Cazando bandidos. (privado)

Es mi amanecer, el astro sol se oculta y no hago esperar el encuentro que se pacto entre el nuevo sheriff de mi bella París, estaba al tanto casi de todo lo que ocurría a mi alrededor o eso me creía. Después de conversar en la tasca con mi semejante Zirano Xanaddo, acerca de los supuestos bandidos que irrumpían la tranquilidad de la ciudad, los mas pobres lo notaban con frecuencia, y los ricachuelos, no tanto , aunque igual de molestos.

En un principio la esencia no me agradaba, su atuendo de sheriff tampoco me daba buena espina, aunque después de todo no había nada que ocultar para él, esperaba que fuera mutuo, es decir que si el descubría algo de mi debería callar y seguir por donde vino, puedo amenazarlo con mi habilidad que puede o no conocer, que me deja ver de él con el simple choque de hombros o ni siquiera eso (clarividencia), después de estos años pude desarrollar mi habilidad y con tocar una taza podía ver la imagen de lo que hizo el receptor antes de venir a tomar lo que fuera. O eso, o simplemente mover los hilos necesario para que su argumentación quedara equívoca.

Procedo a preparar mis armas, mi espada por si fuera necesario, aunque con mis colmillos y agilidad me eran mas que suficientes, por no mencionar nuestra habilidad de ver en lo oscuro, cosa que un mortal carecía-río-prometía ser una noche bastante entretenida, donde saciaría mi sed después de jugar en las sombras allá donde se encontraran, daba igual donde se encontraran. Me apretó el cinto donde poseo la vaina, guardo las dagas una en cada pantorrilla, me vestí con anterioridad con ropas cómodas, pantalones que marcaba silueta, junto a camisas algo holgadas por las mangas, y unas botas que cubrían hasta debajo de la rodilla de suela plana para mas comodidad, un perfecto conjunto, junto a mi cabello moreno suelto.

Mis sirvientas suben a mi habitación para avisarme de la llegada de quien espero, lo que dibuja en mis labios una delicada sonrisa, me dispongo a avanzar pero Margaret mi sirvienta se pone en medio, pone mi fleco castaño tras mi oreja y se aparta. Demasiado buena, aunque le esperaba la misma suerte que quienes estaban en las celdas de mi casa,se quedaría en los huesos.

Bajo las escaleras, escucho el relinchar de un corcel antes de abrir la puerta, me pongo mi capa sobe mis hombros y me a lo abrocho con la cuerdecita-[color=#ff001a bien…es hora de empezar este pequeño juego?[/color ]- susurré, abrí la puerta y salía al exterior. Vi su corcel y arrugue el ceño, no poseía caballo propio, tan solo un par de corceles, para el carruaje. Pedí a Margarte que trajese a Taidars, mi caballo de pura sangre, de color ébano y una mancha en su estómago color blanco, mientras esperaba me dispuse ha saludar como correspondía, una cordial reverencia- buenas lunas, monsieur, Xanaddo,¿ con ansias de comenzar?-dije después de reincorporarme.

Muestro mi asombro, con exclamaciones que no dejaran dudadas y acompañaran a mi gesticulación que él no ve al estar por delante de él, como se pudo escapar algo seméjate, tan fácil como los granos de arena fina entre mis dedos. Aquello no hizo mas que aumentar mi interés, esta vez no tan finjido,debo admitir que solo hablaba para evitar ese silencio incómodo durante la travesía.

-¿todas mujeres...? entonces puede ser un varón despechado o...-exhala-alguna celosa mujer por venganza-dije finalmente entre susurros.

De nuevo movimientos rápidos, quedo apoyada en su regazo y apreté fuerte las riendas tirando hacia mi, como si pudiera frenarlo también, o eso creía que hacía, por ende el caballa nada más hacia correr, decidiendo la trayectoria al final. Huelo sangre, sigo gacha hasta que dejamos de avanzar y nos detenemos, el olor persistía, ¿los enemigos, heridos?, no puede ser.

Espero a que bajo y de inmediato lo hago también-me parece correcto, amarradlo o haced que se esconda, si lo ven podrían robároslo-dije mirándole de frente, quito la mirada y avanzo, sonrío, por fin llego el momento de jugar , como se merecía aquella noche.

Oteo a mi alrededor y avanzo sin decir nada, mi curiosidad me puede, quiero avanzar por encima de mi presa, quiero rodearlos, jugar con sus mentes, su cuerpos una vez alcanzados.

-¿y bien?,¿por dónde continuamos?-susurre para que solo él me escuchara, esperaba su respuesta, volviéndole a centrar mis ojales en los ajenos, desviándola a ese olor-vuestro brazo, monsieur…- dije viendo su sangre, conteniéndome por no agarrar y lamer su herida, pero sería un peligro, debo controlarme.

Di en mi objetivo y sonreí satisfecha nuevamente, pero apenas es una astilla clavada en un dedo que no pudiera quitarse con una par de dedos de la otra mano. Subestimé demasiado pronto, su corpulencia, quizás si servía para algo mas que dar miedo – a quien pudiera– un buen escudo humano. Me miraba, momento inoportuno en el que muestro una sonrisa, al tiempo que apretó mi mano en torno a la empuñadura de mi arma, ¿seguirá quieto, sin hacer nada? De verdad que era tremendamente aburrido-va…mos!-apenas grite con fuerza, puesto que para entonces el parecía tener vida, dejó de ser una momia. Y quito mi arma como si nada, ni un solo quejido, igual ocurrio con mi habilidad que ni se inmuto, he de admitir que me asombra, no tanto como su poca inteligencia hablada, que desperdicio de hombre. Estoy segura de que si equilibrase su mentalidad con el cuerpo, sería diferente y podría dejar de lado su apariencia bruta.

