{Flashback}¿Trabajo en equipo? Se intentará... {Privado}

Llevaba el día preparándome para aquello, sabiendo que, esa misma noche, tendría una misión extremadamente importante. ¿Miedo? Eso no existía en mi pecho, daba igual lo que hicieran o dijeran, pero era tristemente cierto. Era una asesina cualificada y experta, dando exactamente igual la edad que en esos momentos poseía. Joven, bella y con una cara de niña buena que, para que engañarnos, me facilitaba de una manera increible las cosas. En las misiones en las que no oculto mi rostro, tan solo tengo que sonreír y reír un par de veces para conseguir la confianza de todo el mundo que hay a mi alrededor. ¿Es posible que un o una, asesina o asesina, sean personas realmente encantadoras? Sí, pero eso no quiere decir que el resto de la gente me importe.

Días anteriores me habían mandado una misión importante que me había hecho salir del país. En sí, no me desagradaba. Podía ver el resto del mundo y encima me pagaban por ello... Aunque claro, eso significada sangre y una noche de trabajo duro que probablemente me dejaría agotada al día siguiente. Pero no tenía problema, solo le veía un fallo a aquel asunto: Tenía que trabajar en equipo. Habían contratado a dos de los mejores asesinos de París y, teníamos que convivir en paz. La gran Serena, una mujer y joven asesina, trabajando codo con codo con un hombre que, por lo que bien sabía, era vendedor de armas. Para ser una tapadera, no se la había currado mucho precisamente.

Suspiré y quedé con él en un bosque cerca de la fortaleza, un claro que le marqué bien por carta donde estaba exactamente y, por su propio bien, que llegara puntual. ¿Por qué prefería trabajar sola? Porque la mayoría de personas que trabajan en mi oficio, al ver mi sexo y mi cara de niña, ya se piensan que la fama que he ganado ha sido exagerada y que no valgo para esos trabajos. ¿Por qué una mujer no puede matar a alguien? Probablemente lo hacía hasta mejor que cualquiera de ellos. Era diestra peleando, rápida y letal. Y quien no quisiera creerme, allá ellos.

Había llegado cinco minutos antes de la hora para tener todo previsto. Había estudiado la fortaleza durante el mes anterior, así que no tenía ningún tipo de sorpresa: Sabía por donde había que entrar, la cantidad de guardias que tendríamos que dejar fuera de combate en cuestión de segundos y, sobretodo, el camino que nos llevaba a la habitación del susodicho. No era tan complicado pero, por si acaso, había marcado un monton de caminos que nos llevarían a escapar por si la cosa se torcía. En resumen, que podría haberlo hecho sola perfectamente, pero estaba claro que había una cantidad inmensa de guardias para hacerlo sola tan rápidamente sin que avisaran al resto. Un ayudita, si me hacía caso, no estaría de más.

Había llegado media ahora antes para prepararlo todo, así que tenía unos escasos diez minutos de espera mientras pensaba aun todos y cada uno de los detalles. No había fallos en mis planes, todo estaba minuciosamente calculado para no salir herida de ninguna manera... Era triste, pero la mayoría de los asesinos no tenían casi nada en cuenta. Entraban, mataban y salían por patas. No sabían diferentes formas de escape, no sabían dejar en el suelo a diez guardias en un minuto,... Eran tan decepcionantes la mayoría, que no me extrañaba el haber ganado mi fama con tanta rapidez. Yo era letal, pero porque tenía todo bien planeado de antemano.

Sabía que la hora estaba a punto de llegar mientras miraba el lugar con tranquilidad, dejando un mapa sobre un tronco cortado. Había marcado con precisión las salidas más cercanas dependiendo en los lugares que nos encontráramos. El lugar más indicado para entrar y la cantidad de guardias que había sin ninguna variación. No sería tan difícil siendo dos... Si es que conseguíamos llevarnos bien, pues algo me decía que no sería precisamente así. Había estudiado su forma de comportarse algunos días y tenía la ligera impresión de que lo fácil sería darle un buen guantazo en esa bonita cara que tenía.

Suspiré y en esos mismos instantes escuché sus palabras retumbando por el claro como si fuera un ruido estrepitoso y realmente molesto. Posé mis ojos sobre él con toda la tranquilidad del mundo, cruzando mis brazos esperando a que dijera algo coherente o, sino era así, a responderle. Evité sonreír ante ese burdo y estúpido intento de intimidación por su parte, limitándome a negar levemente con la cabeza. Cuanto más fuertes más fácil era derribarlos, solo había que usar la fuerza que poseían en su contra y caían solitos al suelo como si fueran, como el decía, muñecas de trapo.

