AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reunion {Avalon}
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Reunion {Avalon}
En la Iglesia de Saint Jacques de la Boucherie, su torre se alza cerca de la Place du Chátelet, a unos diez minutos de caminata desde la "Bibliotheque de Arsenal" la sombra de un hombre se mueve con naturalidad por los alrededores y el eco de las risas se escuchaba suave y apagado, como un murmullo entre los sonidos de la noche.
—Shhh vamos hermana no querrá despertar al sacerdote en su visita a la iglesia — las manos del hombre sostenían a la mujer que rebosante de una efímera felicidad ríe sin poder parar.
—Nunca lo sabrá, esta noche todo es un sueño porque el pecado no puede alcanzarme — el brujo acaricia el rostro de la monja con una sonrisa encantadora y condescendiente.
—Lo que hicimos es cosa de los cielos hermana, ahora puede entrar y seguir con su vida y en esta noche solo el recuerdo entre bruma podrá hablar de nuestro encuentro — La mujer sonríe y saca una llave viaje de entre sus ropas abriendo la pesada puerta de madera trasera de la iglesia, el brujo entra con ella y cierra la puerta tras ella enviándola a sus habitaciones, la mujer se despide con un último beso y Rayner la ve desaparecer, saca la llave de Avalon que cuelga de su cuello y la introduce en la cerradura, la llave se amolda perfectamente como a cualquier puerta y al abrirla nada parece haber pasado sin embargo al cruzar el marco Rayner cierra tras el ya no la puerta de Saint Jacques si no la puerta de la central de Avalon.
El brujo se acomoda las ropas que aun parecen algo desordenados, la media noche del segundo martes del mes, los miembros de la comunidad se reúnen para hablar de los pormenores de cada triada y discutir asuntos que pudiesen competer a la orden, desde brujos perseguidos por la inquisición, conocimiento que nuevo respecto a la magia, cualquier indicio de una nueva reliquia que pudiese ir a las bodegas de Avalon. Caminando por uno de los pasillos de la orden se detiene frente a un espejo que cuelga de la pared, acomodando su cabello para seguir con su camino hasta la sala principal tomando su lugar en el área de su triada, al parecer es el primero en llegar o al menos eso parece pues no puede ver en las pequeñas habitaciones detrás del área de cada triada, donde pueden estar alguno de los miembros fantasma de cada triada. La forma de entrar de cada miembro es diferente pero al menos sabe que su miembro fantasma no tiene que ocultarse al entrar pues el metamorfo gusta de confundirse entre los demás.
Ve la sala y busca en su chaqueta el reloj de bolsillo, revisa la hora y se da cuenta que ha llegado temprano a la reunión de este mes, no han existido reuniones convocadas entre las regulares por lo que no ha visto a nadie de la orden desde el último mes, posiblemente la ansiedad le hizo llegar con tiempo de diferencia. Con el reloj entre sus manos no puede evitar pasar descuidadamente los dedos por las formas del objeto, el brujo adora el lugar y gusta de la comunidad pero es un hecho que algunos artículos que están bajo el resguardo de su triada han desaparecido, cada semana el brujo pasea por la bóveda de su triada cuidando del estado de los artículos bajo su cuidado, en las del último mes algunas cosas han desaparecido y teme por la confianza depositada en sus compañeros.
—Shhh vamos hermana no querrá despertar al sacerdote en su visita a la iglesia — las manos del hombre sostenían a la mujer que rebosante de una efímera felicidad ríe sin poder parar.
—Nunca lo sabrá, esta noche todo es un sueño porque el pecado no puede alcanzarme — el brujo acaricia el rostro de la monja con una sonrisa encantadora y condescendiente.
—Lo que hicimos es cosa de los cielos hermana, ahora puede entrar y seguir con su vida y en esta noche solo el recuerdo entre bruma podrá hablar de nuestro encuentro — La mujer sonríe y saca una llave viaje de entre sus ropas abriendo la pesada puerta de madera trasera de la iglesia, el brujo entra con ella y cierra la puerta tras ella enviándola a sus habitaciones, la mujer se despide con un último beso y Rayner la ve desaparecer, saca la llave de Avalon que cuelga de su cuello y la introduce en la cerradura, la llave se amolda perfectamente como a cualquier puerta y al abrirla nada parece haber pasado sin embargo al cruzar el marco Rayner cierra tras el ya no la puerta de Saint Jacques si no la puerta de la central de Avalon.
El brujo se acomoda las ropas que aun parecen algo desordenados, la media noche del segundo martes del mes, los miembros de la comunidad se reúnen para hablar de los pormenores de cada triada y discutir asuntos que pudiesen competer a la orden, desde brujos perseguidos por la inquisición, conocimiento que nuevo respecto a la magia, cualquier indicio de una nueva reliquia que pudiese ir a las bodegas de Avalon. Caminando por uno de los pasillos de la orden se detiene frente a un espejo que cuelga de la pared, acomodando su cabello para seguir con su camino hasta la sala principal tomando su lugar en el área de su triada, al parecer es el primero en llegar o al menos eso parece pues no puede ver en las pequeñas habitaciones detrás del área de cada triada, donde pueden estar alguno de los miembros fantasma de cada triada. La forma de entrar de cada miembro es diferente pero al menos sabe que su miembro fantasma no tiene que ocultarse al entrar pues el metamorfo gusta de confundirse entre los demás.
