciosas tanto en sí misma como en la mujer. – Son muy hermosos y sinceramente creo que yo no les haría justicia mintió aproximándose a la mujer, tan cerca que sentía en su piel el calor que emanaba de ella, para luego levantar uno de los pendientes hasta su oído derecho – Como lo sospechaba, se ven mucho mejor en usted – comentó mirándole fijamente a los ojos y completamente atenta a la reacción que pudiese tener ante su cercanía y las emociones que sabia bullían en su interior.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
- Soy una tardona:
- Perdón por la demora entre posts, pero últimamente mi tiempo para estar tranquilamente en el foro y poder escribir brilla por su ausencia... u_u ¡Intentaré ir un poco más ligera!
Ella no dejaba de mirarme. Fijamente. A los ojos. En cualquier otra situación, ese comportamiento habría sido tachado de inapropiado. Sin embargo, en lo que a mi se refería, el hecho de que no se hubiera sentido intimidada por mi mirada afilada a los pocos segundos de cruzarse con ella, me despertaba una gran curiosidad. No solía hacerlo de manera consciente, pero esa expresión fría y penetrante, innata en mí, solía expantar a cualquier conversador potencial. Y a pesar de todo, aquí estaba ella.
Para hacerlo todo aún más excepcional, era yo la que estaba empezando a sentirse un tanto inquieta ante la presencia de la otra fémina. Definitivamente, el brusco cambio de emociones que había sufrido al entrar en la tienda no me estaba ayudando lo más mínimo.
Los labios de la joven se movieron con elegancia, continuando con nuestra conversación, y aunque fui capaz de comprender absolutamente todo lo que me estaba diciendo, toda mi atención quedó captada precisamente por ese movimiento. Por el amor de Dios, ¡reacciona!
Mi mirada volvió rápidamente a posarse sobre la suya, aunque no podía evitar que ocasionalmente volviera a bajar hasta sus labios, sobre todo cada vez que ella pronunciaba alguna palabra.
Cuando se acercó a mí, hasta el punto que podía notar su respiración sobre mi rostro, literalmente me quedé sin aliento. Tenía que controlarme, no podía dejar que mi mente enferma ganase a mi razón. Aunque claro, era mucho más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando esta extraña emoción me recorría de pies a cabeza, consiguiendo que la piel pálida de mi rostro adoptara un tono más sonrosado.
—No sienta pesar si los pendientes resultaron de su agrado. S-solo estaba curioseando y aún no me había decidido a adquirir algún objeto en concreto, así que son todo suyos—mi voz tembló cuando su mano rozó la piel de mi oído. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo, mientras que esa sensación de ardor se extendió por mi cuerpo hasta el punto de volverse casi insoportable.
No sabía que estaba pasando, pero sí tenía claro que había perdido el control de mis emociones por completo. ¿Se habría dado cuenta ella de que estaba tratando con una completa desequilibrada que ahora, además de todo, estaba empezando a sentir unos deseos carnales que iban completamente en contra de la naturaleza?—Además, no es correcto que afirméis quién de las dos sería una propietaria más adecuada de los pendientes cuando aún no os los habéis probado—añadí, en un último intento por aparentar normalidad.
No estaba bien. No debería de estar sintiendo absolutamente nada. No tenía motivos. Y aún así, sentía como esa emoción se hacía tan fuerte que llegaba al punto en el que me daba la sensación de que salía de mi cuerpo y se expandía por la habitación.
Definitivamente, estaba loca.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
La cantidad de pensamientos que atravesaron a la mujer llegaron claramente definidos hasta Fiona. Uno en especial llamó su atención: la mujer sabía que intimidaba con la mirada y le inquietaba el porqué no ocurría lo mismo con aquella pelirroja. No era un rasgo común y se transformó, en ese momento, en otra pieza de un curioso rompecabezas. Igualmente pudo captar como los claros y fríos ojos se desplazaban intermitente entre sus labios y ojos mientras la mente de la mujer se esforzaba por comportarse.
Entonces justo cuando se encontraban físicamente más próximas, otro pensamiento capto su atención: “mente enferma”. Aquella mujer creía que tenía una enfermedad mental, sin embargo para Fiona sus líneas de pensamiento eran lo suficientemente uniformes como para pensar que existiese algún desequilibrio real. En el pasado se había topado con algunos casos de demencia, aquel tipo de pensamientos inconexos e incoherentes, desconectados de la realidad, eran fáciles de reconocer y estaba segura de no haberlos percibido en la mujer que tenía enfrente.