-¿Vas a dejar de sobre-valorarme o podemos empezar con el trabajo?- Giré el rostro, ignorándole por completo mientras bajaba al mapa.- Atento. ¿Ves estas flechas rojas? -dije señalando una de ellas.- Son salidas de emergencia, dependiendo del punto en el que estemos. Si entramos por aquí.- Señalé una parte del muro que daba a un patio con unos doce guardias.- Son seis guardias para cada uno. Hay que dejarlos inconscientes en un minuto, antes de que puedan avisar a nadie más y, sobretodo, hacerlo cuando estos guardias de aquí.-Señalé la otra parte del muro, donde estaban separados por una pared.- Estén en la guardia más alejada a nosotros.

Su risa estaba consiguiendo replantearme sino sería como aquellas veces que, poniéndome diferentes tipos de compañeros al orden del contratista, los que van conmigo acaban completamente muertos en el sueño por esa sensación de falsa seguridad que tienen incorporada en el cuerpo como si se tratara de algo imprescindible. Estúpidos. Lo eran todos y cada uno de ellos. Morían por nada, por intentar superarme e intentar por todos los medios decir que son mejores que yo. ¿Tan necesario es desacreditar a una de las mejores espías del país? Ellos sabrían, no era yo la que acababa en el cementerio, pero si la que después tenía más problemas para huir... Después del primer trabajo así, empecé a elaborar un increíble plan de emergencia, en el que, anteriormente a la misión, he ido a buscar sitios seguros por si tenía que esconderme durante días enteros. Con provisiones por supuesto, no era estúpida como ellos.

Observé su plan con tranquilidad, negando levemente aunque tenía que concederle al hombrecillo que no era para nada malo. Lo que pasa que, escalar uno para que el otro entre... No, sería más fácil de otra manera. Sentí como revolvía mi pelo y yo simplemente posé mis ojos sobre él, sin mostrar nada en mi rostro que no fuera tranquilidad aunque interiormente pensaba que era estúpido. Acabaría muerto como el resto de estúpidos, aunque siempre podría sorprenderme más adelante, claro.

-¿Y por qué no escalamos los dos? En cuanto bajemos sería una sorpresa interesante para los guardas. Sería aparecer de pronto y nos da más tiempo y ventajas.-Volví mi vista al mapa y después lo guardé, metiéndolo en la bolsa que iba a dejar en el claro.- He hecho un agujero para dejar nuestras cosas sin que nadie las vea. Así luego podremos volver a por lo más pesado.- Lo hacía casi siempre que iba a sitios así. Me parecía una idea útil que siempre me había servido.

Ignorándole después, empecé a meterme una cantidad inmensa de dagas por la ropa. Me encantaban esas armas porque nadie las veía y, que salieran de repente de mi manga, lanzándose a sus cuerpos desprevenidos, siempre era algo digno de ver por el rostro de sorpresa. Suspiré y guardé todo, metiéndolo en el agujero que había dicho y esperando que él hiciera lo propio para partir de una vez.

Me quedé mirando mis guantes negros mientras me los colocaba con calma, esperando que él termina con lo que fuera que estuviera haciendo. No era malo tomarse su tiempo para prepararse, pero contra antes hiciéramos aquel trabajo, antes podríamos ir a descansar a cualquier sitio de ese país extrangero. Fue entonces cuando recordé algo y sonreí levemente. ¡¿Cómo había sido posible que estuviera a punto de olvidarme de ello?! Lo había hecho con toda la intención del mundo para aquella misión, así que me agaché y cogí un par de pequeñas bolsitas que colgué inmediatamente en mi cinturón. Nos sería útil, de eso estaba segura. Y sino le era útil a él porque había fallecido con los primeros guardias, lo sería para mí. No tenía problema.

Me agaché unos instantes, observando si iba el funcionamiento de las botas que llevaba. Había una daga que salía de estas pretando un simple botón. Sonreí ladina recordando las múltiples sorpresas que había dado con aquel pequeño detalle. El día que las conseguí, que por fin las tuve en mis manos, decidí hacer que me cogieran de propio para probarlas. En cuanto se acercaron a mí fue un auténtico baño de sangre. Vale, no era mi forma habitual de trabajar, pero para una vez que hacía algo tan sádico, por lo menos disfrutaría de ello con un buen recuerdo del asunto, ¿no?