Ve la sala y busca en su chaqueta el reloj de bolsillo, revisa la hora y se da cuenta que ha llegado temprano a la reunión de este mes, no han existido reuniones convocadas entre las regulares por lo que no ha visto a nadie de la orden desde el último mes, posiblemente la ansiedad le hizo llegar con tiempo de diferencia. Con el reloj entre sus manos no puede evitar pasar descuidadamente los dedos por las formas del objeto, el brujo adora el lugar y gusta de la comunidad pero es un hecho que algunos artículos que están bajo el resguardo de su triada han desaparecido, cada semana el brujo pasea por la bóveda de su triada cuidando del estado de los artículos bajo su cuidado, en las del último mes algunas cosas han desaparecido y teme por la confianza depositada en sus compañeros.
Rayner Andrews- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 24/08/2012
Edad : 37
Re: Reunion {Avalon}
No sabía si era de noche, si por el contrario el sol relucía en un cielo claro o si el mundo se había acabado fuera de aquel solitario reducto. No lo sabía, aún menos le importaba. Todo lo que podía tener interés se limitaba al interior de los pétreos lindes de aquella habitación alargada, en la que unos firmes muros ocultaban un recubrimiento de tierra y opacidad. No había posibilidad, ni intención, de dotar a la estancia de luz natural y la única fuerza que combatía la oscuridad, legítima y natural soberana del lugar, eran unas antorchas estratégicamente repartidas por el perímetro. Una de ellas iluminaba dos cuerpos o, más bien, lo que quedaba de ellos. El primero se mostraba con el vientre al aire, enseñando una ausencia donde debieran haber estado los intestinos; la forma del otro sólo se podía adivinar con un gran esfuerzo de ingenio, pues su figura se hallaba repartida en decenas de desordenadas porciones, como si de piezas de un rompecabezas se tratase. Y, a los pies de las mesas que contenían aquella imagen, un charco de sangre que, poco a poco, comenzaba a secarse. El olor era denso y penetrante, pero el malacostumbrado olfato del hombre que se hallaba frente al ingrato escenario no parecía verse importunado. Su mirada parecía encontrar más cautivadora la arbitraria superficie de la roca de las paredes que su último ensayo. Pero eso sólo era otra evidencia de lo poco que le importaba lo que estuviera más allá de su mente.
Su ceño se hallaba firmemente fruncido, no por las cavilaciones, sino por el enfado que le venía embargando. El objetivo de su ira y de las malsonantes palabras, que desfilaban por su intelecto cual retahíla de fonemas sin sentido que sólo insistía en la idea original, era una difunta, concretamente Anna Kapralev, su antigua maestra que había muerto en aquella cueva chipriota donde también le fueron arrebatados tanto el malnacido de su hijo como su propio cuerpo. De su espíritu no había quedado rastro alguno. El gascón se centraba en la disyuntiva de su recuerdo: si mantener la estima en la que la tuvo durante su vida por la ayuda prestada o si odiarla por el legado que le había ocultado y que ahora, llegado su deceso, heredaba. Si bien era cierto que no hubiera llegado a ser lo que era entonces sin que ella hubiera marcado irremediablemente la existencia del varón, también era un engorro lo que a partir de entonces él debería de cumplir; en teoría. Decidió dejar atrás aquella cuestión carente de trascendencia, al menos hasta descubrir en qué consistía en concreto aquello a lo que tenía que hacer frente.
Levantándose de su asiento, una sencilla y chirriante silla de madera, metió la mano en su bolsillo y sacó aquella llave, tan extraña que parecía destinada más bien a ser un extravagante adorno que a encajar en cualquier cerradura. Su experiencia confirmaba esta realidad. La pieza había aparecido misteriosamente una mañana en su habitación junto a una nota de la que con su muerte le legaba su lugar en una organización de la que ni había tenido noticia, ni noticia hubiera querido tener. Ya era tarde para enmendar aquel error. Tiró el trozo de metal al suelo y, como hubiera sucedido la primera vez, en la cual éste se resbaló de su mano, un negro agujero, que aparentemente no medía más de dos metros de profundidad, se formó en el suelo. Se introdujo en él y, en cuanto ambos pies tocaran el fondo, la oscuridad le envolvió.
Tardó cinco angustiosos segundos en poder volver a ver algo; o sentir, más bien. A diferencia de la vez anterior, en la que se precipitó escandalosamente contra el suelo y un par de pilas de libros, ésta vez las afectadas fueron sus piernas, que frenaron su caída desde algún punto del techo. Ante él se le descubrió una conocida sala, de proporciones mucho más reducidas que la anterior y repleta de estanterías con libros y artilugios, tan estrambóticos que su finalidad, por seguro, escapaba del conocimiento de la mayoría de hechiceros. A él, mientras no le sirviesen, esa información le resultaba inapetente.
