Dayane, la encantadora de serpientes

-Nombre del Personaje: Dayane Wheton
-Edad: 23 años
-Especie: Bruja
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase alta
-Orientación Sexual: Bisexual
-Lugar de Origen: Orleans, Francia.
-Habilidad/Poder:Hechicería, posesión y Tirititero.

Dayane es una chica de estatura normal, ni muy baja ni muy alta, con un cuerpo delgado y esbelto. Sus ojos son de un increible azul, más luminosos debidos a la magia que corre por su cuerpo. Tiene cara estirada, de una belleza interesante y siniestra. Su pelo, que antaño era de un castaño claro, rubio oscuro, ahora se ha vuelto de colores diferentes, dependiendo de la temporada. Normalmente, los prefiere entonos morados o azules, aunque no sería de extrañar que algún día se le cruce la vena y se lo ponga de tonalidades amarillas, naranjas y verdes.

Le gusta vestir ligero para hacerse las cosas más sencillas y que sus serpientes puedan entrar con facilidad y esconderse. Sus uñas siempre están pintadas de colores, al igual que su pelo y, siempre lleva anillos varios, recordatorio de varios momentos de su vida.

Dayane… ¿Cómo explicar su forma de ser de manera rápida y práctica? Es compleja, demasiado para esa corta edad. Su vida ha sido tan mancillada, que en su interior hay poca luz. Tan poca, que es casi imposible encontrarla para nadie.

No habla. No lo hará con gente desconocida jamás, ¿por qué? Porque prefiere que piensen que es muda, que no puede hablar para intimidarlos tan solo con la mirada. Al principio, era solo una prevención para fijarse más en las cosas, para aprender a observar antes de confiar. Ahora se ha convertirdo en su más jugoso jueguecito. ¿Por qué? Porque no tiene que ver las cosas desde una distancia, no, lo hace de cerca, haciendo que su presencia sea casi ignorada mientras ella se entera de una infinidad de cosas que los demás ni se imaginan.

La información es poder, y, si sabe tantas cosas como pueda, jamás podrán atacarlar por ningún punto flaco. Aunque claro, ya no tiene. Se ha vuelto fríbola y mezquina, haciendo a su antojo lo que quiere y cuando quiere. No hay normas, no hay respeto a no ser que a ella le convenga. Busca los puntos débiles, y no se le da mal encontrarlos. Siempre que ataca, jamás irá a matar, irá a torturar de por vida y a que la existencia sea realmente larga.

Es una chica realmente rencorosa, no perdona una falta por culpa de cosas que ha tenido que vivir en el pasado. Los hombres le repugnan, motivo por el que decidió probar con alguna mujer, aunque aun así siguen sin terminar de convencerle. Ahora, eso si, si alguien le llama la atención, vuelca todos y cada uno de sus sentimientos en la persona… Durante el rato que dure. Realmente es casi imposible llegar a su corazón de cualquier manera. Se ha puesto una coraza inquebrantable, se ha vuelto alguien tan despiadado y desconfiado que cuanto más lejos esté la gente de su interior muchísimo mejor.

Por otra parte, en algún lugar muy escondido de ella, no es solo una chica dominante y odiosa. No, también conserva algo de lo que era, de lo que a veces desearía ser. No tiene piedad, pero sigue necesitando alguien que la abrace, que la consuele y le diga que todo va a estar bien pase lo que pase.

Dayane jamás ha tenido, lo que sería, precisamente una vida normal. Desde bien pequeña, su padre y madre la instruyeron en los poderes de la magia, un mundo de brujería que ella quería dejar un poco de lado para ser alguien normal, pero que, curiosamente, siempre se le había dado extremadamente bien, creando así celos en su hermano mayor.

Siempre había intentado llevarse bien con él, pero cuanto más mejoraba, más se alejaba de su lado, lo que la entristecía en demasía. De todas formas, intentaba no pensar en ello, pues era una chica sociable y divertida que siempre conocía a gente nueva. Se parecía muchísimo a su madre, siempre con una sonrisa en el rostro y tratando con respeto a los demás. Sí, la persona que le dio la vida fue una gran influencia para ella, por eso fue una gran desgracia que se pusiera enferma cuando apenas tenía trece años.

Eso le bajó muchísimo la moral, pero aun así iba todos los días volviendo a su casa con una enorme sonrisa en el rostro. Quería animarla como fuera y, si tenía que sonreir aunque ella estuviera triste, obviamente lo haría. Pero un día no pudo con la tristeza y, para que ella no se preocupara, salió a dar un paseo por el parque cercano. Estaba cubierto de nieve y el frío estaba helándole hasta los huesos cuando alguien le puso su abrigo por encima. Era un hombre, mayor a ella que seguro la veía como una pequeña niña congelada. Habló con él durante unas horas, desahogándose y sintiendo como él la consolaba. Pero, ¿por qué no? Estaba triste y era mejor que nada.

