Kerstin V. Sigismund ID

Kerstin Sigismund

Kerstin Vibeke Sigismund
519 AÑOS REALES / 19 APARIENCIA
FANTASMA
HETEROSEXUAL
ALEMANA

HABILIDADES:
Aparición/Invisibilidad || Ilusión || Teletransportación || Posesión
Movimiento de objetos/Telequinesis || Permanencia || Corporeidad

Descripción física:

Descripción Psicologica

Antes de adentrarse en la psicología de un fantasma, es necesario separar la vida y la muerte. Pero… ¿Qué es la vida? ¿El cúmulo de segundos pasando frente a tu ventana o sólo la vaga sensación de un sueño? No. La vida es el momento, el instante en que tu respiración aumenta inconsistentemente, alterando tus sentidos y disparando las emociones más allá de lo que tu pecho puede contener. Eso es vivir, eso significa vida. Apreciar cada momento, gozoso o doloso, pero dejándose llevar por la vorágine que nos sacude. Entonces, ¿La muerte es lo contrario a eso? La muerte es sencillamente, el estado taciturno de apesadumbrados ojos, observando a través del cristal, su pasado.

Kerstin:
Cálida. Su sonrisa inspiraba tranquilidad y los relatos fantásticos que imaginaba, sólo eran el reflejo de las ambiciones que tenía. No eran demasiadas, pero sí las más básicas como el desposar a un hombre que la hiciese inmensamente feliz como su padre lo hacía con su madre. Podía estar segura de que, en alguna parte del mundo, no importa que tan lejos fuese, encontraría a ese hombre. En el fondo de su ser, esperaba se pareciera a su hermano mayor. Aunque quizá nunca lo demostró como debiera, ella realmente admiraba a Luther, sentía ese cosquilleo en el estómago al verlo tan erguido como el hombre que era. Oh, sí… las damas morirían por un partido como él, pero primero deberían pasar por el minucioso ojo de Kerstin y es que no cualquiera se lo merecía. Él no era el único que acaparaba sus pensamientos, cada uno de sus hermanos ocupaba un lugar específico en su corazón. Los había clasificado encontrando al más pequeño de todos como su adoración. Siempre fue sobreprotectora con todos ellos, hasta el último de sus suspiros.

Juguetona y bromista. Era la mayor de las mujeres y aunque siempre obedecía a Schmetterling, nunca dejó de tener esa chispa infantil que divertía a sus hermanos menores. Le gustaba estar con ellos y jugar, le hacían bromas a Luther cuando regresaba de cacería. Estando ella presente, las risas de los ingeniosos chistes nunca faltaban. Leía libros por montones, algunos los tomaba de la biblioteca más cercana y otros los compraba con el poco dinero que podía juntar vendiendo las manualidades que le enseñó mamá. Una mujer humilde pero no idiota, su tenacidad era el punto fuerte de Kerstin. Si sabía manipular el arco y la flecha, fue por su insistencia en que Raymond la enseñara y, aunque se moría de ganas por ir con Luther de cacería, nunca fue por quedarse y apoyar a su madre dentro de casa. Nada de esto le impidió que aprendiese otro tipo de cosas, y es que no podía quedarse con los brazos quietos ni un segundo, pues se aburría demasiado rápido.

No envidiaba nada, no carecía de nada, nunca conoció el odio… hasta ese fatídico día.

El fantasma:
Envidia. Tras observar miles de noches a los humanos asentados en la calle, su corazón se ennegreció, cargando a sus espaldas todo ese resentimiento que le tiene a la vida. Su saliva sabe amarga, sus recuerdos son golpes a la cara que mancillan su pecho, impidiendo la tranquilidad que con recelo espera. La tristeza es infinita, no le cabe la vacía sensación dentro de su cuerpo y siente yacer en un laberinto sin salida noche tras noche. Su angustia crece con el pasar de los segundos y siempre resulta ser la misma insípida historia. Ya no hay risas a sus alrededores, sólo le acompañan el cruel silencio y los alaridos fantasmagóricos de su propio llanto. Está sola, se siente perdida.