- Malkea Ruokh. – le saludó en un susurro el mismo ánima errante que la primera ocasión y, nuevamente, su respuesta fue un gruñido animal. Aún le molestaba que los espíritus se refirieran a él de aquella manera.
No hizo nada más que dirigirse a la puerta y, de ahí, se perdió por los enrevesados pasillos de aquella estructura. El brujo se quejaba de la mala organización del lugar mientras recorría el laberinto, y el hecho de que aquella alma le siguiera corrigiendo su dirección una y otra vez no mejoraba su humor. Al fin llegó al término del recorrido encontrándose con un rostro conocido, pero cuyo nombre no recordaba. No le saludó, tan sólo le miró y se apartó a recostar su espalda en una pared, centrando entonces sus pupilas en un libro de caracteres ilegibles para casi cualquiera; para él no.
Su ceño se hallaba firmemente fruncido, no por las cavilaciones, sino por el enfado que le venía embargando. El objetivo de su ira y de las malsonantes palabras, que desfilaban por su intelecto cual retahíla de fonemas sin sentido que sólo insistía en la idea original, era una difunta, concretamente Anna Kapralev, su antigua maestra que había muerto en aquella cueva chipriota donde también le fueron arrebatados tanto el malnacido de su hijo como su propio cuerpo. De su espíritu no había quedado rastro alguno. El gascón se centraba en la disyuntiva de su recuerdo: si mantener la estima en la que la tuvo durante su vida por la ayuda prestada o si odiarla por el legado que le había ocultado y que ahora, llegado su deceso, heredaba. Si bien era cierto que no hubiera llegado a ser lo que era entonces sin que ella hubiera marcado irremediablemente la existencia del varón, también era un engorro lo que a partir de entonces él debería de cumplir; en teoría. Decidió dejar atrás aquella cuestión carente de trascendencia, al menos hasta descubrir en qué consistía en concreto aquello a lo que tenía que hacer frente.
Levantándose de su asiento, una sencilla y chirriante silla de madera, metió la mano en su bolsillo y sacó aquella llave, tan extraña que parecía destinada más bien a ser un extravagante adorno que a encajar en cualquier cerradura. Su experiencia confirmaba esta realidad. La pieza había aparecido misteriosamente una mañana en su habitación junto a una nota de la que con su muerte le legaba su lugar en una organización de la que ni había tenido noticia, ni noticia hubiera querido tener. Ya era tarde para enmendar aquel error. Tiró el trozo de metal al suelo y, como hubiera sucedido la primera vez, en la cual éste se resbaló de su mano, un negro agujero, que aparentemente no medía más de dos metros de profundidad, se formó en el suelo. Se introdujo en él y, en cuanto ambos pies tocaran el fondo, la oscuridad le envolvió.
Tardó cinco angustiosos segundos en poder volver a ver algo; o sentir, más bien. A diferencia de la vez anterior, en la que se precipitó escandalosamente contra el suelo y un par de pilas de libros, ésta vez las afectadas fueron sus piernas, que frenaron su caída desde algún punto del techo. Ante él se le descubrió una conocida sala, de proporciones mucho más reducidas que la anterior y repleta de estanterías con libros y artilugios, tan estrambóticos que su finalidad, por seguro, escapaba del conocimiento de la mayoría de hechiceros. A él, mientras no le sirviesen, esa información le resultaba inapetente.
- Malkea Ruokh. – le saludó en un susurro el mismo ánima errante que la primera ocasión y, nuevamente, su respuesta fue un gruñido animal. Aún le molestaba que los espíritus se refirieran a él de aquella manera.
No hizo nada más que dirigirse a la puerta y, de ahí, se perdió por los enrevesados pasillos de aquella estructura. El brujo se quejaba de la mala organización del lugar mientras recorría el laberinto, y el hecho de que aquella alma le siguiera corrigiendo su dirección una y otra vez no mejoraba su humor. Al fin llegó al término del recorrido encontrándose con un rostro conocido, pero cuyo nombre no recordaba. No le saludó, tan sólo le miró y se apartó a recostar su espalda en una pared, centrando entonces sus pupilas en un libro de caracteres ilegibles para casi cualquiera; para él no.
Malkea Ruokh- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/10/2010
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Re: Reunion {Avalon}
Entre el anonimato que da la noche, sus pasos como susurros casi imperceptibles llegaban a aquel muro duro, lleno de moho y oscuridad. Los espiritus danzaban a su alrededor como bailarines, incorporeos, como el mismo viento. Vestida de hombre, cubierto el rostro con la capa de terciopelo verde, en su muñeca una llave como pendulo se alzaba ante el muro. La esmeralda refulgio, y de aquel muro vacio, se delineo una puerta de toca madera con un arco sellado con signos tan especificos como la combinacion de una caja fuerte.
Acaricio los simbolos en relieve. Sus espiritus se fueron acomodando uno a uno en los simbolos permitiendo que aquella obtusa puerta se abriera con pesades. Era el umbral para la reunion de aquella comunidad, que como todo lo suyo era heredado.