No se tomó la molestia de reprimir una sonrisa al notar el estremecimiento que causo su tacto. El estado de exaltación no solo era obvio sino extrañamente contagioso. Y no solo se refería a si misma, pues le llegaron con fuerza los pensamientos eróticos del joven que observaba la escena con la boca semi abierta. Bien, no había que ser un genio para concluir que la excitación de en derredor se había potenciado cuando ella había provocado a la mujer. Esta era el origen de tan efervescencia y por lo visto no tenía idea de lo que estaba causando.
La vampira no se sentía atraída sexualmente por su mismo género y sin embargo allí estaba, segura de que bastaría una pequeña inclinación de su cabeza para desencadenar una escena que le daría que pensar al joven por más de un mes. Sin querer tentar al destino más de lo debido, Fiona se alejo lentamente de la mujer, colocando una distancia no muy acentuada pero permitiéndoles el espacio necesario para que retomara el control de sus emociones. A la mujer, para que calmara sus ansias sexuales, y a si misma porque un enorme deseo de probar la sangre de la mujer había brotado inesperadamente, arrasando cualquier vestigio de otros deseo que se hubiese podido experimentar.
– Bien Madame, eso se lo concedo, sin embargo me preguntaba si no estaría usted interesada en acompañarme a una “aventura” un poco más interesante que la simple prueba de unos pendientes – le sonrió inocentemente antes de continuar – la verdad es que estoy un poco aburrida de lo mismo, no sé si usted me comprende - cuestionó mientras señalaba con la mano los estantes que fríos e inmaculados contenían decenas de joyas – Soy Fiona Di Centa, a su servicio - finalizó adrede con la presentación de su nombre, sabiendo que este simple gesto era un inequívoco de confianza tanto entre humanos como entre otras criaturas. Entonces calló, mirando con curiosidad a la mujer mientras esperaba una respuesta a tan peculiar petición.
Entonces justo cuando se encontraban físicamente más próximas, otro pensamiento capto su atención: “mente enferma”. Aquella mujer creía que tenía una enfermedad mental, sin embargo para Fiona sus líneas de pensamiento eran lo suficientemente uniformes como para pensar que existiese algún desequilibrio real. En el pasado se había topado con algunos casos de demencia, aquel tipo de pensamientos inconexos e incoherentes, desconectados de la realidad, eran fáciles de reconocer y estaba segura de no haberlos percibido en la mujer que tenía enfrente.
No se tomó la molestia de reprimir una sonrisa al notar el estremecimiento que causo su tacto. El estado de exaltación no solo era obvio sino extrañamente contagioso. Y no solo se refería a si misma, pues le llegaron con fuerza los pensamientos eróticos del joven que observaba la escena con la boca semi abierta. Bien, no había que ser un genio para concluir que la excitación de en derredor se había potenciado cuando ella había provocado a la mujer. Esta era el origen de tan efervescencia y por lo visto no tenía idea de lo que estaba causando.
La vampira no se sentía atraída sexualmente por su mismo género y sin embargo allí estaba, segura de que bastaría una pequeña inclinación de su cabeza para desencadenar una escena que le daría que pensar al joven por más de un mes. Sin querer tentar al destino más de lo debido, Fiona se alejo lentamente de la mujer, colocando una distancia no muy acentuada pero permitiéndoles el espacio necesario para que retomara el control de sus emociones. A la mujer, para que calmara sus ansias sexuales, y a si misma porque un enorme deseo de probar la sangre de la mujer había brotado inesperadamente, arrasando cualquier vestigio de otros deseo que se hubiese podido experimentar.
– Bien Madame, eso se lo concedo, sin embargo me preguntaba si no estaría usted interesada en acompañarme a una “aventura” un poco más interesante que la simple prueba de unos pendientes – le sonrió inocentemente antes de continuar – la verdad es que estoy un poco aburrida de lo mismo, no sé si usted me comprende - cuestionó mientras señalaba con la mano los estantes que fríos e inmaculados contenían decenas de joyas – Soy Fiona Di Centa, a su servicio - finalizó adrede con la presentación de su nombre, sabiendo que este simple gesto era un inequívoco de confianza tanto entre humanos como entre otras criaturas. Entonces calló, mirando con curiosidad a la mujer mientras esperaba una respuesta a tan peculiar petición.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
Ella se echó ligeramente hacia atrás, y de un momento a otro fue como si toda la tensión hubiese dado un gran bajón, volviendo a situarse en un nivel mucho más tolerable y que no me hacía necesario dejar congelados mis músculos para no hacer algo de lo que pudiera arrepentirme. Incluso cuando no tenía claro qué podía hacer en mitad de una joyería y con, al menos, un par de ojos observándome.
Mi mirada se dirigió lentamente hasta el dependiente, posándose sobre su figura de manera algo fría. El hombre no tardó ni dos segundos en toser un par de veces en un intento patético por disimular, antes de dirigir sus pasos a un lugar algo más alejado de nosotras, dándonos por fin algo de espacio. Se confirma que ella es la única excepción a los poderes de tu mirada de hielo.