Ha estado sola tanto tiempo que ya olvidó las sonrisas. Tanto tiempo en la oscuridad le hiso fastidiar los recuerdos de la luz y ahora sólo están esas sombras viperinas que se mofan de ella. Amarga, ácida y frívola. Quizá no haya compartido ningún encuentro con los hombres después de su muerte, pero las circunstancias la volvieron de esa manera y lo irónico es que no tiene con quien presumir sus dones de bruja. Aunque en ocasiones, más de un valiente se ha dignado a cruzar las puertas de su hogar sólo para molestarla sin sospechar que ella, en un estado borrascoso, hiriente y rencoroso, es tan destructiva como el mismo demonio. Le gusta manifestar y perturbar la mente de esos hombres con las imágenes de su muerte. Cada año la revive como si fuese real, así que olvidarla es imposible. ¡Lo peor es que lo disfruta! Le gusta ver como las personas se remueven en su lugar al sentir el dolor que ella padeció, al vivir en carne propia la experiencia de la muerte. Los asfixia con pensamientos mortuorios y, si el individuo es más débil que el promedio, este termina suicidándose al poco tiempo.

Su odio la consume lentamente, evaporando los momentos felices que alguna vez compartió con su familia. Con cada recuerdo perdido, la sed de venganza cae en ella como un balde de agua helada en la espalda, pero es la frustración quien termina por azotarla contra los muros de su propia cárcel. No puede correr, no puede esconderse, ni siquiera desencarnarse en un grito, porque la sensación de pérdida y de ausencia, siempre la regresa al mismo sitio. A esa vieja casa donde ser un fantasma no es la novedad. ¡Es un fantasma con sus propios demonios! Mirando hacia el pasado y tratando de olvidar para poder ser libre al fin, pero ¡Ese maldito asunto pendiente! Le arde, le quema en la piel y atiza el fuego de su interminable deuda. Ella debió hacer más por ellos.


Atrapada, herida y culpable. No está muerta por haber perdido la vida, si no por permitir que el rencor le hiciera olvidar el por quién vivía…

Historia de Interés

Aburrida. Así se sentía esa mañana, su madre había terminado de preparar el desayuno, sus hermanos –al igual que su padre- se sentaron alrededor de la mesa. Siempre se trataba de lo mismo, las peleas por el último trozo de pan y el ajetreo matutino en el inicio de sus labores. Pero había un desquejo de ilusión en sus ojos, sabía perfectamente que esa tarde Luther regresaría de su cacería, así que era necesario preparar la bienvenida. Desgastó sus neuronas pensando en una nueva forma de sorprenderlo, ya lo había hecho todo. Solicitó ayuda de sus hermanos, formaron el complot necesario y esta vez, sus padres estarían involucrados. La idea fue básica. Le harían creer que, mientras él estaba fuera, un pomposo hombre llegó a pedir la mano de Kerstin. El dote habría de ser lo suficientemente grande como para convencer a Raymond dejase partir a la doncella sin ningún reparo. Sí, todo estaba perfectamente preparado y aunque al principio pareció una idea descabellada por parte de Kerstin, todos estuvieron de acuerdo de la posibilidad existente. «Sólo piénsalo papá. ¿Qué sentirá Luther cuando sepa que me he ido? Después y antes de que logre enfurecerse, aparezco detrás de él saltando y cubriendo sus ojos. Le dará gusto saber que aún sigo rechazando a los hombres.» Nunca imaginó que aquella broma pudiese hacerse realidad, de una forma mucho más sangrienta y traumática. Alguien llamó a la puerta.