Entre el lapso de la oscuridad a la luz tenue del lugar, pudo sentir la energia de dos miembros. No se equivocaba y puestos alli dos hombres, dos fuerzas temerarias. Descubrio su rostro, permitiendo que la luz de las velas centellearan en sus ojos verdes. En su costado un puñal y en una mochila de cuero sin curtir un libro.
Su libro de magia que contenia sus hechizos, y sus experimentos.
Tomo el lugar con cautela e hizo una pequeña reverencia y una sonrisa. Tomo su lugar mirando con desconfianza, a sus compañeros.
Algo grave se cocinaba, lo intuia.
Acaricio los simbolos en relieve. Sus espiritus se fueron acomodando uno a uno en los simbolos permitiendo que aquella obtusa puerta se abriera con pesades. Era el umbral para la reunion de aquella comunidad, que como todo lo suyo era heredado.
Entre el lapso de la oscuridad a la luz tenue del lugar, pudo sentir la energia de dos miembros. No se equivocaba y puestos alli dos hombres, dos fuerzas temerarias. Descubrio su rostro, permitiendo que la luz de las velas centellearan en sus ojos verdes. En su costado un puñal y en una mochila de cuero sin curtir un libro.
Su libro de magia que contenia sus hechizos, y sus experimentos.
Tomo el lugar con cautela e hizo una pequeña reverencia y una sonrisa. Tomo su lugar mirando con desconfianza, a sus compañeros.
Algo grave se cocinaba, lo intuia.
Orland- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/05/2011
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Re: Reunion {Avalon}
Seguía confusa. Confusa y un tanto reticente a creer las palabras que me habían confesado días atrás. Básicamente, un completo desconocido había resuelto en una sola frase los diez peores años de mi vida, bridándome por fin una respuesta a tantos problemas. Respuesta que desde luego no me había dejado indiferente.
No había compartido dicha información con nadie, encerrándola en lo más profundo de mi ser, ya que mi mente seguía negándose a creer algo de tal calibre.
No estaba loca. Nunca lo había estado (aunque puede que ahora sí que lo estuviese, después de tantos años convencida de ello). Era una bruja.
Me había pasado las últimas horas repitiéndomelo una y otra vez en voz alta, tratando de autoconvencerme y de no sentir que había enloquecido del todo.
Sin embargo, cualquier sospecha de una posible locura quedó completamente disipada cuando una llave apareció de manera misteriosa bajo mi almohada, sin que nadie la hubiese puesto allí. Recordé las palabras de Deimos, advirtiéndome de una manera más que brusca de que algo así podría pasar en cualquier momento. Tomé el pequeño objeto metálico entre mis dedos, examinándolo con cuidado.
No había visto cosa semejante en todos mis años de vida, pero desde el momento en el que mi piel rozó la superficie brillante de la llave, un instinto dentro de mí me indicó qué hacer con ella.
A medida que empecé a caminar en dirección a mi guardarropa el objeto comenzó a brillar de una manera un tanto peculiar. Tras vacilar unos segundos, giré el pomo del mueble y abrí la puerta, dando un paso hacia adelante. La madera del guardarropa gruñió bajo mis pies al tener que soportar el peso de mi cuerpo, pero aún así no retrocedí y avancé un poco más, sumergiéndome entre mis vestidos.
Cerré la puerta tras de mí, no pudiendo evitar sentir una gran sensación de agobio y claustrofobia al verme atrapada en un espacio tan pequeño. Sin embargo, al extender el brazo hacia adelante, en dirección al lugar donde debería de estar el fondo del armario y tras él la pared de mi dormitorio, no encontré nada. La pared había desaparecido.
Di aun par de pasos hacia adelante, vacilante, frunciendo la mirada para tratar de ver algo en la oscuridad.
Seguí caminando a ciegas, notando como a cada paso que daba me adentraba en una especie de tunel. Posé las puntas de mi dedos sobre la fría pared de piedra (¿piedra dentro de mi guardarropa?), hasta que finalmente una luz tenue llegó hasta mis ojos. Unos minutos más tarde, y unos cuantos metros más adelante, la luz fue aumentando hasta dar lugar a una especie de sala.
Ya había gente allí cuando yo hice mi aparición. Deimos, otro hombre y una mujer de más o menos mi misma edad. Fruncí el ceño levemente, manteniendo una expresión neutral mientras que trataba de analizar mi alrededor.
Estaba en un terreno extraño para mí, por lo que lo único que podía hacer en este momento era quedarme en un segundo plano y escuchar atentamente.
No había compartido dicha información con nadie, encerrándola en lo más profundo de mi ser, ya que mi mente seguía negándose a creer algo de tal calibre.
No estaba loca. Nunca lo había estado (aunque puede que ahora sí que lo estuviese, después de tantos años convencida de ello). Era una bruja.
Me había pasado las últimas horas repitiéndomelo una y otra vez en voz alta, tratando de autoconvencerme y de no sentir que había enloquecido del todo.
Sin embargo, cualquier sospecha de una posible locura quedó completamente disipada cuando una llave apareció de manera misteriosa bajo mi almohada, sin que nadie la hubiese puesto allí. Recordé las palabras de Deimos, advirtiéndome de una manera más que brusca de que algo así podría pasar en cualquier momento. Tomé el pequeño objeto metálico entre mis dedos, examinándolo con cuidado.
