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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aldebaran Ballester Vie Mar 01, 2013 12:13 am

La aristocracia. La cuna de lobos, el perfecto escenario donde la hipocresía y los malos tratos se llevan a cabo tan comúnmente como el respirar; no cabe duda que de la clase alta no se puede rescatar más que la negatividad, el abuso, la injusticia, el gran azote al pueblo, el cómo escupen en la cara a aquellos por los que han cosechado sus fortunas y no dejan de verlos por encima de sus hombros como si fuesen más que solamente una basura, una escoria.

La noche, un tanto fresca pero interesante con el cielo despejado y las estrellas apuntando al centro. Todo parece calmado, con excepción al gran Teatro de la ciudad, belleza de arquitectura que pareciese ser construida por los mismos ángeles con la orden de Dios, los lujos, lo tan retocado, la bienvenida perfecta, todo pareciese indicar que este recinto encerraría solo al más puro reflejo del arte, de la exquisitez en la cultura Francesa.

-Bueno, solo serán un par de horas- se escucha decir con dejos de resignación, acompañándose de un suspiro. Es un caballero de alta estatura, realmente de metro con noventa; vistiendo elegantes ropas con un traje totalmente negro de pies y pantalón, usando simplemente una camisa albina con dos botones desabrochados, acentuando un look tan casual con su chaleco azabache y remangado hasta los codos; el caballero que usa una coleta debido a sus largos cabellos y recalca su varonil rostro con vellos faciales que caen agraciadamente desde su nariz a los lados, cimentando una apariencia meramente española con el mechón dibujado en su mentón. Su caminata es realmente todo un espectáculo, sobresaliendo de entre los asistentes no solo por su estatura o cuerpo trabajado, sino también por toda su galanura, su porte y por supuesto que su sonrisa ladina que no proyecta más que una soberbia digna de cualquier ser con seguridad en sí mismo y bendecido con el sentido común, el humor negro y ¿Por qué no?, el cinismo.

-Parece que encontraremos muchos clientes esta noche- murmulla solo para él, caminando por la entrada principal mientras ríe a lo bajo solo para él, observando a toda la gente de alta jerarquía política y económica de la ciudad. Sus ojos, marrones oscuros se enfocan en cada rostro, en cada movimiento, como si estuviese analizando a cada presente y buscando a alguien en especial –Vamos gilipollas… Sé que no estás muy lejos- añade a sus murmullos, frunciendo su ceño ligeramente para acentuar una cicatriz en su ojo izquierdo que va desde su frente hasta la punta donde termina su orbe. Desde su cuello cuelga un crucifijo de oro y en su pulgar diestro se puede notar una argolla de plata, sencillamente el galante hidalgo pareciese no pertenecer del todo a este grupo social, salvo que entre sus pensamientos va saludando cortés a varias personas que se le acercan reconociéndolo a simple vista. No es falta de educación, de hecho, aun con su emblemática vestimenta queda bien cimentado en el evento, ¿será su porte?, ¿será su seguridad? O quizás simplemente es que en el mundo Europeo se le reconoce por ser el dirigente del Monopolio Mercantil más grande del continente, un personaje que pese a su corta edad ha cosechado prosperidad, triunfos, gloria y gran fama a su apellido y sobre todo a su nombre.

Llegando al pináculo de la recepción, este se encuentra en busca de su asiento, dirigiéndose a su palco personal para así observar de pies a cabeza a cada individuo que cruza por su camino –Creo que esta será una noche pasiva, él aun no llega… Bueno, solo me relajaré, haré como si disfrutara esta hipocresía y después me iré a cazar…- soltando una risilla sarcástica, el protagonista simplemente abre la puerta, se adentra al palco y tomando asiento simplemente observa al camarero que se le acerca.

-¿Le puedo ofrecer algo para tomar, Señor Ballester?