Su invitación me tomo ciertamente por sorpresa, ya que tras lo extraño de la situación en la que nos habíamos visto envueltas (aunque realmente no había llegado a pasar nada en absoluto), pense que ella estaría deseando tomar algo de distancia. Al parecer, este local era de lo único de lo que estaba interesada en alejarse.
—Gaëlle Briand, un placer—como siempre, mi propio nombre salía de mis labios con un marcadísimo acento parisino. Me tomé unos segundos para volver a clavar mi mirada sobre el dependiente, que desde la distancia seguía observándonos—Me encantará poder disfrutar de vuestra compañía un poco más, así que soy todo oídos—añadí, ya que ciertamente, y debido a una década de internamiento casi absoluto en mi casa, no tenía las más remota idea de donde podían ir un par de mujeres parisinas para pasar el rato. Tampoco es que hubiese salido mucho en mi juventud, ya que pronto me había encontrado casada y embarazada, y al poco de eso, las cosas se habían puesto realmente feas.
Los pendientes habían quedado abandonados sobre el mostrador, al igual que el resto de joyas en el interior de sus vitrinas y estantes. Por otro lado, a cada segundo que pasaba, la tienda iba perdiendo mi interés en visto de lo que el futuro podría depararme. Eran pocas las ocasiones en las que me permitía a mí misma pasar algo de tiempo con otro ser humano, y mucho menos de manera tan fortuíta y con una completa desconocida.
Sin embargo, no quería otra cosa más que seguir adelante con lo que estaba haciendo. En el fondo, hasta las locas como tú se merecen un respiro.
Mi mirada se dirigió lentamente hasta el dependiente, posándose sobre su figura de manera algo fría. El hombre no tardó ni dos segundos en toser un par de veces en un intento patético por disimular, antes de dirigir sus pasos a un lugar algo más alejado de nosotras, dándonos por fin algo de espacio. Se confirma que ella es la única excepción a los poderes de tu mirada de hielo.
Su invitación me tomo ciertamente por sorpresa, ya que tras lo extraño de la situación en la que nos habíamos visto envueltas (aunque realmente no había llegado a pasar nada en absoluto), pense que ella estaría deseando tomar algo de distancia. Al parecer, este local era de lo único de lo que estaba interesada en alejarse.
—Gaëlle Briand, un placer—como siempre, mi propio nombre salía de mis labios con un marcadísimo acento parisino. Me tomé unos segundos para volver a clavar mi mirada sobre el dependiente, que desde la distancia seguía observándonos—Me encantará poder disfrutar de vuestra compañía un poco más, así que soy todo oídos—añadí, ya que ciertamente, y debido a una década de internamiento casi absoluto en mi casa, no tenía las más remota idea de donde podían ir un par de mujeres parisinas para pasar el rato. Tampoco es que hubiese salido mucho en mi juventud, ya que pronto me había encontrado casada y embarazada, y al poco de eso, las cosas se habían puesto realmente feas.
Los pendientes habían quedado abandonados sobre el mostrador, al igual que el resto de joyas en el interior de sus vitrinas y estantes. Por otro lado, a cada segundo que pasaba, la tienda iba perdiendo mi interés en visto de lo que el futuro podría depararme. Eran pocas las ocasiones en las que me permitía a mí misma pasar algo de tiempo con otro ser humano, y mucho menos de manera tan fortuíta y con una completa desconocida.
Sin embargo, no quería otra cosa más que seguir adelante con lo que estaba haciendo. En el fondo, hasta las locas como tú se merecen un respiro.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Like a loaf of bread [Privado]
Sin poder evitarlo, la mirada de Fiona siguió la de la mujer solo para observar como el dependiente giraba rápidamente sus ojos hacia otro lugar. No hizo ningún comentario al respecto, no era necesario ahondar en algo que la rubia ya sabía de sobra. En su lugar se permitió escuchar el tono melódico con que la mujer expreso su propio nombre. Era justo lo que se podría esperar, por supuesto, y sin embargo significaba, al mismo tiempo, la destrucción del muro que separaba la indiferencia ante un desconocido de la cordialidad mínima exigida por la urbanidad para con un conocido.
– Oh, ¡perfecto! – soltó de pronto mientras daba un par de aplausos entusiastas. Su rostro iluminado por la mayor de las sonrisas que se podía permitir. – Vamos, te aseguro que será muy entretenido – comentó a continuación mientras tomaba la mano de Gaélle y halaba muy suavemente de ella por un par de segundos, invitándola a seguirla, antes de soltarle.