No había visto cosa semejante en todos mis años de vida, pero desde el momento en el que mi piel rozó la superficie brillante de la llave, un instinto dentro de mí me indicó qué hacer con ella.
A medida que empecé a caminar en dirección a mi guardarropa el objeto comenzó a brillar de una manera un tanto peculiar. Tras vacilar unos segundos, giré el pomo del mueble y abrí la puerta, dando un paso hacia adelante. La madera del guardarropa gruñió bajo mis pies al tener que soportar el peso de mi cuerpo, pero aún así no retrocedí y avancé un poco más, sumergiéndome entre mis vestidos.
Cerré la puerta tras de mí, no pudiendo evitar sentir una gran sensación de agobio y claustrofobia al verme atrapada en un espacio tan pequeño. Sin embargo, al extender el brazo hacia adelante, en dirección al lugar donde debería de estar el fondo del armario y tras él la pared de mi dormitorio, no encontré nada. La pared había desaparecido.
Di aun par de pasos hacia adelante, vacilante, frunciendo la mirada para tratar de ver algo en la oscuridad.
Seguí caminando a ciegas, notando como a cada paso que daba me adentraba en una especie de tunel. Posé las puntas de mi dedos sobre la fría pared de piedra (¿piedra dentro de mi guardarropa?), hasta que finalmente una luz tenue llegó hasta mis ojos. Unos minutos más tarde, y unos cuantos metros más adelante, la luz fue aumentando hasta dar lugar a una especie de sala.
Ya había gente allí cuando yo hice mi aparición. Deimos, otro hombre y una mujer de más o menos mi misma edad. Fruncí el ceño levemente, manteniendo una expresión neutral mientras que trataba de analizar mi alrededor.
Estaba en un terreno extraño para mí, por lo que lo único que podía hacer en este momento era quedarme en un segundo plano y escuchar atentamente.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 09/01/2013
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Re: Reunion {Avalon}
Me había llegado un comunicativo; tenia que estar en el centro de parís en una hora, sí, maldito correo que no me lo trajo a tiempo, estaba toda despeinada, toda desarreglada, tenia que apurarme si no, iba a llegar tarde, y no quiero llegar tarde a la primera reunión, soy nueva en esto, soy casi una novata, pero me interesa la verdad, mucho; con un suspiro, mire el ropero, donde saque un vestido sencillo, con flores estampadas en esta, mi corsé y me metí a bañare rápidamente.
Me bañe tan rápido que me caí dos veces en la tina, pero lo bueno esque no me paso nada grave, solo el dolor en mi espalda, pero la culpa lo tenia el maldito cartero, por no venir pronto, estaba tan tranquila en mi casa, sin necesidad de nada, pero ahora al leerla hace unos cuantos minutos todo era rápido, todo era tan rápido que es cuando me caí.
Salí de la tina rápido, me cambie, ni me seque, después pase dos veces mi cepillo, después, me puse mis tacones, al estar con mi corsé y vestido puesto, me hice una media coleta, y sin decir más agarre mi bolso junto con la carta para salir de la casa, rumbo al centro de parís, estaba nerviosa iba hacer la primera vez que iba a estar con unas personas un poco extrañadas, conocidos para mi, pero es un reto nuevo y lo lograré
Al llegar al lugar, mire varias personas, todos desconocidas para mi, me acerque más, y suspire, solo era de esperar al jefe.
Me bañe tan rápido que me caí dos veces en la tina, pero lo bueno esque no me paso nada grave, solo el dolor en mi espalda, pero la culpa lo tenia el maldito cartero, por no venir pronto, estaba tan tranquila en mi casa, sin necesidad de nada, pero ahora al leerla hace unos cuantos minutos todo era rápido, todo era tan rápido que es cuando me caí.
Salí de la tina rápido, me cambie, ni me seque, después pase dos veces mi cepillo, después, me puse mis tacones, al estar con mi corsé y vestido puesto, me hice una media coleta, y sin decir más agarre mi bolso junto con la carta para salir de la casa, rumbo al centro de parís, estaba nerviosa iba hacer la primera vez que iba a estar con unas personas un poco extrañadas, conocidos para mi, pero es un reto nuevo y lo lograré
Al llegar al lugar, mire varias personas, todos desconocidas para mi, me acerque más, y suspire, solo era de esperar al jefe.
Alondra A. Grimahux- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 22/02/2012
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Re: Reunion {Avalon}
Si no hubiese reconocido la letra de aquella carta como la de mi padre adoptivo jamás hubiese dado ni una oportunidad a creer lo que estaba escrito. Días antes Marie me había entregado un sobre sellado, me explico brevemente y sin ceremonias de ningún tipo que Adam se la había encargado, pidiéndole que me la entregase en una fecha predeterminada, ella no parecía saber nada más aparte de ello. La carta me explicaba la existencia de una organización de magos, un lugar al que el había pertenecido y ahora me otorgaba su lugar diciéndome la fecha en la cual se celebraría la próxima reunión. No sabía que pensar. ¿Si eso era real porque no me lo había dicho antes, cuando aún vivía? Lo que termino por convencerme fue la llave adjunta en la carta. En un principio se trataba de una tosca llave de metal que no tenía nada de especial… hasta que toco mi mano, en ese momento dejo la tosca apariencia para tomar la de una fina llave de plata, por su forma se diría que era más un adorno que algo que abriese alguna puerta. Pero la carta explicaba lo contrario.