Niega amablemente con su cabeza, haciendo que el empleado del teatro se retire en el acto. Así da comienzo un capítulo más en las aventuradas noches del Barón de España: Aldebarán Ballester

-Y al parecer, nuestro amigo el ladrón no tendrá que venir hoy, su víctima no se presentó… Aún-
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Mensaje por Alexandrina Di Montelroso Dom Mar 03, 2013 1:45 pm

Del cuerpo de la mujer requiere una noche con un hombre, quiere que la ame como mujer, por eso, ha salido.

La mujer sentada en el comedor, mirando a sus hijos, llevo la copa que tenia en la mano derecha hasta sus labios, le dio un corto trago; el licor quemo un poco su garganta a ella no le afectaba eso. Con una disimulada sonrisa miro hacia la ventana, por fin había llegado. Dejo la copa sobre la mesa, se deslizo con un movimiento elegante, sus hijos miraron lo que hizo su madre, pero no le preguntaron nada, sabía exactamente a donde iba, Alexandrina tampoco le dijo nada, ella no tenia obligación de decirle a donde va, con quien va, es libre, es un pájaro libre, que sus alas se extienden y vuela lo más lejos que puede.

Y sigues los recuerdo en ella, que nunca podrá borrar aunque pasara más años, los recuerdes van y viene, las promesas simplemente se van con el tiempo.

Como mujer Alexandrina tienes necesidades, es una mujer que no se acuesta con cualquiera, no se mete a la cama de cualquier hombre. Ella no se quiere atar a otra persona, simplemente se deja llevar por la lujuria que es de una sola noche; así es ella, nadie la podrá cambiar, ni el hombre que verdaderamente se enamore, será muy difícil que Alexandrina borre el recuerdo de su primer y único amor, porque aunque haya pasado tantos años, tres mil años sigue tan enamorada de el como la primera vez que lo vio en Londres.

Y así es como una mujer puede provocar a un hombre, ella lo quiere hacer y lo esta logrando, cada noche que sale con él, lo provoca, se insinúa para después dejarlo con las ganas de ella.

Al llegar junto con él, lo toma del rostro, lo acerca al suyo, y le da un fogoso y apasionado beso, ese hombre le gustaba, no se había acostado con él –Todavía- Pero lo hará, mientras jugara con los sentimientos de el, sus manos viajaron hasta estar en su pecho donde lo empujo pegándole a la pared, a un costado estaba la ventana que daba al comedor. Alexandrina miro de reojo que sus hijos seguían comiendo, pero sabía perfectamente que escuchaba el chasqueo de sus bocas hambrientas, cuando sacio de los labios de hombre se separo no sin antes tirar del labio inferior, con una sonrisa coqueta se alejo de el, menando su cadera para probar el hombre.-Tengo ganas de ir al teatro-Menciono Alexandrina, yendo a la puerta principal de su casa, arqueo una de sus perfectas cejas, mirando que el hombre se acercaba a ella, el tomo del brazo para que la vampira se enganchara de este, no se hizo esperar comenzando a caminar hasta el carruaje. Al llegar al carruaje, subió primero la dama, después el caballero; sí, el hombre era todo un caballero, digno de una mujer como ella, pero solamente era su juguetito de rato, porque cuando tuviera lo necesario lo iba a desechar como todos.