Los verdes ojos brillaban con una expresión entre emocionada, satisfecha y abiertamente maliciosa mientras caminaba contoneando su figura hasta el dependiente. Bastó una señal con uno de sus dedos para que el joven se acercara lo suficiente como para murmurarle una palabra en su oído, la misma palabra que sabía había dicho el hombre que ingresara en primer lugar al local que permanecía oculto tras la fachada de un establecimiento de alta alcurnia.
En seguida la expresión del joven viró a una de entendimiento antes de dirigirse solícito hasta aquella puerta sin gracia, la cual abrió antes de retirarse para darles espacio que necesitaban para pasar cómodamente. En ese momento Fiona giró y sonrió a Gaëlle – Vamos por un respiro querida Gaëlle – comentó misteriosamente antes de atravesar el umbral.
Deseaba que la mujer la siguiera, sin embargo decidió darle un pequeño espacio para que tomara su decisión final. Especialmente por el hecho de lo insólito de la situación. ¿Se aventuraría con una recién conocida hacia un espacio cerrado en un local casi desierto? Si Fiona fuese aún humana, y estuviese en una situación similar, probablemente lo pensaría dos veces, incluso podría ser que cambiase de opinión y abandonara el lugar a pies polvorientos.
– Bienvenue Madam, ¿puedo ofrecerte algo? ¿Tal vez enseñarle el lugar? – la melosa voz provenía de una joven morena de curvas pronunciadas y ropajes bastante escasos pero confeccionados con seda y encaje lo suficientemente costosos como para ser agradables al tipo acostumbrado de clientela. Se encontraba en lo que podría considerarse un lujoso bar con una suave y romántica iluminación que se opacaba en algunos lugares estratégicamente ubicados. Una barra, atendida por un joven alto y buen mozo, algunas mesas dispersas, sillones y sofás separados sutilmente por cortinas color escarlata que caían pesadamente hasta el suelo y brindaban tan solo una ligera privacidad. Se podía observar a los empleados del lugar, mujeres y hombres, por lo general apuestos y famélicamente vestidos, transitar de aquí para allá con bandejas de plata en sus manos o enroscados en los cuerpos de aquellos que visitaban el lugar en busca de placer carnal. Era justo como lo esperaba…endemoniadamente perfecto.
– Oh, ¡perfecto! – soltó de pronto mientras daba un par de aplausos entusiastas. Su rostro iluminado por la mayor de las sonrisas que se podía permitir. – Vamos, te aseguro que será muy entretenido – comentó a continuación mientras tomaba la mano de Gaélle y halaba muy suavemente de ella por un par de segundos, invitándola a seguirla, antes de soltarle.
Los verdes ojos brillaban con una expresión entre emocionada, satisfecha y abiertamente maliciosa mientras caminaba contoneando su figura hasta el dependiente. Bastó una señal con uno de sus dedos para que el joven se acercara lo suficiente como para murmurarle una palabra en su oído, la misma palabra que sabía había dicho el hombre que ingresara en primer lugar al local que permanecía oculto tras la fachada de un establecimiento de alta alcurnia.
En seguida la expresión del joven viró a una de entendimiento antes de dirigirse solícito hasta aquella puerta sin gracia, la cual abrió antes de retirarse para darles espacio que necesitaban para pasar cómodamente. En ese momento Fiona giró y sonrió a Gaëlle – Vamos por un respiro querida Gaëlle – comentó misteriosamente antes de atravesar el umbral.
Deseaba que la mujer la siguiera, sin embargo decidió darle un pequeño espacio para que tomara su decisión final. Especialmente por el hecho de lo insólito de la situación. ¿Se aventuraría con una recién conocida hacia un espacio cerrado en un local casi desierto? Si Fiona fuese aún humana, y estuviese en una situación similar, probablemente lo pensaría dos veces, incluso podría ser que cambiase de opinión y abandonara el lugar a pies polvorientos.
– Bienvenue Madam, ¿puedo ofrecerte algo? ¿Tal vez enseñarle el lugar? – la melosa voz provenía de una joven morena de curvas pronunciadas y ropajes bastante escasos pero confeccionados con seda y encaje lo suficientemente costosos como para ser agradables al tipo acostumbrado de clientela. Se encontraba en lo que podría considerarse un lujoso bar con una suave y romántica iluminación que se opacaba en algunos lugares estratégicamente ubicados. Una barra, atendida por un joven alto y buen mozo, algunas mesas dispersas, sillones y sofás separados sutilmente por cortinas color escarlata que caían pesadamente hasta el suelo y brindaban tan solo una ligera privacidad. Se podía observar a los empleados del lugar, mujeres y hombres, por lo general apuestos y famélicamente vestidos, transitar de aquí para allá con bandejas de plata en sus manos o enroscados en los cuerpos de aquellos que visitaban el lugar en busca de placer carnal. Era justo como lo esperaba…endemoniadamente perfecto.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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