En cuanto el estúpido terminó (sí, ya le había puesto mote), cogí un una serie de palos que había atado y puesto encima innumerables hojas y hierba para poder esconder nuestras cosas. Una vez puesto, quedó realmene perfecto. Nadie, excepto nosotros que ya sabíamos donde estaba, podría ver que había algo ahí en el suelo. Era una artista con aquellas cosas, nadie podía negármelo, de todas formas, tampoco me congratulaba de ser de las mejores en algo que quita la vida a los demás. Solo es puro trabajo, nada personal.

-Me da que no.- Sonreí levemente y me alejé de él, dirigiéndome directa hacia un árbol, el cual escalé dando un par de saltos en cuestión de segundos. Era realmente ágil, más rápida saltando y escondiéndome de aquella forma que andando en sí.- Yo iré por aquí.- Además de que así no corría el riesgo de una traición que pudiera asesinarme por la espalda.- Te espero en el muro que habíamos acordado. Y, si necesitas ayuda o te siguen, aulla cual lobo. ¿Vale?-Era estúpido, lo sabía, pero lo de los lobos era fácil, algo que todos aquellos ilusos sabían hacer y me tenía a mi prevenida de lo que ocurriera. Si necesitaba mi ayuda iría sin problema, pero prefería que fuéramos de maneras distintas, así tendríamos más pespectiva de las formas de huida, por si se requería algo rápido. De eso ya me encargaba yo.

Corría y saltaba entre los árboles, sintiéndome como pumas y demás animales gatunos que siempre estaban entre ellos. Felinos escurrudizos que eran extremadamente rápidos para cazar y matar lo que ellos mismos deseaban. Sí, así era yo. La gran Serena, espía y asesina a sueldo, era exactamente igual que uno de aquellos animales que podrían llegar a ser tan letales. Sonreí ante aquello mientras miraba a mi alrededor, frunciendo levemente el ceño.

Pensando en seres vivir, ¿y no habiendo ninguno? Me quede quieta en uno de los árboles, observando de lejos, y varios metros tras de mí, como saltaba el estúpido los árboles. Algo pasaba. Bajé la mirada, contemplando el suelo mientras me escondía en las sombras, haciendo que, al pasar, ni él mismo me viera. Sí había algo en el suelo teniamos que cambiar ligeramente las cosas, no quería sorpresas y el desagrado que me produjo ver aquello me molesto en sobremanera. ¿Es que aquel hombre no podía estar callado en nada? Bien sabía que mi identidad estaba segura, pues lo que le había hecho firmar ponía a riesgo su vida. Así que no me importaba, pero si lo que pudiéramos encontrarnos.

Observé detalladamente el terreno, demorándome más de lo que debía y, al ver que era seguro, bajé a comprobar lo que había. No tardé ni un segundo en percatarme. Si pisábamos eso probablemente saldríamos mal parados pero, a su estupidez, habían marcado un patrón y no lo habían escondido bien. Me entraron ganas de ir por ahí solo por burlarme de ellos, pero tenía que ceñirme al plan... Dejándoles una sorpresa. Cambié los pequeños mecanismos hacia el lado contrario, sin ningún tipo de patrón para que ellos cayeran en su propia. No me demoré mucho, tan solo lo cubrí rápidamente y volví a los árboles, corriendo como alma que llevaba al diablo. Ese hombre seguro que no me había esperando.

Si me pagaran por adivinar en esos momentos habría sido rica. Desde las alturas, una vez en el muro, ya podía ver al otro dando puñetazos. Simplemente me quedé mirando de brazos cruzados, observando como tumbaba a sus seis. Le reconocía el mérito, no era tan malo, pero si quería que todo saliera bien tenía que darme prisa. Bajé de inmediato justo en medio de los que me tocaban a mí. Nuestra forma de pelear era distinta, él más brusco, yo parecía más una bailarina, me lo habían dicho alguna vez. Caí con un pie y, antes de posar el otro en el suelo, ya me había dado impulso y dado una patada. Posando el otro pie me agaché, evitando puños y haciendo que dos se dieran ellos mismos. Un par de saltos, de vueltas y se habían dejado en el suelo inconscientes ellos mismos. Quedaba uno. Salté a su espalda, volviendo a saltar en ella para quedar justo delante de él. Un giro, una patada en la cabeza y lo tenía a mis pies... Como el resto de hombres.