Por culpa de uno, lo paga otros

El hombre llamado Severus, dio la orden que arrancara el carruaje, mientras ambas personas dentro de la pequeña cabina del carruaje, se quedaron sin decir nada. Alexandrina estaba un poco pensativa, sus hijos sabia de lo que ella hacia, pero nunca le decía nada ¿Por qué? A sí, ella sabía porque, por la sencilla razón de ella los regañaba por meterse en su vida, es mayor, tiene su decisión y sobre todo puede hacer con su vida lo que le vengan en gana; nunca le decía nada, nunca decía a donde iba, y tampoco decía como se sentía. Sus hijos era los mas valioso que tenia ella, pero tampoco le va a abrir su corazón mucho menos a Mauro, su hijo que le recordaba tanto aquel hombre que se caso, estaba idéntico a el, sus ojos, sus labios, su piel, sus manos hasta los malditos gestos que hacia. No odiaba a su hijo, es el que la mantenía junto con su marido, pero desde que se entero que le hizo infiel, lo castigo, matando a su amante y llevándose a su hijo, que se convirtió en el suyo; Así paso su vida, hasta que regreso a su ciudad natal, parís. La mirada de Alexandrina se encontraba perdida por el horizonte.-Te odio, nunca te perdonaré que me hubieras engañado, iba a dejar todo por ti, canaña, iba a dejar a mi marido, a mi hijo para ir tras de ti, pero…me mentiste…-Cerro los ojos, no quería llorar nuevamente, se calvo, suspiro y los abrió, mirando la luna a lo alto, sonrió un poco para después mirar de reojo al hombre, guapo, caballeroso, era un hombre ejemplar, pero lo iba a tirar a la basura, como a ella lo hicieron-Pronto llegaremos Alexa-Tomo la mano de la nombrada y le dio un casto beso, ella la retiro, si fuera humana de seguro se hubiera sonrojado, pero sentía algo raro con este hombre, pero lo iba a desechar como otros años atrás sentía.

Ella solamente asintió lo que el hombre decía, cruzando sus piernas y mirando otra vez hacia afuera; mirando las calles, los arboles, un sentimiento de culpa empezó a surgir de ella, miro de reojo al hombro, quería hacerle daño pero a la vez no ¿Qué debería de hacer? Frunció ligeramente el ceño y no lo volvió a ver, porque si no, le iba a dar una oportunidad.-Maldita sea, necesito odiar al hombre no empezar a quererlo-Pensó la mujer, apretando ligeramente su vestido. El Carruaje se detuvo, había llegado a su destino que era el Teatro, el hombre se bajo primero, extendiendo su mano para que la vampira saliera. Y así paso, tomo la mano del hombre bajando elegantemente, como so fuera la misma reina de parís, sin notar la mano comenzó a caminar hacia la puerta de este.

Entrelazo, sin pensarlo los dedos de hombre; cuando pasaron al teatro todavía no había comenzando a la función, una alegría para Alexandrina, porque no quería llegar tarde a una función. -Excelente, no llegamos tarde-Cerro por segundos los ojos y después los enfoco, mirando a un hombre.


Cuando uno piensa en algo, hay otra cosa que lo cambia todo, una mujer decidida que coquetea a cualquier hombre digno de ella, y ahora es el caso de un hombre que ella miro.

Los ojos de Alexandrina se dilataron, se quedo observando al hombre, aquel hombre se había acercado un camarero del teatro, había fruncido levemente el ceño porque le había quitando la magnifica vista, con descaro, se había olivado por completo de su acompañante, hasta que sintió que la jalo, solo un poco para caminar. Pasaron justo alado del hombre, sin pensarlo rozo sus dedos por el antebrazo del hombre, mirándolo y sonriéndole descaradamente, para después sentarse a tres lugares enfrente de el, su acompañante espero a que ella se sentara, para después el hacerlo, cruzo sus piernas y la función había comenzando.
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Mensaje por Aldebaran Ballester Sáb Mar 09, 2013 2:31 am

Las personas ya empezaban a tomar sus asientos, los trabajadores del fino teatro se aseguraban de servir las órdenes de los aristócratas y asegurarse de que todos estuvieran satisfechos y cómodos ya que la función no tardaría en empezar. Conforme los segundos pasaron, la imagen de un sinfín de personalidades comenzaban a llenar todo el recinto, inclusive, había una que otra cuya mano se extendía al hombro del español quien pareciese gustoso de saludar a toda la hipocresía que se le acercaba, era evidente, quizás él mismo era una de las atracciones en dicha velada pues tener el líder del negocio mercantil más grande del continente en el mismo lugar sin duda dejaba mucho interés en aquellos que sentían la estúpida necesidad de contar con quizás un poco de su atención y eso sin duda tanto para hombres de negocios como para hermosas mujeres que buscaban un buen marido o madres que soñaban con arreglar un fructuoso matrimonio para sus hijas.