Por días mantuve la llave en una cadena que colgaba de mi cuello hasta que finalmente llego el día de la reunión. Aún tenía dudas, pero luego de pasarme horas en mi habitación dándole vueltas al asunto me dirigí a la puerta. La llave emitió un extraño resplandor de un tono azul oscuro y yo seguí caminando, no abrí la puerta pues no era necesario, se podría decir que aquella puerta había dejado de estar ahí o más bien era yo la que ya no me encontraba en la habitación.
Era uno de los pasillos del lugar y yo caminaba por él, extrañamente, sin temor alguno. El vestido negro que llevaba era largo y los bordes se arrastraban por el piso, pero eso no me preocupaba a pesar de que por primera vez había “salido” descalza. Finalmente entre a la sala principal.
Desconfianza, podía sentirlo pero no me moleste en saber nada más basada en las emociones. Las cinco personas que ahí se encontraban eran brujos y podían saber que estaba usando la empatía, aunque fuese principalmente porque no sabía cómo no usarla.
Hice una leve reverencia a los presentes y me dirigí al lugar que le correspondía a mi triada, sin embargo, tome asiento en el suelo junto a una ruma de libros que parecían haber sido esparcidos sin ningún tipo de orden o motivo. Por el momento me dedique a observar alrededor.
Por días mantuve la llave en una cadena que colgaba de mi cuello hasta que finalmente llego el día de la reunión. Aún tenía dudas, pero luego de pasarme horas en mi habitación dándole vueltas al asunto me dirigí a la puerta. La llave emitió un extraño resplandor de un tono azul oscuro y yo seguí caminando, no abrí la puerta pues no era necesario, se podría decir que aquella puerta había dejado de estar ahí o más bien era yo la que ya no me encontraba en la habitación.
Era uno de los pasillos del lugar y yo caminaba por él, extrañamente, sin temor alguno. El vestido negro que llevaba era largo y los bordes se arrastraban por el piso, pero eso no me preocupaba a pesar de que por primera vez había “salido” descalza. Finalmente entre a la sala principal.
Desconfianza, podía sentirlo pero no me moleste en saber nada más basada en las emociones. Las cinco personas que ahí se encontraban eran brujos y podían saber que estaba usando la empatía, aunque fuese principalmente porque no sabía cómo no usarla.
Hice una leve reverencia a los presentes y me dirigí al lugar que le correspondía a mi triada, sin embargo, tome asiento en el suelo junto a una ruma de libros que parecían haber sido esparcidos sin ningún tipo de orden o motivo. Por el momento me dedique a observar alrededor.
Neru Le Course- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 116
Fecha de inscripción : 09/10/2012
Localización : ¡Frente a un piano!
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Re: Reunion {Avalon}
Caí la lluvia en la mansión de los Van Wijs, ¿Derek? Había salido como era ya común sin destino o tiempo a retornar. Sentada en el escritorio alrededor de una pila de libros y bajo la luz de vela. Crystall Van Wijs leía y buscaba cómo descifrar el pergamino que Dalma había traído, quería saber más de las Lágrimas de Dios, el elixir que podría salvarla tanto a ella como a su esposo, pero todo parecía tan incomprensible en ese lenguaje.
—Hoy es el día mi niña—
—Lo sé—
—No parece alegrarte, ¿no era lo que esperabas?—
—Así es—
¿Entonces?—
Era claro que Dalma Folckò, la fantasma y compañera de Crystall no tenía claro porque su pequeña (como le decía), ya no mostraba ese interés en la orden. Mucho antes de su matrimonio con su hermano esperaba con ansías la reunión. La curiosidad de lo que hacía su padre siempre que asistía a la reunión la ayudaban a olvidar lo que la inquisición le había hecho, mas todo era diferente ahora, ¿quizás eran por las lágrimas de Dios?
—Quizás ellos tengan algún conocimiento sobre las lagrimas de Dios, o puedas encontrar información en su biblioteca, porque han de tener una, quien sabe lo que Avalon resguarde, todos sus secretos y misterios. Eres afortunada de pertenecer a una de las ordenes de brujos más antiguas—
Crystall suspiró y dejó el libro que leía sobre la mesa, —al parecer tu tienes más deseos que yo— volvió a suspirar y se levantó caminando hasta la figura traslucida de Dalma, —algo en mí me dice que ellos podrán aportar en mi ayuda, después de todo creo que de eso se tarta una ayuda mutúa entre brujos de todos lugares y de todos poderes, sin embargo, no soy mi padre, ¿y sin no me aceptan, y si no soy digna?— desvió la mira ocultándola de Dalma, ésta tomó forma corporea y la abrazó, consolándola, —ay mi niña, eres digna verás que sí... Acaso no eres líder de la facción de brujos en la Alianza, esa es una gran responsabilidad. Además, te hiciste una promesa—.