Llevo de inmediato una de mis manos, para frotar mi nariz, un olor que impacta contra mi olfato, sangre deliciosa sangre, ¿Por qué te dejas ver ahora?, exhalé, y como casi siempre intentaba controlarme para no revelarme ante él y sentenciarlo, pero no me dio tiempo a que la preocupación por mi posible descontrol floreciera. Él, mi compañero improvisado, pareció no pensárselo demasiado, su sed podía más que la situación actual, me quedo asombrada, el enemigo es lento para su movimientos–esta vez–, aunque nuestra fuerza mayor, no podía negarse que sin alimentarnos, era lógico que disminuyeran un tanto por ciento nuestras habilidades y aumentase por encima de ello la debilidad, aunque no lo suficiente como para que el enemigo venciera.
No me deje derrotar con facilidad por la pincelada rojiza que pintaba su pectoral marcado,cierto era que su olor ¡su olor! levantaba mi necesidad de saciarme hasta dejarlo seco, incluso nublo mi visión al punto que solo sentí el dolor después del impacto de la daga sobre el espacio que había entre el hueso de la clavícula y el inicio de mi seno derecho. Su acierto fue el punto gatillo que desato mi mosqueo, que era mayor en fusión con mi sed.
“No puedo distraerme ahora”, me repetia una y otra vez para mi.El latir de Zirano era fuerte–podía oirlo–,seguía bebiendo de él, la primera queja que oí del enemigo, y fue poco después de deshacerse de él, tan fácil como quitarse a una mosca que volaba a su alrededor, veo hacia donde cae, me quejo, esperaba pudiera volver en si.Aún le observo, quito mi propia arma , un quejido ahogado sale de mis labios, no pude reprimirlo, dolía bastante.

Lo miro con furia él da zancadas ágiles hacia mi, apena quedan unos pasos para alcanzarme, estaba dispuesta a recibir el golpe, o incluso esquivarlo a tiempo para detener su puño y hace crujir su dedos.Pero me echó una mano, mas bien una bala. Miré de reojo, aún manteniendo mi daga en la mano izquierda, y la espada volví a meterla en su vaina, sin haberle dado uso ninguno- exhalé de nuevo-.Toda a quella situación me deja a mi como la menos valiente, por que..¿que había echo?,¿ solo tortura y dar muerte a uno de los que pudimos enfrentar, y dejar que se escapara de mi campo de visión ese hombre oculto bajo telajes negros?, definitivamente, no era de mis mejores momento, apenas demostré mi habilidad de manejo en estas armas,”otra vez será”; musité con ironía, viendo como después de quejidos sonoros del hombre de coloreada piel se dirige hacia Zirano con intención de envestirle como cual bisonte encabritado. Niego, sus movimientos son tan vagamente pensados que no me sorprende como esquiva y salta, dejando que quedase aturdido el tiempo suficiente como para inmovilizarlo-tengo que aprender hacer eso- pensé para mi. Debía modernizarme en esa especie de inmovilizaciones.

Sonreí de manera diabólica, casi de inmediato al escuchar el clic de mi interruptor “dead”.Avazo ágil a zancadas imitando a las de mi rival- hasta aquí llega tu valentía-dije acercándome aél, veía de reojo a mi compañero. Sería buen momento para hacerle mi venganza por aquel acercamiento imprudente?¿que sería mejor, arrancarle a el el mismo miembro?¿torturarlo con disimulo después de atravesar el pecho de del negro caparazón?, la idea es simple pero deseosa para hacer. Incluso cabría la posibilidad de cuando así lo realizara bebiera de él hasta que implorara su no-aniquilación, aunque ¿ por qué?. Me estoy volviendo loca que idea tan estúpida y poco coherente, idea delirante producto de mi sed.


Visualmente estaba frente a mi enemigo, demasiado fácil y servido en bandeja por él, volví en si después de su grito. Mis ojos rojizos tan intensos, que podía recordar a las “lunas de sangre”, una de las leyendas de las tantas que escuché por siglos, en las que mencionaba la maldición de aquellos que volvían a la vida, viviendo como aparentes mortales que volvieron después de pactar con la muerte. Volví a dejarme envolverme, esta vez consciente, oía el latir, al unisono,dulce néctar de los dioses, que tome directa, en un parpadeo mi mano atravesó el pecho del desventajado, saque su corazón y lo mordí bebiendo toda la calidez latente, luego me deshice de él, centre mis ojos en Zirano, tenía más sed, y el hecho de que del muerto ya no podía sacar alimento válido, el podría valerme.
Boca entreabierta, manchada del carmesí que tenía intención de robar del congénere, un pinchazo en mi pecho me dió el aviso de que mi estabilidad era intermitente ante la posibilidad de alimentarme, o de lanzarme sobre cualquier otro portador de sangre sin ni siquiera esquivar la reacción agena.

-Apartaos de mii ¡ahora!-grite al finalizar aquella simple frase.Quieta,dejando que el mecho de mi pelo se pusiera en medio, manchándose también de rojo.Si alguien no me detenía, podría correr peligro tanto él, como ella misma.E se grito pedía ayuda, una reacción. No podía dejar que ocurriera, pero me abalance para beber de su cuello.Solo tenía sed.