El rincón del poeta

Día veinticuatro. Sexto mes.
-Ocho y veinticinco de la mañana.
-A ciento cuarenta y cinco kilómetros de la ciudad.
-Charcos de sangre en las cercanías.
-Presencia de vísceras y compuestos desgarrados de origen presuntamente animal.

Bebí un sorbo de café antes de dejar la taza a un lado, apoyando mi frente entre una de mis manos, mirando con cierta angustia la libreta en la que apuntaba de forma esquemática los acontecimientos de la noche anterior.
Y es que aquella noche…había vuelto a pasar. Había despertado en las afueras, con las ropas desgarradas, rodeada de manchas y cosas que parecían ser vísceras viscosas y sanguinolentas.
Sentí un violento escalofrío de solo rememorar aquello, por lo que volví mis temblorosas manos a la taza de café, bebiendo otro largo sorbo.

Oh vamos, vamos…no es para tanto.. Quizás … se trata de una emboscada, o de …sonambulismo.
Lleve mis manos a mis labios, mirando angustiada a todos lados, de solo imaginar que sonámbula pudiese irme al bosque para desnudarme o romperme los ropajes y matar vacas.
¿Y si quizas me creía una sacerdotisa y hacia sacrificios o pactos con el diablo?

Ladee el rostro, dejando mi mirada perdida y mis ojos desencajados ante la visualización de mi misma haciendo esas cosas en el bosque.
Por lo que decidi ponerme a trabajar un poco antes de que mis teorías absurdas siguieran comiéndome la cabeza. Sino, ya podria plantearme pasarme por el sanatorio mas cercano.

Eran las ocho y media de la mañana, a esa hora no había casi nadie. Por lo que tome un montón de libros que reponer y empece a caminar por uno de los pasillos, soltando un suspiro, hasta que llegue a la sección de poesía, -concretamente a una sección a la que habíamos bautizado hacía tiempo como "el rincón del poeta" por que según contaban, quien paseaba por allí, o se inspiraba o perdía a sus musas.- Asi que me encamine con rapides hacia allí, donde la escalera -por el trabajo a medio hacer de la noche anterior- me esperaba.

Un poco de trabajo me despejara y me hara hacer algo productivo y me quitara esas ideas...y...
Se me acababan las excusas para autoengañarme asi que me di prisa en dejar unos cuandos libros para subirme a las estrechas escaleras, sujetandome con una mano, para sostener los libros que debia poner con la otra.
Movi la escalera corredera hacia un lado.

Veamos... Petrarca, y Boccaccio...vosotros caballeros, vais en esta seccion. Comente en un susurro introduciendo dos de los libros. Usted señor Dante, esta muy lejos de casa...usted va en esta otra fila... Comente mientras movia la escalera un poco para dejar el libro correspondiente. Y es que solia hablar entre susurros cuando estaba sola, conversando de algun modo con los autores de aquellos libros, cuyas almas, consideraba atrapadas entre las paginas de algún modo u otro.
¿Cervantes? mi buen amigo....¿Pero que hace usted aquí? Usted debería estar en ... Mire la estanteria de enfrente, a la cual no llegaba la escalera, por lo que estire el brazo intentando llegar mientras me sujetaba apenas con los dedos.
vamos vamos, solo un poco mas...
Y me estire hasta que logre colocar el libro, sonriendo, pero entonces la escalera crujió de una forma que no esperaba y mis dedos resbalaron, por lo que volvi a la posición que tenia antes queriendo agarrarme a la escalera, sin darme cuenta que esta habia resbalado de mi alcance, por lo que quede agarrada directamente del estante, con las piernas colgando.mientras un tic nervioso en forma de sonrisa asomaba por mis labios....

...oh dios mio... diosmio diosmio diosmiooooo!
estoy....colgando...
so...socorro... Susurre completamente paralizada, mirando hacia abajo. Bueno, quizás no debía escandalizarme tanto, pues tan solo habían tres metros y medio, pero fue suficiente para sentir que no me llegaba la sangre a ningún lado. Si me caía me rompería algo seguro.

Me agarre tan fuertemente como pude a la madera mientras mis pies colgando chocaban contra la estantería tirando libros abajo. Me mordí los labios un tanto desesperada, hiperventilando ya, al ver que quería gritar y que no me salia la voz por el propio pánico del momento...
Aunque igualmente, ¿quien me iba a escuchar!? a esa hora no había nadie alli!....

...Pero... ¿Porque me pasa esto a mi, si soy una buena persona!?...¿o no lo soy? Me lamente en silencio, haciendo chocar mi frente contra la madera del estante, mientras mi corazón se disparaba al ver que mis dedos se resbalaban y que los libros a mi alrededor empezaban a caer y entonces, al fin en aquel momento me salio la voz.
pero ya era tarde...

¿En qué se parece
un reloj a una vela?
La coincidencia que
la vela se quema,
y el reloj no se altera.

Buscando siempre
el por qué de las cosas
moriré,
sin permitir
que dos frías agujas,
dirijan mi ser.

Yo cantaré mientras la vela se quema
y moriré aunque de vueltas la esfera,
yo cantaré hasta el final de la vela
y moriré aunque la cera sea eterna.

Desdibujando las formas
a fuego lento,
igual que el tiempo deforma
tu cara y tu cuerpo.

Como el tiempo y el fuego
es eterno y sincero,
igual que el canto que hago
me asusta y te entrego.

Sonreí ampliamente, satisfecho con aquellos versos que había logrado extraer de mi ser pese a tener la cabeza muy lejos de mí, últimamente. A menudo pensaba en aquella moza que había visto hacía unas semanas en las verdes sendas de las colinas parisinas, con sus cabellos bailando al son de la brisa y su piel tostándose ante el atardecer reflejado en su piel. ¿Cómo olvidar el mar de sus ojos claros cuando me atrapó su mirar? Cuál títere ante las manos de una hermosa mujer, mis sentidos se volatizaron y mi razonamiento huyó cuál alma que se ve arrastrada por el demonio, escapando de un amor prohibido y enfermizo que, a estas horas, aun me llevaba al abismo de la locura.

Suspiré y pasé mi mano por mis cabellos, retirándolos de mi rostro y sosteniendo un mechón de mis dorados cabellos gracias a mi pluma, que ahora coloqué sobre mi oreja derecha mientras volvía a releer aquél poema...

Hasta que el Destino escuchó mis plegarias y me devolvió al ser que mi corazón buscaba, aunque no de la forma que esperaba, en realidad. Su peso cayó sobre mis hombros y con él, mis rodillas flaquearon hasta desestabilizarme, cayendo torpemente hacia adelante hasta convertirme en parte del mobiliario de la Biblioteca, una alfombra más que adornaba el parqué, maldiciendo mi suerte y quejándome del atentado sufrido hasta que, girándome para ver quién había sido aquél que me había tomado como una diana de tiro, tuve que contener el aliento y tragarme la retahíla de malhumor que pretendía desechar contra mi atacante. ¿Quién iba a decirme que sería ella? ¿Mi musa? ¿Mi amor platónico?

- Si los sentimientos pudieran medirse, vos seríais el peso de mi amor, madeimoselle.- sonreí guiñándole el ojo y con cierto rubor en mis mejillas, aun hablándole desde debajo de su cuerpo, pues ella permanecía sentada cuál señorita sobre su potro, escena que en aquél instante, me pareció divertida.