La orquesta empezaba a afinar, los murmullos eran cada vez menores y el roce de unos dedos sobre el hombro del señor Ballester hicieron que sus ojos marrones se transportaran directo a una hermosa mujer, una dama tan enigmática que le hizo perder la noción de la realidad por algunos segundos y a la cual le respondía una sonrisa que llevaba proyectada una mirada interesada e inclusive llena de lujuria, era todo un ejemplo de doncella –Que noche tan interesante- recita en murmullo con su acento evidente, sus ojos por un segundo se mantuvieron en la persona con la que intercambió tacto para después simplemente difuminarse de la escena, dejando su asiento vacío a solo unos segundos antes que las luces se apagaran y los músicos empezaran a entonar la misma nota que al cabo del tiempo se convertiría en la pieza de comienzo.

El show había dado inicio, quizás no la ópera solamente sino el arte que bien sabía manejar Aldebarán. Su cuerpo desplazándose entre las sombras y oculto a los ojos de los demás estaba estudiando el Teatro, nuestro protagonista ya había estado ahí miles de veces y conocía bien los planos arquitectónicos pero por su experiencia y su agudo sentido, era mejor definir bien como estaba diseñado el lugar para esa noche –Uno… Dos… Tres… Siete- contaba para él al pasear sus ojos por cada uno de los guardias que resguardaban los pasillos, era sencillo, simplemente la presencia de esos tipos confirmaban lo que en un segundo dudó pero ahora le quedaba claro que su llegada al evento nocturno no fue más que un acierto ya que el Político Lorenzo Di Contour ya estaba ahí y seguramente pasó desapercibido debido a un movimiento de seguridad que bueno, no engañaron al joven –Esto será una delicia- riendo con suavidad, el de ojos marrones simplemente alista su mente y su cuerpo; sus manos estiran sus mangas para cubrir su piel, su chaleco es retirado y desde una estatuilla retira una pequeña bolsa que ya había ocultado ahí con anterioridad. Su cuerpo aun cuando es muy alto, se cubre por una larga capa que de color negro le ayuda a permanecer en el modo incógnito, sus manos se cubren por guantes blancos para borrar cualquier huella y como cinturón lleva celosamente ajustado su látigo, así como distintas herramientas que aun son una sorpresa; de pronto, este se abre paso de entre las sombras para así aparecer en el pasillo, llamando la atención de los guardias que yacen ahí y asimismo los cuales antes de reaccionar se ven sorprendidos por el repentino apagón que sufre la zona donde yacen. Era perfecto, la entonada que daba inicio a la función interpretada por la orquesta era tan fuerte, tan potente que ocultaba los gritos de los hombres cuya sorpresa fue que el justiciero utilizando el juego del miedo y de las tinieblas fue derribando uno a uno quien sabe de qué manera, nada era visible en ese momento hasta después de solo un minuto, cuando los siete cuerpos inconscientes yacían tirados en la alfombra –Payasos… No saben más que vestir ropa fina, pero no pueden protegerse ni a ellos mismo. Inútiles- exclama con asco el bandido, quien moviéndose hasta donde yace la primer puerta simplemente se dispone a entreabrirla a solo un par de centímetros, dejando que algunos rayos de luz entren para fijar como en las paredes, aquellas antorchas que debieron iluminar el lugar yacen cortadas desde la base, esto por obra del ladrón quien entre risillas resguarda su fiel látigo, evidentemente el instrumento que ha utilizado para su obra –Lorenzo, Lorenzo… Puedes tener a todo un ejército y aun así te daré caza, aun así… Te haré pagar- sentencia de nuevo el de cabellos sueltos, entrando a la segunda fase de su plan.