Durante días estuvo encontrándose con él, acabando por sonreír siempre que le veía. Le sacaba muchos años, ella lo sabía, pero aun así no pudo evitar ir enamorándose de él poco a poco. Cuando cumplió los quince años, su madre acabó falleciendo, pero no sin anter contarle que aun tenía otro hermano. Entre su fallecimiento, y aquella historia en la cabeza, ya no sabía bien que debía pensar o hacer, así que volvió a verle. Hablaron durante mucho tiempo, horas hasta que ella por fin se aclaro y decidió volver a casa. Mal hecho. Su padre estaba desquiciado, su mirada había cambiado volviéndose taciturna y mezquina, haciendo que ella no supiera que pensar. Su hermano no estaba en casa y fue entonces el peor día de su vida.

Su padre no solo la maltrató, sino que abuso de ella como si fuera su misma mujer, alegando que se parecían muchísmo y la necesitaba. Daba igual lo que ella intentara hacer, él tenía más fuerza, él era más mayor y no podía revelarse sin acabar con ningún golpe. Pasaron días, un año entero sufriendo todo aquello y buscando consuelo en aquel amigo que había acabado haciendo. ¿Pero que podían hacer? Dayane necesitaba salir de aquel lugar, huir a un sitio lejano aunque fuera unos míseros segundos. Fue entonces cuando se decidió a besarle de forma desesperada, llorando y rezando para que la correspondiera y pudiera pedirle que se la llevara lejos de allí, a un sitio seguro. Aunque bien tenía en su mente que era algo casi improbable, sintió como era correspondida, como la abrazaba a él y no la dejaba ir. Se sintió llena, completa y protegida por unos instantes, unos minutos que fueron su mayor felicidad en el mundo.

Iban a hacer un plan, huirían los dos en uno de esos días cercanos, pero aquella noche no pudo más. Salió corriendo de su casa, dirigiéndose sin pensarlo a la de él cuando, al mirar por la ventana, lo encontró con otra mujer. Se estaban abrazando con fuerza, ella ocultando el rostro en su pecho y fue entonces cuando algo en su interior explotó. Volvió a casa, llorando histérica y con la cabeza baja. Su padre y hermano fueron a verla y echaron un paso atrás al ver el semejante poder que salía de ella. Estaba enfadada, herida, frustrada… Los echó de casa con su magia, ganando a los dos e heriéndoles en su intento de enfrentarse a ella. Su hermano se fue antes, pero su padre… Intentó por todos los medios vencerla, dejarla a su merced de maneras que eran imposibles de conseguir. Pero no pudo, estaba tan irritada que no era ella misma, era la pura sangre malvada que corría por sus venas. La sangre asquerosa de su padre.

Cuando todo pasó, cuando se fueron y sin tener del todo claro si había matado a aquel hombre que le dio la vida y la trató como vulgar cortesana, fue a su despacho, buscando un hechizo para castigar a aquel hombre que amaba. Y lo encontró. Era perfecto y sin dudar un segundo, volvió a aquel lugar donde él ya estaba solo. Jamás había visto aquella mirada loca en sus ojos, sabía que se había percatado, pero entre grito y grito ella pronunció las frases en latín que le ligarían a él eternamente. Cogió su alma, convirtiéndola en una pequeña bola de cristal de un tono azulado, al igual que sus ojos, y la guardó en un cofre bajo llave. Les hizo mudarse, buscando una casa lejana a la antigua, a la capital de Francia. Allí, él fue un mísero esclavo a su ordenes. Un esclavo que sería su castigo para siempre.

*Una noche, se encontró con una hermosa serpiente, nada más llegar a la ciudad, así que decidió que ese sería su símbolo de reconocimiento. Porque se sentía exactamente como una serpiente; Letal.

*Tiene una gran colección de serpientes, siempre lleva una encima y todas y cada una de ellas la obedecen sin rechistar.

*Le gusta coleccionar almas. Contra más tenga a su disposición, más podrá meterlas en objetos y podrá defenderse por si alguno de su familia decide volver a por ella.

*Sabe que tiene otro hermano pequeño, el cual ha decidido encontrar y proteger de su familia, y, ya de paso, a ver si lo consigue como aliado.

*Realmente, la que piensa que es su madre no lo es, la que le dio la vida de verdad, es la misma que la de su hermano pequeño el cual no conoce aún. Motivo por el que su hermano mayor no la ve como tal y, por la que su padre, la ve con mujer y no como hija.

*Tiene una marca en su brazo, recordatorio del hechizo que hizo para tener de esclavo al hombre que amaba.

*Cada luna llena y noche sin luna, ella sufre en su pecho todo el daño que hace, momentos en los que está débil y su poder mengua. Todo culpa del hechizo que hizo, ligándose a ese hombre de por vida.