-Hecho.-Susurré y me acerqué a él con tranquilidad.- Había cosas en el suelo, las cambié de sitio, así que si tenemos problemas irémos por ahí. Vamos.- Y ya eché a correr hacia dentro, con cuidado de que no hubieran cambiando las rondas y tuviéramos que improvisar. Eso no me gustaría ni un pelo... Aun que bueno, trabajar cabreada podía ser un plus.

Puse los ojos en blanco, sino hubiera llegado tarde, probablemente no tendríamos esa baza a nuestro favor. Ya podría haberme dado las gracias, aunque bueno. Sus siguientes palabras arreglaron un poco el asunto. Parecía ser que empezaba a tomarme en serio y eso me gusta. Después de todo, no sería tan estúpido como el resto de asesinos a los que solían emparejarme y acababan muertos.

Corrí tras él, pensando en lo desmotivado que era esto mientras ya me percataba de que las cosas cambiaban. Cambios, cambios, cambios... No me gustaban. Y eso que estaba prevista para todo aquello, habiendo encontrando varios sitios de escape por si las cosas se torcían demasiado. Pero, ¡¿cómo era posible que, si quieres matar a alguien, lo vayas diciendo tan a la ligera?! No podía comprenderlo, no era algo que entrara con facilidad en mi cabeza, ¡porque no tenía lógica! Si quieres asesinar a alguien te callas y, una vez hecho, poner cara de sorpresa y disgusto. ¡Fingir! ¡¿Acaso ese hombre no sabía?!

Suspiré con tranquilidad mientras me separaba del estúpido. Ni siquiera tuve que ver su gesto, sabía lo que tenía que hacer. Puse los ojos en blanco mientras corría y observé a mi alrededor, atenta por cualquier nimiedad que pudiera ocurrir. Me acuclillé un poco, observando atenta. Para ser unos guardias estaban quietos, demasiado en realidad. Ladeé el rostro, atenta cuando escuché un murmullo. Sonreí ladina, viendo la estúpida trampa. Si entraba, justo a la derecha, había unas escaleras que daban hacia los guardias de arriba. Pero, también podía hacer otra cosa. Palpé con tranquilidad aquella bolsita que había colgado de mi cinturón, sabiendo que, si usaba una, más nos valdría hacer todo lo más rápido posible.

Estaba dispuesta a hacer cuando, de repente, sentí como algo me cogía, aplastándome contra la pared. Me revolví aunque sabía quien era, lo había notado a la espalda pero no esperaba aquello. Le miré con los ojos entrecerrados, protestando y pegándole porque era una auténtico estúpido. ¡¿De verdad se pensaba que yo haría semejante tontería?! ¡¿Qué no me daría cuenta de la trampa?! Gruñí en voz baja, queriendo descuartizarlo cuando sentí sus manos por mi cuerpo, suspirando al sentir que iba a por mis dagas. Por lo menos me había llevado el beneplácito de haberle dado una buena patada en la entrepierna que, aunque no lo mostrara, sabía que le dolía horrores.

Le observé cuando se alejó de mí, estando a punto de responderle sino fuera porque me besó. ¡Me besó! ¡¿Y este que se creía?! Sabía la fama que tenía, pero jamás había esperado que tuviera las narices de hacer eso conmigo. Se estaba tomando unas confianzas que no debía y, en cuanto tuviera tiempo, se lo pensaba dejar más que claro.

-Eres estúpido, estúpido.- Le miré con los ojos entrecerrados, mostrando la tranquilidad que tanto me caracterizaba, pero, a la vez, que estaba consiguiendo cabreada con tanto toqueteo.- Efectivo, pero estúpido. Si entras y vas a la derecha en vez de hacia esos guardias falsos, hay una pequeña escalera medio escondida para subir. ¿No hubiera sido más fácil?- Puse los ojos en blanco y miré a mi alrededor.- Tengo que recuperar esas dagas, no me gusta dejar ningún tipo de huella. Además, desde arriba veremos los cambios que han hecho.

Ni le dirigí la mirada, ya estaba andando con cuidado hacia la parte superior, subiendo las escaleras mientras respiraba hondo, a sabiendas de que no podía descontrolarme. Porque de verdad que no podía, sería algo ilógico que podía darme algún que otro problema. Y, siendo realistas, ya tenía suficientes aquella noche.