Dejando atrás a los cuerpos, con un apagón en la zona que cubriría su fechoría así como la orquesta tocando con toda energía para salvaguardar los ruidos que puede hacer, este enigmático ser se abre paso a una segunda parte del teatro, a una zona que daba camino a un palco en especial donde su víctima lo esperaba; sus pies lentamente caminan entre las finas alfombras y sus ojos se cuidan de no recibir sorpresas. Abriendo dos grandes puertas que lo separaban del poderoso Señor Di Contour, al cual, lo cuidan de sus dos guardaespaldas principales, el de proveniencia española abate con dos golpes fulminantes en sus respectivas nucas a estos tipos, claro, sin hacer ni un solo ruido logrando sentarse detrás del político sin que este se dé cuenta y simplemente este le susurra al oído con una vasta sonrisa en su rostro -¿Sabe lo que es la justicia, Señor Lorenzo?- riendo cínicamente para taparle la boca antes de que pudiese decir algo –Bueno, se la presentaré…- Utilizando sus manos para que involuntariamente éste gire su cabeza y vea a sus empleados caídos –no muertos- anexando –Se lo pondré así de sencillo, usted dejará ese absurdo trato del 70% de ingresos para su bolsillo, renunciará a su cargo y todo lo que haya ganado en esta ciudad se lo devolverá a la gente, mientras que tomará una buena cantidad de dinero y se largará del país. ¿Cómo me atrevo a pedirle esto? Muy sencillo- se responde él mismo la pregunta para cambiar su tono de voz a uno más serio y profundo –Porque de no hacerlo, yo mismo quebraré su cuello y antes de que pueda parpadear usted terminará pagando todos y cada uno de los daños que ha cometido… En el INFIERNO- apretándole fuertemente su yugular como si lo fuese a asesinar. No era algo del gusto de este hombre, de hecho, el no mataba ni usaba armas ya que sentía asco por las misma, pensaba que eran de cobardes, pero sabía usar muy bien la psicología y sabía cómo manejar a las personas a base de su miedo -¿Quién eres tú?.... ¿Quién?- cuestiona asintiendo con la cabeza en forma de aceptación para la generosa oferta hecha por el bandido. Lentamente este le amarra los pies con una soga sin que Lorenzo se dé cuenta por su miedo –Alguien que camina por el viento, que se oculta entre las sombras, que ve, escucha y sabe todo lo que pasa en esta ciudad- levantando el cuerpo del Político de su asiento, haciéndole caminar un par de pasos –Soy El Caballero de la Noche… Rosa Negra- aventándolo desde el palco, dejándolo colgado amarrado a su asiento, interrumpiendo de golpe el espectáculo y mostrando aquella imagen con el terror en el rostro de las personas, con una gran sonrisa se para en las orillas del lugar como si también se fuese a aventar y grita –Señoras y Señores… ¡¡Siempre es un gusto saludarlos, disfruten de la función!!- Dejando que todo el mundo vea el rostro cubierto por un antifaz, una máscara de color negruzco con detalles dorados y plateados que ocultan la identidad de este acérrimo personaje, el mismo que tomando desde dentro de su capa una flor con pétalos azabaches la deja sobre el cuerpo colgante –pero con vida y conocimiento de la víctima- para simplemente tomar su látigo y romper el foco de la luz principal que lo ilumina, ocultándose después entre las sombras con un salto suicida hacia donde se supone yace él público, corriendo entre los pasillos y dejando en solo una cuestionante su paradero, ¿A dónde se había ido?, ¿a caso volvió a hacer una de las suyas?, ¿Por qué aquí? Pero lo que más inquieta a la gente, a la policía, a los testigos es…

¿Realmente Rosa Negra es el criminal?
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La noche, la victima, el beso [Alexandrina Di Montelroso] Empty Re: La noche, la victima, el beso [Alexandrina Di Montelroso]