Crystall le sonrió y sacó la llave. Era una llave antigua, tenía un zafiro como corazón, le rodeaba un escudo y seis alas en diferentes posturas, opuesto a la cabeza estaba un rayo de oro que fungía para abrir la cerradura de la puerta... ¿Qué puerta y en dónde estaba? Ella aún no lo sabía, pero algo le decía que el zafiro era la clave.
—Muestrame el camino, libera tu luz y abre la puerta— pronunció Crystall como si se tratará del encantamiento, la llave brillo y el zafiro emitió luz, Crystall la levantó a la altura de su cadera como si fuera a abrir una puerta y frente a ella apareció una puerta de piedra tallada en lo que parecía una montaña, tenía en su alrededor hechizos protectores que ella no conocía en su totalidad, del rayo de su llave surgió un trueno que destruyó la puerta sorprendiendo a Crystall, ella entró y cuando lo hizo la piedra se reconstruyó asombrándola aún más.
—¿Es maravilloso no lo crees Dalma?—, y se giró pero Dalma no estaba ahí. Entró al plano espiritual pero tampoco la vio, —quizás alguno de los hechizos repele a los fantasmas— pensó pero notó que sí habían almas y energías lo que era muy extrañó. Estaba totalmente oscuro y húmedo, Crystall supo que era una cueva tomó posesión de un par de energías y las obligó a manifestarse como luces, con la luz de las energías ella recorrió el camino. Todas las paredes estaban llenas de encantamientos y a los lejos, muy a lo lejos, vio una luz. Soltó a las energías, éstas regresaron a su plano espiritual y dejaron de emitir la luz, Crystall avanzó dejándose guiar por la luz al final del túnel.
Cuando cruzó el umbral el resplandor del recinto no la cegó, llegó a donde estaban cuatro asientos y había un hombre ahí, ella lo conocía era Rayner Andrews el líder se su triada, no eran precisamente amigos, pero sabía lo suficiente para respetarlo aunque ignoraba que tanto él conocía a los miembros de su triada así como del resto en general. La bruja desconocía si existían miembros antiguos o varios como ella eran iniciados. Crystall dio un par de pasos hacía Rayner que se percató de su presencia. —Hola Monsieur, soy Crystall la representante de la casa Van Wijs— se volvió a presentar, pues ya lo había hecho con anterioridad, en su primer encuentro. Ya había más personas ubicadas en otras zonas, representantes de otras familias y otras triadas.
—Saludos hermanos y hermanas, mi nombre es Crystall y represento a la familia Van Wijs— dijo casi exactamente lo mismo que lo que dijera a Rayner, les sonrió e hizo una caravana, para luego tomar asiento en la especie de trono que tenía marcado el nombre de su padre Belisario Van Wijs, a la bruja se le humedecieron los ojos y cuando posó la mano sobre el mueble el nombre cambió a Crystall Van Wijs, lo que le arrebató una exclamación a la bruja, como de una niña fascinada por un truco de magia y se sentó en lo que era ya su lugar.
—Hoy es el día mi niña—
—Lo sé—
—No parece alegrarte, ¿no era lo que esperabas?—
—Así es—
¿Entonces?—
Era claro que Dalma Folckò, la fantasma y compañera de Crystall no tenía claro porque su pequeña (como le decía), ya no mostraba ese interés en la orden. Mucho antes de su matrimonio con su hermano esperaba con ansías la reunión. La curiosidad de lo que hacía su padre siempre que asistía a la reunión la ayudaban a olvidar lo que la inquisición le había hecho, mas todo era diferente ahora, ¿quizás eran por las lágrimas de Dios?
—Quizás ellos tengan algún conocimiento sobre las lagrimas de Dios, o puedas encontrar información en su biblioteca, porque han de tener una, quien sabe lo que Avalon resguarde, todos sus secretos y misterios. Eres afortunada de pertenecer a una de las ordenes de brujos más antiguas—
Crystall suspiró y dejó el libro que leía sobre la mesa, —al parecer tu tienes más deseos que yo— volvió a suspirar y se levantó caminando hasta la figura traslucida de Dalma, —algo en mí me dice que ellos podrán aportar en mi ayuda, después de todo creo que de eso se tarta una ayuda mutúa entre brujos de todos lugares y de todos poderes, sin embargo, no soy mi padre, ¿y sin no me aceptan, y si no soy digna?— desvió la mira ocultándola de Dalma, ésta tomó forma corporea y la abrazó, consolándola, —ay mi niña, eres digna verás que sí... Acaso no eres líder de la facción de brujos en la Alianza, esa es una gran responsabilidad. Además, te hiciste una promesa—.
Crystall le sonrió y sacó la llave. Era una llave antigua, tenía un zafiro como corazón, le rodeaba un escudo y seis alas en diferentes posturas, opuesto a la cabeza estaba un rayo de oro que fungía para abrir la cerradura de la puerta... ¿Qué puerta y en dónde estaba? Ella aún no lo sabía, pero algo le decía que el zafiro era la clave.