«Debe ser él. ¡Escóndete Kerstin! Allá en la biblioteca.» La chica corrió para ocultarse de su hermano mientras su familia preparaba el rostro afligido por la mala noticia que le darían. Sin embargo, al cerrar las puertas corredizas de la biblioteca, el grito desgarrador de su madre le partió el alma. No era Luther. Frunció el ceño y salió en dirección a la puerta, Raymond yacía desangrado en el suelo con la mirada desconcertada, la boca abierta y una herida en la espalda. Los orbes de Kerstin identificaron al agresor. «¡Tú!» Exclamó mientras intentaba forcejear con él para que no dañase a su madre. Schmetterling la apartó con un golpe pidiéndole que se alejara y protegiera a sus hermanos. Tomó las manos de ambos ayudándoles a bajar por las escaleras pero el filo de su hacha fue más rápido atravesando los cuerpos de Elisabeth y Edwin, murieron instantáneamente. Pero Kerstin no podía quedarse y llorar su pérdida. Con todo el dolor de su alma, subió las escaleras corriendo rápidamente hasta la habitación de sus otros hermanos, los ocultó en el armario y se aseguro de que el asesino la siguiese alrededor de la casa. Reparó en la habitación de Luther por mero reflejo, ella sabía que él ocultaba algunos de sus juguetes de cacería por ahí. Los necesitaba. Tomó lo primero que se encontró e intentó enfrentar a su agresor. Fue más fuerte y rápido que ella. La atacó de frente golpeando su vientre y apuñalándole en el hombro. Kerstin empujó con todas sus fuerzas y logró apartarlo de ella, en ese instante Adolph apareció detrás de ellos.

No supo como, no se dio cuenta de cuando… sólo pudo verse a si misma huyendo y dejando detrás a los hombres. Fue a por sus hermanos para escapar de ahí. Kerstin se dio cuenta de la llegada de la institutriz por los aterradores gritos que profirió la mujer al ver los cuerpos de sus padres y hermanos sobre el recibidor de la entrada. Junto a Arabelle y Merril, bajó las escaleras. La sangre de sus hermanos muertos manchó sus pies y tintó su celeste vestido. Tenía la cabeza un lío, sus pensamientos reparaban en alguna pesadilla, no quería estar ahí. Era como si todo eso fuese sólo una mala jugada por intentar hacerle una broma a su hermano Luther. ¡Maldición! Sus hermanos lloraban, gritaban. Se paralizaron por completo al ver a sus padres en el suelo, bañados con su propia sangre. Pero el asesino ya se encontraba pisándoles los talones. Kerstin los empujó hacia la institutriz indicándoles salieran por la puerta trasera. Así lo hicieron. ¡El desgraciado no estaba solo!

Aldous Sigismund, el hermano de su padre era un hombre inteligente y supo que ese día Luther no estaba en casa, sin embargo, no reparó en buscar a alguien que le ayudase en su gran hazaña. Tenía que asesinarlos a todos y sólo no iba a lograrlo, por lo cual, estando a punto de escapar, un segundo individuo, los empotró contra el muro con machete en mano. El brazo de la institutriz rodó cerca de la alacena, eso fue lo último que observó antes de poder darse cuenta que su cuerpo yacía en el suelo y su cabeza era sujeta en un ángulo diferente. Había sido decapitada. Los pasos del hombre se escucharon lejanos mientras sus ojos se cerraron lenta y profundamente. Primero uno, después el otro. Los golpes secos contra una base blanda, se perdieron en la obscuridad… Kerstin no pudo ver la luz después de su muerte, sus pensamientos no la dejaron partir tranquila pues en su subconsciente aún se encontraba la imagen de Luther. ¡Tenía que hacerle una broma! ¡Tenía que volver a verlo! ¡Tenía que pedirle perdón por no haber sido más fuerte, más ágil! ¡Fue su culpa que los mataran!

Otros Datos

-Espera con impaciencia la llegada de Luther, pues fue por él que se quedó en este mundo. Es por ello que permanece sentada frente a la ventana de la calle, observando si entre las personas que cruzan el jardín, se encuentra el rostro de su hermano.
-No puede salir de la casa. Su alma se encuentra anclada a una peineta de plata que Luther le regaló en su último cumpleaños, para ser más exactos un par de días atrás antes de su terrible muerte.
-Diciembre 12, cada aniversario vive el mismo infierno de su muerte. Sólo es ella y nadie más, pero en sus recuerdos aún permanece intacta la imagen de aquella masacre. La sufre y la vive, con la esperanza de que por una vez, algo cambie en la historia.
-Defiende su casa de cualquiera que se atreva a pisarla. Cree que se trata de Aldous regresando por ella, es por ello que los ahuyenta proyectando las imágenes de su muerte hasta darse cuenta que se trata sólo de su paranoia, cuando esto ocurre es demasiado tarde pues los hombres terminan enloquecidos y ella lo disfruta.
-Suele aparecerse con una delicada línea roja en su cuello. La marca de su decapitación.