Mensaje por Alexandrina Di Montelroso Sáb Mar 23, 2013 10:29 am

No podía creer que un simple hombre la hubiera cautivado con solo mirar su perfil, aunque no iba a ir corriendo a ponerse encima como una bailarina de un burdel, simplemente lo mirara, observara y pensaría si él sería su nueva presa, su nuevo juguete. Para Alexandrina, sus únicos hombres que ella realmente ama es a sus dos hijos, de ese modo los demás hombres son como un trofeo que gana, buen momento de encontrar otro hombre porque él que tiene a su lado le aburrió desde hace mucho pero. -¿Por qué sigo con él? Buena pregunta la respuesta es, lastima, ciento lastima por el hombre que esta sentando a mi lado, pero es hora de deshacerme de él como los otros.-Ella se pensaba porque esto, porque el otro, Alexandrina era mujer que jugaba con los hombres, que cuando miraba uno, él iba hacer su nueva victima, es hacer una “Niña buena” pero cuando se aburre se convierte algo que ni ella misma sabe, desprecia tanto a los hombres que lo único que siente por aquellos sujetos es demasiado odio, quiere vengarse con todos, sin excepción. -Uno me daña y lo paga la mitad de los hombres de parís-Continuaba con sus pensamientos mientras cruza su pierna poniéndose de lado, la función estaba a escasos de empezar, y sin esperar las luces se apagaron y la obra comenzó.

La función estaba comenzando pero la mente de Alexandrina no se encontraba precisamente en la obra, si no en aquel hombre que miro cuando entro. -Ya encontré a mi nuevo juguetito-Susurro mientras pasaba su lengua por cada colmillo, después por sus labios una sonrisa grande apareció en su rostro, miro de reojo a su acompañante, él si estaba prestando atención a la obra de teatro, se suponía que Alexandrina era la que quiera venir y verla, pero ahora se entretenía mucho pensando en como acercarse aquel hombre sin ser tan descarada. Aunque, ¿Ella tenia vergüenza? La respuesta era: No, por la sencilla razón que no es una mujer santa, una mujer que se queda en casa a cuidar a sus hijos. No es muy callada y sumisa, no es mujer este “amarrada” a un hombre, nuevamente. No, no era mujer de amarrase y el sujeto que tiene alado había hasta pensado casarse con ella, ya se viera ella, casa otra vez con un hombre, ella es viuda y seguirá siendo viuda por el resto de su vida, hasta que alguien le clave una estaca o que la saquen de su casa cuando el sol esta invadiendo parís o cualquier país que ella este.

No le gusto la obra, o es que no le prestaba la atención para comprenderla y que le gustara, cerro los ojos, puso su dedo índice sobre su frente, deslizándola a los lados para comprender que debería de hacer, porque de verdad esta obra estaba aburrida para Alexandrina que miraba de reojo al hombre que él si lo disfrutaba mientras ella no. Era como si el destino planeara las cosas, escucho unos pasos, ladeo su rostro y pudo ver que el hombre que le llamo la atención caminaba hacia….un lugar, se acomodo en su asiento, volteo hacia su acompañante, se acerco a él poco a poco posando sus carnosos labios en la mejilla del hombre, con una mano acaricio su torso, llego hasta su oído y le susurro.-Ahora regreso querido, tú sigue disfrutando por ambos la función-Le mordió ligeramente el lóbulo para levantarse. Ella comenzó a caminar por el rumbo que el hombre tomo, la música se escuchaba por todo el lugar, alzo un poco su vestido para tener mayor movimiento en sus piernas, aunque no se acerco del todo, se detuvo cuando él lo hizo, pero a unos cuantos metros, para no ser descubierta, ente más lo seguía más le gustaba, me encantaba y lo quería para ella. Claro, solo hasta que Alexandrina se aburriera de él, pero primero tenia que conquistar al hombre, tenía que hacerlo sobre todo, que el hombre se volviera loco por ella, seducirlo y cuando estuviera en la etapa final dale el golpe final, dejarlo, e irse lejos. Al recargarse en la pared fría pero con delicada contemplo al hombre, lo examino y hasta comenzó a vagar por la mente del hombre cada pensamiento de él parecía excitar a la vampiresa.

Todo el tiempo que estuvo mirándolo, estaba en la misma posición, tapando su nariz, el olor a muerte le llegaba y no quería un espectáculo en este teatro. Al mirar todo el desastre que hizo, desapareció de la vista de todos, y sin esperar tiempo, más de lo que ya, aprecio enfrente del hombre tomándolo del cuello y ocultándolo entre una de las puertas-Monsieur…-Susurro tapándole la boca con su mano

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