-Mira.- Susurré, observando todo desde esa altura, agachada por si podría ir alguno al vernos.- Tenemos diez minutos. Los guardias de la otra parte ya han hecho el cambio.- Alcé una ceja, eso podía ser un grave inconveniente.- Darán la voz de alarma en cuanto vean a los que dejamos inconscientes.-Luego me giré, viendo la otra trampilla unos metros más a la derecha.- Desde ahí creo que bajamos justo al pasillo donde está la sala del que debemos matar. Nos ahorraremos trampas... Sino, podemos entrar por la ventana de atrás. Es más tiempo, pero más seguro. Si dan la voz de alarma no esperarán que entremos y salgamos por ahí.

Tenía bastantes dudas de si lo mejor era usar el factor sorpresa. Como bien le había recalcado, eso nos llevaría bastante más tiempo y tan solo teníamos diez minutos escasos. Podríamos hacerlo, claro, pero no con el dolor de entrepierna que probablemente aun llevaría encima. Alcé una ceja. Sino hubiera hecho eso aun estaría tan pancho sin ningún tipo de dolor en el cuerpo. Se lo había buscado él solito y solo me daría pena si por ello acababa herida. Él me daba más bien igual.

Observé lo que hacía, siguiéndole en silencio mientras recogía las dagas que él mismo me estaba devolviendo. ¿Qué era eso? ¿Una especie de disculpa por el beso? Estuve a punto e reír, limitándome a negar levemente con la cabeza. Tenía que reconocer que se me hacía más fácil trabajar con él. No era un simple aficionado y dudaba mucho el hecho de verle morir a manos de cualquier pardillo que se creyera un buen guardia de seguridad. Porque había muchos, pero la mayoría no daban pie con bola y solo sabían desfilar por los pasillos.

Me quedé quieta, de brazos cruzados y observando a mi alrededor atenta, mientras él estaba con la maldita cuerda que, aunque lo hiciera todo bastante rápido, nos estaba consiguiendo retrasar más de la cuenta. No quedarían muchos minutos antes de que diera la voz de alamar y, lo mejor sería, que en eso instantes ya estuviéramos intentando salir de allí. Los guardias se pondrían frenéticos, irían la mayoría corriendo a asegurar la puerta y tendríamos muchísimo más fácil pasar de sus caras... Aunque también dependía mucho. Lo bueno es que había miles de lugares para esconderse.

Cuando estaba casi arriba, agarré la cuerda y empecé a subir, teniendo extremadamente cuidado en cada paso, ya que caer podría significar una muerte segura. Yo prefería subir por otros sitios, pero era una opción viable para hacer las cosas rápidas. Prefería el engaño. Me resultaba mil veces más divertido que aquello.

Entonces, al llegar por fin y entrar en la habitación, alcé una ceja mientras observaba a aquellos guardias en el suelo, sonriendo complice y complacida ante la eficacia y rapidez con la que había acabado con ellos. Me acerqué, buscando el puso de ambos y asintiendo levemente. Debía concederle que sabía lo que hacía, con métodos un poco más bruscos, pero era un buen asesino. Me levanté, ignorando los cuerpos y acercándome a la puerta.

-¿Listo? Igual hay guardia con él, más fuerte.- Susurré, sonriendo divertida.- Para mi el gorila si hay, ¿vale? Sino me quedo con el encargo.

Entonces, abrí la puerta de golpe, sorprendiendo a los presentes y, mis ojos, se posaron en aquel hombre gigante. Me crují levemente los nudillos, aun sabiendo que no era algo bueno, y me sonreí. Eso sería divertido. Tan solo esperaba que el otro fuera rápido y le tapara la boca al desgraciado antes de que pudiera dar aviso. Yo, no me enteraba.

Observé, con suma tranquilidad, como el puño gigante de ese hombre iba hacia mi. Lo esquivé agarrándole con fuerza, di una vuelta para propinarle una buena patada en el costado mientras hacía que la cuchilla saliera, clavándosela con fuerza. Se echó hacia atrás, como era bien predecible y cogí carrerilla, eso se acabaría rápido. Corrí hacia él, dando un salto mientras mi cuerpo giraba para poder patearla la cabeza con ambos pies, clavándole, sin ser del todo mi intención, ambas dagas.