—Muestrame el camino, libera tu luz y abre la puerta— pronunció Crystall como si se tratará del encantamiento, la llave brillo y el zafiro emitió luz, Crystall la levantó a la altura de su cadera como si fuera a abrir una puerta y frente a ella apareció una puerta de piedra tallada en lo que parecía una montaña, tenía en su alrededor hechizos protectores que ella no conocía en su totalidad, del rayo de su llave surgió un trueno que destruyó la puerta sorprendiendo a Crystall, ella entró y cuando lo hizo la piedra se reconstruyó asombrándola aún más.
—¿Es maravilloso no lo crees Dalma?—, y se giró pero Dalma no estaba ahí. Entró al plano espiritual pero tampoco la vio, —quizás alguno de los hechizos repele a los fantasmas— pensó pero notó que sí habían almas y energías lo que era muy extrañó. Estaba totalmente oscuro y húmedo, Crystall supo que era una cueva tomó posesión de un par de energías y las obligó a manifestarse como luces, con la luz de las energías ella recorrió el camino. Todas las paredes estaban llenas de encantamientos y a los lejos, muy a lo lejos, vio una luz. Soltó a las energías, éstas regresaron a su plano espiritual y dejaron de emitir la luz, Crystall avanzó dejándose guiar por la luz al final del túnel.
Cuando cruzó el umbral el resplandor del recinto no la cegó, llegó a donde estaban cuatro asientos y había un hombre ahí, ella lo conocía era Rayner Andrews el líder se su triada, no eran precisamente amigos, pero sabía lo suficiente para respetarlo aunque ignoraba que tanto él conocía a los miembros de su triada así como del resto en general. La bruja desconocía si existían miembros antiguos o varios como ella eran iniciados. Crystall dio un par de pasos hacía Rayner que se percató de su presencia. —Hola Monsieur, soy Crystall la representante de la casa Van Wijs— se volvió a presentar, pues ya lo había hecho con anterioridad, en su primer encuentro. Ya había más personas ubicadas en otras zonas, representantes de otras familias y otras triadas.
—Saludos hermanos y hermanas, mi nombre es Crystall y represento a la familia Van Wijs— dijo casi exactamente lo mismo que lo que dijera a Rayner, les sonrió e hizo una caravana, para luego tomar asiento en la especie de trono que tenía marcado el nombre de su padre Belisario Van Wijs, a la bruja se le humedecieron los ojos y cuando posó la mano sobre el mueble el nombre cambió a Crystall Van Wijs, lo que le arrebató una exclamación a la bruja, como de una niña fascinada por un truco de magia y se sentó en lo que era ya su lugar.
Crystall Van Wijs- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 297
Fecha de inscripción : 26/08/2012
Edad : 36
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Re: Reunion {Avalon}
"Maya; esta llave es de suma importancia y tu eres la única que podrá utilizarla y sabes ¿Por qué?… porque tu y yo somos iguales y porque de esta manera siempre voy a estar contigo"
Abrí los ojos de manera repentina, el sol comenzaba a entrar por una ventana de mi habitación. Aquel sueño era recurrente, pero no era como las pesadillas; este me tranquilizaba, me hacía sentir acompañada y además me recordaba que debía asistir a la reunión de aquel grupo de brujos y brujas, a las que mi abuelo había asistido antes que yo pero que al morir se había quedado bajo mi responsabilidad.
La primera vez que soñé con ella, la busque como loca hasta encontrarla en las cosas guardadas del abuelo y desde ese momento no había abandonado mi cuello; ni ella ni las palabras que estaban escritas en aquella carta que se encontraba junto a ella con mi nombre perfectamente escrito con la letra de él.
Aquella carta me informaba que era mi turno de tomar su puesto, también me decía que dentro de ese lugar al que iría no debía mostrarme a los demás y que por tanto estaría oculta detrás de los brujos y brujas que correspondían a algo denominado triada; dentro de la cual si podría mostrarme, pero solo a ellos.
Con un suspiro me levante de la cama para poder tomar una ducha y arreglarme. Después de eso solo necesitaba esperar.
Aún me resultaba sorprendente como aquella hermosa llave podía transportarme a otro lugar completamente diferente del que me encontraba ahora; Las personas que la veían creían que era simplemente un sencillo adorno bastante peculiar pero para mi era algo más; tanto que no permitía que nadie que yo no quisiera la tocara.
Fue de manera repentina cuando las llamas envolvieron de manera lenta y paulatina mi cuerpo; la primera vez aquello había sido algo irónico, nada mejor que aquello que tanto temía y amaba para llevarme a un sitio nuevo.
Contrario a lo que pudiera creerse las llamas no me quemaban, era como si fuera parte de ellas y a medida que se extinguían me arrastraban junto a ellas a un cuarto desde el cual veía un cristal y del otro lado a los miembros que ya habían llegado a aquella junta, los cuales se saludaban unos a otros y se miraban con algo de recelo; lo bueno de no estar entre ellos era que no debía soportar miradas de ese estilo. Cuando la ultima llama se extinguió en mi mano, me senté en la solitaria silla que había allá para esperar que aquella reunión diera inicio.
Virgile- Humano Clase Baja
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